Rasgar el velo de la incredulidad
Jeffrey R. Holland
Traducido de Jeffrey R. Holland, "Rending the Veil of Unbelief" in A Book of Mormon Treasury: Gospel Insights from General Authorities and Religious Educators (Provo and Salt Lake City: Religious Studies Center and Deseret Book, 2003), 47-66.
El élder Jeffrey R. Holland es miembro del Quórum de los Doce Apóstoles.
Si a un lector ocasional del Libro de Mormón le pidiéramos que nombrara al personaje principal del libro, indudablemente las respuestas serían distintas. Es porque en cualquier registro que abarque mas de mil años de historia-con todas las personas que incluyera tal registro-no es muy fácil que surja en todo ese período de tiempo un solo personaje central. No obstante y reconociendo dicha limitación, quizás se puedan nombrar a algunas personas favoritas o al menos memorables. Nombres como Mormón, el compilador del libro que lleva su nombre; o Nefi, el primer y muy reconocible joven profeta; o Alma, a quien se le dedican tantas páginas; o Moroni, el audaz capitán que levantó el estandarte de la libertad; o su homónimo que terminó el libro y lo entregó cerca de mil cuatrocientos años después al joven José Smith-estos serían algunos de los personajes mencionados.
Todas esas respuestas nos harían reflexionar, pero también todas estarían incorrectas. El personaje principal y central en el Libro de Mormón, desde el primero hasta el último capítulo es el Señor Jesucristo, de quien el libro verdaderamente es "otro testamento." Desde la primera página-de hecho, desde la introducción-hasta la última declaración en el libro, este testamento revela, demuestra, examina y recalca la misión divina de Jesucristo tal como se encuentra en las relaciones sagradas de dos dispensaciones del Nuevo Mundo, relaciones escritas para el beneficio de una tercera dispensación, la última y más grande de todas las dispensaciones, la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Este registro sagrado, escrito por profetas y preservado por ángeles se escribió con un propósito fundamental y eternamente esencial: "convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios, que se manifiesta a sí mismo a todas las naciones" (portada del Libro de Mormón).
En una gran visión registrada al principio del libro, el joven profeta Nefi ve la preparación y circulación de la Santa Biblia, "una historia de los judíos la cual contiene los convenios que el Señor ha hecho con la casa de Israel" (1 Nefi 13:23). Pero, de forma alarmante, ve también el abuso y la declinación del libro al pasar por muchas manos y con el correr del tiempo.
Se predijo en esta visión que el registro bíblico sería claro y sin tacha en el meridiano de los tiempos, y que en el principio "contenía la plenitud del evangelio del Señor" y que los Testamentos Bíblicos, tanto el Antiguo como el Nuevo, "proceden en su pureza de los judíos a los gentiles" (1 Nefi 13:24-25). Pero con el tiempo, a causa tanto de errores inocentes como a intenciones maliciosas, muchas doctrinas y principios, en especial los que hacían énfasis en los convenios del "evangelio del Cordero" se perdieron-y algunas veces simplemente fueron eliminados-de "el libro del Cordero de Dios" (1 Nefi 13:26, 28). Desafortunadamente, esas partes faltantes eran "claras y preciosas" (1 Nefi 13:28)-claras, creemos, en su claridad y poder y su capacidad de ser entendidas; preciosas, seguramente por su profundo valor, su importancia evangélica y su importancia eterna. Cualquiera que sea la razón para la pérdida de estas verdades del registro bíblico, dicha pérdida ha resultado en la "perver[sión de] las rectas vías del Señor para cegar los ojos y endurecer el corazón de los hijos de los hombres" (1 Nefi 13:27). En una expresión dolorosa, "muchísimos tropiezan" (1 Nefi 13:29). A causa de la pérdida de las verdades vitales del canon bíblico tal como lo tenemos en esta época, hombres y mujeres honestos están mal informados de las verdades del evangelio y menos seguros en la salvación de Cristo de lo que merecen (ver 1 Nefi 13:21-29).
Pero en su amor y presciencia, el gran Jehová, el Cristo pre-mortal, le prometió a Nefi y a todos los que han recibido su registro que
"después de que los gentiles tropiecen muchísimo a causa de las partes más claras y preciosas que fueron suprimidas del evangelio del Cordero . . . seré misericordioso con los gentiles en aquel día de tal modo que haré llegar a ellos, por medio de mi propio poder, mucho de mi evangelio que será claro y precioso, dice el Cordero.
"Porque he aquí, dice el Cordero: Yo mismo me manifestaré a los de tu posteridad, por lo que escribirán muchas cosas que yo les suministraré, las cuales serán claras y preciosas; . . .
"Y en ellas estará escrito mi evangelio, dice el Cordero, y mi roca y mi salvación" (1 Nefi 13:34-36).
Este registro prometido, ahora conocido por el mundo como el Libro de Mormón, junto con "otros libros" que hemos recibido por medio del poder revelador del Cordero,
"darán a conocer las cosas claras y preciosas que se les han quitado [a la Biblia], y manifestarán a todas las familias, lenguas y pueblos, que el Cordero de Dios es el Hijo del Eterno Padre, y es el Salvador del mundo; y que es necesario que todos los hombres vengan a él, o no serán salvos.
"Y han de venir conforme a las palabras que serán establecidas por la boca del Cordero; y las palabras del Cordero se darán a conocer en los anales de tu posteridad, así como en [la Biblia]; por lo que los dos serán reunidos en uno solo; porque hay un Dios y un Pastor sobre toda la tierra" (1 Nefi 13:39-41; énfasis agregado).
Seguramente las más claras y preciosas de todas las verdades que se han perdido de la Biblia, especialmente del Antiguo Testamento, son las declaraciones claras, extensas e inequívocas de la venida de Cristo y los elementos eternos y esenciales que tiene Su Evangelio como convenio, y que se han enseñado desde Adán y continuado en cada dispensación del tiempo. Así, el más elevado y reverenciado propósito del Libro de Mormón es el de restaurar a la simiente de Abraham el mensaje crucial que declara la divinidad de Cristo, y convencer a todo aquel que lea sus páginas "con un corazón sincero, con verdadera intención" que Jesús es el Cristo (Moroni 10:4).
El hecho de que aproximadamente el 80% de este registro proviene de un período antes del nacimiento de Cristo; el hecho de que es un registro de un pueblo que de otra forma sería desconocido; el hecho de que en él se revelan enseñanzas inspiradoras y doctrina profunda con referencia a Jesús, y que no se encuentran en el canon bíblico-o en toda la Cristiandad-y el hecho de que el Libro de Mormón reafirma la veracidad y divinidad de la Biblia, hasta donde ésta última esté traducida correctamente, son solamente unas pocas de las razones por las cuales, el libro debería ser considerado como el texto religioso más importante y grandioso que se haya producido desde la compilación de los evangelios del Nuevo Testamento hace cerca de dos milenios. De hecho, a la luz de las claras y preciosas partes que se han perdido del Nuevo Testamento, así como del Antiguo Testamento, se podría decir que al restaurar verdades bíblicas antiguas y agregar veintenas de nuevas con respecto al unigénito Hijo del Dios viviente, el Dios de todos nosotros, el Libro de Mormón se eslabona con la Santa Biblia para formar el texto religioso más importante y extraordinario que jamás se haya dado al mundo en cualquier época.
El Libro de Mormón tiene muchos propósitos, y contiene muchos principios estimulantes y verdaderos, pero hay un propósito que trasciende a todos los demás tanto en alcance como en calidad. Ese propósito es "convencer al Judío y al Gentil de que Jesús es el Cristo" (portada del Libro de Mormón).
En esta materia, una contribución muy especial que hace el Libro de Mormón, es en cuanto a nuestro conocimiento del Cristo pre-mortal. Cristo como Jehová, el Dios de Lehi, Nefi y el hermano de Jared antes de Su nacimiento así como después de Su nacimiento, el Redentor de Mormón y Moroni, es uno de los mensajes importantes del libro.
En tiempos modernos, muchos estudiantes de religión tienen una gran dificultad para conectar la teología y la divinidad del Antiguo Testamento con la que se presenta en el Nuevo Testamento. El Libro de Mormón hace mucho para cerrar esa brecha, no solamente en términos de la historia, que empieza 600 años antes del nacimiento de Cristo y termina 400 años después, sino también en la continuidad de la doctrina y la imagen consistente de la divinidad que se enseñó durante ese período. Hablamos de que una de las más grandes contribuciones en los últimos días, es el de juntar los palos de Judá y de José, según lo profetizó Ezequiel, (ver Ezequiel 37:15-28); sin embargo, yo creo que en cuanto a juntar los "palos," es muy importante decir lo que hace el Libro de Mormón para unir al Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento, y lo hace en forma tal que no lo reconocen, y a veces ni siquiera como posibilidad, en ninguna de las tradiciones religiosas.
Testigos antiguos de Cristo
Nefi, Jacob e Isaías-todos vivieron y profetizaron antes de Cristo-han sido puestos al principio del libro para que sirvan como los tres testigos antiguos del Libro de Mormón, o, más específicamente, tres testigos especiales de Cristo en el Libro de Mormón, y ¡por supuesto que lo son! Ese papel de testigos lo comparten con muchos otros en el Libro de Mormón, muchos de ellos anteriores al nacimiento y ministerio de Cristo en la mortalidad.
Amulek les dice a sus conciudadanos de Ammoníah (aproximadamente 74 a.C.), "Hermanos míos, me parece imposible que ignoréis las cosas que se han hablado concerniente a la venida de Cristo, de quien nosotros enseñamos que es el Hijo de Dios; sí, yo sé que se os enseñaron ampliamente estas cosas, antes de vuestra disensión de entre nosotros" (Alma 34:2; énfasis agregado).
La venida de Cristo y los detalles de su mensaje y misión fueron enseñados abundantemente a lo largo de toda la historia del Libro de Mormón. No debe sorprendernos pues que el libro, como lo tenemos ahora, empieza con la visión de "uno que descendía del cielo, y [Lehi] vio que su resplandor era mayor que el del sol al mediodía" (1 Nefi 1:9). Esta visión del Cristo pre-mortal, acompañado en espíritu por "otros doce," trajo un libro del cual se le mandó a Lehi que leyera. El libro hablaba de "muchas cosas grandes y maravillosas" incluso la declaración clara "de la venida de un Mesías y también la redención del mundo" (1 Nefi 1:14, 19).
Desde estos pasajes iníciales en adelante, el Libro de Mormón habla continuamente de Cristo, antes de Su nacimiento mortal, durante Su morada entre los judíos y los nefitas, y en Su gobierno y reino post-mortal en las eternidades que vienen. Aunque Lehi fue rechazado por sus contemporáneos en Jerusalén, el gran profeta continuó con sus profecías de "un Mesías, o, en otras palabras, un Salvador del mundo" (1 Nefi 10:4). Como parte del conocimiento que Lehi tenía acerca de la venida de Cristo, había muchos detalles reveladores, como el de una visión de que el Mesías sería muerto y "resucitaría de entre los muertos, y se manifestaría a los gentiles por medio del Espíritu Santo" (1 Nefi 10:11).
Si fue por este tipo de revelación o por una aun más definitiva (¿una aparición personal de Cristo?) no lo sabemos, pero obviamente, Lehi tuvo algunas manifestaciones muy especiales acerca del Hijo de Dios. Poco antes de morir, les testificó a sus hijos, "Pero he aquí, el Señor ha redimido mi alma del infierno; he visto su gloria, y estoy para siempre envuelto entre los brazos de su amor" (2 Nefi 1:15; énfasis agregado).
Tan al principio como en los escritos de Nefi aprendemos el nombre que llevaría el Mesías, pero el mismo Nefi se apresura a reconocer que otros profetas antiguos también conocían ese nombre. "Pues, según las palabras de los profetas," escribió, "el Mesías viene seiscientos años a partir de la ocasión en que mi padre salió de Jerusalén; y según las palabras de los profetas, y también la palabra del ángel de Dios, su nombre será Jesucristo, el Hijo de Dios" (2 Nefi 25:19).
Jacob, el hermano de Nefi, continúa con ese mismo reconocimiento al dar un testimonio poderoso acerca de la amplitud del conocimiento y la extensión de la revelación que se les había dado a los antiguos profetas. él escribe:
Porque hemos escrito estas cosas para este fin, que sepan que nosotros sabíamos de Cristo y teníamos la esperanza de su gloria muchos siglos antes de su venida; y no solamente teníamos nosotros una esperanza de su gloria, sino también todos los santos profetas que vivieron antes que nosotros.
He aquí, ellos creyeron en Cristo y adoraron al Padre en su nombre; y también nosotros adoramos al Padre en su nombre. Y con este fin guardamos la ley de Moisés, dado que orienta nuestras almas hacia él; . . .
Por tanto, escudriñamos los profetas, y tenemos muchas revelaciones y el espíritu de profecía; y teniendo todos estos testimonios, logramos una esperanza, y nuestra fe se vuelve inquebrantable, al grado de que verdaderamente podemos mandar en el nombre de Jesús, y los árboles mismos nos obedecen, o los montes, o las olas del mar. (Jacob 4:4-6)
En ese espíritu claro y persuasivo les suplica a sus hermanos: "He aquí, ¿rechazaréis estas palabras? ¿Rechazaréis las palabras de los profetas; y rechazaréis todas las palabras que se han hablado en cuanto a Cristo, después que tantos han hablado acerca de él? ¿y negaréis la buena palabra de Cristo y el poder de Dios, y el don del Espíritu Santo, y apagaréis el Santo Espíritu, y haréis irrisión del gran plan de redención que se ha dispuesto para vosotros?" (Jacob 6:8).
Pero muy pronto vino uno haciendo exactamente eso: Sherem, el primero de los anti-Cristos en el Libro de Mormón. Sherem llegó declarando "que no habría ningún Cristo," y por todos los medios intentó "derribar la doctrina de Cristo" (Jacob 7:2). Sabiendo que Jacob "tenía fe en Cristo, que había de venir," Sherem, con sarcasmo, hizo un gran esfuerzo para enfrentarse con él y reclamarle por lo que Sherem llamó "predicando lo que llamas el evangelio, o la doctrina de Cristo" (Jacob 7:3, 6). Sus argumentos se basaban en el razonamiento débil, previsible y aburrido que usan todos los anti-Cristos-que "nadie sabe en cuanto a tales cosas; porque nadie puede declarar lo que está por venir" (Jacob 7:7).
Jacob le preguntó a Sherem: "¿Crees tú en las escrituras? Y dijo él: Sí.
Y le dije yo: Entonces no las entiendes; porque en verdad testifican de Cristo. He aquí, te digo que ninguno de los profetas ha escrito ni profetizado sin que haya hablado concerniente a Cristo" (Jacob 7:10-11).
El hermano de Jared
Uno de los mayores profetas del Libro de Mormón-de hecho se podría formular un caso muy fuerte para llamarle el mayor profeta del Libro de Mormón-aparece sin nombre en el registro que documenta la vida extraordinaria de Cristo. Para los lectores modernos, ese profeta es identificado solamente como "el hermano de Jared." Aun en ese casi total anonimato, la revelación que se desplegó ante los ojos de este hombre fue tan extraordinaria que su vida y su legado hacia nosotros han llegado a ser sinónimos de una fe clara, consumada y perfecta.
En el tiempo de la torre de Babel, el pueblo de Jared fue dispersado y llegaron a "ese gran mar que separa las tierras" (éter 2:13), en donde plantaron sus tiendas en espera de revelación adicional acerca de cómo cruzar ese poderoso océano. Por cuatro años esperaron la dirección divina, pero aparentemente lo hicieron de una manera muy relajada, sin esforzarse en oración y súplica. Entonces se presentó este suceso extraordinario:
"Y aconteció que a la conclusión de los cuatro años, el Señor vino otra vez al hermano de Jared, y estaba en una nube, y habló con él. Y por el espacio de tres horas habló el Señor con el hermano de Jared, y lo reprendió porque no se había acordado de invocar el nombre del Señor" (éter 2:14).
Es difícil imaginar cómo sería escuchar un regaño del Señor durante tres horas, pero el hermano de Jared lo soportó. Con un arrepentimiento y una oración inmediatos, este profeta nuevamente buscó la guía para el viaje que se les había asignado así como para las personas que debían efectuarlo. Dios aceptó su arrepentimiento y amorosamente le dio las instrucciones necesarias para esta importante misión.
Para dicha travesía oceánica, estas familias y sus rebaños necesitaban naves marítimas similares a las que habían hecho para un viaje anterior por las aguas-naves pequeñas, ligeras, ovaladas, con igual diseño por arriba y por abajo a fin de que pudieran flotar aunque las grandes olas los golpearan, o peor aún, los volcaran. Estos barcos "sumamente ajustados" (éter 2:17) eran botes de un diseño sin precedente y con una gran capacidad, hechos bajo la dirección de Aquel que gobierna las aguas y los vientos que las rompen, y todo eso a fin de que las naves pudieran viajar "con la ligereza de un ave sobre el agua" (éter 2:16).
Estos botes fueron diseñados milagrosamente y construidos muy meticulosamente. Pero tenían una gran carencia que parecía que no había solución. Con un diseño tan ajustado, no había forma de permitir que los viajeros tuvieran luz. El hermano de Jared "clamó de nuevo al Señor diciendo: He aquí, oh Señor, he obrado según me lo has mandado y he preparado los barcos para mi pueblo, y he aquí, no hay luz en ellos. ¿Vas a permitir, oh Señor, que crucemos estas grandes aguas en la obscuridad?" (éter 2:22).
Entonces viene una respuesta extraordinaria e inesperada del Creador del cielo y de la tierra y todo lo que en ella hay, él que audazmente le declaró a Abraham, "¿hay para Dios alguna cosa difícil?" (Génesis 18:14). "Y el Señor dijo al hermano de Jared: "¿Qué quieres que yo haga para que tengáis luz en vuestros barcos?" (éter 2:23; énfasis agregado).
Entonces, como si esa pregunta desconcertante de parte de la Deidad Omnipotente no fuera suficiente, el Señor empieza a mencionar los problemas que el hermano de Jared ya conoce muy bien.
"Porque he aquí, no podéis tener ventanas, pues serían hechas pedazos; ni llevaréis fuego con vosotros, porque no os dirigiréis por la luz del fuego.
"Pues he aquí, seréis como una ballena en medio del mar; porque las inmensas olas estallarán contra vosotros. . . . Por tanto, ¿qué deseas que prepare para vosotros, a fin de que tengáis luz cuando seáis sumergidos en las profundidades del mar?" (éter 2:23-25; énfasis agregado).
Claramente el hermano de Jared estaba siendo probado. El Señor había hecho Su parte-ingeniosa, milagrosa y profundamente. Se habían provisto barcos de un diseño único, y capaces de cruzar el océano. La brillante ingeniería estaba hecha. La parte difícil del proyecto de construcción estaba terminada. Ahora él quería saber qué haría el hermano de Jared con los detalles pequeños.
Después de lo que sin duda había sido un gran esfuerzo de reflexión y de rascarse la cabeza, el hermano de Jared se presenta ante el Señor-quizás sonrojado, pero no con las manos vacías. En un claro tono de disculpa, dice:
"Y ahora, he aquí, oh Señor, no te enojes con tu siervo a causa de su debilidad ante ti; . . . por causa de la caída nuestra naturaleza se ha tornado mala continuamente; no obstante, oh Señor, tú nos has dado el mandamiento de invocarte, para que recibamos de ti según nuestros deseos.
"He aquí, oh Señor, tu nos has castigado por causa de nuestra iniquidad; y nos has echado, y durante estos muchos años hemos estado en el desierto; no obstante, has sido misericordioso para con nosotros. ¡Oh Señor!, ten piedad de mí, y aparta tu ira de este pueblo, y no permitas que atraviese este furioso abismo en la obscuridad; sino mira estas cosas que he fundido de la roca" (éter 3:2-3).
¡Cosas!-el hermano de Jared ni siquiera sabe cómo llamarlas. Piedras probablemente tampoco suene más inspirado. Allí, parado junto a la magnífica hechura del Señor, estas naves non plus ultra impecable y maravillosamente diseñadas, el hermano de Jared ofrece su contribución: piedras. Al ver él los brillantes barcos que el Señor ha proporcionado, este es un momento de humildad genuina.
Se apresura a decir:
"Y sé, oh Señor, que tú tienes todo poder, y que puedes hacer cuanto quieras para el beneficio del hombre. Por tanto, toca estas piedras con tu dedo, oh Señor, y disponlas para que brillen en la obscuridad; y nos iluminarán en los barcos que hemos preparado, para que tengamos luz mientras atravesamos el mar.
"He aquí, oh Señor, tú puedes hacer esto, sabemos que puedes manifestar gran poder, que parece pequeño al entendimiento de los hombres" (éter 3:4-5).
A causa de su auto-humillación, la fe del hermano de Jared es aparente, de hecho, mejor debíamos decir transparente, en vista del propósito con el cual se usarían las piedras. Con seguridad Dios, al igual que el lector, siente algo muy poderoso en el fervor e inocencia infantiles de este hombre. "He aquí, oh Señor, tú puedes hacer esto." Dudo que haya en las escrituras una sola línea de fe expresada por el hombre que sea más poderosa. Tal parece que estuviera alentando y animando al Señor, fortaleciéndolo y dándole confianza. No le dice "He aquí, oh Señor, estoy seguro que puedes hacer esto." Tampoco dice "He aquí, oh Señor, tú has hecho cosas mayores que estas." Cualquiera que haya sido la inseguridad del profeta acerca de sí mismo, no hay falta de certeza acerca del poder de Dios. Aquí hay solamente una declaración simple, clara, audaz y llena de seguridad sin trazas o elementos de vacilación. Es dar ánimo a quien no lo necesita, pero que con seguridad sintió emoción al oírlo. "He aquí, oh Señor, tú puedes hacer esto."
La ruptura del velo
Lo que sucedió a continuación se coloca entre los más grandes momentos en la historia escrita, y con seguridad entre los más grandes momentos en la fe escrita. Coloca al hermano de Jared de forma permanente entre los más grandes profetas de Dios. Cuando el Señor se adelanta a tocar las piedras una por una con Su dedo-una respuesta, que parecería que viene en innegable respuesta a la fe imperiosa del hermano de Jared-"fue quitado el velo de ante los ojos del hermano de Jared, y vio el dedo del Señor; y era como el dedo de un hombre, a semejanza de carne y sangre; y el hermano de Jared cayó delante del Señor, porque fue herido de temor" (éter 3:6).
El Señor, al ver que el hermano de Jared cae a tierra, le manda que se levante y le pregunta: "¿por qué has caído?" (éter 3:7).
La respuesta: "Vi el dedo del Señor, y tuve miedo de que me hiriese; porque no sabía que el Señor tuviese carne y sangre" (éter 3:8).
Y entonces viene esta declaración maravillosa del Señor: "A causa de tu fe has visto que tomaré sobre mi carne y sangre; y jamás ha venido a mi hombre alguno con tan grande fe como la que tú tienes; porque de no haber sido así, no hubieras podido ver mi dedo. ¿Viste más que esto?" (éter 3:9).
El hermano de Jared responde: "No; Señor, muéstrate a mí." (éter 3:10). El Señor removió completamente el velo de ante los ojos del hermano de Jared y se mostró totalmente ante este hombre fiel.
Entonces sigue esta extraordinaria revelación del Jehová pre-mortal:
"He aquí, yo soy el que fue preparado desde la fundación del mundo para redimir a mi pueblo." Y dijo: "He aquí, soy Jesucristo. Soy el Padre y el Hijo. En mí todo el género humano tendrá vida, y la tendrá eternamente, sí, aun cuantos crean en mi nombre, y llegarán a ser mis hijos y mis hijas.
"Y nunca me he mostrado al hombre a quien he creado, porque jamás ha creído en mí el hombre como tú lo has hecho. ¿Ves que eres creado a mi propia imagen? Sí, en el principio todos los hombres fueron creados a mi propia imagen.
"He aquí, este cuerpo que ves ahora es el cuerpo de mi espíritu; y he creado al hombre a semejanza del cuerpo de mi espíritu; y así como me aparezco a ti en el espíritu, apareceré a mi pueblo en la carne" (éter 3:14-16).
Antes de examinar las verdades doctrinales que se enseñan en este encuentro divino, será de utilidad comentar aquí dos asuntos aparentemente problemáticos, pero que parecen tener soluciones razonables y aceptables.
El primer asunto se sugiere en dos preguntas que el Señor le hace al hermano de Jared mientras se desarrolla la visión: "¿Por qué has caído?" y "¿Viste más que esto?" Es una premisa básica de la teología de los Santos de los últimos Días que Dios "sabe todas las cosas, y no existe nada sin que él lo sepa" (2 Nefi 9:20). Las escrituras, tanto las antiguas como las modernas, están llenas con esta afirmación de omnisciencia. No obstante, con frecuencia Dios les ha hecho preguntas a los hombres, usualmente como una manera de probar su fe, medir su honestidad, o para que su conocimiento alcance un desarrollo mayor. Por ejemplo, llamó a Adán en el Jardín de Edén, "¿Dónde estás tú?" y un poco más tarde le dijo a Eva "¿Qué es lo que has hecho?" (Génesis 3:9, 13), aunque un padre omnisciente ya sabía la respuesta para ambas preguntas, porque él pudo ver en donde estaba Adán y había visto lo que Eva había hecho. Es obvio que las preguntas son para el beneficio de los hijos, dándoles a Adán y Eva la oportunidad de responder con honestidad. Luego, al probar la fe de Abrahán, Dios dio voces buscándolo, a las cuales el fiel patriarca contestó: "Heme aquí" (Génesis 22:11). El propósito en ese momento bíblico no era para que Dios obtuviera información que ya tenía sino para reafirmar la fe constante de Abrahán y su determinación en la prueba más difícil para cualquier padre. Dios, con frecuencia, usa este tipo de preguntas retóricas, en especial para medir la fe, la integridad y la medida del albedrío, permitiendo que los "estudiantes" tengan la oportunidad y la libertad de expresarse tan abiertamente como lo deseen, aunque Dios ya conozca la respuesta a las preguntas ya sean las Suyas o todas las demás.
El segundo asunto que necesita un comentario preliminar se deriva de la expresión del Señor: "Jamás ha venido a mí hombre alguno con tan grande fe como la que tú tienes; porque de no haber sido así, no hubieras podido ver mi dedo" (éter 3:9). Y después, "Y nunca me he mostrado al hombre a quien he creado, porque jamás ha creído en mí el hombre como tú lo has hecho" (éter 3:15). La posible confusión viene con el entendimiento de que muchos-de hecho, asumimos que todos-de los profetas mayores que vivieron antes del hermano de Jared vieron a Dios. ¿Cómo entonces podemos entender esa declaración del Señor? Hemos de eliminar las conversaciones que Adán tuvo con Dios cara a cara, en el Jardín de Edén a causa del escenario y la relación paradisiacos previos a la caída. Además, las visiones de Dios que tuvieron otros profetas , tales como las de Moisés e Isaías en la Biblia, o las de Nefi y Jacob en el Libro de Mormón, vinieron después de la experiencia de "nunca antes" que tuvo el hermano de Jared. Pero antes de la época de la Torre de Babel, el Señor se apareció a Adán "junto con el resto de su posteridad que eran justos" en el valle de Adán-ondi-Ahmán tres años antes de la muerte de Adán (ver D. y C. 107:53-55). Y todavía nos queda Enoc quien dijo muy claramente: "y vi al Señor, y estaba ante mi faz, y habló conmigo, así como un hombre habla con otro, cara a cara" (Moisés 7:4). Suponemos que pudo haber habido otros profetas que vivieron en el período entre la salida de Adán del Jardín de Edén y la construcción de la Torre de Babel, que de manera similar vieron a Dios, como Noé que "halló gracia ante los ojos de Dios" y "con Dios caminó Noé" (Génesis 6:8-9), que es la misma frase usada para describir la relación de Enoc con el Señor (ver Génesis 5:24).
Este asunto ha sido ampliamente tratado por escritores Santos de los últimos Días, y hay varias explicaciones posibles, cualquiera de ellas-o todas-puede arrojar algo de luz a la verdad mayor de este pasaje. No obstante, sin revelación adicional en las escrituras o comentario en este tema, cualquier conjetura es sólo eso-una conjetura-y como tal es incompleta e inadecuada.
Una posibilidad es que éste es simplemente un comentario hecho en el contexto de una dispensación y por lo mismo se aplica solamente a los jareditas y sus profetas-que Jehová nunca se había revelado antes a alguno de sus videntes y reveladores. Es obvio que esta teoría tiene muchas limitaciones, si la comparamos contra frases tales como "nunca antes" y "nunca ha tenido el hombre" y junto con el conocimiento de que Jared y su hermano son los padres de esta dispensación, o sea, los primeros a quienes Dios se les pudo haber manifestado en esa época.
Otra sugerencia es que la referencia en minúsculas al "hombre" es la clave para entender el pasaje, al sugerir que el Señor jamás se ha revelado al hombre no santificado, no creyente, terrenal o natural. Aquí, la implicación es que solamente aquellos que se han despojado del hombre natural, aquellos que no han sido manchados por el mundo-en breve, los santificados (como Adán, Enoc y ahora el hermano de Jared)-son quienes tienen derecho a este privilegio.
Algunos otros han creído que lo que el Señor quiere decir es que nunca se ha revelado hasta este punto o grado. Esta teoría sugeriría que las apariciones divinas a los profetas antiguos no habían sido con esta "plenitud," y que nunca antes se había levantado el velo para dar una revelación completa del ser y la naturaleza de Cristo.
Otra posibilidad adicional es que esta es la primera vez en que Jehová se ha aparecido e identificado como Jesucristo, el Hijo de Dios, de allí que la interpretación del versículo sea "nunca me he mostrado [como Jesucristo] al hombre a quien he creado" (éter 3:15). Esta posibilidad es reforzada por una forma de leer el posterior comentario editorial de Moroni: "teniendo este conocimiento perfecto de Dios, fue imposible impedirle ver dentro del velo; por lo tanto, vio a Jesús" (éter 3:20; énfasis agregado).
Otra interpretación de este pasaje es que la fe del hermano de Jared era tan grande que vio no sólo el dedo y el cuerpoespiritual del Jesús pre-mortal (al cual, presumiblemente, muchos profetas también habían visto) sino algún aspecto distinto y más revelador del cuerpo de Cristo de carne, sangre y hueso. No está claro exactamente que conocimiento de la naturaleza de sangre y carne del futuro cuerpo de Cristo pudo haber recibido el hermano de Jared, pero Jehová le dijo: "A causa de tu fe has visto que tomaré sobre mí carne y sangre" (éter 3:9), y Moroni dice que Cristo se reveló de esta manera "a semejanza del mismo cuerpo con que se mostró a los nefitas" (éter 3:17). Algunos dicen que esto quiere decir literalmente "el mismo cuerpo" que los nefitas verían-o sea un cuerpo de carne y sangre. Una postura más segura sería que esta fue la semejanza espiritual más exacta de ese cuerpo futuro. Jehová dice: "He aquí, este cuerpo que ves ahora es el cuerpo de mi espíritu . . . y así como me aparezco a ti en el espíritu, apareceré a mi pueblo en la carne" (éter 3:16), y Moroni dice: "Jesús se mostró a este hombre en el espíritu" (Moroni 3:17).
Una explicación final-y en los términos de la fe del hermano de Jared (que es el tema a discusión) seguramente es la más convincente-es que Cristo le está diciendo al hermano de Jared: "Nunca me he mostrado al hombre en esta manera, no por mi voluntad, impulsado solamente por la fe del observador." Por regla general, los profetas son invitados a entrar a la presencia del Señor; él les permite entrar en Su presencia solamente con Su aprobación. Por otra parte, el hermano de Jared, es el único que entonces (y suponemos que hasta ahora) se introdujo a través del velo, no como un huésped no bienvenido sino quizás y técnicamente como uno no invitado. Dice Jehová: "Jamás ha venido a mí hombre alguno con tan grande fe como la que tú tienes; porque de no haber sido así, no hubieras podido ver mi dedo . . . jamás ha creído en mí el hombre como tú lo has hecho" (éter 3:9, 15; énfasis agregado). Obviamente, es el Señor mismo quien está uniendo una fe sin precedentes a una visión también sin precedentes. Si la visión no es especial, entonces tiene que ser la fe-y la forma en que se obtuvo la visión-lo que es extraordinario. La única forma de que la fe sea tan extraordinaria es por su capacidad de llevar a este profeta no invitado, a donde otros solamente han podido llegar con invitación.
De hecho, parecería que esta es la manera en que Moroni entiende esa circunstancia, porque posteriormente escribe: "Y debido al conocimiento [que le vino como resultado de la fe] de este hombre, no se le pudo impedir que viera dentro del velo . . .
"Por lo que, teniendo este conocimiento perfecto de Dios, fue imposible impedirle ver dentro del velo; por lo tanto, vio a Jesús" (éter 3:19-20; énfasis agregado).
Este puede ser uno de esos ejemplos que invitan a la reflexión (a diferencia de que es de la vida real y no hipotético) acerca del poder de Dios. Quienes estudian religión a veces se preguntan, "¿Puede Dios hacer una piedra tan pesada que no la pueda levantar? o ¿Puede Dios esconder algo tan hábilmente que no la pueda encontrar? Aquí podemos preguntar algo mucho más importante y conmovedor: ¿Podría Dios haber impedido que el hermano de Jared viera a través del velo? A primera vista, uno se siente inclinado a decir, "Seguramente Dios pudo haber bloqueado tal experiencia si él lo hubiera querido." Pero piénselo otra vez, o más exactamente, léalo otra vez. "[A] este hombre, no se le pudo impedir que viera dentro del velo; . . . fue imposible impedirle ver dentro del velo" (éter 3:19-20; énfasis agregado).
No, este puede ser un caso absolutamente sin precedentes en el que la voluntad, la fe y la pureza de un profeta se acercan tanto a las que hay en el cielo, que el hombre pasa de entender a Dios a ser realmente como él con Su mismo empuje de voluntad y fe, al menos en esta instancia. ¡Qué extraordinaria declaración doctrinal acerca del poder de la fe de un hombre mortal! Y no se trata de un hombre etéreo, de una categoría selecta e inalcanzable. Aquí tenemos a alguien que en cierta ocasión, se olvidó de orar a Dios, uno cuyas mejores ideas se centraban en piedras, y uno que ni siquiera tiene un nombre tradicional en el libro que ha inmortalizado su extraordinaria proeza de fe. Siendo este hombre de tanta fe, no debería sorprender que el Señor le mostrara tanto, que le mostrara visiones que serían muy relevantes para la misión de todos los profetas del Libro de Mormón, y para los eventos de la dispensación de los últimos días en las cuales se recibiría el libro.
Después de que el profeta pasó a través del velo y vio al Salvador del mundo, no se le impidió que viera el resto de lo que el mundo eterno le reveló. De hecho, el Señor le mostró "todos los habitantes de la tierra que había habido, y también todos los que había de haber; y no los ocultó de su vista, aun hasta los cabos de la tierra" (éter 3:25). El poder impulsor de tal experiencia fue nuevamente la fe del hermano de Jared, porque "el Señor no podía ocultarle nada, porque sabía que el Señor podía mostrarle todas las cosas" (éter 3:26).
Una visión extraordinaria
La visión de "todos los habitantes de la tierra que había habido, y también todos los que había de haber . . . aun hasta los cabos de la tierra" (éter 3:25) fue similar a la que se mostró a Moisés y a otros de los profetas (ver Moisés 1:27-29). Sin embargo, en este caso se escribió con gran detalle y fue sellada. Moroni, quien tuvo acceso a dicha visión escrita, escribió en sus planchas "las mismas cosas que vio el hermano de Jared" (éter 4:4). Luego él también las selló y las escondió en la tierra antes de su muerte y la destrucción final de la civilización nefita. Moroni escribió con respecto a la visión dada al hermano de Jared: "jamás se manifestaron cosas mayores que las que le fueron mostradas al hermano de Jared" (éter 4:4).
Esas planchas selladas forman la parte sellada del Libro de Mormón que José Smith no tradujo. Además, continuarán selladas, literal y figurativamente, hasta "que ejerzan la fe en mí, dice el Señor, así como lo hizo el hermano de Jared, para que se santifiquen en mí, entonces les manifestaré las cosas que vio el hermano de Jared, aun hasta desplegar ante ellos todas mis revelaciones, dice Jesucristo, el Hijo de Dios, el Padre de los cielos y de la tierra, y de todas las cosas que en ellos hay" (éter 4:7).
La medida completa de esta visión sin precedentes y no sobrepasada por ninguna otra pues-"jamás se manifestaron cosas mayores"-está pendiente de darse a conocer a los hijos de los hombres. Pero consideren lo que ya se dio a conocer con la experiencia de un hombre al recibirla, tomen en cuenta que la época fue aproximadamente dos mil años antes del nacimiento de Cristo, y consideren lo que no está incluido en el canon del Antiguo Testamento de ese período con respecto a Jehová y sus características verdaderas. Los siguientes veinticinco puntos han sido sacados de éter 3 y 4:
- Jehová, el Dios de la era pre-cristiana, fue el Jesucristo pre-mortal, y aquí se le identifica con ese nombre (ver éter 3:14).
- Cristo es un Padre y un Hijo en Su relación divina con los hijos de los hombres (ver éter 3:14).
- Cristo fue "preparado desde la fundación del mundo para redimir a [su] pueblo" (éter 3:14), conocimiento que le fue dado a Enoc y que posteriormente le sería dado a Juan el Revelador (ver Moisés 7:47; Apocalipsis 13:8).
- Cristo tenía un cuerpo espiritual, que se veía igual a la forma pre-mortal de su cuerpo físico a "semejanza de carne y sangre"; que tenía dedos, voz, rostro y todas las demás características físicas (éter 3:6).
- Cristo ayudó en la creación del hombre, formando a la familia humana "a semejanza del cuerpo de mi espíritu" (éter 3:16).
- Con un cuerpo espiritual y con la divinidad de Su llamamiento, el Cristo pre-mortal habló de manera audible, en palabras e idioma que entendieran los mortales (ver éter 3:16).
- Cristo es un Dios, actuando por y con Su Padre, quien también es un Dios (ver éter 3:14; 4:7).
- Cristo revela a algunos ciertas verdades que deben ocultarse de los demás hasta que llegue el tiempo asignado; Su "propio y debido tiempo" (éter 3:24).
- Cristo usa diversas herramientas y técnicas en la revelación, incluyendo el poder traductor de "dos piedras": el Urim y Tumim (ver éter 3:23-24; y D. y C. 17:1).
La función expiatoria y redentora de Cristo fue anunciada claramente aun antes de que se realizara durante Su vida mortal. Además, de una manera muy santa para el hermano de Jared, es de eficacia inmediata. "Yo soy el que fue preparado desde la fundación del mundo para redimir a mi pueblo," Cristo dice. "En mí todo el género humano tendrá vida, y la tendrá eternamente, sí, aun cuantos crean en mi nombre; y llegarán a ser mis hijos y mis hijas" (éter 3:14).
Entonces se le declaró su redención al hermano de Jared, como si la expiación ya se hubiese efectuado. "Porque sabes estas cosas, eres redimido de la caída," y Cristo le promete: "por tanto, eres traído de nuevo a mi presencia; por consiguiente yo me manifiesto a ti" (éter 3:13).
Esta declaración subraya la naturaleza eterna de la Expiación, cuyos efectos alcanzan a todos los que vivieron antes del nacimiento del Salvador, así como a todos los que vivan después. Todos los que fueron bautizados en el nombre de Cristo en los tiempos del Antiguo Testamento, tuvieron el mismo derecho a la vida eterna que tuvo el hermano de Jared, aunque Cristo aún no hubiera nacido. En asuntos de la Expiación, como en todas las promesas eternas, "sólo para los hombres está medido el tiempo" (Alma 40:8).
Cristo tuvo conocimiento de "todos los habitantes de la tierra que había habido" y conocía por adelantado a "todos los que había de haber" y se los mostró todos al hermano de Jared (éter 3:25).
Al registrar la experiencia del hermano de Jared, Moroni agrega este conocimiento y revelación que resultaron de la misma experiencia:
- Los santos del futuro, necesitarán ser santificados en Cristo para que reciban Sus revelaciones (ver éter 4:6).
- Cristo no mostrará "cosas mayores" a quienes rechacen la visión del hermano de Jared (éter 4:8).
- Al mandato de Cristo, "se abren y se cierran los cielos"; "temblará la tierra"; y "sus habitantes pasarán, como si fuera por fuego" (éter 4:9).
- A quienes crean en la visión del hermano de Jared se les darán manifestaciones del espíritu de Cristo. A causa de tal experiencia espiritual, la creencia se convertirá en conocimiento y "sabrá[n] que estas cosas son verdaderas" (éter 4:11).
- "Y cualquier cosa que persuada a los hombres a hacer lo bueno" es de Cristo. Lo bueno no procede de nadie sino de Cristo (éter 4:12).
- Quienes no crean en las palabras de Cristo, tampoco le creerán personalmente a él (ver éter 4:12).
- Quienes no le crean a Cristo no le creerán a Dios el Padre que lo envió (ver éter 4:12).
- Cristo es la luz y la vida y la verdad del mundo (ver éter 4:12).
- A quienes rasguen el velo de incredulidad y vengan a él, Cristo revelará "cosas mayores" (éter 4:13), "las cosas grandes y maravillosas" (éter 4:15), y conocimiento que ha estado oculto "desde la fundación del mundo" (éter 4:14).
- Los creyentes deben invocar al Padre en el nombre de Cristo "con un corazón quebrantado y un espíritu contrito" si es que quieren saber que "el Padre se ha acordado del convenio que hizo" con la casa de Israel (éter 4:15).
- Las revelaciones de Cristo mostradas a Juan el Revelador "serán manifestadas a los ojos del pueblo" en los últimos días en el tiempo en que estén por cumplirse (éter 4:16).
- Cristo manda a todos los extremos de la tierra que vengan a él, que crean en Su evangelio, y que se bauticen en Su nombre (ver éter 4:18).
- Señales seguirán a quienes crean en el nombre de Cristo (ver éter 4:18).
- Quienes sean fieles a Cristo en el postrer día serán "enaltecido[s] para morar en el reino preparado [para ellos] desde la fundación del mundo" (éter 4:19).
El Padre hace una súplica, semejante a la del hermano de Jared, a los gentiles y a los Israelitas a quienes se les envíe el libro. Pidiéndoles a los lectores modernos que traspasen los límites de una fe superficial, Cristo clama:
¡Venid a mí, oh gentiles, y os mostraré las cosas mayores, el conocimiento que se ha ocultado a causa de la incredulidad!
¡Venid a mí, oh casa de Israel, y os será manifestado cuán grandes cosas el Padre ha reservado para vosotros desde la fundación del mundo; y no han llegado a vosotros por motivo de la incredulidad!
He aquí, cuando rasguéis ese velo de incredulidad que os hace permanecer en vuestro espantoso estado de iniquidad, y dureza de corazón, y ceguedad de mente, entonces las cosas grandes y maravillosas que han estado ocultas de vosotros desde el principio del mundo, si, cuando invoquéis al Padre en mi nombre, con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, entonces sabréis que el Padre se ha acordado del convenio que hizo con vuestros padres, oh casa de Israel. (éter 4:13-15; énfasis agregado)
El Libro de Mormón se basa en la disposición de los hombres y mujeres para "rasgar ese velo de incredulidad" a fin de que puedan contemplar las revelaciones-y la Revelación-de Dios (éter 4:15). Parece que la experiencia humillante que tuvo el hermano de Jared cuando no oró y por su preocupación por las dieciséis piedras se ha incluido en este relato nada más para mostrarnos cuan mortal y cuan normal era-tan parecido a los hombres y mujeres que conocemos y al menos de alguna manera tan parecido a nosotros mismos. Su confianza en sí mismo y como se consideraba a sí mismo han de haber sido limitados-muy parecido al concepto que tenemos de nosotros. Pero su creencia en Dios no tenía precedentes. No tenía duda ni límite: "Y sé, oh Señor, que tú tienes todo poder, y que puedes hacer cuanto quieras para el beneficio del hombre. Por tanto, toca estas piedras con tu dedo, oh Señor" (éter 3:4).
Y desde ese mandato dado al Señor, porque parece ser una suerte de mandato, el hermano de Jared y el lector del Libro de Mormón no serían los mismos otra vez. Las personas comunes, con desafíos comunes pueden rasgar el velo de incredulidad y entrar en los reinos de la eternidad. Y Cristo, quien fue preparado desde la fundación del mundo para redimir a Su pueblo, estará parado en el límite del velo para dejarlo entrar.