El profeta y vidente -- 1835 la autoridad, el poder y el “gobierno de la iglesia de Cristo”
Este capítulo revisará primero los eventos del año 1835 en la vida de José Smith. En su vida no hubo años que no estuvieran llenos de eventos, y 1835 fue desconcertantemente ocupado y significativo como cualquier otro. Segundo, se enfocará en el establecimiento de dos quórumes presidentes en la Iglesia — el de los Doce y el de los Setenta— y situará esos dos momentos claves en la gran historia del desarrollo eclesiástico de la Iglesia. La mayoría de los Santos de la actualidad saben algo de los principios del sacerdocio y el gobierno de la Iglesia, pero la historia es mucho más interesante e inspiradora de lo que la mayoría de nosotros nos damos cuenta. [1]
1835: Una revisión del año
En enero de 1835, José Smith trabajó en un grupo de conferencias teológicas, los “Discursos sobre la Fe” y que eventualmente fueron publicadas en la Doctrina y Convenios. Aún está siendo debatida por los historiadores la participación del Profeta. Mientras que la tradición ha designado a José Smith como el único autor de los discursos, la mayoría de los historiadores concuerdan en que no fueron el producto de una sola persona. De hecho, distintos análisis han sugerido que posiblemente Sidney Rigdon tuvo un papel dirigente al escribir muchas de las conferencias. En cualquier caso, José Smith presidió en la preparación de los discursos, y el que hayan sido incluídos junto con las revelaciones de José originó un cambio de nombre para la colección final. La primera recopilación de las revelaciones se había llamado Libro de Mandamientos (en 1833), pero a la nueva versión se le llamó Doctrina y Convenios (en 1835). De acuerdo con los encabezados del nuevo volumen, los discursos serían la sección de “doctrina” y las revelaciones sirvieron como la sección de “convenios.” Los discursos siguieron siendo parte del libro en sus distintas ediciones durante todo el siglo diecinueve pero fueron eliminados en 1921. [2]
A principios de febrero, José Smith recibió una visión que no se menciona en ninguna sección de la Doctrina y Convenios (aunque si se anotó en la History of the Church). [3] Joseph Young recordó que el Profeta les llevó a él y a su hermano Brigham a su residencia en Kirtland y les explicó que había tenido una visión de los hombres que murieron en el Campo de Sión: “Hermanos, he visto a los hombres que murieron de cólera en nuestro campo; y el Señor sabe, que si obtengo una mansión tan brillante como la de ellos, no pido más.” Después de eso, José Smith “lloró, y no pudo hablar por un rato.” Cuando volvió a tener su compostura, explicó que se convocaría a una Conferencia de la Iglesia en la cual algunos hermanos serían llamados como Apóstoles y Setentas. [4]
Siguiendo estas instrucciones, José Smith presidió las reuniones del 14 de febrero en las cuales se llamaron y fueron ordenados nuevos Apóstoles. Después de leer el capítulo 15 de Juan y de hacer una oración, José Smith le anunció al grupo que “Dios había mandado que se hiciera [la reunión] y que a él le fue dado a conocer por visión y por el Espíritu Santo.” [5] El Profeta repitió en varias ocasiones que la organización del sacerdocio iba de acuerdo a “la visión.” [6] De acuerdo con una revelación anterior (Doctrina y Convenios 18), los testigos del Libro de Mormón escogieron y ayudaron a ordenar a los hombres para servir como miembros del Quórum de los Doce. Algunos fueron ordenados al día siguiente y otros posteriormente en la semana. [7] Unos cuantos días después de la reunión del 14 de febrero, la Primera Presidencia aprobó la publicación de la Doctrina y Convenios de 1835.
El 27 de febrero, el Profeta invitó a su casa a 9 de los Apóstoles y a otros hombres, en donde les instruyó con respecto a sus deberes y lamentó el hecho de que los hermanos no hubiesen llevado registros adecuados de sus reuniones del sacerdocio. “Es un hecho, (dijo el Presidente Smith) que si hoy tuviera en mi poder cada decisión que se ha hecho en los puntos importantes de la doctrina y los deberes que se han dado desde el comienzo de esta obra, no lo cambiaría por ninguna cantidad de dinero. Pero hemos sido negligentes al tomar las minutas de tales cosas, pensando, quizás, que nos nos beneficiarían después, pero si las tuviéramos hoy, resolverían casi cada punto de la doctrina.” [8]
Al siguiente día, 28 de febrero, José Smith presidió en los llamamientos de los Setenta, algunos de ellos fueron ordenados ese día, y otros al día siguiente.
El 28 de marzo, José Smith recibió las partes finales de Doctrina y Convenios 107, la gran revelación sobre el Sacerdocio y el gobierno de la Iglesia. Al igual que con muchas de las revelaciones, el documento final como ahora leemos en la Doctrina y Convenios fue dado en etapas, en un proceso más largo de lo que algunas veces nos imaginamos .
A principios de mayo, José Smith se vio forzado a contestar los cargos que levantó Dennis Lake de que el Profeta le debía ochocientos dólares. José Smith negó deberle a Lake ese dinero.
El 2 de junio, José Smith escribió unas cuantas líneas para uno de sus primos al final de una carta que W.W. Phelps envió a unos seres queridos en Liberty, Missouri. Muchos de los Santos que habían sido expulsados de sus casas en el Condado de Jackson terminaron en el Condado de Clay, y la carta de José a Almira Scobey le comunicaba su tristeza por lo que habían sufrido los Santos en Missouri. Esas líneas son conmovedoras:
Primo Almira, Scoby . . . El hermano W.W. Phelps me ha dejado un pequeño espacio para que lo use y con gusto lo hago. Me gustaría ver a los Hijos de Sión y da[r]les las palabras de vida Eterna por mi propia boca, pero no puedo en este año, sin embargo confío en que el día llegará en el que disfrutaré este privilegio. y todos recibiremos una herencia en la tierra de refugio que tanto deseamos, pero siendo que eso está bajo la dirección del Todopoderoso, por lo tanto vivamos fieles delante del Señor y nos irá bien. Me preocupo por todos los Hijos de Sión y pido por ellos en todas mis oraciones. Que la paz sea multiplicada hasta su redención y los favores de Dios, Amén José Smith hijo. [9]
El 15 de junio, José le escribió a los hermanos de Missouri para informarles de sus planes de publicar su Nueva Traducción de la Biblia, ahora conocida comúnmente como la Traducción de José Smith. A pesar de estas intenciones, los Santos no publicaron la obra durante la vida del Profeta. Él había declarado que el trabajo estaba terminado, tan temprano como en 1833. Ese mismo día, la demanda presentada contra el Profeta por Dennis Lake fue sobreseída; la corte decidió que Lake no pudo presentar evidencias suficientes. Unos pocos días después, José Smith prometió quinientos dólares para la construcción del Templo de Kirtland.
Durante los primeros días de julio, José Smith examinó algunas momias egipcias y unos rollos de papiro que tenía el vendedor de antigüedades Michael Chandler. La traducción que hizo José Smith de algunos de los jeroglíficos se convirtió en el Libro de Abraham que ahora está en nuestra Perla de Gran Precio. Durante el mes, el Profeta “estuvo ocupado continuamente en la traducción de un alfabeto para el Libro de Abraham, y preparando una gramática del idiona egipcio tal como lo hablaban los antiguos.” [10] José Smith trabajó en la traducción durante el otoño.
En agosto, José Smith viajó a Michigan. En su ausencia, los Autoridades aprobaron como escritura la nueva Doctrina y Convenios y votaron para aceptar una declaración acerca del gobierno que ahora aparece como la sección 134.
A principios de septiembre, el Profeta empezó a a escribir un tratado largo para “los élderes de la iglesia” dándoles instrucciones “en cuanto a sus deberes” y dándoles una declaración de “principios religiosos” que les ayudaran a corregir las falsas impresiones acerca de la Iglesia. [11] Algunas partes de ese tratado se publicaron en serie en el periódico oficial de la Iglesia en Kirtland, el Latter Day Saints’ Messenger and Advocate.
José Smith pasó el 22 de septiembre dictando bendiciones para algunos de los hermanos líderes de la Iglesia, aunque para él y Oliver Cowdery les fue difícil terminar el trabajo debido a “una multitud de visitantes.” [12]
En el diario de José Smith se anotó el 4 de octubre que en un viaje con John Corrill a Perry, Ohio, “como a una milla de la casa vimos a dos venados jugando en el campo lo que desvió nuestra atención y le dio ímpetu a nuestros pensamientos acerca del tema de las creaciones de Dios.” [13]
La entrada en el diario del Profeta para el 11 de octubre dice: “visité a mi padre <otra vez> ya que estaba muy enfermo <en oración secreta en la mañana el Señor dijo, mi siervo tu padre vivirá> todo el día confié en él con mi corazón elevado a dios en el nombre de Jesucristo para que le restaurara la salud otra vez.” [14] Él y David Whitmer ungieron a José Smith padre; que recuperó su salud en unos días.
El 17 de octubre, el Diario del Profeta reportó de forma lacónica que “reuní a mi familia para arreglar mis preocupaciones caseras y despedí a mis huéspedes.” [15]
El 29 de octubre, una disputa con su hermano menor William, se tornó tan violenta, que de acuerdo al Diario del Profeta, “le dije que estaba mal y le pedí que se calmara, no quiso y volví a pedirle que se calmara pero se enojó más y le ordené que se calmara, él dijo que no lo haría a menos que lo noqueara; mis sentimientos estaban tan alterados a causa de su terquedad y estaba a punto de irme de la casa, pero mi Padre me pidió que no <lo hiciera>, yo obedecí.” [16]
El 3 de noviembre, José Smith dedicó la “Escuela de los Élderes” les habló a los hermanos que se habían congregado, asistió a la casa de los suegros de su hermano Samuel para sus bendiciones patriarcales ( a la hija de Samuel se le dio una bendición y un nombre en esa misma reunión); y predicó esa noche a una multitud congregada en la escuela de Kirtland. [17]
Unos días después, José recibió a un visitante en Kirtland quien se identificó como “Josué el Ministro Judío.” Después de oír a ese extranjero explicar sus puntos de vista religiosos, José Smith descubrió que el visitante era en realidad Robert Matthews, el “profeta Matías” de Nueva York, que tenía mala fama y que recientemente había sido sometido a juicio por sospechas acerca de la muerte de uno de sus seguidores. José no se dejó impresionar por Matthews: “Le dije que mi Dios me dijo que su Dios [de Matthews] es el Diablo, y que no podía seguirle atendiendo, y que debía irse.” Sin embargo, esta visita no fue una pérdida ya que José Smith le había narrado a Matías, antes de descubrir su identidad, la Primera Vision. Un escribiente registró la narración de la visión: “Oré a Dios en poderosa oración, un pilar de fuego apareció sobre mi cabeza hasta que descansó sobre mí, y me llenó de un gozo indescriptible, apareció un personaje en medio de este pilar de llamas que se extendió alrededor, pero nada se consumía, pronto otro personaje semejante al primero se apareció, y me dijo tus pecados te son perdonados, me testificó que Jesucristo es el Hijo de Dios, <y ví a muchos ángeles en esta visión>.” [18]
El 19 de noviembre, José Smith inspeccionó el emplaste final del Templo de Kirtland. De regreso a su casa platicó con un par de Santos de los Últimos Días descontentos.
El día siguiente, 20 de noviembre, lo pasó traduciendo los papiros egipcios. Oliver Cowdery había regresado recientemente de un viaje a Nueva York, y le había traído una Biblia en Hebreo, diccionarios en griego y en hebreo, y un diccionario Webster.
El día 24 de noviembre, José Smith efectuó una ceremonia matrimonial para Newel and Lydia Knight.
El 2 de diciembre, José Smith junto con su familia fueron en trineo a un pueblo cercano, y, al pasar junto a otro trineo, los otros pasajeros le gritaron “¿has recibido alguna revelación últimamente[?]” José escribió que no se sorprendía con esa clase de trato de las gentes de ese lado del pueblo. [19]
Al día siguiente, 3 de diciembre, José efectuó una ceremonia matrimonial para Warren y Martha Parrish.
El 10 de diciembre, el Profeta ayudó a apagar un incendio en el horno de la maderería de Kirtland. La pérdida de madera demoró la terminación del templo.
Al anochecer del 12 de diciembre, el Profeta asistió a un debate en la casa de su hermano William. Varios oradores debatieron acerca de la pregunta “¿era necesario que Dios se revelara al hombre, para que fueran felices[?]” El diario de José Smith registra simplemente, “yo estaba por la afirmativa y fuí el último en hablar por ese lado de la pregunta.” [20] Se retiró temprano para ir a ungir a una hermana enferma.
El 16 de diciembre, se continuó el debate de unos días antes en la casa de William Smith. Ganó la posición afirmativa, pero, citando al diario del Profeta, “se suscitó algún altercado” cuando se sugirió que se suspendieran esos debates ya que no traían nada bueno. William Smith se opuso a esa medida y “se enojó mucho particularmente en mi contra y se puso violento contra mí . . . por lo que me siento muy apenado, y solamente le pido a Dios que lo perdone al grado en que se arrepienta.” [21] Dos días después José Smith le contestó por carta a un William arrepentido. La carta terminó con estos renglones: “Y ahora que Dios tenga misericordia sobre la casa de mi padre, que Dios quite la enemistad, entre tú y yo, y que se restauren todas las bendiciones, y que lo pasado se olvide para siempre, que el arrepentimiento humilde nos traiga a ambos a Tí <Oh Dios> y a tu poder y protección y como corona, que gocemos la compañía de papá, mamá, Alvin Hyrum, Sophron[i]a, Samuel, Catherine [Katharine], Carlos [Don Carlos], Lucy los Santos y todos los santifi[cad]os en paz para siempre <, es la oración de> Tu hermano José Smith hijo.” [22]
Las cosas se calmaron antes de la Navidad. El Profeta pasó el día de Navidad en su casa con su familia. Al siguiente día de la Navidad de 1835, José Smith estudió el hebreo y recibió la revelación que ahora aparece como la sección 108.
El 29 de diciembre, predicó durante más de tres horas, pero ahora a una gran congregación, que incluía a muchos de los presbiterianos del pueblo, reunida en la escuela de Kirtland.
La noche de fin del año 1835, la pasó “atendiendo a los deberes de mi familia,” estudiando en la oficina de la imprenta, y en una reunión con el “consejo de los 12.” [23]
De ninguna manera puede decirse que el año 1835 fue un año relajado. Aún así, al principio del año 1836 José pudo anotar que “mi corazón esta lleno de gratitud hacia Dios, porque ha preservado mi vida y la <vida> de mi familia durante el año que ha pasado, hemos sido apoyados y defendidos en medio de una inicua y perversa generación, y hemos estado expuestos a todas las aflicciones, tentaciones y los sufrimientos que son parte de la vida humana, por eso siento que debo humillarme, como si fuera en el polvo y en ceniza, delante del Señor.” [24] Paso ahora a enfocarme en un tema que dominó ese año trascendental: el desarrollo del gobierno de la Iglesia.
“El gobierno de la Iglesia de Cristo” [25]
Algunos de los primeros misioneros Santos de los Últimos Días al viajar por Ohio en el otoño de 1830, hicieron algunas declaraciones inquietantes. En un esfuerzo por tratar de evitar cualquiera influencia que los élderes mormones hayan podido tener en el área, el director del periódico local, Eber Howe resumió el mensaje de ellos al escribir que “[Oliver] Cowdry afirma que él y sus compañeros son las únicas personas sobre la tierra autorizados para obrar en el nombre de [Cristo].” [26] Howe acertó correctamente, aunque parcialmente, al creer que sus lectores se ofenderían ante tal audacia religiosa. Entonces, al igual que ahora, los protestantes americanos se enfurecen ante las afirmaciones Santos de los Últimos Días de que las ordenanzas cristianas son esenciales para la salvación y que el Sacerdocio Santo de los Últimos Días es el único autorizado para efectuar esos ritos. Como era de esperar, Howe se quedó mudo de asombro cuando cientos de los protestantes de Ohio se congregaron con los misioneros pidiendo ser bautizados. Para principios del año 1831, cuatro ramas de la nueva Iglesia estaban esparcidas en el panorama de Ohio. [27] Recordando sobre su conversión al mormonismo, Edward Partridge dijo que había llegado a la conclusión, antes de la llegada de los misioneros, de que Dios seguramente de nuevo “se revelaría a los hombres y que conferiría autoridad sobre alguno, o más, antes de que su iglesia pudiera ser construída en los últimos días.” Estaba convencido de que los pastores cristianos de su época ministraban “sin la autoridad de Dios.” Partridge aceptó de todo corazón el mensaje de los misioneros Santos de los Últimos Días y se unió a la Iglesia de Cristo, como fue llamada inicialmente. [28]
Las reacciones contradictorias de Howe y Partridge ilustran la capacidad de dividir del mensaje de los primeros Santos y el rompecabezas que la Iglesia representaba para los cristianos convencionales. Con base en lo que los Santos consideraban como precedentes en las escrituras, la Iglesia en los años 1830 fue reconocible de inmediato como cristiana y algo totalmente nuevo. Las revelaciones de José Smith desplegaron una institución bastante compleja y de éxito, y el Profeta y los primeros Santos por igual trabajaron para implementar las revelaciones lo mejor que pudieron. De hecho, la historia temprana del gobierno de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días aclara que en tanto que las revelaciones dirigieron el desarrollo, los líderes de la Iglesia a menudo lucharon con preguntas, complicaciones, y mucho ensayo y error. En retrospectiva, los Santos actuales ven una sucesión ordenada de eventos que llevan a un producto terminado. Sin embargo, esto es aparente solamente en retrospectiva. Para los Santos de los años 1830 y 1840, el relato fue emocionante pero no estaba tan claro. A veces, les parecía sentír su camino, pero sin concebir como se vería el producto terminado. Con frecuencia tomó muchos años para que los términos y conceptos importantes — “apóstol,” “Sacerdocio de Melquisedec,” “sellamiento,” y casi cualquier otra palabra clave para el gobierno de la Iglesia— llegaran a tener su significado moderno. Esta inestabilidad con respecto a los términos del sacerdocio y del gobierno de la Iglesia ha llevado por años a debates de los historiadores acerca de qué y cuando sucedió. Si algunos Santos modernos pueden asumir que la Iglesia actual fue más o menos algo dado y entendido, un líder actual de la Iglesia nos ha indicado que tal perspectiva disminuye los desafíos que enfrentaron los santos del siglo diecinueve:
Muchos suponen que la organización [de la Iglesia] le fue dada al Profeta José Smith como un juego de planos y las especificaciones para un edificio, conociendo todos los detalles desde el principio. Pero eso no sucedió así. Más bien, llegó una pieza a la vez a medida que los Hermanos estuvieron listos y a medida que le preguntaban a Dios. . . . Se necesitó una generación de pedir y recibir antes que el orden de las cosas como las conocemos hoy estuviera firme en su lugar. Cada movimiento para perfeccionar ese orden ha venido en respuesta a una necesidad y como contestación a las oraciones. Y ese proceso continúa en nuestra época. [29]
En otras palabras, las revelaciones no se forzaron sobre los primeros Santos. Más bien, a medida que los primeros líderes de la Iglesia estuvieron listos y preguntaron pudieron moverse a nuevos períodos de entendimiento y desarrollo eclesiástico.
Así que, viendo hacia el pasado, deberíamos esperar que los procesos que nos trajeron la Iglesia moderna fueran más dinámicos, más enraizados en el albedrío humano, y más explicados de lo que nos imaginamos. Y aunque sea tentador perderse en los detalles de las particularidades del primer gobierno de la Iglesia, espero llamar su atención a lo complejo y eficaz que se volvió el gobierno de la Iglesia. Anotar las complejidades y los éxitos en la misma frase es intencional: las perplejidades de establecer una nueva iglesia ex nihilo [de la nada] ilustra la clase de lucha humana que anima a los corazones modernos. Si la historia sirve de guía, los Santos de los Últimos Días tendrán éxito tal como lo hicieron sus antecesores, o sea, buscando la dirección en las revelaciones, basándose en la experiencia, estar abiertos al cambio, y buscando la ayuda del cielo para enfrentar los nuevos y confusos desafíos.
La autoridad Cristiana en los Estados Unidos de José Smith
Las revelaciones de José Smith buscaron varios equilibrios importantes al edificar una estructura eclesiástica para la Iglesia de Cristo. Las preguntas se agolpaban sobre José Smith desde muy temprano y con frecuencia. ¿De qué forma una iglesia sirve para los muchos sin olvidar al uno? ¿Cuál era la relación entre las experiencias reveladoras de José Smith y las de los Santos comunes? ¿Debían la Biblia o el Libro de Mormón (o ambos) tomarse en cuenta como guía para edificar una iglesia moderna? ¿Debía ser José Smith mismo quien decidiera en cada pregunta eclesiástica? Durante la primer docena de años de la historia de la Iglesia, esas preguntas acerca de la Iglesia y su gobierno ocuparon un lugar prominente en las revelaciones; pero nuevamente, los primeros Santos tuvieron que luchar con sus implicaciones a fin de implementarlas lo mejor que pudieran. Claramente, las expectativas de los antiguos protestantes —ya que eran casi todos los Santos— se validaron algunas veces en las revelaciones; en otras, los Santos fueron llevados a nuevos entendimientos de la autoridad y del poder de la iglesia.
Aunque se estima que un pequeño número de católicos romanos se unieron a la Iglesia, en sus primeros años, la abrumadora mayoría de conversos vinieron de las iglesias protestantes. Aunque el protestantismo había adquirido una miríada de formas para 1830, la mayoría de los nuevos Santos compartían algunas ideas acerca de la forma de gobierno y el lugar de las ordenanzas. El protestantismo había criticado por siglos la dependencia del catolicismo romano en los rituales religiosos —“los sacramentos” en los vocabularios católicos y protestantes— como los “medios usuales” de la gracia salvadora de Dios. Para los católicos, la iglesia y su sacerdocio funcionaban como los mediadores críticos del poder de Dios. El poder salvador de Dios, potencialmente, estaba disponible para todos, pero la iglesia, como la única autorizada para ofrecer los sacramentos, se convirtió en el intermediario indispensable entre el cielo y la tierra. Una jerarquía muy elaborada supervisaba las ordenanzas de la iglesia y, a nivel local, los sacerdotes administraban los sacramentos a los católicos laicos. Para los católicos, la noción de la salvación separada de la iglesia era impensable.
El lugar de los sacramentos en la teología católica no fue un problema pequeño para Martín Lutero, el monje católico a quien algunas veces se le da crédito por haber iniciado la Reforma Protestante del siglo dieciséis. Para Lutero, el libro de Romanos en el Nuevo Testamento encendió una crisis espiritual que culminó con nuevo entendimiento de los sacramentos, del poder sacerdotal y la salvación. Su forma de leer Romanos 1: 17, en especial la frase, “el justo vivirá por la fe,” vino a describir las críticas de Lutero hacia el catolicismo. Más que creer que la iglesia y sus sacramentos de manera mecánica ofrecían la salvación a la humanidad, Lutero argumentó que la salvación brotaba solamente de la gracia salvadora. Ningún esfuerzo humano, ningún logro humano, podría merecer la salvación. En vez de eso, uno era declarado recto, o justificado, mediante la fe en el don salvador de Cristo, que en sí mismo, era para Lutero, un don de Dios. La iglesia, en la forma de pensar de Lutero, no ofrecía la salvación sino que debería ser solamente un grupo de creyentes.
El sacerdocio fue re-definido también. Más que ser un grupo de hombres autorizados con el poder necesario para la salvación, Lutero quería un “sacerdocio de todos los creyentes.” La autoridad descansaba en la Biblia y en Cristo, no en un sacerdocio especial. Lutero redujo los sacramentos de siete a dos —conservó solamente el bautismo y la comunión ,( a la cual, irónicamente, los Santos de los Últimos Días le llaman el “sacramento”)— y los re-definió en el proceso.
Lutero se rehusó a contemplar cualquier sacramento como que era esencial para la salvación, creyendo en vez de eso que funcionaban como momentos o símbolos importantes a lo largo del sendero cristiano. Traerían a la mente verdades importantes y unirían a los fieles para reuniones sagradas, pero Lutero, al igual que otros protestantes en general, quitaron a los intermediarios y exigieron que los cristianos buscaran solamente a Jesucristo para la salvación.
Otros reformadores agregaron una serie de énfasis a las principales enseñanzas de Lutero, pero la mayoría estaba de acuerdo con la salvación por la gracia mediante la fe y recelaban del énfasis católico en las iglesias, los sacerdotes o los rituales. Por ejemplo, John Calvin retuvo los dos sacramentos que tenía Lutero (el bautismo y la comunión) pero se volvió aún más anti-ritualista. Él desechó la adoración formal y estructurada e insistió que solamente la predicación sería el centro de las verdaderas iglesias cristianas. El énfasis de Calvin en la Biblia, la predestinación, y la “gracia irresistible” de Dios influyeron en la Reforma Inglesa, cuando generaciones de Puritanos trabajaron para alejar más y más a la Iglesia de Inglaterra de su pasado católico. [30]
En términos de influencia y números absolutos, Calvin, tuvo de hecho, mayor influencia en la antigua América que la que tuvo Lutero, ya que las colonias británicas de Norte América fueron, por supuesto, británicas. Con los puritanos calvinistas y los presbiterianos calvinistas predominando antes de la Revolución americana, (ocupaban el primero y segundo lugar en términos de membresía en la iglesia), especialmente en Nueva Inglaterra y las colonias centrales, los historiadores, han descrito la cristiandad de la jóven república americana, en lo general como anti-ritualista, que sospechaban bastante de las jerarquías que buscaba la iglesia católica, y eran muy insistentes en que solamente la fe — no las ordenanzas— ofrecían la salvación a la familia humana. [31] Oleadas de inmigrantes irlandeses trajeron grandes cantidades de católicos tanto a las colonias como a la nueva nación, haciendo que los protestantes se dieran cuenta de que la “religión verdadera” estaba siendo atacada y que había que controlar a los católicos para evitar que la nación estuviera en peligro por lo que los críticos vieron como un ultra autoritarismo del catolicismo, su apego supersticioso a las ordenanzas, y su obsesión teológicamente peligrosa con el poder sacerdotal.
Ahí entran Oliver Cowdery y sus compañeros misionales reclamando tener la única autorización para efectuar las ordenanzas cristiana esenciales. Como uno podría sospechar, los protestantes americanos, típicamente vieron estas declaraciones con alarma. Algunos vieron en el mensaje Santo de los Últimos Días una afrenta al centro mismo del protestantismo. Aún así, americanos como José Smith y Edward Partridge encontraron en la Restauración una alternativa muy satisfactoria y atractiva contra la aturdidora serie de denominaciones protestantes. Aunque el mensaje parecía ser inevitablemente controversial dado su contexto histórico, los americanos por docenas, luego por cientos y enseguida por millares encontraron un baluarte espiritualmente firme en las declaraciones de la Restauración acerca de la certeza, la autoridad y el poder.
La autoridad del sacerdocio en los principios de la Iglesia
Esta desviación por la historia de la cristiandad y la temprana historia americana nas recuerda de cuan nuevas y qué tan viejas pudieron parecer las revelaciones a los cristianos de la época de José Smith, ya no digamos a los primeros Santos. Algunos elementos de las revelaciones fueron reconocibles por los primeros Santos como reflejos del entendimiento protestante. Otros les parecieron a los no miembros que eran un regreso teológico a las prácticas y creencias católicas. Algunos elementos de las revelaciones fueron totalmente desconocidos al compararlos con los antecedentes del entorno religioso de José Smith. No es sorpresa pues, que los Santos sufrieran para entender, mucho menos implementar algunas de las revelaciones. [32] Solo por citar un ejemplo, cuando las revelaciones que hoy aparecen como la sección 20 hablan de tener conferencias cada tres meses, los primeros Santos instintivamente les llamaron “conferencias generales”. Las conferencias generales cada tres meses, resulta que eran la base del gobierno de las primeras iglesias metodistas, y José Smith, Brigham Young y otros conversos Santos de los Últimos Días con experiencia en las iglesias metodistas, usaron los modelos con los que crecieron. Cuando el Señor declaró en la sección 1 que “He aquí, soy Dios, . . . estos mandamientos son míos, y se dieron a mis siervos en su debilidad, según su manera de hablar, para que alcanzasen conocimiento” (versículo 24), eso es lo que quiso decir. Me inclino a creer la frase “según su manera de hablar” de forma muy amplia. Estos primeros conversos Santos de los Últimos Días heredaron un lenguaje eclesiástico de la tradición cristiana y que, rutinariamente, las revelaciones asumieron, mencionaron y utilizaron tanto para reforzar las viejas ideas como para comunicar las nuevas.
Tal parece que la traducción del Libro de Mormón le dio a José Smith y sus asociados un primer foro en el cual comentar preguntas acerca del sacerdocio y el gobierno de la Iglesia. Aunque el Libro de Mormón no era exactamente un manual de instrucciones para organizar la Iglesia, el texto brindó principios importantes y sugirió mejoras futuras. El texto mencionó el nombre de varias posiciones importantes en la Iglesia antigua: sacerdote, maestro, élder, apóstol y sumo sacerdote. [33] Aunque la relación entre ellas así como sus deberes se aclaran parcialmente en el texto, es evidente que a los primeros líderes de la Iglesia les faltó inicialmente un sentido exacto de como deberían trabajar juntos. Aun así, dos temas en 3 Nefi sobresalen fuerte y claro: primero, se necesitaba la autoridad de Cristo para bautizar; y, segundo, había una clara distinción entre quienes podían bautizar y quienes también podían conferir el don del Espíritu Santo. José Smith y los primeros hermanos estaban seguros de esto. Sus oraciones respecto al primero —el poder de bautizar— fueron contestadas con una visita angelical. Habiendo recibido la autoridad menor, José Smith y Oliver Cowdery se bautizaron mutuamente y después a otras personas.
El oficio o autoridad mayor, esa fue otra historia. Que José Smith recibió autoridad adicional de parte de otros seres angelicales está bastante claro, pero exactamente cuando y qué fue lo que él ganó de esas experiencias, hasta la fecha siguen siendo preguntas para los historiadores de la Iglesia. Por ejemplo, no hay una fecha registrada de la visita de Pedro, Santiago y Juan, como si la hay para la visita de Juan el Bautista. [34] Además, José Smith y los primeros hermanos usaron los términos “élder,” “sumo sacerdocio,” “sumo sacerdote” y “Sacerdocio de Melquisedec,” algunas veces de manera confusa. Aunque hoy en día aún los jóvenes Santos de los Últimos Días recitan de memoria que Pedro, Santiago y Juan restauraron el Sacerdocio de Melquisedec, es curioso que José Smith no usó ese tipo de lenguaje sino hasta el año 1835. Estoy sugiriendo que el Profeta llegó a entender las cosas más lentamente de lo que habíamos imaginado. Existen algunas pistas acerca de la forma en que aparentemente, algunos entendimientos se conjuntaron. Por ejemplo, en el texto del Libro de Mormón, los términos “élder” y “discípulo” parece que se usaron de manera intercambiable. Basándose, como lo hicieron, en el lenguaje tanto de la Biblia como del Libro de Mormón, José Smith y Oliver Cowdery de manera instintiva usaron “apóstol,” “discípulo,” y “élder” como sinónimos en los primeros documentos. Nótese por ejemplo el lenguaje, ahora curioso, de la Doctrina y Convenios 20: 38: “Un apóstol es un élder, y es suyo el llamamiento de bautizar.” También es sorprendente que en la licencia de predicar de John Whitmer se le nombre como “apóstol” —a menos que tengamos en mente el significado anterior—. De igual manera, en una revelación del año 1829, (la sección 18) se hace referencia a Oliver Cowdery y David Whitmer como “apóstoles,” aunque ahora no se les recuerde entre los primeros Apóstoles de la Iglesia. En los primeros meses de la Iglesia, sin embargo, con el entendimiento que se tenía, esto tiene un sentido perfecto.
Aún así, para los Santos modernos, este lenguaje apostólico le agrega un significado especial a la visita de Pedro, Santiago y Juan. Cuando José Smith se disponía a preparar las revelaciones para la Doctrina y Convenios de 1835, sin disculparse agregó algunos renglones muy significativos a la revelación que ahora aparece como la sección 27. Mientras meditaba la idea de que el Señor visitaría la tierra para un tipo de reunión sacramental milenaria, la revelación enlistó a varios personajes que participarían, incluyendo a “Pedro, Santiago y Juan, a quienes os he enviado a vosotros, por medio de los cuales os he ordenado y confirmado para ser apóstoles y testigos especiales de mi nombre” (versículo 12). Así, mientras en los primeros documentos se usó “apóstol” de un modo más general de lo que sería su uso posterior, en 1835 la revelación de José Smith narró la visita de Pedro, Santiago y Juan de una manera inequívoca y poderosa. El punto no se perdió durante la primera generación del liderazgo de la Iglesia. Brigham Young, al hablar en 1852, le recordó a su audiencia que José Smith, Oliver Cowdery y David Whitmer fueron los primeros Apóstoles de esta dispensación. [35] Unos pocos años después, Heber C. Kimball concordó, recalcando que “en el momento en que el Todopoderoso envió a Pedro, Santiago y a Juan, y ordenaron a José Smith como Apóstol, se plantó la semilla [del] sacerdocio y de la Iglesia.” [36] Si Young o Kimball estuvieran escribiendo este ensayo, en otras palabras, sin duda reportarían que los Santos modernos han subestimado dramáticamente la visita de Pedro, Santiago y Juan al pensar que en ella solamente se restauró el Sacerdocio de Melquisedec.
El hecho de que José Smith continuara describiendo la autoridad mayor de modo confuso pudiera señalar al hecho de que él percibió esta autoridad mayor, según lo ha descrito un historiador, como una sucesión de llaves. [37] José Smith aprendió del modo difícil que tan pronto como decía algo como “Ahora tenemos toda la autoridad o poder que Dios destinó para su pueblo,” alguna otra autoridad, poder, o una idea profunda vino y re-acomodó el mobilario eclesiástico. En el año 1831, una conferencia confirió el “sumo sacerdocio” a varios élderes, una circunstancia que es confusa para los lectores modernos, porque ya habían sido ordenados élderes. Meses después, el oficio de “sumo sacerdote,” mencionado en el Libro de Mormón pero que todavía no era parte del gobierno de la Iglesia, se le aplicó a varios hermanos, haciendo que algunos comentaristas modernos concluyan que el “sumo sacerdocio” simplemente significaba “sumo sacerdote.” Eventualmente, la distinción entre el oficio y el sacerdocio mismo se volvió más clara en la mentes de los Santos de los Últimos Días. [38]
Para el año 1835, los oficios de la Iglesia moderna estaban mas o menos establecidos. Los oficios que se nombran en el Libro de Mormón se introdujeron cronológicamente, un testimonio a la importancia de la experiencia de la traducción. [39] Sacerdotes y maestros, descritos casi sinónimamente en el Libro de Mormón, aparecieron al principio. Los élderes y los Apóstoles, aunque no se diferenciaban en los primeros meses de la Iglesia, eventualmente fueron separados en oficios distintos. El oficio de obispo no aparece en el Libro de Mormón, aunque si aparece en la Biblia (véase 1 Timoteo 3: 1-7) y fue introducido en 1831. Originalmente, los obispos tenían responsabilidades de administrar la ley de consagración y mayordomía y funcionar como el primer escalón en el sistema de cortes de la Iglesia. Los deberes pastorales del oficio no fueron agregados sino hasta el primer período en Utah, cuando se presentaron los primeros barrios organizados. El oficio de diácono, al igual que el del obispo, tenía precedentes en el Nuevo Testamento (véase 1 Timoteo 3: 8-13) pero no en el Libro de Mormón. Este oficio también apareció en 1831. Los sumos sacerdotes, como se indicó más arriba, se describen en el Libro de Mormón, pero no aparecieron sino hasta 1831 o 1832 (dependiendo de la interpretación propia de los eventos de la conferencia de 1831 en la cual se introdujo el “sumo sacerdocio”). [40]
Un “presidente del sumo sacerdocio” trabajando conjuntamente con consejeros fue designado por revelación en el año 1831, aunque tomó algún tiempo para que la presidencia funcionara como unidad. [41] El oficio de patriarca, presentado en 1833, se relaciona con un modelo del Antiguo Testamento más que a uno del Nuevo Testamento o del Libro de Mormón. En el caso del patriarca presidente, el oficio se confería de padre a hijo, lo que lo convierte en un llamamiento único en el gobierno de la Iglesia. A partir de 1837; fueron llamados otros patriarcas, sus oficios no se pasaronn a sus hijos. [42] Uno de los primeros líderes de la Iglesia describió cual era la práctica con respecto a los patriarcas.: “Era una regla en la iglesia tener a alguien en cada estaca (generalmente, el más anciano, si era posible) que fuera designado y ordenado patriarca, cuyo deber era ser una especie de padre para la iglesia, y bendecir a los hijos que no tuvieran un padre natural que les bendijera.” [43] Como lo subraya este relato, inicialmente los padres daban a sus hijos las bendiciones patriarcales, el patriarca de la Iglesia y los patriarcas en las estacas daban las bendiciones a quienes no tenían un padre vivo que fuera Santo de los Últimos Días que les bendijera. El primer Sumo Consejo fue designado en 1834; las minutas de su primera reunión con el tiempo se canonizaron y ahora aparecen como Doctrina y Convenios 102. “Apóstol”, esa palabra se le aplicó a José Smith y a otros pocos hombres seleccionados, durante los meses previos y posteriores a la organización de la Iglesia, y regresó en 1835 con énfasis agregado. En 1835 fue llamado un Quórum apostólico de Doce, con un presidente designado en base a su antigüedad (originalmente era por su edad). Los Setenta vinieron unos días después en 1835. La mayor parte de los miembros de estos dos quórumes fueron seleccionados de las filas del Campo de Sión.
Teniendo esta lista, podemos considerar el significado de la primera revelación concerniente al sacerdocio. La sección 20 de Doctrina y Convenios, los “artículos y convenios,” de la fundación de la Iglesia, había enlistado los deberes de los distintos oficios y describió algunas de las ordenanzas selectas de la Iglesia, pero las secciones 84 y 107 encajan en un marco teológico y eclesiástico. La revelación que conocemos como Doctrina y Convenios 84, dada en 1832, marcó algunas distinciones entre el sacerdocio menor y el mayor y los conectó tanto al templo como a las ordenanzas. Después de una sección introductoria referente a la construcción de un templo en los últimos días, los versículos del 6 al 31 agregaron una nota entre paréntesis sobre la historia del sacerdocio. Los versículos rastrearon el sacerdocio al revés desde Moisés hasta Adán, indicando en cada caso que el recipiente recibió el sacerdocio “bajo la mano” de otro. El relato mismo es interesante porque el lenguaje marca un descenso lineal del sacerdocio que tiene muy poco en común con las conceptualizaciones protestantes acerca de la autoridad de la iglesia. La autoridad divina descendiendo a través de los años con una ordenanza física en una aparente dirección de arriba hacia abajo debe haberles parecido a muchos protestantes como una práctica católica. Aún aquellas iglesias que tenían una estructura jerárquica como los episcopales y los metodistas, se vieron forzados, en la prensa de la democratización americana, a demostrar en qué forma la autoridad de la iglesia iba de abajo hacia arriba. [44] La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días retendría el principio del común acuerdo dentro de su gobierno pero, cuando se ve en conjunción con los profetas, los apóstoles, las llaves y el sacerdocio, sigue siendo cierto que ninguna otra iglesia en la historia americana temprana se preocupó tan poco en tener un gobierno democrático en la iglesia. [45]
La sección 84 también indicó que el sacerdocio mayor fue quitado de Israel, junto con Moisés, porque las tribus de Israel “endurecieron sus corazones” y no pudieron aguantar la presencia de Dios. El sacerdocio menor continuó con Aarón y su simiente y predominó entre los israelitas hasta el tiempo de Jesucristo (véanse los versículos 18-28). Incrustada en el relato estaba esta frase importante: “Así que, en sus ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad” (versículo 20). Aunque ningún Santo en los años 1830 tuvo interés especial en ese versículo, hasta donde lo podemos decir, al verse en retrospectiva, se lee como anuncio de cosas por venir.
Más directamente al punto, mientras que la mayoría de los contemporáneos de José Smith veía las ordenanzas en términos estrictamente simbólicos, la intención del ministerio de José Smith era el llamar más y más la atención a lo que otros cristianos llamarían como algo sacramental.
De hecho, la trayectoria de la teología Santo de los Últimos Días y sus prácticas en los primeros años se apartaron de la posición estándar de los protestantes en cuanto a los sacramentos. Cualquier costumbre protestante que los Santos pudieron haber tenido fue deshecha sistemáticamente por las revelaciones. Agregado al conocimiento inicial del Libro de Mormón de que se necesitaba la autorización divina especial para bautizar, algunos de los primeros conversos sin duda se sorprendieron al saber que sus bautismos protestantes “no contaron” para entrar a la Iglesia de Cristo. La revelación sobre el tema fue menos que diplomática: uno se puede bautizar “cien veces, de nada le aprovecha, porque no podéis entrar por la puerta estrecha . . . por vuestras obras muertas” (Doctrina y Convenios 22: 2). Dejando muy poco lugar para dudas acerca del lugar del bautismo autorizado en la doctrina Santo de los Últimos Días, la sección 76 listó el bautismo por inmersión como un requisito para los que hereden la gloria celestial. Está bien claro que José Smith tomó literalmente algunos pasajes como estos: en una visión de la gloria celestial en 1836 (ahora aparece en la sección 137), José Smith estaba confuso al ver a su propio hermano Alvin, que murió en 1823, en el reino celestial. Y como lo explicó el Profeta: se “maravill[ó]” por la presencia de su hermano allí porque “había salido de esta vida antes que el Señor hubiera extendido su mano para juntar a Israel por segunda vez, y no había sido bautizado para la remisión de los pecados” (versículo 6).
Así, vista contra el antecedente del pensamiento Santo de los Últimos Días acerca de las ordenanzas, la sección 84 tocó una cuerda importante. Con el poder de la divinidad manifestado solamente en las ordenanzas del sacerdocio mayor, no es de sorprender que la revelación continuara llamando a todos los hombres al sacerdocio. Aunque el poder en la Iglesia restaurada continuó en su orientación de arriba hacia abajo, la red del sacerdocio se arrojó de manera muy amplia. ¿Qué les parece esta paradoja? Un historiador importante escribió recientemente, con respecto a lo que yo describí arriba como una iglesia totalmente anti-democrática, lo siguiente: “ En una época democrática, los mormones emergieron como la más democrática de las iglesias, igualada solamente por los Quáqueros.” [46] La revelación continuó para eslabonar el sacerdocio con la exaltación, indicando que quienes recibieran y magnificaran el sacerdocio recibirían “todo lo que mi Padre tiene” (vv. 33, 38). Y hasta les previno a quienes traten de evitar la responsabilidad del sacerdocio: “Y, ¡ay! de todos aquellos que no obtengan este sacerdocio que habéis recibido,” les advirtió, dejando claro que Dios quería que todos los hombres lo recibieran.
La sección 107 dijo más acerca de estos temas. Remarcó la distinción entre los sacerdocios menor y mayor, describió los distintos oficios de la Iglesia, y delineó la relación entre los distintos quórumes. De manear importante, aclaró el concepto de presidencia. “Necesariamente,” dice el versículo 21, “hay presidentes, o proceden o son nombrados oficiales presidentes, de entre los que son ordenados a los varios oficios de estos dos sacerdocios.” La necesidad era evidente en los primeros años de la Iglesia. Con su sacerdocio masculino democrático, se necesitó cierto mecanismo de ordenamiento para evitar la desunión, la confusión, y el partidismo. Ese mecanismo era la presidencia, que con frecuencia era mencionado con el lenguaje de las llaves. Aunque al principio de la Iglesia la palabra se usó cuando menos en tres maneras distintas, para nuestros propósitos, la función principal de las llaves fue para designar a los oficiales presidentes. [47] Aunque los hombres fieles podían recibir el sacerdocio, solamente los presidentes recibirían las llaves, dándoles el derecho de presidir sobre una jurisdicción. Al final, la revelación estipuló que un quórum de presidentes presidía sobre toda la Iglesia: “Del Sacerdocio de Melquisedec, tres Sumos Sacerdotes Presidentes, escogidos por el cuerpo, nombrados y ordenados a ese oficio, y sostenidos por la confianza, fe y oraciones de la Iglesia, forman un quórum de la Presidencia de la Iglesia” (versículo 22). De hecho, no hubo quórum sin presidente, aunque un par de presidencias eran distintas. El quórum apostólico tendría un presidente solo, sin consejeros,, y la presidencia de los Setenta la formarían siete presidentes sin consejeros. En todos los demás casos, un presidente con dos consejeros supervisaron los quórumes en la Iglesia.
La revelación relacionó a los quórumes presidentes de la Iglesia de una manera interesante. La Primera Presidencia, el Quórum de los Doce Apóstoles y la Presidencia de los Setenta fueron descritos en los versículos 23-24 como “igual en autoridad y poder,” lo que dejaba a los lectores casuales con la impresión de que quizás los quórumes compartían el poder de presidir. Sin embargo, el versículo 33 corrige esa impresión al declarar que: “Los Doce son un Sumo Consejo Presidente Viajante, para oficiar en el nombre del Señor bajo la dirección de la Presidencia de la Iglesia” (énfasis agregado). Lo que “igual” en los versículos anteriores, haya significado entonces, no colocó a los Doce y a los Setenta a la par de la Primera Presidencia. (Es más, los sumos consejos de las estacas, fueron contados como “igual” con la Presidencia y con los Doce en los versículos 36-37). Mientras que los Santos tenían que pasar por el lenguaje de la igualdad en esos versículos, debe notarse que los Doce habiendo sido descritos como un “Sumo Consejo Presidente Viajante” indica hacia la posición en que se hallaron los primeros Apóstoles durante los años 1830 y los 1840. En tanto que los sumos consejos locales de Kirtland o Missouri tenían la responsabilidad para actuar bajo sus presidencias al administrar las necesidades de la Iglesia, a los Doce se les dio originalmente la autoridad en donde no hubiera estacas organizadas. El quórum apostólico moderno aún viaja por todo la tierra en cumplimiento de sus instrucciones originales — actuar como “testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo” (versículo 23)— pero hoy desempeñan un rol importante en la cabecera de la Iglesia que sus colegas de los años 1830 no tuvieron.
Los Setenta, de acuerdo con la revelación, fueron organizados “de acuerdo con la visión que demuestra [su] orden” (versículo 93). Los siete presidentes, con uno que preside a los otros seis, debían supervisar la obra de un potencialmente mayor número de setentas. La revelación le dio poder a los líderes de la Iglesia para llamar no solamente a un solo quórum de setentas, sino quizás a muchos más “si por necesidad la obra de la viña lo requiere” (versículo 96). Esta flexibilidad es un aspecto importante del primer gobierno de la Iglesia. Aunque se fijó la cantidad ideal de miembros en cada quórum, su tamaño no estaba grabado en piedra. Por ejemplo, la Primera Presidencia tuvo su número fijo en tres, pero José Smith se sintió con la libertad de aumentar el quórum según se necesitara. No solamente agregó a Oliver Cowdery como “Presidente Asistente o Asociado” durante algunos años en los 1830 — un puesto que Cowdery describió como por encima de los consejeros pero bajo el presidente— sino que también agregó consejeros adicionales en Nauvoo. [48] Los ajustes eclesiásticos y las modificaciones, en otras palabras, no deberían preocupar a los Santos de los Últimos Días. Los Setenta, en realidad, han pasado por tantas modificaciones, como cualquier otro oficio en la Iglesia. [49]
El poder del sacerdocio, la casa del Señor, y la gracia de Jesucristo
Con toda la estructura, y la organización, puesta en orden, una cosa quedó clara para José Smith: los Hermanos serían poca cosa si no tienen poder en su obra del sacerdocio. Los actuales misioneros Santos de los Últimos Días aprenden que la autoridad del sacerdocio viene por la ordenación, pero que el poder real depende de su fidelidad. [50] Esta distinción entre poder y autoridad no siempre estuvo explícita en las revelaciones o en los discursos y escritos del Profeta, pero se encuentra por toda la historia temprana de la Iglesia de manera inconfundible (véase Doctrina y Convenios 121: 34-46). En breve, ni José Smith ni las revelaciones buscaron solamente una organización cohesiva o una institución eficiente. Más bien, siendo que el fin de todos los medios eclesiásticos era la salvación de la familia humana, los Santos buscaron nada menos que el poder divino para bendecir las vidas. [51] Voy a limitar mis ilustraciones del poder del sacerdocio a dos ejemplos, cada uno es un término clave en el desarrollo de la manera en que los Santos de los Últimos Días entienden el sacerdocio: la investidura y el sellamiento. No es de sorprender pues que cada uno de ellos lleva a templo, una palabra y un lugar que sirve algo así como la joya de la corona del ministerio de José Smith. Entonces, con la idea en mente de que todos los senderos eclesiásticos conducen al templo, podemos colocar juntos a la investidura, el sellamiento y al templo bajo el encabezado del “poder en el sacerdocio.”
La instrucción del Señor a sus antiguos apóstoles de que debían quedarse en Jerusalén hasta que fueran “investidos con poder de lo alto” (Lucas 24: 49) probablemente le puso un marco al entendimiento inicial de José Smith con respecto al potencial del sacerdocio. Esa palabra investir entraría en el vocabulario de José Smith con fuerza particular. La usó de forma intercambiable con la palabra dotar. Él esperaba una manifestación del poder divino, en realidad, algo semejante a la experiencia de los antiguos Apóstoles en Pentecostés tal como esta registrada en el Nuevo Testamento. Los dones espirituales que experimentaron los primeros Santos, enseñó, indicarían de manera inconfundible las obras de Dios para dar poder a los hermanos recién ordenados. Una experiencia dramática de esta clase de manifestación divina acompañó las ordenaciones al “sumo sacerdocio” en 1831. Poco después de congregarse en Ohio, en realidad, una revelación (la sección 43) les había prometido una investidura a los Santos: “Santificaos y seréis investidos con poder” (versículo 16). En la conferencia de junio de 1831, varios de los hermanos reunidos allí, dejaron relatos de una variedad de experiencias expirituales dramáticas —sanidades, visiones, hablar en lenguas, y cosas semejantes— que algunos esperaban que constituiría la investidura de poder prometida. [52] Otros no estuvieron convencidos de que había llegado la investidura prometida, y persistieron las preguntas.
Una pregunta relativa al sellamiento, un término que quizás no ha sido superado por ningún otro en cuanto a la transformación por las que pasó en los primeros años de la Iglesia. Después de la conferencia del sumo sacerdocio, José Smith instruyó a los élderes acerca de sus nombramientos al eslabonar el sumo sacerdocio con el poder de asegurar la vida eterna para los Santos fieles. Al hablar en una conferencia cuatro meses después de las ordenaciones al sumo sacerdocio, de acuerdo a las minutas de la conferencia, José Smith dijo que “el orden del Sumo Sacerdocio es que tienen el poder que se les ha dado de sellar a los Santos para la vida eterna.” [53]
Algunos de los primeros misioneros, obrando de acuerdo con lo que entendían del concepto, empezaron “a sellar para vida eterna” ¡a congregaciones enteras! Poco después, algunos de los líderes empezaron a usar este lenguaje “del sellamiento” en sus bendiciones patriarcales, en su descripción de la iniciación en la Escuela de los Profetas, y en conjunción con las primeras ordenanzas del templo que se practicaron en Ohio. [54] Aún así, eventualmente, José Smith vendría a entender el sellamiento en términos distintos todavía.
Una revelación de 1833, (la sección 95) unió “la investidura” con “el templo”. Dirigida a los Santos en el Condado de Jackson, Missouri, les recordó “os mandé edificar una casa, en la cual me propongo investir con poder de lo alto a los que he escogido” (versículo 8). Esto cambiaría dramáticamente las energías de los Santos con respecto a la investidura con poder. Oliver Cowdery tomó las nuevas instrucciones muy en serio. En 1834 le escribió a un líder del sacerdocio: “Queremos que entiendan que el Señor no ha prometido investir de lo alto a sus siervos, a menos que le construyan una casa; y si no se construye los élderes no serían investidos con poder, y si no lo son, nunca podrán ir a las naciones con el evangelio eterno.” [55]
Después de los hechos violentos de Missouri en 1833, se hizo imposible que hubiera un templo allí, y la disolución del Campo de Sión en 1834, haría imposible un retorno inmediato, los Santos, armados con el conocimiento de que no vendría una investidura sin tener un templo, eventualmente, construyeron uno en Ohio. Las experiencias pentecostales antes y después de la dedicación del Templo de Kirtland impresionaron a José Smith como una investidura de poder. Después de registrar las visiones, las lenguas, y las visitas angelicales del 30 de marzo de 1836, el diario de José Smith registra lo siguiente: “ Fue un pentecostés y una dote en realidad, que será recordada por mucho tiempo porque el sonido saldrá de este lugar a todo el mundo, y los acontecimientos de este día se escribirán en las páginas de la historia sagrada a todas las generaciones, al igual que el día de Pentecostés, este día será numerado y celebrado como un año de jubileo y un tiempo de regocijo para los santos del más alto Dios.” [56] Fue en Nauvoo, por supuesto, que el término investidura adquirió su forma final en la Restauración. Predispuestos a ver la investidura en términos de poder divino y el templo, los Santos empezaron a ver la investidura como una ordenanza distinta a partir del año 1842. En un sermón público a principios de mayo de ese año, José Smith discursó sobre la investidura que vendría y la diferencia entre ésta y las ordenanzas preliminares reveladas en Kirtland: “Las llaves son ciertas señas y palabras por las cuales se pueden detectar ciertos espíritus y personajes falsos y se pueden distinguir de la verdad, las cuales no se pueden revelar a los élderes hasta que el Templo se termine — los ricos solamente las pueden obtener en el Templo— los pobres las pueden obtener en la cumbre del Monte como lo hizo Moisés.” [57]
El sellamiento, también, encontró sus formas finales en Nauvoo. El “sellar para vida eterna” de que los primeros élderes hablaron desde 1831, al igual que la investidura, por fin fue asociado con las ordenanzas del templo. [58] De igual importancia, el Profeta usó el sellamiento en formas nuevas e importantes en Illionois. Mientras que en los años de los 1830 el sellamiento había unido a los hombres con Dios, los Santos de Nauvoo aprendieron que también podía unir a los esposos con las esposas, a los padres y a los hijos en relaciones eternas hechas por convenio. En una conversación con William Clayton y Benjamin Johnson en mayo de 1843, el Profeta explicó que “a menos que un hombre y su esposa entren en un convenio eterno y sean casados por la eternidad, mientras están en esta probación, por el poder y la autoridad del Santo Sacerdocio cesarán de aumentar cuando mueran (o sea, que no tendrán hijos en la resurrección) pero aquellos que se casen por el poder y la autoridad del sacerdocio en esta vida . . . continuarán creciendo y tendrán hijos en la gloria celestial.” [59]
Esa misma enseñanza fue reforzada dos meses después cuando José Smith dictó la revelación acerca del matrimonio celestial (sección 132). El sellamiento, de forma importante, parece que funcionó de tres maneras en ésta la última revelación canonizada de José Smith: El tan comentado “sellar para vida eterna” aparece en el versículo 49, en donde se le dijo a José Smith: “porque de cierto, sello sobre ti tu exaltación y te preparo un trono en el reino de mi Padre.” El versículo siete habla de que las ordenanzas mismas deben ser selladas por el Santo Espíritu a fin de que sean válidas, y finalmente, el resultado neto de la revelación fue asegurar que aquellos que dignamente se casen por la eternidad eran sellados el uno al otro. [60] En la sección 132 las bendiciones prometidas que se relacionan con los sellamientos son celestiales: “y los ángeles y los dioses que están allí les dejarán pasar a su exaltación y gloria en todas las cosas, según lo que haya sido sellados sobre su cabeza, y esta gloria será una plenitud y continuación de las simientes por siempre jamás. Entonces serán dioses, porque no tendrán fin; por consiguiente, existirán de eternidad en eternidad, porque continuarán; entonces estarán sobre todo, porque todas las cosas les estarán sujetas. Entonces serán dioses, porque tendrán todo poder, y los ángeles estarán sujetos a ellos” (versículos 19-20).
Un mes después, en agosto de 1843, José Smith predicó un sermón en el cual explicó que el sellamiento de esposos y esposas se extendería a sus hijos: “Cuando se pone un sello sobre el padre y la madre, asegura a su posteridad para que no se pierdan sino que serán salvos por virtud del convenio de su padre.” [61] Unos meses antes de su muerte en 1844, el Profeta puso el toque final sobre la doctrina del sellamiento, al explicar que sería posible “sellar a quienes moran en la tierra a aquellos que moran en el cielo.” [62] ¿Hay alguna doctrina enseñada por José Smith que de más consuelo y propósito a las familias modernas de los Santos de los Últimos Días?
En conclusión, espero que este breve repaso profundice nuestro aprecio por estos primeros Santos en varios aspectos. Primero, aunque la mayoría de los Santos de los Últimos Días modernos saben que el proceso de las revelaciones vino “mandato tras mandato, línea sobre línea” (Isaías 28: 10), el entrar en los detalles de los inicios del sacerdocio y del gobierno de la Iglesia nos puede convencer de que hemos menospreciado cuan exigente y agobiante puede ser el proceso. Quienes entre nosotros nos vemos en apuros a causa de nuestro entendimiento limitado, podemos encontrar algún consuelo en ello. Aferrarnos a la luz y verdad que tenemos y desear tener más es estar con buenas compañías. José Smith, Brigham Young, John Taylor y los demás llegaron a conocer bien estos procesos. Segundo, quizás podamos ver en el templo la contribución culminante del ministerio de José Smith. Este capítulo termina en el templo porque la obra profética de José Smith terminó allí; de un modo u otro, cada una de las doctrinas, organizaciones y prácticas hallaron su última expresión en la casa del Señor. La trayectoria de las enseñanzas del Profeta sobre el sacerdocio y el gobierno de la Iglesia señalaron hacia las ordenanzas y los convenios que ofrecieron. La Iglesia en 1830, vista por el espejo retrovisor, parece ser considerablemente menos sacramental de lo que era en 1844. Los Santos recorrieron un largo camino, tanto teológica como eclesiásticamente, en menos de dos décadas.
Aún queda un pregunta sin contestar. ¿Qué hay de la gran pregunta que divide a los católicos y los protestantes? ¿Qué hay de la relación entre los sacramentos y la gracia salvadora? Esa pregunta avivó las teologías de Lutero, Calvin, y los otros primeros protestantes y marcaron un desacuerdo mayor entre las dos comunidades cristianas. De manera interesante, en las primeras escrituras Santo de los Últimos Días uno encuentra un amplio apoyo para ambos lados de esa particular división cristiana . Con todo lo que he presentado aquí, debe haber muy poca duda de que las ordenanzas llegaron a ocupar un lugar prominente —y aparentemente no-protestante— en la Restauración. [63] El bautismo por los muertos aclaró sin lugar a dudas que, para los primeros Santos, las ordenanzas estaban mucho más allá de los símbolos. Aún así, Lutero y Calvin habrían aprobado la primera declaración de la Iglesia sobre la fe que se dio en su fundación, tal como se registra en la inolvidable sección 20. Aquí en su artículo acerca de la justificación dice: “Y sabemos que la justificación por la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es justa y verdadera” (versículo 30). Esa simple declaración acerca del lugar de Jesucristo en la Restauración debe abrigar los corazones de los Santos de los Últimos Días— ¡y los de los protestantes también—!
¿Cómo, entonces, estos dos lados, el de de los sacramentos y el de la gracia, de las escrituras Santos de los Últimos Días se unen? ¿Cómo deben encajar en las vidas de los Santos? Propongo que la respuesta puede estar en la Doctrina y Convenios sección 84, la revelación acerca del juramento y convenio del sacerdocio comentados arriba. Después de la lección de historia en los versículos 6 al 31, pero antes de la promesa abrumadora de “todo lo que mi Padre tiene” en el versículo 38, la revelación juntó breve pero poderosamente las ordenanzas del sacerdocio y al Redentor. “Y también todos los que reciben este sacerdocio, a mí me reciben, dice el Señor; porque el que recibe a mis siervos, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe a mi Padre” (vv 35-37). Para mí la palabra clave es recibir. Todo acto ritual en la Iglesia es en realidad un acto de recepción o aceptación. En mi mente, el participar en la ordenanzas de la Iglesia no gana la salvación para los Santos. Tampoco estoy convencido de que las ordenanzas nos califiquen para la exaltación. Ninguna decisión, ninguna obra terrenal, ningún esfuerzo humano podría tener la posibilidad de merecer “todo lo que mi Padre tiene”. ¿Hay algún Santo de los Últimos Días que piense que lo bueno acumulado en toda una vida podría merecer eso? Teológicamente hablando, no es cuestión de sumar. No, los Santos de los Últimos Días, al igual que el resto de la cristiandad están asombrados [y] confusos por “el amor que [nos] da Jesús” [64] Más bien, como la sección 84 nos lo recuerda, al ser bautizados, confirmados o investidos recibimos a Jesús. Sus dones sin iguales son solamente eso: dones. Y nadie se gana los dones. Pero para que los dones sean importantes, para que se gocen los dones, deben recibirse. En el recuento final, las revelaciones de la Restauración acerca del sacerdocio subrayan el hecho de que “venir a Cristo,” como las revelaciones lo indican a menudo, es recibir Su bondad y Su gracia.
Notas
[1] Los asuntos cronológicos se han sacado de “A Chronology of the Life of Joseph Smith,” BYU Studies 46, núm. 4 (2007), páginas 67-68. Con mucho agradecimiento reconozco dos tratados extensos acerca del gobierno de la Iglesia que me dieron información para este ensayo: Joseph Smith: Rough Stone Rolling, por Richard L. Bushman, (Nueva York: Alfred A. Knopf, 2005), en especial el capítulo 13; y Power from On High: The Development of Mormon Priesthood, por Gregory A. Prince (Salt Lake City: Signature Books, 1995).
[2] Larry E. Dahl y Charles D. Tate hijo, son los editores de The Lectures on Faith in Historical Perspective (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1990), páginas. 1-10.
[3] José Smith, History of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, editor B. H. Roberts, 2ª edición revisada (Salt Lake City: Deseret Book, 1957), 2: 221.
[4] Joseph Young, History of the Organization of the Seventies: Names of the First and Second Quorums, Items Related to the First Presidency of the Seventies, also a Brief Glance at Enoch and His City (Salt Lake City: Deseret News, 1878), páginas 1-2.
[5] Fred C. Collier y William S. Harwell, editores Kirtland Council Minute Book (Salt Lake City: Colliers’s Publishing Company, 1996), página 70.
[6] Véase como ejemplo, Doctrina y Convenios 107: 93: “Y va de acuerdo con la visión que demuestra el orden de los Setenta.”
[7] Collier y Harwell, Kirtland Council, páginas 72-80.
[8] Collier y Harwell, Kirtland Council, página 85.
[9] Personal Writings of Joseph Smith, Dean C, Jessee, editor 2ª edición revisada (Salt Lake City: Deseret Book; Provo, UT: Brigham Young University Press, 2002), página 358.
[10] José Smith, History of the Church, 2:238.
[11] José Smith, Personal Writings, páginas 368-388.
[12] Dean C. Jessee, Mark Ashurst-McGee y Richard L. Jensen, son los editores de Journals, Volume I: 1832-1839. volumen 1 de la serie de Journals de The Joseph Smith Papers, editado por Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin y Richard Lyman Bushman (Salt Lake City: The Church Historian’s Press, 2008), página 62.
[13] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1:68.
[14] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1: 71.
[15] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1: 72.
[16] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1: 77, 79.
[17] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1: 83-84.
[18] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1: 88, 95.
[19] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1: 113.
[20] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1: 120-121.
[21] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1: 124.
[22] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1: 134.
[23] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1: 140.dx
[24] Jessee, Ashurst-McGee, y Jensen, Journals, 1: 140.
[25] “El Gobierno de la Iglesia de Cristo” aparece en el portada del Libro de Mandamientos (Zion [Independence, MO]: W. W. Phelps and Co., 1833).
[26] Painsville [OH] Telegraph, 7 de diciembre de 1830.
[27] Milton V. Backman hijo, The Heavens Resound: A History of the Latter-day Saints in Ohio, 1830-1838 (Salt Lake City: Deseret Book, 1983), página 6.
[28] Los Documentos de Edward Partridge, 1839, tal como fueron citados en Heavens Resound, por Backman, página 16.
[29] Boyd K. Packer, “The Twelve Apostles,” Ensign noviembre de 1966, página 6.
[30] Para una revisión accesible de las perspectivas católicas y Protestantes, ver America’s Religions: From Their Origins to the Twenty-first Century por Peter W. Williams (Urbana: University of Illinois Press, 2002), páginas 64-99.
[31] Para conocer las primeras iglesias americanas y sus teologías, ver New Historical Atlas of Religion in América de Eswin S. Gaustad y Philip L. Barlow (Nueva York: Oxford University Press, 2001), y Theology in America: Christian Thought From the Age of the Puritans to the Civil War por E. Brooks Holifield (New Haven, CT: Yale University Press, 2003).
[32] Para un ejemplo prominente, véase de Grant Underwood, “‘Saved or Condemned’: Tracing a Persistent Protestantism in Early Mormon Thought,” en BYU Studies 25, núm. 3 (Verano 1985): páginas 85-103.
[33] Ver de Prince, Power from On High, páginas 47-78.
[34] Ver de Brian Q. Cannon, “Priesthood Restoration Documents,” en BYU Studies, 35, núm. 4 (1996): páginas 162-173.
[35] Brigham Young, en Journal of Discourses (Londres, Latter-day Saints’ Book Depot, 1854-1886), 6:320.
[36] Heber C. Kimball, en Journal of Discourses, 7: 231.
[37] Richard L. Bushman, Rough Stone Rolling, páginas 251-269.
[38] Richard L. Bushman, Rough Stone Rolling, páginas 156-160; véase también Power from On High, de Prince, páginas 15-21.
[39] Cuando se estaban haciendo los preparativos para la organización de la Iglesia, de hecho, Oliver Cowdery recibió una revelación que nunca se ha incluído en la Doctrina y Convenios (probablemente porque sirvió como antecedente de Doctrina y Convenios 20). En ella, se enfatizaron varios pasajes del Libro de Mormón que describen los oficios de la Iglesia. Oliver anteriormente había recibido la instrucción de que “conf[iara] en las cosas que están escritas” en sus esfuerzos para “edificar mi iglesia” (Doctrina y Convenios 18: 3). Véase “An Examination of the 1829 ‘Articles of the Church of Christ’ in Relation to Section 20 of the Doctrine and Covenants,” por Scott H. Faulring en Oliver Cowdery: Scribe, Elder, Witness (Provo, UT: Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, Brigham Young University, 2006), páginas 155-193.
[40] Véase Mosíah 23: 16-17, y Alma capítulo 13.
[41] Prince, Power from On High, página 22; Doctrina y Convenios 81 y 107.
[42] Véase Lost Legacy: The Mormon Office of Presiding Patriarch, por Irene M. Bates y E. Gary Smith (Urbana: University of Illinois Press, 1996).
[43] John Corrill, A Brief History of the Church of Christ of Latter Day Saints, (Commonly called Mormons) (St. Louis: Printed for the Author, 1839), página 47.
[44] Véase “From Conferences to Councils: The Development of LDS Church Organization, 1830-35" de Kathleen Flake, en Archive of Restoration Culture: Summer Fellows’ Papers, 1997-1999 (Provo, UT: Joseph Fielding Smith Institute of Latter-day Saint History, 2000), páginas 1-8; “Priest, Pastor, and Power: Joseph Smith and the Question of Priesthood,” por David Holland, en Archive of Restoration Culture: Summer Fellows’ Papers, 1997-1999 (Provo, UT: Joseph Fielding Smith Institute of Latter-day Saint History, 2000), páginas 9-16.
[45] Kathleen Flake, “From Conferences to Councils,” página 2.
[46] Richard L. Bushman, Rough Stone Rolling, página 1536. Véase también Mormonism: A Very Short Introduction, por el mismo autor (Nueva York: Oxford University Press, 2008), páginas 49-63.
[47] Véase de Jason Lindquist, “”Unlocking the Door of the Gospel’: The Concept of ‘Keys’ in Mormonism and Early American Culture,” en Archive of Restoration Culture: Summer Fellows’ Papers, 1997-1999 (Provo, UT: Joseph Fielding Smith Institute of Latter-day Saint History, 2000), páginas 29-41.
[48] D. Michael Quinn, The Mormon Heirarchy: Origins of Power (Salt Lake City: Signature Books, en sociedad con Smith Research Associates, 1994), páginas 44-45.
[49] Véase de Alan K. Parrish, “Seventy Overview,” y de Richard G. Roberts, “First Council of the Seventy,” en Encyclopedia of Mormonism, editado por Daniel H. Ludlow (New York: Macmillan, 1992), 3: 1300-1303.
[50] Predicad mi Evangelio: Una Guía para el Servicio Misional (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 2004), página 85; véase también “The Aaronic Priesthood,: Ensign, noviembre de 1981, página 30: “Su autoridad viene por la ordenación; su poder viene mediante la obediencia y la dignidad.”
[51] Richard L. Bushman, Rough Stone Rolling, página 203.
[52] Richard L. Bushman, Rough Stone Rolling, páginas 156-160.
[53] Donald Q. Cannon y Lyndon W. Cook son los editores de Far West Record: Minutes of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1830-1844 (Salt Lake City: Deseret Book, 1983), páginas 20-21.
[54] Véase de Prince, Power from On High, páginas 20, y 155-156.
[55] Carta de Oliver Cowdery a John F. Boynton, el 6 de mayo de 1834, en el libro de correspondencia de Oliver Cowdery, Huntington Library, página 45-46, según fue citado por Prince en Power from On High, página 32.
[56] Jessee, Ashurst-McGee y Jensen Journals, 1: 216.
[57] The Words of Joseph Smith: The Contemporary Accounts of the Nauvoo Discourses of the Prophet Joseph Smith, editado por Andrew F. Ehat y Lyndon W. Cook (Provo, Ut: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1980), páginas 119-120.
[58] Véase de Prince, Power from On High, páginas 166, y 187-191.
[59] An Intimate Chronicle: The Journal of William Clayton, editado por George D. Smith (Salt Lake City: Signature Books and Smith Research Associates, 1995), página 102.
[60] Este último significado del sellamiento (esto es, el sellamiento de esposos a las esposas) apareció explícitamente por primera vez en enero de 1844 en el diario de Wilford Woodruff (Prince, Power from On High, páginas 167-168).
[61] An Intimate Chronicle: The Journals of William Clayton, editado por George D. Smith (Salt Lake City: Signature Books and Smith Research Associates, 1995), página 102.
[62] El Diario de Wilford Woodruff, 10 de marzo de 1844, según fue citado en Prince, Power from On High, página 179.
[63] Bushman escribe, “Las doctrinas del sacerdocio abrieron un mundo de rituales que el protestantismo, con su énfasis en la predicación, había clausurado” (Rough Stone Rolling, página 205).
[64] Charles H. Gabriel, “Asombro Me Da,” Himnos (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1992), núm. 118.