El Sacerdocio Preparatorio
Mark D. Woodbury
Publicado en Religious Educator 4, núm. 2 (2003) páginas 69-75.
Mark D. Woodbury es el director del Instituto de Religión en Reno, Nevada.
Como joven poseedor del Sacerdocio de Aarón, aprendí que ese sacerdocio era un sacerdocio preparatorio. Siempre entendí que eso quería decir que el propósito principal de que yo recibiera el Sacerdocio de Aarón era para que me ayudara a prepararme—de allí el título de preparatorio— para algún día poseer el Sacerdocio de Melquisedec. Aunque sin duda esto es parte de la razón por la que el Señor permite que los hombres jóvenes de la Iglesia reciban el sacerdocio, en mi mente, de alguna manera eso redujo la importancia del Sacerdocio de Aarón como un sacerdocio poderoso y esencial por su propio derecho. Consideré al Sacerdocio de Aarón como un tipo de sacerdocio “entrenador” que me enseñaría a que eventualmente tuviera el “real” sacerdocio de Melquisedec.
Ha sido ya como adulto, como maestro y asesor de los hombres jóvenes, y más recientemente como Obispo en mi barrio, que he llegado a apreciar el crucial poder salvador del Sacerdocio de Aarón y su impacto en la vida de cada Santo de los Últimos Días. Además, he llegado a entender de manera más completa cómo es que, de hecho, dicho sacerdocio es un sacerdocio preparatorio. Por lo tanto, este artículo ofrece una explicación general para ayudar a los maestros y líderes a enseñar de mejor manera la sagrada y poderosa naturaleza del Sacerdocio de Aarón.
Un Evangelio Preparatorio
Es interesante que el término “sacerdocio preparatorio” no se encuentra en ninguna parte de las escrituras. Sin embargo, en la Doctrina y Convenios, se describe que el Sacerdocio de Aarón “tiene las llaves del ministerio de ángeles y el evangelio preparatorio” (D y C 84:26). Entonces, ¿qué es este “evangelio preparatorio”? ¿Hay más que un evangelio? Y si el Sacerdocio de Aarón tiene las llaves del “evangelio preparatorio,” ¿qué llaves tiene el Sacerdocio de Melquisedec?
La respuesta a la primera pregunta se encuentra en el versículo siguiente: “el cual es el evangelio [preparatorio] de arrepentimiento y de bautismo, y la remisión de pecados, y la ley de los mandamientos carnales” (D y C 84:27). Esta descripción nos recuerda las palabras de Juan el Bautista a José Smith y Oliver Cowdery cuando les confirió el sacerdocio. Les dijo: “Sobre vosotros, mis consiervos, en el nombre del Mesías, confiero el Sacerdocio de Aarón, el cual tiene las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados” (D y C 13:1; énfasis agregado).
El élder Bruce R. McConkie escribió: “Hay dos evangelios; el evangelio preparatorio y la plenitud del evangelio eterno.” [1] A fin de entender este evangelio preparatorio, o el evangelio de arrepentimiento y del bautismo, y cómo es que el Sacerdocio de Aarón tiene las llaves del mismo, es útil entender claramente la naturaleza de las ordenanzas y su relación a los convenios. En la sesión del sacerdocio de la conferencia general de octubre de 1991, el élder Jorge A. Rojas explicó: “Para hacer que [un acuerdo entre dos partes] sea oficial, para que sea válido, ambos firman su nombre en ese acuerdo escrito. Cuando desea hacer un convenio válido con el Señor, usted no firma un documento, usted efectúa una ordenanza.” [2] Por lo tanto, la realización de una ordenanza es el medio por el cual entramos en un convenio, o promesa mutua, con nuestro Padre Celestial.
El Convenio del Bautismo
El primer gran impacto que tiene el Sacerdocio de Aarón en nuestra vida es el bautismo. El bautismo es una ordenanza que pertenece al Sacerdocio de Aarón y es esencial para nuestra salvación. El Salvador dijo: “De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Cuando somos bautizados entramos en nuestro primer convenio con Dios en la mortalidad. Hacemos convenio de tomar sobre nosotros el nombre de Cristo, recordarle siempre, y de guardar Sus mandamientos (ver D y C 20:37, 77).
Habiendo hecho tales promesas al Señor, ¿qué pasa si las rompemos? El Presidente N. Eldon Tanner dijo: “Tenga en cuenta que el Señor dice (y no estoy citando palabra por palabra): ‘No puedo romper este convenio, pero si lo rompes, no hay promesa’. Es algo en que pensar cuando el Señor dice que no puede romper un convenio que hace con su pueblo. Ese convenio sigue en vigor mientras lo cumplamos, pero cuando lo rompemos, en lo que concierne al Señor, ya no hay convenio.” [3] El Presidente Joseph Fielding Smith lo dijo de este manera: “Si un individuo viola un convenio, sea el del bautismo, ordenación, casamiento, o cualquier otro convenio, el Espíritu se retira y el hombre no recibe las bendiciones.” [4]
Si, después del bautismo, fallamos al guardar los mandamientos, si rompemos los mandamientos del Señor (de hecho, todos lo hacemos en ocasiones) entonces hemos roto nuestro convenio bautismal, y las bendiciones prometidas (en este caso, la entrada al reino celestial) no se pueden conceder. Estas son malas noticias para todos nosotros.
Arrepentimiento
Las buenas noticias son que existe el arrepentimiento. Este es un gran don de Dios; de hecho, las escrituras nos enseñan que Cristo “ha resucitado de entre los muertos, para traer a todos los hombres a él, mediante las condiciones del arrepentimiento. ¡Y cuán grande es su gozo por el alma que se arrepiente !” (D y C 18:12-13). Pero es solamente al hacer convenio con Dios por medio del bautismo que el arrepentimiento es verdaderamente eficaz. En las escrituras, muchas veces los profetas y el Salvador Mismo usan la frase “bautizados para arrepentimiento.” [5] Por ejemplo, Alma enseñó: “Ahora os digo que debéis arrepentiros y nacer de nuevo; pues el Espíritu dice que si no nacéis otra vez, no podéis heredar el reino de los cielos. Venid, pues, y sed bautizados para arrepentimiento, a fin de que seáis lavados de vuestros pecados, para que tengáis fe en el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo, que es poderoso para salvar y para limpiar de toda iniquidad” (Alma 7:14).
Alma aclara dos puntos, el primero es que el perdón de los pecados no viene simplemente por el arrepentimiento, sino que también es necesario el bautismo. El segundo es que no son las aguas del bautismo las que nos limpian sino el Cordero de Dios. Nefi clarifica que la remisión de los pecados viene “por fuego y por el Espíritu Santo” (2 Nefi 31:17). Por lo tanto, somos limpiados de nuestros pecados solamente cuando el Espíritu Santo pone el sello de aprobación en nosotros.
El Presidente Brigham Young enseñó: “¿Tiene el agua, en sí misma, alguna virtud para lavar el pecado? Ciertamente no; pero el Señor dice, ‘si el pecador se arrepiente de sus pecados, y desciende a las aguas del bautismo, y allí es sepultado a semejanza de ser puesto en la tierra y sepultado, y es nuevamente sacado del agua, a semejanza de haber nacido; Si lo hace con sinceridad de corazón, sus pecados serán lavados.' ¿El agua en sí misma los lavará? No, pero guardar los mandamientos de Dios limpiará la mancha del pecado.” [6]
Por lo tanto, se remiten nuestros pecados por el bautismo de fuego y del Espíritu Santo después de habernos arrepentido y bautizado en el agua. Entonces el arrepentimiento continuo esta disponible solamente para quienes han entrado en un convenio con el Señor mediante el bautismo, que es una ordenanza del Sacerdocio de Aarón. Siendo que los frutos del arrepentimiento (el perdón y ser limpiados) están disponibles solamente mediante la administración del Sacerdocio de Aarón, el Sacerdocio de Aarón “tiene las llaves. . . del evangelio de arrepentimiento” (Dy C 13:1; véase también José Smith – Historia 1:69).
La Renovación de los Convenios
Todavía hay otro aspecto crucial para esta llave del evangelio de arrepentimiento. Aunque el arrepentimiento trae el perdón del pecado, no necesariamente re-establece un convenio roto. Si mediante nuestra desobediencia a los mandamientos hemos roto nuestro convenio, ¿cómo podemos esperar aferrarnos a las bendiciones prometidas? Aquí, otra vez, solamente por medio de la administración de una ordenanza del Sacerdocio de Aarón: el sacramento, por la cual podemos entrar de nuevo en una relación de convenio con nuestro Padre Celestial. El Presidente Gordon B. Hinckley explicó: “cada miembro de esta iglesia que ha entrado en las aguas del bautismo ha llegado a ser parte de un convenio sagrado. Cada vez que participamos del sacramento de la cena del Señor, renovamos ese convenio. Volvemos a tomar sobre sí el nombre del Señor Jesucristo y prometemos guardar Sus mandamientos. Él, a su vez, promete que su Espíritu estará con nosotros. Somos un pueblo de convenios.” [7]
Dos Leyes
El élder McConkie asoció al Sacerdocio de Aarón y al Sacerdocio de Melquisedec con dos leyes diferentes: la ley de Moisés y la ley de Cristo. [8] La sección 84 de la Doctrina y Convenios aclara que la meta de Moisés al llevar al los hijos de Israel al Monte Sinaí era “santificar a los de su pueblo, a fin de que vieran la faz de Dios” (D y C 84:23). Pero los hijos de Israel “endurecieron sus corazones y no pudieron aguantar su presencia,” así que les fue quitado el Sacerdocio de Melquisedec y se les dio el menor o sea el Sacerdocio de Aarón.
Al conjunto resultante de ritos y ordenanzas se le conoce como la ley de Moisés. El Apóstol Pablo explicó así el propósito de esta ley: “De manera que la ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24). Por lo tanto, el propósito de la ley del Sacerdocio de Aarón es llevarnos a Cristo y a Su ley y ayudarnos a ser “justificados” (lo que comentaremos mas adelante).
La ley mayor es administrada por el Sacerdocio de Melquisedec. Este sacerdocio originalmente se llamaba “el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios” (D y C 107: 3) y por lo tanto es el sacerdocio de Cristo. Los ritos y ordenanzas pertenecientes a este sacerdocio constituyen la ley de Cristo. El propósito final de la ley de Cristo es igual que el propósito final de Moisés: “santificar a los de su pueblo, a fin de que vieran la faz de Dios.” El Señor explica en la Doctrina y Convenios: “Y aquellos que no son santificados por la ley que os he dado, a saber, la ley de Cristo, deberán heredar otro reino, ya sea un reino terrestre o un reino telestial” (D y C 88:21). La ley de Cristo nos santifica para entrar al reino celestial de Dios.
Así que aquí vemos otro aspecto de la naturaleza preparatoria del Sacerdocio de Aarón. Las ordenanzas y los convenios del Sacerdocio de Aarón nos ayudan a arrepentirnos de nuestros pecados, preparándonos para venir a Cristo. Luego, la ley de Cristo y las ordenanzas del Sacerdocio de Melquisedec nos preparan para ir a la presencia del Padre. “Esto es vidas eternas: conocer al único Dios sabio y verdadero, y a Jesucristo a quien él ha enviado. Yo soy él. Recibid, pues, mi ley” (D y C 132: 24).
Dos Principios: Justificación y Santificación
Los principios de justificación y santificación han sido mencionados en el contexto de estos dos sacerdocios. Ser justificados es cumplir con la ley: estar sin culpa. El modo más sencillo de ser justificados es vivir una vida sin culpa al nunca violar la ley. Este modo es imposible para todos nosotros, excepto para el Salvador, así que nuestro Padre Celestial ha preparado para nosotros otro modo. Ese es el evangelio de arrepentimiento que es administrado mediante el Sacerdocio de Aarón. Por medio de la Expiación de Jesucristo, las demandas de la justicia (el castigo por los pecados) han sido cubiertas por el Salvador. Todos los que ejerzan la fe en Cristo, se arrepientan de sus pecados, y hagan convenio, por medio del bautismo, de guardar sus mandamientos y se esfuercen por cumplirlo, entonces son justificados por la gracia de Dios.
Habiendo sido justificados por la gracia mediante la Expiación, ya no estamos bajo el control de la ley; nuestra culpa es borrada. Pero todavía no estamos preparados para entrar en la presencia de Dios debido a que “nada impuro puede entrar en su reino” (3 Nefi 27:19). No ha cambiado nuestra naturaleza básica; nuestros corazones no son puros todavía. Se necesita la santificación. La santificación es el proceso para llegar a ser puros y santos—limpios a un nivel más allá de estar libres del pecado—. Debemos llegar a ser nuevas criaturas en Cristo (ver Mosíah 27:26).
La santificación llega cuando nos despojemos del hombre natural y lleguemos a ser “santo[s] por la expiación de Cristo el Señor” (Mosíah 3:19). El Salvador les mandó a los nefitas: “Arrepentíos, todos vosotros, extremos de la tierra, y venid a mí y sed bautizados en mi nombre, [la preparación-justificación del Sacerdocio de Aarón] para que seáis santificados por la recepción del Espíritu Santo, a fin de que en el postrer día os presentéis ante mí sin mancha” (3 Nefi 27:20). Es por medio de don del Espíritu Santo, recibido mediante el Sacerdocio de Melquisedec, que podemos recibir si seguimos al Espíritu, un corazón nuevo y un espíritu nuevo (véase Ezequiel 36:26-27).
Dos Sacerdocios
Vivimos en una dispensación en la que se han dado al hombre dos sacerdocios. El élder McConkie lo expresó en estas palabras: “Hay dos sacerdocios; el sacerdocio de Melquisedec y el sacerdocio de Aarón. . . . El sacerdocio de Melquisedec administra el evangelio en su plenitud eterna, pero el Sacerdocio de Aarón administra el evangelio preparatorio solamente, el evangelio preparatorio es la ley de Moisés e incluye la ley de los mandamientos carnales.” [9]
Al Sacerdocio de Aarón le llamamos el “menor” y al de Melquisedec el “mayor,” pero esto no debe sugerir de ninguna forma que el Sacerdocio de Aarón no sea importante. No es poca cosa ser "menor" que el sacerdocio de Dios Mismo, el poder por el que fue creado el universo y se puso en marcha el plan de salvación mediante la Expiación. De hecho, la importancia del Sacerdocio de Aarón radica en que nos prepara para las bendiciones del sacerdocio “mayor,” esas bendiciones incluyen la vida eterna, “que es el mayor de todos los dones de Dios” (D y C 14:7)
Entonces, ¿cómo es que el Sacerdocio de Aarón es el “sacerdocio preparatorio”? ¿Es porque prepara a los hombres jóvenes a que lleguen a poseer el Sacerdocio de Melquisedec? Eso es cierto en parte. Pero la realidad más grande es que el Sacerdocio de Aarón y sus ordenanzas preparan a todos los hijos e hijas del Padre Celestial, que así lo deseen, para hacer convenios con Él de arrepentirse y guardar Sus mandamientos. Entonces, vienen a Cristo, les son perdonados sus pecados, y son justificados y preparados para hacer convenios mayores, mediante el Sacerdocio de Melquisedec, lo que al final los puede llevar a la presencia del Padre. El Sacerdocio de Aarón ¡nos prepara a todos!
Qué inspirador puede ser para un joven poseedor del Sacerdocio de Aarón el saber y entender que el sacerdocio que posee no es solamente un sacerdocio “entrenador” sino que es una parte esencial en la salvación de cada miembro. ¿No haría más humilde a un joven diácono el saber que al llevar una charola sacramental de hilera en hilera, no está entregando pan y agua sino los medios simbólicos para la salvación de cada participante? Está ayudando a salvar vidas eternas como un salvador en el Monte de Sión (ver Abdías 1:21).
Notas
[1] - Bruce R. McConkie, The Promised Mesiah (Salt Lake City: Deseret Book, 1978), página 404.
[2] - Jorge A. Rojas, en Conference Report, octubre de 1991, página 61.
[3] - N. Eldon Tanner, en Conference Report, octubre de 1966, página 99.
[4] - Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, compilación de Bruce R. McConkie, (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1978), 1:43.
[5] - Véase Mateo 3:11; Mosíah 26:22; Alma 5:62; 6:2; 7:14; 8:10; 9:27; 48:19; 49:30; Helamán 3:24; 5:17; 5:19; 3 Nefi 1:23; 7:24, 26; Moroni 8:11; D y C 35:5.
[6] - Brigham Young, en Journal of Discourses (Liverpool: Latter-day Saints’ Depot, 1854-1886),2: 4.
[7] - Gordon B. Hinckley, en Conference Report, abril de 1994, página 72.
[8] - McConkie, Promised Messiah, página 408.
[9] - McConkie, Promised Messiah, páginas 409-410.