El principio divino de la amistad: algunas perspectivas seculares y de los profetas

Andrew C. Skinner

La amistad es una relación esencial y una gran bendición en nuestra vida, pero también es un concepto que muchos de nosotros no hemos considerado teológicamente como un principio fundamental del evangelio de Jesucristo. Este ensayo trata de explorar la amistad, bajo el lente de los Santos de los Últimos Días, como una doctrina establecida divinamente y apoyada por los rasgos de la honestidad, la fidelidad, el perdón, la misericordia y la tolerancia.

Hablar de la amistad es un asunto complicado. Algunos lectores pueden sentir que ese no es un tema digno de comentarse en un tratado erudito. Otros querrán saber porqué este ensayo no habla de cosas tales como la literatura científica acerca de la amistad. Y todavía otros cuestionarán el porqué este escrito no profundiza en los aspectos negativos de la amistad. Nuestro principal interés es tratar de entender, mediante el examen de las escrituras y las declaraciones de los profetas modernos, cómo piensa Dios sobre este tema. Buscamos entender lo que las escrituras y los profetas dicen sobre la amistad y la manera en que esas enseñanzas se pueden aplicar en la vida real. Porque si las escrituras no tienen aplicación en la vida real, son de un valor muy limitado. Pero, como Pablo declaró: “Toda escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).

Este libro conmemorativo parece ser la sede adecuada para comentar nuestro tema, puesto que Robert Millet ha ofrecido su amistad a muchos de los instructores de religión durante las últimas cuatro décadas—una clase de amistad que se puede caracterizar por el interés genuino y constante en ver que los demás tengan éxito—y al mismo tiempo, facilitar la educación doctrinal de los Santos de los Últimos Días. Su buena voluntad y la carencia total de mezquindad nos hace pensar mas profundamente en el concepto divino de la amistad.

Debido a que todo lo que hacemos los Santos de los Últimos Días es influenciado por la Restauración del evangelio de Jesucristo mediante la instrumentalidad de José Smith, es lógico empezar con el Profeta de la Restauración y examinar sus declaraciones sobre la amistad. Esas declaraciones nos dicen mucho acerca del principio así como del hombre. Enseguida veremos los puntos de vista expresados por los sucesores de José Smith, incluso un cambio de paradigma enseñado por el élder Richard G. Scott del Quórum de los Doce Apóstoles acerca del principio de la verdadera amistad. Tratamos de ilustrar los puntos de vista acerca de la amistad de los Santos de los Últimos Días contra el telón de fondo de lo que muchos consideran que es la discusión filosófica mas grandiosa sobre la amistad en la literatura secular occidental; el discurso de Aristóteles en su obra Nicomachean Ethics [Ética a Nicómaco]. Concluiremos con un examen de las enseñanzas de Jesús sobre la amistad y ofreceremos unas observaciones personales sobre las implicaciones de largo alcance de Sus declaraciones.

El punto de vista de José Smith sobre la amistad

Es significativo que el registro histórico indica que José Smith no solamente apreciaba a los amigos fieles y verdaderos, sino que nos revela el lugar de la amistad en el evangelio restaurado de Jesucristo. En julio de 1843 dijo: “La amistad es uno de los grandes principios fundamentales del mormonismo; [tiene por objeto] regenerar y civilizar al mundo, y hacer que cesen las guerras y las contiendas, y que los hombres se conviertan en amigos y hermanos.” [1] Para José, la amistad no se basaba en la utilidad sino en la lealtad. Para él las cualidades de la fidelidad y lealtad firmes en los amigos eran tan importantes que expresó esta fuerte declaración: “Yo no pongo reparos al carácter de un hombre; si él es mi amigo, un verdadero amigo, yo seré su amigo, le predicaré el evangelio de la salvación y le daré buenos consejos para ayudarlo a salir de sus dificultades.” [2]

Cuando su familia y amigos lo visitaron el 11 de agosto de 1842 mientras se hallaba escondido, dijo: “ Ha sido extremadamente bueno y glorioso para mí encontrar amigos puros y santos que son fieles, justos y verídicos, cuyo corazón no flaquea y cuyas rodillas son firmes y no se debilitan, mientras esperan al Señor, atendiendo a mis necesidades el día en que la ira de mis enemigos cayó sobre mí. . . . Cuan gloriosos fueron mis sentimientos cuando me encontré con aquel grupo fiel y amistoso la noche del jueves 11, en la isla que está a la entrada del [pantano], entre Zarahemla y Nauvoo. . . . Y mi hermano Hyrum, que me tomó después de la mano, mi hermano de sangre. Pensé: Hermano Hyrum, ¡qué corazón tan fiel tienes!” [3] De hecho, Hyrum Smith compartió muchas de las mismas adversidades que su hermano, o dicho más exactamente, con su hermano, hasta el punto de morir al lado de él en Carthage, Illinois (ver D y C 135:1). De inmediato, uno piensa en Proverbios 17: 17, y es muy posible que el mismo José conociera esas palabras, dada su familiaridad con toda la Biblia: “En todo tiempo ama el amigo, y el hermano nace para el tiempo de angustia.” Al igual que José, Hyrum ciertamente parece que nació para la adversidad, y quizás esto ayude a explicar su amistad tan cercana.

Claramente, los puntos de vista de José Smith sobre la amistad se formaron por sus sufrimientos. El 23 de agosto de 1842, durante una época de tribulación continua, habló otra vez sobre la fidelidad en la amistad: “Encuentro que mis sentimientos. . . . hacia mis amigos se han reavivado al contemplar las virtudes y las buenas cualidades y características de los pocos fieles, a los cuales estoy anotando en el Libro de la Ley del Señor—los que han permanecido conmigo en toda hora de peligro durante estos largos quince años pasados—digamos, por ejemplo, mi anciano y amado hermano Joseph Knight, padre, que estuvo entre los primeros en atender a mis necesidades, mientras me hallaba trabajando en los comienzos de sacar a luz la obra del Señor y colocar el cimiento de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Durante quince años ha sido fiel y verídico. . . . y los hijos de Sión, mientras quede alguno, dirán de él que fue un hombre fiel en Israel; por lo tanto, su nombre jamás se olvidará.” [4]

Aunque no hay evidencias de que las creencias fundamentales de José Smith acerca de la amistad las hubiera obtenido de fuentes literarias distintas a la Biblia, parece ser casi cierto que él hubiera estado de acuerdo con Shakespeare que dijo, por medio del personaje de Casio en su obra Julio César: “Un amigo debe sobrellevar los padecimientos de sus amigos.” [5] El antiguo biógrafo Plutarco también refleja un concepto que parece ser la base de la experiencia de José Smith con los amigos, o sea que “la prosperidad no es solo la escala; la adversidad es la única balanza para pesar a los amigos.” [6] Con relación a las creencias de José Smith, consideren también las palabras de otro gran escritor griego—el dramaturgo ateniense Menandro (341-290 AC)—que fue uno de los escritores más populares en la antigüedad: “Así como el oro es probado en el horno, los amigos son probados en la adversidad.” [7] Uno podría decir que los puntos de vista de José Smith sobre la amistad, por lo general reflejan la noble perspectiva de la cultura occidental.

No es de sorprender, que las cualidades de la amistad que José consideraba de suma importancia en los demás son las mismas cualidades que los demás vieron en él. Su secretario personal, Benjamin F. Johnson, dijo de él: “Como amigo, era fiel, paciente, noble y verídico.” [8] Y parece ser bastante claro, que José Smith se consideraba a sí mismo tal como lo vio el hermano Johnson: “Hay muchas almas a las que amado más allá de la muerte. A ellas les he sido fiel, y estoy resuelto a probarles que soy fiel hasta que Dios me llame a entregar mi último aliento.” [9] En una carta a su esposa Emma, escrita mientras él estaba encadenado en Richmond, Missouri, José escribió: “Ah, mi afectuosa Emma, quiero que te acuerdes que soy por siempre un amigo verdadero y fiel para ti.” [10] Las escrituras canonizadas registran que José Smith se consideraba a sí mismo como un “constante amigo.” (D y C 128: 25).

Por lo tanto, para José Smith la amistad verdadera, fiel y constante era un ideal, una norma por la cual vivir. Para él, una virtud fundamental de la amistad era su poder para unir, con su influencia, a la familia humana; nos referiremos a esta idea posteriormente.

La necesidad de la amistad

Aunque pocos de los sucesores inmediatos de José Smith hablaron del principio de la amistad, hablaron de las relaciones de la humanidad entre sí, en términos tales como: la importancia de amar al prójimo, tener compasión el uno al otro, y mostrar caridad. El Presidente Brigham Young puede ser tomado como un buen representante de los otros líderes de la Iglesia. Dijo: “Aménse los unos a los otros; continuemos hasta que seamos perfectos, amando a nuestro prójimo más de que nos amamos a nosotros mismos. . . . Tengamos compasión por los demás, y dejemos que el fuerte nutra tiernamente al débil hasta que sea fuerte y que los que ven, guíen a los ciegos hasta que puedan ver el camino por sí mismos. . . . Seamos justos, misericordiosos, fieles y leales. . . . Que todos los Santos de los Últimos Días aprendan que las debilidades de sus hermanos no son pecados. . . . Seamos pacientes el uno con el otro.” [11] Otra vez, las cualidades de ser justo, fiel y verdadero están en primer plano.

Una de las declaraciones más importantes acerca de la amistad en los últimos setenta y cinco años vino del Presidente David O. McKay (1873-1970), el noveno Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Durante la conferencia general de abril de 1940 dijo: “Junto al sentimiento de parentesco con Dios viene la ayuda, el estímulo y la inspiración de los amigos. La amistad es una posesión sagrada. Lo que el aire, el agua y la luz del sol [son] para las flores, los árboles y toda vegetación, así las sonrisas, la simpatía y el amor de los amigos [son] ¡para la vida diaria del hombre! ‘Vivir, reír y amar a los amigos de uno, y ser amado por ellos es tomar la luz de la vida.’” [12]

Aquí lo tenemos, el Presidente McKay, en ese entonces consejero en la Primera Presidencia, públicamente declaró que junto a un sentimiento de parentesco con la Deidad está la afinidad que tenemos con los amigos. La amistad es una parte importante, hasta necesaria, de nuestra vida mortal. De hecho, según el Presidente McKay, la verdadera amistad es la segunda relación más importante de que disfrutan los mortales. ¡La amistad es una posesión sagrada! Pocas posesiones en la vida son tan preciosas como los amigos verdaderos, leales y fieles.

Hablando prácticamente, ¿qué significa eso? Creo que las implicaciones son estupendas. La amistad puede ser una de las bendiciones más grandes que disfrute la gente en la mortalidad, o como gran parte del mundo hoy, las personas pueden descontar la amistad y separarse de una relación divinamente establecida que surge de la asociación con otros seres humanos. Los amigos verdaderos y fieles pueden ayudarse a superar las épocas duras y desafiantes. Las amistades pueden levantar las cargas de la soledad, que vienen a las personas como resultado natural de la mortalidad. Los amigos verdaderos pueden y se edificarán entre sí cuando estén abatidos.

Aquí hago eco a las reflexiones de uno de los fundadores de nuestra tradición cultural occidental, el filósofo griego Aristóteles (384-323 AC), que dedicó dos libros (secciones) de su Ética a Nicómaco a la discusión de los conceptos y principios de la amistad. Presenta el tópico al declarar que la amistad es “muy indispensable para la vida. Nadie decidiría vivir sin amigos, aunque tuviera otros bienes.” [13] Y continúa:

En la pobreza y en otras formas de mala suerte, los hombres creen que su único refugio consta de sus amigos. Los amigos ayudan a los jóvenes a evitar el error; a los viejos les dan la ayuda y el cuidado que necesitan para complementar el menor poder de acción que acarrea la enfermedad; y a quienes están en plenitud les dan la oportunidad de efectuar acciones nobles. (Esto es lo que significa el verso de Homero:) “Cuando dos van juntos”. . . . ; los amigos aumentan nuestra capacidad de pensar y de actuar. . . . Cuando las personas son amigos, no necesitan la justicia, pero cuando son justos, necesitan además la amistad. De hecho, el justo en el mayor sentido es considerado un elemento constitutivo de la amistad. La amistad es noble así como necesaria: alabamos a quienes aman a sus amigos y consideramos que el poseer muchos amigos es una cosa noble. Y además, creemos que nuestros amigos son buenos hombres. [14]

Desde el punto de vista de mejorar nuestra vida personal, parece que Aristóteles nos está diciendo que la amistad nos puede ayudar a salir de nuestro caparazón de ensimismamiento e incluso el egoísmo al hacer que dirijamos nuestra energía para ayudar a otros.

Philia y Agape [Amistad y Amor]

La palabra griega que usa Aristótles al hablar de la amistad es philia. “Designa la relación entre una persona y cualquier otra persona(s) o ser a la cual esa persona la estima particularmente suya y hacia la cual tiene un apego peculiar.” [15] Sin embargo, la connotación de philia es mucho más amplia que “apego,” como uno lo esperaría, puesto que el significado de la raíz philia es “amor” (phileó, philos, etc). [16] Y creo que el amor, de alguna forma, debe ser el centro de la amistad verdadera. Sin embargo, philia no denota la forma más alta del afecto o la amistad, especialmente desde un punto de vista cristiano. Eso está incorporado en la palabra agape.

Principalmente, en la mente greco-romana la palabra philia constituía “el vínculo que mantiene juntos a los miembros de cualquier asociación, sin importar si esa asociación es la familia, el estado, un club, o una sociedad de negocios,” [17] etcétera. Pero agape incluye una preocupación desinteresada por el bienestar de otros que no es provocada por ninguna cualidad característica de la persona a quien se ama. En los términos de las escrituras, agape a diferencia de philia, es el producto del deseo de amar por obediencia al mandamiento de Dios. Uno tiene philia o no la tiene. Eso se refleja en el proverbio griego Koina ta tóv philón, [18] “los amigos son lo que tienen en común.” Eso no es así con agape. Se puede trabajar para tenerlo, se puede orar por eso, se aumenta por el deseo de ser fortalecido (ver Moroni 7:48). Es significativo que agape se define en el Lidell and Scott’s Greek Lexicon como “caridad.” [19]

Comparen agape o caridad, con la disección que hace Aristóteles de la amistad cuando pregunta, ¿Cuál es el objeto digno de afecto?” Y continúa: “Porque parece que no sentimos afecto por todo, sino solamente por lo amable o encantador, y eso significa lo que es bueno, agradable o útil.” Esto es diferente de una relación fincada en agape o sea la caridad. Porque, dice Aristóteles, cuando preguntamos “¿Cuál bien, entonces es el que los hombres aman?” Es aparente que “cada hombre ama lo que es bueno para él: en un sentido amplio, es el bien que es digno de afecto, pero para cada persona, es lo que es bueno para él.” [20]

Aristóteles pasa a dilucidar las “tres causas de afecto de la amistad,” a saber, la utilidad, el placer y la bondad. [21] Y concluye: “La forma perfecta de la amistad es la que hay entre buenos hombres que son semejantes en la excelencia o la virtud.” Pero, fíjense otra vez, en las implicaciones del análisis de Aristóteles a fin de entender la diferencia de philia contra agape. “Porque estos amigos desen igual el bien para el otro porque [ambos] son buenos hombres.” [22] En otras palabras, philia se manifiesta en su forma final cuando las dos partes son buenas y aprecian que la otra persona sea buena. Por lo contrario agape se preocupa con amar o tener afecto por quienes no necesariamente son buenos, en el sentido en que Aristóteles usa el término. O sea, la persona que es amada o que recibe agape puede no estar preocupada por el bienestar de la persona que posee agape, y puede ser que ni siquiera aprecie la bondad de quien le ofrece el amor, o es posible que no posea ninguna cualidad de amabilidad.

En el mundo greco-romano, philia (en latín amicita) hasta se usaba en las relaciones entre patron y clientes. La sociedad estaba muy estratificada, y philia era adecuada para demostrar las relaciones entre los ricos y poderosos y sus inferiores sociales. Sin duda esto es el porqué el Apóstol Pablo evita tal lenguaje en sus cartas a las ramas de la Iglesia [23] y el porqué dedica un esfuerzo considerable en la discusión de agape, o la caridad. Es notable 1 Corintios 13, en donde Pablo usa extensamente la palabra agape y que en la versión Reina Valera 2009 se traduce como “caridad.”

La caridad como paradigma

Probablemente la mayoría de los Santos de los Últimos Días estarán de acuerdo que alguien semejante a Pablo sería Mormon, quien es citado por su hijo Moroni (ver Moroni 7: 45-47) para hablar de la doctrina de la caridad. Durante mucho tiempo he creído que este pasaje en El Libro de Mormón describe la amistad centrada en Cristo así como el amor semejante al de Cristo. El breve artículo del élder Richard G. Scott, “The Conforting Circle of True Friendship,” también vincula los comentarios de Mormón con la esencia y la naturaleza fundamental de la amistad genuina. Después de citar Moroni 7:45-47, el élder Scott reflexiona: “Qué invaluable mensaje para cualquiera que disfrute el círculo reconfortante de la verdadera amistad.” [24] Indicó que la oración y la aplicación de esta conocida escritura fue lo que lo guió a nuevas alturas de comprensión y aprecio del principio de la amistad.

De hecho, las palabras de Mormón con respecto a la caridad toman un nuevo significado cuando vemos a la amistad como una doctrina divina. Esas palabras dan un diseño, un paradigma, que deben seguir todos los que deseen ser verdaderos y fieles amigos, y disfrutar de la bendición de tener verdaderos y fieles amigos. Finalmente, solamente la caridad hace posible el obtener el ideal de José Smith de una amistad verdadera, leal, fiel y constante. Bajo esta luz, no solamente es fácil sino imperativo substituir la palabra caridad con la palabra“amistad” en los siguientes versículos de las instrucciones dadas por Mormón:

Y la caridad [amistad] es sufrida y es benigna, y no tiene envidia, ni se envanece, no busca lo suyo, no se irrita fácilmente, no piensa el mal, no se regocija en la iniquidad, sino se regocija en la verdad; todo los sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. . . .

Pero la caridad [amistad] es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien la posea en el postrer día, le irá bien. (Moroni 7:45, 47).

De acuerdo con el paradigma de Mormón, la amistad verdadera y fiel “es sufrida y es benigna” o sea, que los amigos unidos por la caridad—son pacientes; permiten que los demás cometan errores o juzguen erróneamente y que algunas veces digan o hagan cosas sin pensarlas, sin criticarlos, sin enojarse o ser vengativos—sin tomar la actitud de que “soy más santo que tu.”

El profesor y rabino ortodoxo Stanley Wagner, con frecuencia mencionaba una historia, atribuible al Talmud, el gran depósito de la Ley Judía y sus tradiciones, acerca del Padre Abraham, quien es llamado el amigo de Dios en las escrituras judías y en las cristianas (ver 2 Crónicas 20:7; Isaías 41:8; Santiago 2:23). El patriarca ha acampado en el desierto e invita a un viajero a su tienda para que disfrute de su hospitalidad. Durante el curso de su conversación, Abraham se entera de que el extranjero es adorador del fuego y que no orará junto con él. Abraham de inmediato lo echa fuera de su tienda. Se va a acostar, muy satisfecho, me supongo, por haber defendido el honor de Jehová. Esa noche Abraham tiene un sueño en el cual el Señor viene a él y le dice: “Abraham, Abraham, durante todos estos años he aguantado a este hombre ignorante. ¿No podrías haberlo aguantado una sola noche?” [25] El mensaje es claro: Si Abraham era “el amigo de Dios”, se supone que debía actuar igual que su amigo al ejercer la paciencia frente a la ignorancia.

De acuerdo al paradigma de Mormón, los amigos verdaderos y leales saben y recuerdan que todos los seres humanos están sujetos a las manías, las frustraciones y las debilidades de la mortalidad; que todos cometen errores y por tanto los amigos pueden ayudarse el uno al otro a salir de sus dificultades ejerciendo la paciencia.

La amistad verdadera y leal “no tiene envidia, ni se envanece.” Los amigos verdaderos y leales no murmuran, ni hablan mal del otro, o piensan que son mejores que los demás, ni denigran a los demás para ensalzarse a sí mismos. Los amigos verdaderos y leales no son celosos por los éxitos de los demás. Más bien, celebran los logros y la felicidad de sus amigos. Les dicen cumplidos sinceros a sus asociados. Aceptan la cooperación.

He pasado toda mi vida profesional en las universidades; semilleros de una competencia feroz. Pero la ironía es que los más grandes eruditos que he conocido son quienes han sido mentores continuamente—animando a sus colegas—alentando su trabajo, felicitándolos por sus descubrimientos y expresando placer genuino por los logros con sus asociados. Estos mentores dan ayuda real. Recuerdan la deuda que tienen hacia los demás.

¿Acaso no todos somos protegidos o mentores en las diferentes etapas de la vida? Una publicación relativamente reciente sobre la vida de Albert Einstein y su círculo cercano de colegas describe, entre otras cosas, la forma en que Einstein, presumiblemente una de las mentes más asombrosas del siglo veinte, se alegraba al conocer los logros de sus amigos. Los animaba y hasta seguía siendo un amigo fiel para aquellos que, a veces de manera vociferante, con los que no estaba de acuerdo. Einstein y sus amigos no trataban temas inconsecuentes o con conceptos que no establecieran de inmediato la reputación de su “primer” descubridor. Cuando se trataba de entender algo tan profundo como la estructura del universo, no había posturas mayores que la de la relatividad (la postura de Einstein) por un lado y la del principio de la incertidumbre (la postura de los demás) por el otro lado. Pero, si un descubrimiento, propuesta, o teoría hacía que avanzara el estado de esa disciplina, Einstein era uno de los primeros en felicitar al proponente. [26] No parece haber mezquindad o pequeñez de alma en la gente verdaderamente grande.

La amistad verdadera y leal “no busca lo suyo”—lo que significa que los amigos reales no buscan su propio bienestar en detrimento de los demás—. Prefieren la cooperación más que la competencia. Una tierna historia puede servir para ilustrar este punto. Hace varios años, durante las Olimpiadas Especiales en Seattle, nueve corredores se alinearon en el punto de partida de la carrera de las cien yardas. Los nueve tenían incapacidades físicas o mentales o ambas. Al sonar el disparo, todos arrancaron con el mismo entusiasmo y deseo de ganar que cualquier atleta tendría en una carrera. Sin embargo, la carrera se convirtió en algo muy diferente a cualquier otra. Uno de los corredores, un joven que tenía problemas especiales muy difíciles, tropezó en la pista, se cayó, y comenzó a llorar. Los otros ocho competidores oyeron el llanto y sin demora, dejaron de correr, se regresaron y fueron hacia el competidor caído. Le ayudaron a levantarse, y los nueve competidores, entrelazaron sus brazos, terminaron el resto de la carrera, y cruzaron la meta juntos. Con la cooperación, no se redujo el resultado que deseaba cada uno de ellos, sino que se mejoró porque todos trabajaron juntos. En este caso, los nueve fueron ganadores y, literalmente, ninguno perdió. [27]

Los amigos verdaderos y leales “no se irrita[n] fácilmente, no piensa[n] el mal. . . . y soporta[n] todas las cosas.” Quizás la palabra que teológicamente resume esta parte del mensaje de Mormón sea “mansedumbre.” Los amigos verdaderos y leales son mansos. Sí son humildes, pero la mansedumbre significa algo más. Denota calma frente a la provocación, compostura bajo la presión, regresar lo bueno por lo malo, ayudar a los demás cuando pierden el control o se desmoronan (usando lenguaje moderno).

Las escrituras enseñan que Jesús y el profeta Moisés fueron los hombres con mayor mansedumbre de la tierra (ver Números 12:3; Mateo 11:29; 2 Corintios 10:1; D y C 19:23). Cuando uno contempla la provocación que soportaron estos dos personajes, su respuesta a las amenazas externas y la violencia es sorprendente. El Apóstol Pedro nos dice que aunque Jesús fue vituperado, no devolvió injuria ni hostilidad. Cuando sufrió a manos de los inicuos, no los amenazó con venganza (véase 1 Pedro 2:23). ¿Podemos imaginarnos que tan diferente sería para nosotros el universo—por la eternidad—si Jesús hubiera llamado a doce legiones de ángeles para responder al abuso inmerecido que se le impuso, que pudo haberlo hecho según dice en Mateo 26:53? En lugar de eso, se sometió mansamente a la voluntad del Padre. Los amigos verdaderos y leales buscar cultivar el atributo divino de la mansedumbre.

El élder Neal A. Maxwell (1926-2004) del Quórum de los Doce Apóstoles ofreció un punto de vista poderoso acerca del atributo de la mansedumbre, en lo referente al concepto de la amistad verdadera y leal. Dijo:

La mansedumbre. . . . es algo más que el auto-control. Es la presentación de uno mismo en una posición de bondad y gentileza, reflejando certeza, fuerza, serenidad, y auto-estima y auto-control saludables. . . . La mansedumbre, no significa timidez sino consideración. La mansedumbre tiene lugar para los demás. [El Apóstol Pablo dijo:] “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo” (Filipenses 2:3). La mansedumbre produce en nosotros la generosidad al ver los errores e imperfecciones de los demás. [Como dijo Moroni:] “No me condenéis por mi imperfección, ni a mi padre por causa de su imperfección, ni a los que han escrito antes que él; más bien, dad gracias a Dios que os ha manifestado nuestras imperfecciones, para que aprendáis a ser más sabios de lo que nosotros lo hemos sido” (Mormón 9:31). [28]

El élder Maxwell continuó dando un ejemplo de mansedumbre de la vida del Presidente Brigham Young, quien vio con caridad y generosidad una situación en la cual él recibió un regaño, inmerecido, de alguien a quien amaba y admiraba mucho—y lo consideraba— como uno de sus amigos más cercanos. El élder Maxwell dijo: “lo aceptó sin protestar, porque era manso. Y ciertamente ¡ninguno de nosotros pensaría que. . . .Brigham Young era alguien que careciera de firmeza y franqueza! Un experto inteligente ha dicho: si cree que la mansedumbre es debilidad, ¡intente ser manso durante una semana!

La amistad verdadera y leal reconoce que la caridad “ el amor puro de Cristo, . . . . permanece para siempre.” Los amigos verdaderos y leales buscan cultivar la caridad; la piden en oración, como se les manda en el mensaje de Mormón (Moroni 7:48). Agape es el fundamento de la más profunda clase de amistad—significativa y eterna—. Las amistades que se basan en la—y están llenas de—caridad, son eternas.

Aristóteles reconoció que las amistades que se basan en la utilidad o el placer son fugaces, porque “tales amistades se disuelven fácilmente cuando los socios cambian su forma de ser: el afecto cesa tan pronto como uno de los socios deja de ser agradable o útil para el otro. . . . De igual modo, con la desaparición del motivo de ser amigos, la amistad se disuelve también.” [29] Por extensión, agregamos que las amistades que se basan en cualquier otra cosa distinta a agape están en peligro de disolverse.

La amistad verdadera, leal y eterna “no se regocija en la iniquidad, sino se regocija en la verdad; . . . . todo lo cree, todo lo espera,” La verdadera amistad fundada en la caridad (agape) requiere que los seres humanos se perdonen unos a otros y esperen días mejores. Me parece que quienes tengan caridad entenderán naturalmente y apreciarán la declaración del Señor de que Él “perdonar[á] a quien sea [Su] voluntad perdonar,” pero al resto de nosotros es “requerido perdonar a todos los hombres” (D y C 64:10). Por tanto, la amistad verdadera desdeña los rencores—aunque creamos que se han cometido cosas dañinas—y significa que perdonaremos. Dejaremos pasar el impulso de recordar la herida. La verdadera amistad exige que extendamos misericordia a los demás.

Una de las ilustraciones más importantes de tal comportamiento magnánimo viene de la vida de Job, quien es descrito principalmente como un hombre justo y rico. Después de ser golpeado por múltiples tragedias (la pérdida de su familia y sus riquezas, enfermedades debilitantes, etc.), los amigos de Job vienen a “ayudarle” a salir de su aflicción. Declaran su diagnóstico: hay una causa para cada efecto; por lo tanto, la iniquidad debe ser la causa del sufrimiento de Job. Ya que “¿quién, siendo inocente, ha perecido jamás? O ¿dónde han sido destruídos los rectos?” (Job 4: 7). Los que son desechados son quienes han olvidado a Dios. Dios no arroja a los inocentes, pero tampoco apoyará a quienes hagan maldad. (Ver Job 8:5, 8, 11. 20).

Quizás las lecciones de los amigos de Job son tan poderosas porque tienen una aplicación importante a nuestras circunstancias cuando nos sentamos a juzgar a los demás bajo el disfraz de la amistad, y especialmente, si ignoramos todos los hechos, hacemos que su carga sea más grande.

Los amigos de Job le causaron una gran impresión al Señor. Cuando Él estaba consolando al Profeta José Smith durante una época de tribulación extrema, Él usó el ejemplo de los amigos de Job como la medida final de las circunstancias del Profeta: “Tus amigos te sostienen. . . . No eres aún como Job; no contienden en contra de ti tus amigos, ni te acusan de transgredir, como hicieron con Job” (D y C 121:9-10).

Al final, los amigos de Job fueron castigados por el Señor (Job 42:7). Pero la lección más grande de todas viene del mismo Job. No guardó rencor, trató a sus amigos caritativamente, les extendió misericordia, y oró por ellos, por los mismos que habían aumentado su miseria. Al hacerlo así, recibió alivio de los tormentos y la servidumbre física, espiritual y emocional que trajeron sus sufrimientos. “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando éste hubo orado por sus amigos, y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job” (Job 42:10).

Las amistades nos dan el privilegio de poder sentir lo que siente Dios cuando nos ayuda a vencer un problema, o contesta una de nuestras oraciones, o extiende misericordia a uno de sus hijos. O, como el élder Jeffrey R, Holland nos lo recordó en la conferencia general de abril de 2012, “ciertamente lo que Dios más disfruta de ser Dios es el gozo de ser misericordioso, especialmente con aquellos que no se lo esperan y que a menudo piensan que no se lo merecen.” [30]

En otras palabras, las amistades en la mortalidad nos permiten tener la emoción de conocer el gozo tanto de extender misericordia a los demás, al efectuar actos de amor y compasión, como de recibir misericordia de los demás. De hecho, las amistades fundadas en agape nos dan la oportunidad de conocer lo que Dios mismo siente.

La verdadera amistad “todo lo espera, todo lo soporta.” La amistad verdadera renuncia a la tentación de sentir lástima por uno mismo y resiste la tentación de la auto-compasión. Yo no creo que Dios culpe a otros por los sentimientos depresivos y de soledad de alguno de sus hijos. La depresión, la soledad, los sentimientos de inadecuación social emanan del entorno de nuestro mundo caído. Pero creo que Dios espera que sus discípulos ayuden a cambiar las circunstancias tristes de otros (ver Mateo 25:31-40). Y Él espera que todas las personas pongan algo de sí mismos al cambiar sus propias circunstancias tristes.

En una apertura a su vida personal, que se agradece mucho, el élder Scott comentó las maneras de vencer los sentimientos de soledad y disfrutar las bendiciones de la amistad. Dijo que en su juventud participó en las actividades sociales pero siempre pensó que estaba en la periferia, en los lados, viendo a otros que se divertían pero en lo personal se sentía excluído y que no lo querían. No fue sino hasta más adelante en su vida que comprendió que era su propia culpa:

He aprendido que uno no puede exigir amor y respeto o requerir que los lazos de la amistad y del aprecio se le extiendan como un derecho no ganado. Estas bendiciones se deben ganar. . . . La preocupación sincera por los demás, el servicio desinteresado, el ejemplo digno, hacen que uno califique para tal respeto. Todos mis razonamientos, de que los demás habían formado grupos selectos y que a sabiendas evitaban mi participación, fueron producto de mi imaginación. Si hubiera practicado los principios correctos, no me hubiera sentido solo. [31]

La amistad y el sacrificio

Uno de los muchos requisitos de la amistad verdadera, leal y duradera, cosa que bien podría ser la más importante, aunque no es mencionada explícitamente por Mormón. Sin embargo, subraya todos los otros atributos de la caridad así como de la amistad. La amistad verdadera requiere que quienes la practican hagan sacrificios. Como Jesús nos lo recuerda, el amor está en corazón de la amistad, y el amor aumenta cuando se hacen sacrificios. En este respecto, Jesús, es nuestro más grande maestro y mayor ejemplo.

En la víspera de su gran sufrimiento en Getsemaní, Jesús tomó tiempo para hablar acerca de la amistad con Sus Apóstoles. Presumiblemente, estos hombres eran algunos de sus asociados más cercanos en la vida mortal. En esa noche llena de emociones, después de que concluyó la Última Cena, Jesús les dio a Sus Apóstoles el cumplido personal más alto que encontramos en los cuatro evangelios. Estas son las palabras tomadas del capítulo quince de Juan:

Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo.

Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado.

Nadie tiene mayor amor que este; que uno ponga su vida por sus amigos.

Vosotros sois mis amigos si hacéis las cosas que yo os mando.

Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer.

No me elegísteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros. . . . (Juan 15: 9-16).

¿Qué mensajes encontramos alojados en las palabras de Jesús? Sugiero cuando menos los siguientes: Primero, de manera muy significativa, las palabras griegas originales en este pasaje y que han sido traducidas como “amor”, todas son agape, o uno de sus derivados, la misma palabra que se presenta como “caridad” en el capítulo 13 de 1 Corintios. “Amigos” se ha traducido de la ahora conocida (y popular) palabra philõn. La amistad y la caridad están inextricable y oficialmente vinculadas por Jesús en este discurso posterior a la Última Cena. Como Jesús lo ve, las eternas philõn y agape están cortadas del mismo paño. La amistad de Jesús nace de agape. La clase de amistad que Jesús extiende a sus discípulos, y que les demuestra en la práctica, esta unida con el tipo de amor más alto, más ennoblecedor, y desinteresado que podemos contemplar. (Existe otro tipo de amor que se encuentra en la literatura griega pero que nunca se menciona en el Nuevo Testamento; y ese es eros. El amor erótico no tiene ningún interés para Jesucristo, ni es de importancia para entender la doctrina de la amistad o la vida eterna.”

Segundo, Jesús les dice a sus discípulos que el fundamento de la relación entre él y todas las otras personas es agape, o caridad. Así como el Padre lo amó a Él, así nos ama Él con el más puro y profundo amor de todos. La caridad es no sólo el amor puro de Cristo sino también el amor puro del Padre.

Tercero, debido a que Jesús ama a sus discípulos, espera que ellos se amen el uno al otro—que cultiven agape—el uno por el otro. Es un mandamiento. Aún después de la Resurrección Jesús continuó tratando de enseñarle a Pedro y a los otros Apóstoles acerca de los requisitos de agape. Esa es una de las razones por las cuales Cristo efectuó su ministerio de 40 días después de la Resurrección. El último episodio registrado en el evangelio de Juan parece indicar que Pedro todavía no había captado las lecciones de agape. Él y sus asociados habían ido a pescar en Galilea, pero no lograron nada sino hasta que un hombre en la orilla les dijo en donde debían pescar. Finalmente reconocieron a su Maestro, se fueron a la orilla, y lo encontraron preparando una fogata y comida caliente ya que tenían frío, hambre y estaban cansados.

Jesús ya había efectuado un servicio equivalente a una eternidad mediante su sacrificio expiatorio. Pero ahora les mostró la naturaleza verdadera de agape usando actos en apariencia mundanos. Les demostró su continua preocupación por su bienestar temporal al ayudarles a pescar exitosamente. Entonces se inclinó para prepararles la comida y se preocupó por su comodidad física. Otra vez se sacrificó por ellos. Cuando terminó de alimentarlos físicamente, los alimentó espiritualmente—al enseñarles— acerca de agape. Volteando hacia Pedro, le preguntó al Apóstol principal si amaba (agapas) a Jesús (ver Juan 21:15). Pedro respondió no declarando su propio agape (amor puro) por Jesús sino su philõ (afecto y cariño). Jesús preguntó otra vez: “¿Me amas (agapas)?” 21:16). Pedro respondió declarando su philõ. Es instructivo el que Jesús le preguntara a Pedro por tercera vez, pero, en este punto parece que había bajados las expectativas quizás para empezar al nivel de Pedro, al preguntarle al Apóstol principal: “¿me amas (phileis)?” o ¿me tienes cariño? (21: 17). Pedro se entristeció por ese tipo de preguntas. Pero no era la misma pregunta exactamente, y Pedro no lo entendió.

¿Estaba Jesús tratando de hacer que Pedro percibiera la diferencia entre agape y phileo, aún al hacer una pregunta menos intensa cuando Pedro no podía ver la diferencia? Quizás. En todo caso, podemos estar seguros que Pedro llegaría a entender por completo la naturaleza demandante de agape y que actuaría en consecuencia. Pedro de hecho “seguiría” a Jesús, aún hasta el punto de sufrir la muerte por la gloria de su Maestro. (Ver Juan 21:18-19). Agape, la verdadera amistad, el tipo de amistad del que Cristo habló, exige mucho, (¿hasta todo?) de todos aquellos que profesen tener amor profundo por el Salvador.

Cuarto, el más grande testamento del amor de Jesús (agape, o caridad) hacia todos es el sacrificio de su vida perfecta. El dar su vida voluntariamente es la mayor exhibición o demostración de su amor o caridad hacia los demás. Acerca de esto el élder Holland hizo una declaración que llama la atención. Dijo que debemos “apreciar” la caridad. “Es decir, todos los cristianos deben esforzarse por amar como amó el Salvador, mostrando una compasión pura y redentora por todos.” Interesante. Hemos de demostrar compasión pura y redentora. El Salvador no es el único que lo hace; se supone que también nosotros debemos hacerlo. Es solamente en base a esto que la amistad verdadera, fiel y duradera con Jesucristo se hace posible. Sin embargo, y aquí está la bomba, “Desgraciadamente, muy pocos de entre los mortales, si los hubiere, han tenido un éxito completo en esta empresa. . . . La verdadera caridad sólo se ha conocido una vez.” Repito, la verdadera caridad sólo se ha conocido una vez. Pero, “de ningún modo se resta importancia con esto al mandamiento de que debemos esforzarnos por adquirir este tipo de amor los unos por los otros.” [32]

Irónicamente, el amor puro de Cristo, que es precisamente eso—el propio amor de Cristo—es el que nos ayuda, auxilia, complementa y fortalece nuestra búsqueda, a veces débil o decaída, por adquirir el amor puro de Cristo. Tales otorgamientos de su amor para ayudarnos a obtener su amor son parte de la gracia de Cristo—el poder ennoblecedor—que nos permite “todo lo puedo en Cristo que [nos] fortalece [a ustedes y a mi]” Filipenses 4: 13).

Quinto, los discípulos y, por extensión, todas las personas pueden llegar a ser los amigos del Salvador si es que guardan sus mandamientos y honran su sacrificio. La amistad de Jesús es una extensión de su amor, pero no es automática. Jesús es quien hace la elección con respecto a quienes serán sus amigos. Nosotros no lo escogemos a él para que sea nuestro amigo—él nos escoge—lo que nos lleva al último punto.

Sexto, aunque el amor de Jesús es constante, su amistad no lo es. Hay una relación especial con Jesús que está reservada para quienes guardan sus mandamientos (o que tratan de hacerlo). Esa relación especial está fundada en la rectitud y se llama la amistad con el Salvador.

El profeta Nefi resumió este último punto usando palabras diferentes pero uno cree que el significado es el mismo: “He aquí, el Señor estima a toda carne igual; [pero] el que es justo es favorecido de Dios” (1 Nefi 17:35).

Yo creo que el agregado de las palabras del Salvador que se encuentran en el Nuevo Testamento, así como toda su vida, demuestran que Él nos ama y desea constantemente ayudarnos; Él desea que toda la gente piense lo suficiente bien de Él para desear su amistad. Pero creo también que Su amistad, la que por definición es una relación eterna puesto que Él es eterno (ver D y C 19:10), ¡no se distribuye a la ligera! Su amistad demanda algo, y significa—y vale— algo. Lo que demanda de las personas, es la suficiente lealtad para ser obediente estrictamente, amar a los demás como Jesús ama. Lo que vale es nada menos que la oferta de disfrutar el mayor de todos los dones de Dios, la vida eterna, también llamada las riquezas de la eternidad (ver D y C 14:7; 6:7; 38:39). En otras palabras, la amistad del Salvador es sinónimo de la vida eterna.

El espacio no nos permite examinar a profundidad todos los pasajes que nos ayudan a apreciar lo que le costó al Salvador ser nuestro Salvador y extendernos su amistad única. Pero podemos estar seguros de que

todos los aspectos negativos de la existencia humana que son consecuencia de la Caída, Jesucristo los absorbió para sí mismo. Él sufrió vicariamente en Getsemaní [y en la cruz] todas las tristezas y quebrantos de corazón privados, todos los dolores y desventajas físicas, todas las cargas emocionales y las depresiones de la familia humana. . . . Habiendo tenido personalmente una vida perfecta, Él entonces decidió experimentar nuestra vida imperfecta. En . . . . Getsemaní y en la cruz. . . . Él vivió un millón de millones de vidas de pecado, dolor, enfermedad y tristeza. Dios no tiene una varita mágica con la cual solamente hace que dejen de existir las cosas malas. Los pecados que perdona, los perdona por hacerlos suyos y padecerlos. El dolor y la angustia que alivia, las alivia por sufrirlas Él mismo. Estas cosas pueden ser transferidas, pero no solamente se puede desear que sean desechadas. Se tienen que sufrir. Por lo tanto, estamos en deuda con Él no solamente por nuestra limpieza espiritual del pecado, sino también por nuestra sanidad física, mental y emocional, porque Él también sufrió esas enfermedades por nosotros. [33]

Esta gran transferencia, la gran substitución (ver 2 Corintios 5:21), es el centro de la oferta de amistad de Jesucristo. Su sacrificio personal e infinito es un don infinito, infinitamente superior a cualquier otro don dado por un amigo a otro. Esta gran substitución fue muy bien expresada por el padre de la iglesia Atanasio de Alejandría (296-373 DC): “Porque Él [Dios] fue hecho hombre para que nosotros [hombre] podamos ser hecho Dios.” [34]

Resumen y conclusiones

Para resumir, regresamos a donde comenzamos nuestros comentarios, a las declaraciones hechas por el Profeta José Smith acerca del lugar de la amistad en el mormonismo. Pero lo citaré dentro de su contexto. En julio de 1843, menos de un año antes de su martirio, José dijo:

No veo faltas en la Iglesia, y por consiguiente, desearía resucitar con los santos, sea Para ascender a los cielos, o descender a los infiernos o ir a cualquier otro lugar. Y si nos toca ir al infierno, echaremos fuera a los diablos y lo convertiremos en cielo. Donde estuviere este pueblo, allí existirá una sociedad buena. ¿Qué importa donde estemos, si la sociedad es buena? Yo no pongo reparos al carácter de un hombre; si él es mi amigo, un verdadero amigo, yo seré su amigo, le predicaré el evangelio de la salvación y le daré buenos consejos para ayudarlo a salir de sus dificultades. La amistad es uno de los grandes principios fundamentales del “mormonismo”; [tiene por objeto] regenerar y civilizar al mundo, y hacer que cesen las guerras y las contiendas, y que los hombres se conviertan en amigos y hermanos. [35]

Quizás, al igual que yo, muchos lectores han escuchado o leído muchas veces esa declaración. Y quizás, como yo, muchos no le han puesto atención a lo que sigue. Pero aquí está el propósito que el Profeta quiso que tuviera este comentario particular acerca de la amistad: “El lobo y el cordero morarán juntos; el leopardo se acostará con el cabrito, el becerro, el leoncillo y el cebón, y un niño los pastoreará; el oso y la vaca se echarán juntos, y el niño de pecho jugará en la cueva del áspid, y el recién destetado en la caverna del basilisco; y no dañarán ni destruirán en todo mi santo monte, dice el Señor de los Ejércitos.” [36]

Esta última declaración es casi una cita exacta de Isaías 11:6-9, y es una referencia clara a la condición que existirá durante el Milenio. A causa de esto, ahora veo algo más detrás de los comentarios del Profeta acerca del concepto de la amistad. Creo que José Smith vio una conexión entre el principio o la doctrina de la amistad y el entorno que existirá durante el Milenio. La atmósfera del reino milenario de Cristo en la tierra es la misma que forma el núcleo de la amistad verdadera y leal. Dicho sin rodeos: la amistad verdadera, leal y justa es el vehículo que se nos ha dado para prepararnos a disfrutar el entorno del Milenio y, más allá, es el entorno del reino celestial, en donde las necesidades de todos se satisfacen. Este es el ambiente de la caridad, o el amor puro de Cristo. La amistad es parte de un proceso educativo que nos moldea, y nos prepara para el entorno del Milenio y el reino celestial, en donde todos disfrutarán de la amistad del Señor Jesucristo—y de Dios el Padre—. De hecho, la amistad es la que mantendrá el entorno justo del Milenio durante mil años y al reino celestial por la eternidad.

Nuestras amistades como seres mortales no solamente bendecirán nuestra vida aquí y ahora sino que también son la manera en que la Deidad vea si podemos y nos prepararemos para llegar a ser la clase de seres adecuados para disfrutar los entornos milenarios y eternos y ser dignos de la amistad de los Dioses. Los amigos del tipo descrito en los discursos de los profetas deben estar unidos en un propósito general: ayudarse el uno al otro a prepararse para la exaltación; deben estar “unidos conforme a la unión que requiere la ley del reino celestial” (D y C 105:4). Esta, a mi juicio, es la mente y la voluntad de Dios en lo que se relaciona a la amistad.

Para mí está muy claro ahora que, de hecho, la amistad es uno de los grandes principios fundamentales del evangelio restaurado de Jesucristo, como lo declaró José Smith desde su amplia perspectiva. El alcance de la amistad se extiende muy lejos y su influencia es profunda. No es de sorprender que el Presidente Gordon B. Hinckley declarara que todos los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días necesitan tener en su vida tres cosas a fin de que su asociación con la Iglesia continúe vibrante: un amigo, una responsabilidad, y ser nutrido por la buena palabra de Dios. [37] ¿No deberíamos cultivar la clase de amistad que se incluye en las instrucciones de Mormón? Después de todo lo que se haya dicho y hecho ¿no somos todos nada a la vista del Señor si no poseemos las cualidades y las características sobre las cuales se basa la amistad eterna? (Ver Moroni 7:46).

Notas

[1] - Manuscript History of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 23 de julio de 1843, vol. E-1, 1680, Biblioteca de Historia de la Iglesia en Salt Lake City Ver en español Enseñanzas del Profeta José Smith (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1954), página 386.

[2] - Enseñanzas del Profeta José Smith, página 386.

[3] - Manuscript History of the Church, 16 de agosto de 1842, vol. D-1 1372. Ver en español Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, (Salt Lake City: Intellectual Reserve, 2000), página 491.

[4] - Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, páginas 492-493.

[5] - William Shakespeare, Julius Caesar, acto 4, escena 3, línea 89.

[6] - Mark Water, compilador de The New Encyclopedia of Christian Quotations, (Grand Rapids, MI: Baker Books, 2000), página 385.

[7] - Water, The New Encyclopedia of Christian Quotations, página 385.

[8] - De Benjamin F. Johnson a George F. Gibbs, 1903, páginas 6-8, Documentos de Benjamin Franklin Johnson, 1852-1911, Biblioteca de Historia de la Iglesia en Salt Lake City.

[9] - Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, página 493.

[10]- Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, página 255.

[11] - Discourses of Brigham Young, compilados por John A. Widtsoe (Salt Lake City: Deseret Book, 1971), páginas 271-273.

[12] - David O. McKay, en Conference Report, abril de 1940, página 116.

[13] - Aristóteles, Nicomachean Ethics [Ética a Nicómaco] traducido al inglés por Martin Ostwald (Englewoods Cliffs, NJ: Prentice Hall, 1962), página 214.

[14] - Aristóteles, Nicomachean Ethics, página 215. La cita de Homero se encuentra en Iliad [La Iliada] X, 224.

[15] - Aristóteles, Nicomachean Ethics, página 214n1

[16] - Realmente fue hasta después de la época del antiguo poeta griego Hesíodo que la “amistad” llegó a ser socia igualitaria con el amor como definición de philia. Ver Aristóteles, Nicomachean Ethics, página 214n1.

[17] - Aristóteles, Nicomachean Ethics, página 214n1

[18] - Aristóteles, Nicomachean Ethics, página 214n1

[19] - A Lexicon Abridged from Lidell and Scott’s Lexicon (Oxford: Clarendon Press, 1976), página 3.

[20] - Aristóteles, Nicomachean Ethics, página 217.

[21] - Aristóteles, Nicomachean Ethics, página 217-219.

[22] - Aristóteles, Nicomachean Ethics, página 219.

[23] - Ben Witherington, A Week in the Life of Corinth (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2012), página 39.

[24] - Richard G. Scott, “The Comforting Circle of True Friendship,” Ensign, julio de 1983, página 65. Dicho documento se presentó originalmente como un discurso dado en un devocional en la Universidad Brigham Young, el 10 de agosto de 1982.

[25] - Ver por ejemplo, Megan McKenna y Tony Cowan, Keepers of the Story (Mary Knoll: NY: Orbis Books, 1997), páginas 79-80.

[26] - Barton Fieldman, Einstein Genius Club (Nueva York: Arcade Publishing, 2011).

[27] - John Shelton, “When I Work with You We Both Succeed,” Lindon Character Connection, enero de 2010, página 1.

[28] - Neal A. Maxwell, “Meekness—A Dimenssion of True Discipleship,” Ensign, marzo de 1983, páginas 71-72.

[29] - Aristóteles, Nicomachean Ethics, páginas 218-219.

[30] - Jeffrey R. Holland, “Los Obreros de la Viña,” Liahona, mayo de 2012.

[31] - Richard G. Scott, “The Conforting Circle of True Friendship,” página 64.

[32] - Jeffrey R. Holland, Cristo y el Nuevo Convenio (Salt Lake City: Deseret Book, 2002), páginas 346-347.

[33] - Stephen E. Robinson, observaciones en una Reunión de Oración de los Maestros de Religión el 12 de febrero de 1992.

[34] - Atanasio, On the Incarnation, sección 54.

[35] - Enseñanzas del Profeta José Smith, páginas 386-387

[36]- Enseñanzas del Profeta José Smith, página 387.

[37] - Gordon B. Hinckley: ‘Converts and Young Men,” Ensign, mayo de 1997, página 47. Es muy interesante el que la mayoría de las instrucciones en las escrituras y de los profetas sobre la amistad no la vinculen directamente con el matrimonio. Una excepción es, “Friendship: a “Gospel Principle,” por el élder Marlin K. Jensen en Ensign, mayo 1999, páginas 64-65.