Los peligros de la superchería sacerdotal

Paul V. Johnson

Traducido de Paul V. Johnson, “The Dangers of Priestcraft” in The Religious Educator, vol. 9, num.3, ed. Richard Neitzel Holzapfel (Provo: Religious Studies Center, 2008), 1–13.

Élder Paul V. Johnson es miembro del Primer Quórum de los Setenta y un Administrador del Sistema Educativo de la Iglesia (SEI). Este discurso fue dado en una Conferencia del SEI el 12 de agosto de 2002, en el Colegio Estatal del Valle de Utah.

Foto de Elder Paul V. JohnsonÉlder Paul V. Johnson. Intellectual Reserve, Inc.

Hoy deseo enfocarme en el tema de la seguridad.

Antes de ir a la misión, trabajé en una fábrica en donde se soldaba equipo agrícola. Se nos enseñaron las medidas de seguridad de la fábrica y en el uso de la maquinaria. Existían ciertas normas y prácticas de seguridad que se debían observar, como las que indicaban el tipo de zapatos que teníamos que usar.

También he visitado algunas minas. Es interesante saber que aun a los visitantes se les brinda cierta capacitación acerca de la seguridad y se les entrega cierto equipo de protección antes de que entren a la mina. Las minas modernas tienen dispositivos que verifican la calidad del aire para que si hubiera algún problema, los mineros reciban la advertencia y puedan salir rápidamente de la mina. Antes de que se desarrollaran los sistemas modernos, los mineros acostumbraban bajar a las minas llevando algunos canarios. Los canarios eran más susceptibles a los gases venenosos y se asfixiaban antes de que los mineros resultaran afectados. Si el canario se moría, los mineros sabían que tenían que salir de inmediato. Este era un tipo de aviso oportuno.

La meta de la capacitación sobre la seguridad en las fábricas, la minería, y en otras industrias es la de eliminar las situaciones peligrosas, reducir los accidentes y salvar vidas. Nunca he pensado realmente que el Sistema Educativo sea una profesión peligrosa, al menos en lo que respecta a los accidentes físicos. Sin embargo, sí tenemos peligros espirituales.

Cuando el élder Jeffrey R. Holland era el Comisionado de Educación, nos dio un mensaje en el que se refirió a las precauciones que toman los patrones en las industrias para la seguridad de sus empleados: “Nuestra propia ocupación tiene peligros especiales, si es que los puedo llamar así; y nuestros patrones tienen la misma preocupación amorosa. Espero que nuestros recordatorios continuos no sean vistos como falta de fe o de confianza en ustedes. Ciertamente no lo son. Son, como los avisos que se ponen en el lugar en donde se guardan los explosivos, un recordatorio. Siempre están ahí—para nuestro bien—y supongo que siempre deben estar allí.” [1]

Existen varios riesgos de trabajo a los que nos enfrentamos. Algunos no son exclusivos de nuestra profesión pero sí pueden afectar nuestro empleo. Por ejemplo, podemos perder el empleo en el SEI si no estamos al corriente con nuestras obligaciones financieras.

En el mundo, actualmente, existen muchos problemas matrimoniales y divorcios. El matrimonio y la vida hogareña de un empleado, en la mayoría de los empleos, no hace ninguna diferencia para saber si puede conservar su trabajo. Pero en el SEI, debido a la importancia que el Consejo de Educación pone en la necesidad de que haya buenos modelos en las aulas, eso sí hace una diferencia.

No mantener una relación apropiada con los estudiantes puede ser otro peligro. Cada año perdemos gente a causa de que no son cuidadosos y no han seguido los consejos. Ya se ha hablado de esto en muchas ocasiones, así que no lo haré hoy. Solamente una vez más les digo, por favor sean cuidadosos en su trato con los estudiantes.

Otro desafío que tenemos es el de conservar la pureza doctrinal. Hablando de este peligro, el élder Jeffrey R. Holland dijo:

Hermanos y hermanas, por favor sean cautos, limitados y totalmente ortodoxos en todos los asuntos de doctrina de la Iglesia. Como han de suponer, este es un tema de gran preocupación para las Autoridades, nuestros patrones en esta gran obra. Y aunque nos aman y nos ayudan y confían en nosotros, en lo individual y como grupo—y de verdad lo hacen—no pueden dejar de responder cuando algún miembro de la Iglesia se queja porque piensa que en el salón de clases se toman posiciones doctrinales o históricas no apropiadas. En vista de este peligro que constantemente se nos presenta . . . les menciono estas precauciones y recordatorios. . . .

Con un límite adecuado, lo que enseñemos debe estar en armonía con los profetas y con las santas escrituras. No hemos sido llamados para enseñar doctrinas exóticas, emocionantes o que sirvan a nuestros fines personales. Ya tenemos bastante ocupado nuestro tiempo de enseñanza con comunicar efectivamente los principios básicos y fundamentales para la salvación. . . . Sigan estudiando durante toda su vida, pero sean precavidos y limiten su instrucción en el aula a lo que las Autoridades prescriben. Escuchen con atención y vean que es lo que ellos deciden enseñar en la Conferencia General—y ellos han sido ordenados. [2]

Hay otra preocupación que estamos enfrentando. Estamos instalando el acceso a Internet en nuestras computadoras en los Seminarios, en los Institutos de Religión y en las Oficinas Administrativas. Hermanos y hermanas, al abrir esta puerta, necesitamos ser muy cuidadosos. La Iglesia, no solamente el SEI, tiene en vigor una política de cero tolerancia en cuanto a la pornografía y el uso de Internet para ver pornografía en el equipo de la Iglesia. Pueden perder su trabajo en un día. No nos gusta ver que eso suceda y esperamos que entiendan lo serio que es eso. De hecho, el sistema de filtros que se usa actualmente puede generar reportes que incluyan todos los sitios de Internet que se visiten desde cada computadora del SEI. Espero que sean muy cuidadosos. En el futuro, si ustedes muestran una adicción personal o patrón de uso de pornografía, con los equipos del SEI o no, el resultado final sera la pérdida de su trabajo. Esta gran plaga está muy difundida en el mundo, pero no podemos tenerla en nuestras filas. Debemos tener el Espíritu cuando enseñamos a esta hermosa juventud. Los profetas nos han amonestado acerca de este mal y debemos ser ejemplo de limpieza en este asunto.

Los peligros de la superchería sacerdotal

Hay un cierto número de peligros que pueden ser exclusivos de nuestro tipo de profesión, pero hoy deseo centrarme solamente en uno de estos. Me refiero al peligro de la superchería. No sé cuánto tiempo hemos usado anteriormente para capacitar en este tema—tal vez no hemos usado ese nombre.

Como profesionales asalariados, estamos especialmente expuestos a algunas trampas que existen con respecto a la superchería sacerdotal. Si estamos conscientes de los peligros, podemos evitarlos más fácilmente.

¿Qué son las supercherías sacerdotales? Nefi nos da una definición breve y útil: “Él manda que no haya supercherías; porque he aquí, son supercherías sacerdotales el que los hombres prediquen y se constituyan a sí mismos como una luz al mundo, con el fin de obtener lucro y alabanza del mundo; pero no buscan el bien de Sión” (2 Nefi 26:29).

Nefi explicó que los hombres “se constituyen a sí mismos como una luz al mundo” con el propósito de “obtener lucro” o “alabanza” pero que no “buscan el bien de Sión.” Hay varias manifestaciones de superchería sacerdotal que incluyen el organizar iglesias o llegar a ser anticristos, tal como lo vemos en el Libro de Mormón. Centrémonos en las manifestaciones que es más probable que encontremos en nuestra profesión como educadores del SEI. Probablemente estas son más sutiles que los casos de Nehor o Korihor, pero aun así llenan la definición de superchería que dio Nefi, y harán daño a la obra. Dañarán a los alumnos y a nosotros también.

Obtener lucro

De la definición de Nefi se desprende que el constituirse a sí mismo en una luz es primordial para que exista la superchería. Las razones para constituírse a sí mismo en una luz incluyen el obtener lucro y la alabanza. Examinemos con más cuidado cada una de estas áreas. Hace unas semanas platiqué con un hombre que me dijo que tenía un hermano que había enseñado en el SEI durante algunos años pero que renunció al empleo. Su hermano nunca pudo aceptar en su mente el estar enseñando el evangelio por dinero. Este hombre me preguntó como puedo aceptarlo en mi mente. Esta es una buena pregunta. ¿Cómo es que lo aceptamos?. Probablemente casi todos nosotros hemos pensado en eso, quizás antes de que fuéramos contratados y me supongo que muchas veces después.

El elder Spencer W. Kimball, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dio la mejor explicación que he escuchado: “Quiero que nuestra juventud nunca sea educada por mercenarios. Si alguno de ustedes estuviera enseñando en este programa solamente por tener un empleo y por el sueldo que reciben, entonces espero que sean asignados a una área diferente. Pero si su sueldo es una cosa incidental y su gran y mayor obsesión se centra en nuestros hijos y en su crecimiento y desarrollo, entonces espero que enseñen en Nueva York, en Michigan, en Wisconsin y en Utah que es en donde están mis amados hijos.” [3]

Esta es una gran clave para nosotros. ¿En dónde está nuestro corazón? Si está en el bienestar de Sión y su juventud, creo que estamos bien.

El deseo de obtener lucro se manifiesta en nuestros deberes normales y en nuestro sueldo. También se manifiesta en otros intereses externos tales como en publicar cosas y en seguir estudiando. Ahora les hago una pregunta: ¿Puede una persona recibir un sueldo en el SEI y no estar involucrado en superchería? Definitivamente sí. ¿Puede una persona publicar algo, recibir paga por continuar estudiando, o aprovechar algunas otras oportunidades y no estar involucrado en superchería?. Sí puede. Este es un asunto de motivación. ¿Cuáles son sus motivos? Lo dicho por el Presidente Kimball es la clave en este asunto. Cuando nuestros corazones están en pos del dinero, se nubla nuestra visión y eso nos conduce a malas decisiones.

Alabanza del mundo

Nefi nos dice que, además de obtener lucro, las personas se constituyen a sí mismas como una luz para recibir la albanza del mundo. Algunos maestros sienten un gran deseo de recibir alabanza . A fin de poder obtener dicha alabanza empiezan a constituírse a sí mismos en una luz. Cuando las personas las ven como una luz, están dispuestos a dar la adulación que ellos desean. Eso aumenta su deseo para más elogios, y así continúa el ciclo. Esto llega a ser peligroso porque lleva a que los maestros, para poder llegar a ser una luz, cambien la doctrina o enseñen cosas que no debieran o usen métodos y técnicas de enseñanza que no deben usarse.

El élder Marvin J. Ashton del Quórum de los Doce Apóstoles dijo en 1987:

Sean cuidadosos, sean cautos, sean sabios cuando la gente hable bien de ustedes. Cuando la gente les trate con gran amor y respeto, sean cuidadosos, sean cautos, sean sabios. Cuando reciban honores, cuando sean señalados y reconocidos, eso puede convertirse en su cruz, especialmente si se creen lo que se dice de ustedes. . . .

La alabanza del mundo puede ser una cruz muy pesada. A lo largo de los años he oído con mucha frecuencia el “Era muy bueno hasta que logró el éxito, y al tenerlo no lo supo manejar.” No estoy hablando del dinero ni de posiciones, estoy hablando acerca del reconocimiento, aún en las responsabilidades en la Iglesia. . . .

Oro que podamos evitar el ser descarriados debido a la alabanza, al éxito o por lograr las metas que nos hemos fijado. [4]

Estamos en una profesión que muchas veces trae alabanza y adulación. Esta puede venir de parte de los estudiantes, de sus padres, de los líderes del sacerdocio, de otros maestros, y aún de parte de las Autoridades. Pero recuerden lo que dijo el élder Ashton, debemos ser cuidadosos, cautos y sabios.

En una carta enviada a los presidentes de estaca y obispos en 1952, La Primera Presidencia se refirió al efecto dañino que la notoriedad puede causar en los nuevos conversos: “La demasiada atención y encomio, con frecuencia tiende a apagar la capacidad de la fe y de las obras para llevarnos a la exaltación que todos anhelamos.” [5]

Creo que este principio se aplica a todos aquellos que reciban demasiada atención y encomio. En nuestro ambiente, podemos recibir mucho encomio y alabanzas. Si eso se convierte en nuestra meta y dejamos que nos embriague, empezamos a erigirnos en una luz.

Las palabras de las Autoridades

Las Autoridades han hablado en diversas ocasiones acerca del peligro de erigirnos en una luz. Revisemos unos cuantos de sus comentarios. En 1992, el élder Dallin H Oaks dijo:

Otro ejemplo de una fortaleza que puede causar nuestra caída tiene que ver con el maestro carismático. Con una mente entrenada y con una forma de presentación hábil, un maestro puede ser altamente eficaz y popular en su enseñanza. Pero Satanás tratará de usar esa fortaleza para corromper al maestro(a), animándolo(a) a que reúna un séquito de discípulos. Un maestro(a) en la Iglesia o en el SEI o un profesor(a) de una universidad SUD que permita que eso suceda y lo hace “por causa de las riquezas y los honores” (Alma 1:16) es culpable de superchería sacerdotal.

“Son supercherías sacerdotales el que los hombres prediquen y se constituyan a sí mismos como una luz al mundo, con el fin de obtener lucro y alabanza del mundo; pero no buscan el bien de Sión” (2 Nefi 26:29).

Los maestros que son más populares—y por lo tanto más efectivos—son más susceptibles a este tipo de superchería sacerdotal. Si no son cuidadosos, su fortaleza puede convertirse en su caída espiritual. Pueden llegar a ser como Almon Babbitt, con quien el Señor no estaba bien complacido porque, según lo declara la revelación, “he aquí ambiciona imponer su propio criterio en lugar del consejo que yo he ordenado, sí, el de la Presidencia de mi iglesia, y levanta un becerro de oro para que mi pueblo lo adore” (D. y C. 124:84). [6]

En el año de 1989 en el Salón de Asambleas, el presidente Howard W. Hunter, quien era el Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, se dirigió a nosotros en nuestra Noche Anual con un Autoridad General, él nos dijo:

Permitanme hacerles una advertencia. Estoy seguro que reconocen el peligro potencial de llegar a ser tan influyentes y persuasivos que sus alumnos desarrollen lealtad hacia ustedes en vez de hacerlo hacia el evangelio. Ese es uno de los problemas maravillosos con los que tenemos que luchar, y nos gustaría que todos lleguen a ser maestros carismáticos. Pero aquí hay un peligro real. Por eso ustedes deben invitar a sus alumnos a que vengan a las escrituras y no darles solamente su interpretación de ellas. Por eso deben invitar a sus alumnos a que sientan el Espíritu del Señor, y no tan solo darles las reflexiones personales de ustedes al respecto. En fin, por eso deben invitar a sus alumnos a venir directamente a Cristo, y no a quien enseñe sus doctrinas aunque sea muy bueno. Ustedes no siempre estarán disponibles para sus alumnos. No pueden llevarlos de la mano cuando hayan terminado la preparatoria o la universidad. Y ustedes no necesitan discípulos personales. . . .

Por favor, asegúrense de que la lealtad de estos estudiantes sea para las escrituras, para el Señor y para las doctrinas de la Iglesia Restaurada. Diríjanlos hacia Dios el Padre y su Hijo Unigénito, Jesucristo, y hacia los líderes de la Iglesia verdadera. Asegúrense de que cuando se acaben el glamour y el carisma de su personalidad y de sus lecciones y se haya disipado el ambiente del aula, sus estudiantes no queden con las manos vacías para enfrentarse al mundo. Den a sus alumnos los dones y talentos que los sostendrán cuando tengan que estar solos. Cuando ustedes hacen esto, toda la Iglesia es bendecida durante varias generaciones. . . .

Permítanme hacerles una advertencia referente [al tema de enseñar con el Espíritu]. Creo que si no somos cuidadosos como maestros profesionales trabajando a diario en las aulas, empezaremos a tratar de contrarrestar la verdadera influencia del Espíritu del Señor mediante el uso de medios indignos y manipuladores. Me preocupo en gran manera cuando parece que la emoción y las lágrimas se comparan con la presencia del Espíritu. Cierto es que el Espíritu del Señor puede causar sentimientos emocionales fuertes, incluso lágrimas, pero esa manifestación externa no debe ser confundida con la presencia misma del Espíritu. [7]

En nuestra Noche con una Autoridad General en febrero pasado, nos habló el élder Robert D. Hales. Recordemos sus palabras:

Cada uno de ustedes que enseñan en Seminarios e Institutos desean en el corazón ser un ángel. Eso es bueno, pero existe la gran tentación de actuar como el Flautista de Hamelin y creer que van a juntar a todos a su alrededor y amarlos y llevarlos a que obtengan un testimonio; o a creer que si llegan a ser muy populares, pueden dirigirlos y ser un modelo para ellos y marcar una diferencia en la vida de sus alumnos. . . .

No hay nada más peligroso que cuando un estudiante vuelca su atención y amor hacia el maestro de la misma manera en que un converso lo hace hacia el misionero en vez de hacerlo hacia el Señor. Y cuando el maestro o el misionero se va o conduce su vida de una manera contraria a las enseñanzas del evangelio, el estudiante queda destrozado. Falla su testimonio. Su fe se destruye. El verdadero gran maestro es muy cuidadoso en lograr que los estudiantes se vuelvan al Señor.

Una vez que hayamos tocado las vidas de los jóvenes, debemos encausarlos hacia Dios el Padre y su Hijo, nuestro Redentor y Salvador Jesucristo, mediante la oración, el estudio, y la aplicación de los principios del evangelio en sus vidas. [8]

En la Conferencia de abril de 1997, el élder Henry B. Eyring dijo: “Una de las maneras de saber que una advertencia es del Señor es que se ha apelado a la ley de los testigos, de testigos autorizados. Cuando las palabras de los profetas parezcan repetitivas, deben captar nuestra atención y llenar nuestro corazón con gratitud por vivir en una época tan bendecida.” [9] Acabamos de revisar una de esas advertencias repetitivas que las Autoridades nos dieron específicamente a nosotros.

Reconocer las señales

Uno de los desafíos para reconocer y evitar la superchería es que ésta es un asunto del corazón. Es semejante al orgullo. De hecho, el orgullo es la raíz del problema. Si sucede un accidente en una fábrica, usualmente hay signos visibles tales como sangre o pánico. La mayoría de la gente entiende de inmediato que ha habido un accidente. Pero no sucede lo mismo con las heridas del corazón. Necesitamos ser más sensibles a fin de reconocer las primeras señales de los problemas espirituales.

Estas señales pueden ser como los canarios que llevaban a las minas. Si usted estuviera en la mina y viera que el canario estaba un poco mareado, me imagino que podría hacer dos cosas: Una sería salir de inmediato. La otra sería pensar que el canario tenía la gripe. Ese segundo enfoque podría ser fatal para el minero. Ese mismo tipo de enfoque también sería peligroso en nuestra profesión.

Sería muy útil que revisemos nuestro comportamiento y lo que sucede en nuestras aulas a la luz de los siguientes síntomas. Dichos síntomas no serían prueba contundente—ya que son solamente síntomas—pero podrían indicar que el canario en realidad tiene algo más que la gripe.

  • Con respecto a tener seguidores, uno de los síntomas es que alimentamos nuestra autoestima en base a las alabanzas de los demás debido a nuestras lecciones o discursos. Como lo indiqué antes, esto es un terreno peligroso en el cual andar porque los elogios se convierten en algo susceptible y entonces modificamos la enseñanza y la forma en que la presentamos si es que recibamos más elogios.
  • Otro síntoma consiste en pensar que si nos cambian de asignación, habrá una gran pérdida en el SEI; nos sentimos un poco indispensables. Aún si esto fuera cierto, es mejor que dejemos que quienes hacen los cambios se preocupen por ello. Si de verdad es insustituible, le apuesto a que ellos ya lo saben.
  • A veces los estudiantes se niegan a tomar clases de Seminario o de Instituto si no les permiten estar con un maestro en particular.
  • Algunas veces el número de alumnos en las clases de ciertos maestros es mayor que con el resto de los maestros. Incluso podemos centrarnos en competir a fin de tener más alumnos que los demás maestros en el edificio.
  • A veces los seguidores de un maestro son los otros maestros en el cuerpo docente o en un área. Es probable que la gente le tenga más fidelidad a este maestro que a los directores designados.
  • Puede ser que reciba muchas solicitudes para hablar o enseñar a distintos grupos.

Estoy seguro que existen otros síntomas de que un maestro está buscando seguidores los cuales ustedes quisieran considerar.

Veamos ahora algunos síntomas acerca de convertirnos en una luz en el campo del conocimiento o la erudición.

  • Es probable que algunos pensemos que enseñamos doctrina más profunda—más pura y clara que la que está en los manuales o de la que enseñan los demás maestros.
  • Quizás disponemos de fuentes especiales a las que otros maestros no tienen acceso, o quizás tenemos un sistema de estudio especial que nos pone por encima de los demás.
  • ¿Y si pensamos que el SEI o la Iglesia no ponen suficiente énfasis en cierta doctrina, o que no la entienden? De hecho, ha habido unos cuantos que sienten que las Autoridades no entienden claramente cierta doctrina. Cuando se llega a ese punto, el canario se cayó y ya no respira.
  • Algunos tenemos doctrinas preferidas y las enseñamos en todas nuestras clases sin importar que curso estemos impartiendo.
  • Podemos sentir que tenemos que dar una respuesta a todas las preguntas. Nos da vergenza si un alumno nos hace una pregunta y no sabemos la respuesta. Podemos creer que tal o cual Autoridad General o maestro del SEI es el único que tiene el evangelio puro y descartamos o disminuímos a otras Autoridades Generales y a otros maestros.
  • Enseñamos nuestras propias filosofías acerca de las doctrinas.
  • Puede haber preocupación o dudas de parte de los padres de familia o de los líderes del Sacerdocio acerca de lo que hemos estado enseñando en nuestras clases.
  • Podemos enseñar fuertemente nuestra propia opinión y forzar a los alumnos a que se pongan de nuestro lado.
  • Otro síntoma, que no se relaciona directamente con las aulas en el SEI, es el convertirnos en los expertos en asuntos doctrinales en nuestros barrios y estacas. Si hay una pregunta difícil en la clase de Doctrina del Evangelio, ¿voltean hacia nosotros buscando una respuesta? Podemos estar constituyendonos sutilmente en una luz.
  • ¿Nos sentimos frustrados porque los demás no parecen entender el evangelio tan bien como nosotros? Hubo una época en el Libro de Mormón cuando “empezó el pueblo a distinguirse por clases, según sus riquezas y sus oportunidades para instruirse” (3 Nefi 6:12). Como educadores de religión, es probable que tengamos mayores oportunidades de aprender el evangelio que otros. Nuestro empleo incluye el que estudiemos y enseñemos el evangelio. Debemos tener cuidado de no rebajar a quienes no tienen la misma oportunidad.
  • Algunas veces, las capacitaciones que tenemos pueden convertirse en competencias, no declaradas, acerca de quién ha efectuado la investigación más profunda y ha mencionado temas que nadie había oído antes.
  • A veces promovemos el “síndrome de adicción a la perspicacia,” por medio del cual los alumnos tienen que asistir a nuestra clase porque somos los únicos que tenemos la percepción verdadera acerca del evangelio. Uno de los peligros de eso, es que la percepción se convierta en un fin en sí mismo y no necesariamente se muestra en la forma de vivir el evangelio.
  • Nos convertimos en los así llamados expertos en un punto del evangelio y nos molestamos con la política de enseñar distintos cursos de instituto.
  • Nos podemos concentrar tanto en publicar algo o en estudiar tanto, que nuestros intentos por estudiar más, toman prioridad sobre los alumnos y nuestra enseñanza.

Veamos ahora unos cuantos síntomas de que podemos estar constituyéndonos en una luz en el sentido emocional o espiritual.

  • Llegamos a depender en encontrar relatos emocionantes para usarlos en nuestras clases, o usamos historias que se basan, indebidamente, en nosotros mismos o en nuestra vida personal.
  • Estiramos y torcemos los relatos al punto de que no sean totalmente ciertos.
  • Podemos ser muy liberales en la frecuencia con la cual le decimos a los alumnos el Espíritu “me dijo que hiciera” esto. O, como lo dijo el Presidente Hunter, podemos manipular las emociones y decir que eso es el Espíritu.
  • Podemos involucrarnos demasiado en aconsejar a los alumnos en asuntos personales.

Los resultados

Así que, si hay supercherías en nuestro sistema, ¿Cuáles son los resultados? Yo creo que el mayor peligro es que ya no tengamos poder en nuestra enseñanza. O nuestra enseñanza puede ser poderosa, pero es probable que no sea el poder de Dios (ver D y C 50:13–23). Quizás esta sea muy poderosa emocionalmente, o poderosa académicamente, pero eso no ayuda con los cambios duraderos que deben ocurrir en las vidas de los alumnos. Y, como ustedes saben, las Autoridades nos han pedido que revisemos la manera en que podamos hacer que las escrituras y el conocimiento del evangelio desciendan de la cabeza al corazón a fin de que nuestros alumnos hagan las cosas correctas en sus vidas.

Si nos involucramos en las supercherías sacerdotales, podemos entregar un mensaje equivocado. Los alumnos pueden adorar a los maestros pero no se conectan con la doctrina del evangelio. Eso es semejante al padre de familia que enseña a sus hijos, aun por la fuerza, la honestidad, pero que engaña en su declaración de impuestos. Allí están las palabras, pero no está el poder. Puede ser que el alumno no entienda lo que está pasando, pero algo no encaja bien. Y no encaja porque el Espíritu no está allí como debía estarlo.

¿Y que pasa si los maestros evitan las supercherías? Bueno, entonces tenemos una situación muy poderosa. Pueden enseñar la doctrina de una manera simple y sin adornos, y pueden enseñar con el Espíritu. De hecho, si no podemos enseñar con el Espíritu, tampoco podemos cumplir con lo que se nos ha pedido. La única forma de aprender cosas espirituales es por medio del Espíritu. Esa es la única forma en que nuestros alumnos pueden tener el poder de vivir el evangelio en estos últimos días.

Si nuestros maestros están libres de supercherías sacerdotales, los alumnos los amarán, pero no dependerán de ellos. Les amarán a ustedes y estarán agradecidos por lo que les han enseñado, pero ellos se volverán al Señor. Se acercarán a sus padres y a sus líderes del sacerdocio. Habrá milagros en la vida de los alumnos, y podremos ser testigos de ello. Podemos hacerlo.

La superchería sacerdotal es un riesgo profesional. Nos puede afectar, pero no tiene que ser así si es que somos cautos y humildes. Podemos hacer las cosas correctas. Podemos tener aulas poderosas porque tenemos grandes personas: ustedes. Tienen una gran actitud. Trabajan mucho. Han permitido que el Señor ejerza una influencia poderosa en muchas personas. Estoy agradecido por los maestros que he tenido en la educación en la Iglesia.

Hace poco participé en una sesión de preguntas y respuestas con algunos empleados. Una persona hizo un comentario con respecto a que algunas veces da la impresión de que la administración usa una escopeta cuando lo que debía usar es un rifle. En otras palabras, estamos preocupados por algunas pocas personas y en lugar de hablar directamente con ellas, hablamos con todos los empleados del sistema. Por favor sepan que yo, intencionalmente, quise hablar con todos nuestros empleados de tiempo completo en el sistema con respecto a este tema. Está dirigido a todos nosotros. Es para mí, para los administradores de zona, y para cada maestro en el sistema. Sería un error tener una lista mental de las pocas personas que se espera que escuchen atentamente este mensaje. Todos nosotros nos enfrentamos a este peligro profesional y específico.

Puesto que la superchería sacerdotal es un asunto del corazón, se combate mejor, y se puede erradicar, al nivel personal. Es mucho mejor controlarse a sí mismo en estos asuntos antes de que se conviertan en motivo de preocupación para los líderes del sacerdocio o los supervisores. Este es un asunto que debemos de vigilar muy de cerca en nuestra vida. Tiene la tendencia a atraparnos sigilosamente si no somos diligentes.

Al pensar con regularidad en los peligros asociados a nuestra profesión, debemos pensar continuamente en nuestros alumnos. Cito al élder Jeffrey R. Holland otra vez: “Por su bien, y el de ellos, vayan con cuidado, y con modestia y con precaución en medio de los peligros. Les damos gracias por permitirnos poner el aviso en el polvorín una vez más. Sin ninguna duda lo volveremos a hacer por su seguridad y la nuestra.” [10]

Conclusión

Quiero terminar con una escritura del Nuevo Testamento. El apóstol Pablo está explicando a los Tesalonicenses como les había enseñado el evangelio. Creo que este es un ejemplo hermoso de un maestro que no ha sido contagiado con la superchería sacerdotal. Al leer el pasaje, me gustaría que tomen nota de lo que hizo Pablo, de lo que no hizo (especialmente a la luz del concepto de la superchería sacerdotal), por qué lo hizo y cuales fueron los resultados:

Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño,

sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones.

Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo;

ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo.

Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos.

Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos.

Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.

Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuan santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes;

así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros,

y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.

Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes. (1 Tesalonicenses 2:3–13)

Sé que el evangelio es verdadero. Sé que estamos involucrados en una obra muy importante. Sé que es crucial que conservemos puras nuestras vidas, a fin de que podamos enseñar a la juventud de la Iglesia y que puedan recibir el testimonio de las verdades del evangelio en sus almas por medio del poder del Espíritu.

Sé que el presidente Gordon B. Hinckley es un profeta y que las escrituras son la palabra de Dios. Tenemos el gran privilegio de enseñar de las escrituras y las palabras de los profetas. Oro por ustedes buenos maestros. Les expreso mi gratitud por todo lo que hacen. También estoy agradecido por sus esposas(os). Estoy muy agradecido por mi esposa, Jill, y estoy muy contento de tenerla conmigo. Digo esto en el nombre de Jesucristo, amén.

Notas

[1] Jeffrey R. Holland, “Pitfalls and Powder Sheds” (Trampas y Polvorines), The Growing Edge, Noviembre 1978, pág. 1.

[2] Holland, “Pitfalls,” pág. 1.

[3] Spencer W. Kimball, “What I Hope You Will Teach My Granchildren and All Others of the Youth of Zion” (Lo que Espero que Enseñen a Mis Nietos y a Todos los Jóvenes de Sión), discurso dado a los maestros de religión, Universidad de Brigham Young, 11 de julio de 1966, pág. 8.

[4] Marvin J. Ashton, “Carry Your Cross” (Llevad Vuestra Cruz), Discursos Dados en Devocionales y Charlas en la Universidad de Brigham Young 1986–1987 (Provo, Utah: Brigham Young University, 1987) pág. 141.

[5] Declaración de la Primera Presidencia, 30 de junio de 1952, pág. 4.

[6] Dallin H Oaks, “Our Strenghts Can Become Our Downfall” (Nuestras Fortalezas Pueden Causar Nuestra Caída), Discursos Dados en Devocionales y Charlas en la Universidad de Brigham Young 1991–1992 (Provo, Utah: Brigham Young University, 1992), pág. 111.

[7] Howard W. Hunter, “Eternal Investments” (Inversiones Eternas), discurso dirigido a los educadores de religión, el 10 de febrero de 1989 pág. 2–4.

[8] Robert D. Hales, “Teaching By Faith” (Enseñar por la fe), discurso dirigido a los educadores de religión, 1 febrero de 2002. pág. 7.

[9] Henry B Eyring, en Informe de la Conferencia General, abril de 1997, pág. 32.

[10] Holland, “Pitfalls,” pág. 1.