Los testimonios de los testigos del Libro de Mormón

Alexander L. Baugh

Alexander L. Baugh es profesor en el departamento de Doctrina e Historia de la Iglesia en la Universidad Brigham Young, en la que ha sido parte del personal docente de tiempo completo desde 1995. Recibió su Licenciatura en Ciencias en la Utah State University y su Maestría y Doctorado en la Universidad Brigham Young. Se especializa en investigar y escribir acerca del período de Missouri en la historia temprana de la Iglesia SUD (1831-1839). Es el autor, el editor o el co-editor de siete libros. Además ha publicado más de setenta artículos históricos para periódicos, ensayos y libros. Es miembro de la Mormon History Association y de la John Whitmer Historical Association, y fue presidente de ésta última del año 2006 al 2007. Fue también el editor anterior de Mormon Historical Studies. Actualmente es el co-director de investigación en el Religious Studies Center en BYU, y es el editor de un tomo de The Joseph Smith Papers. Está casado con Susan Johnson. Son los padres de cinco hijos, y tienen nueve nietos. Él y su familia viven en Highland, Utah.

Un episodio importante asociado a la traducción y la salida a luz del Libro de Mormón fue la experiencia de dos grupos de testigos—once en total—quienes, entre otras cosas, declararon haber visto realmente las planchas de oro que fueron entregadas por el ángel Moroni a José Smith. Después de sus respectivas experiencias, los testigos pusieron sus nombres en una declaración testificando de la veracidad de lo que habían visto y oído. Sin embargo, los escépticos que consideran que, las declaraciones del Profeta de haber sido visitado por personajes divinos y tener en su poder las sagradas planchas antiguas, son un engaño pretensioso, concluyen que dicha experiencia y los testimonios de los testigos del Libro de Mormón tampoco pueden ser genuinos. En sus intentos por explicar lo que realmente sucedió, esos escépticos y críticos han sacado cosas que, esencialmente, consisten de explicaciones psicológicas para demostrar que lo que los testigos experimentaron en realidad no fue más que una forma de ilusión mental. Al hacerlo así llegan a la conclusión de que los eventos que rodearon la salida del Libro de Mormón fueron parte de un esquema preparado por José Smith para hacer que las personas creyeran en sus declaraciones. Pero la evidencia histórica no apoya dichas conclusiones, y los testimonios de los testigos de las planchas siguen siendo una confirmación poderosa de su existencia.

Mientras trabajaba en la traducción del Libro de Mormón, José Smith aprendió en varios pasajes en el registro que los testigos seleccionados para ver las planchas testificarían de su autenticidad. Por ejemplo, un pasaje en el libro de Eter indicó que el traductor mostraría las planchas de oro y otros artefactos antiguos a quienes “ayudarán a sacar a luz esta obra.” Las escrituras también especificaron el número exacto: “y por el poder de Dios, se mostrarán a tres; por tanto, sabrán con certeza que estas cosas son verdaderas. Y en boca de tres testigos se establecerán estas cosas; y el testimonio de tres, y esta obra. . . . se mostrará el poder de Dios y también su palabra.” [1] Otros pasajes en ese registro antiguo reiteraron una orden semejante: “Por tanto, el día en que se entregue el libro al hombre de quien he hablado, quedará oculto dicho libro de los ojos del mundo para que no lo vea ojo alguno, salvo tres testigos que lo verán por el poder de Dios, además de aquel a quien el libro será entregado; y testificarán de la verdad del libro y de las cosas que contiene.” [2]

Los Tres Testigos

Cada uno de los individuos escogidos para ser los testigos principales—Martin Harris, Oliver Cowdery y David Whitmer—fueron designados por revelación. Harris fue el primer testigo nombrado. Durante los meses iniciales de la traducción (del 12 de abril al 14 de junio de 1828), Harris actuó como escribiente para el Profeta, antes de perder las 116 páginas del manuscrito traducido. En marzo de 1829, Harris visitó a José Smith en Harmony, Pennsylvania, y solicitó el privilegio de ver las planchas y otras reliquias en posesión del Profeta. José Smith recibió una revelación en que se le informaba a Harris que a pesar de su negligencia anterior, si se humillaba ante el Señor se le concedería que “mire las cosas que desea ver.” [3] Sin embargo, se le dio un mandato adicional. Después de ver las reliquias, él tendría la obligación de dar testimonio de lo que había experimentado: “Y entonces dirá a los de esta generación: He aquí, yo he visto las cosas que el Señor ha mostrado a José Smith, hijo, y ciertamente sé que son verdaderas, porque las he visto, pues se me han mostrado por el poder de Dios y no del hombre.” [4]

El 5 de abril de 1829, Oliver Cowdery, que había conocido a la familia Smith en Manchester, Nueva York, llegó junto con Samuel Smith el hermano menor de José Smith, a Harmony para ofrecer su ayuda. Dos días después, el Profeta reanudó en serio la traducción de las planchas con la ayuda de Oliver como el escribiente principal en la segunda fase de la traducción. Poco después ese mismo mes, en la primera revelación que recibió José Smith para Oliver, hay dos frases breves que posiblemente aluden a su selección como uno de los testigos: “por boca de dos o tres testigos se establecerá toda palabra” y “por el testimonio que será dado.” [5]

Mientras estaba en Harmony, Oliver se comunicó con David Whitmer, un conocido cercano que vivía en Fayette, Nueva York, y le comentó acerca del trabajo de la traducción. En mayo, debido al aumento del acoso y la persecución contra él y José, Oliver le escribió a David y le pidió si podrían terminar la traducción en la casa de su papá Peter Whitmer, padre. David estuvo de acuerdo, y a fines de mayo o principios de junio viajó a Harmony y llevó a Fayette al traductor y a su escribiente.

David Whitmer no tardó mucho tiempo en darse cuenta del don intuitivo de revelación de José Smith y le pidió al Profeta que pronunciara una revelación a su favor. Al igual que la primera revelación dada a Oliver, la revelación para David también implica que él sería escogido como uno de los testigos del Libro de Mormón. Una parte dice: “si pides al Padre en mi nombre, con fe, creyendo. . . . para que seas testigo de las cosas que oirás y verás.” [6]

Al terminar o muy cerca de terminar la traducción a fines de junio de 1829, José Smith quiso cumplir con las instrucciones reveladoras del Libro de Mormón con respecto al requisito de que se escogieran tres testigos para ver el registro y a la vez cumplir las promesas dadas a Martin Harris, Oliver Cowdery y David Whitmer, que habían sido señalados específicamente para ese privilegio en las revelaciones del Profeta. Posteriormente, José dijo que los tres hombres estaban tan ansiosos de ver las planchas que se volvieron “muy solícitos y me importunaban tanto, que por fin accedí y por medio del Urim y Tumim obtuve [la palabra] del Señor para ellos.” [7]

La revelación les prometió que no sólo verían las planchas sino que también verían el pectoral y las gafas (algunas veces mencionadas como los intérpretes nefitas), la espada de Labán y la Liahona—los directores milagrosos— que le fueron dados a Lehi en el desierto. [8] Sin embargo, también se les dieron varias estipulaciones: a fin de poder ver las reliquias sagradas, los testigos tendrían que confiar en la palabra de Dios “con íntegro propósito de corazón,” y tener fe, porque se les dijo: “y será por vuestra fe que se os concederá verlas.” Pero eso no fue todo: “Y después de haber logrado fe, y de haberlas visto con vuestros ojos, testificaréis de ellas por el poder de Dios; y haréis esto para que mis servo José Smith, hijo, no sea destruido, para que en esta obra realice yo mis propósitos justos para con los hijos de los hombres.” [9]

Poco tiempo después de que se diera esta instrucción, se les concedió el testimonio prometido. José, Oliver, David y Martin se recluyeron en una zona boscosa a poca distancia de la casa de los Whitmer. Al encontrar un lugar adecuado, el grupo se arrodilló y José comenzó a orar a favor del grupo, y le siguieron los otros orando por turnos. Este modelo se repitió otra vez, pero no sucedió nada, y Martin “propuso retirarse de nosotros, creyendo . . . . que su presencia era la causa de que no obtuviéramos el objeto de nuestros deseos.” Poco después de la partida de Martin, apareció una luz excesivamente brillante y un ángel se situó delante de los otros hombres. “En sus manos tenía las planchas por las que habíamos estado orando para poder verlas,” registró el Profeta. “Le dio vuelta a las planchas para que pudiéramos verlas y distinguir claramente los grabados en ellas.” También se oyó la voz de Jesucristo: “Estas planchas han sido reveladas por el poder de Dios, y han sido traducidas por el poder de Dios, y la traducción que habéis visto es correcta y les mando dar testimonio de lo que habéis visto y oído.” Después de cerrarse la visión, José Smith fue a buscar a Martin y dijo: “Lo encontré a cierta distancia, orando fervientemente [y dijo] que todavía no había prevalecido con el Señor, y me pidió sinceramente que me uniera a él en oración para que él también pudiera tener la misma bendición que los otros habíamos recibido.” Momentos después “la misma visión se desplegó otra vez,” y José y Martin vieron una manifestación similar y oyeron el mismo mandato celestial que se les había dado a los otros. [10]

Lucy Mack Smith estaba en la casa de Pedro Whitmer, padre, cuando regresaron los testigos después de haber experimentado su visión, y ella escribió:

Eran entre las tres o cuatro de la tarde, la señora Whitmer, el señor Smith y yo estábamos sentados en una habitación a esa hora. Al entrar, José se puso junto a mí y exclamó: “Papá, mamá, no saben qué feliz estoy; el Señor ha hecho que se muestren las planchas a otros tres aparte de mí mismo. Han visto a un ángel quien les ha testificado, y ellos tendrán que dar testimonio de la verdad de lo que he dicho, porque ahora ellos saben por sí mismos que no trato de engañar al pueblo, y siento como si se me hubiera quitado un gran peso que me era casi imposible llevar, y mi alma se regocija porque ya no estoy completamente solo en el mundo.” En ese momento, Martin entró: parecía estar muy gozoso, y testificó osadamente de lo que había visto y oído. Y también lo hicieron David y Oliver, agregando que ninguna lengua podía expresar el gozo de sus corazones, y la grandeza de las cosas que habían visto y oído. [11]

Los Apóstoles SUD Orson Pratt y Joseph F. Smith entrevistaron a David Whitmer en su casa en Richmond, Missouri en septiembre de 1878, y les dio varios detalles importantes con respecto a la experiencia de los testigos:

Fue en junio de 1829—a fines del mes—. . . . el ángel nos mostró (a los tres testigos) las planchas, supongo para cumplir las palabras del libro mismo. Martin Harris no estaba con nosotros a esa hora, él las vio poco después (ese mismo día). José, Oliver y yo estábamos juntos cuando las ví. No solamente vimos las planchas del Libro de Mormón, también vimos las planchas de bronce, las planchas del Libro de Eter, las planchas que contienen los registros de la maldad y las combinaciones secretas de la gente del mundo en la fecha en que fueron grabadas y otras muchas planchas. El hecho es, José, Oliver y yo estábamos sentados en un tronco, cuando fuimos iluminados por una luz. No era una luz como la del sol, ni como la del fuego, sino que era más gloriosa y hermosa. Se extendía un poco más allá de nosotros. . . . pero en medio de esta luz . . . . apareció por así decirlo, una mesa y sobre ella muchos registros de planchas, además de las planchas del Libro de Mormón, también la Espada de Labán, los directores—o sea la esfera—que tenía Lehi, y los intérpretes. Los vi tan claramente como veo esta cama. . . . y oí la voz del Señor, tan claramente como he escuchado algo en mi vida, declarando que los registros de las planchas del Libro de Mormón fueron traducidas por el don y poder de Dios. [12]

Es significativo, que Whitmer declaró que él y los otros testigos vieron otras planchas en una mesa además de las planchas de las cuales se tradujo el Libro de Mormón. También declaró específicamente que vieron la espada de Labán, la Liahona, y los intérpretes; o sean los artefactos que se les había prometido que se les permitiría ver, [13] aunque no mencionó el pectoral. Además, describió la luz poco usual que los rodeó durante la visión. Y finalmente, enfáticamente declaró que cada uno de ellos escuchó una voz audible, aún la de Jesucristo resucitado, afirmando que la traducción dada por José Smith era correcta.

Los Ocho Testigos

Aunque la visión dada a Cowdery, Whitmer y Harris cumplió la promesa del Libro de Mormón de que el registro se le mostraría a tres testigos por el poder de Dios, dos pasajes en el texto sagrado sugirieron que más testigos también verían las planchas. Hablandole al traductor, Moroni escribió: “Y he aquí, tal vez tengas el privilegio de mostrar las planchas a aquellos que ayudarán a sacar a luz esta obra.” [14] Y Nefi dijo: “Y nadie más lo verá, sino unos pocos, conforme a la voluntad de Dios.” [15] De acuerdo con esta excepción, José Smith llegó a la conclusión de que después que se hubieran mostrado a los Tres Testigos, le sería permitido dejar que unos cuantos más vieran el registro sagrado. Él seleccionó a su papá (Joseph Smith, padre) y a sus dos hermanos adultos, Hyrum y Samuel. El resto de los testigos eran de la familia Whitmer—los hermanos, Christian, Jacob, John, Peter, hijo, y Hiram Page, un cuñado de ellos— todos ellos habían apoyado y alojado al Profeta y a Oliver Cowdery durante el último mes de la traducción en el hogar de los Whitmer.

La visualización de las planchas por los Ocho Testigos fue considerablemente menos impactante, pero no obstante, excepcionalmente importante. Pocos días después de la manifestación a los Tres Testigos, José, Oliver y varios miembros de la familia Whitmer fueron a Manchester para hacer arreglos para la impresión del libro, cuando según Lucy Mack Smith, “todos los varones del grupo, con mi esposo, Samuel y Hyrum, se retiraron a un lugar a donde la familia tenía la costumbre de ofrecer sus devociones secretas a Dios.” Y continuó: “Fue aquí que esos ocho testigos, cuyos nombres están registrados en el Libro de Mormón, las vieron y las manipularon.” [16]

Después de este incidente, José Smith le devolvió las planchas y las otras reliquias al ángel Moroni.

En el año 1878, P. Wilhelm Poulson entrevistó a John Whitmer, el único de los Ocho Testigos que aún vivía, y le hizo una serie de preguntas con respecto a lo que recordaba sobre el haber visto las planchas. Una parte de la entrevista dice:

Yo [Poulson] dije: Estoy al tanto de que su nombre está anexo al testimonio en el Libro de Mormón, ¿usted vio las planchas?

Él (Whitmer]—Así es, y ese testimonio es verdadero.

Yo—¿Manejó las planchas con sus manos?

Él—¡Así lo hice!

Yo—Entonces, ¿eran de substancia material?

Él—Sí, tan material como lo es cualquier cosa.

Yo—¿Estaban pesadas para levantarles?

Él—Sí, y usted sabe que el oro es un metal pesado, eran muy pesadas.

Yo—¿De qué tamaño eran las hojas?

Él—Hasta donde recuerdo, eran de 8 por 6 o siete pulgadas.

Yo—¿Eran gruesas las hojas?

Él—Sí, lo suficiente para que se pudieran grabar caracteres en ambos lados.

Yo—¿Cómo estaban unidas las hojas?

Él—En tres anillos, cada uno tenía la forma de una D con el lado recto hacia el centro. . . .

Yo—¿Las vio usted cubiertas con un lienzo?

Él—No. Él [José Smith] puso en nuestras manos las planchas descubiertas, y dimos vuelta a las hojas lo suficiente para satisfacernos. [17].

Poco después de ver las planchas, los Tres Testigos y los Ocho Testigos prepararon declaraciones formales para atestiguar la veracidad y la realidad de lo que experimentaron. Con respecto a la declaración escrita por los Tres Testigos, la historia de José Smith declara: “Habiendo tenido estas gloriosas manifestaciones por la gracia de Dios, ahora les correspondía a estas tres personas cumplir el mandato que habían recibido, o sea: dar testimonio de estas cosas; y para cumplirlo, redactaron y firmaron el siguiente documento.[18] Posteriormente David Whitmer dijo que él, Oliver y Martin, “cada uno había firmado con su propio nombre” en el documento. [19] El hecho de que cada uno de los Tres Testigos personalmente pusiera su nombre en su declaración oficial sugiere que los Ocho Testigos pudieron haber hecho lo mismo y agregaron sus firmas manuscritas a su declaración. Desafortunadamente, no se sabe que exista un documento que contenga las firmas de alguno de esos grupos. Pero la evidencia sugiere que las dos declaraciones, junto con las firmas de cada uno de los testigos, fueron incluidas al final del manuscrito original del Libro de Mormón. Sin embargo, como la mayor parte del manuscrito original no ha sobrevivido, esto podría explicar el por qué la transcripción de la versión original de los testimonios dados por los Tres Testigos y los Ocho Testigos y sus firmas personales ya no existan. Significativamente, una transcripción palabra-por-palabra, escrita por Oliver Cowdery, del testimonio de los Tres Testigos y del de los Ocho Testigos y sus nombres personales aparece al fin de la copia del manuscrito para el impresor del Libro de Mormón. Los críticos han argumentado que realmente fue Cowdery quien “firmó” por ellos, cuando en realidad, lo que él estaba haciendo, fue copiar el texto y sus firmas del manuscrito original del Libro de Mormón. El hecho de que los testimonios de ambos grupos de testigos se haya agregado al fin del manuscrito original del Libro de Mormón así como en la copia para el impresor, explicaría también por qué aparecen en las dos últimas páginas de la primera edición del Libro de Mormón, publicada en el año 1830. [20]

En su declaración, Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris hacen las siguientes aclaraciones: (1) su experiencia fue una manifestación divina (específicamente, les fue dada “por el poder de Dios, y no por el de ningún hombre”), (2) un ángel les mostró las planchas del Libro de Mormón y los grabados y (3) se oyó la voz de Dios (Jesucristo) declarando que la traducción del registro sagrado era correcta y que ellos deberían dar testimonio de lo que vieron y oyeron. En su declaración, los Ocho Testigos certifican lo siguiente: (1) José Smith les mostró las planchas (a diferencia de los Tres Testigos, a quienes se las mostró un ángel), (2) las planchas tenían la apariencia de oro y eran “una obra antigua y de hechura exquisita,” y (3) vieron los grabados, palparon con sus manos y sopesaron las planchas.

Testigos Adicionales

Además de José Smith y los once testigos que vieron las planchas, David Whitmer declaró, cuando menos en tres ocasiones diferentes, que en junio de 1829 poco después de que el Profeta y Oliver Cowdery llegaran a la casa de Pedro Whitmer, padre, en Fayette, Nueva York, para trabajar en la traducción, el ángel le mostró las planchas a Mary Whitmer, la mamá de David. [21]

Varios miembros de la familia Smith reconocieron que José tenía las planchas en su poder, aunque siempre estaban cubiertas, y a la familia nunca se les permitió verlas. Se ha reportado que después de sacar las planchas del Cerro Cumorah, el padre, la madre y Katherine la hermana del Profeta, manipularon las planchas en una tela de lino con las que José las había cubierto. [22] Emma dijo que movía las planchas de un lugar a otro mientras ella hacía el trabajo de la casa. “Las planchas a menudo estaban en la mesa . . . envueltas en un pequeño mantel de lino.” También sintió las planchas por sobre la tela y hasta delineó su forma y contorno. “Parecían ser flexibles, como papel grueso, y hacían un ruido metálico cuando el dedo pulgar movía las orillas.” [23] William Smith, el hermano menor del Profeta, dijo que aunque nunca vio las planchas descubiertas, “las manipuló y las sopesó envueltas en una tela y estimó que pesaban unas sesenta libras [como 27 kilos].[24]

Explicaciones Seculares

Algunos materialistas, o quienes no creen en lo divino, han explicado la experiencia de los Tres Testigos como que fue un delirio mental; una anormalidad mística metafísica; una fantasía psicológica; o quizás simplemente, una alucinación o hipnosis religiosa. Esta clase de personas subjetivas, no pueden considerar legítimas las manifestaciones espirituales como las que experimentaron José Smith y sus asociados porque representan una manifestación sobrenatural que no se puede probar. Por lo tanto, estas personas han llegado a la conclusión que la experiencia de los testigos del Libro de Mormón debió haber sido inducida psicológicamente.

Uno de los primeros individuos en proponer la noción de que las manifestaciones espirituales de José Smith estaban centradas psicológicamente fue I. Woodbridge Riley, un académico especializado en filosofía y psicología de fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte. Riley fue el autor de The Founder of Mormonism: A Psychological Study of Joseph Smith, que fue publicado en el año 1903. Para los teóricos seculares como Riley, las experiencias visionarias del Profeta fueron experiencias psicológicas peculiares que resultaron de una combinación de anomalías y enfermedades físicas; de elementos psicológicos derivados de su entorno y experiencias religiosos, culturales y sociales; y posiblemente de desordenes mentales psicosomáticos como resultado de las experiencias traumáticas en su niñez y juventud.

En su evaluación de la visión experimentada por Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris, Riley la categorizó como una “alucinación subjetiva, inducida por la sugestión hipnótica.” [25] José Smith, el facilitador, les dio “la repetición, la atención constante, la ausencia de desconfianza, y la auto entrega a la voluntad del principal,—están presentes todos los elementos—.” Y concluyó que el resultado fue “un espejismo psíquico, completo en todos sus detalles.” [26] En el caso de los Ocho Testigos, Riley afirmó que su visión fue “una hipnotización colectiva,” lo cual produjo una “alucinación o una ilusión. . . . de un objeto donde en realidad no había nada, o la interpretación falsa de algún objeto externo existente.” [27]

En el año 1945, la historiadora Fawn M. Brodie publicó No Man Knows My History, una biografía psico-analítica de José Smith. De manera muy parecida a como lo hizo Riley, la obra de Brodie estuvo subrayada con explicaciones psicológicas para las afirmaciones religiosas y las experiencias espirituales del Profeta. Dado este contexto, no es de sorprender que en su análisis de la visión de Cowdery, Whitmer y Harris al ver al ángel y los artefactos antiguos y escuchar la voz celestial , Brodie aseguró que los tres hombres fueron “víctimas del talento inconsciente pero positivo para hipnotizar de José.” [28] Quizás tampoco es de sorprender el hecho de que Brodie no se extendió en comentarios sobre lo que experimentaron los Ocho Testigos, además de decir que José no “estuvo contento con el testimonio de los tres testigos,” así que preparó un segundo testimonio. [29]

Más recientemente, Dan Vogel, un fogoso crítico de José Smith y del comienzo del mormonismo, tomó una página—en realidad muchas páginas—de los libros de Riley y Bodie, así que su argumento no era nuevo, aunque trató de reforzarlo con más fuentes históricas. Vogel también propuso la hipnosis como una posible explicación con respecto a cómo fue que José Smith pudo generar manifestaciones espirituales artificiales, incluso la que experimentaron los Tres Testigos, pero Vogel se inclinó más a que esa experiencia fue una alucinación. Vogel también indicó que fue posible una alucinación en grupo, la cual, creía él, explica cómo es que Oliver, David y Martin afirman haber visto las mismas escenas y objetos en la así llamada “visión.” Pero Vogel agregó un giro interesante al relato de los testigos. Citando las posteriores declaraciones dadas por varios de los Ocho Testigos y de quienes los entrevistaron o interrogaron, Vogel sostuvo que la vista colectiva de las planchas hechas por los ocho hombres también fue algo extrasensorial, muy semejante a la de los Tres Testigos. Vogel también creía que José Smith elaboró un juego de planchas falsas hechas de lámina, y que les permitió a los testigos levantarlas en una caja o con una manija mientras estaban cubiertas (ya fuera en una ocasión anterior o en la que tuvieron la experiencia colectiva), pero que la vista real de las planchas fue “visionaria.” No fue puramente “física,” como lo sostiene su testimonio escrito. [30]

Grant Palmer, otro crítico, llegó a una conclusión interesante acerca de las planchas de oro y lo que los testigos vieron realmente. Palmer presentó la teoría de que las planchas de oro no eran un reliquia genuina de una civilización antigua, sino un tesoro sobrenatural que pertenecía “a otro mundo en vez que a este.” Palmer también creía que los Ocho Testigos “vieron y analizaron las planchas en una visión mental,” pero a diferencia de Vogel, que aseguró que los ocho hombres experimentaron un encuentro psíquico, Palmer consideró que en realidad fue auténticamente espiritual. [31]

Los religiosos oponentes que especulan que lo que vieron los Tres u Ocho Testigos fue tan sólo un trance hipnótico o de alucinación psíquica tienden a apoyar sus argumentos señalando que los testigos (y más precisamente los Tres Testigos) algunas veces dijeron que vieron las planchas y los otros artefactos con sus “ojos espirituales.” En otras palabras, no las vieron en un estado consciente. Aunque en realidad, ocasionalmente hablaron de haber visto las planchas en un sentido espiritual, aprendemos en las escrituras que las personas que tienen visiones celestiales o manifestaciones divinas sufren una transformación espiritual, algunas veces mencionadas como el ser transfigurados o “vivificado por el Espíritu de Dios” [32] para que realmente puedan “ver” u observar lo divino. Por ejemplo, antes de recibir la visión de los grados de gloria, José Smith y Sidney Rigdon dijeron: “Fueron abiertos nuestros ojos e iluminados nuestros entendimientos por el poder del Espíritu, al grado de poder ver y comprender las cosas de Dios.” [33] Pero a la vez, esto no debe sugerir que la aparición de Moroni y el mostrarles las planchas a Oliver, David y Martin excluyó por completo cualquier tipo de elemento físico. En sus descripciones y declaraciones personales, cada uno de ellos claramente reconoció los aspectos espirituales de la manifestación pero también estaban conscientes de su entorno real y las condiciones físicas. Fue una realidad física y espiritual. Vieron y oyeron cosas en una dimensión espiritual, pero a la vez el ángel y las planchas y los otros artefactos también estaban presentes físicamente.

Hablando a quienes no creen en las manifestaciones espirituales o divinas, el Apóstol Pablo enseñó: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” [34] Los pensadores naturalistas modernos también descartarían los encuentros divinos de Moisés con Jehová; la teofanía de Pedro, Santiago y Juan en el Monte de la Transfiguración; la visión celestial de Esteban en la que vio al Padre y al Hijo; y el dramático encuentro de Pablo con el Señor Resucitado en el camino a Damasco. Cuando se trata de sus propias reivindicaciones visionarias, José Smith está muy bien acompañado.

Las Explicaciones Alternativas son Erróneas

No hay evidencias de que José Smith haya participado nunca en actividades hipnóticas, o que conjurara un trance o ilusión mental, o que poseyera los dones hipnóticos que le permitieran subyugar a las personas a caer bajo algún trance o hechizo místico o hechizo en grupo. Si el Profeta de veintitrés años de edad hubiera participado en algún tipo de control mental con los testigos—cada uno era un persona racional y sensible—alguno de ellos se hubiera dado cuenta de lo que pasó; y al preguntársele sobre su experiencia, estos hombres habrían mencionado, especialmente los que posteriormente se desilusionaron del mormonismo, que José Smith usó algún tipo de manipulación. Pero ninguno de los once hombres alguna vez habló o sugirió que hubiera habido algo de esa clase. En los bien documentados registros de la vida de José Smith, no existen tales acusaciones porque nunca ocurrió nada de eso.

Reconociendo las notables deficiencias en los argumentos psicológicos que han presentado los críticos con respecto a la experiencia y el testimonio de los Tres Testigos, el destacado académico SUD Richard L. Bushman ha dicho que quienes dudan todavía no pueden encontrar ninguna “causa plausible” para explicar “la visión elaborada.” [35] Lo mismo se podría decir sobre los argumentos seculares presentados con respecto a la experiencia de los Ocho Testigos de que vieron y manipularon las planchas. Además, un escrutinio minucioso, hecho por los eruditos SUD, de los documentos históricos disponibles y de las fuentes asociadas con la experiencia y los testimonios que dieron los testigos del Libro de Mormón, muestra que muchas de las explicaciones hechas por los críticos del mormonismo son incongruentes con los relatos de primera mano hechos por los testigos mismos. Esto es evidente en el hecho de que uno de los errores fatales que los escritores escépticos han hecho en sus interpretaciones históricas, es que han mostrado la tendencia a aceptar los rumores de los testigos (por ejemplo, los reportes de lo que se supone que dijo un testigo, algunos de los cuales son relatos de primera mano dudosos) más que los relatos personales reales.

Importancia de los Testimonios de los Testigos

A finales del año 1837 y principios del 1838, cuatro de los once testigos del Libro de Mormón—Martin Harris, John Whitmer, Oliver Cowdery y David Whitmer—fueron separados formalmente de la Iglesia, en tanto que Jacob Whitmer y Hiram Page perdieron el afecto y se separaron por sí mismos. Eventualmente, dos de esos seis regresaron a la Iglesia: Cowdery en 1848 y Harris en 1875. Sin embargo a pesar de las objeciones personales que pudieran tener hacia José Smith o la Iglesia después de su separación del mormonismo, ninguno de esos hombres afirmó que José Smith fuera un charlatán o engañador religioso, y tampoco revocó o renunció a su testimonio con respecto al Libro de Mormón, ni declaró que el registro sagrado fuera falso.

Richard Lloyd Anderson, el principal estudioso de los testigos, ha escrito: “Quizás su separación posterior los hace testigos más creíbles, porque ninguna colusión podía haber soportado tantos años de separación de la Iglesia y de uno del otro.” Y concluye: “Los testimonios de los Tres y los Ocho Testigos equilibran lo sobrenatural y lo natural, uno recalcando al ángel y la voz celestial, el otro, la existencia del registro tangible en planchas de oro. Hasta el fin de sus vidas, cada uno de los Tres dijo que había visto las planchas, y cada uno de los Ocho insistió en que las había tocado.” [36]

Los críticos continuarán poniendo el grito en el cielo insistiendo que José Smith fue un manipulador astuto de los testigos quienes fueron víctimas de su engaño. Sin embargo, para las personas cuyos corazones y mentes están abiertos y entonados con lo divino y que creen en las manifestaciones espirituales y la comunicación desde el cielo, los testimonios colectivos de los Tres y los Ocho Testigos permanecen como una afirmación poderosa de la existencia de las planchas de oro y de la veracidad del Libro de Mormón como otro testamento de Jesucristo.

Fuentes Adicionales

Anderson, Gale Yancey, “Eleven Witnesses Behold the Plates,” Journal of Mormon History 38, Núm. 2 (Primavera 2012): páginas 145-162.

Anderson, Richard Lloyd, “Attempts to Redefine the Experience of the Eight Witnesses,” Journal of Book of Mormon Studies 14, núm. 1 (2005): páginas 18-31.

_________ Investigating the Book of Mormon Witnesses. Salt Lake City: Deseret Book, 1981.

Harper, Steven C. “Evaluating the Book of Mormon Witnesses,” Religious Educator 11, núm. 2

(2010): páginas 37-49.

Notas

[1] Eter 5: 2-4.

[2] 2 Nefi 27: 12; ver también 2 Nefi 11:3.

[3] D y C 5: 24.

[4] D y C 5: 25; ver también los versículos 26-29.

[5] D y C 6: 28, 31.

[6] D y C 14: 8

[7] Karen Lynn Davidson, David J. Whitaker, Mark Ashurst-McGee y Richard L. Jensen, son los editores de Histories: Volum I: Joseph Smith Histories, 1832-1844, tomo 1 de la serie de Historias del proyecto Joseph Smith Papers [Los Documentos de José Smith] editado por Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin y Richard Lyman Bushman (Salt Lake City: Church Historian’s Press. 2012), página 23. (de aquí en adelante se usará JSP, H1).

[8] D y C 17: 1. David Whitmer declaró en numerosas ocasiones que, además de ver las planchas del Libro de Mormón, el ángel también les mostró el pectoral, el Urim y Tumim [las gafas] la espada de Labán, la Liahona, y hasta otras planchas. Véase de Lyndon W. Cook, David Whitmer Interviews: A Restoration Witness (Orem, UT: Grandin Book, 1991), páginas 11, 15, 20, 26, 34, 40, 86, 108, 127, 181, 184, 186, 198, 213.

[9] D y C 17: 3-4.

[10] JSP, H1: páginas 318-320 (“Preliminar 2").

[11] Lavina Fielding Anderson, Lucy’s Book: A Critical Edition of Lucy Mack Smith’s Family Memoir (Salt Lake City: Signature Books, 2001), página 453.

[12] Carta de Joseph F. Smith del 17 de septiembre de 1878, a John Taylor; borrador de los Documentos de Joseph F. Smith, Biblioteca de Historia de la Iglesia (de aquí en adelante se usará CHL). Para una versión publicada ver “Report of Elder Orson Pratt and Joseph F. Smith,” Deseret News, 27 de noviembre de 1878, página 674.

[13] Ver Dy C 17: 1.

[14] Eter 5: 2.

[15] 2 Nefi 27:13.

[16] Anderson, Lucy’s Book, páginas 455-456.

[17] P. Wilhem Poulson, letter to George Q. Cannon and Brigham Young, Jr., Deseret Evening News, 6 de agosto de 1878, página 2.

[18] JSP, H1: página 320 (“Preliminar 2"); énfasis agregado.

[19] Pratt y Smith, “Report of Elder Orson Pratt and Joseph F. Smith,” página 674.

[20] Michael H. MacKay, Gerrit J. Dirkmaat, Grant Underwood, Robert J. Woodford y William G. Hartley son los editores de Documents, Volume I: July 1828-June 1831, tomo 1 de la serie de documentos del proyecto Los Documentos de José Smith, editado por Dean C. Jessee, Ronald K, Esplin, Richard Lyman Bushman y Matthew J. Grow (Salt Lake City: Church Historian’s Press, 2013), “Apéndice 4: Testimony of the Three Witnesses, Late June 1829,” y apéndice 5: Testimony of Eight Witnesses, Late June 1829,” páginas 378-387.

[21] Ver de Cook, David Whitmer Interviews, páginas 13, 1852, 214-218.

[22] Ver de William B. Smith, “The Old Soldier’s Testimony,” Saints’ Herald, 4 de octubre de 1884, páginas 643-644; de Joel Tiffany, “Mormonism—núm. II,” Tiffany’s Monthly, junio de 1859, página 166; y de Herbert S. Salisbury, “Things the Prophet’s Sister Told Me,” 2 de julio de 1945, mecanografiado, 1, CHL.

[23] “Last Testimony of Sister Emma,” Saints’ Herald, 1 de octubre de 1879, página 290.

[24] J. E. Peterson, “Statement of William Smith, Concerning Joseph, the Prophet,” Deseret Evening News, 20 de enero de 1894, página 11.

[25] I, Woodbridge Riley, The Founder of Mormonism: A Psychological Study of Joseph Smith (Nueva York: Dodd, Mead, and Company, 1903), página 226.

[26] Riley, Founder of Mormonism, página 228.

[27] Riley, Founder of Mormonism, página 230.

[28] Fawn M. Brodie, No Man Knows My History: The Life of Joseph Smith, The Mormon Prophet (Nueva York: Vintage Books, 1945), página 77.

[29] Brodie, No Man Knows My History, página 78.

[30] Dan Vogel, “The Validity of the Witnesses’ Testimonies,” en America Apocrypha: Essays on The Book of Mormon, editado por Dan Vogel y Brent Lee Metcalf (Salt Lake City: Signature Books, 2002), páginas 79-121.

[31] Grant Palmer, An Insider’s View of Mormon Origins (Salt Lake City: Signature Books, 2002), página 206.

[32] Ver D y C 67: 11-12.

[33] D y C 76: 12, 19; ver también D y C 110: 1; Moisés 1: 11.

[34] 1 Corintios 2: 14.

[35] Richard L. Bushman, “The Recovery of the Book of Mormon,” en Book of Mormon Authorship Revisited, editado por Noel B. Reynolds (Provo, UT: FARMS, 1997), página 33.

[36] Richard Lloyd Anderson, “Book of Mormon Witnesses,” en Encyclopedia of Mormonism, editada por Daniel H. Ludlow, 5 tomos (Nueva York: Macmillan, 1992), 1:216.