Pedro, el sacerdocio, el templo, y la Expiación de Cristo
Bruce C. Hafen
El élder Bruce C. Hafen es miembro emérito de los Setenta y recientemente sirvió como presidente del templo en Saint George, Utah.
Élder Bruce C. Hafen
Nota del Editor: Esta es la parte 2 de una serie para el Religious Educator. En este número, el élder Hafen continúa una conversación con los maestros de religión en la que ofrece algunas reflexiones acerca de la forma en que, actualmente, entendemos y enseñamos la Expiación. La parte 1, “No temáis, Yo estoy con Vosotros, se basó en un discurso que él y su esposa, Marie, dieron en la Conferencia de Mujeres en BYU en el año 2014. La parte 2 se basa en el discurso principal en el Simposio Sperry de BYU en el año 2014.
Introducción: Pedro y el Templo
Varios indicios históricos nos dicen que el Apóstol Pedro tuvo, y probablemente aun la tiene, una responsabilidad muy importante para nuestra dispensación—un tipo de rol “activo”—que simboliza el uso terrenal del sacerdocio. Por ejemplo, el Señor reveló en el año 1829 que le había dado a Pedro, Santiago y Juan ciertas llaves que seguirían en vigor hasta la Segunda Venida. [1] Un mes después, cuando Juan el Bautista confirió el Sacerdocio de Aarón a José y Oliver, les dijo que “obraba bajo la dirección del Pedro, Santiago y Juan, quienes poseían las llaves del Sacerdocio de Melquisedec.” [2] No mucho tiempo después, estos mismos tres hombres les confirieron el sacerdocio mayor a José y Oliver. [3]
Un poco menos conocida es la fascinante aparición de Pedro durante la dedicación del Templo de Kirtland en el año 1836, una visita que nos sugiere que Pedro también tiene alguna función con los templos. Durante la dedicación, un ángel entró y se sentó junto a José Smith, padre. Esa tarde el Profeta le dijo a la congregación que el ángel era Pedro, quien había sido enviado como mensajero para aceptar la dedicación del templo. [4]
¿Por qué enviaría el Señor a Pedro con ese propósito? Quizás fue porque Pedro posee las llaves del Sacerdocio de Melquisedec, y las ordenanzas del templo son las ordenanzas de dicho sacerdocio. Si eso es así, me pregunto si eso explica, al menos parcialmente, el papel que Pedro desempeña en la investidura del templo. Pensar de Pedro en esta forma fomenta estos pensamientos adicionales: Las primeras ordenanzas del Sacerdocio de Aarón son el bautismo y el sacramento. Esas ordenanzas también están entrelazadas con los primeros principios del evangelio. ¿Existe una relación interactiva similar entre las ordenanzas del templo del sacerdocio mayor y algún grupo de principios del evangelio más altos?
Si así es, ¿cuáles son esos principios más altos?, y ¿qué nos enseñan respecto al modelo natural de nuestro desarrollo espiritual al avanzar secuencialmente en el modelo de la investidura del nivel del Sacerdocio de Aarón al nivel del Sacerdocio de Melquisedec en nuestro crecimiento personal? Y ese modelo ¿nos proporcionará una referencia para aplicar la Expiación de Cristo a nuestra experiencia más allá del bautismo del Sacerdocio de Aarón?
Las Ordenanzas del Templo y los Dos Sacerdocios (D. y C. 84)
Sin importar cuales sean los deberes exactos de Pedro, el sacerdocio mayor, del cual evidentemente él posee las llaves, está claramente relacionado con las más altas ordenanzas del templo. Solamente en las ordenanzas del sacerdocio mayor—las ordenanzas del templo—se puede manifestar a los hombres en la carne “el poder de la divinidad.” [5] Moisés deseó que los hijos de Israel recibieran el sacerdocio mayor y estas ordenanzas; por tanto “procuró diligentemente santificar a los de su pueblo, a fin de que vieran la faz de Dios; mas endurecieron sus corazones y no pudieron aguantar su presencia; por tanto, el Señor. . . . juró. . . . que no entrarían en su reposo.” Y cuando Dios tomó a Moisés y al sacerdocio mayor de entre ellos, el pueblo no pudo ser santificado para participar en las ordenanzas mayores del sacerdocio, aunque retuvieron el Sacerdocio de Aarón. [6]
Las Diferencias entre los Sacerdocios de Aarón y de Melquisedec. El Señor ha explicado que el”menor” o Sacerdocio de Aarón “tiene la llave del. . . .evangelio preparatorio, el cual es el evangelio de arrepentimiento y de bautismo, y la remisión de pecados, y la ley de los mandamientos carnales [o temporales].” [7] Es más, este sacerdocio preparatorio “administra las “ordenanzas exteriores, la letra del evangelio, [y] el bautismo de arrepentimiento para la remisión de pecados.” [8]
Así que los primeros principios del evangelio—fe, arrepentimiento y bautismo— se identifican con las ordenanzas “preparatorias” o “exteriores” del sacerdocio menor; en contraste a las ordenanzas más internas del sacerdocio mayor. Ese sacerdocio mayor tiene “las llaves de todas las bendiciones espirituales de la Iglesia,” incluyendo “el privilegio de recibir los misterios del reino de los cielos” y llegar a ser dignos y capaces de gozar “de la comunión y presencia” del Padre y del Hijo. [9] Quizás los principios mayores tales como el sacrificio y la consagración son para las ordenanzas más altas lo que los principios de fe y arrepentimientos son para las ordenanzas preparatorias.
Estas escrituras sobre los dos sacerdocios aclaran este asunto: Aunque la fe, el arrepentimiento y el bautismo son esenciales—tan esenciales que todos nosotros debemos depender constantemente de su poder y bendiciones—aún así, estos elementos son realmente los “primeros” o “preparatorios”. Aún hay más. Y podemos encontrar partes de ese “más” por medio de las ordenanzas iniciales, de la investidura y de los sellamientos; en combinación con los principios mayores del evangelio que nos enseñan a vivir en nuestra vida los convenios mayores que aprendemos en el templo.
La obediencia a los principios y las ordenanzas del Sacerdocio de Aarón nos hace elegibles para la salvación. Después de eso, las ordenanzas del templo nos ayudan a interiorizar los principios mayores que nos califican para la exaltación. Como lo dijo Brigham Young; “la investidura del templo nos proporciona las ordenanzas en la casa del Señor, que nos son necesarias” para que “ganemos [nuestra] exaltación eterna.” [10]
Lo que agregan los principios y ordenanzas mayores. No siempre hablamos de este modelo de los dos sacerdocios tanto como podríamos; o quizás como deberíamos. Por supuesto, la leche debe ser primero antes que la carne. Por ejemplo, el propósito declarado de nuestros misioneros de tiempo completo es “invitar a otros a venir a Cristo al ayudarles a recibir el evangelio restaurado mediante la fe en Jesucristo y su Expiación, el arrepentimiento, el bautismo, recibir el don del Espíritu Santo y perseverar hasta el fin.” [11]
Los principios de la fe y el arrepentimiento son los “primeros” no solamente en la secuencia natural de la conversión, sino que también son “primeros” como el fundamento para cada paso de nuestro crecimiento espiritual. Estos son los principios que continuamente nos permiten aprender y crecer de toda nuestra experiencia; un proceso vital y de toda la vida que es posible por nuestra dependencia en la Expiación. De hecho, quienes continúan “fieles hasta el fin” tienen la promesa de la vida eterna. (ver Mosíah 2: 41)
Sin embargo, algunas veces nos referimos a los elementos del sacerdocio menor en esa secuencia como si fueran el proceso completo del discipulado. Cuando lo hacemos, el “perseverar hasta el fin” puede sonar como algo posterior, como si nuestro bautismo y confirmación nos han pescado como si fuéramos una trucha, en la cuerda de pescar de Dios, y en tanto que no nos retorzamos para safarnos del anzuelo, Él nos pondrá a salvo. Algunos asumen que “perseverar hasta el fin” simplemente describe la etapa de “no te preocupes” de nuestra jubilación espiritual, cuando todo lo que tenemos que hacer es comprar una casa rodante para ir a Winnemuca; y no hacer algo realmente malo durante el viaje.
Pero todavía hay más. Noel y Sidney Reynolds, ex-presidente y directora de obreras del Templo Mount Timpanogos, creen que ”perseverar hasta el fin” es un principio del evangelio que se adhiere a la investidura del templo, así como el arrepentimiento se adhiere al bautismo. El presidente Reynolds dijo que esta es la etapa cuando decidimos si realmente queremos llegar a ser como el Padre y el Hijo. [12] Nefi ofreció un punto de vista más amplio acerca del “perseverar:”
“A menos que el hombre persevere hasta el fin, siguiendo el ejemplo del Hijo del Dios viviente, no puede ser salvo.” [13] Los primeros principios siempre serán primero—son el fundamento—para seguir adelante hacia una vida semejante a la de Cristo: “Por tanto, sin dejar el comienzo de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento. . . . y de la fe [y del bautismo]. [14]
Nefi también aclara que la fe, el arrepentimiento, el bautismo y el Espíritu Santo son solamente la puerta de entrada—la plataforma de salida—para nuestro viaje espiritual de toda la vida hacia la meta de la vida eterna. Ahora debemos seguir adelante con energía por el sendero estrecho, buscando la esperanza y la caridad, y deleitándonos en las palabras de Cristo; no como bocadillos que nos entretengan mientras viajamos sin esfuerzo alguno hacia Winnemuca, sino porque Sus palabras, mediante el Espíritu Santo, nos “dirán todas las cosas que debéis hacer.” [15] Decirnos que hacer; ¿sobre qué?
Nefi dijo que no tenía la libertad de explicar más con respecto al significado de decirnos que nos deleitáramos en las palabras de Cristo para más orientación. Él dijo: “El Espíritu hace cesar mis palabras” [adicionales] sobre eso. Solamente se le permitió decirnos que “oremos siempre,” y que “nada debéis hacer ante el Señor,” sin pedirle a Dios que “[nos] consagre [nuestra] acción,” para que nuestra obra “sea para el beneficio de [nuestras] almas.” [16] Me pregunto si, al no sentirse libre de hablar abiertamente acerca de ciertos asuntos, Nefi nos estaba dando pistas acerca de que oigamos las palabras de Cristo mediante la participación con oración en las ordenanzas y la adoración en el templo, junto con la revelación personal. Lo que sabemos es que, antes de que él escribiera estas palabras, Nefi y su pueblo ya habían construido un templo “a la manera” del templo de Salomón. [17] Quizás Nefi sabía más de lo que se le permitía decir.
Vivir la secuencia completa hace posible el crecimiento espiritual completo. Los dos segmentos del Sacerdocio, el de Aarón y el de Melquisedec, trabajan juntos en este proceso para reflejar a hombres y mujeres, el modelo del crecimiento personal espiritual incorporado en la investidura del templo. El Presidente David O. McKay dijo que la investidura representa nuestro “ascenso paso-por-paso hacia la Presencia eterna. Si nuestros jóvenes pudieran ver cuando menos un destello, [esto] sería la motivación espiritual más poderosa de su vida.” [18] Tan importantes como son, cuando nos enfocamos mayormente en los pasos de fe, arrepentimiento y bautismo en ese ascenso, solamente estamos viendo los primeros escalones de la escalera espiritual.
En su ya clásico discurso en el año 1920 acerca de la adoración en el templo, el élder John A. Widtsoe dijo: “Algunas personas creen que, por haber obedecido estos primeros principios, su obra ya está terminada. . . . Si son miembros del pueblo escogido de Dios; ¿Qué
más necesitan? [Pero] el don del Espíritu Santo. . . . es una promesa para crecer. . . . a una condición de vida mayor.” Podemos comprender, al menos en parte, “la promesa de inteligencia agregada. . . . en las ordenanzas de los templos del Señor.” [19] Por lo tanto, podemos “ganar la salvación” por la “obediencia a los primeros principios. . . . y la subsiguiente vida sin mancha.” Sin embargo, “quienes tengan [verdadero] hambre y sed de justicia. . . . avanzarán más lejos que quienes se sientan plácidamente sin ningún deseo que los impulse. La adoración en el templo es una avenida hacia la exaltación en el reino de Dios.” [20]
Así, la exaltación nos pide que subamos, además de no hacer algo dañino. El tema del crecimiento y desarrollo espiritual durante toda la vida fue algo importante para José Smith. Dijo: “Cuando subís a una escalera, debéis empezar por abajo, y ascender escalón por escalón. . . . Debéis empezar con el primer [principio], y continuar hasta que aprendáis todos los principios de la exaltación.” [21] Por tanto, José Smith pidió en la dedicación del Templo de Kirtland: “que todos los que adoren en esta casa. . . . crezcan en tí y reciban la plenitud del Espíritu Santo.” [22]
Cómo se relaciona la Expiación a las ordenanzas y principios mayores. Las bendiciones de la Expiación de Cristo desempeñan un papel en este viaje posterior al bautismo—el viaje del Sacerdocio de Melquisedec— o ¿la Expiación se aplica solamente a la etapa preparatoria del Sacerdocio de Aarón que son la fe, el arrepentimiento y el bautismo? El élder David A. Bednar ha dicho que el fruto del árbol en el sueño de Lehi es símbolo de todas las bendiciones de la Expiación. Luego, el élder Bednar nos invitó a pensar del bautismo y la confirmación como la puerta que nos coloca en el sendero que lleva al árbol de la vida. Entonces, escribió: “seguir adelante [por el sendero] y participar del fruto del árbol [de la vida] puede representar el recibir las ordenanzas y los convenios adicionales por los cuales la Expiación puede llegar a ser totalmente eficaz en nuestra vida.” [23] El templo es el lugar natural, y obvio, para esas ordenanzas y convenios adicionales.
Este modelo doctrinal sugiere el como la secuencia completa de las ordenanzas de los Sacerdocios de Aarón y Melquisedec—y los principios del sacerdocio que se asocian con ellos—el bautismo, la confirmación, el sacramento, recibir el sacerdocio (los varones), las ordenanzas iniciales, la investidura y el sellamiento. nos invita, mediante el proceso completo de nuestro crecimiento espiritual, a pasar por la salvación y entonces a la exaltación.
Y por todos estos pasos ascendentes y en secuencia, somos bendecidos por los poderes de redimir, fortalecer y perfeccionar de la Expiación. Las bendiciones redentoras de la Expiación se conectan especialmente a los primeros principios y ordenanzas—aunque, obviamente, después siguen teniendo un papel continuo e importante—. Entonces, sus bendiciones fortalecedoras y perfeccionadoras nos ayudan, después del bautismo, al avanzar de ser perdonados (algunas veces repetidamente), a pasar los dolores crecientes de ser llenos del amor y carácter como los de Cristo. De esta forma, podemos “perseverar hasta el fin siguiendo el ejemplo del Hijo del Dios viviente.” [24]
Aunque la idea de los pasos en secuencia nos ayuda a ver más claramente el proceso normal del desarrollo personal espiritual, es claro también que todos estos pasos y todas las bendiciones de la Expiación, mediante ambos sacerdocios y todas las ordenanzas, obran juntamente en la totalidad que llamamos el evangelio de Jesucristo. Además coinciden unas con otras e inter-actúan continuamente. Nunca “dejamos de necesitar” la fe y el arrepentimiento, y podemos encontrar puntos de entrada, para nuestras propias necesidades de desarrollo, a lo largo de todo el espectro.
Reflejos físicos del modelo completo en el templo. Durante las primeras décadas de la obra del templo para los muertos usando representantes (la cual empezó en el año 1877 en el Templo de Saint George), los asistentes al templo llevaban un nombre por todos los distintos pasos de la secuencia completa—en vez de hacer solamente bautismos/
Además, los primeros templos (en ciertos aspectos empezando con el Templo de Nauvoo) también seguían un modelo simbólicamente importante que ascendía de sala a sala. Otra vez, la práctica moderna de combinar alguno de estos pasos en una o dos salas del templo es debido a las razones de conveniencia práctica (especialmente en los nuevos templos más pequeños). El pasar de sala a sala aclaraba la manera en que el modelo completo de las ordenanzas reflejaba la naturaleza ascendente, paso a paso, del progreso y crecimiento de cada persona en su vida mortal, durante su viaje de regreso a la presencia del Señor.
En esos primeros templos, a fin de completar todas las ordenanzas necesarias en su secuencia natural, los participantes empezaban en el bautisterio, en el sótano, o en el nivel más bajo del templo, y luego caminaban físicamente hacia arriba (en algunos casos muy ligeramente, pero siempre hacia arriba) de sala a sala; al cuarto de la creación, al cuarto del Jardín de Edén, al cuarto terrestre, al salón celestial, y finalmente al cuarto de sellamientos. Ese modelo ascendente de sala-a- sala era un reflejo consciente de lo que el Presidente McKay llamó “un ascenso paso-a-paso hacia la presencia eterna.” [25]
Las Ordenanzas y la Expiación Bendicen Nuestro Crecimiento Después del Bautismo—El Sacrificio
En concepto del sacrificio ilustra como es que el templo incorpora y enseña los principios mayores, o sea, al nivel de Melquisedec. El sacrificio también demuestra como es que las ordenanzas del templo reflejan y aplican la Expiación del Salvador en nuestra vida.
Las Ordenanzas son a semejanza del sacrificio de Cristo. Cuando salieron del Jardín de Edén, Adán y Eva construyeron un altar y ofrecieron sacrificios de animales. Entonces un ángel vino y le preguntó a Adán el por qué ofrecía sacrificios. Él contesto: “No sé, sino que el Señor me lo mandó. Entonces el ángel le habló, diciendo: Esto es una semejanza del sacrificio del Unigénito.” [26] Los corderos sin mancha que sacrificaron los dirigían hacia el sacrificio futuro que el Padre haría al permitir el de Su Hijo. El ángel les enseñó a Adán y Eva que el sacrificio de Cristo y el plan de redención le daría sentido y propósito a su experiencia total, desde el Edén y por toda la mortalidad.
Al igual que Adán y Eva lo hicieron al principio, muchos de nosotros vamos hoy al templo—porque nos lo han mandado—pero sin entender el por qué. Y la simple obediencia es mejor que no realizar las ordenanzas. Pero el Señor que mandó al ángel debe haber querido que ellos supieran el por qué; y creo que Él quiere que nosotros sepamos el por qué.
Las ordenanzas de los templos de hoy, ¿son a semejanza del Unigénito? Piensen en la forma que tienen los altares del templo, como el altar de Adán y Eva, son altares de oración, de sacrificio y de convenios. Piensen en las dimensiones de sacrificio en todos los convenios de la investidura. Desde que Cristo cumplió con Su misión expiatoria, no hemos ofrecido sacrificios de animales, pero hacemos convenios de sacrificar; ¿de que manera? Cristo les enseñó a los nefitas: “Me ofreceréis como sacrificio un corazón quebrantado y un espíritu contrito.” [27]
Los sacrificios de animales simbolizaron el sacrificio que el Padre haría al permitir el de Su Hijo. Pero el sacrificio de un corazón quebrantado y un espíritu contrito simboliza el sacrificio que el Hijo hizo de Sí mismo. El élder James E. Talmage escribió que Jesús literalmente “murió de un corazón quebrantado.” [28] A semejanza, ahora nos ofrecemos—nuestro corazón quebrantado—como un sacrificio personal. Y como el élder Neal A. Maxwell dijo: “El real sacrificio personal, nunca fue el colocar un animal sobre el altar. En vez de eso, es la disposición de poner el animal en nosotros sobre el altar y ¡dejar que se consuma!” [29]
Prometemos sacrificarnos nosotros mismos en esta manera personal en todas las ordenanzas del templo. Entonces salimos del templo, y tratamos de vivir nuestros sacrificios—y ese proceso puede ayudarnos a florecer espiritualmente— con las bendiciones de fortalecer y perfeccionar del Salvador; así como el poder del sacerdocio del templo, inter-actúa en nuestro esfuerzo diario de momento a momento. De esta manera, la doctrina de los sacrificios ilustra la forma en que la interacción entre las ordenanzas mayores y los principios mayores nos ayuda a llegar a ser seguidores de Cristo más consagrados. El sexto discurso sobre la fe enseña: “La religión que no demanda el sacrificio absoluto de todo, tampoco tiene el poder de producir la fe necesaria para vida y salvación.” [30]
Sacrificar y vivir “a semejanza”; el sellamiento en matrimonio. Para explicar como funciona este proceso, piensen en la ordenanza del sellamiento. No hace mucho tiempo, estaba por sellar a una pareja joven en el Templo de Saint George. Cuando los invité al altar, él la tomó de la mano, entonces comprendí que estaban a punto de poner sobre el altar el sacrificio de sus propios corazones quebrantados y espíritus contritos—se sacrificaban a sí mismos, el uno al otro, y a Dios—emulando el sacrificio de Cristo por ellos. ¿Y con qué propósito? Para que durante toda una vida de sacrificarse el uno para el otro—o sea tratando de vivir como Él lo hizo— puedan llegar a ser más como Él. Al buscar vivir de esa manera todos los días, cada uno de ellos se acerca más a Dios, lo cual también los acercará el uno al otro. Por medio de su creciente cercanía al Señor, su propia energía y disciplina también obrará de manera interactiva sobre los poderes de fortalecer y perfeccionar que Él les ofrece debido a su relación personal con Él como hijos de Su convenio. Este modo de vivir el convenio de la ordenanza del sellamiento santificará no sólo su matrimonio sino también sus corazones, y hasta su vida.
Esta forma de entender el matrimonio difiere por completo de la opinión prevaleciente en la cultura actual. En Su parábola del Buen Pastor, Jesús describió como “asalariado”; alguien a quien se le paga para cuidar las ovejas. Cuando viene el lobo, dijo, el asalariado “deja las ovejas y huye.” ¿Por qué huye? Jesús dijo: “de quien no son propias las ovejas.” En contraste el dijo de Sí mismo: “Yo soy el buen pastor. . . . y pongo mi vida por las ovejas,: [31] Hoy, la mayoría de la gente piensa en el matrimonio como un acuerdo informal entre dos asalariados. Y cuando uno de ellos se sienta amenazado por un lobo de problemas, huirá. Si vienen los problemas, ¿por qué arriesgar su confort o comodidad, ya no digamos su vida?
Pero cuando en nuestro matrimonio ofrecemos un corazón quebrantado y un espíritu contrito a semejanza del Buen Pastor, pondremos la vida por las ovejas de nuestro convenio, un día o hasta una hora a la vez. Dicho proceso nos invita a llevar sin egoísmo sobre nosotros tanto las aflicciones como las alegrías de nuestra(o) compañera[o] y de nuestros hijos, emulando a nuestro modo limitado la forma en que el Salvador toma sobre Sí mismo nuestras aflicciones. “Padece con él en todas sus aflicciones,” le dijo el Señor a Peter Whitmer, hijo, acerca de su compañero en la misión.[32] Y con una frase muy semejante, Isaías describió a Cristo y a quienes redime: “En todas las aflicciones de ellos, él fue afligido. . . . [Él] los llevó todos los días de la antigüedad.” [33]
Mientras más nos ayuden nuestros sacrificios a encontrar a Cristo en el templo, más lo hallaremos en nuestras vidas; y con el tiempo, ese proceso nos transformará preparándonos para vivir algún día en la exaltada compañía de aquellos que el Presidente Joseph F. Smith contempló en visión: “Y se hallaba reunida. . . . una compañía innumerable de los espíritus de los justos , que habían sido fieles en el testimonio de Jesús mientras vivieron en la carne, y quienes habían ofrecido un sacrificio a semejanza del gran sacrificio del Hijo de Dios, y habían padecido tribulaciones en el nombre de su Redentor.” [34]
Como lo sugiere esa declaración, quienes busquen la vida del discipulado maduro al nivel del Sacerdocio de Melquisedec son mas propensos a encontrar que los principios y convenios mayores del sacrificio con frecuencia están hermanados a los principios mayores como la consagración, el sufrimiento, la humildad y la santificación. Por tanto, el Señor les dijo en el año 1833 a los santos en Missouri que Él había permitido que les sobreviniera la tribulación porque: “es preciso que sean disciplinados y probados, así como Abraham. . . . porque todos los que no quieren soportar la disciplina. . . . no pueden ser santificados.” [35] O, como el élder Neal A. Maxwell lo dijo y lo experimentó él mismo: “El simple acto de aceptar ser discípulo. . . . nos puede llevar a un cierto sufrimiento especial. . . . [a una] dimensión que viene con el discipulado profundo. . . . [Por tanto] todos los que lo deseen pueden llegar a conocer [lo que Pablo llamó] ‘la participación de sus padecimientos.’” [36]
En cierto sentido, la ordenanza del sellamiento nos invita a participar de los sufrimientos de Cristo, ya que los sacrificios que hacemos el uno por el otro nos puede requerir que suframos en algunas ocasiones. Los hijos nacidos en ese sellamiento también son parte de eso, ya que sufrimos para traerlos al mundo, para criarlos, y sufrimos con ellos mientras pasan por valles de obscuridad. De ese modo, el vivir de acuerdo con nuestros convenios en el templo nos enseña a ser firmes en nuestro discipulado.
Se Manifiesta el Poder de la Divinidad
Además del sacrificio, la sección 84 nos da otro concepto que ilustra la forma en que el templo transmite las más altas “llaves de todas las bendiciones espirituales;” [37] “en sus ordenanzas [del sacerdocio mayor] se manifiesta el poder de la divinidad.” [38] Y como Truman Madsen lo mencionó, el templo ofrece “las ordenanzas de la divinidad.” [39] Y el Presidente Harold B. Lee dijo que en la investidura se encuentran los sagrados pero no secretos “misterios de la Divinidad.” [40]
Abandonar la impiedad. Estas ordenanzas de la divinidad manifiestan el poder de Dios en varias maneras. Primero, como ejemplo de la forma en que todos nuestros convenios del templo pueden influir en nuestro modo de vida, piensen otra vez en el sellamiento. Tratar de ofrecer a nuestra familia la actitud de un corazón quebrantado y un espíritu contrito “a semejanza” del Salvador, nos animará a ver a nuestra esposa(o) e hijos en la forma en que Él los ve; lo que nos ayudará a entenderlos y amarlos como Él lo haría. El tratar de vivir de esa forma, aunque a menudo fallemos en el intento, escribirá en nuestros corazones el modelo del Señor respecto al matrimonio y la vida familiar, y mediante nuestro esfuerzo llegaremos a ser mejores compañeros, mejores padres, y mejores personas; así como las personas que deciden vivir la Palabra de Sabiduría tendrán mejor salud. De esta forma, simplemente negándonos la impiedad, traemos a nuestra vida una parte del poder de la divinidad. Y esa decisión nos hace un poco más divinos. La decisión de vivir de esa forma es, de acuerdo a lo que el élder Christofferson dijo respecto a la decisión de arrepentirnos: “requiere que ejercitemos nuestra propia voluntad.” [41]
La Divinidd que viene de las bendiciones de perfeccionar de la Expiación. Más aún, las bendiciones de perfeccionar nos ayudan a llegar a ser más como Él, y como dijo Moroni: “si os abstenéis de toda impiedad, y amáis a Dios con toda vuestra alma, mente y fuerza, entonces. . . por su gracia [sois] perfectos en Cristo.” [42] “Divinamente” también sugiere “santamente”; “llegamos a ser santos mediante la Expiación” (Mosíah 3:19) ya que la influencia del Señor nos guía a desarrollar las cualidades de santidad. Nuestro amigo Pedro habló de este proceso cuando nos amonestó a ser “participantes de la naturaleza divina.” [43]
Una vez les pregunté a un grupo de obreros del templo si el trabajar en el templo les había ayudado realmente a obtener mayor mansedumbre, humildad, amor y sumisión. Al oír sus tiernos ejemplos personales, me pregunté: ¿son tan santos estas queridas personas porque aman al templo, o aman al templo porque viven tan santamente? O sea, ¿son santificados por el templo o para el templo? Ambas dimensiones son importantes, pero el tiempo que pasamos en el Templo de Saint George no nos dejó ninguna duda. El templo nos elevó para encontrar y conocer a Cristo mejor que antes.
Y como mi esposa Marie dijo recientemente: “Un día, cuando iba al templo me topé con una abuela—una de las obreras del templo— que estaba agachada atendiendo las flores cerca de la puerta principal. Levantó la mirada. Su rostro anciano estaba vivo y radiante, era el rostro de una vida de adoración en el templo y de vivir de acuerdo con el templo. Su semblante me envolvió en el aura del templo y me llenó del deseo de tener esa misma feliz santidad. Al igual que José y María, a Él “le hallar[emos] en el templo.” [44]
“Con vosotros”. . . . la divinidad es como estar con Cristo mediante las ordenanzas. Además, el poder de la divinidad del templo puede aumentar y profundizar nuestra relación personal con el Señor, simplemente por acercarnos más a Él, abriendo nuestro corazón a lo que más necesitamos recibir de Él, en cualquier situación. En el templo somos “[investidos] con poder de lo alto.” [45] Moroni escribió que su pueblo había logrado poder sobre sus enemigos por su fe, su religión y por sus “ritos de adoración” [46]
En base al comentario de Moroni acerca de obtener poder de los ritos de adoración, el profesor de BYU, Daniel Belnap, ha escrito que el “poder de la divinidad” podría referirse al estado que un mortal debe alcanzar para poder inter actuar con la divinidad. Si esto es así, las ordenanzas del sacerdocio nos ofrecen no sólo una forma simbólica para aprender sino también “una experiencia real” que nos hace más conducentes al Espíritu, que es el medio para entrar en la presencia de Dios. [47] José Smith dijo una vez que el conocimiento de estas cosas “solamente se puede obtener por experiencia propia, mediante las ordenanzas que Dios ha establecido para ese propósito.” [48]
Hablando de la investidura tal como se dio en Nauvoo, Richard Bushman escribió que “el sagrado relato del templo, estabilizó y perpetuó la pasión gobernante de José,” que “era que su pueblo conociera a Dios.” [49] Eso es por qué Moisés “procuró diligentemente santificar a los de su pueblo para que vieran la faz de Dios.” (D. y C. 84:23). Aparentemente, tanto Moisés como José querían para sus pueblos lo que ellos habían experimentado por sí mismos.
José Smith ofreció una idea semejante en su traducción de Marcos con respecto al sacramento. En la versión Reina-Valera, Jesús dijo sobre el pan: “Tomad, esto es mi cuerpo.” Y luego sobre el vino: “Esto es mi sangre. . . . que por muchos es derramada.” [50] Pero en la traducción de estos versículos, José nos dijo que el Salvador mencionó además: “Esto es para que lo hagáis en memoria de mi cuerpo, porque todas las veces que hagáis esto recordaréis esta hora en que estuve con vosotros.” Luego, al ofrecerles el vino dijo: “Y siempre que realicéis esta ordenanza, me recordaréis en esta hora en que estuve con vosotros, y bebí con vosotros de esta copa.” [51]
Él no dijo “deberán recordarme” sino que dijo: “me recordaréis.” Cuando participamos del sacramento y de las ordenanzas del templo en un estado mental correcto, ¿podría el poder de la divinidad de alguna manera ayudarnos a recordarlo y aún a verlo de algún modo? Quizás con esa misma perspectiva, es que Abinadí dijo que “cuando su alma [la de Cristo] haya sido tornada en ofrenda por el pecado, él verá su posteridad” ; o sean “aquellos cuyos pecados él ha tomado sobre sí.” [52]
Me he preguntado si de alguna forma, en el gran tiempo presente de la Expiación, el Salvador pudo de algún modo “ver” en el Getsemaní a todos aquellos que aceptarían Su sacrificio. Y si es así, ¿hay algún recíproco don de vista que nos permitiría “verlo” o visualizarlo mientras bebe Su amarga copa; por nosotros y con nosotros? Y cuando dijo “recordaréis que estuve con vosotros y bebí con vosotros de esta copa,” ¿podría eso significar que Él nos “ve” beber nuestras copas amargas?
Si así es, quizás el sacramento y las ordenanzas del templo de alguna manera avivan nuestra conciencia no solo para verlo beber Su copa, sino para saber que Él está “con nosotros” cuando bebemos la nuestra; de la misma forma en que estuvo en el horno ardiente con los tres hombres del libro de Daniel, ya que literalmente estuvo con ellos en el fuego de su aflicción. Finalmente, solamente es porque Él bebió Su amarga copa, que las amargas copas de nuestros sacrificios pueden ser santificadores para nosotros. Sin Él, nuestro sacrificio solo no nos santificará. Existe una reciprocidad del sacrificio tal como existe una reciprocidad de la gracia.
La frase “con vosotros” en esos versículos tuvieron un gran significado para Marie y para mí, cuando estuvimos en Suecia para uno de los primeros programas de Especialmente para la Juventud (EPJ). Vimos como a los jóvenes noruegos, daneses y suecos les gustó estar con los demás y con sus líderes de adultos solteros; la mayoría de ellos nunca habían pasado varios días con tantos de su misma edad que compartían sus creencias. No querían regresar a sus casas. En la reunión final, los líderes nos pidieron que les enseñáramos durante diez minutos acerca de la Expiación.
Al empezar la reunión, vimos estandartes puestos por todo el gimnasio que mostraban los nombres de sus grupos con el modelo de EPJ; con frases cortas como “Todavía Felices,” “Altamente Favorecidos” y “Tuvimos un Sueño.” Marie y yo decidimos que usaríamos un nombre de las escrituras para nuestro grupo de dos personas; y nuestro agradable sentimiento de estar con ellos nos sugirió que escogiéramos el nombre “Con Vosotros.”
Pero ¿qué podríamos decirles a los jóvenes con respecto a la Expiación del Salvador en tan solo diez minutos? Decidimos usar como tema el nombre de nuestro grupo. Les hablamos de nuestro nieto Clark, que tenía dos años de edad. Una mañana, cuando su mamá iba a dejarlo con una niñera, el niño suplicó: ¡Contigo, mamá! ¡Contigo! No quería estar lejos de ella. Entonces les dijimos a los jóvenes que de eso consta la Expiación; “con vosotros.” Cuando realmente llegamos a conocerlo, no queremos estar lejos de Él. Queremos estar con Él. Debido a su sacrificio por nosotros, Él dijo: estaré con vosotros al vencer sus pecados. Estaré con vosotros en los momentos difíciles; con vosotros mientras tratan de llegar a ser como Yo Soy. Gracias a Él, podemos decirles a nuestras familias, y el uno al otro, estaré con vosotros para siempre.
Esa misma noche le dije a Marie: “espero que ‘con vosotros’ esté en las escrituras—o sea la regla para los nombres de EPJ—porque la oración del sacramento dice “consigo”. Sabía que estaba en alguna parte. Una rápida búsqueda en la computadora la encontró en varios lugares, tal como en 3 Nefi 18:7, “Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi espíritu con vosotros.”
Hasta meses después nos encontramos con el uso especial de “con vosotros” en la traducción de José Smith de Marcos 14: “me recordaréis en esta hora en que estuve con vosotros, y bebí con vosotros de esta copa.” [53] Nuestra relación con el Señor mediante la Expiación y el templo, tiene mucho que ver con los múltiples significados de “con vosotros.”
La Divinidad y el entrar en “el reposo del Señor.” Además, la idea de que las ordenanzas del templo ayudan a inspirarnos el poder de estar en la presencia del Señor, también recuerda lo dicho por Él de que debido a que los israelitas endurecieron sus corazones, “no pudieron aguantar su presencia; por tanto el Señor” no les permitiría “[entrar] en su reposo. [54] El entrar en el “reposo del Señor” es un concepto importante relacionado al templo que describe la bendición de avanzar, de vivir una vida de tipo mundano o teleste, a vivir en un plano espiritual más alto, aunque vacilemos en algunas ocasiones, o sea como subir de una sala o esfera del templo a otra.
El profeta Mormón habló de “los pacíficos discípulos de Cristo” que habían “logrado la esperanza necesaria” para poder “entrar en el reposo del Señor.” [55] El Presidente Joseph F. Smith describió “el reposo del Señor” como una paz espiritual que el Señor concede a quienes tienen “una determinación invencible en su corazón de permanecer firmes en la verdad, y que andan con humildad y justicia” por el sendero de los “mansos discípulos de Jesucristo.” Estas personas reciben “el gozo en su corazón” que los libera del mortal desánimo y los sentimientos de
“ inquiet[ud] inestab[ilidad], intranquil[idad].” Esta no es solamente una esperanza para la vida venidera, ya que podemos recibir este “contentamiento espiritual. . . . aquí en la tierra. . . . ahora, hoy.” [56]
Alma aclaró que entrar en el reposo del Señor nos es un privilegio reservado para los pocos que son elegidos. Dijo que “hubo muchos, muchísimos [sumos sacerdotes], que fueron purificados y entraron en el reposo del Señor su Dios.” Al hablar del sacerdocio mayor, Alma también vinculó “el reposo del Señor” a las ordenanzas: “Estas ordenanzas se conferían. . . . para que el pueblo esperara anhelosamente al Hijo de Dios. . . .siendo su orden.” Entonces nos imploró que fuéramos lo suficientemente “humildes, mansos, sumisos, pacientes, llenos de amor y longanimidad,”—y aquí están otra vez esas palabras del orden más alto—para que pudiésemos entr[ar] en su reposo.” [57]
En esta condición, de ascender desde dentro de nuestra mortalidad mientras aún estamos en este lado del velo, podemos desechar la influencia de Satanás. tal como Moisés lo hizo antes de volver a estar en la presencia del Señor. Al principio Moisés tuvo miedo, pero después de haber sido fortalecido por el Señor, mandó: “Retírate de aquí, Satanás.” Y Satanás se apartó. [58]
Las Bendiciones de los Sellamientos del Templo
Los sellamientos familiares y las bendiciones generales del sellamiento. Las dimensiones que culminan nuestro crecimiento espiritual mediante los niveles de los sacerdocios de Aarón y de Melquisedec, nos llegan del poder sellador del templo. Después de recibir todas las demás ordenanzas, nuestro sellamientos pueden bendecirnos de múltiples maneras. Primero que todo, deben estar sellados a un(a) esposo(a) a fin de merecer la exaltación en el reino celestial porque solamente las parejas selladas pueden disfrutar la continuación de la simiente que promete la exaltación. [59] También debemos estar sellados a nuestros hijos y a nuestros padres, ya sea por nacer en el convenio o por las ordenanzas selladoras específicas, ya sea en vida o por medio de representantes. Estos sellamientos de hijos a padres aseguran no sólo los lazos familiares eternos, también son los eslabones conexivos en la gran cadena ancestral que une a todas las generaciones de todas las dispensaciones a la familia de Dios. [60]
Esta conexión es parte de lo que podríamos llamar las bendiciones generales del sellamiento del templo—bendiciones eternas con respecto a nuestra propia exaltación— [61] que se conceden además, y en cierto sentido independientes, de nuestros sellamientos de persona a persona. El élder Carlos E. Esay dijo que—si somos fieles—la ordenanza del sellamiento nos da “las bendiciones que pertenecen a los candidatos para 1) participar en la primera resurrección, [o sea, la celestial], 2) recibir todas las bendiciones de Abraham, Isaac y Jacob, y 3) recibir las bendiciones [exaltadas] de poderes y dominios.” [62]
Menciono estas bendiciones generales de los sellamientos no sólo porque sus promesas son muy grandiosas, sino también porque me di cuenta en el templo, que parece ser que muchos de los miembros de la Iglesia no las conocen. Muchos creen que los sellamientos del templo tienen el único propósito de sellar a personas y familias. Esta no es la ocasión para comentar completamente las bendiciones generales del sellamiento, pero doy una ilustración. Si uno de los padres en una familia sellada en el templo es excomulgado, y por lo tanto pierde sus bendiciones del templo, obviamente eso cancela el sellamiento entre él y los miembros de la familia, y se cancelan sus promesas generales del sellamiento. Sin embargo, esa cancelación no perjudica las promesas generales del sellamiento que siguen con su esposa e hijos.
Jesucristo “os sellará como suyos;”—llegar a ser hijos de Dios. Las escrituras hablan de otra dimensión del poder de sellar que muestra la forma en que las ordenanzas y principios de los dos sacerdocios guían a los seguidores del Salvador por toda una secuencia ascendente que cumple la promesa de la Expiación de llegar a ser-uno-con el Señor. Después que el pueblo del rey Benjamín hicieron convenio de llegar a ser “los hijos de Cristo,” [63] los exhortó a retener en sus corazones el nombre de Cristo y a que fueran obedientes, “firmes e inmutables.” Si lo hacían, les dijo, que llegaría el día en que Cristo “pueda sellaros como suyos,” para que “tengáis salvación sin fin, y vida eterna.” [64]
Cuando el pueblo del rey Benjamín aceptó estos primeros principios, llegaron a ser los hijos de Cristo mediante la doctrina de adopción. Y ese proceso de toda la vida podría culminar en ser sellados a Él por toda la eternidad. Este ejemplo es consistente con otras referencias a la adopción. La sección 84 enseña que quienes son fieles al convenio y juramento de ambos sacerdocios son “santificados por el Espíritu” hasta que “llegan a ser los hijos [adoptados] de Moisés y de Aarón y la descendencia de Abraham, y. . . . los elegidos de Dios,” y luego, “todo lo que mi Padre tiene, le[s] será dado.” [65]
Otros pasajes enseñan sobre la adopción, y con frecuencia la unen a las ideas sobre la herencia. Quienes acepten el evangelio son adoptados en el linaje de Abraham, permitiéndoles heredar sus promesas. Las personas fieles que no son descendientes literales de Israel pueden ser adoptadas a la Casa de Israel y sus bendiciones patriarcales les pueden asignar un linaje entre los doce hijos de Israel.
Quizás el significado más importante de la adopción sea llegar a ser “los hijos de Dios.” Por ejemplo, “A todos los que le recibieron. . . . les dio potestad de llegar a ser hijos de Dios.” [66] Y Pablo dijo: “Habéis recibido el espíritu de adopción, por lo cual clamamos: ¡Abba, Padre!” Y si en este sentido somos hijos de Dios, también “herederos de Dios y coherederos con Cristo” —si, como agregó Pablo “padecemos juntamente con Él. . . . Porque considero que los sufrimientos de este tiempo no son dignos de ser comparados con la gloria venidera que en nosotros ha de ser manifestada” en “la manifestación de los hijos de Dios.” [67]
El élder Bruce R. McConkie resumió todo lo que esto significa: “La vida eterna o la exaltación, consiste en ser como Dios, en ser un hijo de Dios, un coheredero con Cristo, recibir, heredar y poseer, como Él, la plenitud del reino del Padre.” [68] El élder McConkie y el Presidente Joseph Fielding Smith fueron muy explícitos al enseñar que las ordenanzas del templo, particularmente el sellamiento en matrimonio, son la fuente de nuestra adopción como hijos e hijas de Dios en este sentido. [69]
Pero, ¿no hemos sido hijos e hijas de Dios desde nuestro nacimiento pre mortal? Sí, Él es el padre de nuestros espíritus. Y aún antes de ese nacimiento, o proceso de organización, una parte de nuestro ser existió co-eternamente con Dios. “El hombre fue en el principio con Dios” [70] Luego, como José Smith, enseñó: hallándose en medio de [estos] espíritus,” Dios esencialmente los invitó a entrar en una relación con Él” [71] En las palabras de Terryl Givens, eso es “como una adopción espiritual, más que un nacimiento primordial.” [72]
Aún más, como parte de una segunda etapa pre mortal, sabemos que “el hombre, como espíritu, fue engendrado y nació de padres celestiales, y criado hasta la madurez en las mansiones eternas del Padre.” [73] En contraste con este antecedente rico, pero no bien definido: “Dios no es un creador que forma a los hombres para sus propios propósitos,” sino que es un “mentor celestial que. . . . reviste a la materia espiritual con la forma y las condiciones conducentes a. . . . la emulación completa de un Padre perfecto.” [74]
Al mismo tiempo, en la vida mortal, solo Cristo es el hijo natural y físico del Padre; “Su unigénito” sin culpa . Así que solamente Jesús es el heredero natural del reino del Padre. Él nos invita a participar completamente como hijos—y por lo tanto de Su herencia—al adoptarnos con el acto y poder de Su Expiación. Por lo tanto, las escrituras dicen que por medio Cristo, los habitantes de la tierra pueden ser “engendrados hijos e hijas de Dios.” [75]
Después de llegar a ser los hijos adoptivos de Cristo mediante el bautismo, si seguimos fieles por toda la secuencia de los demás principios, convenios, y ordenanzas de los dos sacerdocios, un día podremos “ven[ir] al Padre [en el nombre de Cristo], y en el debido tiempo recib[ir] de la plenitud [del Padre].” [76] Cristo dijo: “Yo. . . . soy el Primogénito y todos los que por medio de mí son engendrados” y permanecen fieles, algún día recibirán la plenitud del Padre y por lo tanto serán participantes eternos de la gloria de Cristo como miembros de “la iglesia del Primogénito.” [77] Entonces Cristo nos sellará como suyos, hijos e hijas del Padre que son coherederos con Cristo, heredando todo lo que el Padre tiene. Han recibido su exaltación, porque “todas las cosas son suyas. . . . y ellos son de Cristo y Cristo es de Dios.” [78]
En su magistral libro sobre la Expiación de Cristo, el Presidente John Taylor describió estos vínculos entre la Expiación, la adopción y nuestra exaltación. Su lenguaje habla de este proceso que nos dota no solamente con el perdón hecho posible por los primeros principios y ordenanzas, sino que más allá de eso, nos da las capacidades de la divinidad semejantes a las de Cristo. “Es para la exaltación del hombre a este estado de inteligencia superior y Deidad que se han instituido la inter mediación y la expiación de Jesucristo; y. . . . el hombre. . . . es considerado capaz no solamente de ser un hijo del hombre, sino también un hijo de Dios, mediante la adopción. . . . Y así, mediante la expiación de Jesucristo y la adopción puede obtener la exaltación eterna [y] vidas eternas. . . . Mediante esa expiación y el poder del Sacerdocio que se asocia con ella, llegan a ser herederos de Dios y coherederos con Jesucristo,” heredando “dominios y mundos eternos,” en los que “pueden llegar a ser los padres y madres de vidas.” [79]
¿Qué significa que Cristo pueda sellarnos como suyos? Esta es una de esas doctrinas sagradas de las que solo podemos tener y compartir algunos destellos. Parece ser parte del cumplimiento de nuestra relación con Él, un proceso personal que es aumentado y autorizado por las ordenanzas del sellamiento del templo y eslabonado a las bendiciones de la Expiación. Como Truman Madsen lo dijo:
La respuesta a “¿Quien soy?” nunca puede estar completa a menos que conteste “¿De quien soy?” Usted es hijo o hija de un rey. Del Padre mismo, Mediante las ordenanzas, usted es engendrado espiritualmente por medio de Su Hijo. Usted se convierte en heredero de Su trono. . . . Usted toma Su nombre. Recibirlo por completo es recibir la plenitud de Su expiación. . . . [D. y C. 131:5, que habla de ser sellado para vida eterna] y habla de llegar a conocer por revelación, mediante el poder del Santo Sacerdocio, no solo que Jesús es el Cristo, sino también que se ha forjado una relación entre usted y Jesucristo. . . . ¿Como llega usted a saberlo? Solo le puedo decir que esa promesa pertenece al templo. . . .
[Los] modelos de adoración [en algunas religiones, llenan nuestra relación con Dios con obscuridad, distancia, y] un temor irracional. [Pero] Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo no anhelan aumentar esa separación, sino cerrarla. En la casa del Señor podemos venir a Él en luz, intimidad, y en un abrazo santo. . . . El templo es muchas cosas: una casa de fe, una casa de estudio, [una casa de aprendizaje, orden, oración, ayuno y gloria]. Pero abarcando todo es, es una casa de amor. Ninguno de nosotros recibe suficiente amor en este mundo, nadie. . . . El Padre y el Hijo nos llaman a venir con el espíritu de sacrificio y ser rodeados por ese ambiente santo que nos abraza en amor. [80]
Este artículo se refiere a crecer espiritualmente para llegar a ser hijos e hijas de Dios en su sentido más completo; más que solamente en perseverar. Así como empezamos con una referencia a Pedro, concluyo con otra escritura de la vida de Pedro respecto a crecer. Este versículo marcó un punto importante en mi propia vida hace cerca de cuarenta años. Apenas había empezado lo que era la carrera de mis sueños—ser profesor de tiempo completo— en la facultad de leyes en la Universidad Brigham Young. Me asombré cuando el élder Maxwell me pidió a mitad del semestre, y con dos semanas de anticipación, que dejara el empleo de mis sueños y trabajara durante “uno o dos años” en el nuevo departamento de correlación en las oficinas de la Iglesia.
En la primera reunión con los miembros del Quórum de los Doce, a quien debíamos reportarles, se me pidió que dijera unas pocas palabras. Recientemente recordé otra vez la escritura que cité en aquel día lejano. Era de las palabras finales de Cristo a Pedro: “Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo [quizás también quiera decir ‘crecido por completo’]. . . . te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras.” [81]
Esas palabras se refieren a la forma en que Pedro moriría, pero para mí ese día, y ahora, tienen un significado más general: Cuando somos jóvenes, muchos de nosotros estamos llenos de nosotros mismos. Pero cuando crecemos espiritualmente, espero, que no estaremos tan absortos en nosotros mismos. Más bien, quizás, desearemos vivir más fuera de nosotros mismos y ser llevados por Él, que fue afligido con todas nuestras aflicciones, Él que “los redimió, los sostuvo y los llevó todos los días de la antigüedad.” [82]
Ese día, estaba orando en secreto que pudiera crecer lo suficiente para aceptar lo que consideré era una intrusión en mis planes de vida; una intrusión que continuó durante los siguientes 38 años. En retrospectiva, doy testimonio de que he sido llevado, extendido y cambiado para bien por Aquel que le dijo esas solemnes palabras a Pedro. Así que ahora le respondo a Él con las palabras de Cordelia la del Rey Lear: Oh buen maestro, “¿ Cómo debo vivir y obrar, para igualar tu bondad? Mi vida será muy corta, y todo me fallará” [83] En el nombre de Jesucristo, amén.
Notas
[1] D. y C. 7:7.
[2] José Smith—Historia 1:72.
[3] D. y C. 27:12-13.
[4] En el relato de la dedicación del Templo de Kirtland, el Profeta registró en su diario: ‘el presidente Williams también se puso de pie y testificó que, mientras el presidente Rigdon estaba haciendo la primera oración, un ángel entró por la ventana y se sentó ente él y el padre Smith, y que permaneció allí durante toda la oración.’ Truman O. Angell añadió posteriormente: ‘Cuando empezó la reunión de la tarde, José, que estaba muy entusiasmado, se levantó primero y dijo que el Personaje que había aparecido en la mañana era el Ángel Pedro que vino a aceptar la dedicación.’ El Presidente Heber C. Kimball hasta dio una descripción de la apariencia de Pedro: ‘Pudieron ver muy bien a dicha persona. Era un personaje muy alto, con ojos negros, cabello blanco, y hombros encorvados, su ropa era de una pieza, y le llegaba casi hasta los tobillos; en sus pies traía sandalias. Fue enviado como mensajero para aceptar la dedicación.’” Scott C. Esplin, “Wondering at His Words: Peter’s Influence on the Knowledge of Salvation for the Dead,” en The Ministry of Peter the Chief Apostle, editado por Frank F. Judd, hijo, Eric D. Huntsman y Shon D. Hopkin (Provo, UT: Religious Studies Center, Salt Lake City: Deseret Book, 2014), página 303.
[5] D, y C. 84:20-21.
[6] D. y C. 84:23-25.
[7] D. y C. 84: 26-27; énfasis agregado.
[8] D. y C. 107:20.
[9] D. y C. 107:18-19; énfasis agregado.
[10] Discourses of Brigham Young, compilados por John A. Widtsoe (Salt Lake City: Deseret Book, 1954), página 416.
[11] Predicad Mi Evangelio: Guía para el Servicio Misional (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 2004), página 1.
[12] Tomado de un discurso dado en la conferencia de la Estaca Sharon en Orem, Utah en mayo de 2014.
[13] 2 Nefi 31:16; énfasis agregado.
[14] Traducción de José Smith de Hebreos 6:1; énfasis agregado.
[15] 2 Nefi 32:3.
[16] 2 Nefi 32:7-9.
[17] 2 Nefi 5:16.
[18] Truman G. Madsen, “House of Glory,” discurso en una reunión de diez estacas de BYU el 5 de marzo de 1972, página 7.
[19] John A. Widtsoe, “Temple Worship,” Utah Genealogical and Historical Magazine, 12 (abril 1921): páginas 54-55.
[20] Widtsoe, “Temple Worship” página 55; énfasis agregado.
[21] B. H. Roberts, A Comprehensive History of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints (Salt Lake City: Deseret News, 1957), 6: 306-307.
[22] D. y C. 109:14-15; énfasis agregado.
[23] David A. Bednar, Power to Become: Spiritual Patterns for Pressing Forward with a Steadfastness in Christ (Salt Lake City: Deseret Book, 2014), página 77; énfasis agregado.
[24] 2 Nefi 31:16.
[25] Para obtener una descripción del nombre, la naturaleza y el propósito de cada sala en el Templo de Salt Lake, véase The House of the Lord, de James E. Talmage (Salt Lake City: Bookcraft, 1912), páginas 183-192).
[26] Moisés 5:6-7.
[27] 3 Nefi 9:20.
[28] James E. Talmage, Jesús el Cristo (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1975), página 704.
[29] Neal A. Maxwell, “Absteneos de Toda Impiedad,” Liahona . . . . 1995; énfasis agregado.
[30] José Smith, “Discursos Sobre la Fe” sexto discurso (México, D. F: Editorial Zarahemla, 1987), página 69.
[31] Juan 10:11-15.
[32] D, y C. 30:6.
[33] D. y C. 133:53.
[34] D. y C. 138:12-13; énfasis agregado.
[35] D. y C. 101:4-5; énfasis agregado.
[36] Neal A. Maxwell, All These Things Shall Give Thee Experience (Salt Lake City: Deseret Book, 1979), páginas 32, 34, 36.
[37] D. y C. 107:18.
[38] D. y C. 84:20; énfasis agregado.
[39] Truman G. Madsen, “The Temple and the Atonement,” adaptado de una disertación en Saratoga, California el 19 de octubre de 1994; http://
[40] Estas revelaciones, que están reservadas únicamente para los miembros fieles de la Iglesia y que se enseñan sólo en los sagrados templos, constituyen lo que se llama ‘los misterios de la divinidad.’ El Señor dijo que Él había dado a José “las llaves de los misterios, y de las revelaciones selladas. . . .” (D. y C. 28:7). Como recompensa a los fieles, el Señor prometió: “Y a ellos les revelaré todos los misterios, sí todos los misterios ocultos de mi reino desde los días antiguos. . . . (D. y C. 76:7). Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 2001), página 111. Quizás hablando de esos misterios es que Alma dijo: “al que no endurece su corazón le es dada la mayor parte de la palabra,” hasta que llega “conocer los misterios de Dios” completamente, Pero los que endurecen sus corazones reciben la menor porción “hasta que nada saben concerniente a sus misterios” (Alma 12:10-11).
[41] D. Todd Christofferson, “Libres para Siempre, para actuar por sí mismos,” Liahona, noviembre de 2014, página 18.
[42] Moroni 10:32; énfasis agregado.
[43] 2 Pedro 1:4; énfasis agregado.
[44] Bruce C. Hafen y Marie K. Hafen, “No Temáis, Yo Estoy con Vosotros”: discurso dado el 1 de mayo de 2014 en la Conferencia de Mujeres en la Universidad Brigham Young. La transcripción está disponible en línea. (solamente en inglés).
[45] D. y C. 95:8 énfasis agregado.
[46] Alma 44:5; énfasis agregado.
[47] Daniel L. Belnap, editor de By Our Rites of Worship: Latter-day Saint Views on Ritual in Scripture, History, and Practice (Provo, UT: Religious Studies Center; Salt Lake City: Deseret Book, 2013), páginas 4-5; énfasis agregado.
[48] Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 2007), página 445.
[49] Richard Lyman Bushman, Joseph Smith: Rough Stone Rolling (Nueva York: Knopf, 2006) página 451; énfasis agregado.
[50] Marcos 14: 22-25.
[51] Traducción de José Smith, Marcos 14:21-24; énfasis agregado.
[52] Mosíah 15: 10-12.
[53] Traducción de José Smith, Marcos 14:21-24; énfasis agregado.
[54] D. y C. 84:24; énfasis agregado.
[55] Moroni 7:3;énfasis agregado.
[56] Doctrina del Evangelio (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1978), páginas 121-122.
[57] Alma 13:12, 16, 28-29; énfasis agregado.
[58] Moisés 1:20-22.
[59] D. y C. 131:2-4.
[60] D. y C. 128:18.
[61] “Esas porciones del [convenio de Abraham] pertenecientes a la exaltación personales y al aumento eterno son renovadas con cada miembro de la casa de Israel que entra en el orden del matrimonio eterno; mediante dicho orden los participantes llegan a ser herederos de todas las bendiciones de Abraham, Isaac y Jacob.” Bruce R. McConkie, Mormon Doctrine, 2ª edición (Salt Lake City: Bookcraft, 1966), página 13; el énfasis está en el original.
[62] Carlos E. Esay, In the Lord’s Service: A Guide to Spiritual Development (Salt Lake City: Deseret Book, 1990), página 11.
[63] Mosíah 5:7.
[64] Mosíah 5:15.
[65] D. y C. 84:33-38.
[66] Juan 1:12.
[67] Romanos 8:14-19.
[68] Bruce R. McConkie, A New Witness for the Articles of Faith, 1ª edición (Salt Lake City: Deseret Book, 1985), página 144.
[69] Si os queréis convertir en hijos e hijas de Dios y herederos en su reino, entonces debéis ir a la casa del Señor y recibir las bendiciones que ahí se obtienen y que no pueden ser obtenidas en ninguna otra parte. . . . Las más altas ordenanzas del templo de Dios pertenecen a la exaltación en el reino celestial. . . .El Señor ha hecho posible que nosotros nos convirtamos en miembros de la Iglesia del Primogénito, al recibir las bendiciones de la casa del Señor y vencer todas las cosas. De este modo nos convertimos en herederos, sacerdotes y reyes que han recibido de su plenitud.. . . quienes “morarán en la presencia de Dios y su Cristo para siempre jamás”, con exaltación completa. Los selladores del templo “sellan sobre nosotros las llaves y poderes que, mediante nuestra obediencia, nos dan derecho a convertirnos en hijos e hijas y miembros de la Iglesia del Primogénito, recibiendo todas las cosas del reino. Eso es lo que podemos obtener en el templo, así que nos convertimos en miembros de la familia, hijos e hijas de Dios, no en siervos. . . . nadie podrá recibir una exaltación en el reino celestial sin las ordenanzas del templo. Las investiduras son para progresar en ese reino, y los sellamientos para nuestro perfeccionamiento, siempre y cuando guardemos nuestros convenios.” Joseph Fieldin Smith, Doctrinas de Salvación, compiladas por Bruce R. McConkie (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1979), volumen 2 páginas 38-43;énfasis en el original. Véase también de Bruce R. McConkie, Mormon Doctrine, página 13.
[70] D. y C. 93:29.
[71] Times and Seasons, 15 de agosto de 1844, página 614.
[72] Terryl L. Givens, Wrestling the Angel: The Foundations of Mormon Thoughts: Cosmos, God, Humanity (Nueva York: Oxford, 2014), página 157.
[73] ‘”Mormon’ View of Evolution,” en Messages of the First Presidency, editado por James R. Clark (Salt Lake City: Bookcraft, 1971), 5:244.
[74] Givens, Wrestling the Angel, página 163.
[75] D. y C. 76:24.
[76] D. y C. 93:19.
[77] D. y C. 93:21-22.
[78] D. y C. 76: 59.
[79] John Taylor, Mediation and Atonement of Our Lord and Savior Jesus Christ (Salt Lake City: Deseret News, 1892), páginas 140-141; énfasis agregado.
[80] Madsen, “The Temple and the Atonement.”
[81] Juan 21:18.
[82] D. y C. 133:53; énfasis agregado.
[83] William Shakespeare, King Lear, acto 4, escena 7.