Ver al Uno
Lori C. Newbold
Por: Lori C. Newbold (newboldlc@ldschurch.org) es la directora de los servicios de capacitación en los Seminarios e Institutos de Religión.
Presentación hecha en una transmisión de capacitación de los Seminarios e Institutos de Religión, el 13 de junio de 2017.
Una de las cosas que hicieron que el Salvador fuera el Maestro Perfecto fue su habilidad para enseñar a 5,000 personas y a la vez al uno.
Estoy agradecida por estar hoy aquí y compartir mi amor por el Salvador, por ustedes, y por los jóvenes y adultos jóvenes a quienes tenemos el privilegio de servir.
Recuerdo el poderoso testimonio que recibí de parte del Espíritu Santo la primera vez que leí el siguiente comentario hecho por el Presidente Boyd K. Packer: “Creo que en la medida en que actúen, de acuerdo con el desafío y el encargo que tienen, la Imagen de Cristo se graba en sus rostros. Y para todos los propósitos prácticos, en esa clase en ese momento y en esa expresión y con esa inspiración, ustedes son Él y Él es ustedes.” [1] La idea de que tengo el privilegio de representar al Salvador en mis responsabilidades ha sido un deseo motivador y una verdad gobernante a lo largo de mi carrera en seminarios e institutos.
El élder Gong nos enseñó en la reciente velada con una Autoridad General, que una de las cosas que hizo que el Salvador fuera el maestro perfecto fue su habilidad para enseñar a 5,000 personas y a la vez al uno. Declaró: “Este es un milagro que los maestros buscamos—enseñar a toda nuestra clase y a cada persona en la clase—. Esto requiere atender a los 5,000 y al uno. Invita a hablar de las inquietudes generales y de las necesidades individuales.” [2] Se han preguntado ¿cómo es que el Salvador lo pudo hacer?
Quiero compartir una experiencia que tuve durante mi segundo año enseñando en la cual el Señor me enseñó al ayudarme a comprender lo que significa representarlo en el salón de clases. En una de mis clases había un alumno como de quince años de edad. A los pocos días de clases me di cuenta que yo no tenía la paciencia para lidiar con su querida personalidad y sentí que ese sería un semestre muy largo al tratar de ejercer un don que no tenía. Oré pidiendo la capacidad para amarlo a él y a todos mis alumnos.
Durante la segunda semana de clases, este joven se levanto para dar el pensamiento espiritual, nos dio más información sobre su vida y se me concedió el don de verlo como lo ve el Señor; inmediatamente sentí que aumentó mi amor hacia él. Nos dijo que sus padres se estaban divorciando y que su madre, no tan sólo había dejado la Iglesia, sino que estaba luchando contra ella. Pude ver en su rostro la angustia y la confusión que sentía al hacer su relato. Honestamente, no recuerdo el pensamiento espiritual que dio en esa ocasión, pero sí recuerdo lo que el Espíritu Santo me enseñó. Vino a mi mente este pensamiento: “Quítate los zapatos porque estoy a punto de concederte la entrada a un corazón. Confío en ti para ser una influencia femenina fiel en la vida de este joven, y necesito que lo ames.” Desde ese mismo instante, cambié. Mi corazón cambió. Lo vi—en realidad lo vi—como un hijo de Dios, con potencial divino, con dones espirituales y con mucho que ofrecer a nuestra clase. Ese semestre, no cambió mucho su conducta, pero yo sí cambié. A causa de ese cambio tuvimos juntos algunas experiencias extraordinarias. Estaré agradecida para siempre por este joven y por la oportunidad que el Señor me dio de cambiar mi corazón y mi visión.
Me asombro continuamente por la capacidad de nuestro Padre Celestial no solo para conocer, sino también satisfacer las necesidades de cada persona. Sé que Él me conoce y me entiende perfectamente. Es más, me ama perfectamente. También sé que Él me ve como alguien que tiene potencial divino, y sabe que con Su ayuda, llegaré a ser como Él. Sé que Él espera lo mismo de cada uno de ustedes y de cada joven y señorita que entre por nuestras puertas. Los ve perfectamente y quiere salvarlos a todos. Él ve más allá de las apariencias y comportamientos y decide enfocarse en sus fortalezas y cualidades divinas. Y Él espera que, como maestros que somos, hagamos lo mismo.
Este año hemos introducido una nueva estrategia titulada “Ver al Uno.” El enfoque de esta prioridad es que todos y cada uno de nosotros desarrolle la capacidad cristiana de ver las necesidades, las fortalezas y el potencial divino de cada estudiante. Esperamos que cada uno de nosotros, desarrolle o profundice la capacidad cristiana de ver más allá de las etiquetas y las apariencias externas, y aprenda a ver a cada alumno como alguien único con potencial divino; y que los tratemos en consecuencia.
Cada estudiante entra a nuestras aulas con circunstancias, necesidades y retos individuales que afectan su experiencia de aprendizaje. Es importante recordar que el seminario o el instituto es solamente una parte de la vida de cada alumno—una parte importante—pero es todavía, solamente una parte. Los estilos de aprendizaje, las diferencias culturales, las incapacidades, las adicciones, y el dolor y la pérdida son algunos de los factores que podrían afectar la experiencia de aprendizaje de cada alumno. Las circunstancias y las etiquetas no definen a nuestros alumnos, pero sí nos dan la oportunidad de verlos y amarlos como lo hace el Salvador. Nuestros son el sagrado privilegio y la responsabilidad de hacer más para ayudar a aquellos cuyas cargas son pesadas y que vienen a nuestras clases buscando ansiosamente la esperanza que brinda el Salvador de toda la humanidad.
Al meditar en esta sagrada responsabilidad de ver al uno, es mucho lo que he aprendido de las enseñanzas del Apóstol Pablo en 1 Corintios 12. Me gustaría compartirles tres lecciones que he aprendido al estudiar este capítulo.
Lección Uno
Pablo empieza sus enseñanzas acerca del cuerpo de Cristo y el valor de cada miembro enseñando acerca de los dones espirituales. Mientras leía los versículos 1-11 me preguntaba si una de las claves para ver a las personas como las ve el Salvador sería primero reconocer que tienen dones y fortalezas que necesitan ser vistos y utilizados. Si vemos a los alumnos de esta manera, reconoceremos y recurriremos a sus fortalezas en lugar de centrarnos en sus deficiencias o las conductas indeseables. En ocasiones, el comportamiento de un alumno no muestra exactamente sus valores. Una técnica simple que el maestro puede desarrollar es: hacer una pausa antes de contestar de inmediato en respuesta a los comentarios o el comportamiento de un alumno; y entonces considerar dos o tres posibles razones del “porqué” pueda estar respondiendo o actuando de ese modo. Esto ayudará al maestro a evitar actuar intempestivamente y a reconocer mejor los dones espirituales del alumno.
En el esfuerzo por recordar el potencial divino de cada alumno, también debemos reconocer que las circunstancias o incapacidades pueden impedir su deseo o habilidad para aprender. Esto requiere que elaboremos más cuidadosamente las experiencias de aprendizaje que inviten e inspiren a las personas a ejercer su albedrío para usar sus dones espirituales en el proceso de aprendizaje. Esto no es fácil, pero cuando buscamos la ayuda del Señor, Él nos ayudará a saber cómo podemos alcanzar a cada uno de Sus hijos.
Una experiencia que tuve y de la cual aprendí el valor de reconocer los dones espirituales de mis estudiantes, ocurrió mediante una de mis alumnas que no estaba muy emocionada por leer dentro o fuera de la clase. Tenía un gran talento para la música, y cuando oré para saber cómo llegar a ella, el Señor contestó con algo que yo nunca había intentado antes. Le dí a ella una lista de las lecciones y le pedí que encontrara un himno, para cada lección, que pudiéramos usar en la clase para ayudar a enseñar una de las verdades de ese grupo de escrituras. Esto requirió que ella leyera fuera de la clase para identificar las verdades y luego encontrar un himno apropiado. Esto también le dio la oportunidad de testificar ante el grupo lo que había aprendido en su preparación. En unas cortas semanas, observé que el amor de esta alumna hacia el Salvador aumentó y su conducta en la clase mejoró. Actualmente ella es misionera de tiempo completo y no solamente está leyendo, sino enseñando las escrituras y compartiendo su testimonio mediante su don para la música.
Lección Dos
Pablo enfatiza que cada miembro del cuerpo tiene valor. En 1 Corintios 12:14-18 enseña que:
Pues tampoco el cuerpo es un solo miembro, sino muchos.
Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?
Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?
Pero ahora Dios ha colocado los miembros, cada uno de ellos, en el cuerpo, como él quiso.
Me encantan las imágenes de partes del cuerpo que cumplen funciones diferentes pero necesarias. La mano no puede reemplazar al pie. La oreja no puede reemplazar al ojo. Cada una tiene una función especial e importante, y cada una contribuye de manera diferente. Cada una es esencial para que el cuerpo pueda funcionar a plena capacidad.
El élder Holland usó una analogía distinta para enseñar la misma verdad: “es por designio divino que no todas las voces del coro de Dios son iguales. Para enriquecer la música, se requiere variedad: sopranos y contraltos, barítonos y bajos. . . . Cuando menospreciamos nuestra singularidad o intentamos coincidir con los estereotipos ficticios. . . . perdemos la riqueza de tono y timbre que Dios deseaba al crear un mundo de diversidad” [3]
Con el fin de ayudar eficazmente a cada alumno para que se “convierta . . . . mientras están con nosotros,” [4] debemos creer que cada alumno tiene valor y actuar de acuerdo con eso. En vista de estas verdades, les invito a todos ustedes a hacerse estas dos preguntas: Primera, “¿Creo honestamente que cada uno de mis alumnos tiene valor y puede llegar a ser un miembro que contribuya?” Segunda, “¿Mis acciones demuestran esa creencia?”
Ruego que el Señor nos ayude a que esta creencia nos guíe más.
Lección 3
Pablo enseña que deberíamos mostrar la misma preocupación por cada miembro al declarar: “para que no haya división en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen por igual los unos por los otros” (1 Corintios 12:25).
Esto fue una auto-reflexión poderosa para mí: ¿Les doy “la misma atención” a cada alumno? ¿Me enfoco más en los alumnos que contribuyen más obviamente? ¿Me es más fácil apreciar a quienes levantan la mano y siempre están listos con las escrituras para hacer comentarios o dar testimonio? ¿Se me facilita dar atención y amor a los que me aman y les gusta la clase, que siempre llegan a tiempo y que faltan solamente debido a una enfermedad grave? ¿Se dan cuenta los otros alumnos que no les doy “la misma atención” a todos? y ¿de que manera eso afecta el ambiente, el propósito, amor, y respeto en el salón de clases? Es más probable que los estudiantes se vean y se traten como lo hace el Salvador cuando cada uno de nosotros se los demuestra.
A medida que nos esforzamos por representar al Salvador en nuestra enseñanza y desarrollamos la capacidad de ver como Él ve, hemos de recordar que (1) todos tienen dones espirituales para compartir, (2) cada miembro es valioso, y (3) necesitamos mostrarle “la misma atención” a cada miembro.
Me gustaría compartir una lección adicional que aprendí al meditar acerca de la necesidad de esta prioridad. En nuestra época el “adversario, el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Como el gran ladrón de identidad, continuamente está tratando de robarle a las personas su identidad divina y la conexión con el cielo. Debemos desarrollar la capacidad de ver como lo hace el Salvador para que podamos ayudar a los demás a entender su potencial divino y a ser leales al Señor en un mundo confuso que “a lo malo llaman bueno, y a lo bueno, malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz” (Isaías 5:20).
Una de mis heroínas en las escrituras que muestra esta capacidad es Abigail. Se le describe en el Antiguo Testamento como una “mujer de buen entendimiento y de hermosa apariencia.” Estaba casada con Nabal, un hombre “duro y de malos hechos” (1 Samuel 25:3). Después de que Nabal insulto a David y se rehusó a ayudarlo, David reunió a sus hombres con la intención de matar a Nabal y a toda su casa. Cuando los siervos de Nabal le avisaron a Abigail del peligro inminente, ella de inmediato reunió provisiones y salió para encontrar a David.
Al encontrar a David, Abigail se postró ante él y, a semejanza de Cristo, asumió la responsabilidad de una ofensa que ella no cometió, y le pidió que la perdonara (ver 1 Samuel 25:23-24). ¿Que vio Abigail en Nabal que la motivó a abogar por él?
¿Qué vio ella en David que hizo que dijera: “Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa, pues Jehová de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas de Jehová, y mal no se ha hallado en ti en tus días?” (1 Samuel 25:28).
¿Por qué decidió ella, en ese momento tan crítico, recordarle a David quién era él y las promesas que el Señor ha hecho? ¿Qué impacto tuvo su acto de fe?
Me encanta lo que le respondió David al declarar: “Bendito sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases; y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has impedido hoy el ir a derramar sangre y vengarme por mi propia mano” (1 Samuel 25:32-33).
Recordando la promesa del élder Packer, yo creo que en ese momento Abigail tenía “grabada [en su rostro] la imagen de Cristo. . . . Y para todos los propósitos prácticos, en esa clase en ese momento y en esa expresión y con esa inspiración, [ella era Él y Él era ella].” [5]
Les testifico que tenemos la oportunidad semejante de ver a los demás como Él los ve y que podemos ayudarles a ver lo divino dentro de ellos mismos.
Las palabras no pueden expresar el amor y la gratitud que siento por aquellos que modelaron este atributo cristiano en mi vida. Primero y ante todo, mi angelical madre que siempre me ha visto como una contribuyente—aunque no siempre me porté como tal—y ha trabajado incansablemente para ayudarme a desarrollar dicho potencial. He tenido líderes del sacerdocio que han traído esperanza a mi vida al transmitirme el amor que me tiene el Padre Celestial y recordarme lo que valgo. Mis propios maestros de seminario e instituto—muchos de ellos hoy están viendo esta presentación—vieron algo que yo no podía ver en mí. Mi vida ha sido enriquecida muy hermosamente por hombres y mujeres que me han levantado y me han conducido al Salvador mediante sus ejemplos de ver al uno.
Estoy eternamente agradecida por las formas en las que el Señor me sigue mostrando que me ve como alguien de valor. Me ha bendecido con dones y me brinda oportunidades de usarlos para ayudar a los demás a llegar a ser como Él. Y sé también que Él hace lo mismo para ustedes y para cada uno de nuestros alumnos.
Durante los meses recientes, he tenido una experiencia hermosa estudiando las escrituras enfocándome en la forma en que el Salvador ve al uno y enseña de acuerdo con esa visión. Aprender directamente de Él me ha cambiado. Les invito a tomar esa misma oportunidad. Él es el modelo perfecto. Hay innumerables ejemplos de como adaptó las experiencias de aprendizaje y las lecciones para satisfacer las necesidades individuales y para ayudar a lograr su potencial divino a quienes enseñó.
Mis queridos amigos, ruego que nuestro Padre Celestial siga aumentando nuestra capacidad individual para ver como Él ve, para amar como Él ama, y para actuar como Él lo haría. Ruego que busquemos este don y encontremos las maneras de obtenerlo o profundizarlo. Pido que podamos esforzarnos por tener la imagen del Salvador en nuestros rostros al estar frente a nuestros alumnos cada día. Sé que podremos obtener este don al buscar Su ayuda. Así lo testifico, en el nombre de Jesucristo, amén.
Notas
[1] Boyd K. Packer, “The Ideal Teacher,” (discurso dado a los maestros de Seminarios e Institutos el 18 de junio de 1962),páginas 5-6; se encuentra también en Teaching Seminary: Preservice Readings (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 2004), página 141.
[2] Gerrit W. Gong, “And Jesus Said unto Them: I Am the Bread of Life” (una velada con una Autoridad General, el 17 de febrero de 2017), https://
[3] Jeffrey R. Holland, “Las Canciones que se Cantan y las que no se Cantan,” Liahona, mayo de 2017.
[4] Henry B. Eyring, “We Must Raise Our Sights,” (discurso dado en la conferencia del Sistema Educativo de la Iglesia, el 14 de agosto de 2001), página 2.
[5] Packer, “Ideal Teacher,” página 6.