¿Qué más estaría dispuesto a darnos el Señor?

Paul V. Johnson

El élder Paul V. Johnson es el Comisionado del Sistema Educativo de la Iglesia y es miembro del Primer Quórum delos Setenta de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Discurso tomado de una transmisión por satélite de los Seminarios e Institutos de Religión el 6 de agosto de 2013.

Dos semanas antes de la transmisión llamada Una Noche con una Autoridad General, se había hecho el anuncio de que una escuela preparatoria administrada por la Iglesia en la Ciudad de México se iba a convertir en un centro de capacitación misional, y quedé tan impresionado por la reacción a ese anuncio de nuestros empleados y estudiantes que decidí hablar acerca de responder de una manera apropiada a los cambios.

Ahora, el campus es un CCM en pleno funcionamiento, y la transición fue simplificada por los empleados y estudiantes de los Seminarios e Institutos de Religión quienes no solamente aceptaron la decisión sino que ayudaron a efectuar la transición. Los estudiantes prepararon unos folletos con una bienvenida y palabras de ánimo, así como frases tanto en español como en inglés para ayudar a los misioneros durante los primeros días. Dejaron los folletos en los dormitorios como regalo para quienes vinieran.

Después de la transmisión varias personas me dijeron que pensaron que los estaba preparando para un gran anuncio. No fue ese el caso, pero siempre existe algún tipo de cambio ocurriendo en el reino, en los seminarios e institutos y en nuestra vida personal. Por ejemplo, el anuncio del cambio de edad para servir una misión hace menos de un año ha tenido un gran impacto en diferentes frentes, que incluyen al Sistema Educativo de la Iglesia, tanto en nuestros Seminarios e Institutos como en las instituciones de educación superior. Afectó profundamente a nuestra familia ya que tenemos una hija misionera que salió a los diecinueve años.

Todos nos enfrentamos al cambio, y la manera en que respondamos afectará nuestra felicidad personal y nuestra capacidad de seguir la voluntad del Señor y contribuir a medida que se edifica el reino. Así que hoy me gustaría profundizar un poco más en el tema de la respuesta al cambio.

Uno de los grandes ejemplos que contrastan las distintas formas de responder al cambio se encuentra en la transición, después de que la ley de Moisés se cumpliera, entre el pueblo de El Libro de Mormón y esa misma transición entre la gente del Nuevo Testamento.

Abinadí explicó algunos antecedentes de la ley de Moisés:

Yo os digo que es preciso que guardéis la ley de Moisés aún; mas os digo que vendrá el tiempo cuando ya no será necesario guardar la ley de Moisés.

Y ahora os digo que se hizo necesario que se diera una ley a los hijos de Israel, sí, una ley muy estricta; porque eran una gente de dura cerviz, presta para hacer el mal y lenta para acordarse del Señor su Dios; por tanto, les fue dada una ley; . . . una ley que tenían que observar estrictamente de día en día, para conservar vivo en ellos el recuerdo de Dios y su deber para con él. (Mosíah 13: 27, 29-30)

Nefi explicó el lugar de la ley de Moisés en el contexto de la doctrina de Cristo:

Porque nosotros trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a nuestros hijos, así como a nuestros hermanos, a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios; pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos; y a pesar de que creemos en Cristo, observamos la ley de Moisés, y esperamos anhelosamente y con firmeza en Cristo, hasta que la ley sea cumplida.

Y para que, después de cumplirse la ley en Cristo, no endurezcan contra él sus corazones, cuando la ley tenga que ser abrogada. (2 Nefi 25: 23-24, 27).

La gente en El Libro de Mormón sabía claramente que la ley se cumpliría, y que llegaría el tiempo en que fuera abrogada. De hecho, uno de los desafíos que tuvieron en la transición de la ley de Moisés fue que algunos de ellos pensaron que debían dejar de observar la ley antes de que se cumpliera por completo. (véase 3 Nefi 1: 24-25).

El entendimiento que tenía la gente del Libro de Mormón sobre el lugar correcto de la ley y la fácil transición después de que se cumplió está en contraste profundo con lo que sucedió en el Nuevo Testamento. No parece que entre los judíos del Nuevo Testamento, haya habido un entendimiento de que alguna vez sería abrogada la ley. Además, la ley tenía el propósito de centrar la atención en el Salvador—el Legislador— y para muchas personas se perdió ese propósito en parte a causa de las tradiciones orales y los agregados, no autorizados, a los requisitos de la ley. Muchos traspasaron lo señalado (véase Jacob 4: 14-15) y no encontraron al Salvador del mundo. Irónicamente, una interpretación corrupta de la ley se usó para condenar al Legislador.

Al efectuarse el sacrificio expiatorio y la Resurrección, la ley de Moisés se cumplió, y los miembros de la Iglesia ya no estaban obligados a seguirla. Sin embargo, la ley estaba tan incrustada en los miembros y los líderes de la Iglesia que la pregunta acerca de qué se debía requerir a los gentiles conversos al cristianismo se convirtió en un asunto difícil y contencioso. ¿Podrían venir directamente a la Iglesia, o se esperaría que se adhirieran a los requisitos de la ley ceremonial?

Se convocó a un concilio de los apóstoles y los élderes a fin de examinar este asunto (véase Hechos 15: 6). Tras mucha discusión, Pedro le recordó al grupo que “los gentiles oyesen por mí la palabra del evangelio” (Hechos 15:7) y que Dios “ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos” (Hechos 15:9). Esto era en referencia a la revelación que él [Pedro] recibió en el caso de Cornelio (véase Hechos 10).

Se tomó la decisión de enviar cartas a los gentiles en las que explicaban algunas cosas que debían hacer pero también les explicaron que no estaban obligados a guardar la ley de Moisés (véase Hechos 15: 22-29). La decisión de este concilio fue, en efecto, un solución a medias. Pudieron haber enviado una carta a todos los miembros de la Iglesia, ya fueran judíos o gentiles, en la que explicaran que la ley ya se había cumplido y que nadie tenía la obligación de guardar la ley ceremonial. ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué una solución a medias en vez de una solución completa?

No estuve en ese concilio y no conozco todos los detalles, pero parece que una razón era el que los miembros de la Iglesia y otros judíos a su alrededor no estaban listos y no aceptarían ese cambio tan drástico. Tiempo después, cuando Pablo regresó a Jerusalén, se reunió con Santiago y los élderes. Le dijeron: “Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos. . . han creído; y todos son celosos de la ley” (Hechos 21:20). O sea, que hasta los miembros de la Iglesia aún estaban guardando la ley después de que se había cumplido.

Santiago y los otros le pidieron a Pablo y a algunos otros que hicieran algunos rituales ceremoniales antes de entrar al templo para que el pueblo viera que él estaba dispuesto a observar la ley. Otra vez, ¿Por qué harían esto si la ley ya se había cumplido y ya no se requería que la observaran? Bueno, en ese tiempo no estaban listos para recibir toda la verdad.

El élder Bruce R. McConkie explicó: “El Señor les estaba dando las verdades del evangelio línea sobre línea, precepto por precepto. Era mejor tenerlos en la Iglesia, buscando el Espíritu, esforzándose por guardar los mandamientos, y tratando de obrar su salvación, a tenerlos sin el redil hasta que hubieran obtenido un conocimiento completo de todas las cosas.” [1]

En este caso particular, la sola acusación de que Pablo había enseñado en contra de la ley y había traído al templo a unos gentiles causó tanto alboroto que una turba de judíos sacaron a Pablo del templo y lo estaban golpeando y lo hubieran matado de no haber intervenido los soldados romanos (véase Hechos 21: 22-33). Los judíos de esa época estaban tan impregnados en la ley que no pudieron evitar la piedra de tropiezo que en realidad era la principal piedra del ángulo. De hecho, la verdad les pareció apostasía. Hasta los miembros de la Iglesia todavía eran tan celosos de la ley, aunque ya había sido cumplida, que esperaban que otros hicieran lo mismo. Esto causó disensión y fue un asunto importante para la Iglesia primitiva.

¿Queremos ser a quienes los Hermanos les hagan concesiones porque estamos muy incrustados en la tradición? A causa de los malos entendidos y la debilidad de algunos de los Santos de esos días se tuvieron que tomar decisiones a medias. De hecho, los líderes fueron inspirados a hacerlas para poder llevar la Iglesia línea por línea y precepto por precepto. ¿Qué más estaría dispuesto a darnos el Señor si, en lugar de resistirnos, fuéramos humildes y dispuestos a cambiar?

Un ejemplo en la historia de la medicina ilustra el peligro de resistirse al cambio por estar incrustados en la tradición. En el siglo XIX, antes de que se conociera la teoría de los gérmenes, habían diferentes ideas de cómo era que se extendían las enfermedades infecciosas. Ignaz Semmelweis, un doctor húngaro, notó que había una tasa de mortalidad diferente, a causa de fiebre puerperal, entre dos clínicas en el hospital donde trabajaba. Se dio cuenta que la única diferencia entre las dos clínicas era la gente que trabajaba en ellas. La clínica con mayor mortalidad se usaba para la enseñanza de los doctores, y esos doctores también realizaban autopsias en los cadáveres como parte de su entrenamiento. La otra clínica era para entrenar a las parteras y no incluía el que trabajaran con cadáveres.

El doctor Semmelweis concluyó que las manos de los doctores transmitían ‘algo’ de los cadáveres a las madres ya que los doctores iban de una actividad a otra sin lavarse las manos. Recomendó que los doctores se lavaran las manos en una solución de cal y cloro antes de atender un parto. Después de implementar ese procedimiento en el hospital, las muertes por parto disminuyeron dramáticamente.

Pero la profesión médica en general, no aceptó las recomendaciones del Dr Semmelweis. De hecho, algunos de los doctores se ofendieron por la idea de que ellos estuvieran diseminando la enfermedad. No fue sino hasta que Luis Pasteur y otros efectuaron experimentos más formales y ofrecieron pruebas más concretas, que la profesión médica empezó a hacer cambios en sus procedimientos. Ahora existen técnicas de lavado y cepillado en los quirófanos, al igual que condiciones sanitarias para evitar la infección, pero estos cambios no se hicieron fácilmente a causa de la terquedad de muchos de los médicos de esa época.

Además de resistirnos al cambio, podemos afectar las experiencias de otras personas por la forma en que veamos las cosas. A veces cuando estamos tratando de implementar o de enfatizar algo, puede ser que lo alabemos demasiado y lo pongamos en un mejor lugar del que le corresponde y hasta puede ser que confundamos los medios con los fines. Algunos creen que ese fue un factor en los malos entendidos con respecto a la ley de Moisés en los tiempos bíblicos. Cuando los judíos fueron llevados cautivos por los babilonios, pudo haber habido cambios o agregados en los enfoques acerca de la ley. Probablemente, eso se hizo en un esfuerzo para ayudar al pueblo a evitar los pecados de las naciones que los rodeaban, pero el efecto a largo plazo se apartó de la verdadera comprensión de la ley. El enfoque se convirtió en la ley misma en vez de “[conservar] vivo en ellos el recuerdo de Dios y su deber para con él” (Mosíah 13:30).

Espero que nosotros en el Sistema Educativo de la Iglesia no nos convirtamos de alguna manera en piedras de tropiezo para el progreso del reino. ¿Es posible que inadvertidamente contribuyamos a la resistencia a los cambios necesarios? ¿Cómo podemos evitarlo?

Durante este último año ha habido un cambio emocionante en la enseñanza de la juventud de la Iglesia con los recursos de enseñanza de Ven, Sígueme. Al trabajar juntos con las presidencias de las Mujeres Jóvenes, los Hombres Jóvenes y la Escuela Dominical en ese cambio que venía se comentó la forma en que cada organización podía ayudar mejor a la juventud. Ahora, ¿qué habría pasado si se hubiera decidido que los Seminarios e Institutos enseñáramos las escrituras por conceptos en vez de en secuencia? ¿Podríamos haber hecho el cambio de manera fácil? En nuestras reuniones se sintió que nuestra mejor contribución sería el continuar enseñando las escrituras en secuencia, pero ¿qué hubiera pasado si se hubiera tomado otra decisión? ¿Cómo habríamos reaccionado?

He pensado sobre el uso de las escrituras en nuestras clases. No tenemos una política con respecto al uso de las versiones de las escrituras ya sea en teléfonos o en tabletas electrónicos en nuestras aulas, y dejamos esas decisiones a los maestros o las facultades. Puede haber buenas razones para decidir de una u otra forma. Por ejemplo, algunos pueden decidir que es perjudicial que los alumnos usen teléfonos o tabletas en las clases. Esta puede ser una decisión totalmente justificada, pero podría ser dañino el tratar de imponer la decisión implicando de alguna manera que el estudio de las escrituras en un libro en la única forma verdadera de hacerlo. El medio en que encontremos las escrituras es de menor importancia que el impacto de la palabra en nuestra alma. ¿Sería mejor que los alumnos estudiaran las escrituras en planchas de oro o bronce o en rollos de papiro? Cada medio tiene sus ventajas y desventajas. Por ejemplo, sería muy difícil transportar y marcar las planchas metálicas, pero duran mucho tiempo, y ¡no necesitas recargarlas!

El tema principal es la palabra de Dios y no el medio en que se encuentre. ¿Qué sucede si un maestro ha dado la impresión de que uno no puede estudiar ni usar las escrituras si están en forma electrónica, y luego los estudiantes llegan a ser misioneros y empiezan a usar una tableta para su estudio y enseñanza de las escrituras? No deseamos que piensen que experimentan un nivel inferior de estudio de las escrituras por usar la versión electrónica.

También podría haber maestros que, en un esfuerzo por utilizar la tecnología que consideran ventajosa, manden el mensaje a los alumnos y las universidades de que si no estudian las escrituras en un formato digital no lo están haciendo correctamente. En lo que concierne al efecto de la palabra en las vidas, una fuente de las escrituras no es inherentemente mejor que otra. Cada una tiene sus ventajas y desventajas, pero no debemos poner la idea en una mente joven que una forma de estudio es inferior que otra. La ventaja que todas tienen es que presentan la palabra sagrada y pueden ayudar a cambiar vidas.

En el Nuevo Testamento, muchos habían perdido el propósito y la intención de la ley de Moisés. De hecho, el Salvador señaló que los escribas y fariseos usaban la ley o sus adiciones para dejar de lado el propósito o la intención de la ley (véase Mateo 15: 1-9; 23: 13-23; Marcos 2: 23-28). Debemos ser cuidadosos de que no hagamos lo mismo con los empleos y otras políticas en Seminarios e Institutos de Religión. Están allí para ayudar a centrarnos en nuestro objetivo y para funcionar adecuadamente. Si el personal pierde de vista la intención de las políticas y las usan para poder beneficiarse, pueden terminar buscando lagunas o usandolas para obtener lo que quieren. Estarían tratando de usar la letra de la ley para violar el espíritu de la ley. Evitamos esto cuando mantenemos nuestros corazones enfocados en nuestros objetivos.

Algunas veces asumimos que una idea o una política inspirada nunca se puede cambiar. Pero, hay muchos ejemplos de ideas inspiradas que fueron buenas para un tiempo y lugar pero que después se cambiaron. La ley de Moisés fue dada por el Señor y fue la correcta mientras estuvo en vigor. En esta dispensación, durante años hubo Representantes Regionales y Asistentes de los Doce. Estos puestos fueron importantes para ese período de la Iglesia, pero el cambio de los Representantes Regionales y de los Asistentes de los Doce al uso actual de los Setenta también fue inspirado. Algunas veces pensamos que un cambio arroja mala luz en cosas que han pasado antes, pero no es ese el caso.

Les invito a que cuando venga una nueva política, respondan con el espíritu de tratar de entender en vez de criticar. Se hacen las decisiones con la intención de bendecir a los estudiantes, a sus familias y a los líderes del sacerdocio, así como para ayudar a quienes ayudan y sirven en los Seminarios e Institutos de Religión. Cuando no entiendan una decisión, por favor pregunten, pero háganlo asumiendo una buena intención y con el deseo de entender en vez de encontrar algo para murmurar. Al hacerlo, estamos invitando al Espíritu a que nos enseñe.

Cuando algo nuevo llegue a nuestras vidas, debemos tratar de tener la mente abierta y ver las posibilidades con buena luz. Muchas veces, los cambios en las asignaciones o en los llamamientos caen en esta categoría. Muchos maestros han aceptado los cambios en sus asignaciones y localidades, incluyendo el mudarse de instituto a seminario, mientras que otros han permanecido en sus puestos aunque deseaban un cambio. ¡Les doy las gracias por eso! Aunque tomamos en cuenta los deseos personales al hacer las asignaciones, es muy agradable poder hacer lo correcto para la obra sin tener que preocuparnos de que nuestros empleados reaccionen mal cuando se les den sus asignaciones.

Cuando estamos familiarizados con una serie de circunstancias, puede ser difícil para muchos ver lo bueno que un cambio puede traer cuando no podemos ver con claridad a lo largo del camino. Piensen en la comparación del automóvil con el carro de caballos a principios de los años 1900s. El carro de caballos había sido desarrollado y mejorado durante cientos de años y estaba en el pináculo de su desarrollo. El automóvil estaba en su infancia, y había problemas para encontrar combustible, las descomposturas, y un sistema de caminos muy deficiente. Pero hubo visionarios en esa época que pudieron sentir el potencial del automóvil en el futuro, después de que hubiera tenido algo de tiempo para desarrollarse.

Muchas cosas pueden y cambiarán en el futuro. ¿Cómo podemos estar listos para seguir adelante con los cambios necesarios y no estar tan atrincherados de forma que los cambios apropiados nos parezca que son una apostasía? Nos enfrentamos al cambio en al Iglesia, en los Seminarios e Institutos, y algunas veces, más desafiantemente, en nuestras familias y vidas personales.

La verdadera prueba es cuando hay un cambio en algo que está muy cerca de nosotros—algo que estimamos mucho— Si algo no toca las fibras de nuestro corazón o crea ansiedad en nuestro ánimo, no es una prueba. Todos enfrentaremos este tipo de desafíos en nuestra vida personal. ¿Cómo responderemos? Nuestra disposición para aceptar y adoptar esos cambios personales que el Señor nos hará pasar es una clave importante para nuestro desarrollo individual.

Al final, todos queremos que nuestro corazón, nuestros rostros, y hasta nuestra misma naturaleza sean cambiados. Nuestra disposición para aceptar y adoptar las cosas difíciles permite que el poder del Señor realice esos cambios fundamentales dentro de nosotros. Él nos conoce y nos ama de manera perfecta. También sabe qué cosas necesitamos más para cambiar, y al someter nuestra voluntad a la Suya, nos puede cambiar. (véase Alma 5: 7, 12,14).

Yo se que el Señor vive. Oro por que Él bendiga a los maestros mientras sigan dando ese gran servicio que está bendiciendo tantas vidas, y especialmente pido las bendiciones de Dios cuando enfrentan los difíciles desafíos personales con que se encuentran. En el nombre de Jesucristo, amén.

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Notas

[1] Bruce R. McConkie, Doctrinal New Testament Commentary (Salt Lake City: Bookcraft, 1966-1973), 2:184.