Los profetas y el sacerdocio en el Antiguo Testamento
Robert L. Millet
Robert L. Millet es profesor de escrituras antiguas y ha servido como el Decano de la Educación de Religión en la Universidad Brigham Young.
La voz profética es una voz de autoridad, de autoridad divina, Aquellos que son llamados a hablar por el Señor Jehová reciben el poder de Jehová y son ordenados a Su santo orden. Por tanto parece apropiado que pongamos atención a la naturaleza de la autoridad profética; o sea el poder del santo sacerdocio entre los profetas del antiguo Israel.
El Profeta José Smith escribió en 1842: “Creemos en la misma organización que existió en la Iglesia Primitiva, esto es, apóstoles, profetas, pastores, maestros, evangelistas, etc.” (Artículos de Fe 1: 6). Al llegar el tiempo correcto, cuando Dios el Padre Eterno en su infinita sabiduría decidió volver a establecer Su reino en la tierra, comenzó a restaurar los sacerdocios básicos, los quórumes, y los consejos que había puesto Jesús en el meridiano de los tiempos. La “obra maravillosa y un prodigio” previstos por Isaías (Isaías 29: 14) también incluiría la restauración de la Iglesia de Jesucristo que existió en los siglos previos al ministerio mortal de Jesús (véase DyC 107: 4). Esa restauración consistiría de las verdades, los poderes, los sacerdocios, los convenios y las ordenanzas del Antiguo Testamento de forma que “una unión entera, completa y perfecta, así como un encadenamiento de dispensaciones, llaves, poderes y glorias se realicen y sean revelados desde los días de Adán hasta el tiempo presente. Y no sólo esto, sino que las cosas que jamás se han revelado desde la fundación del mundo, antes fueron escondidas de los sabios y entendidos, serán reveladas a los niños pequeños y a los de pecho en esta, la dispensación del cumplimiento de los tiempos” (DyC 128: 18).
El Sacerdocio de Melquisedec, el “Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios” (DyC 107: 3), es, al igual que su Autor: infinito y eterno (veáse Alma 13: 7-9). El Profeta José Smith explicó: “El sacerdocio es un principio sempiterno, y existió con Dios desde la eternidad, y existirá por las eternidades, sin principio de días o fin de años.” [1] Hablaremos de ese santo sacerdocio; específicamente del Sacerdocio de Melquisedec, por medio del cual esta autoridad divina funcionó desde Adán hasta Malaquías. Tristemente, el Antiguo Testamento casi no dice nada con respecto a este sumo sacerdocio. Por tanto, hemos de depender en gran manera en las enseñanzas doctrinales de José Smith tal como se expresaron en sus sermones, las revelaciones, y sus traducciones. Es más, oportunamente iremos a las aclaraciones y expansiones que han dado quienes conocieron al Hermano José, así como sus sucesores apostólicos y proféticos a quienes les es dado el mandato divino de edificar sobre el cimiento doctrinal que él estableció.
Adán y el sacerdocio
Cuando se organiza en la tierra la iglesia de Dios con administradores legales, allí está el reino de Dios. El Profeta José Smith enseñó: “. . .desde los días de Adán hasta el tiempo actual, el reino de Dios se ha hallado en el mundo, siempre que ha habido un hombre justo sobre la tierra, a quien Dios haya revelado su palabra y conferido poder y autoridad para administrar en su nombre; y donde ha habido un sacerdote de Dios — un ministro que tenga el poder y la autoridad de Dios para administrar las ordenanzas de Dios y oficiar en el sacerdocio de Dios— allí ha estado el reino de Dios.” [2]
Desde los días de Adán hasta la época de Moisés, los hombres y las mujeres vivieron bajo el orden patriarcal del Sacerdocio de Melquisedec. Eso es, que vivieron en un orden familiar presidido por un patriarca. Eso incluye el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio. [3] El élder Russell M. Nelson comentó: “Adán poseyó el sacerdocio, y Eva sirvió en sociedad matriarcal con el sacerdocio patriarcal.” [4] El presidente Ezra Taft Benson explicó que “Adán y sus descendientes entrarían en el orden del sacerdocio de Dios. Hoy en día diríamos que irían a la Casa del Señor a recibir sus bendiciones. El orden del sacerdocio de que se habla en las escrituras se menciona a veces como el orden patriarcal debido a que se ha transmitido de padres a hijos. Pero en la revelación moderna, este orden se describe de otro modo, el cual es: el orden del gobierno de la familia según el cual un hombre y una mujer hacen un convenio con Dios —de la misma forma que Adán y Eva— de ser sellados por la eternidad, de tener posteridad, y de hacer la voluntad de Dios y la obra de Dios a lo largo de su vida terrenal.” [5]
Aunque no estamos seguros de la organización exacta de la Iglesia durante las así llamadas épocas pre-cristianas, los líderes del sacerdocio entre los antiguos buscaron cumplir con la voluntad de Dios en todas las cosas. Hombres tales como Adán, Set, Enós, Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec y Noé, fueron sumos sacerdotes; ellos gobernaron la Iglesia y reino en rectitud y en virtud de sus posiciones civiles (el linaje real) y eclesiásticas (por el sacerdocio). Otros hombres dignos también poseyeron el sumo sacerdocio, pero estos patriarcas fueron los oficiales presidentes y tuvieron las llaves o el derecho a presidir. [6] El élder Bruce R. McConkie enseñó:
“Nuestro padre Adán, el primer hombre, es el sumo sacerdote presidente sobre la tierra durante todas las edades” El gobierno que Dios le dio fue patriarcal, y. . . la parte digna de la humanidad fue bendecida y gobernada por una teocracia patriarcal. Este sistema teocrático, hecho conforme al orden y sistema que prevalece en el cielo, fue el gobierno de Dios. Él mismo, aunque moraba en el cielo, era el Legislador, el Juez, y el Rey. Él dio instrucciones para todas las cosas, tanto civiles como eclesiásticas; no había separación entre la iglesia y el estado como ahora la conocemos. Todos los asuntos gubernamentales fueron dirigidos, controlados, y regidos desde lo alto. En la tierra, los administradores legales del Señor, sirvieron en virtud de sus llamamientos y ordenaciones en el Santo Sacerdocio y según eran dirigidos por el poder del Espíritu Santo. [7]
Adán fue el primer cristiano de la tierra. Fue bautizado, confirmado, nació del Espíritu, fue vivificado en el hombre interior, ordenado, y recibido en el santo orden de Dios (véase Moisés 6: 64-68). “El sacerdocio fue dado primeramente a Adán; a él se le dio la Primera Presidencia, y tuvo las llaves de generación en generación” [8] En el libro de Moisés, la traducción inspirada hecha por José Smith de los primeros capítulos de Génesis, el Profeta registró la revelación del evangelio a Adán. Ahí leemos sobre el bautismo y el renacimiento espiritual de Adán. “Y oyó una voz del cielo que decía: Eres bautizado con fuego y con el Espíritu Santo. Este es el testimonio del Padre y del Hijo, desde ahora y para siempre;” y ahora fíjense en el lenguaje de la escritura: “y eres según el orden de aquel que fue sin principio de días ni fin de años, de eternidad en eternidad. He aquí, eres uno en mí, un hijo de Dios; y así todos pueden llegar ser mis hijos. Amén.” (Moisés 6: 66-68).
Adán nació de nuevo y, por medio de la adopción, llegó a ser hijo de Cristo. El Presidente Joseph Fielding Smith escribió: “A Adán se le reveló el plan de salvación después de que fue expulsado del Jardín de Edén, y sobre él se confirió la plenitud del sacerdocio” [9] Verdaderamente, según escribió el Presidente John Taylor: “Adán fue el padre natural de su posteridad, quienes formaron su familia y sobre quienes presidió como patriarca, profeta, sacerdote y rey.” [10]
El relato de los sacrificios de Caín y Abel que se encuentra en Génesis 4 se hace vívido y se le agrega un contexto doctrinal por la traducción inspirada del Profeta. Aprendemos que Dios le había mandado a Adán y Eva y a su posteridad que “ofreciesen las primicias de sus rebaños” como una ofrenda y “una semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre” (Moisés 5: 5-7). Y Caín que “amó a Satanás más que a Dios” (Moisés 5: 18) se apartó de las enseñanzas de sus padres y se alió con el padre de las mentiras. Por mandato de Satanás y en lo que parece ser un desafío al mandamiento de ofrecer un sacrificio de sangre, [11] Caín “trajo al Señor una ofrenda del fruto de la tierra.” Por otra parte, Abel “Escuchó la voz del Señor” y “trajo de las primicias de su rebaño.” El Señor “miró con agrado a Abel y su ofrenda; más no miró con agrado a Caín y su ofrenda.” Entonces Caín entró en una alianza impura con Satanás y conjuró y causó la muerte de Abel, e instigó las combinaciones secretas sobre la tierra (véase Moisés 5: 18-51).
El Profeta José Smith explicó que por medio de la fe en la Expiación de Cristo y en el plan de redención:
Abel ofreció a Dios un sacrificio aceptable de las primicias del rebaño. Caín ofreció del fruto de la tierra, y no fue aceptado porque no pudo hacerlo con fe; no pudo haber tenido fe, o mejor dicho, no podía ejercer una fe que se opusiera al plan celestial. La expiación a favor del hombre debe ser el derramamiento de la sangre del Unigénito, porque así lo disponía el plan de redención; y sin el derramamiento de sangre no hay remisión; y en vista de que se instituyó el sacrificio como tipo o modelo mediante el cual el hombre habría de discernir el gran Sacrificio que Dios había preparado, era imposible ejercer la fe en un sacrificio contrario, porque la redención no se logró de esa manera, ni se instituyó el poder de la expiación según ese orden. Por consiguiente, Caín no pudo haber tenido fe, y lo que no se hace por la fe es pecado.
El Profeta siguió diciendo que sin importar las distintas opiniones que los entendidos puedan tener con “respecto de la conducta de Abel y el conocimiento que éste tuvo sobre la expiación, para nosotros es evidente que tuvo más conocimiento del plan de lo que dice la Biblia, . . . ¿Cómo podía Abel ofrecer un sacrificio y esperar con fe en el Hijo de Dios la remisión de sus pecados, sin entender el evangelio?” Ahora fíjense en lo que pregunta el Profeta: “Y si Abel fue instruído respecto de la venida del Hijo de Dios, ¿no recibiría también instrucciones respecto de sus ordenanzas? Todos admitimos que el evangelio tiene ordenanzas y si es así, ¿no ha tenido siempre ordenanzas, y no han sido sus ordenanzas siempre las mismas?” [12]
Casi siete años después, el Hermano José declaró que Dios “determinó que las ordenanzas fuesen las mismas para siempre jamás, y puso a Adán para vigilarlas, revelarlas desde los cielos al hombre o enviar ángeles que las revelasen”.. . . “No se puede impugnar el hecho de que recibió revelaciones, mandamientos y ordenanzas en el principio; de otra manera, ¿cómo empezaron a ofrecer sacrificios a Dios en una manera aceptable? Y si ofrecieron sacrificios, deben haber sido autorizados para ello por ordenación.”
Entonces el Profeta cita al apóstol Pablo: “‘Por la fe Abel ofreció a Dios mayor sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio a sus presentes; y difunto, aún habla por ella’ (véase Hebreos 11: 4). ¿Cómo es que aún habla por ella? Porque magnificó el sacerdocio que le fue conferido, y murió hombre justo. Por consiguiente, ha llegado a ser un ángel de Dios, porque ha recibido su cuerpo de los muertos, y aún tiene las llaves de su dispensación; y fue enviado de los cielos para administrar palabras de consuelo a Pablo y darle el conocimiento de los misterios de la divinidad.”
Entonces, a manera de resumen acerca de estos asuntos, el Profeta hablo con respecto a Caín y Abel: “El poder, gloria y bendición de este sacerdocio no podían permanecer con los que fueron ordenados, sino conforme con su justicia; pues aun cuando Caín también estaba autorizado para ofrecer sacrificio, fué maldecido por no ofrecerlo en justicia. Significa, pues, que se deben observar las ordenanzas precisamente como Dios lo ha señalado, porque de lo contrario, su sacerdocio les será por maldición en lugar de bendición.” [13]
Es muy poco lo que sabemos acerca de las llaves de la dispensación de Abel, de las cuales se habla arriba, excepto por el hecho de que una revelación moderna indica que una línea del sacerdocio descendió “de Noé hasta Enoc, por medio del linaje de sus padres; y de Enoc a Abel, que fue muerto por la conspiración de su hermano, y quien, por mandato de Dios, recibió el sacerdocio de manos de su padre Adán, el primer hombre” (DyC 84: 15-16; énfasis agregado). Con el asesinato de Abel y la deserción de Caín hacia la perdición, Dios les dio otro hijo a Adán y Eva por medio de quien continuarían las bendiciones del sacerdocio evangélico o el orden patriarcal. “Set, a quien Adán ordenó a la edad de sesenta y nueve años; y tres años antes de la muerte de Adán, éste lo bendijo, y recibió la promesa de Dios, por conducto de su padre, de que su posteridad sería la elegida del Señor, y que sería preservada hasta el fin de la tierra; porque Set fue un hombre perfecto, y su semejanza era la imagen expresa de su padre, al grado de que se parecía a su padre en todas las cosas, y solamente por su edad se podía distinguir entre uno y otro” (DyC 107: 42-43; compárese con Moisés 6: 10-11).
Enoc y su ciudad
Enoc, el hijo de Jared, fue el séptimo desde Adán. “Jared instruyó a Enoc en todas las vías de Dios” (Moisés 6: 21). “Enoc tenía veinticinco años de edad cuando fue ordenado por mano de Adán; y tenía sesenta y cinco años, y Adán lo bendijo” (DyC 107: 48). Fue llamado por Dios como profeta y vidente para declarar el arrepentimiento a una generación inicua. A causa de que Enoc fue obediente y sumiso, Jehová transformó a un joven tímido e indeciso en un poderoso predicador de la rectitud. El Señor puso Su Espíritu sobre Enoc, justificó todas sus palabras y caminó con él (véase Moisés 6: 26-34). “Y tan grande fue la fe de Enoc que dirigió al pueblo de Dios, y sus enemigos salieron a la batalla en contra de ellos; y él habló la palabra del Señor, y tembló la tierra, y huyeron las montañas, de acuerdo con su mandato; y los ríos de agua se desviaron de su cauce, y se oyó el rugido de los leones en el desierto; y todas las naciones temieron en gran manera por ser tan poderosa la palabra de Enoc, y tan grande fue el poder de la palabra que Dios le había dado” Moisés 7: 13 ). Es decir, Enoc fue fiel al convenio del Sacerdocio de Melquisedec, lo cual permitió que Dios le hiciera un juramento, un juramento que le concedió a Enoc poderes semejantes a los de Dios (véase la Traducción de José Smith [TJS] de Génesis 14: 27-31; compárese con Helamán 10: 4-10; y DyC 84: 34-44). [14]
A causa de su propia rectitud y al poder de su testimonio, Enoc estableció una sociedad de los puros de corazón. Él edificó Sión un pueblo que “eran uno en corazón y voluntad, y vivían en rectitud; y no había pobres entre ellos” (Moisés 7: 18; compárese con DyC 97: 21). Sión representa el pináculo de la interacción humana, la comunidad ideal, o, según lo enseñó el Presidente Spencer W. Kimball “ el orden mas elevado de la sociedad del sacerdocio.” [15] Mediante la predicación de la rectitud e incorporando las doctrinas del evangelio a todo lo que hacían, que incluía la aplicación del amor puro de Cristo en sus relaciones sociales y por lo tanto consagrándose por completo, Enoc y su pueblo fundaron un estado santo y eventualmente fueron trasladados o llevados al cielo sin gustar de la muerte. Enoc y su gente, “Anduvieron con Dios, y él moró en medio de Sión; y aconteció que Sión no fue más, porque Dios la llevó a su propio seno, y desde entonces se extendió el dicho: SIÓN HA HUIDO” (Moisés 7: 69). “Y los hombres que tenían esta fe, habiendo llegado hasta este orden de Dios, fueron trasladados y llevados al cielo” (TJS Génesis 14: 32). “Y Enoc vio al Señor y anduvo con él, y estuvo delante de su faz continuamente; y caminó Enoc con Dios trescientos sesenta y cinco años, de manera que tenía cuatrocientos treinta años de edad cuando fue trasladado” (DyC 107: 49). La sociedad de Enoc se convirtió en el modelo, el prototipo, para todos los hombres y mujeres fieles que vivieron después. Por tanto, el apóstol Pablo pudo escribir de Abraham, como uno de muchos, “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11: 10).
El Profeta José Smith explicó que la doctrina de la traslación es un poder que corresponde al Sacerdocio de Melquisedec, una dimensión del santo orden de Dios. [16] El Presidente John Taylor añadió que “los residentes de la ciudad de Enoc están bajo la dirección de Jesús, quien es el Creador de los mundos; y que él, por poseer las llaves del gobierno de otros mundos, podría, si lo considera apropiado y como parte de sus administraciones para ellos, seleccionar a los seres trasladados de la Sión de Enoc, para que efectúen una misión a esos planetas, y siendo que la muerte no ha pasado por ellos, podrían estar preparados por él y usarlos por medio del santo sacerdocio para actuar como embajadores, maestros, o mensajeros en esos mundos sobre los cuales Cristo tiene la autoridad” [17]
Noé y el sacerdocio
Noé, el décimo a partir de Adán, fue ordenado a la edad de diez años (véase DyC 107: 52). El Presidente John Taylor explicó: “Dios hizo arreglos de antemano, y le dijo a Matusalén que cuando la gente fuera destruída, un remanente de su simiente ocuparía la tierra y que serían los principales sobre ella. Y Matusalén estaba tan ansioso de que esto sucediera que ordenó en el sacerdocio a Noé cuando éste tenía diez años de edad. Entonces Noé fue en su época el representante de Dios.” [18]
Por lo tanto, Noé fue más, mucho más, que el profeta que pronosticaba el clima; él fue un administrador legal, uno que fue autorizado por Dios para llamar al arrepentimiento a una inicua generación. “Y el Señor ordenó a Noé según su propio orden, y le mandó que saliese a declarar su evangelio a los hijos de los hombres, tal como fue dado a Enoc. Y aconteció que Noé exhortó a los hijos de los hombres a que se arrepintieran; pero no hicieron caso de sus palabras.” Es más, su llamado al arrepentimiento no consistió solamente en advertirles del desastre que se avecinaba; sino que fue un llamado para que viniesen a Cristo y fueran salvos. Noé les dijo “creed y arrepentíos de vuestros pecados y bautizaos en el nombre de Jesucristo, el Hijo de Dios, tal como nuestros padres, y recibiréis el Espíritu Santo, a fin de que se os manifiesten todas las cosas” (Moisés 8: 19-20, 24; énfasis agregado). Al hablar acerca del orden del Sacerdocio de Melquisedec en los días de Noé, el Presidente John Taylor declaro que “todos los hombres manejaban sus propios asuntos familiares. Y los prominentes entre ellos fueron reyes y sacerdotes para Dios.” [19]
El Profeta José Smith explicó la posición de Noé (el ángel Gabriel) en la jerarquía del sacerdocio: “Entonces a Noé . . . este sigue a Adán en la autoridad del sacerdocio. Dios confirió este oficio sobre Adán, que fue el padre de todo ser viviente en sus días, y a él le fue dado el dominio.” [20] El Profeta también explicó que “las llaves de este sacerdocio consistieron en lograr la voz de Jehová, de modo que habló con él (Noé) en una manera familiar y amistosa, y le comunicó las llaves, los convenios, el poder y la gloria con que había bendecido a Adán en el principio.” [21]
Melquisedec y Abraham
Abraham, conocido por nosotros como el “padre de los fieles,” buscó las “bendiciones de los padres” y el derecho de poder administrarlas (véase Abraham 1: 1-3) Él “no fue solamente un príncipe en la tierra sino que también fue príncipe en los cielos, y por derecho vino a la tierra en su tiempo para cumplir con las cosas que le fueron asignadas. Y, al revisar su genealogía, se dio cuenta que tenía derecho al sacerdocio, y cuando lo determinó, le oró al Señor pidiéndole ser ordenado.” [22] Su padre Taré era un idólatra, por lo que las bendiciones de Abraham no podrían llegar por el sistema de padre a hijo. Así que fue a Melquisedec, el gran sumo sacerdote de la época, en busca de consejo, instrucciones y la autoridad. Alma, en sus enseñanzas acerca de los ancianos que habían entrado en el reposo de Dios, escogió a Melquisedec para ilustrar su doctrina y les dijo: “Y ahora bien, hermanos míos, quisiera que os humillaseis ante Dios y dieseis frutos dignos de arrepentimiento, para que también podáis entrar en ese reposo. Si, humillaos así como el pueblo en los días de Melquisedec, quien tanbién fue un sumo sacerdote según este mismo orden de que he hablado, que también tomó sobre sí el sumo sacerdocio para siempre” (Alma 13: 13-14). Dios le hizo a Melquisedec el mismo juramento que le había hecho a Enoc y le concedió los mismos poderes semejantes a los de Dios. Melquisedec alcanzó la paz en Salem, “Y su pueblo hizo justicia, y alcanzó el cielo y buscó la ciudad de Enoc, la cual Dios previamente había llevado” (véase la TJS de Génesis 14: 25-36).
Los Santos de Dios que vivieron en esa época, “la iglesia en los días antiguos” dieron a ese sacerdocio el nombre de Melquisedec. (Véase DyC 107: 2-4). Una revelación moderna nos informa que “Esaías también vivió en los días de Abraham, y por él fue bendecido. Y Abraham recibió el sacerdocio de manos de Melquisedec, que a su vez los recibió por medio del linaje de sus padres, hasta Noé.” (DyC 84: 13-14). Además, parece que Abraham recibió de parte de Melquisedec derechos y privilegios adicionales. El padre de los fieles buscó el poder de administrar vidas eternas, la plenitud de los poderes del sacerdocio. De acuerdo con el élder Franklin D. Richards, el Profeta José Smith explicó que el poder de Melquisedec no “era solamente el poder de un profeta, ni de un apóstol, ni de un patriarca, sino el de un rey y sacerdote de Dios, para abrir las ventanas del cielo y derramar al hombre la paz y la ley de vida infinita. Y ningún hombre puede llegar a ser coheredero con Cristo a menos que haya sido ordenado por alguien que tuviera el mismo poder y autoridad que Melquisedec.” [23]
James Burgess registró un sermón de José Smith, una especie de comentario doctrinal de Hebreos 7, en el cual habló de tres ordenes del sacerdocio: el de Aarón, el patriarcal (el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio, el que poseía Abraham), y la plenitud del sacerdocio (la realización de las bendiciones prometidas en el convenio eterno del matrimonio). Se reporta que el Profeta dijo:
Pablo está tratando aquí de tres sacerdocios distintos, a saber, el sacerdocio de Aarón, el de Abraham y el de Melquisedec. El sacerdocio de Abraham tenía mayor poder que el de Leví (Aarón), y el de Melquisedec tenía mayor poder que el de Abraham. . . . Y pregunto, ¿Había algún poder sellador que acompañara a este sacerdocio [levítico] que pudiera admitir a un hombre en la presencia de Dios? No, pero el de Abraham era un poder o sacerdocio más exaltado; él pudo hablar y caminar con Dios. Pero aún así, consideren lo grandioso que fue este hombre [Melquisedec] cuando el patriarca Abraham le pagó una décima parte de todos sus botines de guerra y recibió una bendición de manos de Melquisedec, aún la ley final o la plenitud de la ley o sacerdocio, lo que lo constituyó en un rey y sacerdote según el orden de Melquisedec o una vida infinita. [24]
En resumen, José el Profeta explicó: “Abraham le dice a Melquisedec: Creo todo lo que tú me has enseñado concerniente al sacerdocio y la venida del Hijo del Hombre; por consiguiente, Melquisedec confiró el sacerdocio a Abraham y lo despidió. Abraham se regocijó y dijo: Ahora tengo un sacerdocio.” [25] Las llaves del sacerdocio entonces continuaron por medio de Isaac, Jacob, José, Efraín y en adelante a través de los siglos, hasta el tiempo de Moisés. No está claro hasta que punto el Sacerdocio de Melquisedec y sus poderes se utilizaron entre el pueblo de Israel durante su servidumbre en Egipto.
De Moisés a Cristo
Por medio de la revelación moderna aprendemos que Moisés fue ordenado al sumo sacerdocio por su suegro Jetro el madianita. Esa línea del sacerdocio se traza hacia el pasado a partir de Jetro y por medio de los administradores legales desconocidos para nosotros como Caleb, Eliú, Jeremías, Gad y Esaías. La revelación entonces nos habla que la autoridad divina vino por medio de Abraham, Melquisedec, Noé, Enoc, Abel y Adán (véase DyC 84: 6-16). Que el sacerdocio le haya sido dado a Jetro por intermedio de Madián implica — otra vez, como fue el caso del sacerdocio descendiendo por medio de Abel, además de Set (véase DyC 84: 6-16; 107: 40)— que hubo más de una línea de autoridad. Puede ser que el sacerdocio se haya transmitido por varias lineas pero que las llaves o el derecho a la presidencia hayan permanecido con los patriarcas ordenados, y fueran transmitidas más adelante por ellos.
Al hablar de los hijos de Israel, el Profeta declaró: “Su gobierno era teocrático; tenían a Dios por legislador, y Él escogía a aquellos que habían de administrar la ley. Él era su Dios y ellos eran su pueblo. Moisés recibía la palabra del Señor de Dios mismo; érale por boca a Dios para con Aarón, y éste instruía al pueblo en sus asuntos civiles así como eclesiásticos: ambos eran uno, no había distinción.” [26] Moisés procuró diligentemente traer a los hijos de Israel a un punto de madurez espiritual en el cual pudieran disfrutar de las bendiciones mas altas del sacerdocio — el privilegio de entrar en el reposo del Señor— y estar en la presencia divina. El deseo de Jehová era que los israelitas “me seréis un reino de sacerdotes y un pueblo santo” (Exodo 19: 6). “Mas endurecieron sus corazones y no pudieron aguantar su presencia; por tanto, el Señor en su ira, porque su ira se había encendido en contra de ellos, juró que mientras estuviesen en el desierto no entrarían en su reposo, el cual es la plenitud de su gloria. Por consiguiente, tomó a Moisés de entre ellos, y el Santo Sacerdocio también; y continuó el sacerdocio menor” (DyC 84: 19, 24-26; compárese con DyC 107: 18-19). Eso es, que el pueblo de Israel no haya querido entrar en la presencia de Dios (véase Exodo 20: 19) mostró su falta de preparación como nación para ver a Dios y la necesidad de poseer el santo sacerdocio y de disfrutar de sus grandes privilegios. Y como lo señaló Abinadí muchos de los hijos de Israel no entendieron el lugar de la ley de Moisés como un medio hacia un fin mayor. Abinadí preguntó: “¿entendieron la ley? Os digo que no; no todos entendieron la ley; y esto a causa de la dureza de sus corazones; pues no entendían que ningún hombre podía ser salvo sino por medio de la redención de Dios” (Mosíah 13: 32).
Y Jehová dijo a Moisés: Labra otras dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre ellas también las palabras de la ley, según se escribieron primero en las tablas que quebraste; pero no será de acuerdo con las primeras, por cuanto quitaré el sacerdocio de entre ellos; por tanto, mi santo orden y sus ordenanzas no irán delante de ellos, porque mi presencia no irá en medio de ellos, no sea que los destruya.
Les daré la ley, como la primera, pero será según la ley de un mandamiento carnal; porque he jurado en mi ira que no entrarán en mi presencia, en mi reposo, en los días de su peregrinación. (TJS de Exodo 34: 1-2; énfasis agregado).
Cuando Moisés fue trasladado, las llaves del Sacerdocio de Melquisedec fueron quitadas de los israelitas como pueblo y cesó el orden patriarcal del sacerdocio. Es cierto que todavía hubo hombres como Aarón, sus hijos, y los setenta élderes de Isarael que poseían el Sacerdocio de Melquisedec. Pero el Sacerdocio de Melquisedec ya no pasó de padre a hijo. De allí en adelante, el sacerdocio que administraba entre el pueblo, por lo general fue el Sacerdocio de Aarón. La ordenación de algúnos hombres al Sacerdocio de Melquisedec y el conferir sus llaves se hizo por una dispensación especial. [27]
Sobre eso, el Presidente Joseph Fielding Smith señaló:
Por consiguiente, en Israel el pueblo común, el pueblo en general, no ejerció las funciones del sacerdocio en su plenitud, sino que se vio limitado, en cuanto a sus labores y ministerios, principalmente al Sacerdocio Aarónico. La destitución del sacerdocio mayor se efectuó a los del pueblo como grupo, pero el Señor dejó aún entre ellos a algunos que poseían el Sacerdocio de Melquisedec, con el poder para oficiar en todas las ordenanzas al pueblo. Por tanto, Samuel, Isaías, Jeremías, Daniel, Ezequiel, Elías y otros de los profetas poseyeron el Sacerdocio de Melquisedec, y sus profecíasy sus instrucciones al pueblo eran dirigidas por el Espíritu del Señor y eran válidas en virtud de ese sacerdocio que no se manifestó en forma general en el pueblo de Israel durante todos estos años.
El Presidente Smith añade este otro detalle: “Podemos suponer, con sobrada razón, que nunca hubo ocasión en que no haya habido por lo menos un hombre en Israel que poseyera este sacerdocio mayor (recibido por dispensación especial) y estuviera autorizado para oficiar las ordenanzas.” [28] O, como escribió en otra ocasión:
El Señor, por necesidad, ha mantenido siervos autorizados en la tierra que poseían el sacerdocio desde los días de Adán hasta la actualidad; de hecho, desde el principio nunca ha habido un momento en que no hubiera hombres en la tierra que poseyeran el Santo Sacerdocio. Aún en los días de la apostasía. . . . nuestro Padre Celestial ha tenido el control y tuvo siervos debidamente autorizados en la tierra para dirigir su obra y para detener, al menos hasta cierto punto, los estragos y la corrupción de los poderes inicuos. A estos siervos no se les permitió organizar la Iglesia ni oficiar en las ordenanzas del evangelio, pero detuvieron los avances del mal, hasta el punto que el Señor lo consideró necesario. [29]
A José Smith se le preguntó: “¿Fue quitado el Sacerdocio de Melquisedec cuando murió Moisés?” El Profeta declaró — y este principio ha guiado nuestro entendimiento de quien poseyó el Sumo Sacerdocio desde la traslación de Moisés hasta los días de Cristo— que “todo sacerdocio es según el orden de Melquisedec, pero tiene diferentes partes o grados. La parte que le permitió a Moisés hablar con Dios cara a cara fue quitada; mas permaneció la parte que comprendía el ministerio de ángeles.” Ahora fíjense en esta importante aclaración: “Todos los profetas tuvieron el Sacerdocio de Melquisedec, y Dios mismo los ordenó,” [30] lo que quiere decir que Dios mismo realizó la ordenación o que envió a un mensajero divino para hacerla. En una reunión de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce el 22 de abril de 1849, John Taylor le preguntó al Presidente Brigham Young: “Si Elías el Profeta, David, Salomón y los Profetas tuvieron el Sumo Sacerdocio, ¿cómo es que pasó puesto que el Señor lo quitó junto con Moisés?” Después de mucha discusión, el Presidente Young “dijo que no lo sabía pero que le gustaría saberlo.” El élder Tayor, que no había estado con el Profeta José cuando se dió la respuesta por primera vez en 1841 (estaba en Inglaterra), “pensó que quizás el Señor mismo lo confirió sobre algunos que consideró dignos, pero que no tenían el permiso para conferirlo a otros.” [31]
Y así es como obramos con la perspectiva de que todos los profetas del Antiguo Testamento tuvieron el Sacerdocio de Melquisedec. No podemos decir exactamente en que forma Isaías y Miqueas, que fueron contemporáneos, se relacionaron el uno con el otro, o quien supervisó a quien. No sabemos quien estuvo a cargo cuando Jeremías, Ezequiel, Habacuc, Abdías o Lehi ministraron en el oficio profetico. Me resulta inconcebible que cada uno haya cumplido sus labores proféticas independientes el uno del otro. El Dios que los llamó y les dio el poder es un Dios de orden y no de confusión (véase DyC 132: 8), y suponemos que sus labores fueron coordinadas y dirigidas por alguien que tenía las llaves apropiadas del reino; el derecho de presidencia, el poder director (véase DyC 107: 8). Desafortunadamente, estos principios no se encuentran en ninguna parte en el registro del Antiguo Testamento.
Es en la revelación moderna donde aprendemos que las ordenanzas de la casa del Señor han sido entregadas desde el principio. El libro de Abraham habla de “las grandes palabras claves del Santo Sacerdocio cual fueron reveladas a Adán en el Jardín de Edén, como también a Set, a Noé, Melquisedec, Abraham y a todos aquellos a quienes se revelaba el sacerdocio” (Fascsímile Num. 2, Explicación de la figura 3). La revelación moderna nos dice, además, que las sagradas ordenanzas tales como los lavamientos y unciones se efectuaron en los templos antiguos, los cuales, dijo el Señor “a mi pueblo siempre se le manda construir a mi santo nombre” (DyC 124: 39) y que “Natán, mi siervo, y otros profetas” tuvieron las llaves del poder de sellar que se asocia con el matrimonio eterno y la unión eterna de las familias (DyC 132: 39). Seguramente cuando Dios decidió poner al alcance de ciertos individuos las ordenanzas del sacerdocio — incluso la investidura y las bendiciones del sellamiento — pudo haberlo hecho en el desierto o en las cumbres de las montañas.
Los pasajes de las escrituras citados también parecen suponer que los tabernáculos y templos antiguos efectuaban algo mas que los ritos de los sacrificios del Sacerdocio de Aarón. No está muy clara la relación exacta entre el profeta (que poseía el Sacerdocio de Melquisedec) y los descendientes literales de Aarón (que poseían las llaves de las ordenanzas Levíticas). Sin embargo, el élder Bruce R. McConkie ha hecho la siguiente aclaración: “No permitan que les confunda el hecho de que las funciones de la ley mosaica eran realizadas por el Sacerdocio de Aarón. . . . Donde está el Sacerdocio de Melquisedec, allí está la plenitud del evangelio; y todos los profetas poseyeron el Sacerdocio de Melquisedec.” Y continúa diciendo: “El Sacerdocio de Melquisedec siempre dirigió el curso del Sacerdocio de Aarón. Todos los profetas ocuparon una posición en la jerarquía de la época.” [32] En pocas palabras, “en todas las edades del mundo, cada vez que el Señor ha dado una dispensación del sacerdocio a un hombre o grupo de hombres, por revelación efectiva, siempre se ha dado este poder” (DyC 128: 9).
La colonia de Lehi, una rama del Israel antiguo que fue traida a las Américas por Dios, trajo el sacerdocio al Nuevo Mundo. Lehi era un profeta, y, como hemos visto, debió haber poseído el Sacerdocio de Melquisedec. Los nefitas gozaron de las bendiciones de la plenitud del evangelio eterno, un evangelio que es administrado por el sacerdocio mayor. No había levitas entre los nefitas, y así asumiríamos que ofrecieron los sacrificios y efectuaron las ordenanzas y los deberes del ministerio como sacerdotes y maestros en virtud del Sacerdocio de Melquisedec. [33] El Presidente John Taylor explicó que el sacerdocio mayor lo tuvo “Moroni uno de los profetas de Dios en este continente. A Nefi, otro de los siervos de Dios en este continente, se le reveló el evangelio con sus llaves y poderes.” [34]
Elias el profeta y las llaves del sacerdocio
Hay una declaración hecha por José Smith que aparentemente contradice, al menos hasta cierto punto, lo que hasta aquí hemos dicho con respecto a las llaves del sacerdocio en el antiguo Israel. El Profeta José Smith dijo: “Elías fue el último profeta que tuvo las llaves del sacerdocio, y antes de la última dispensación será él quien restituirá la autoridad y entregará las llaves del sacerdocio, a fin de que se hagan todas las ordenanzas en justicia.” [35] Elías vivió aproximadamente 850 años a.C. Si esa declaración se toma por las apariencias, entonces ningún profeta posterior a Elías, al menos en el Antiguo Testamento o en el Libro de Mormón, habría poseído las llaves del santo sacerdocio. Eso incluiría a hombres tales como Eliseo, Joel, Oseas, Jonás, Amós, Isaías, Miqueas, Nahum, Jeremías, Sofonías, Abdías, Daniel, Habacuc, y Ezequiel, así como Lehi y la rama de Israel en América. ¿Hemos de entender que ninguno de estos hombres tuvo las llaves? ¿No existió el derecho a la presidencia, ni el poder director con respecto a los convenios y las ordenanzas del evangelio?
Esa declaración perturbadora viene de un discurso sobre el sacerdocio dado en una conferencia de la Iglesia efectuada en Nauvoo en octubre de 1840. El Profeta José Smith empezó definiendo el sacerdocio y continuó diciendo que el Sacerdocio de Melquisedec “es la cabeza principal y tiene la autoridad más alta que pertenece al sacerdocio, así como las llaves del reino de Dios en todas las épocas del mundo hasta la última posteridad que habrá sobre la tierra; y es el medio por el cual todo conocimiento, doctrina, plan de salvación, y cualquier otro asunto importante es revelado de los cielos.” Él continuo hablando y dijo que “todos los demás sacerdocios son únicamente partes, ramificaciones, poderes y bendiciones que le pertenecen y que por él son poseídos, gobernados y dirigidos. Es la vía mediante la cual el Todopoderoso comenzó a revelar su gloria al principio de la creación de esta tierra; por ese medio ha seguido revelándose a los hijos de los hombres hasta el tiempo actual, y es el instrumento por el que dará a conocer sus propósitos hasta el fin del tiempo.” [36]
El Profeta entonces habló del papel de Miguel o Adán quien que fue puesto para vigilar las revelaciones y las ordenanzas de Dios a su pueblo, recalcando, como José lo hizo con frecuencia, que las ordenanzas del evangelio fuesen las mismas para siempre. [37] Siguió el discurso describiendo la forma en que los poderes y ritos del sacerdocio descendieron a Abel, Caín, Enoc, Lamec y Noé. El Profeta dio información importante con respecto a Enoc y la doctrina de la traslación cuando enseñó: “La doctrina de la traslación es un poder que corresponde a este sacerdocio. Hay muchas cosas que pertenecen a los poderes del sacerdocio y sus llaves, las cuales han permanecido ocultas desde antes de la fundación del mundo; y se han retenido de los sabios y los prudentes para ser reveladas en los postreros tiempos.” [38]
José Smith entonces empezó a hablar ampliamente de la restauración de los sacrificios expiatorios como parte de la restitución de todas las cosas, porque “todas las ordenanzas y deberes que ha requerido el sacerdocio. . . en cualquiera de las dispensaciones; por consiguiente, de nuevo se tendrán todas las cosas que han existido bajo la autoridad del sacerdocio en cualquier época anterior, con lo que se efectuará la restauración de que han hablado todos los santos profetas. . . El ofrecer sacrificios siempre se ha relacionado con el sacerdocio, y constituye parte de sus deberes. Los holocaustos principiaron con el sacerdocio y seguirán hasta después de la venida de Cristo, de generación en generación. Frecuente se nos hace mención de que los siervos del Altísimo ofrecías sacrificios en los días antiguos, antes de la ley de Moisés, y estos continuarán cuando se restaure el sacerdocio con toda su autoridad, poder y bendiciones.” Entonces el Profeta declaró: “Elías fue el último profeta que tuvo las llaves del sacerdocio, y antes de la última dispensación será él quien restituirá la autoridad y entregará las llaves del sacerdocio, a fin de que se hagan todas las ordenanzas en justicia.” Y el Profeta continuó: “Es verdad que el Salvador tuvo la autoridad y el poder para conferir esta bendición; pero había en los hijos de Leví mucho prejuicio. ‘Yo os envío a Elías el profeta, antes que venga el día de Jehová grande y terrible,’ etc. ¿Por qué enviar a Elías? Porque él tiene las llaves de la autoridad para administrar todas las ordenanzas del sacerdocio.” Y una vez más agregó que “estos sacrificios, así como toda ordenanza que pertenece al sacerdocio, serán restablecidos completamente y se administrarán con todos sus poderes, ramificaciones y bendiciones, cuando sea edificado el templo del Señor y queden purificados los hijos de Leví. Esto siempre ha existido y existirá cuando los poderes del Sacerdocio de Melquisedec se revelen suficientemente. De lo contrario, ¿cómo se puede efectuar la restitución de todas las cosas de que hablaron los santos profetas?” [39]
Recuerden que este sermón fue dado en octubre de 1840, mas de cuatro años después de que Elías el Profeta había venido al Templo de Kirtland (véase DyC 110). Pero José Smith dijo que Elías “antes de la última dispensación” — posiblemente queriendo decir, antes de que se termine la dispensación — “será él quien restituirá la autoridad y entregará las llaves del sacerdocio, a fin de que se hagan todas las ordenanzas en justicia.” Es posible que el Profeta se estaba refiriendo a un hecho pasado como si todavía fuera a venir. Por otro lado, el contexto del sermón puede sugerir que una parte del papel de Elías como restaurador de la “plenitud del sacerdocio” [40] consiste en restaurar las llaves asociadas con todas las ordenanzas, incluyendo la del sacrificio de animales, un evento que fue profetizado por Malaquías (Malaquías 4: 5-6), citado por Jesús a los nefitas (3 Nefi 25: 5-6), recitado de forma un poco diferente por Moroni (DyC 2), y descrito en la revelación moderna (DyC 84: 31-32). Uno no puede mas que preguntarse si acaso Eías no entregará esas llaves particulares en el Concilio en Adán-ondi-Ahman, esa gran reunión de líderes del sacerdocio— aquellos que han tenido las llaves de la autoridad en todas las edades— justo antes de la venida del Señor en gloria. [41]
Estoy agradecido con mi amigo y colega Robert J. Matthews por sugerir los siguientes principios, cada uno de los cuales añade algo a nuestro entendimiento de este asunto de las llaves del sacerdocio:
1. Es evidente que una persona que posee las llaves puede “darlas” a otros sin que él mismo las pierda
2. Hay una diferencia entre poseer las llaves suficientemente para funcionar y ser la persona designada para conferir dichas llaves a otros. Moisés y Elías el Profeta dieron las llaves a Pedro, Santiago y Juan en el Monte de la Transfiguración, [42] pero aún así fueron Moisés y Elías el Profeta quienes se las otorgaron a José Smith y Oliverio Cowdery en 1836. No hay duda que Pedro tenía las suficientes “llaves de Elías” para dirigir la Iglesia en la dispensación del meridiano de los tiempos, pero aún así el Señor no usó a Pedro para conferir a José y Oliverio las llaves para sellar.
3. Más de una vez se ha enseñado claramente en el Libro de Mormón, que los Doce del Hemisferio Occidental estuvieron y estarán sujetos a los Doce de Jerusalén (véase 1 Nefi 12: 9; Mormón 3: 18-19). Esto sugiere, otra vez, que un pueblo puede tener suficientes llaves del sacerdocio para dirigir la Iglesia sin tener el derecho de conferir esas llaves a dispensaciones futuras.
4. Verdaderamente, en nuestra época no se nos han entregado todas las llaves y poderes del sacerdocio; hay cosas que yacen en el futuro, incluyendo las llaves de la creación, de la traslación y de la resurrección. [43]
En resumen, las llaves del reino de Dios siempre han estado en la tierra cuando el sumo sacerdocio estaba en la tierra; debe haber orden en la casa de Dios. Esas llaves fueron poseídas por los ungidos del Señor después del tiempo de Elías el Profeta. Él no fue el último hombre en poseerlas en el período del Antiguo Testamento, puesto que muchos las tuvieron después de él, pero él fue el último del Antiguo Testamento comisionado para regresar en la dispensación del cumplimiento de los tiempos para ver que se “hagan todas las ordenanzas en justicia” [44]
Conclusión
Ammón le explicó al rey Limhi “que un vidente es también revelador y profeta; y que no hay mayor don que un hombre pueda tener, a menos que posea el poder de Dios, que nadie puede tener; sin embargo, el hombre puede recibir gran poder de Dios. Mas un vidente puede saber de cosas que han pasado y también de cosas futuras; y por este medio todas las cosas serán reveladas, o mejor dicho, las cosas secretas serán manifestadas, y las ocultas saldrán a la luz; . . . Así Dios ha dispuesto un medio para que el hombre, por la fe, pueda efectuar grades milagros; por tanto, llega a ser un gran beneficio para sus semejantes” (Mosíah 8: 16-18).
Como Santos de los Últimos Días, amamos al Antiguo Testamento. Apreciamos las lecciones y el lenguaje de sus páginas sagradas. Sin embargo, sabemos que no nos ha llegado en su pristina pureza. Muchas verdades claras y preciosas y muchos convenios del Señor le han sido quitados y escondidos por personas intrigantes (véase 1 Nefi 13: 20-32). Falta el entendimiento de que la plenitud del evangelio de Jesucristo una vez estuvo entre los antiguos. No se encuentra el conocimiento de que los profetas del Antiguo Testamento fueron cristianos y que enseñaron doctrinas cristianas y administraron los convenios y las ordenanzas cristianos. Pero gracias sean dadas al cielo, ha sido levantado un vidente, aún un “vidente escogido” (2 Nefi 3: 6-7), José Smith, que empezó la obra de restaurar a la Biblia muchas de esas verdades claras y preciosas. Jehová instruyó a Moisés que escribiera las cosas que Él le hablara “y en el día en que los hijos de los hombres menosprecien mis palabras y quiten muchas de ellas del libro que tú escribas, he aquí, levantaré a otro semejante a ti, y de nuevo exisitirán entre los hijos de los hombres, entre cuantos creyeren” (Moisés 1: 40-41).
Un estudio del Antiguo Testamento a la luz del evangelio restaurado une a los Santos de los Últimos Días a los Santos de los antiguos días. Tal estudio se convierte en mucho más que una lección de historia, porque como lo declara la revelación, “Ahora bien, este mismo Sacerdocio que existió en el principio, existirá también en el fin del mundo” (Moisés 6: 7). Lo que fue verdad para los antiguos es verdad para nosotros. Lo que a ellos los inspiró y motivó puede y debe inducirnos a nosotros a una constante fidelidad y devoción a nuestros convenios. La autoridad por la que ellos fueron bautizados, confirmados, investidos, lavados, ungidos, casados y sellados para la vida eterna; esa misma autoridad ha sido entregada a José Smith por mensajeros celestiales. Que podamos creer, aceptar y regocijarnos en la casa del tesoro del entendimiento doctrinal que nos ha sido entregada por la revelación moderna es mi sincera oración.
Notas
[1] José Smith, Enseñanzas del Profeta José Smith, compiladas por José Fielding Smith (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1954) página 183.
[2] José Smith, Enseñanzas. . . página 332.
[3] Véase DyC 131: 1-4; Bruce R. McConkie, en Conference Report [Reporte de la Conferencia] de octubre de 1977, página 50; vertambién Liahona de febrero de 1978 página 43.
[4] Russell M. Nelson, The Power Within Us [El Poder Dentro de Nosotros] (Salt Lake City: Deseret Book, 1988), página 109.
[5] Ezra Taft Benson, “Lo Que Espero Enseñeis a Vuestros Hijdos Acerca del Templo” Liahona marzo/
[6] Véase el libro Way to Perfection [El Camino a la Perfección] por Joseph Fielding Smith (Salt Lake City: Deseret Book, 1970), página 73.
[7] Bruce R. McConkie, A New Witness for the Articles of Faith [Un Nuevo Testigo para los Artículos de Fe], (Salt Lake City: Deseret Book, 1985), página 35.
[8] José Smith, Enseñanzas . . . página 182.
[9] Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, en tres volúmenes compilados por Bruce R. McConkie (Salt Lake City: Bookcraft, 1954-1956), volúmen 3 página 77.
[10] John Taylor, “Patriarchal” [Patriarcal] publicado en el Times and Seasons, el 1 de junio de 1845, página 921.
[11] John Taylor, véase el Journal of Discourses [El Diario de los Discursos] en 26 volúmenes (Liverpool: Latter-day Saints’ Book Depot, 1854-1856), vol. 22: 301; y Charles W, Penrose en Journal of Discourses 25: 47-48, página 339.
[12] José Smith, Enseñanzas. . . páginas 63-64.
[13] José Smith, Enseñanzas . . . páginas 200-202.
[14] Joseph Fielding Smith, en Conference Report de abril de 1970, pág. 59; y Boyd K. Packer, The Things of the Soul [Las Cosas del Alma] (Salt Lake City: Bookcraft, 1996), página 153.
[15] Spencer W. Kimball, en Conference Report de octubre de 1977, página 125. Y Liahona de febrero de 1978, página 112.
[16] José Smith, Enseñanzas . . . páginas 203-204.
[17] John Taylor, The Gospel Kingdom [El Reino del Evangelio] compilado por G. Homer Durham, (Salt Lake City: Bookcraft, 1964), página 103; véase también José Smith. Enseñanzas . . . Páginas 203-204.
[18] John Taylor, Gospel Kingdom, páginas 103-104.
[19] John Taylor, Gospel Kingdom, página 139.
[20] José Smith, Enseñanzas . . . página 182.
[21] José Smith, Enseñanzas . . . página 204.
[22] John Taylor, Gospel Kingdom, página 104.
[23] Andrew F. Ehat y Lyndon W. Cook, son los editores de Words of Joseph Smith [Palabras de José Smith] (Provo: BYU Religious Studies Center, 1980), página 245.
[24] Ibid. Páginas 245-246; se estandarizaron la ortografía y la puntuación.
[25] José Smith, Enseñanzas . . .página 395.
[26] José Smith, Enseñanzas . . .página 307.
[27] Véase el libro The Mortal Messiah [El Mesías Mortal] por Bruce R. McConkie publicado en cuatro volúmenes (Salt Lake City: Deseret Book, 1979-1981), vol. 1 página 60.
[28] Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, vol. 3, página 81.
[29] Joseph Fielding Smith, Answers to Gospel Questions, [Respuestas a Preguntas del Evangelio] en cinco volúmenes (Salt Lake City: Deseret Book, 1957-1966), volumen 2 página 45.
[30] José Smith, Enseñanzas . . .página 216.
[31] Andrew Ehat y Lyndon W. Cook, Words of Joseph Smith, páginas 82-83.
[32] Bruce R. McConkie, “The Bible: A Sealed Book,” [La Biblia: Un Libro Sellado], publicado en el Church Educational System Religious Educators’ Symposium, (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1985), página 6.
[33] Véase Joseph Fielding Smith, Doctrina de Salvación, vol. 3, página 82; también Bruce R. McConkie, The Promised Messiah” [El Mesías Prometido] (Salt Lake City: Deseret Book, 1978), páginas 412, 421, 427.
[34] John Taylor, Gospel Kingdom, página 140.
[35] José Smith, Enseñanzas . . .página 205.
[36] José Smith, Enseñanzas . . .página 198.
[37] José Smith, Enseñanzas . . .páginas 65-66, 308, 376.
[38] José Smith, Enseñanzas . . .página 203.
[39] José Smith, Enseñanzas . . .páginas 204-206.
[40] José Smith, Enseñanzas . . .página 416.
[41] José Smith, Enseñanzas . . .página 184; Joseph Fielding Smith, The Progress of Man [El Progreso del Hombre] (Salt Lake City: Deseret Book, 1964), páginas 479-482; Bruce R. McConkie The Millennial Messiah [El Mesías Milenario] (Salt Lake City: Deseret Book, 1982), páginas 578-588.
[42] José Smith, Enseñanzas . . .página 184.
[43] Spencer W. Kimball, en Conference Report de abril de 1977, páginas 69-72; véase también John Taylor en Journal of Discourses, 23: 32; y Liahona de octubre de 1977, páginas 36-37.
[44] José Smith, Enseñanzas . . .página 205.