“Porque de Esta Manera Habló”: El Discurso de Mormón Sobre la Fe, la Esperanza y la Caridad

Charles Swift

Charles Swift (charles_swift@byu.edu) es profesor asociado en escritura antigua en la Universidad Brigham Young.

El erudito literario Richard Dilworth Rust llama al discurso de Mormón que se encuentra en Moroni 7 “uno de los sermones más estrechamente tejidos y contundentes del Libro de Mormón.” [1] Es un ejemplo magistral de un profeta que simplemente está declarando la verdad doctrinal y además ampliando el tema. Mormón crea un argumento que comienza con enseñanzas que no parecen estar relacionadas con lo que termina diciendo en la conclusión, pero su argumento está tan bien construido que cada paso conduce bella y poderosamente al siguiente.

En lugar de considerar este sermón como un tapete que está tejido muy finamente, yo veo la obra maestra de Mormón como una torre construida con palabras, cada nivel puesto sobre el anterior con tal habilidad que a todo lo largo hay interdependencia. Quitar una sección previa, hará que todas las siguientes caigan; si se ignoran las secciones siguientes es probable que las que queden tengan sentido, pero en forma muy limitada. Aunque otras personas han escrito sobre distintos aspectos del capítulo 7 de Moroni, nadie antes ha analizado en forma holística todo el capítulo para determinar la forma en que se construye el sermón mismo. [2] Este artículo usará la misma metodología literaria que usó Rust en su enfoque de Moroni 7, haciendo una lectura cuidadosa del discurso de Mormón y al estudiar intensamente el capítulo con un lente literario. Sin embargo, el artículo irá más allá del análisis breve, y nos ayudará a entender mejor la manera en que el profeta preparó su discurso y nos guía a nosotros, los lectores, al gran final en donde se encuentra un propósito de la mayor importancia.

Su Autoridad (Ethos)

Aunque la retórica es un bloque de construcción literario que se utiliza a lo largo del sermón, el analizar retóricamente el discurso de Mormón está fuera del alcance de este artículo. Sin embargo, utilizaré, como un marco general, los conceptos retóricos de ethos, logos y pathos para ayudarnos en nuestros comentarios. Lo hago por dos razones: (1) ese marco existe orgánicamente en el discurso, por lo que no tiene sentido ignorarlo, y (2) son útiles para ordenar nuestras comentarios, así como para formar nuestra comprensión de lo que Mormón está logrando en un momento dado de su discurso. Sin embargo, enfatizo que estoy plenamente consciente de que al señalar brevemente estos puntos de referencia retóricos no es sustituto para un estudio retórico profundo del sermón.

El concepto retórico de ethos es la credibilidad [o la autoridad] que tiene el autor o el orador, ya sea porque lo establece en su obra o porque lo presenta en la ocasión. [3] La autoridad de Mormón estaba bien establecida aún antes de que pronunciara una sola palabra de su discurso. Primero, era bien conocido por sus oyentes que lo consideraban como digno de confianza y lo aceptaban como hombre de Dios y como profeta. Segundo, el lugar y el contexto de su discurso le brindan credibilidad: estaba hablando en la sinagoga a personas creyentes. Sin embargo, a pesar de su ethos natural, la establece al principio de su discurso al indicar que está hablando con la aprobación del Padre y del Hijo: “es por la gracia de Dios el Padre, y nuestro Señor Jesucristo, y su santa voluntad”. Todavía es más específico cuando se refiere explícitamente al “don del llamamiento que me hizo, que se me permite hablaros en esta ocasión” (Moroni 7:2).

Él continúa estableciendo su carácter al ayudar a su audiencia a ver que él entiende a quienes está hablando. Una de las claves para poder llegar a una audiencia es asegurarles que el orador los conoce. Mormón lo hace al decir: “quisiera hablaros a vosotros que sois de la Iglesia, que sois los pacíficos discípulos de Cristo, y que habéis logrado la esperanza necesaria mediante la cual podéis entrar en el reposo del Señor, desde ahora en adelante, hasta que tengáis reposo con él en el cielo” (Moroni 7:3). Las personas en la sinagoga no tenían que preocuparse de que Mormón no los entendiera, por ejemplo, que los reprendiera por sus malas obras, cuando en realidad guardaban los mandamientos y vivían cerca del Señor. Las palabras de Mormón hicieron que confiaran en él porque podían suponer con certeza que por conocerlos él sabría lo que necesitaban oír. Él les explica cómo es que sabe que está hablando con “los pacíficos seguidores de Cristo”—no porque está hablando en un lugar sagrado, la sinagoga—sino porque las personas mismas han dado la evidencia necesaria de su rectitud. “Y juzgo esto de vosotros” les dice Mormón, “por razón de vuestra conducta pacífica para con los hijos de los hombres” (Mormón 7:4). Con gran habilidad, Mormón toma su última declaración para establecer el ethos, y la usa como transición para el siguiente elemento de su discurso: el logos.

El Argumento (Logos)

En un discurso, el concepto retórico de logos es el argumento mismo; es el contenido y el razonamiento del discurso. El profesor George A. Kennedy, un erudito de la retórica temprana en el Nuevo Testamento, escribe que: “en el logos de la retórica clásica generalmente se considera un argumento como probable, no una certeza lógica, pero los cristianos llegaron a considerar los argumentos de la Escritura como divinamente revelados y por lo tanto: verdaderos.” [4] Quienes oyeron el discurso de Mormón, y los creyentes que lo leen en la actualidad, seguirían este mismo patrón cristiano de aceptar sus argumentos no solo como probables, sino también como seguros y revelados. Este elemento retórico del logos abarca la mayoría de su discurso y, cuando se estudia cuidadosamente, revela una estructura impresionante en el sermón que con brillantez guía a esas personas—que ya son rectas—al siguiente nivel de espiritualidad y vida como discípulos de Cristo.

Dones Buenos y Malos

Cuando termina de establecer su autoridad, Mormón habla de que sabe que su audiencia es justa, debido a su “conducta pacífica”. Luego defiende esa evidencia al referirse a la palabra de Dios con la enseñanza de que la gente puede conocer a los demás por sus obras, “porque si sus obras son buenas, ellos también son buenos” (Moroni 7:5). Esta es una transición perfecta al principio de su discurso, porque inmediatamente continúa su comentario acerca de quienes le escuchan al unir esta idea de conocer a las personas por sus obras a la idea de que “un hombre, siendo malo, no puede hacer lo que es bueno; porque si presenta una ofrenda, o si ora a Dios, a menos que lo haga con verdadera intención, de nada le aprovecha. Porque he aquí, no se le cuenta como obra buena” (Moroni 7:6-7). Mormón sabe que sus oyentes son buenas gentes, porque presentan buenas obras. Usa los siguientes versículos para establecer que nada bueno puede venir de alguien que es malo, y que nada malo puede venir de alguien que es bueno. Sin duda, este enfoque ayuda a su audiencia a aceptar la lógica de su discurso: si aceptan la lógica de que pueden considerarse buenas personas porque sus obras son buenas, entonces estarán dispuestos también a extender la misma lógica a los demás.

Estos versículos, si no se leen con cuidado, fácilmente se pueden interpretar mal. Algunos pueden mal interpretar estos versículos diciendo que es mejor no hacer el bien si no se tienen buenos motivos, Por ejemplo, algunos podrían decir que es mejor no asistir a la iglesia que ir sin “verdadera intención”. Sin embargo, el argumento de Mormón no apoya esa lógica, porque no se está refiriendo a una persona típica, que tiene buenas intenciones y otras no tan buenas. Ni está hablando de personas que puedan hacer algunas cosas muy malas pero que todavía tienen dentro de su corazón el hacer cosas buenas también. Como suele ocurrir en el Libro de Mormón, el argumento no tiene matices ni es sutil, sino de polos opuestos. El Libro de Mormón es un libro que tiene la misión de ayudar a las personas a que se conviertan a Jesucristo. Las decisiones se presentan en crudos contrastes: a los lectores se les desafía a escoger entre lo bueno y lo malo, entre seguir a Dios o al adversario, entre el cielo y el infierno. En estos versículos, Mormón habla de un hombre malo y de la forma en que tal hombre no puede hacer algo bueno. Por ejemplo, “si un hombre, siendo malo, presenta una ofrenda, lo hace de mala gana; de modo que le es contado como si hubiese retenido la ofrenda; por tanto, se le tiene por malo ante Dios” (Moroni 7:8). Mormón no tiene el propósito de explorar la naturaleza compleja de las personas y cómo es que todos tienen fortalezas y debilidades. El está presentando una imagen contrastante: “si un hombre es siervo del diablo, no puede seguir a Cristo; y si sigue a Cristo, no puede ser siervo del diablo” (Moroni 7:11). No está hablando de buenas personas que a veces sucumben a su naturaleza caída; está hablando de un hombre malo—alguien que aparentemente solo es malvado—. Tengan en cuenta la redacción de esta parte del capítulo: Mormón no dice, “si un hombre que hace cosas malas. . .” o incluso “si un hombre malo. . . ” sino que dice: “si un hombre, siendo malo, presenta una ofrenda. . . “ (Moroni 7:8; énfasis agregado) y “un hombre siendo malo, no puede hacer lo que es bueno” (Moroni 7:10; énfasis agregado). Es como si el profeta estuviera comparando al hombre mismo con el mal; el hombre no solo hace cosas malas, es malo, de igual manera, Mormón se refiere a ese hombre como que "es un siervo del diablo" (Moroni 7:11; énfasis agregado). Ese hombre no es el hombre típico, ni siquiera en el mundo, sino uno que es semejante al adversario.

Mormón usa una imagen poderosa que enfatiza específicamente la forma en que ese hombre que “es un siervo del diablo” no se aplica a la mayoría de los hombres: “una fuente amarga no puede dar agua buena; ni tampoco puede una fuente buena dar agua amarga” (Moroni 7:11). Si un manantial es malo, agua mala brotará de allí. No correríamos el riesgo de tomar agua de ese manantial con la esperanza de que de alguna manera, saliera agua buena. No existe un área gris en esta metáfora. En esta parte de su discurso Mormón está hablando del bien y del mal, no de combinaciones de los dos.

Todo lo Bueno Viene de Dios

Así como nada bueno puede venir de ese tipo de hombre, igualmente nada bueno viene del diablo. Mormón continúa su discurso pasando a la siguiente parte de su tema. “Todo lo que es bueno viene de Dios, y todo lo que es malo viene del diablo” (Moroni 7:12). Ahora, Mormón les aconseja a sus oyentes a que tengan cuidado al juzgar a fin de que “no juzguéis que lo que es malo sea de Dios, ni lo que es bueno y de Dios sea del diablo” (Moroni 7:14). Este es un cambio muy importante en su argumento: pasa de lo abstracto al principio de su discurso usando situaciones hipotéticas para ilustrar su premisa, a un consejo concreto que sus oyentes necesitan seguir en su vida. Hay peligro al afirmar que algo sea bueno pero proviene de una fuente maligna, y viceversa. También, hay un corolario importante: si sabemos que algo es de Dios, entonces debemos buscar entender cómo es bueno, pues sabemos que debe ser bueno a causa de su fuente.

Dos Tipos Diferentes de Juicios

La pregunta natural que sigue al consejo de no juzgar que las cosas malas vienen de Dios o que una cosa buena viene del diablo es muy simple: ¿cómo debemos juzgar? Ahora Mormón enseña sobre la forma de juzgar: “os es concedido juzgar, a fin de que podáis discernir el bien del mal; y la manera de juzgar es tan clara, a fin de que sepáis con un perfecto conocimiento, como la luz del día lo es de la obscuridad de la noche” (Moroni 7:15) [5] Primero, se le concede a la persona que haga el juicio; cada persona tiene los medios por los cuales puede juzgar entre el bien y el mal sin depender de alguna fuente externa que haga el juicio por ella. Segundo, Mormón identifica una manera de juzgar—“la manera de juzgar”—no varias maneras de juzgar. Tercero, la manera de juzgar es clara, lo que implica que es simple y fácil de entender. El proceso de juzgar no es misterioso ni fuera de la capacidad de la persona común. Cuarto, la manera de juzgar resulta en conocimiento perfecto, la persona no debe preocuparse sobre si terminará con una buena suposición en lo que se refiere al bien o al mal, sino que conocerá la diferencia sin dudas. Quinto, el conocimiento perfecto es el resultado de una distinción clara—como el día y la noche—entre lo malo y lo bueno.

Aunque en el versículo 15 se nos dice que nos “es concedido” juzgar entre el bien y el mal, el versículo 16 aclara la manera de juzgar:

Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que sabréis, con un conocimiento perfecto, que es de Dios.

Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo malo, y a no creer en Cristo, y a negarlo, y a no servir a Dios, entonces sabréis, con un conocimiento perfecto, que es del diablo; porque de este modo obra el diablo, porque él no persuade a ningún hombre a hacer lo bueno, no, ni a uno solo; ni lo hacen sus ángeles; ni los que a él se sujetan (Moroni 7:16-17).

Si no tenemos cuidado, podemos leer que este versículo indica que la manera de juzgar entre el bien y el mal es determinar si lo que enfrentamos nos invita a hacer el bien y nos persuade a creer en Cristo. Si se aplican esas dos condiciones, entonces la cosa es buena. Sin embargo, esto crea un razonamiento circular: sé que algo es bueno si me invita a hacer lo bueno y a creer en Cristo. Pero, si ya sé que es bueno lo que me invita, es obvio que ya no necesito ayuda para determinar si algo es bueno o malo. El mismo razonamiento circular se puede deducir en el siguiente versículo si no tenemos cuidado: si algo nos persuade a hacer lo malo, entonces sabemos que es malo.

Sin embargo, al estudiar cuidadosamente Moroni 7:16-17, una posible interpretación es que Mormón se está refiriendo a dos juicios diferentes. El primer juicio es entre el bien y el mal. La manera de hacer ese juicio, nos dice, es “clara” y nos puede ayudar a saber con un “conocimiento perfecto”. ¿Cuál es la manera de juzgar entre el bien y el mal? Explica que “a todo hombre se le da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal” (Moroni 7:16). El Espíritu de Cristo se menciona nuevamente en el versículo 18, “en vista de que conocéis la luz por la cual podéis juzgar, la cual es la luz de Cristo”, y en el versículo 19, “que busquéis diligentemente en la luz de Cristo, para que podáis discernir el bien del mal.” En otras palabras, todos tenemos la Luz de Cristo, y es por esa luz que debemos juzgar el bien del mal. No juzgamos el bien del mal determinando si se nos persuade a hacer algo bueno o malo; otra vez, eso sería un enfoque circular que no ayuda. Juzgamos el bien del mal siguiendo la Luz de Cristo.

El segundo tipo de juicio que nos enseña Mormón en Moroni 7:16-17 es la forma de juzgar si algo es de Dios o del diablo. Si nos invita a hacer lo bueno y nos persuade a creer en Cristo, podemos saber que viene de Dios. Si, por el contrario, nos persuade a hacer lo malo, a no creer en Cristo y a negarlo, y a no servir a Dios, entonces podemos saber que viene del diablo. Estos criterios para juzgar no nos dicen si algo es bueno o malo; eso ya lo sabemos por medio de la Luz de Cristo. Nos indican si algo viene de Dios o del diablo. Tiene sentido el que Mormón nos brinde este segundo tipo de juicio ya que esta preocupado porque podríamos cometer el error de atribuir algo malo a Dios, y algo bueno al diablo (ver otra vez Moroni 7:14).

Si bien esta interpretación se basa en la lógica del lenguaje que usa Mormón y no en el formato del texto, la distinción entre estos dos juicios se puede ver más fácilmente en la forma en que se presenta este pasaje en el libro de Royal Skousen titulado The Book of Mormon: The Earliest Text:

Tened cuidado pues, mis amados hermanos,

de que no juzguéis que lo que es malo sea de Dios,

ni que lo que es bueno y de Dios sea del diablo.

Pues he aquí, mis hermanos, os es concedido juzgar,

a fin de que podáis discernir el bien del mal.

Y la manera de juzgar es tan clara,

a fin de que sepáis con perfecto conocimiento,

como la luz del día lo es de la obscuridad de la noche.

Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo

para que sepa discernir el bien del mal.

Por tanto os muestro la manera de juzgar.

Porque toda cosa que invita a hacer lo bueno y persuade a creer en Cristo

es enviada por el poder y el don de Cristo.

Por lo que sabréis con un conocimiento perfecto que es de Dios.

Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo malo

y a no creer en Cristo y a negarlo y a no servir a Dios,

entonces sabréis con un conocimiento perfecto que es del diablo. [6]

Observen cómo la declaración importante “a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepan discernir el bien del mal” se agrupa con la declaración “la manera de juzgar es tan clara. . . como la luz del día lo es de la obscuridad de la noche.” El primer grupo se refiere al primer tipo de juicio que Mormón nos está enseñando: cómo discernir el bien del mal. Entonces, el segundo grupo que empieza con “Por tanto os muestro la manera de juzgar,” trata del segundo tipo de juicio: cómo discernir si algo es de Dios o del diablo.

Este principio que Mormón nos enseña es tremendamente importante: no es suficiente solamente discernir el bien del mal; también debemos recordar que lo bueno solamente viene de Dios y lo malo viene del diablo. Si solo supiéramos el bien del mal, correríamos el riesgo de pensar que el diablo podría engañarnos diciéndonos que hagamos algo bueno para alguno de sus propósitos malignos. Podríamos caer en la trampa de pensar: “se que esto es bueno, pero quizás no debería hacerlo porque en realidad es el diablo el que quiere que lo haga”. O podríamos caer en una trampa igualmente peligrosa en el extremo opuesto del espectro: “se que hacer esto es malo, pero quizás es la voluntad del Señor que lo haga.” Como lo hemos comentado, Mormón hace un gran esfuerzo al principio de este discurso para enseñarnos que un "hombre siendo malo" no puede hacer nada bueno, que "todo lo que es bueno viene de Dios", y que “lo que es malo viene del diablo” (Moroni 7:12). En Moroni 7:16-17, nos aclara que al seguir, la Luz de Cristo llegamos a saber si algo es bueno o malo, podemos estar seguros que aquello viene de Dios y esto del adversario. La Luz de Cristo nos dice si algo es bueno o malo, y el hecho de que algo sea bueno o malo nos dice la fuente de donde vino.

Llegar a Ser un Hijo de Cristo

Todos los comentarios de Mormón sobre el discernir entre el bien y el mal y entre lo que viene o no de Dios, aunque son muy interesantes e imponentes en sí mismos, en realidad nos conducen a un principio muy diferente pero significativo. Su punto no es solamente el cómo juzgar; él quiere que sepamos juzgar por una razón particular: “que os aferréis a todo lo bueno, y no lo condenéis”. Es obvio que no podemos aferrarnos a todo lo bueno si no sabemos discernir entre el bien y el mal, ni podemos evitar el condenar una buena cosa si no entendemos que todas las cosas buenas, sin excepción, vienen de Dios.

Aferrarse a lo bueno no es un fin en sí mismo, sino un medio para llegar a un final mucho mayor: que podamos llegar a ser [individualmente] “un hijo de Cristo” (Moroni 7:19).

Aunque la frase “hijo de Cristo” que aparece en Moroni 7:19, es de uso común en la Iglesia, es la única vez [en inglés] que se menciona en todas las escrituras. No se usa en ninguno de los libros canónicos. Sin embargo, es notable que el plural “hijos de Cristo” se usa solamente tres veces; y únicamente en el Libro de Mormón. La cita [7] que más nos ayuda a entender el concepto es cuando el Rey Benjamín les dio a sus seguidores ese nombre y les explicó su significado: “Ahora pues, a causa del convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie [en inglés dice hijos] de Cristo, hijos e hijas de él, porque he aquí, hoy él os ha engendrado espiritualmente; pues decís que vuestros corazones han cambiado por medio de la fe en su nombre; por tanto, habéis nacido de él y habéis llegado a ser sus hijos y sus hijas” (Mosíah 5:7). De acuerdo con este versículo, ser un hijo de Cristo, es haber sido engendrado espiritualmente por Cristo, que significa tener cambiado el corazón mediante la fe en su nombre.

Si estudiamos la frase “hijo de Cristo” bajo un lente literario, podemos entender mejor la verdad que ofrece si lo hacemos como si fuera una metáfora. Un hijo es engendrado por su padre. Un hijo tiene menos experiencia y tiene menos conocimientos que su padre. Un hijo acude a su padre en busca de guía, protección y sabiduría. También, es costumbre tradicional que el hijo lleve el apellido de su padre. Todas estas características del hijo y su padre se pueden llevar a nuestra relación con el Salvador por medio de esta frase metafórica. Somos engendrados espiritualmente por el Señor; tenemos menos experiencia y menos conocimientos (y menos rectitud); acudimos a él en busca de guía, protección y sabiduría; y tomamos su nombre sobre nosotros.

La Fe

Mediante el concepto de aferrarse a todo lo bueno, Mormón presenta la clave para llegar a ser un hijo de Cristo al hacer una pregunta retórica: “¿cómo es posible que os aferréis a todo lo bueno?” (Moroni 7:20). Él insinúa la respuesta aunque en este punto no presenta claramente la clave: “ahora llegamos a esa fe de la cual dije que hablaría; [8] y os indicaré la forma en que podéis aferraros a todo lo bueno” (Moroni 7:21). Dice que llega a “esa fe”, y luego que dirá la forma en que podemos aferrarnos a todo lo bueno, pero no menciona que las dos estén ligadas. Este excelente orador mantiene la atención de su audiencia.

Mormón explica que Dios mandó ángeles para ministrar al pueblo y para “manifestar concerniente a la venida de Cristo,” y entonces hace una afirmación muy significativa: “que en Cristo habría de venir todo lo bueno” (Moroni 7:22). Fíjense que esta afirmación, aunque es muy importante, todavía no es la clave que esperamos, Esta declaración nos dice el origen de todo lo bueno—Cristo—pero no nos dice cómo podemos aferrarnos a todo lo bueno. Una vez más, Mormón se refiere implícitamente al principio de su discurso, donde habló de que nada bueno puede venir de una fuente mala ni nada malo puede venir de una fuente buena. Entra en juego ese segundo tipo de juicio del que hablamos, el poder saber cuando algo viene o no del Señor. La declaración “que en Cristo habría de venir todo lo bueno” reafirma el concepto de que Él es la fuente de todo lo bueno, Pero, ¿cómo podemos aferrarnos a todo lo bueno?

¡Crece el suspenso!

Antes de explicarnos como lograrlo, Mormón nos ayuda a entender que no debemos cometer el error de pensar que podemos aferrarnos a todo lo bueno por nuestro propio poder y esfuerzo. Vuelve a decir que “todas las cosas que son buenas vienen de Cristo” y explica que sin Cristo fracasaríamos al obtener las cosas buenas “de lo contrario, los hombres se hallaban caídos, y ninguna cosa buena podía llegar a ellos” (Moroni 7:24).

Ahora que ya ha establecido nuestras limitaciones humanas, finalmente declara la clave que hemos estado esperando aprender: “por la ministración de ángeles, y por toda palabra que salía de la boca de Dios, empezaron los hombres a ejercitar la fe en Cristo; y así, por medio de la fe, se aferraron a todo lo bueno; y así fue hasta la venida de Cristo. Y después que vino, los hombres también fueron salvos por la fe en su nombre; y por la fe llegaron a ser hijos de Dios” (Moroni 7:25-26). Antes de la venida del Salvador, el pueblo se aferró a todo lo bueno ejerciendo la fe en Cristo. Y después de su venida, siguieron aferrándose a todo lo bueno por ese mismo medio divino. Fíjense que Mormón no solamente enseña que podemos llegar a ser los hijos de Cristo por medio de nuestra fe en Cristo, sino que también enseña que mediante esa fe podemos llegar a ser los hijos (e hijas) de Dios. [9]

Mormón nos presenta una explicación muy completa y cuidadosa de la forma en que las personas de diferentes épocas pudieron ejercer la fe en Cristo. Antes de que el Salvador viniera, el pueblo dependía de la “ministración de ángeles” y de “toda palabra que salía de la boca de Dios” (Moroni 7:25). Mientras el Señor estuvo en la tierra entre los nefitas el pueblo recibió sus propias palabras: “Y tan ciertamente como Cristo vive, habló estas palabras a nuestros padres, diciendo: Cuanto le pidáis al Padre en mi nombre, que sea bueno, con fe creyendo que recibiréis, he aquí os será concedido” (Moroni 7:26). Después del ministerio personal del Señor a los nefitas, los ángeles ministraron al pueblo y se manifestaron:

“a los que tienen una fe fuerte y una mente firme en toda forma de santidad.

Y el oficio de su ministerio es llamar a los hombres al arrepentimiento; y cumplir y llevar a efecto la obra de los convenios del Padre, los cuales él ha hecho con los hijos de los hombres; y preparar la vía entre los hijos de los hombres, declarando la palabra de Cristo a los vasos escogidos del Señor, para que den testimonio de él.

Y obrando de este modo, el Señor Dios prepara la senda para que el resto de los hombres tengan fe en Cristo, a fin de que el Espíritu Santo tenga cabida en sus corazones” (Moroni 7:30-32).

Aunque el Salvador ya no vivía entre el pueblo, se pudieron beneficiar de la ministración de ángeles y seguir las enseñanzas inspiradas de aquellos a quienes el Señor llamó al ministerio. Por este proceso, “el resto de los hombres” (aquellos a quienes el Señor no ministró personalmente mientras estuvo entre los nefitas) pudieron tener fe en Cristo y tener el Espíritu Santo con ellos; y podemos concluir apropiadamente, que el pueblo pudo ejercer esta fe en Cristo y aferrarse a todo lo bueno.

En los siguientes versículos de su discurso, Mormón habla de la fe. Enseña una serie de conceptos importantes relacionados con la fe y lo hace de forma detallada: “si tenéis fe en mí [Cristo], tendréis poder para hacer cualquier cosa que me sea conveniente” (Moroni 7:33); tener fe en Cristo es esencial para la salvación (ver Moroni 7:34,38); por la fe es que ocurren los milagros y los ángeles se aparecen y ministran al pueblo (ver Moroni 7:37); si han cesado los milagros es debido a que el pueblo ya no ejerce la fe (ver Moroni 7:37-38); una indicación de la fe en Cristo es la mansedumbre (ver Moroni 7:39); y si no tenemos fe en Cristo, “no sois dignos de ser contados entre el pueblo de su iglesia” (Moroni 7:39).

La Esperanza

En este punto de su discurso, Mormón añade otro nivel de profundidad a lo que ha estado enseñando con respecto a la fe, escribe:

Quisiera hablaros concerniente a la esperanza. ¿Cómo podéis lograr la fe, a menos que tengáis esperanza?

Y ¿qué es lo que habéis de esperar? He aquí, os digo que debéis tener esperanza, por medio de la expiación de Cristo y el poder de su resurrección, en que seréis resucitados a vida eterna, y esto por causa de vuestra fe en él, de acuerdo con la promesa.

De manera que si un hombre tiene fe, es necesario que tenga esperanza; porque sin fe no puede haber esperanza (Moroni 7:40-42).

Aunque algunos pueden interpretar la primera parte de este pasaje (“¿cómo podéis lograr la fe a menos que tengáis esperanza?”) diciendo que Mormón indica que debemos tener esperanza para tener fe, el contexto indica otra cosa. Primero, Mormón ya había comentado sobre la fe. Si la esperanza fuera necesaria para la fe, sería lógico que hubiera comentado la esperanza antes de la fe, en especial en este discurso estructurado tan cuidadosamente. Segundo, el versículo 42 dice claramente: “porque sin fe no puede haber esperanza”. Tercero, Mormón explica en el versículo 41 que el objetivo de nuestra esperanza—ser resucitados a vida eterna—se basa en nuestra fe. Eso haría que la interpretación de “¿cómo podéis lograr la fe a menos que tengáis esperanza?” sería que no podemos tener fe sin tener esperanza como resultado natural, (en lugar de que no podemos tener fe sin tener esperanza primero). En otras palabras, ¿cómo podéis tener fe sin tener esperanza, su fruto natural? [10]

Así como la fe es necesaria para poder aferrarse a todo lo bueno, también es esencial la esperanza. Pero no es cualquier esperanza; es la “esperanza, por medio de la expiación de Cristo y el poder de su resurrección, en que seréis resucitados a vida eterna, y esto por causa de vuestra fe en él, de acuerdo con la promesa” (Moroni 7:41). Nuestra fe debe estar en Cristo, y nuestra esperanza es mediante su Expiación; y ambas la fe y la esperanza se centran en el Salvador y son posibles debido a Él. No debemos ir por la vida dudando constantemente si somos lo suficientemente buenos para regresar a la presencia de Dios y ser bendecidos con la vida eterna. En vez de eso, hemos de tener la esperanza de que seremos resucitados para vida eterna—no porque seamos muy buenos y nos lo hayamos ganado, sino porque Él es muy bueno— y porque nos ha bendecido por medio de su Expiación. Es la clase de esperanza que “proporciona un ancla a las almas de los hombres y los hace seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a glorificar a Dios” (Eter 12:4). Por supuesto, esto no significa que podemos confiar en su bondad y luego ir a desobedecer los mandamientos e ignorar nuestros convenios. Una vida que en verdad incluya la fe y la esperanza de que habla Mormón es una vida de seguir al Señor y guardar los convenios. Debemos poner nuestro esfuerzo, pero nuestra fe y esperanza no están en nuestros esfuerzos: están en Cristo.

Aprendemos un nuevo concepto cuando Mormón enseña que no podemos tener fe y esperanza sin ser “manso y humilde de corazón” (Moroni 7:43). Nuestra fe y esperanza son vanas si carecemos de mansedumbre y humildad de corazón, porque es necesario ser manso y humilde dc corazón para ser “aceptable a Dios” (Moroni 7:44). ¿De qué nos sirve tener fe y esperanza si Dios nos rechaza por no ser mansos y humildes de corazón? La idea de la mansedumbre nos lleva al clímax del discurso de Mormón.

Las Emociones (Pathos)

El profesor Kennedy escribe que otro elemento de la retórica, pathos, tal como se encuentra en el Nuevo Testamento, “es inherente a la audiencia y puede definirse como las reacciones emocionales que experimentan los oyentes cuando el orador ‘juega con sus sentimientos.’” [11] Es importante tener en cuenta que si bien pathos es el aspecto de la retórica del público, se relaciona con lo que dijo el orador para crear las emociones en el público, no con la reacción del público en sí. Por ejemplo, el profesor Kennedy explica que en “el Nuevo Testamento, su forma más común, es la promesa de vida eterna o la amenaza de condenación.” [12] El pathos del discurso está hablando sobre la vida eterna y la condenación con la esperanza de hacer que el pueblo haga cambios en su vida.

Aunque en un discurso no siempre existe una distinción clara entre el ethos, logos y pathos—algunas partes del discurso pueden tener dos o tres de esos elementos a la vez—esta última parte del discurso de Mormón es la que está más llena de pathos. Este es el pasaje en el cual el profeta más directa y poderosamente le pide a su audiencia que viva de una manera específica.

La Caridad

A fin de ser manso y humilde de corazón (en otras palabras, para ser aceptable a Dios) y confesar “por el poder del Espíritu Santo que Jesús es el Cristo,” Mormón enseña que debemos tener caridad. Sin la caridad, somos “nada” (Moroni 7:44). Mormón describe este concepto usando un lenguaje semejante al que Pablo escribió al comentar sobre la caridad: [13]

Y la caridad es sufrida y es benigna, y no tiene envidia, ni se envanece, no busca lo suyo, no se irrita fácilmente, no piensa el mal, no se regocija en la iniquidad, sino se regocija en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Por tanto, amados hermanos míos, si no tenéis caridad, no sois nada, porque la caridad nunca deja de ser. Allegaos, pues, a la caridad, que es mayor que todo, porque todas las cosas han de perecer. (Moroni 7:45-46).

Y mientras el mundo cristiano tradicional hace la distinción entre afectos, amistad, Eros y caridad, [14] Mormón profundiza en la doctrina de la caridad que se aventura mucho más allá de las palabras de Pablo: “la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre” (Moroni 7:47). Es el amor que Cristo posee; el amor que nos tiene. Cuando en nuestro corazón tenemos caridad hacia los demás, tenemos en nuestro corazón el amor que Cristo tiene para los demás. [15] El conocer la forma en que Mormón define la caridad puede ayudarnos mientras nos esforzamos por amar a los demás. Por ejemplo, ahora entendemos que cuando leemos Moroni 7:45 estamos leyendo la descripción del amor de Cristo; entendemos que leer ese versículo nos ayuda a como amar a los demás si deseamos amar de la forma en que ama el Salvador.

Los Hijos de Dios

En el último versículo del capítulo, en las palabras finales de su discurso, Mormón nos dice cómo ser bendecidos con la caridad y las bendiciones que vienen por tener esta característica tan importante del evangelio:

Por consiguiente, amados hermanos míos, pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo; para que lleguéis a ser hijos de Dios; para que cuando él aparezca, seamos semejantes a él, porque lo veremos tal como es; para que tengamos esta esperanza; para que seamos purificados así como él es puro. Amén. (Moroni 7:48; énfasis agregado)

Este versículo podría leerse cuando menos de dos maneras diferentes. Una lectura podría ser que debemos orar para ser llenos de este amor por varias razones: (1) que podamos llegar a ser hijos (e hijas) de Dios; (2) que cuando él aparezca seamos como él; (3) que podamos tener esta esperanza; y (4) que podamos ser purificados así como él es puro. Aunque de seguro no queremos basar nuestra interpretación únicamente en la puntuación, la serie de punto y comas nos puede llevar a suponer que Mormón nos está dando una lista de bendiciones por las cuales orar.

Una segunda lectura justificable es que Mormón nos está instruyendo a orar para ser llenos con este amor para que podamos llegar a ser hijos (e hijas) de Dios y luego explica lo que significa ser hijos de Dios: para que cuando él aparezca, seamos semejantes a él, porque lo veremos tal como es—como sus hijos podemos tener esta esperanza—y ser purificados así como él es puro. Vale la pena incluir este mismo versículo tomándolo de la edición que hizo el profesor Skousen del Libro de Mormón:

Por consiguiente amados hermanos míos,

pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones

que seáis llenos de este amor

que él ha otorgado a todos

los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo,

para que lleguéis a ser hijos de Dios,

para que cuando él aparezca, seamos semejantes a él

—porque lo veremos tal como es—

para que tengamos esta esperanza,

para que seamos purificados así como él es puro.

Amén. [16]

Aunque no estoy basando esta segunda interpretación en la falta de los punto y coma, esta versión hace que la lectura alternativa del versículo sea más evidente.

Este pasaje referente a la caridad es el clímax del discurso de Mormón ya que es la parte más importante de su enseñanza, y es el punto doctrinal al que todo su discurso nos ha estado conduciendo. Es el más importante porque nos enseña la función de la caridad para que lleguemos a ser hijos e hijas de Dios. Todos los otros conceptos que comenta Mormón son extremadamente importantes y no deben minimizarse, pero no son lo que es la caridad. La caridad “nunca deja de ser,” es “mayor que todo,” y se “ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos . . . de Jesucristo,” y es parte de lo que nos puede hacer “hijos [e hijas] de Dios.”

Aunque aferrarnos a todo lo bueno al ejercer la fe en Cristo nos ayuda a llegar a ser hijos de Cristo, puede ser que Mormón nos esté enseñando que al ejercitar la fe en Cristo (Moroni 7:25) combinada con el don de la caridad, nos ayuda a llegar a ser algo más: hijos de Dios. No es raro que la gente asuma que ser un hijo de Cristo y un hijo de Dios son intercambiables; o sea que los términos significan lo mismo. Aunque puede haber ocasiones en las escrituras, y en los discursos de los líderes modernos de la Iglesia, y en obras publicadas por los eruditos en los cuales los dos términos lleven el mismo significado, [17] puede ser significativo que Mormón usa los dos términos en el mismo discurso. Quizás los está usando de dos maneras. Tiene sentido, dentro del contexto del sermón, que ambos conceptos doctrinales se usaran cuidadosamente con dos propósitos diferentes.

Todos somos hijos de Dios en el sentido de que Él es el Padre de nuestros espíritus, pero éste último versículo del discurso de Mormón se puede estar refiriendo a algo más de que somos los hijos del Padre porque Él es el Padre de nuestros espíritus. Para nosotros, el primer paso es llegar a ser los hijos de Cristo (ver Moroni 7:19 y los comentarios más arriba). Sin embargo, también queremos ser “co-herederos con Cristo”: “Porque el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y co-herederos con Cristo” (Romanos 8:16-17; énfasis agregado). Si no progresamos y continuamos siendo hijos de Cristo, entonces no podemos ser co-herederos con Él; no podemos heredar lo que Él herede como Su Hijo, Pero si progresamos y llegamos a ser hijos o hijas de Dios, entonces vamos a ser co-herederos con Cristo.

¿En qué sentido podría Mormón aplicar el término "hijos de Dios" en los versículos 25 y 48? ¿En qué sentido ser un hijo de Dios puede ser una progresión de ser un hijo de Cristo? Quizás Doctrina y Convenios proporciona la respuesta:

Y otra vez testificamos, porque vimos y oímos, y éste es el testimonio del evangelio de Cristo concerniente a los que saldrán en la resurrección de los justos:

Estos son los que recibieron el testimonio de Jesús, y creyeron en su nombre, y fueron bautizados. . . .

para que, guardando los mandamientos, fuesen lavados y limpiados de todos sus pecados, y recibiesen el Santo Espíritu. . .

Y son quienes vencen por la fe, y son sellados por el Santo Espíritu de la promesa, que el Padre derrama sobre todos los que son justos y fieles.

Estos son los que constituyen la Iglesia del Primogénito.

Son aquellos en cuyas manos el Padre ha entregado todas las cosas;

son sacerdotes y reyes que han recibido de su plenitud y de su gloria; y son sacerdotes del Altísimo. . .

De modo que, como está escrito, son dioses, sí, los hijos de Dios (Doctrina y Convenios 76:50-58; énfasis agregado).

Como lo comentamos anteriormente, el Rey Benjamín enseña que llegar a ser los hijos de Cristo significa ser “engendrados espiritualmente” por Cristo; que es el resultado de que nuestros corazones “han cambiado por medio de la fe en su nombre” (Mosíah 5:7). La Doctrina y Convenios nos enseña que ser hijos de Dios es ser “sellados por el Santo Espíritu de la promesa”, para ser “la Iglesia del Primogénito,” y que se nos de todo lo que el Padre tiene. Llegar a ser hijo de Cristo es uno de nuestros mayores deseos, pero no queremos quedarnos como hijos, queremos madurar en nuestro discipulado y llegar a ser co-herederos con Cristo. Y ¿qué es lo que comprende todo lo que el Padre tiene? Fundamentalmente, es la vida eterna, “que es el mayor de todos los dones de Dios” (Doctrina y Convenios 14:7).

Conclusión

El discurso de Mormón en Moroni 7 es un ejemplo magistral de un discurso muy cuidadosamente construido que crece hasta ser un poderoso mensaje. Como lo escribe Rust: “el sermón avanza en un inter-bloqueo simple pero sutil de las partes” [18] Aunque es conocido por “la fe, la esperanza y la caridad” el discurso empezó con comentarios inteligentes acerca de los dones buenos, los dones malos, y sus respectivas fuentes. Este profeta y maestro orador trabajaría a través de una serie de conceptos diferentes, construyendo enseñanza sobre enseñanza, antes de que llegara a los tres pilares doctrinales por los cuales se conoce mejor su sermón. Mormón nos enseña algo que ningún profeta había enseñado antes —que la caridad es el amor puro de Cristo—y que estar llenos de este amor puro nos conduce a convertirnos en hijos de Dios. Todo este discurso es un edificio doctrinal construido hermosa y poderosamente que nos conduce al entendimiento esencial de lo que necesitamos hacer para, al final, ganar la vida eterna.

Notas

[1]- Richard Dilworth Rust, Feasting on the Word: The Literary Testimony of the Book of Mormon (Salt Lake City: Deseret Book; Provo, UT: FARMS, 1997), página 140. Véase esa sección del capítulo de Rust para tener una visión general del discurso de Mormón.

[2]- Como ejemplos de artículos y capítulos en libros que tratan de ciertos aspectos de Moroni 7, véanse de H. Dean Garret, “Light in Our Vessels: Faith, Hope and Charity,” en Fourth Nephi, From Zion to Destruction, editado por Monte S. Nyman y Charles D. Tate jr., (Provo, UT: Religious Studies Center, 1995), páginas 81-93; de Duane Boyce, “Faith as a Holy Embrace,” Religious Educator 13, núm. 2 (2012): páginas 107-127; de Candice Wendt, “Mormon’s Questions,” en Journal of Book of Mormon Studies 24 (2015): páginas 248-253; de Gayle O. Brown, “Love in the Book of Mormon,” en The Book of Mormon: The Keystone Scripture, editado por Paul R. Ceesman, (Provo, UT: Religious Studies Center, 1988), páginas 151-163; de Sidney B. Sperry, “Literary Problems in the Book of Mormon involving 1 Corinthians12, 13, and Other New Testament Books,” en Journal of Book of Mormon Studies 4 (1995): páginas 166-174; de Daniel K. Judd, “A Light Amidst the Darkness,” en de Nyman y Tate Fourth Nephi, From Zion to Destruction, páginas 133-146; y de Timothy G. Merrill,, “What Love Is Love but God’s? A Case for Charity,” Selections from the Religious Education Student Symposium, 2006 (Provo, UT: Religious Studies Center, 2006), páginas 73-85.

[3]- Ver de George A. Kennedy, New Testament Interpretation through Rhetorical Criticism (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1984), página 15. Kennedy hace notar que aunque la teoría de Aristóteles consideraba que el ethos era una elemento enteramente interno dentro del discurso, como un asunto práctico, la autoridad que ya tiene el autor o el escritor, independiente del discurso mismo, también es parte del ethos. Esto es especialmente cierto en el Nuevo Testamento. Considerando la autoridad que poseen los profetas del Libro de Mormón, aún aparte de sus enseñanzas, las características del ethos se aplican también a ese libro.

[4]- Kennedy, New Testament Interpretation, páginas 15-16.

[5]- El élder Dallin H. Oaks enseña que “un juicio justo será guiado por el Espíritu del Señor, no por la ira, la venganza, los celos o el interés propio,” “Judge Not and Judging” (discurso en un devocional en la Universidad de Brigham Young el 1 de marzo de 1998), página 4; https://speeches.byu.edu/wp-content/uploads/pdf/Oaks_Dallin_1998_03.pdf. El élder Oaks se basa en este versículo y en el que sigue en Moroni 7 para apoyar su declaración, Ver todo el discurso para entender los comentarios acerca de la manera correcta de juzgar.

[6]- Royal Skousen, editor de The Book of Mormon: The Earliest Text (New Haven, CT: Yale University Press, 2009), páginas 721-722.

[7]- Las otras dos veces que aparece la frase “hijos de Cristo” en el Libro de Mormón son 4 Nefi 1:17 y Mormón 9:26; sin embargo, ninguno de estos versículos nos ofrece tanta información sobre este concepto como lo hace Mosíah 5:7.

[8]- Interesantemente, aunque él menciona que había dicho antes que hablaría sobre la fe, en ninguna parte anterior del discurso se menciona que hablaría de ese tema. Este discurso parece comenzar con: “Y ahora yo, Mormón os hablaré a vosotros. . . “ (Moroni 7:2). Es probable que en un discurso previo haya prometido que hablaría sobre la fe y es ahora que llega al tema.

[9]- Guardaré mis comentarios sobre este tema para cuando Mormón ilustra con mayor detalle lo que significa ser un “hijo de Dios” en el versículo 48.

[10]- El profesor Larry E. Dahl hace un argumento similar en “Faith, Hope, Charity,” en de Cheesman, The Book of Mormon: The Keytone Scripture, páginas 137-150.

[11]- Kennedy, New Testament Interpretations, página 15.

[12]- Kennedy, New Testament Interpretations, página 15.

[13]- Compárese Moroni 7:44-46 con 1 Corintios 13. Las razones para la similaridad entre estos dos pasajes de escritura está fuera del alcance de este artículo. Sin embargo, para ver los importantes comentarios sobre la intertextualidad entre el Nuevo Testamento y el Libro de Mormón, véase de Nicholas J. Frederick “Evaluating the Interaction between the New Testament and the Book of Morm?2n: A Propodes Methodology,” en Journal of Book of Mormon Studies 24 (2015): páginas 1-30.

[14]- Ver de C. S. Lewis, The Four Loves (Nueva York: Harcourt Brace & Company, (1988).

[15]- Para conocer comentarios perspicaces y precisos acerca del “amor puro de Cristo” ver de Matthew O. Richardson, “‘The Pure Love of Christ,’: The Divine Precept of Charity in Moroni 7,” en Living the Book of Mormon: Abiding by Its Precepts, editado por Gaye Strathearn y Charles Swift (Provo, UT: Religious Studies Center; Salt Lake City: Deseret Book, 2007), páginas 290-301.

[16]- Skousen, Book of Mormon, página 726. Igualmente, en la primera edición del Libro de Mormón tampoco aparece la serie de punto y comas para confundirnos: “Por consiguiente, amados hermanos míos, pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo, para que lleguéis a ser hijos de Dios, para que cuando él aparezca, seamos semejantes a él: porque lo veremos tal como es, para que tengamos esta esperanza, para que podamos ser purificados así como él es puro. Amén.”

[17]- Por ejemplo, el profesor Jared W. Ludlow entiende la enseñanza de Alma acerca de nacer otra vez y convertirse en hijos e hijas de Dios en Mosíah 27:25-26 , ya sea como hijos de Dios Padre o hijos de Cristo. Ver “The Father in the Sermon on the Mount,” in The Sermon (Provo, UT: Religious Studies Center; Salt Lake City: Deseret Book, 2010), páginas 140-156.

[18]- Rust, Feasting in the Word, página 141.