¿Pueden Escuchar la Música?

Dieter F. Uchtdorf

El élder Dieter F. Uchtdorf es miembro del Quórum de los Doce Apóstoles

foto de Elder UchtdorfElder Dieter F. Uchtdorf

Este discurso fue dado en un devocional en el Marriot Center de BYU el 15 de enero de 2019.

Mis queridos hermanos y hermanas, mis queridos amigos, la hermana Uchtdorf y yo estamos muy agradecidos por estar hoy con ustedes. Les traemos el amor y los saludos de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles. Ustedes jóvenes, son la fuerza y el futuro de la Iglesia de Jesucristo alrededor de toda la tierra. Ustedes son los Santos de los Últimos Días que serán una bendición para el mundo. ¡Los amamos y los admiramos!

Hace casi un año a la fecha, Harriet y yo nos dirigimos, desde el Centro de Conferencias en Salt Lake City, a los jóvenes adultos de la Iglesia con respecto a su aventura a través de la mortalidad. Nunca olvidaremos esa velada magnífica que pasamos con ustedes, y quizás, algunos de ustedes hasta recuerden nuestro mensaje.[1]

Harriet y yo estamos asombrados por su bondad, su humildad y su deseo de valorar su membresía en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y por su manera de amar y servir al Señor Jesucristo y a los hijos de Dios. Como resultado somos mejores personas.

Espero que podrán sentir que el Espíritu Santo les esté ministrando, instruyendo y elevando mientras estemos reunidos.

El Hombre en la Estación del Metro

El 11 de enero de 2007, un hombre vestido con jeans y una camiseta playera entró a una estación del metro en Washington, DC., sacó de su estuche un violín, y empezó a tocar.[2] Volcó su alma en la actuación, a veces golpeando su arco contra las cuerdas, a veces acariciándolas ligeramente para sacar tonos suaves y tristes.

Mientras estuvo tocando, más de mil personas pasaron por la estación del tren rumbo a sus trabajos. Tenían por delante un día muy ocupado: listas de cosas por hacer, preocupaciones y problemas. Sus mentes estaban ocupadas con las cosas triviales diarias; en donde y que comerían en el almuerzo, cómo andaba su equipo deportivo favorito, o si alguien se daría cuenta de que traían nuevos anteojos.

Otros, indudablemente, estaban con problemas mayores: un diagnóstico médico atemorizante, relaciones que se estaban desmoronando, alguna pérdida financiera o cualquier otra ansiedad apremiante.

En breve, esas personas eran como ustedes y como yo: desenvolviendo el regalo de un nuevo día, y el regalo de un nuevo año, pero ocupados con lo trivial y lo trágico, lo pequeño y lo profundo.

¿Se dieron cuenta del músico? ¿O el hombre con el violín era simplemente parte de la mancha impresionista que sombreaba el conocido telón de fondo de su vida diaria?

Lo que esos viajeros no sabían es que este músico no era un violinista común y que no estaba tocando un instrumento común ni que estaba interpretando música ordinaria.

El nombre de dicho músico era Joshua Bell; uno de los más consumados músicos del mundo.

El violín que tocaba fue hecho a mano por Antonio Stradivari en el año 1713. Joshua Bell lo había comprado unos años antes por una cantidad calculada en 3.5 millones de dólares.

La música que interpretaba era de las más hermosas que se hayan compuesto.

Ahora, la experiencia en la estación del metro había sido preparada por un periodista del Washington Post que tenía curiosidad por saber qué sucedería si un músico de nivel mundial diera un concierto virtuoso pero anónimo en los andenes de una estación ordinaria del metro.

¿Reconocería la gente la música sublime interpretada por un artista brillante en un instrumento sin igual?

O ¿lo ignorarían? ¿Le arrojarían una o dos monedas a un estuche de violín abierto y luego se alejarían?

Algunas de las personas en el Washington Post pensaban que el experimento provocaría una pesadilla de control de tráfico en la estación, con cientos de personas apiñadas para escuchar.

Esto es lo que sucedió:

De las casi mil cien personas que pasaron junto a Joshua Bell durante los cuarenta y cinco minutos de su actuación, solamente “siete suspendieron lo que estaban haciendo para detenerse y oír la actuación, al menos durante un minuto.”[3]

Una persona que había pasado a menos de un metro de Joshua Bell, no pudo recordar ni siquiera haber visto a un músico cuando iba a su trabajo. Al investigar resultó que este hombre llevaba audífonos y escuchaba una de sus canciones favoritas de rock and roll en su lista de reproducción personal. Irónicamente, la letra de la canción era acerca de no ver lo belleza que está ante tus ojos.

La Música del Espíritu

La lección que enseña este relato es profunda. No solamente nos dice algo importante acerca de la vida y el vivirla, sino que revela también pensamientos importantes acerca de nuestra vida espiritual.

A veces estamos tan atrapados en la rutina de la vida cotidiana que no reconocemos la voz sublime del Espíritu y no tomamos en cuenta el mensaje profundo y hermoso que nuestro amoroso Padre Celestial nos imparte a través de Sus mensajeros.

Ese experimento nos puede animar a ver al interior de nuestro corazón y preguntar: “¿Puedo escuchar la música del Espíritu?”

¿Podemos oír el suave llamado de nuestro amado Salvador, que nos invita a venir a venir a Él y seguirlo? ¿Escuchamos Su voz?

O ¿está la vida demasiado acelerada? ¿demasiado ocupada o cargada? ¿Demasiado llena de las mil cosas que a diario demandan nuestra atención?[4]

Mis queridos hermanos y hermanas, mis queridos amigos, les testifico que nuestro amoroso Padre Celestial se está acercando a ustedes. El Salvador les está diciendo: “Ven, Sígueme.”[5]

A todas horas del día y durante la noche, Él se comunica por medio de la música divina del Espíritu.

¿La pueden escuchar?

¿Como Pueden Escuchar al Espíritu?

Es posible que se pregunten: “¿Cómo puedo reconocer la voz de Dios? ¿Cómo la distingo entre los otros pensamientos y sentimientos que tengo? Y ¿qué puedo hacer para sintonizar mis oídos para escucharla?”

Responder a esas preguntas es la búsqueda de toda la vida. Y aunque el proceso es muy similar para todos, nosotros en lo individual debemos ir por nuestro camino para encontrar las respuestas. Para algunos, el escuchar la voz de Dios es algo intuitivo y obvio. Parece ser que otros han nacido con un testimonio del evangelio y con sensibilidad para las cosas espirituales. Para otros, el creer viene lentamente, y el proceso puede sentirse difícil o frustrante. Pasan años o hasta décadas esforzándose por sentir el Espíritu. Quieren tener un testimonio, pero honestamente no pueden decir que lo tienen.

En mi caso, he creído desde que era niño, viví en una rama pequeña de la Iglesia en Zwickau, Alemania Oriental. Nuestra capilla tenía una hermosa vidriera que representaba al profeta José Smith arrodillado en la arboleda sagrada. Al sentarme en la capilla y ver la escena, lo creí desde que era niño.

Esta creencia ha sido un bendición durante toda mi vida.

Ahora, reconozco que mi experiencia puede que no sea igual a la de ustedes. Pero ya sea que el don de la fe venga temprano o tarde, todos debemos buscar y nutrir dicho don. Todos vivimos en un mundo lleno de distracciones, lejos de lo espiritual y lo eterno. Esta parte de la prueba de la mortalidad nos es dada por el Padre Celestial. Estamos aquí para aprender cómo encontrar a Dios, para reconocer y seguir Su voz, aún en medio del clamor y el ruido del mundo. Cada uno de nosotros es responsable de su propio aprendizaje.

Las escrituras están llenas de guías, herramientas y consejos sobre como reconocer la voz del Espíritu. Un buen lugar para comenzar es la Doctrina y Convenios, ya que muchas de las revelaciones dadas a José Smith y los primeros Santos eran sobre ese tema. Al abrirse los cielos en los últimos días, quedó claro que Dios estaba dispuesto a revelar la verdad a Sus hijos tal como Él lo había hecho en los días antiguos. Era natural que José y sus asociados tuvieran preguntas acerca de cómo recibir revelación, cómo reconocer los susurros del Espíritu, y cómo saber que venían del cielo y no de alguna otra fuente; al igual que ustedes y yo tenemos esas preguntas en la actualidad.

Por tanto, en la Doctrina y Convenios se nos enseña que debemos “estudiarlo en [n]uestra mente” y luego “preguntar si está bien.”[6]

Se nos dice: “Pon tu confianza en ese Espíritu que induce a hacer lo bueno”[7]

Aprendemos que “se os dará el Espíritu por la oración de fe.”[8]

Y se nos promete: “el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto.”[9]

La Letra Pequeña

Sin embargo hay cosas no tan obvias que debemos conocer:

Primera, esta luz viene en el horario de Señor, no en el nuestro.

Segunda, vendrá de acuerdo a la manera del Señor; de una manera que podríamos no esperar o incluso querer.

Tercera, viene según creamos.

Ahora bien, algunos de ustedes podrían decir: “A fin de cree más en Dios ¿debo creer? Porque ese es exactamente mi problema. ¿Qué pasa si no puedo creer?

La respuesta es: Entonces esperen. Y deseen creer. Eso es suficiente para empezar.

Desear creer no quiere decir pretender. Significa abrir su corazón a la posibilidad de las cosas espirituales, hacer a un lado el escepticismo y el cinismo.

Si ustedes simplemente quieren creer, eso puede hacer que la semilla de la fe empiece a crecer dentro de su corazón.[10]

Eventualmente, esa semilla crecerá hasta que ustedes empiecen a creer. Esos primeros vislumbres de creencia los guiarán a la fe, Y su fe se fortalecerá día a día hasta que brille dentro de ustedes. Entonces ustedes verdaderamente podrán “p[edir] en fe, no dudando nada.”[11]

Éste es el tipo de fe que tiene el poder de abrir los misterios del cielo y llenar su corazón con el maravilloso conocimiento y el sublime testimonio del evangelio de Jesucristo.

Somos Buscadores

Entiendan por favor, que este no es un proceso de una vez y ya.

No es un proceso de unos minutos u horas. Ni siquiera puede ser un proceso de meses o de años.

Es un proceso de toda la vida.

Somos buscadores, ustedes y yo.

Somos recolectores de la luz.

Estamos en esta misión de toda la vida—recolectar la luz y pasarsela al mundo—que nos guiará a través de las alegrías y las pruebas de la vida.

Por tanto, nunca dejen de buscar. Jesús prometió que si buscamos, hallaremos. Si tocamos, se nos abrirá. Si oímos, escucharemos. La escritura dice: “Porque todo aquel pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.”[12] Sujétense a esa promesa; aunque les tome toda la vida encontrar la luz y verdad preciosas que buscan, ya que valdrá la pena todo su esfuerzo.

El Problema del Ahora

Por supuesto, en esta era de respuestas inmediatas, no es fácil ser pacientes. A veces nos frustramos cuando la búsqueda de la verdad se tarda más de lo que esperábamos. La información en muchos temas está tan fácilmente accesible que tener que esperar parece ser una molestia innecesaria. Si enviar o recibir un mensaje tarda más de uno o dos segundos, decimos que algo está descompuesto.

¿Alguien tiene alguna pregunta? No hay problema. Puede recibir respuestas—miles—casi instantáneamente. Si ustedes desean comunicarse con alguien, lo pueden hacer en segundos; sin importar que tan lejos pueda estar esa persona.

¿Desea ver un video en que algunos patitos están cruzando una calle muy transitada? Lo puede ver. ¿Quiere un rascador de espalda en forma de astas de alce? Lo puede recibir en la puerta de su casa en uno o dos días. ¿Quieres un pez de plástico realista montado en la pared, activado con movimiento y que cante "No te Preocupes, Sé Feliz"? Lo puede encontrar, y si lo ordena hoy mismo, el envío puede que sea gratis.

Pero si ustedes desean algo de valor real y duradero, algo de valor eterno, algo que conecte el ahora con las eternidades, se les requiere paciencia y diligencia.

No se porqué, algunas veces, se demoran las respuestas a nuestras oraciones. Quizás el Señor desea que demostremos—a Él o a nosotros mismos—la sinceridad con la que deseamos la verdad. Puede ser que el esfuerzo que Él requiere, sea la forma en que aprendamos a valorar la verdad. Puede ser que ésta sea la forma en que nos preparamos para recibir y aceptar la verdad. O simplemente, solamente sea la forma en que Dios nos ayuda a aprender a escuchar la música.

Pero, mis queridos amigos, sí sé una cosa: el sistema de comunicación entre los mortales y el cielo no está descompuesto. Es real. ¡Está disponible para ustedes y para mí!

Si sintonizamos nuestro corazón, ojos, y oídos para reconocer al Espíritu—si nos esforzamos para andar en el camino de la luz—con seguridad hallaremos lo que buscamos. ¡Ciertamente aprenderemos a escuchar la música!

Sin embargo, debemos entender que Dios no es una máquina expendedora. El que depositemos una oración petitoria en la ranura, no quiere decir que de inmediato tendremos una respuesta a nuestro alcance.

No, comunicarse con el Infinito, comunicarse con la Divinidad, requiere tiempo y compromiso.

Las oraciones casuales, no dan respuestas sublimes.

En esta vida, tenemos la oportunidad de batallar, de luchar, y, sí, hasta de fallar ocasionalmente en nuestra búsqueda de lo divino. Todo eso es parte del proceso diseñado para refinar nuestro carácter y perfeccionar a nuestro espíritu.

Cuando nos esforzamos con la mente y el corazón por seguir al Salvador e incorporar Sus enseñanzas en nuestra vida diaria, recibimos los favores del cielo. El Señor nos lo ha prometido si andamos rectamente: “escudriñad diligentemente, orad siempre, sed creyentes, y todas las cosas obrarán juntamente para [n]uestro bien.”[13]

¡Qué promesa tan hermosa!

El Rey Benjamín nos enseñó: “quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales; y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad.”[14]

Así que el proceso de aprender a escuchar la música del Espíritu no tan solo nos refina y nos permite disfrutar la maravillosa música del Espíritu, sino que también nos bendice, dirige nuestros pasos, y nos trae el favor y la guía del cielo.

Pero ¿Y si nos Sentimos Indignos?

Joshua Bell; uno de los más consumados músicos del mundo.

Me gustaría dejarles un pensamiento final hoy. Algunos de ustedes quizás estén pensando: “El evangelio funciona bien para otras personas, pero no para mí. He cometido errores. Muchos. Algunas veces cometo el mismo error una y otra y otra vez. Trato de arrepentirme, pero no da resultado. Me siento avergonzado y culpable. No soy como el resto de mi familia o como los de mi barrio.”

Para todos los que se sientan de alguna manera defectuosos, ¿les puedo decir un secreto?

¡Todos somos defectuosos! Ustedes, yo, todos.

Dicen, “pero, soy un caso especial. Creo que cometo muchos errores y muy seguido.”

Sí, ustedes son mortales, y los mortales se equivocan una y otra vez.

Los errores son eventos en la línea de tiempo de su vida. Pero no definen su vida.

No los definen a ustedes como personas o como hijos de Dios. Sin embargo, lo que hagan con respecto a sus errores al usar los dones que el Padre Celestial y su Hijo Jesucristo nos han dado, ayudará mucho a definir el tipo de personas en que se convertirán.

Pueden permitir que “la tristeza que es según Dios”[15] que sientan por sus pecados les guíe a cambiar para bien; que les ayude a convertirse en los hombres y mujeres que Dios espera que sean.

A ese cambio le llamamos arrepentimiento. Sin embargo, insistir demasiado en sus errores lleva a la vergüenza, la cuál les desanima a que se esfuercen por mejorar.

En el arrepentimiento verdadero no se trata de vergüenza. Se trata de convertirse.

Queridos amigos, todos los días tienen una opción; renunciar o seguir adelante.

Los discípulos de Cristo—los seguidores de Cristo—siguen adelante.

Creen.

Buscan la luz.

Confían en Dios.

Aman, como Él amó.

Se esfuerzan por hacer lo que Él enseñó.

Las escrituras enseñan: “si a alguien le falta sabiduría, debería pedírsela a Dios, quien la concede generosamente a todos, sin fijarse en los errores y le será dada.”[16]

Aunque pueda ser que oren imperfectamente y que cometan errores, Dios no verá sus errores. Concederá generosamente.

Sus errores no los han descalificado del alcance del cielo.

Si Dios contestara solamente las oraciones de quienes sean perfectamente obedientes, Él tendría que cerrar en el cielo el departamento que contesta las oraciones.

Dios nos alcanza cuando estemos luchando, cuando estemos fallando. De hecho, podríamos decir que Él nos alcanza especialmente cuando estamos fallando.

Ser un discípulo de Jesucristo no significa que vivimos perfectamente. Quiere decir que nos mantenemos en el sendero. Que nos levantamos cuando tropezamos y caemos. Que nos sujetamos a la luz que se nos ha dado, aunque sintamos que la obscuridad nos rodea.

Somos imperfectos.

Pero nos estamos esforzando.

Como discípulos de Cristo, estamos esforzándonos en creer. Esforzándonos en amar. Esforzándonos en confiar. Esforzándonos por alinear nuestra vida a las enseñanzas de Cristo. Estamos en el proceso de refinar nuestro espíritu y mejorar nuestra vida diaria.

Esta es una de las grandes razones por las que anhelamos venir a esta tierra; para aprender las lecciones que vienen por fallar y para sentir las bendiciones, la paz, y la influencia refinadora del arrepentimiento y el milagro del perdón.

No estoy sugiriendo que nos desentendamos ni que nos gloriemos en nuestros pecados. Eso no sería a la manera del Señor; sería contrario al plan de salvación. Lo que estoy diciendo es que nuestros errores no nos descalifican de la gracia y el perdón de Dios. No nos bloquean del arrepentimiento o de la Expiación purificadora del Salvador. Más bien, son la razón del porque Él—el Mesías, el Salvador, nuestro Redentor—efectuó ese sacrificio expiatorio por ustedes y por mí.

Aun cuando—quizás especialmente cuando—nos sintamos inadecuados, débiles o de poco valor, todavía podemos escuchar la sublime música celestial. Aún podemos aprender a escuchar la voz del Espíritu.

Al curar nuestras imperfecciones, nuestro Señor y Salvador demuestra Su amor perfecto por nosotros en una manera más grandiosa. Cuanto mayor sea nuestro deseo de arrepentimiento verdadero, mayor es nuestra gratitud por su sacrificio expiatorio.[17]

La Música del Cielo

Espero que hoy hayan estado escuchando la voz del Espíritu. Espero que el Espíritu haya comunicado a su corazón guía y determinación. Y espero que cada uno de ustedes haga cuando menos cinco cosas:

Primera, que mediten la historia del músico en el metro y se pregunten: “¿Puedo escuchar la música del Espíritu?”

Segunda, ¿Creerán? Si no pueden tener la fe suficiente para creer, entonces tengan el deseo de creer. Dios los encontrará allí. Y añadirá a la luz que ya tienen hasta que un día sientan Su gloriosa presencia dentro de su corazón como un faro de luz y una fuente de paz divina.

Tercera, ¿Confiarán en Dios? ¿Comenzarán a tener una poca de paciencia? La madurez espiritual no viene en un instante. Por favor acérquense a Dios y Dios se acercará a ustedes.[18]

Cuarta, ¿Se acordarán que a medida que caminen el sendero de seguir a Jesús, el proceso de esforzarse por seguirlo les refinará y los desarrollará? Además, este esfuerzo les otorgará dirección importante, el favor divino y bendiciones.

Quinta, ¿Seguirán intentándolo? No se den por vencidos. Cometerán errores en su vida. Por favor sepan que el amor que el Salvador les tiene es mayor que cualquiera de sus errores.

Queridos hermanos y hermanas, queridos amigos, les bendigo con esperanza, con creencia, con amor, con el deseo de caminar a la luz redentora y glorificadora de Jesucristo. Él es real. Su amor y sacrificio son reales. Mucho mayor que la música sublime en la estación del metro en Washington. El amor, el poder y la gloriosa luz de Dios siempre están alrededor de ustedes. Solamente necesitan buscarlo.

Les prometo que Dios guiará sus pasos. Jesucristo irá delante de ustedes. Él mandará a sus ángeles “alrededor de vosotros para sosteneros.”[19] Él hará que todas las cosas trabajen juntamente para su bien.

Mis queridos amigos, abran su corazón, mente y alma para escuchar la maravillosa música del Espíritu, y con seguridad se regocijarán en la bondad y la gracia de Dios. De eso les testifico y les dejo mi bendición apostólica para este nuevo año y para siempre, en el sagrado nombre de nuestro Maestro. En el nombre de Jesucristo, amén.

© Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos Reservados.

Notas

[1] Ver de Harriet R. Uchtdorf, “You Are Leaders,” y de Dieter F. Uchtdorf, “The Adventure of Mortality,” Devocional Mundial para los Jóvenes Adultos, Salt Lake City, 14 de enero de 2018.

[2] Relato sacado del artíiculo de Gene Weingarten “Pearls Before Breakfast: Can One of the Notion’s Great Musicians Cut Through the Fog of a D.C. Rush Hour? Let’s Find Out.” Washington Post, 8 de abril de 2007, washingtonpost.com/lifestyle/magazine/pearls-before-breakfast-can-one-of-the-nations-great-musicians-cut-through-the-fog-of-a-dc-rush-hour-lets-find-out/2014/09/23/8a6d46da-4331-11c4-b47c-f5889eo6ie5f_story.html?utm_term=.7298ba98166c. Este relato ganó el Premio Pulitzer al mejor artículo en el año 2008.

[3] Weingarten, “Pearls Before Breakfast.”

[4] Este es un error mortal muy común. Jesús incluso reprendió a Sus apóstoles diciendo: “¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? (Marcos 8:18).

[5] Lucas 18:22.

[6] Doctrina y Convenios 9:8.

[7] Doctrina y Convenios 11:12.

[8] Doctrina y Convenios 42:14.

[9] Docrina y Convenios 50:24.

[10] En su magnífico sermón acerca de la fe, Alma aconsejó: “si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de mis palabras. Compararemos, pues, la palabra a una semilla. Ahora bien, si dais lugar para que sea sembrada una semilla en vuestro corazón, he aquí, si es una semilla verdadera, o semilla buena, y no la echáis fuera por vuestra incredulidad, resistiendo al Espíritu del Señor, he aquí, empezará a hincharse en vuestro pecho; y al sentir esta sensación de crecimiento, empezaréis a decir dentro de vosotros: Debe ser que ésta es una semilla buena, o que la palabra es buena, porque empieza a ensanchar mi alma; sí, empieza a iluminar mi entendimiento; sí, empieza a ser deliciosa para mí. (Alma 32>27-28; énfasis agregado).

[11] Santiago 1:6.

[12] Lucas 11:10.

[13] Doctrina y Convenios 90:24.

[14] Mosíah 2:41.

[15] 2 Corintios 7:10.

[16] Santiago 1:5 (Nueva Versión Internacional).

[17] El Salvador le enseño este principio a Simón, uno de los fariseos, que se que quejaron porque Jesús permitió que una mujer pecadora ungiera Sus pies con aceite y los secara con su cabello. Simón pensaba que si Jesús fuera inspirado, sabría que esa mujer era pecadora y le habría prohibido que Lo tocara.

Pero Jesús respondió diciendo: “Un acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientos denarios , y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con que pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de estos le amará más? (Lucas 7:41-42)

Por supuesto, Simón dijo que quien debía más lo amaría más. Jesús estuvo de acuerdo y hablando de la mujer dijo: “sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero al que se le perdona poco, poco ama.” (Lucas 7:47; ver Lucas 7:36-50).

[18] Ver Santiago 4:8.

[19] Doctrinas y Convenios 84:88.