El profeta y vidente -- 1831 un torrente de revelaciones

Grant Underwood

Aunque no todas las revelaciones que José Smith dictó fueron canonizadas, es un error el pensar que sus revelaciones canonizadas representan apenas la punta del iceberg de la revelación. En los archivos de la Iglesia, no existe una gran colección de revelaciones sin canonizar y sin publicar. Los editores del Proyecto de los Documentos de José Smith estamos agradecidos de que la Iglesia haya puesto a nuestra disposición todos los documentos escritos o dictados por José Smith. Nada se ha retenido. Hemos podido ver todo lo que ha sobrevivido, y les aseguro que solamente unas pocas de las revelaciones no han sido canonizadas. [1]

De las 135 revelaciones del Profeta en la Doctrina y Convenios, 38 fueron recibidas en 1831. Eso representa el 28 por ciento de las revelaciones canonizadas, y el conteo de palabras eleva ese número a mas del 30 por ciento. Piensen en eso —más de una cuarta parte de todas las palabras reveladas dictadas por el Profeta José Smith— se recibieron en un solo año, 1831.

Otros pocos años se acercan a ese porcentaje pero aún se quedan cortos:

1829: El 15 por ciento

1830: El 19 por ciento (el segundo año mas productivo, pero significativamente menos que en 1831)

1832: El 18 por ciento

1833: El 12 por ciento.

Cada uno de los otros años en la vida José tuvieron el 8 por ciento o menos.

Las Revelaciones Recibidas en 1831

Así vemos que el año 1831 produjo un torrente maravilloso de revelaciones. Estas revelaciones constituyen ahora las secciones 38 a la 72, así como las secciones 1 y 133 (el prefacio y el apéndice revelados para el Libro de los Mandamientos) y la que yo llamaría la sección 107b. La mayoría de los versículos , del 107: 59 hasta el fin de la sección, son en realidad una visión separada recibida en noviembre de 1831 que el Profeta y sus asociados decidieron agregar como un apéndice al material recibido en marzo de 1835 que forma la primera parte de la sección 107. Hoy, es una revelación continua y fluida.

¿Que fue lo que causó que el año 1831 fuera de tanta importancia reveladora? Primero que todo, al principio del año, José recibió una revelación dirigida al pequeño grupo de creyentes en Nueva York, que en sus tres ramas, Palmyra, Fayette y Colesville, eran menos de cien. Estos Santos debían congregarse en Ohio, en donde los misioneros habían visitado a Sidney Rigdon, antiguo mentor espiritual de Parley P. Pratt, varios meses antes. Rigdon, una parte de sus seguidores y algunos otros se habían unido a la Iglesia, y en cosa de unas semanas, la Iglesia tenía más de cien conversos en Ohio. Así, al principio del año 1831, un gran grupo de conversos recientes estaba residiendo en el noreste de Ohio, y el Señor le mandó a José Smith que trajera a todos los Santos de Nueva York y se mudaran a Ohio.

En la primera parte del año 1831, se vislumbraba en el horizonte, la promesa hecha en el otoño de 1830 de que sería revelada la ubicación de la Nueva Jerusalén, o Sión. Se dieron varias revelaciones que señalaban a la Nueva Jerusalén como el lugar final del recogimiento; Ohio fue solamente un lugar temporal para el recogimiento. Una gran parte de las revelaciones de 1831, empezando con la sección 52 y continuando hasta la sección 64, de una manera u otra se relacionan a la identificación de Sión y los esfuerzos iniciales hacia su establecimiento.

Otros temas diferentes sobresalen en las revelaciones de 1831. Uno de ellos se refiere a distinguir las manifestaciones espirituales legítimas, los dones espirituales, de las manifestaciones falsas. Otro tema es el intenso interés en los tiempos finales; un sentimiento de que el regreso del Señor se aproximaba y que fue estimulado por el torrente de revelaciones y por el vocabulario en varias de esas revelaciones. Los Santos estaban preocupados por la profecía, y varias revelaciones que tratan ese tema fueron recibidas en 1831. Hacia el fin del año, surgió otro mensaje importante que ocupó al Profeta y sus asociados: la publicación de las revelaciones de José. La primera compilación de revelaciones fue conocida como El Libro de Mandamientos. Una serie de conferencias en noviembre de 1831 enfrentó la tarea de decidir como y bajo que circunstancias publicar las revelaciones recibidas hasta esa fecha.

Razones para el Recogimiento

Antes de que los santos se pudieran congregar en Sión, debían congregarse en Ohio. Una revelación que se dio en una conferencia el 2 de enero de 1831, y que ahora se encuentra en la Doctrina y Convenios como la sección 38, da las razones para el recogimiento que son como una especie de “empuje y jala.” El versículo 31 expresa el factor “empuje”: Y para que os escapéis del poder del enemigo.” Había existido persecución desde el principio —antagonismo hacia el Profeta y su obra— pero también había un torbellino de oposición particular hacia los Santos en Colesville, la rama al sur de Nueva York. José había ido a Colesville el verano anterior para confirmar a los miembros, pero se enfrentaron con una resistencia difícil de parte de sus enemigos. Le tomó varias semanas antes de que pudiera confirmar a los Santos; y por eso la frase “para que os escapéis del poder del enemigo” fue el “empuje” para salir de Nueva York.

Si queremos considerar el “jala” hacia Ohio, fue el ideal de “ven[ir] a [Dios], un pueblo justo, sin mancha e irreprochable” (versículo 31). Con el concepto de comunidad — por estar juntos— se puede ayudar e incitar el progreso espiritual importante. El Señor declara en el versículo 32: “fue por lo que os di el mandamiento de trasladaros a Ohio; y allí os daré mi ley.” Eso sucedió muy pronto después de que llegaron. Entonces, sigue la promesa: “y allí seréis investidos con poder de lo alto; y desde allí irán a todas las naciones los que yo quisiere” (vv 32-33). Así que allí vemos las promesas particulares que jalaron a los Santos hacia Ohio. Allí les esperaban momentos espirituales muy importantes así como un refugio de la persecución.

El recogimiento fue el tema principal del año 1831; o al menos el que se menciona en la mayoría de las revelaciones. En el otoño anterior, en la sección 29 versículos 7 y 8, el Señor les dice a los Santos que “sois llamados para efectuar el recogimiento de mis escogidos. . . por tanto, del Padre ha salido el decreto de que serán recogidos [los electos] en un solo lugar sobre al faz de esta tierra.” Fíjense en la importante razón que sigue: “a fin de preparar su corazón, y que se preparen en todas las cosas para el día en que se derramen tribulaciones y desolación sobre los malvados.” La primera frase “a fin de preparar su corazón,” sugiere llegar a ser un pueblo sin mancha e irreprochable, que maduren espiritualmente en un grupo y organización unidos. La última frase, “que se preparen en todas las cosas para el día en que se derramen tribulaciones y desolación sobre los malvados” trata un tema que se declara mas duramente en los dos versículos siguientes; el concepto de refugio y de preparación contra un día futuro en que se derrame el juicio divino en contra de los malvados: “Porque la hora está cerca, y próximo está el día cuando la tierra estará madura; y todos los soberbios y los que hacen maldad serán como rastrojo, y yo los abrasaré, dice el Señor de los Ejércitos. . . porque con poder y gran gloria me revelaré desde los cielos, con todas sus huestes, y moraré en rectitud con los hombres sobre la tierra mil años, y los malvados no permanecerán” (vv 9, 11). Estos cuantos versículos, encierran conceptos clave para los primeros Santos. Tuvieron la poderosa sensación de que el fin era inminente y que el lugar de seguridad, el único lugar de refugio, sería el lugar central de recogimiento: Sión, la Nueva Jerusalén. No es de sorprender pues, que las referencias al recogimiento aparezcan subsecuentemente en muchas de las revelaciones del año 1831.

La sección 45, dada en marzo de 1831, indica: “Y con corazones y mentes unánimes juntad vuestras riquezas para que compréis una heredad que más adelante os será designada” (versículo 65). Fue hasta cuatro meses después, hasta julio, que José recibió la revelación que identificaba el lugar exacto; de allí la expresión “mas adelante.” “Y se llamará la Nueva Jerusalén, una tierra de paz” (versículo 66). Fíjense en la imágen siguiente en ese versículo: “una ciudad de refugio” ¿Refugio contra qué? “De las tribulaciones y la desolación” que se derramarán sobre el mundo, como se menciona en la Doctrina y Convenios 29. En los últimos días, Sión será “una ciudad de refugio, un lugar de seguridad para los santos del Dios Altísimo; y la gloria del Señor estará allí, y el terror del Señor también estará allí, de tal manera que los inicuos no llegarán a ella, y se llamará Sión” (vv 66-67). Qué conceptos tan emocionantes se revelaron en estos meses.

Congregándose en Sión

En febrero de 1831, después de congregarse en Ohio, el Profeta recibió lo que ahora llamamos “la Ley,” una revelación compuesta publicada como la sección 42 de la Doctrina y Convenios. La parte central de la Ley se relaciona a lo que llamamos la “ley de consagración,” que inicialmente era una especie de programa delineado por el Señor para compartir los recursos. Esta revelación contestó las preguntas en las mentes de los Santos: ¿Cómo financiamos la Iglesia en crecimiento? ¿Cómo utilizamos nuestros escasos recursos para adelantar la obra?

En marzo, llegó la revelación conocida como la sección 48. Empezando en el versículo 4 el Señor nuevamente les dice a los Santos que junten sus recursos y estén listos para “comprar tierra para una herencia, sí para la ciudad.” Sin embargo, el Señor dijo: “Todavía no será revelado el lugar; pero después de que vuestros hermanos vengan del Este” (versículo 5). O sea después de que los Santos llegaran de Nueva York, “serán nombrados ciertos hombres a quienes les será manifestado el lugar, o sea, les será revelado” (versículo 5).

No mucho tiempo después, los Santos de Nueva York empezaron a llegar, y a principios de junio de 1831, se efectuó una conferencia muy importante. Probablemente esa fue la reunión más numerosa, hasta esa fecha, de hermanos ordenados en la Iglesia. Aunque para las normas actuales sería pequeña, —quizás cincuenta hermanos— se hicieron cosas importantes. En esa conferencia se efectuó la primera ordenación al oficio de sumo sacerdote. Al final de la conferencia, se dió una revelación en la que se comisionó a varias docenas de hermanos a que viajaran a Misuri, donde, como lo dice la sección 52 versículo 2, se debía efectuar la siguiente conferencia “sobre la tierra que consagraré a los de mi pueblo, que son un resto de Jacob.” Una vez que estuvieran allí se revelaría la ubicación de Sión. “Por tanto, de cierto os digo, emprendan su viaje mis siervos José Smith, hijo, y Sidney Rigdon, en cuanto hagan los preparativos. . . Y si me son fieles, se les hará saber lo que han de hacer; y también, si son fieles, se les dará a conocer la tierra de vuestra herencia” (versículos 3-5). Ese era el mensaje que estaban esperando: ir a Misuri, y allí les sería revelada la ubicación de Sión.

La Ubicación de Sión

José y un grupo de élderes llegaron al Condado de Jackson, Misuri, a mediados de julio. Allí, en una pequeña reunión, fue revelada la sección 57. No habían llegado todos los élderes que fueron asignados, ni siquiera eran la mayoría, pero quienes estuvieron allí oyeron estas palabras: “en esta tierra, la tierra de Misuri, la cual he señalado y consagrado para el recogimiento de los santos. Por tanto, ésta es la tierra prometida y el sitio para la ciudad de Sión” (vv. 1-2). Entonces vino la respuesta específica: “He aquí, el lugar que ahora se llama Independence es el lugar central; y el sitio para el templo se halla hacia el oeste, en un solar no lejos del juzgado” (versículo 3). [2] Unos cuantos meses después, el Obispo Edward Partridge compró sesenta y tres acres de tierra en forma algo triangular como parte de su asignación de comprar terrenos para Sión y para el templo. Esos sesenta y tres acres llegaron a conocerse como el “lote del templo.” [3]

La sección 57 menciona solamente un templo. Dos años después, en 1833, José amplió sus planes para construir veinticuatro templos. En esas fechas, los templos no significaban lo mismo que ahora. Usualmente se entendía que un templo era un lugar de reuniones. No era un lugar en donde los miembros necesitaran una recomendación para poder entrar y en donde se efectuaran sagradas ceremonias especiales. La investidura del templo, como se conoce ahora entre los Santos, no fue revelada sino hasta mayo de 1842. Por tanto, se debe entender que los templos en los años 1830 eran centros de reunión o instalaciones para propósitos administrativos. En 1833, cuando José tuvo dibujado su plano para Sión, pensó que habría una población de diez a quince mil habitantes. En tales circunstancias se necesitarían veinticuatro templos, o centros de reuniones, para acomodar a los Santos en su adoración dominical.

La Observancia del Día de Reposo

Mientras estaba en Misuri, el Profeta recibió la revelación que ahora conocemos como la sección 59, que habla de la observancia del día de reposo. En los años 1830, Misuri era un lugar tosco. Un misionero de otra iglesia describió a los habitantes de Misuri como un pueblo no civilizado, inculto, grosero; que participaban en juegos de azar, en las carreras de caballos y en las peleas de gallos. Él escribió: “El guardar el día de reposo cristiano, parece ser algo desconocido por aquí, cuando las caravanas de carromatos de Santa Fe regresen aquí o pasen por aquí en su ruta hacia el este, verán que hay una multiplicación de pecado mayor de la cantidad usual. Parece que aquí hay una sobre abundancia de mujeres que practican la profesión más antigua del mundo. . . Son muy comunes las peleas con garrotes y otras formas de violencia.” [4] La preocupación por esos comportamientos, suscitaron esta revelación, la cual fue publicada muy rápido por los Santos de los Últimos para afirmar su visión del Día de Reposo. Yo creo que el comportamiento actual en el Día de Reposo entre los Santos de los Últimos Días nos separa de muchos otros cristianos que toman la observancia del Día de Reposo un poco más a la ligera que nosotros.

La Fundación de Sión

El dos de agosto, mientras aun estaba en Misuri, el Profeta “ayudó a la Rama de Colesville a colocar el primer tronco, para una casa, como la fundación de Sión en el poblado de Kaw, doce millas al oeste de Independence. El tronco fue llevado y colocado por doce hombres, en honor de las doce tribus de Israel. En esa misma fecha, por medio de oración. la tierra de Sión fue consagrada y dedicada por el élder Sidney Rigdon para el recogimiento de los Santos. Fue una ocasión gozosa para quienes estuvieron presentes y les permitió vislumbrar el futuro, que el tiempo aun debería desplegar para la satisfacción de los fieles.” [5]

Varias secciones se relacionan con la rama de Colesville, la primera rama que llegó a Misuri. La sección 51 trata de que primero se establecieran en un pedazo de propiedad en Ohio que cierto hombre había puesto a su disposición. Cuando ese hombre se retractó de su buena intención, surgió la pregunta: ¿qué va a pasar ahora? La sección 54 contesta esa pregunta al decir en esencia: “Ustedes deben ser la primera rama que se congregue en Misuri; el primer grupo de personas aparte de los élderes ordenados que fueron comisionados en la sección 52 para ir a Misuri como grupo.” La sección 56 tiene unas pocas cosas más que decir sobre eso.

Un tema de interés a fin de entender a la Iglesia emergente se pueden encontrar en un par de versículos — el 15 y el 16— en la sección 57 que a veces pasan desapercibidos. Los versículos se dirigen al obispo Edward Partridge y a Sidney Gilbert. Gilbert fue designado como el “agente”, que en términos generales equivale a un agente de bienes raíces o un representante de negocios. Él y el obispo Partridge debían trabajar juntos para comprar los terrenos para el principio de Sión. El Señor dice: “Y ahora, concerniente al recogimiento: Hagan los preparativos el obispo y el agente para aquellas familias a las cuales se ha mandado venir a esta tierra” (versículo 15). En esta fecha, las únicas familias además de las de la rama de Colesville a las que se les había mandado que vinieran eran las familias de varios de los líderes —Edward Partridge, Sidney Gilbert, y W.W. Phelps— mencionados previamente en la sección 57. Las familias de los líderes estaban en Ohio a casi mil millas de distancia y ahora se les mandaba “venir a esta tierra, tan rápidamente como sea posible” después de lo cual el obispo y el agente debían “establecer[las] en sus heredades” (versículo 15). La revelación terminó con estas palabras: “Y más tarde se darán instrucciones adicionales al resto de los élderes y de los miembros” (versículo 16). Esto fijó el modelo para revelaciones subsiguientes que le dijeron a la membresía en general que no debían apresurarse para ir a Sión. Uno se imaginaría que muchos de los primeros miembros estaban ansiosos por hacerlo, pero mediante la razón y la revelación, José pudo calmar un poco sus ánimos.

En la sección 58 recibida unos días después, se dice más acerca de traer a las familias mencionadas anteriormente: “Y ahora, según dije concerniente a mi siervo Edward Partridge, ésta es la tierra de su residencia y de los que ha escogido para ser sus consejeros; y también la tierra de la residencia de aquel que he nombrado para encargarse de mi almacén [Sidney Gilbert]’ por tanto, traigan ellos sus familias a esta tierra, según lo que determinen entre sí y conmigo. Porque he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas” (vv. 24-26). Recuerden que la palabra “mandar” tenía un significado más amplio entonces. ¿Cómo se llamó la primera colección de las revelaciones? No se llamó el Libro de Revelaciones, sino el Libro de Mandamientos. Los mandamientos en palabras de José Smith no era un simple mandato. Era cualquier enseñanza, impresión o instrucción de Dios, de manera que los mandamientos eran un sinónimo de revelaciones. Así cuando el Señor dice: “no conviene que yo mande en todas las cosas” (versículo 26), significa “no conviene que yo revele o dirija en todas las cosas.” Esa fue una declaración muy pragmática. El Señor tenía que alejar a los Santos de la dependencia constante en el Profeta para revelación en todo asunto. Tal dependencia no funcionaría cuando Edward Partridge y Sideny Gilbert estuvieran a mil millas de donde estaba el Profeta, y aparentemente el Señor aprovechó la ocasión para enseñarle a los miembros que “el poder esta[ba] en ellos y en esto [vinieron] a ser sus propios agentes” (versículo 28).

La Ley de Consagración

Por supuesto, para edificar Sión, se necesitaría dinero para comprar los terrenos y en la sección 58 se aconsejó a los Santos que consagraran su dinero para el recogimiento: “Y ahora os doy instrucciones adicionales en cuanto a esta tierra. Me es prudente que mi siervo Martin Harris de un ejemplo a la Iglesia, entregando su dinero al obispo de ella” (vv. 34-35) Es en la Ley (DyC 42) en donde se encuentran las instrucciones para la forma de compartir los recursos, o para lo que llamamos “consagración,” y a Martin Harris, el gran patrocinador financiero de la Restauración, se le pide otra vez que entregue su dinero al obispo de la Iglesia. Continúa la sección 58: “Además, esto es una ley para todo hombre que venga a esta tierra para recibir una heredad; y hará [el obispo] con su dinero lo que la ley indique” (versículo 36).

Sión no era solamente un buen lugar para vivir, era una comunidad consagrada. De hecho, al año siguiente, después de que un número de Santos de los Últimos Días se habían congregado allí, y no todos los habían hecho de la manera correcta —por consagración— el Señor dijo en una carta que después fue canonizada como la sección 85 que se debe llevar “ una historia y un registro general de la Iglesia de todas las cosas que acontezcan en Sión, y de todos los que consagren bienes y reciban legalmente heredades” (versículo 1). Heredad era el término religioso para el lote de terreno que recibirían los miembros una vez que consagraran sus bienes. Todos los que recibieran heredades debían recibirlas legalmente de parte del obispo. El Señor continuó con sus instrucciones en el versículo 3: “Es contrario a la voluntad y al mandamiento de Dios que estén inscritos con los del pueblo de Dios los nombres de aquellos que no reciban su heredad por consagración, conforme a su ley, que él ha dado, para diezmar a su pueblo, a fin de prepararlo para el día de la venganza y el fuego.” Este versículo usa un lenguaje muy fuerte al decir que iba en contra de la voluntad de Dios que los Santos se congregaran en Sión sin autorización y sin haber consagrado sus bienes.

Consejo para los Primeros Misioneros

La sección 58 también habla de los élderes que no fueron mencionados específicamente: “Tocante al resto de los élderes de mi Iglesia: No llegará en muchos años todavía la hora en que han de recibir su heredad en esta tierra, a menos que lo deseen por la oración de fe y eso de acuerdo con lo que el Señor les señale” (versículo 44). Si no se iban a congregar en Sión en el futuro cercano, ¿qué se supone deberían hacer los élderes? El Señor les manda: “reunirán al pueblo desde los extremos de la tierra” (vérsículo 45).

En cuanto a los Santos en lo general, la palabra divina fue: “hágase la obra del recogimiento no con prisa ni huyendo, sino como lo aconsejen los élderes de la iglesia en las conferencias, de acuerdo con el conocimiento que reciban de cuando en cuando” (versículo 56). El conocimiento necesario vendría de Sión: “anuncie el obispo o el agente de la iglesia los privilegios de las tierras, de cuando en cuando” (versículo 55). El recogimiento debería efectuarse de manera ordenada. Tristemente, no todos pusieron atención a eso, y un buen número de miembros insensatos se congregaron en Sión por su propia iniciativa y sin haber consagrado sus bienes.

Ahora me gustaría ir a la sección 60 y dirigir su atención a un par de temas menores. Esta revelación se dirige a los élderes que habían viajado a Misuri y que ahora se les dice que regresen a su casa, predicando el evangelio por el camino. En el versículo 15, se evoca una idea del Nuevo Testamento: “Y sacudirás el polvo de tus pies contra aquellos que no te reciban, no en su presencia, no sea que los provoques, sino en secreto; y lava tus pies como testimonio en contra de ellos en el día del juicio.” Hay ocasiones en que ciertas expresiones toman vida propia más allá del significado original del texto.

“Sacudir el polvo de los pies” es un ejemplo, ya que muchos relatos sensacionalistas se han generado entre los Santos de los Últimos Días sobre la manera en que Dios castiga, después de que los élderes se han sacudido el polvo en contra de ellos, a quienes no aceptan el evangelio. En la realidad, esta práctica es un reconocimiento de que los élderes han cumplido su deber de proclamar el evangelio y han regresado las cosas al Señor para que Él atienda este asunto en el Día del Juicio. José Smith escribió después: “Si un hombre le prohibe a su esposa o a sus hijos. . . que reciban el evangelio, entonces es el deber del élder seguir su camino y no ejercer influencia sobre él, y dejar que la responsabilidad caiga sobre su cabeza; sacúdase el polvo de sus pies como testimonio contra él.” [6] El misionero ya no tiene la responsabilidad de la salvación de ellos. No nos sacudimos los pies con la esperanza de que algún desastre caiga sobre quienes rechazan a los siervos del Señor. El sacudirse los pies no es un vudú mormón. El Profeta dice,” No ejercer influencia sobre él.” Le dejamos el juicio al Señor, pero, oh, ¡cuanto se ha exagerado a nivel popular, al paso de los años, la idea de sacudirse el polvo de los pies!

Advertencias sobre el Recogimiento en Sión

Enseguida viene la sección 61. Mientras los élderes iban de regreso a casa, viajaban en canoa por el Río Misuri, que a veces tenía flotando por sus orillas troncos y árboles que habían caído. En cierto lugar, los élderes chocaron con un árbol flotante y se hundió la canoa. En una época en que mucha gente no sabía nadar, esa fue una experiencia atemorizante y perturbadora. Los élderes pudieron salir a tierra, pero esa experiencia los sacudió. También habían ocurrido algunas peleas entre los hermanos a principios del viaje. El Señor aprovechó esta ocasión para darles un consejo interesante: “Y lo que digo a uno lo digo a todos, de prevenir a vuestros hermanos concerniente a estas aguas, para que no viajen sobre ellas, no sea que se debilite su fe y caigan en trampas; yo, el Señor, he decretado, y el destructor anda sobre la haz de las aguas, y no revoco el decreto. Yo, el Señor, estuve enojado ayer con vosotros, mas hoy se ha apartado mi ira” (vv. 18-20).

Es importante ver las revelaciones en su contexto y entender que ciertos pasajes pudieron haber tenido un significado particular en esa época. Aquí hay un ejemplo. Podemos ver esto y preguntarnos ¿cómo entendieron los Santos estas palabras? En cosa de unos meses, se desató en los Estados Unidos un cólera pandémico. Fue una de las mayores pandemias en la historia de los Estados Unidos, y aquí el Señor les está haciendo una advertencia. El peródico The Evening and Morning Star nos da un vistazo de la forma en que se interpretó la revelación en esa época: “Además del ahorro de tiempo y dinero [al viajar a Sión por tierra en vez de ir por barco] se evitan riesgos y muchos peligros: Primero, los desastres sobre las aguas.” En esos días ocurrían muchos accidentes con los barcos de vapor, y las explosiones quemaron y mataron a muchas personas. “Segundo, hasta cierto grado, el temor y los problemas del cólera, que el Señor ha mandado sobre el mundo, y que puede, sin arrepentimiento, causar estragos en los pueblos grandes de las riveras durante muchos años, o, al menos, hasta que vengan otros juicios.” [7] Por lo tanto, quizás la manera en que se entendió este texto era: “El destructor que anda sobre las aguas es principalmente el cólera. Es mucho más seguro para nosotros el viajar por tierra.”

Hace algunos años en el Centro de Capacitación Misional, el élder Rex D. Pinegar contestó así la pregunta, ¿Por qué no se les permite nadar a los misioneros? Probablemente, muchos misioneros pensaron que él iba a citar de la sección 61 “el destructor anda sobre la haz de las aguas.” Pero en vez de eso citó una estadística. Dijo que en el grupo de edad de los jóvenes adultos de los dieciocho a los veinticinco hay de ocho a nueve muertes cada año por cada diez mil (no recuerdo la cifra exacta) debido a los accidentes en las aguas. Básicamente continuó diciendo, “Con treinta mil misioneros, no queremos desafiar esas probabilidades. No podemos solamente asumir que el Señor nos va a proteger cuando no hemos hecho todo lo que esté a nuestro alcance para protegernos.” Esa fue una explicación bien hecha. No olvidemos nunca que tenemos una “teología razonada.” como el élder John A. Widtsoe tituló su libro hace casi cien años.

Es de interés, que la prohibición de que naden los misioneros no siempre ha existido. A principios del siglo XX, de vez en cuando los misioneros iban a nadar. De manera particular me gustó una cita que encontré en la revista Improvement Era, en la cual el presidente Samuel O. Bennion de la Misión de los Estados Centrales se reunió con las Conferencias de Texas del Sur y del Oeste en los años 1920: “Se efectuaron tres reuniones muy espirituales y con buena asistencia. Los reportes de los misioneros mostraron que se había hecho buen trabajo. Se reportaron veintiún bautismos durante los últimos tres meses. El 24 de mayo disfrutamos de una excursión a Galveston y nadamos en el Golfo de México.” [8] A algunos de los misioneros de hoy en día ¡les gustaría estar en los años 1920! Pero otra vez, al igual que con sacudirse el polvo de los pies, el folklore prolifera como la enredadera campanita o maravilla que invade nuestros jardines. Muchos jovenes actuales suponen que el agua es el dominio del diablo y que esa es la razón por la cual no se les permite nadar. Sin embargo, esa no es nuestra doctrina.

A Mí Me Es Igual

En el tema de alejar a los miembros de depender en el Profeta para que diera todas las respuestas, hay una frase interesante que aparece en cuatro revelaciones sucesivas posteriores a la sección 58 en la cual el Señor dijo: “no conviene que yo mande en todas las cosas.” En la sección 60 versículo 5 los élderes querían saber si “¿debemos comprar o hacer un barco? El Señor dijo: “a mí me es igual” En la sección 61: 22 Él dijo: “a mí me es igual que vayan por agua o por tierra” [al ir de regreso a sus casas] “hágase conforme a lo que más tarde les sea manifestado, según su criterio;” en otras palabras usando el juicio y el razonamiento humanos. En la sección 62: 5 a la pregunta ¿Hemos de volver a casa como un grupo grande o de dos en dos? la respuesta es: “como os parezca bien, a mí me es igual.” Finalmente en la sección 63: 40, el Señor ordena que “todo el dinero disponible” debe mandarse a la tierra de Sión, aunque el dice “ya sea mucho o poco, me es igual.”

En estos versículos, el Señor no está diciendo que no se preocupa por nosotros, sino que quiere que sepamos que tenemos el poder dentro de nosotros para tomar decisiones serias. O, como lo dijo en la sección 58, “hacer muchas cosas de su propia voluntad” (versículo 27). En muchas de las decisiones que hacemos en la vida, es posible que la respuesta sea “como os parezca bien; a mí me es igual.” El Señor realmente muestra que se preocupa por nosotros al permitirnos ejercer nuestro albedrío. Es muy interesante que el Señor haya enseñado este principio justo en la época en que los Santos se estaban mudando a Misuri, a cientos de millas de distancia de Ohio, en donde ya no tendrían un acceso conveniente al Profeta para comentarle todas sus preocupaciones o preguntas.

Advertencia Acerca de Congregarse con Prisa

Después de que el Profeta regresó a Ohio, recibió una revelación en la que el Señor le reitera a un grupo de Santos que el recogimiento en Sión debería ser hecho “no con prisa” (DyC 63: 24). El versículo 41 indica que José Smith discerniría por medio del Espíritu quien debería ir a Sión y quienes debían permanecer en el este. Un giro interesante en este tema se dio unas semanas después en la sección 64. A Frederick G. Williams se le dijo en el versículo 21 que conservara su granja: “Porque yo, el Señor, deseo retener una firme posesión en la tierra de Kirtland por el período de cinco años.” Ese período de tiempo debió ser decepcionante para algunas personas que pensaban que el recogimiento y la Segunda Venida se efectuarían en un futuro muy cercano. En un artículo, William W. Phelps, el editor del Evening and Morning Star recalculó los números biblícos y razonó que en 1832, el principio de los siete mil años y el Milenio posiblemente estaban solamente a nueve años de distancia. [9] Y comparándolo con otros de esa época el punto de vista de Phelps ¡era conservador! Leyendo a José es posible que él mismo haya creído que el fin estaba cercano. En su primera Proclamación al Público Americano en General, declaró: “La hora de su Juicio ha llegado, arrepentíos, arrepentíos vosotros y abrazad el convenio sempiterno y huid a Sión antes de que el azote desbordante os alcance porque hay algunos que viven sobre la tierra cuyos ojos no serán cerrados por la muerte hasta que hayan visto cumplidas todas estas cosas de que he hablado.” [10]

La Voz de Amonestación

El sentimiento de un fin inminente impartió urgencia a la “voz de amonestación” que los Santos debían levantar. Vean en la sección 63, versículo 33. Aquí el Señor dice que en Su ira ha decretado guerras sobre la faz de la tierra en las que los inicuos matarán a los inicuos. El versículo 34 añade que los Santos “apenas escaparán,” y que “yo, el Señor, . . . descenderé en el cielo, de la presencia de mi Padre, y a los malvados los consumiré.” Otra vez vemos este escenario apocalíptico. Sin embargo, él indica: “esto no es aún, sino ya pronto” (versículo 35).

En el versículo 37 el Señor les dice a los élderes: “y que todo hombre tome la rectitud en sus manos y la fidelidad sobre sus lomos, y levante la voz de amonestación a los habitantes de la tierra; y declare, tanto por palabra como por fuga, que la desolación sobrevendrá a los inicuos.” El mensaje de los élderes en esa época era una voz de amonestación, advirtiendo a todos a que se arrepintieran o a que sufrieran las consecuencias. Esto era muy bíblico. Nos acordamos del profeta Jeremías que siempre estaba advirtiendo de jucios inminentes sobre Israel, lo cual hizo que obtuviéramos la palabra jeremiada. Ya no se usa mucho hoy en día, pero cuando alguien está llamando a la gente a la tarea, advirtiéndoles de las consecuencias, eso es una jeremiada. Y los misioneros entregaron más que unas cuantas jeremiadas en los primeros años. En la Iglesia creciente, vemos un sentido de urgencia. Esos primeros Santos lo sintieron al decir: “Tenemos que salir y esparcir la palabra y compartir el evangelio a causa de los juicios de Dios que pronto vendrán sobre aquellos que no respondan al mensaje del Señor.”

El Libro de Mandamientos

Pasemos ahora a noviembre de 1831, cuando se efectuó una serie importante de conferencias de los élderes. Se llevaron a cabo en la casa de John Johnson en Hiram, Ohio, en un cuarto muy pequeño y participaron en ellas un grupo pequeño de individuos. Resumamos rápidamente que fue lo que sucedió: El primer día, decidieron cuántos Libros de Mandamientos imprimir. El Señor dio por revelación el prefacio para el libro; que ahora tenemos como la sección 1 de la Doctrina y Convenios. Más tarde, ese mismo día, el Señor les dio una revelación con el testimonio exacto que Él quería que ellos confirmaran. Así como los testigos firmaron el testimonio del Libro de Mormón, también debía haber testigos que avalaran el Libro de Mandamientos. Pero aparentemente algo había sucedido durante la noche; unos cuantos de los élderes parecían estar convencidos de que, en buena conciencia, no podían firmar dicho testimonio revelado. Así que durante esa mañana el Señor les dio otra revelación, la sección 67. En el versículo 3 Él dice: “Os esforzasteis en creer que recibiríais la bendición que se os había ofrecido; mas he aquí, os cierto os digo que existían temores en vuestros corazones, y en verdad, ésta es la razón por la que no la recibisteis.” Aparentemente, unos cuantos de los hermanos no recibieron el testimonio confirmador que esperaban recibir, y el Señor les explica en el versículo 3 que eso sucedió porque hubo “temores en vuestros corazones.” Pero hubo mas que temor. En el versículo 5 el Señor dice: “ Vuestros ojos han estado sobre mi siervo José Smith, hijo; y su lenguaje y sus imperfecciones habéis conocido, y en vuestro corazón habéis procurado conocimiento para poder expresaros en un lenguaje superior al suyo. Esto también lo sabéis.”

Aparentemente algunos hermanos tenían algunas dudas acerca de la redacción de las revelaciones. Así que el Señor dijo esencialmente,”vamos a hacer un pequeño experimento aquí.” Los versículos 6 al 8 dan las instrucciones para el experimento: Escojan una de las revelaciones en el Libro de Mandamientos, y asignen a alguien que sea sabio e instruído, y si puede hacer uno semejante, entonces podrán decir que no son verdaderos. Pero si falla, entonces están bajo condenación si no dan testimonio del libro.

William McLellin lo intentó y fracasó, pero siete u ocho años después cuando este relato se registró en la Historia de José Smith, McLellin fue criticado por haber hecho el intento. Para esas fechas él se había puesto en contra del Profeta y fue considerado casi como traidor. Por tanto, se dijo de él, probablemente basados en su comportamiento posterior más que en su actitud de 1831, que McLellin era “el hombre más sabio en su propia opinión, y que tenía más conocimiento que juicio.” [11] Esa es una declaración muy fuerte y un mal concepto que en realidad McLellin no merecía en 1831.

McLellin había llegado a Ohio unos días antes de las reuniones de estas conferencias, y estaba abrumado por lo impresionante de los hermanos, incluyendo a José Smith. El domingo 30 de octubre, dos días antes de esta experiencia, fue llamado a predicar. Registró en su diario: “Me pareció que no podría hacerlo. Aquí estaba la Iglesia que había sido instruída por los primeros Élderes de la Iglesia. Aquí estaban los hermanos John, Sidney, Oliver y José y no me pareció que yo pudiera instruirles o siquiera poder entretener a la Congregación.” [12] ¿Suena esto como un hombre pagado de sí mismo, el “hombre más sabio” en su propia opinión? Quizás sería bueno considerar a McLellin, que era maestro de escuela y bien educado, como que fue invitado o que se le pidió que escribiera una revelación. Y cuando no pudo hacer una, los élderes recibirían la confirmación de que el Señor estaba inspirando al Profeta. Así que McLellin lo hizo — quizás no por arrogancia— sino por asignación.

La Empresa Literaria

Con las revelaciones del Libro de Mandamientos listas para salir, la sección 69 dice en esencia. “Quiero que John Whitmer acompañe a Oliver Cowdery al llevarlas a Misuri para que sean publicadas.” En pocas palabras la sección 70 dice, “Quiero que un grupo de hombres se haga cargo de la publicación de la literatura de la Iglesia, comenzando con el Libro de Mandamientos.” Este grupo fue llamado la “Empresa Literaria,” y en la sección 70 versículo 5, se les dijo: “Esta es su obra . . . administrar [las publicaciones de la Iglesia] y lo que a ellas atañe, sí, los beneficios que rindan.” Ellos debían ser sostenidos o ayudados financieramente con las ganancias que se obtuvieran de la venta de la literatura de la Iglesia. El versículo 7 dice: “No obstante, si reciben más de lo que se requiera para sus necesidades y carencias, se entregará a mi almacén.” Este era el mismo procedimiento que debían seguir todos los mayordomos.

La Sección 107

Dentro de la revelación de 1835 que ahora conocemos como la sección 107, hay otra, que había sida dada en 1831. La revelación en cuestión se menciona al fin del versículo 58 y empieza en el versículo 59: “A la Iglesia de Cristo en la tierra de Sión, además de las leyes de la Iglesia referentes a sus asuntos.” Y continúa. Cuando analizamos cuidadosamente DyC 107: 59, contiene el nombre que la Iglesia tenía en 1831, y la mención de la Iglesia “en la tierra de Sión” tiene sentido en el año 1831, puesto que para 1835 los Santos ya habían sido expulsados de Sión. La mayor parte de los versículos del 59 en adelante fueron dados en noviembre de 1831. Sin embargo, unos cuantos, como el 70, el 73, el 76, y el 77, muestran entendimientos posteriores que fueron insertados en la revelación, y en los versículos 90 al 98 se refieren al oficio de Setenta, que había sido constituído en 1835. Esta revelación compuesta muestra que el Profeta parecía tener la impresión de hacer que la Doctrina y Convenios estuviera tan completa y actualizada como fuera posible. En otras partes, él hizo una serie de revisiones a las revelaciones para actualizarlas o para aclarar su significado. Literalmente, cientos de palabras fueron quitadas de las primeras versiones de las revelaciones y cientos más fueron agregadas, para dar mayor claridad, para que fueran consistentes con los procedimientos actuales de la Iglesia, o para dar luz y conocimiento adicionales. Este es un estudio fascinante. Todo eso se efectuó entre el dictado original y la preparación final para la publicación en la Doctrina y Convenios de 1835. La mayor parte de los Santos de los Últimos Días ha escuchado que hubo pocos cambios, unas comas por aquí, una palabra por allí, cambios en el tiempo de los verbos; pero antes de 1835 hubo un número importante de revisiones. Desde 1835, los cambios han sido inconsecuentes y han tenido poco impacto en su significado. Sin embargo, las primeras revisiones, nos ofrecen una ventana maravillosa acerca de la forma en que Profeta trabajó bajo la inspiración para refinar y pulir las revelaciones.

Cómo Enfrentar la Apostasía

La sección 71 fue recibida en diciembre de 1831. Ezra Booth, uno de los élderes asignados el verano anterior para viajar a Misuri, perdió su fe durante ese período, volvió a su casa y se regresó a su antigua religión. Publicó una serie de cartas en las que describió su insatisfacción con los Santos. Aparecieron en un periódico llamado el Ohio Star y fueron publicadas en serie durante varias semanas al fin del año 1831.

La sección 71 invita a José y a Sidney a que llamen a “sus enemigos” a discutir con ellos “en público y en privado.” Ya no instruimos a los misioneros para que hagan eso hoy en día. Esa era una circunstancia especial, y estos eran hombres especiales. Hicieron lo que el Señor les mandó. Sidney Rigdon publicó un aviso en el Ohio Star que decía: “Dios mediante, daré una conferencia acerca de la Religión Cristiana en la villa de Ravenna el domingo 25 del actual, en la escuela de ladrillos, o en la escuela propiedad del Dr. DeWolf. Le aviso a Ezra Booth, que deseo que asista, ya que revisaré las cartas que él escribió y que publicó en el Ohio Star, en las que habla del Mormonismo, ya que dichas cartas son injustas y una presentación falsa de los temas de que hablan.” [13] En el mismo aviso, él desafió a un debate a Symonds Ryder, un ciudadano prominente del pueblo cercano de Hiram, Ohio, quien también había apostatado de la Iglesia. Al final, ninguno de los dos se presentó, y se cerró el caso.

Conclusión

El año de 1831 fue un año maravillosamente rico, en el cual se derramó un torrente de revelaciones para guiar a los Santos en una variedad de asuntos. Las revelaciones les instruyeron a que primero se congregaran en Ohio, y luego en Sión. También les ofrecieron guía en muchas actividades y preocupaciones temporales. Al mismo tiempo, las revelaciones trataron acerca de las señales de los últimos días, les explicaron la forma en que se debía realizar la obra misional, les brindaron guía para que se publicaran las revelaciones; todo esto en treinta y ocho revelaciones gloriosas en el año 1831. Le agradecemos al Señor porque las tenemos.

Notas

[1] Estas pocas revelaciones no fueron canonizadas por buenas razones. La mayoría son cortas y tratan asuntos administrativos, tales como: la manera de conseguir papel para publicar el Libro de Mandamientos, o la forma en que ciertas personas debían cumplir con sus labores misionales.

[2] Resulta que, “no lejos” en realidad no está muy lejos. Si hoy pudiera ir al centro de Independence, visite el lugar del viejo juzgado, y camine por unos diez minutos, y estará en el lugar de la propiedad original para el templo.

[3] Hoy en día, en ese terreno original se encuentran el auditorio de la Comunidad de Cristo (antes RSUD), cruzando la calle se encuentra el templo de la Comunidad de Cristo, y las oficinas generales de la Iglesia de Cristo (Lote del Templo), llamado así porque en realidad son propietarios de ese pequeña porción de los sesenta y tres acres en donde José Smith subsecuentemente dijo que se debía construir el primer templo.

[4] Citado en T. Edgar Lyon, “Independence, Misuri, and the Mormons, 1827-1833,” BYU Studies 13 [otoño 1972]: págs. 15-16.

[5] José Smith, History of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, ed. B.H. Roberts, 2ª edición revisada (Salt Lake City: Deseret Book, 1957), 1: 196.

[6] José Smith, Messenger and Advocate, noviembre de 1835, página 211.

[7] “The Way of Jouneying for the Saints of the Church of Christ,” Evening and Morning Star, diciembre de 1832, página 53.

[8] “Messages from the Missions” Improvement Era, febrero de 1824, página 973.

[9] “Present Age of the World,” Evening and Morning Star, agosto de 1832, páginas 21-22.

[10] Personal Writings of Joseph Smith, ed. Dean C. Jessee, edición revisada (Salt Lake City: Deseret Book; Provo, Ut: Brigham Young University Press, 2002), página 298.

[11] The Papers of Joseph Smith, volúmen 1, Autobiographical and Historical Writings, editado por Dean C. Jessee (Salt Lake City: Deseret Book, 1989), página 367.

[12] The Journals of William E. McLellin, 1831-1836, editado por Jan Shipps y John W. Welch (Provo, UT: BYU Studies; Urbana: University of Illinois Press, 1994), página 46.

[13] Anuncio de Sidney Rigdon. Ohio Star, 15 de diciembre de 1831.