Nacido de Dios—Participar del Fruto

Jennifer C. Lane

JENNIFER C. LANE es profesora de Educación de Religión en la Universidad Brigham Young–Hawaii, y actualmente es la Decano en la Facultad de Educación de Religión.

La frase "nacido de Dios" en Alma 36-42 no es exclusiva del Libro de Mormón, pero Alma profundiza su significado al conectarla con la imagen que usa Lehi de participar del fruto del árbol de la vida. Al leer de manera intratextual el uso de Alma de la expresión “nacido de Dios”con la descripción de Lehi del gozo que viene de participar del fruto del árbol, podemos entender mejor los conceptos doctrinales hacia los que apuntan estas metáforas. Reconocer estas conexiones nos da una idea no solo de la forma en que la posteridad de Lehi y Nefi continuó usando sus escritos, sino que también nos ayuda a comprender mejor las experiencias de Alma y Lehi.

Veremos que la expresión de Alma “nacido de Dios” se compara con estar junto al árbol y participar del fruto. Ambas metáforas, ser nacidos de Dios y comer del fruto del árbol, señalan hacia la experiencia de la vida espiritual en Jesucristo mediante la fe, el arrepentimiento y los convenios. El don del Espíritu Santo nos permite experimentar el gozo de la presencia de Dios ahora, a la vez que nos está preparando para estar en la presencia de Dios eternamente si continuamos junto al árbol y participamos del fruto. Estos capítulos nos ayudan a comprender más completamente que tanto la presencia presente de Dios, estar lleno del Espíritu Santo, como la presencia futura de Dios en la vida eterna son el resultado de probar el gozo de la redención a través de Cristo y haber nacido de Dios. La clase de vida que Alma describe como ser “nacido de Dios” es la vida llena de la influencia y el conocimiento experiencial de Cristo a través del Espíritu Santo.

Saborear el Gozo Inmenso: Alma a Helamán en el Capítulo 36

En Alma 36 vemos la forma en que Alma entreteje la descripción de Lehi acerca de participar del fruto con su propio término haber nacido de Dios, para explicar la experiencia de encontrar la vida espiritual a través de Cristo. Primero presenta el lenguaje del gozo de participar del fruto y luego usa la metáfora de nacer otra vez para describir la misma experiencia. Luego, Alma junta ambas metáforas y las equipara con el ser llenos del Espíritu Santo.

En este capítulo, Alma le hace a Helamán un relato detallado de su experiencia al ejercer la fe en Cristo para arrepentimiento—le explica la forma en que recibió el perdón de sus pecados—de modo que no se “ pud[o] acordar de [sus]dolores” (Alma 36:19). Entonces, Alma usa el lenguaje de Lehi para describir la mencionada experiencia del perdón: “Sí, hijo mío, te digo que no podía haber cosa tan intensa ni tan amarga como mis dolores. Sí, hijo mío, y también te digo que por otra parte no puede haber cosa tan intensa y dulce como lo fue mi gozo” (Alma 36:21; en todo el artículo el énfasis es agregado). En 1 Nefi 8:11-12 Lehi enseñó que el participar del fruto del árbol fue “de lo más dulce” y que su “ alma [se] llenó de un gozo inmenso.”

La conexión textual a Lehi se vuelve más explícita cuando Alma declara que el gozo del perdón por medio de la fe en Cristo era un sentimiento como el de ver a Dios “así como nuestro padre Lehi vio” y que su “Alma anheló estar allí” (Alma 36:22). Cuando Alma despierta, describe el gozo del perdón y de ver a Dios al decir: “Mas he aquí, mis miembros recobraron su fuerza, y me puse de pie, y manifesté al pueblo que había nacido de Dios” (Alma 36:23). Aquí, Alma está usando la metáfora que apunta hacia la nueva vida que encontró mediante su fe y arrepentimiento.

Como miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es posible que no siempre nos sintamos cómodos al mencionar la frase “nacido de Dios”. Pero, al estudiar las enseñanzas de Alma en estos capítulos, y al ver esta experiencia por todo el Libro de Mormón, podemos lograr mayor conocimiento acerca de lo que significa el ser nacido de Dios. El concepto clave es que cuando sentimos al Espíritu Santo nos sentimos vivos espiritualmente. Hemos nacido a una nueva clase de vida que está llena del Espíritu, y por tanto queremos lo que Dios quiere.

Ese mismo deseo cambiado que vemos en el relato personal de Alma lo vemos en el pueblo del Rey Benjamín, que declaró: “por el Espíritu del Señor Omnipotente, el cual ha efectuado un potente cambio en nosotros, o sea, en nuestros corazones, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente” (Mosíah 5:2). La influencia del Espíritu Santo en los deseos humanos también se puede ver en el pueblo de Ammón cuando dijeron: “Que había habido un cambio en sus corazones, y que ya no tenían más deseos de hacer lo malo” (Alma 19:33). Estos sentimientos de ser nacidos de Dios y de una nueva vida espiritual mediante la presencia del Espíritu Santo son reales y muy poderosos. Esos sentimientos de perdón y de querer lo que Dios quiere pueden ser poderosos y traer gran gozo, pero también pueden desvanecerse rápidamente si no nos arrepentimos activamente y guardamos nuestros convenios y, en cambio, nos volvemos a la vida ordinaria.

Alma, al explicarle a su hijo Helamán la experiencia de ser nacido-de-Dios, usa las metáforas de ser nacido de Dios y de participar del fruto del árbol como las vías para expresar la experiencia de una nueva vida espiritual en Cristo. Aquí podemos ver cómo estas metáforas son formas paralelas de describir la misma experiencia espiritual. Alma se basa en el lenguaje de "saborear el gozo" de la visión del árbol de Lehi para describir su deseo de ayudar a otros a probar el fruto que había probado, es decir, que tuvieran la experiencia de la redención a través de Cristo que él había tenido. Alma dice que la experiencia de haber nacido de Dios es la razón de haber “trabajado sin cesar” al compartirla y explicarla y que es el resultado del arrepentimiento (Alma 36:24).

En este pasaje importante, Alma conecta todas estas expresiones—probar el gozo, haber nacido de Dios, y ser llenos del Espíritu Santo—como formas paralelas para explicar los frutos del arrepentimiento. “Sí, y desde ese día, aun hasta ahora, he trabajado sin cesar para traer almas al arrepentimiento; para traerlas a probar el sumo gozo que yo probé; para que también nazcan de Dios y sean llenas del Espíritu Santo” (Alma 36:24). Con estas cruciales formas paralelas, Alma nos ayuda a entender que las metáforas de probar el fruto del árbol y ser nacidos de Dios son maneras de expresar una nueva clase de vida por medio de Jesucristo. Esta vida gozosa, esta vida de ser nacido de Dios, es la experiencia que tenemos cuando somos llenos del Espíritu Santo mediante nuestra fe y arrepentimiento.

El vocabulario de Alma de probar el sumo gozo, concienzudamente se compara con la expresión de Lehi del “gozo inmenso” que sintió al participar del fruto del árbol (1 Nefi 8:12). Aunque Lehi no usa la frase “nacido de Dios” para describir su experiencia, leer su relato a la luz del comentario de Alma, nos ayuda a entender más claramente la expresión “nacido de Dios”. Lehi dijo: “Y aconteció que me adelanté y comí de su fruto; y percibí que era de los más dulce, superior a todo cuanto yo había probado antes. Sí, y vi que su fruto era blanco, y excedía a toda blancura que yo jamás hubiera visto. Y al comer de su fruto, mi alma se llenó de un gozo inmenso; por lo que deseé que participara también de él mi familia, pues sabía que su fruto era preferible a todos los demás” (1 Nefi 8:10-12). La conexión entre participar del fruto y experimentar el gozo se refuerza en 1 Nefi 11:23 en donde el ángel asevera lo que dijo Nefi de que es más deseable que todo lo demás “y el de mayor gozo para el alma”. Lehi y Nefi no usan las palabras, pero están describiendo la experiencia de ser nacido de Dios, nacer a una nueva vida espiritual en Jesucristo.

La conexión entre participar del fruto y ser lleno del Espíritu Santo no es muy explícita en el vocabulario de Lehi pero también se puede entender por la conversación de Nefi con el ángel. Al preguntársele si conoce el significado del árbol, Nefi contesta: “Sí, es el amor de Dios que se derrama ampliamente en el corazón de los hijos de los hombres; por lo tanto, es más deseable que todas las cosas” (1 Nefi 11:22). Como la encarnación del amor de Dios, el árbol representa a Jesucristo ya que encarnó el amor de Dios en todo su ministerio y en el sacrificio expiatorio. En todo 1 Nefi 11, el ángel identifica claramente al árbol con Jesucristo.

Por lo tanto, el fruto del árbol son los beneficios que recibimos debido a la vida perfecta y el sacrificio expiatorio de Cristo. El gozo que Lehi y Nefi describen es el gozo que Alma nos ayuda a identificar cuando conecta la metáfora de probar el fruto del árbol a la experiencia de ser llenos del Espíritu Santo. Alma, al igual que Lehi, quieren que los demás “[prueben] el sumo gozo que yo probé, para que también nazcan de Dios y sean llenas del Espíritu Santo” (Alma 36:24). El arrepentimiento y el don del Espíritu Santo son frutos de la expiación de Cristo. Al participar de este fruto al venir a Cristo y ejercer la fe para arrepentimiento, nos es posible probar el gozo del perdón y ser limpios. Esta es una sensación inmediata o actual (tiempo presente) de nacer de Dios.

Nacer de Dios en el sentido presente es estar vivo para este tipo de vida divina a medida que sentimos que nuestros corazones cambian mediante nuestro arrepentimiento y experimentamos el perdón de nuestros pecados. A medida que somos llenos del Espíritu Santo, sentimos gozo, deseos justos, y estamos vivos a las cosas de Dios. El Presidente Russell M. Nelson explicó que: “Cuando elegimos al Padre Celestial para que sea nuestro Dios y cuando podemos sentir la expiación del Salvador obrar en nuestra vida, seremos llenos de gozo”.[1] Este es el gozo por participar del fruto del árbol del cual testificaron Lehi, Nefi y Alma.

Además de experimentar esta sensación actual de ser nacidos-de-Dios, tenemos la oportunidad de retener esta condición de forma más permanente a medida de que, con el correr del tiempo, nuestra naturaleza cambie para asumir más completamente esta naturaleza divina. Al seguir los susurros del Espíritu Santo y seguimos arrepintiéndonos, negándonos toda impiedad, somos santificados y continuamos en la presencia de Dios. Desarrollar esta futura naturaleza nacida-de-Dios será algo más que solo tener una inclinación temporal a hacer lo bueno, ya que al tener el Espíritu del Señor trabajando en nosotros constantemente hará que nuestra naturaleza cambie y nos convirtamos en hijos e hijas de Dios en una plenitud celestial santificada.

Las ideas de Jacob en 2 Nefi 9 nos ayudan a apreciar la nueva vida nacida-de-Dios que viene como consecuencia de estar llenos del Espíritu Santo. El lenguaje y las ideas de Jacob probablemente informan la articulación de Alma del nuevo tipo de vida que es posible con el Espíritu Santo. Aquí el hijo de Lehi, Jacob, enseña la verdad central que Alma ha experimentado por sí mismo: “¡Oh, mis amados hermanos, recordad la horridez de transgredir contra ese Dios Santo, y también lo horrendo que es sucumbir a las seducciones de ese astuto ser! Tened presente que ser de ánimo carnal es muerte, y ser de ánimo espiritual es vida eterna” (2 Nefi 9:39). La conexión de Jacob entre ser de ánimo espiritual y tener vida eterna nos ayuda a entender más profundamente la frase de Alma “nacido de Dios” y cómo se conecta con probar del fruto del árbol de la vida y también estar en la presencia de Dios. Cuando somos llenos del Espíritu Santo, experimentamos la presencia de Dios en la mortalidad. Literalmente, estamos en la presencia de Dios al estar llenos del Espíritu Santo debido a que el Espíritu es miembro de la Trinidad. También estamos participando del fruto del árbol de la vida porque tener el Espíritu Santo es uno de los frutos de la expiación de Cristo. No es la vida eterna en su sentido más amplio, pero es eterna vida.

Cuando estamos llenos del Espíritu Santo, no experimentamos una futura naturaleza nacida-de-Dios—participar de la vida eterna y de la presencia de Dios—sino una experiencia muy actual y real de ambas cosas. Estamos sintiendo y pensando como lo hace Dios cuando estamos llenos de Su Espíritu y esa calidad de vida es la que Jacob describe como eterna vida. El efecto inmediato de esta experiencia nacida-de-Dios actual viene de la influencia del Espíritu Santo en nuestro corazón y mente de manera que queremos lo que Dios quiere. En la GEE [Guía para el Estudio de las Escrituras] se encuentra la siguiente definición bajo el encabezado Nacer de Dios, Nacer de Nuevo, : “Ocurre cuando el Espíritu del Señor efectúa un gran cambio en el corazón de una persona, de manera que ya no tiene más deseos de obrar mal, sino de seguir las vías de Dios”.[2]

Que estos sentimientos de gozo y unidad con la voluntad y deseos de Dios persistan en nuestra vida depende de que sigamos junto al árbol y continuemos participando al vivir una vida santa. Solamente por continuar siendo llenos del Espíritu Santo podemos seguir en la presencia del Señor y disfrutar del gozo que trae. Como lo dijo el salmista: “en tu presencia hay plenitud de gozo” (Salmos 16:11). Helamán, el profeta, usa la misma imagen al escribirle al capitán Moroni: “Y ahora bien, mi amado hermano Moroni, que el Señor nuestro Dios, que nos ha redimido y nos ha hecho libres, te conserve continuamente en su presencia” (Alma 58:41). En Salmos 51:11 vemos la conexión entre la presencia del Señor y ser llenos del Espíritu Santo: “No me eches de delante de tí, y no quites de mí tu santo espíritu.”

Es importante notar que la experiencia de Alma al probar el gozo no se refiere a la alegría de estar libre de problemas, o a ignorar los desafíos, los dolores, las tristezas y las pérdidas. Se entiende mejor como a lo que Eva se refirió como “el gozo de nuestra redención” (Moisés 5:11). Es el gozo que nos hace cantar del amor que redime (ver Alma 5:9). Sentimos ese amor y misericordia mediante el arrepentimiento genuino, y al tener la ayuda de Cristo para perdonar y cambiar. Como lo enseñó Alma: “he trabajado sin cesar para traer almas al arrepentimiento; para traerlas a probar el sumo gozo que yo probé; para que también nazcan de Dios y sean llenas del Espíritu Santo” (Alma 36:24). Sentir la misericordia y el amor de Dios nos reconcilia con Él; nos llena de Su Espíritu y nos lleva a Su presencia y nos concede gozo (como ejemplo, ver también Mosíah 4:1).

Extendiendo su conexión entre ser llenos del Espíritu Santo, probar del fruto y nacer de Dios, Alma le explica a Helamán que la experiencia espiritual de nacer de Dios es la fuente del conocimiento experiencial: “Y no quisiera que pensaras que yo sé de mí mismo; no de lo temporal, sino de lo espiritual; no de la mente carnal, sino de Dios. Ahora bien, he aquí, te digo que si no hubiese nacido de Dios, no habría sabido estas cosas; pero por boca de su santo ángel, Dios me ha hecho saber estas cosas, no por dignidad alguna en mí”(Alma 36:4-5). Dicho conocimiento viene de la experiencia de ser lleno del Espíritu Santo y que ese encuentro nos cambie.

Otra vez, en las palabras de Alma, “Sí, y desde ese día, aun hasta ahora, he trabajado sin cesar para traer almas al arrepentimiento; para traerlas a probar el sumo gozo que yo probé; para que también nazcan de Dios y sean llenas del Espíritu Santo” (Alma 36:24). Cuando estamos llenos del Espíritu Santo estamos en un estado que puede entenderse como la presencia de Dios, lo conocemos porque estamos experimentando su influencia en nuestras vidas. Cuando estamos llenos del Espíritu Santo, vivimos de una manera que puede describirse como nacida de Dios; conocemos una dimensión de la vida que solo es posible a través de la influencia vivificante del Espíritu.

Hacia el final del capítulo 36 Alma vuelve a declarar su experiencia y otra vez usa el término de Lehi “probar” al igual que “nacido de Dios” para indicar la manera en que la experiencia de perdonar y ser llenos del Espíritu Santo es la fuente de conocimiento para todos aquellos que vengan y participen. “Porque a causa de la palabra que él me ha comunicado, he aquí, muchos han nacido de Dios, y han probado como yo he probado, y han visto ojo a ojo, como yo he visto; por tanto, ellos saben acerca de estas cosas de que he hablado, como yo sé; y el conocimiento que tengo viene de Dios” (Alma 36:26).

La experiencia de ser llenos del Espíritu Santo es una forma de conocer, no con conocimiento sensorial, sino con conocimiento espiritual. Sabemos que Cristo es nuestro Salvador cuando sentimos el gozo de su perdón y curación. Como lo declaró el hombre ciego de nacimiento: “una cosa sé, que habiendo sido yo ciego, ahora veo” (Juan 9:25); experimentar la curación y la influencia vivificadora de la expiación por medio de recibir el Espíritu Santo, nos da el conocimiento experiencial sobre las cosas de Dios.

Al final del capítulo 36, Alma usa la frase “presencia de Dios” como otra forma de articular la experiencia de nacer de Dios al estar llenos del Espíritu Santo y además para explicar lo que puede llevar a la separación de ese gozo. Le advierte a Helamán que “si no guardas los mandamientos de Dios, serás separado de su presencia”(Alma 36:30). Que Alma entendiera y mencionara que la desobediencia y la pérdida de la influencia del Espíritu Santo significa ser separado de la presencia de Dios, fortalece la idea de que ser lleno del Espíritu Santo es la experiencia de estar en la presencia de Dios.

Debido a que el español del Libro de Mormón no nos da acceso a los términos originales detrás de las palabras “separado” y “desechado”[rechazado, desterrado] que se usan en el Libro de Mormón, es muy difícil hacer una declaración acerca del porqué Alma usó la expresión “separado” relacionándola con estar en un estado de desobediencia en lugar de usar la palabra “desechado” que usa Lehi al describir su temor con respecto a Lamán y Lemuel. Sin embargo, el uso del Libro de Mormón sugiere que estar “separado” representa una condición temporal que puede cambiar. [3] Nuestra desobediencia puede ir y venir y por lo tanto, temporalmente nos separa de la presencia del Señor en la mortalidad, mientras que el ser “desechado” puede reflejar la amenaza de que esta separación de la presencia de Dios llegue a ser un estado permanente y final (ver 1 Nefi 8:36 y Helamán 12:25). Esto coincide con el uso bíblico, donde ser desechado para siempre es un temor inquietante. Nefi también les dice a sus hermanos: “temo que seréis desechados para siempre” (1 Nefi 17:47). La expresión “temiendo ser rechazados para siempre” se usó para describir un aspecto del proceso de arrepentimiento que Alma, hijo, y los hijos de Mosíah tuvieron que pasar antes de nacer de Dios y probaran el fruto gozoso de estar en su presencia (ver Mosíah 27:25-26 y 28:4). Aunque Alma advierte muy directamente sobre el resultado de la desobediencia en los capítulos 36 a 42, es importante tomar nota que no usa la expresión permanente “desechado” al referirse a alguno de sus hijos, sino que usa solamente el término transitorio “separado” de la presencia del Señor.

Cómo Conservar el Conocimiento de Dios: Alma a Shiblón en el Capítulo 38

En las enseñanzas de Alma a Shiblón en el capítulo 38, vemos una reiteración del concepto de ser nacido de Dios y del conocimiento de Dios que viene del nuevo tipo de vida llena del Espíritu Santo, al vivir en la presencia del Señor. Aquí el enfoque de Alma está en animar a Shiblón para que continúe en el sendero espiritual que ha empezado, y otra vez utiliza el vocabulario que evoca el cultivar el árbol. En las enseñanzas de Alma a Shiblón aprendemos más acerca de cómo la experiencia inicial de participar del fruto del árbol puede cambiar de un sentido actual de ser nacido de Dios, a una vida más profunda y eventualmente eterna, en Cristo.

Alma le dice a Shiblón que por recibir la remisión de sus pecados pudo nacer de Dios y obtuvo el conocimiento, que ahora comparte, de que Cristo es su Redentor personal. Alma sabe que Shiblón ha tenido su propia experiencia de nacer otra vez y de conocer a Dios por lo que el enfoque de Alma está en las cosas que le ayudarán a su hijo a retener dicho conocimiento y seguir lleno del Espíritu Santo. Alma quiere que Shiblón no solamente tenga la experiencia actual de ser nacido de Dios mediante el perdón inicial y la redención sino que desea enseñarle cómo permanecer junto al árbol y seguir experimentando la influencia santificadora del Espíritu Santo que lo prepare para el sentimiento futuro de ser nacido de Dios y llegar a ser como Él.

Mientras que en el capítulo 36 la frase "presencia de Dios” aparece hasta el final, en el capítulo 38 desde el principio, Alma enfatiza la advertencia acerca de estar separado de la presencia de Dios: “Hijo mío, da oído a mis palabras, porque te digo, como dije a Helamán, que al grado que guardes los mandamientos de Dios, prosperarás en la tierra; y si no guardas los mandamientos de Dios, serás separado de su presencia” (Alma 38:1).

Además del enfoque de Alma sobre la necesidad de ser obediente para seguir en la presencia de Dios, en sus enseñanzas a Shiblón vemos otra vez la experiencia de ser nacido de Dios como una forma de conocimiento: “Y no quisiera que pensaras, hijo mío, que sé estas cosas de mi mismo, sino que el Espíritu de Dios que está en mí es el que me da a conocer estas cosas; porque si no hubiera nacido de Dios, no las habría sabido” (Alma 38:6). En este capítulo, Alma se enfoca en el conocimiento espiritual que viene de haber experimentado la redención por medio de Cristo. Hablándole a Shiblón Alma describe la fuente de su conocimiento sobre el poder de liberación de Dios por haber nacido de Dios y tener el Espíritu de Dios en él. Este conocimiento de ser nacido de Dios es paralelo a la experiencia de liberación de sus dolores y pecados de que Alma habló en el capítulo 36. Experimentar el perdón es experimentar la liberación por medio de Cristo; la experiencia de ser “nacido de Dios” trae consigo un conocimiento que no puede venir de ninguna otra forma.

Alma enfatiza que solamente al ejercer la fe para arrepentimiento él pudo experimentar el perdón del Señor y la paz que trae. “Y ocurrió que durante tres días y tres noches me vi en el más amargo dolor y angustia de alma; y no fue sino hasta que imploré misericordia al Señor Jesucristo que recibí la remisión de mis pecados. Pero he aquí, clamé a él y hallé paz para mi alma” (Alma 38:8) Aunque en este versículo no menciona esto como la experiencia de haber nacido de Dios, Alma usó esa frase dos versículos antes. Allí explicó que su experiencia de haber nacido de Dios es lo que le hace saber “estas cosas” (38:6): y “que en proporción a tu confianza en Dios, serás librado de tus tribulaciones, y tus dificultades, y tus aflicciones, y serás enaltecido en el postrer día” (Alma 38:5). La experiencia de Alma de nacer-de-nuevo y de recibir la remisión de sus pecados es la forma en que sabe del poder de Dios para liberar, que es lo que le está enseñando a Shiblón.

El enfoque de Alma en el capítulo 38 es acerca de cómo puede Shiblón guardar este conocimiento experiencial de nacer de nuevo y ser lleno del Espíritu Santo. Alma se enfoca en que es necesario que Shiblón, metafóricamente, siga junto al árbol (o que cultive la semilla que crecerá hasta llegar a ser un árbol, si se usa el lenguaje de Alma 32-33): “Y ahora bien, hijo mío, confío en que tendré gran gozo en ti, por tu firmeza y tu fidelidad para con Dios; porque así como has empezado en tu juventud a confiar en el Señor tu Dios, así espero que continúes obedeciendo sus mandamientos; porque bendito es el que persevera hasta el fin. Te digo, hijo mío, que ya he tenido gran gozo en ti por razón de tu fidelidad y tu diligencia, tu paciencia y tu longanimidad entre los zoramitas” Alma 38:2-3). Shiblón ha empezado a buscar a Dios pero necesita continuar. Necesita perseverar hasta el fin.

No es coincidencia que estas cualidades de fe, diligencia, paciencia y longanimidad sean los términos exactos que Alma usa en el capítulo 33 para describir lo que es necesario para que la experiencia inicial de participar del fruto (nacer otra vez, en tiempo presente) se convierta en la experiencia de que el árbol crezca dentro de nosotros al ser santificados por la presencia continua del Espíritu Santo en nuestra vida (nacer otra vez en tiempo futuro). El desafío de perseverar hasta el fin—el viaje de toda la vida desde el momento inicial de la liberación y de probar el fruto del árbol hasta mantenerse fiel y continuar asumiendo la naturaleza divina a medida que el árbol crece dentro de nosotros—es un desafío universal.

El proceso, a largo plazo, de llegar a ser purificado y santificado a la vez que cultivamos la influencia de la expiación por medio de la presencia del Espíritu Santo es semejante a la experiencia presente de participar del fruto y sentir el gozo del perdón. Es decir que en ambos, el llegar a ser a largo plazo y el de probar de corto plazo nos sentimos vivos y tenemos gozo. Pero el proceso de llegar a ser demora más que la experiencia de probar y por lo tanto no es tan solo el recuerdo de un encuentro anterior con Dios, sino una nueva realidad. No estamos recordando la presencia de Dios, ¡estamos viviendo en ella!

Al enfatizar las cualidades específicas de Shiblón, Alma apunta hacia sus propias enseñanzas anteriores sobre la manera en que Shiblón puede, de forma metafórica, seguir junto al árbol y permanecer en la presencia de Dios, siendo lleno del Espíritu. “Y a causa de vuestra diligencia, y vuestra fe y vuestra paciencia al nutrir la palabra para que eche raíz en vosotros, he aquí que con el tiempo recogeréis su fruto, el cual es sumamente precioso, y el cual es más dulce que todo lo dulce, y más blanco que todo lo blanco, sí, y más puro que todo lo puro: y comeréis de este fruto hasta quedar satisfechos, de modo que no tendréis hambre ni tendréis sed. Entonces, hermanos míos, segaréis el galardón de vuestra fe, y vuestra diligencia, y paciencia, y longanimidad, esperando que el árbol os dé fruto” (Alma 32:42-43). Cuando cultivamos activamente la influencia del Espíritu Santo, el árbol crece dentro de nosotros mediante nuestra fe, diligencia, paciencia y longanimidad. Como resultado de esta perseverancia, nuestra participación del fruto no será una experiencia de una vez sino que se convertirá en nuestra realidad eterna a medida que la influencia santificadora del Espíritu Santo cambia nuestra naturaleza.

Shiblón, claramente, es un hijo que ha nacido de Dios, que ha participado del fruto y permanece junto al árbol. La preocupación de Alma, que es un padre amoroso, es simplemente que Shiblón persista en ser lleno del Esíritu Santo, que evite las cosas que ofenden al Espíritu y tenga la actitud correcta hacia los demás para que no pierda el Espíritu: “Procura no ensalzarte en el orgullo; sí, procura no jactarte de tu propia sabiduría, ni de tu mucha fuerza. Usa valentía, más no altivez; y procura también refrenar todas tus pasiones para que estés lleno de amor; procura evitar la ociosidad” (Alma 38:11-12).

Shiblón nos muestra el ejemplo de alguien que ha llegado a conocer el gozo del arrepentimiento y que persiste en participar del fruto del Espíritu Santo, pero que también está en riesgo, y debe tener cuidado de no ser negligente, casual, jactancioso, orgulloso o cualquiera de los otros pequeños pecados que pueden eliminar la plenitud del Espíritu Santo de nuestras vidas, lo que nos aleja de la presencia de Dios. Este capítulo nos ayuda a ilustrar cómo la experiencia presente ser nacido de Dios y estar llenos del Espíritu Santo puede ser frágil y por qué se necesita la fe, diligencia, paciencia y longanimidad para continuar una vida de arrepentimiento y de invitar al Espíritu Santo para experimentar el sentimiento futuro completo de ser nacido de Dios y que nuestra naturaleza sea completamente cambiada y santificada y estemos plenamente vivos en Cristo como sus hijos e hijas.

Escoger la Vida o la Muerte: Alma a Coriantón en el Capítulo 42

Lo contrario de nacer es morir, y lo opuesto de estar en la presencia de Dios es estar separado de Su presencia. En los comentarios de Alma a Coriantón tenemos ideas sobre lo que sucede cuando no estamos llenos del Espíritu Santo sino que somos separados de su presencia y morimos espiritualmente. En los capítulos 39 al 42 Alma nunca usa los términos “nacido de Dios” o “probar”. Sin embargo, pasa tiempo explicando el ser "cortado de la presencia de Dios". Alma se expande significativamente sobre cómo el estar separado de la presencia de Dios es la muerte espiritual y cómo la muerte espiritual resulta en que las personas se vuelvan “carnales, sensuales y diabólicos por naturaleza” (Alma 42:10). Otra vez, Alma parece estar repitiendo aquí el vocabulario de Jacob de “que ser de ánimo carnal es muerte, y ser de ánimo espiritual es vida eterna” (2 Nefi 9:39).

El proceso de llegar a ser piadoso y experimentar la eterna vida es lo contrario de la muerte espiritual que Alma le describió a Coriantón. La muerte espiritual ocurre cuando somos separados de la presencia de Dios, y nos volve[mos] carnales, sensuales y diabólicos por naturaleza” (Alma 42:10). De cualquier manera, nos volvemos más vivos espiritualmente o más muertos espiritualmente a medida que tomamos decisiones con respecto a estar en la presencia de Dios— estar lleno del Espíritu Santo— o negarnos a venir y participar del fruto del árbol.

Sabemos de algunas personas que han tenido la experiencia de ser nacido-de-Dios y luego se apartan y empiezan a morir espiritualmente. El Presidente James E. Faust insinúa algo de la tensión presente-futuro en el término "nacido de Dios" en sus comentarios sobre el tema: “Cuando nos bautizamos, nacemos espiritualmente de Dios y tenemos derecho a recibir Su imagen en nuestros rostros. Deberíamos experimentar un poderoso cambio de corazón para poder ‘convertirnos en nuevas criaturas’ y ejercitar la fe en la redención de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, para mantener nuestros estándares de dignidad”.[4] Fíjense en la tensión en las frases “tenemos derecho a recibir” y “deberíamos experimentar”. La meta de ser bautizados y recibir el don del Espíritu Santo es la de nacer de nuevo, pero la decisión para recibir no siempre sucede de modo sostenido y constante ya que “llegamos a ser cada vez más puros y más santificados”.[5] También es importante notar que el Presidente Ezra Taft Benson enseñó que nacer espiritualmente de nuevo va más allá de las ordenanzas mismas: “Además de las ordenanzas físicas del bautismo y la imposición de manos, uno debe nacer espiritualmente de nuevo para obtener la exaltación y la vida eterna”.[6]

La analogía del pepinillo encurtido usada por el élder David A. Bednar ilustra la diferencia entre la limpieza inicial para tener un pepino limpio, y la saturación en el Espíritu durante largo plazo que se necesita para ser transformado.[7] Se necesita mucho tiempo para que la experiencia real de nacer de Dios, de sentir el perdón y empezar a estar llenos del Espíritu Santo se desarrolle gradualmente en una nueva condición de ser. Tener una experiencia presente de nacer de Dios no será suficiente para producir el cambio profundo de naturaleza en el sentido futuro de haber nacido de Dios.

Permanecer en la presencia de Dios siendo llenos del Espíritu Santo y decidir continuar participando y seguir junto al árbol (dejando que crezca dentro de nosotros) nos permite estar más vivos espiritualmente hasta que alcancemos el estado futuro de nacer otra vez a la vida eterna. La enseñanza de Alma a Coriantón advierte que también es posible lo contrario, la muerte espiritual. La enseñanza de Alma a Coriantón en el capítulo 42 enfatiza lo contrario a ser nacido de Dios, el peligro de la desobediencia a los mandamientos, y ser “separados de la presencia del Señor,” y de morir espiritualmente.

Alma termina las enseñanzas y amonestaciones a Coriantón en los capítulos 39 al 42 introduciendo el concepto de ser separados de la presencia de Dios, y lo hace de manera que lo conecta con participar del árbol de la vida. Sin embargo, sus enseñanzas no se enfocan en el fruto que trae gozo y vida sino en el que trae la muerte. En el capítulo 42, Alma usa la historia de Adán y Eva al ser separados del árbol de la vida en el Jardín de Edén como una manera de enfatizar la muerte espiritual que viene mediante la desobediencia, algo que Coriantón ha aprendido por su propia experiencia: “Mas he aquí, le fue señalado al hombre que muriera —por tanto, como fueron separados del árbol de la vida, así iban a ser separados de la faz de la tierra— y el hombre se vio perdido para siempre; sí, se tornó en un hombre caído” (Alma 42:6). Alma enfatiza que debido a su decisión de participar “nuestros primeros padres fueron separados de la presencia del Señor, tanto temporal como espiritualmente; y así vemos que llegaron a ser personas libres de seguir su propia voluntad” (Alma 42:7) Alma explica ser separados como un cambio en la relación con el Señor, estar separados de su presencia; pero también como un cambio en la naturaleza y disposición para todos: “Por tanto, como el alma nunca podía morir, y ya que la caída había traído una muerte espiritual, así como una temporal, sobre todo el género humano, es decir, fueron separados de la presencia del Señor, se hizo menester que la humanidad fuese rescatada de esta muerte espiritual” (Alma 42:9).

Alma iguala claramente el ser separados de la presencia del Señor con la muerte espiritual, y amplía la muerte espiritual a una forma de ser. El énfasis existencial de Alma es muy importante ya que es una contraparte crítica para entender la vida eterna como ser de ánimo espiritual. Alma explica que a causa de la caída, la muerte espiritual vino sobre todos, pero que debido a la expiación de Cristo, esta muerte no era permanente y podemos volver a la presencia de Dios: “Por tanto, ya que se habían vuelto carnales, sensuales y diabólicos por naturaleza, este estado de probación llegó a ser para ellos un estado para prepararse; se tornó en un estado preparatorio. Y ten presente, hijo mío, que de no ser por el plan de redención (dejándolo a un lado), sus almas serían miserables en cuanto ellos murieran, por estar separados de la presencia del Señor” (Alma 42:10-11). Debido a la redención de Cristo podemos revertir esta muerte al ser nacidos de Dios, llegando a estar vivos espiritualmente y ser restaurados a la presencia de Dios.

Sin la expiación que da la posibilidad de nacer de Dios y tener nueva vida mediante Cristo, nuestro estado como seres caídos e impuros nos consignaría a estar separados de la presencia de Dios para siempre: “ Y así vemos que toda la humanidad se hallaba caída, y que estaba en manos de la justicia; sí, la justicia de Dios que los sometía para siempre a estar separados de su presencia. Ahora bien, no se podía realizar el plan de la misericordia salvo que se efectuase una expiación; por tanto, Dios mismo expía los pecados del mundo, para realizar el plan de la misericordia, para apaciguar las demandas de la justicia, para que Dios sea un Dios perfecto, justo y misericordioso también” (Alma 42:14-15).

Cristo nos da la oportunidad de escoger. Como lo testificó Lehi, somos libres “para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo” (2Nefi 2:27). En su plática con Coriantón, Alma desarrolla los mismos temas que se hallan en las enseñanzas de Lehi (capítulo dos de 2 Nefi) acerca del albedrío, la justicia y el arrepentimiento. Alma usa las aguas de vida como una imagen de Cristo y su expiación en vez de usar el árbol al que Lehi invita a que venga su familia (1 Nefi 8), pero los dos enseñan el mismo principio. Nosotros decidimos si vivimos o morimos: “Por tanto, oh hijo mío, el que quiera venir, puede venir a beber libremente de las aguas de la vida; y quien no quiera venir, no está obligado a venir; pero en el postrer día le será restaurado según sus hechos” (Alma 42:27).

Alma invita a Coriantón a que escoja vivir, a nacer de nuevo, a vivir en la presencia de Dios. Lo invita a hacer lo que él ha hecho para encontrar el gozo y la vida al probar el fruto del arrepentimiento y luego compartirlo con los demás: “Y ahora bien, oh hijo mío, eres llamado por Dios para predicar la palabra a este pueblo. Ve, hijo mío; declara la palabra con verdad y con circunspección, para que lleves almas al arrepentimiento, a fin de que el gran plan de misericordia pueda reclamarlas” (Alma 42:31). Coriantón es libre de escoger y una vez que él pruebe el fruto también deseará que los demás vengan y lo prueben también.

Aunque parezca que la invitación a predicar el arrepentimiento sea algo común y corriente, dadas las experiencias que Alma volvió a contar en estos capítulos y que lo condujo a su propio arrepentimiento—a probar el gozo y nacer otra vez—esta invitación final a Coriantón es la invitación a seguir los pasos de su padre en el mayor de los llamamientos: “Sí, y desde ese día, aun hasta ahora, he trabajado sin cesar para traer almas al arrepentimiento; para traerlas a probar el sumo gozo que yo probé; para que tembién nazcan de Dios y sean llenas del Espíritu Santo” (Alma 36:24). Alma ha encontrado vida en Cristo, y quiere que todos sus hijos y todos los hijos del Padre Celestial encuentren esa vida también. Ser nacidos de Dios y ser llenos del Espíritu Santo son el fruto gozoso de la fe en Cristo y del arrepentimiento.

Conclusión

En los capítulos 32-33 de Alma, éste comparó la palabra a una semilla que plantamos. La palabra que Alma compartió y que pidió que Coriantón compartiera es las buenas nuevas de que podemos tener eterna vida por medio de Jesucristo. Nacemos otra vez a esta nueva vida al hacer convenios y recibir el don del Espíritu Santo, pero probar el sumo gozo del fruto del arrepentimiento no durará si no continuamos por el sendero de los convenios, del arrepentimiento y la santificación. Los comentarios de Alma en esos capítulos aclaran que plantar en nuestros corazones la palabra de la redención de Cristo y cultivarla con fe, paciencia, diligencia y longanimidad es un proceso a largo plazo que al final nos permitirá experimentar no tan solo un momento en la presencia de Dios al nacer otra vez, sino un futuro estado de ser por haber nacido de Dios y experimentar gozo eterno como herederos de la vida eterna. “Quisiera que plantaseis esta palabra en vuestros corazones, y al empezar a hincharse, nutridla con vuestra fe. Y he aquí, llegará a ser un árbol que crecerá en vosotros para vida eterna” (Alma 33:23). El élder D. Todd Christofferson explica: “Volver a nacer, a diferencia del nacimiento físico, es más un proceso que un acontecimiento, y el dedicarnos a ese proceso es el propósito central de la vida terrenal. A su vez, no nos justifiquemos en un esfuerzo casual; no nos conformemos con mantener cierta disposición a hacer lo malo. Participemos dignamente de la Santa Cena cada semana y recurramos al Espíritu Santo para eliminar los últimos vestigios de impureza en nosotros. Testifico que a medida que sigan en el sendero del renacimiento espiritual, la gracia expiatoria de Jesucristo borrará sus pecados y la mancha de esos pecados, las tentaciones perderán su atractivo y por medio de Cristo, llegarán a ser santos, tal y como Él y nuestro Padre son santos”. [8]

Recurrir “al Espíritu Santo para eliminar los últimos vestigios de impureza en nosotros” dará frutos. Si seguimos junto al árbol y continuamos participando del fruto del arrepentimiento, seremos transformados. Al seguir con Cristo, fieles a nuestros convenios, podemos seguir estando llenos del Espíritu Santo en el presente, siguiendo en la presencia de Dios, hasta que llegue el tiempo “cuando él aparezca, [y] seamos semejantes a él, porque lo veremos tal como es; para que tengamos esta esperanza; para que seamos purificados así como él es puro” (Moroni 7:48).

Notas

[1]- Russell M. Nelson, “El gozo y la supervivencia espiritual” Liahona, noviembre de 2016.

[2]- GEE, Nacer de Dios, Nacer de Nuevo, página 144.

[3]- Ver de Jennifer C. Lane, “The Presence of the Lord,” en The Things Which My Father Saw: Approaches to Lehi’s Dream and Nephi’s Vision (Salt Lake City: Deseret Book, 2011), páginas 119-134.

[4]- James E. Faust, “Born Again,” Ensign, mayo de 2001, página 55; énfasis agregado.

[5]- David A. Bednar, “Os es Necesario Nacer de Nuevo,” Liahona, mayo de 2007.

[6]- Ezra Taft Benson, “Born of God,” Ensign, noviembre de 1985, página 6 énfasis agregado.

[7]- David A. Bednar, “Os es Necesario Nacer de Nuevo,” Liahona, mayo de 2007.

[8]- D. Todd Christofferson, “Nacer de Nuevo,” Liahona, mayo de 2008; énfasis agregado.