Moroni y Pahorán

OraLyn Moran

OraLyn Moran (oralyn.moran@gmail.com) enseña el inglés como segundo idioma en el Departamento de Lingüística y el Idioma Inglés de la Universidad Brigham Young. (BYU)

El texto del Libro de Mormón nos proporciona una larga lista de personajes. A través del curso de la narración sabemos rápida y claramente quiénes de esas antiguas personas fueron justas y cuales fueron inicuas. Esto nos ayuda de forma tal que aún desde niños queremos ser como Nefi, Alma y Mormón, y se nos advierte a evitar los errores y las iniquidades de Laman, Korihor y Amalickíah.

Sin embargo, hay un caso en donde vemos a dos hombres presumiblemente justos en conflicto: El capitán Moroni y el gobernador Pahorán (ver Alma 61). Esto causa un conflicto interno para nosotros también. Muchos han escrito muy bien sobre este tema, con la interpretación predominante favoreciendo a Pahorán. Con el espíritu de análisis académico, este artículo ofrecerá otra interpretación, con la esperanza de que brinde una idea diferente sobre los hechos y el carácter de cada hombre y que sea congruente con el evidente respeto de Mormón hacia el capitán Moroni. Adicionalmente, este artículo mostrara la forma en que ciertos lentes culturales pueden influir inadvertidamente en nuestra interpretación del por qué cada hombre reaccionó en la forma en que lo hizo. Hay varias lecciones que se pueden aprender desde esta nueva perspectiva.

Hugh Nibley nos da uno de los mejores ejemplos del conflicto interno que sentimos con respecto a Moroni y Pahorán. El 19 de agosto de 1983, dio el discurso de graduación en BYU que titiuló: “Leaders to Managers: The Fatal Shift” [De Líderes a Gerentes: El Cambio Fatal]. [1] Allí explica la forma en que Amalickíah era un gerente más bien que un líder y lo compara con el liderazgo carismático de Moroni. “Por supuesto, hermanos, tomemos al Capitán Moroni como nuestro modelo, y nunca olvidemos por lo que luchó: los pobres, los marginados y los despreciados; contra lo que luchó: el orgullo, el poder, la riqueza y la ambición; o cómo luchó; como el enemigo generoso, considerado y magnánimo, un líder en todos los sentidos”. Después, en el año 1990, en el libro Warfare in the Book of Mormon, Nibley, ante lo que parece ser una audiencia más informal, otra vez se refiere a Moroni en el contexto de comentar sobre la guerra. Esta vez el tono de Nibley es más imponente que brillante: “Un buen ejemplo es Moroni que se siente superior cuando escribe a Pahorán. Hablando como un general en medio de la guerra, está enojado y escribe cartas muy indiscretas”. [2]

Estas citas parece que se contradicen entre sí en el tono y en el contenido. Aunque Nibley de seguro podría explicar la aparente incongruencia si estuviera presente hoy, tal incongruencia parece verse reflejada en la población general de Santos de los Últimos Días y en la forma en que muchos de nosotros todavía vemos al capitán Moroni. Oficialmente, el capitán Moroni es un líder estelar. Lambert, en la entrada de Moroni en Book of Mormon Reference Companion, caracteriza a Moroni como un impresionante estratega militar, un gran patriota y un líder en rectitud. [3] Muy semejante al discurso de graduación de Nibley, reconocemos sus grandes cualidades. Sin embargo, muchos de nosotros tenemos algo de ambivalencia, al menos, hacia Moroni cuando llegamos a su interacción con Pahorán. Aunque probablemente no usaríamos los términos “se siente superior” y “está enojado” consideramos que su carta es un error y una sobre reacción emocional. Suponemos que debemos admirarlo, porque Mormón aclara que él es un ejemplo de lo mejor de los hombres. En consecuencia, en nuestros comentarios sobre la interacción entre Moroni y Pahorán decimos cosas tales como: “Moroni en realidad era un buen hombre, pero se equivocó.” No podemos imaginar cómo alguien con un amor incondicional podría escribir una carta como esa a otro miembro de la Iglesia justo. Sin embargo, en esta ambivalencia, estamos en desacuerdo con Mormón, quien puso a Moroni como el tipo de hombre por emular y para sacudir los cimientos del infierno. Su recomendación es incondicional y sin matices.

Curiosamente, no tenemos tales sentimientos encontrados con respecto a Pahorán. Hablamos del “principio de Pahorán”, lo que significa que no debemos ofendernos cuando se nos contradiga, sino responder con gentileza. Mucho se ha escrito sobre esto, y por cierto es algo bueno que debemos “obtener” del relato. Lo consideramos como una víctima de las difíciles circunstancias fuera de su alcance cuando parte de su pueblo tomó el control del gobierno. A pesar de toda esta adversidad, es capaz de contestar a las acusaciones y las amenazas de Moroni con ecuanimidad y gracia. Parece personificar la longanimidad y el amor incondicional. Eso ciertamente lo hace parecer grandioso. Si Mormón no hubiera declarado específicamente el gran hombre que era el Capitán Moroni, la mayoría de nosotros pensaría que Pahorán era igual de grande, si no es que más.

Mormón y el Capitán Moroni

Eso contrasta bruscamente con las ideas de Mormón. Tal parece que Mormón estableció una temprana relación con el capitán Moroni. En Alma 43:16-17, primero identifica a Moroni como el recién nombrado capitán en jefe de todos los ejércitos nefitas. En estos versículos él enfatiza que Moroni “no tenía más que veinticinco años de edad cuando fue nombrado capitán en jefe de los ejércitos de los nefitas.” Es interesante, dada la propia juventud de Mormón al ser designado capitan en jefe, el que Mormón enfatice la juventud de Moroni. También es interesante tomar nota que en “los capítulos de la guerra” (como comúnmente nos referimoa a Alma 43-63) el registro de Mormón se vuelve mucho menos compendiado. Vemos más detalles por año. Moroni aparece en la escena en el decimoctavo año de los jueces y designa a su hijo como su reemplazo en el trigésimo quinto año de los jueces. Así que se cubren 17 años en 20 capítulos. Mientras que el libro completo de Alma está en más detalle, los capítulos de la guerra presentan poca predicación de la doctrina. Presumiblemente Moroni desea ilustrar la doctrina en lugar de predicarla. En Alma 48: 17-18 Mormón dice: “si todos los hombres hubieran sido, y fueran y pudieran siempre ser como Moroni, he aquí, los poderes mismos del infierno se hubieran sacudido para siempre.” Entonces compara al capitán Moroni con Alma y sus hijos y los hijos de Mosíah: “porque todos ellos eran hombres de Dios.” Enseguida, menciona específicamente a Helamán y sus hermanos al declarar que “no prestaban menor servicio que Moroni” (verso 19). Quizás Mormón hace más lento su relato para ilustrar y subrayar lo que significa ser un hombre de Dios.

Surgen las preguntas de por qué Mormón tomó las decisiones editoriales que hizo. ¿por qué incluyó las cartas de y para Pahorán? ¿Lo hizo para apoyar su declaración de que Moroni era un hombre de Dios, o debían mostrar, como lo han dicho muchos de nuestra dispensación, que aún los grandes hombres cometen errores? No hay nada en la narración de Mormón que apoye la última pregunta. No hay disculpas por parte de Moroni, ni siquiera ningún indicio de disgusto, solo regocijo al descubrir que Pahorán no es un traidor. Además, parece inusual que Mormón presente a Moroni en términos tan superlativos, y luego incluya su carta a Pahorán, si la intención era mostrar lo que vemos como el resentimiento del capitán Moroni.

Otro problema con el punto de vista de que “Moroni puede fallar” se relaciona con el carácter que Moroni ha mostrado hasta ahora. Moroni siempre se guió por los principios. Desde los inicios de su jefatura muestra su humildad al acudir al profeta Alma para preguntar a donde debían marchar los nefitas para defenderse mejor de los lamanitas (ver Alma 43: 23-24). La integridad de la causa de los nefitas es lo principal en su mente y determina sus acciones. “y sabiendo también que el único deseo de los nefitas era preservar sus tierras, su libertad y su iglesia, no consideró, por tanto, que fuera pecado defenderlos mediante la estratagema” (Alma 43: 30). Cuando los nefitas se amedrentaron al enfrentar a las hordas lamanitas, el capitán Moroni “inspiró sus corazones con estos [mismos] pensamientos, sí, pensamientos de sus tierras, de su libertad, sí de estar libres del cautiverio.” (Alma 43: 48). Esta pasión por una defensa justa, finalmente se convierte en el estandarte de la libertad, que llega a ser la declaración de la misión de toda la nación nefita, guiándolos a través de tiempos muy difíciles a una victoria suprema y justa. Este liderazgo consistente y justo no suena como cualidad de alguien que impulsivamente escribiría una carta ofensiva. El control de Moroni está bien documentado en su capacidad para detenerse en medio del fragor de la batalla y ofrecerles paz a los lamanitas (ver Alma 43:51-54). En Alma 48:11-13, Mormón dice

Y era Moroni un hombre fuerte y poderoso, un hombre de un entendimiento perfecto; sí, un hombre que no se deleitaba en derramar sangre; un hombre cuya alma se regocijaba en la libertad e independencia de su país, y en que sus hermanos se libraran de la servidumbre y la esclavitud;

sí, un hombre cuyo corazón se henchía de agradecimiento a su Dios por los muchos privilegios y bendiciones que otorgaba a su pueblo; un hombre que trabajaba en gran manera por el bienestar y la seguridad de su pueblo.

Sí, y era un hombre firme en la fe de Cristo; y había jurado defender a su pueblo, sus derechos, su país y su religión, aun cuando tuviera que derramar su sangre.

Un hombre así, un hombre de perfecto entendimiento, un hombre firme en la fe de Cristo, no dejaría que su temperamento le quitara lo mejor de él. Mormón vio a Moroni como un hombre que controlaba sus emociones en la batalla, como también en su interacción con Pahorán.

Nuestro Punto Ciego Cultural

Sin embargo, Pahorán atrae nuestra simpatía. Su respuesta es mesurada y pacífica. Explica su problema: algunos de los de su pueblo lo han expulsado del control del gobierno. Sentimos su difícil situación y creemos que ha estado haciendo su mejor esfuerzo, dadas las circunstancias. ¿Comparte Mormón el compendiador, nuestros sentimientos?

Para contestar esa pregunta necesitamos hacer una búsqueda interna en las partes de nuestra cultura que nos dan el marco de referencia para la interpretación. Primero, todas las guerras y dificultades sufridas por los nefitas nos parecen muy lejanas. No sentimos el temor a morir con el que lucharon a diario los nefitas. No sentimos el hambre que los dos mil jóvenes guerreros sufrieron mientras se esforzaban por defender sus tierras. No lloramos por la pérdida de hermanos, hermanas, madres, padres e hijos que fueron capturados, esclavizados y asesinados por los lamanitas. Esas son cosas que los pueblos del Libro de Mormón entendieron, pero que la mayoría de nosotros no. Por lo tanto, es muy fácil para nosotros sentarnos en nuestro propio "estupor irreflexivo" al interpretar las acciones y hacer juicios.

Segundo, nuestra cultura nos prepara para sentir simpatía por Pahorán y culpar a Moroni. Nosotros, como sociedad, somos susceptibles a los pretextos independientemente de sus méritos. En un famoso estudio psicológico que se conoce como el "Estudio de la copiadora", la Dra. Ellen J. Langer demostró que aceptamos casi cualquier pretexto cuando el costo para hacerlo es bajo. En el estudio, la doctora Langer estacionó una "planta" en una concurrida oficina de la escuela de postgrado. Esto fue en los años setenta y ochenta, cuando las personas dependían de la copiadora en lugar de una impresora de computadora para sacar copias. La “planta” se acercaría a la persona que hacía las copias y le pediría “meterse" para hacer copias. Alrededor del 60 por ciento del tiempo se le permitió la interrupción. Probablemente creamos que es una señal de nuestra bondad y empatía que aceptemos la solicitud de alguien en base a su urgencia. Sin embargo, la Dra. Langer fue un paso más allá. La “planta” pediría de nuevo interrumpir a alguien en la copiadora, pero díría como pretexto "porque tengo que sacar copias". Incluso con una razón tan sin sentido (ya que todos tenían que sacar copias), la gente se hizo a un lado casi el 95 por ciento del tiempo. Nuestro ser interno nos impele a aceptar los pretextos. La Dra. Langer descubrió que los pretextos sin sentido perdían su poder únicamente cuando la “planta” tenía que sacar una gran cantidad de copias. En ese momento, las personas vieron un costo mayor para sí mismas y se volvieron más perspicaces sobre el pretexto. [4]

El Caso de Pahorán

El “estudio de la copiadora” tiene grandes implicaciones para nosotros al juzgar el conflicto entre Pahorán y Moroni. Pahorán ofreció una excusa (o pretexto) para su comportamiento. En Alma 61:3 Pahorán explica que los del pueblo “se han sublevado contra mí.” Explica su dilema y lo aceptamos, naturalmente, y muchas veces agregamos una buena cantidad de simpatía. Desafortunadamente, a esa clase de simpatía la acompaña la recriminación contra Moroni y sus acusaciones. Una vez que conocemos el pretexto y lo aceptamos, Moroni empieza a verse como mal portado. Aceptar el pretexto no nos cuesta nada, porque no sentimos las mismas amenazas, el hambre y el sufrimiento que los nefitas padecieron. Sin embargo, si nos ponemos a revisar a Pahorán y el valor de su pretexto o razón desde la perspectiva de quienes estaban sufriendo las consecuencias, de manera inevitable, comenzamos a ver al capitán Moroni en mucho mejores términos.

Algunos de los primeros en pagar el precio por la incapacidad de Pahorán para enviar tropas y suministros fueron los 2,060 jóvenes guerreros. Presumiblemente, eran jóvenes en edad de seminario (o aun menores) que fueron enviados a pelear en una guerra de hombres. Después de luchar valiente y vigorosamente, se les dejó sin alimentos, sin refuerzos y sin comunicaciones que les dijeran el porqué. Alma 58:7 dice: “Y sucedió que esperamos en estas difíciles circunstancias por el espacio de muchos meses, hasta que estábamos a punto de perecer por falta de alimentos.” Este no es el hambre exagerado con el que bromeamos con los adolescentes que están creciendo. Esos jóvenes estaban a punto de morir de hambre. Cuando se les enviaron los refuerzos, el número no solamente era inadecuado, sino vergonzosamente inadecuado. Quizás si Arnold Frieberg hubiera pintado a dos mil jóvenes guerreros enflaquecidos marchando a luchar en la batalla, empezaríamos a entender la injusticia. ¿Les habría ayudado saber el porqué no estaban recibiendo más ayuda? Ciertamente les habría ayudado a planificar que hacer. Aunque un pequeño contingente de hombres pudo llegar hasta ellos, no les llegó un mensaje de Pahorán.

Si hiciéramos una analogía actual, sería como si enviáramos dos mil estudiantes de seminario a Afganistán a pelear en la guerra y luego los abandonáramos sin avisarles el por qué. ¿Habría podido Pahorán al menos haberles notificado el problema? Si pudo enviar un pequeño contingente de hombres, ciertamente podría haberles escrito para que al menos supieran que no habían sido olvidados. Les debemos eso a nuestros jóvenes, y los nefitas se lo debían a los suyos.

El siguiente grupo afectado por el silencio de Pahorán fueron los habitantes de la ciudad de Nefíah. Debido a que Moroni no había sido informado del problema con el gobierno, la ciudad de Nefíah cayó. Nosotros leemos eso como un evento más en el relato de la guerra. Sin embargo, los nefitas conocían a las personas que perdieron la vida debido a la “extremada mortandad.” (Alma 59:7) Si Moroni hubiera sabido del problema en Zarahemla, podría haber protegido mejor al pueblo de Nefíah, y muchas vidas se habrían salvado. Si esas vidas perdidas hubieran sido las de nuestros hermanos o hermanas, ciertamente revisaríamos con más cuidado la razón de Pahorán para no reforzar la ciudad.

Conocemos las razones por las que Pahorán no mandó refuerzos. No sabemos el por qué no mandó cartas informando al pueblo del problema. Podríamos pensar que sus mensajeros habían sido capturados. Sin embargo, sabemos “que poco después que hubo enviado su epístola al gobernador del país, Moroni recibió una epístola de Pahorán, el gobernador” (Alma 61:1). Nos queda el preguntarnos por qué pudo responder rápidamente a una amenaza de Moroni, pero no a las solicitudes de ayuda.

En su respuesta a Moroni, Pahorán declara: “me hallaba algo inquieto concerniente a lo que deberíamos hacer, si sería justo marchar contra nuestros hermanos” (Alma 61:19). Dos milenios después podemos leer este versículo y admirar el deseo de Pahorán de tomar la decisión correcta. Sin embargo, sus contemporáneos deben haber tenido dudas al respecto. Como diez años antes, durante la judicatura de Nefíah (el padre de Pahorán), el capitán Moroni tuvo que ordenar la ejecución de “todo amalickíahita que se negaba a hacer convenio de sostener la causa de la libertad” (Alma 46:35). Luego cinco años antes, los realistas se levantaron contra el recién elegido Pahorán. Otra vez, “Moroni dio órdenes de que su ejército marchara contra aquellos realistas para abatir su orgullo y su grandeza, y humillarlos hasta el polvo, o hacerles tomar las armas y apoyar la causa de la libertad” (Alma 51:17). Seguramente Pahoran no dudó de la justificación de ir contra sus hermanos en estas ocasiones pasadas. ¿Por qué dudaría al respecto en esta nueva pero ya conocida situación? Además, nos preguntamos si Pahorán recurrió a Dios en busca de guía para esta decisión como lo hizo Moroni.

Fortaleza y Debilidad

Al tener todo esto en mente, Pahorán se convierte en una persona más desconcertante. ¿por qué pondría en duda la justificación de ir contra sus hermanos si ya se había hecho dos veces? ¿Por qué se rebelaron los realistas por primera vez cuando Pahorán fue instalado como gobernador y otra vez cuando Moroni no estaba allí para respaldarlo? ¿Lo pensó Pahoran? ¿Por qué no habría de informar a toda la nación nefita de la rebelión en vez de limitar su proclamación a "esta parte de la tierra" (Alma 61:6)? ¿Por qué no informaría de inmediato el golpe a sus ejércitos para que entendieran por qué no venían más refuerzos en lugar de dejarlos languidecer en un estado de hambre? ¿Por qué se requirieron las muertes de muchos de sus ciudadanos, a quienes había jurado proteger, y la consecuente carta amenazante del Capitán Moroni antes de compartir el problema con su capitán en jefe?

Las respuestas a estas preguntas pueden revelar en Pahorán lo que muchos de nosotros hallamos en nosotros mismos. Lo respetamos correctamente debido a su “longanimidad” al no vilipendiar contra las acusaciones y las amenazas de Moroni. Valoramos su ejemplo al tomar en cuenta la contención y la ira que vemos frecuentemente en nuestra época. Pero, ¿qué pasaría si su mayor fortaleza (la longanimidad) fuera también su mayor debilidad (la pasividad)? Si sus enemigos supieron que era al menos un poco pasivo, estuvieron muy ansiosos de aprovecharse de eso cuando llegó a ser el gobernador y otra vez cuando su capitán en jefe estaba ocupado en otras partes. Si él sabía que los ejércitos necesitaban apoyo, pero no sabía cómo hacérselos llegar, él pudo haber enviado pequeñas cantidades de suministros y tropas ("lo mejor que pudiera") sin explicar por qué. Pudo tratar de arreglar el problema él mismo "en esta parte de la tierra", sin querer distraer al Capitán Moroni y a los otros ejércitos. Si amaba la paz pero no estaba seguro de como imponerla, se preocuparía por la justificación de ir en contra de sus hermanos. Y una vez que su capitán en jefe presentara un plan fuerte para corregir la situación, lo aceptaría y lo alentaría. Además de ser un excelente ejemplo de longanimidad, tal vez Pahoran también sirva como un ejemplo precautorio de lo que el élder Dallin H. Oaks describió como el peligro de que nuestras fortalezas se conviertan en nuestra caída. [5] Pero Pahoran también ilustra la declaración del élder Richard G. Scott de que "el Señor ve las debilidades de manera diferente a como ve las rebeliones". [6]

Parece que Moroni y Mormón consideran que Pahorán es un buen hombre. El corazón de Moroni “cobró ánimo y se llenó de un gozo sumamente grande a causa de la fidelidad de Pahorán, de que no era él también un traidor a la libertad ni a la causa de su patria” (Alma 62:1). Y Mormón escribe que trabajando juntos “Moroni y Pahorán habían restaurado la paz a la tierra” (Alma 62:11). Pero Mormón claramente ve a Moroni como el hombre “fuerte” y “poderoso” (Alma 48:11) “y en resistir la iniquidad” (Alma 48:16) al punto de decir “que si todos los hombres hubieran sido, y fueran y pudieran siempre ser como Moroni, he aquí, los poderes mismos del infierno se habrían sacudido para siempre; sí, el diablo jamás tendría poder sobre el corazón de los hijos de los hombres” (Alma 48: 17).

Aunque la carta de Moroni era muy severa en el contexto de la Iglesia, en el contexto de pérdida de vidas, la inanición de la juventud valiente y la guerra, podemos empezar a entender que la carta fue inspirada y la forma en que de hecho, sacudió los poderes del infierno. Esta interpretación muestra que Paohrán era un buen hombre. Sin embargo, a pesar de la interpretación, sus acciones no pueden verse como que sacudieron los poderes del infierno, excepto cuando trabajó de acuerdo con Moroni. Quizás es por eso que el nombre de Pahorán no fue incluido en la lista de Mormón de los otros hombres de Dios que “no prestaban menos servicio” (Alma 48:18-19)

¿Por Qué es Importante?

Muchos podrían preguntar el por qué es importante que distingamos entre Moroni y Pahorán. El Señor contesta la pregunta por medio de Isaías: “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno malo; que ponen tinieblas por luz, y luz por tinieblas; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (2 Nefi 15:20). Mormón aclara que el capitán Moroni es un ejemplo digno de ser seguido, pero no dice lo mismo de Pahorán. Es importante que lo entendamos para que no sigamos el ejemplo equivocado.

También es importante para nosotros el entender nuestra debilidad cultural de aceptar los pretextos. Esto no significa que no debamos sentir compasión hacia los demás. Sin embargo significa que debemos discernir entre la compasión y la lástima. En muchos casos de las escrituras, incluso el de Moroni y Pahorán, el Señor nos muestra que debemos estar dispuestos a ayudar a todos los que estén dispuestos a intentarlo. Pahorán expresa el deseo de luchar contra los realistas, aunque no había logrado reunir la suficiente fuerza para hacerlo. El capitán Moroni se dedicó a reunir a la gente para reforzar a Pahorán, y tuvieron éxito al derrotar a los realistas. El Salvador también ilustró este tema con la mujer hallada en pecado. Él no aprobó el pecado de ella (“ve y no peques más” indica que ella estaba en pecado). Sin embargo, le dio la oportunidad de arrepentirse. Nosotros, también, deberíamos estar dispuestos a trabajar con las debilidades, sean las nuestras o las de los demás.

Este es un concepto importante porque, si no lo entendemos, podemos confundirnos en la forma de mostrar el amor. Con frecuencia pensamos que debemos aceptar las excusas o pretextos a fin de mostrar amor. Cuando lo hacemos tendemos a seguir el mismo patrón de recriminación y simpatía que muchos han mostrado respectivamente con Moroni y Pahorán. Vemos por medio de Moroni que si el pretexto permite que continúe el comportamiento indeseable, no debemos permitirlo. Así como la misericordia no puede robar a la justicia, la responsabilidad debe acompañar a la compasión.

El relato de Pahorán también sirve como advertencia sobre cómo una fortaleza sin control también puede ser una debilidad. Ciertamente, su lentitud para la ira es digna de emularse en nuestra época. Por otro lado, su aparente pasividad de igual manera es una advertencia para nosotros para no buscar la paz a cualquier precio.

Finalmente, como educadores de religión debemos demostrar la lección de que estamos para defender y apoyar a nuestros jóvenes. Ellos deben saber que mientras cumplan su deber rectamente, haremos todo lo que podamos para apoyarlos y socorrerlos. Hacer algo menos que esto, seguramente sería desagradable ante Dios.

Los hombres semejantes a Pahorán pueden ofrecernos ánimo. Aunque nuestras fortalezas todavía sean nuestras debilidades, podemos saber que al esforzarnos por cumplir nuestro deber, el Señor aceptará nuestras ofrendas aunque todavía no tengamos la fuerza del capitán Moroni. La mayoría de nosotros no nacimos con esa clase de fuerza y voluntad. Pero con paciencia, trabajo y la gracia de Dios, lo bueno en nosotros puede llegar a ser grandioso.

Quizás el revisar cómo es que llegué a estas ideas sugiera mejores y más completas aplicaciones de los principios que hemos comentado aquí. Llegaron como resultado de mi capacitación académica y la experiencia personal. He enseñado el inglés como segundo idioma durante muchos años y he aprendido la importancia de la conciencia cultural, de la propia así como de otras culturas. Un ejemplo lo ilustrará: hace varios años una pareja de misioneros mayores estaba sirviendo en un país de América Latina. Los correos electrónicos enviados a su familia y amigos mostraban las frustraciones típicas de los problemas de aprender otro idioma. Pero también comentaron varias veces la forma en que la gente se sentaba fuera de sus casas a ver pasar el tráfico. No podían entender que la gente encontrara tan entretenido el tráfico, y sus correos empezaron a reflejar un poco de desdén. Dos de las personas a las que les escribieron, que sabían algo de la cultura latina, les contestaron explicándoles que la cultura americana es de hacer y que la cultura latina es de ser. La gente no se sentaba a ver pasar el tráfico porque fuera algo entretenido o porque fuera perezosa. Lo hacían para darles la oportunidad de hablar con otras personas y establecer amistades, de la misma forma en que la gente de Estados Unidos lo hizo décadas atrás al sentarse en los porches de sus casas. Cuando la pareja de misioneros comprendió esta diferencia fundamental, se dieron cuenta de que habían estado ofendiendo a la gente al limitar sus visitas a unos cuantos minutos para no abusar de su tiempo. El nuevo conocimiento cultural, de su propia cultura y la latina, les permitió llegar a ser más eficaces como misioneros y a amar a la gente con mayor comprensión.

Al tratar de entender los relatos de las escrituras, debemos tener en mente que el pasado, de muchas maneras, es un país diferente. Aunque no podamos describir lo que es la cultura, nos es útil, al menos, entender nuestras propias tendencias culturales. Esto forma la estructura por la cual interpretamos los significados.

Además de entender las diferencias culturales debido a mi profesión, la experiencia personal me ha dado las mayores lecciones. Hubo una experiencia en particular que me inició en el camino de ver el mundo de otra manera. Sucedió hace años mientras pasaba por una experiencia muy difícil. . Decidí que iría al templo y le volcaría mi alma al Padre Celestial, y esperaba que él me consolara (me tuviera lástima). Pero me esperaba una gran sorpresa. Para mi asombro me di cuenta que Dios no me tenía lástima. Me pregunté el por qué y me di cuenta que era debido a que me iría tan bien que la lástima no era parte del asunto. Esa experiencia fue la primera de muchas que lentamente me enseñaron que la lástima es exactamente lo contrario que el respeto; no se puede respetar a alguien a quien se le tiene lástima. Aprendí que los pretextos son un recurso barato para la lástima. Por otra parte, aprendí que Dios tiene gran compasión. La diferencia es que con la compasión siempre existe la esperanza de mejorar. El respeto es algo fundamental para la compasión. Cuando a alguien se le tiene lástima, no se espera que él o ella mejore. En ese sentido, es algo condenatorio; es muy difícil ayudar a alguien a levantarse si se le tiene lástima. Y cuando aceptamos los pretextos en base a la lástima; validamos en esa persona la sensación de impotencia y desesperanza. Las personas a quienes les tenemos lástima creen que no pueden hacer algo mejor porque nadie se los requiere.

Todo esto se le aplica al capitán Moroni porque él creía que todos son capaces de decidir lo correcto. Les dio a sus enemigos bastantes oportunidades de hacer las decisiones correctas al deponer sus armas y hacer convenio de guardar la paz. Y cuando Pahorán se quejó por lo “difícil” de su situación, pero mostró su disposición de seguir el plan de Moroni una vez que lo hubo preparado, Moroni trabajó para ayudarle a lograrlo. Al igual que Nefi, Moroni sabía que a cada persona se le da el derecho de actuar por sí mismos y no para que se actúe sobre ellos (ver 2 Nefi 2:26), y esperaba que los demás hicieran lo mismo. Mostró compasión hacia Pahorán al ayudarle a llenar esa medida. Y como maestros de religión, podemos hacer lo mismo para nuestros alumnos. Podemos mostrar que tenemos fe en la capacidad de cada estudiante para vencer y triunfar al ayudarle a él o ella a lograr las metas elevadas que el Señor nos ha dado. Al dejar de creer y depender en los pretextos, podremos acelerar la obra del Señor y hasta ayudar a sacudir los cimientos del infierno.

Notas

[1]- Hugh W. Nibley, “Leaders to Managers: The Fatal Shift,” Dialogue 16 núm. 4 (invierno de 1983)

[2]- Hugh B. Nibley, “Warfare and the Book of Mormon,” en Warfare and the Book of Mormon, editado por Stephen D. Rocks y William J. Hamblin (Salt Lake City: Deseret Book: Provo, UT: FARMS, 1990), página 130.

[3]- Neal E. Lambert, en Book of Mormon Reference Companion, editado por Dennis L. Largey (Salt Lake City: Deseret Book, 2003), páginas 556-557.

[4]- Philip J. Hilts, “Scientist at Work: Ellen J. Langer; A Scholar of the Absent Mind,” New York Times del 23 de septiembre de 1997.

[5]- Dallin H. Oaks, “Our Strengths Can Become Our Downfall,” Ensign Octubre 1994 páginas 11-19.

[6]- Richard G. Scott, “La fortaleza personal mediante la expiación de Jesucristo” Liahona Noviembre de 2013.

Artículo publicado en Religious Educator 15 núm 3 (2014) páginas 103-115.