Lo que Aprendemos de los Mensajes de Alma a Sus Hijos

Richard G. Moore

Richard G. Moore (bromoore@gmail.com) es instructor jubilado de Seminarios e Institutos y es miembro del grupo Richard L. Evans en la Oficina de Extensión Religiosa de BYU.

pintua de la transformación de Alma hijoLa transformación de Alma hijo, de ser una persona “tratando de destruir la iglesia de Dios” a ser un profeta poderoso espiritualmente, fue dramática y extraordinaria.

La transformación de Alma hijo, de ser una persona “tratando de destruir la iglesia de Dios” (Alma 36:6) a ser un profeta poderoso espiritualmente, fue dramática y extraordinaria. Pasar de estar entre “los más viles pecadores” a desear ser como un ángel (Mosíah 28:4; Alma 29:1) a fin de poder hablar con mayor poder, demuestra el impacto eficaz y absoluto que el arrepentimiento, mediante la fe en la Expiación de Cristo, puede ejercer en cualquier hombre. La conversión de Alma comienza con la aterradora aparición de un ángel, declarándole a Alma con una voz de trueno que si no cesaba en sus esfuerzos por destruir la Iglesia, traería la destrucción sobre sí mismo.

Al pasar de los años, he oído a los estudiantes decir cosas como: “Si un ángel se me apareciera, ¡yo también cambiaría!” Algunas veces preguntan: “¿Porqué no manda Dios un ángel a cada persona, para que todos crean y se arrepientan?” Normalmente les respondía explicándoles acerca de la omnisciencia de Dios, que sabe perfectamente lo que es mejor para cada uno de sus hijos. El élder Bruce R. McConkie explicó: “Excepto en circunstancias milagrosas e inusuales, como sucedió con Alma, el renacimiento espiritual es un proceso. No ocurre instantáneamente. Sucede gradualmente”.[1] Esos casos raros son tan sorprendentes que “se escriben en las escrituras”[2] son reales, pero no son la norma.

El Presidente James E. Faust nos recordó:

Sería una gran bendición el recibir instrucción de un ángel; no obstante, como nos enseñó Alma, su conversión final y perdurable sólo la obtuvo después de que hubo “ayunado y orado muchos días”. Su conversión total vino del Espíritu Santo, que está a disposición de todos nosotros si somos dignos. Los eventos milagrosos no siempre han sido una fuente para la conversión. Por ejemplo, cuando Lamán y Lemuel maltrataron físicamente a sus hermanos menores, se les apareció un ángel y los reprendió para que dejaran de hacerlo. El ángel también les volvió a asegurar que Labán se les entregaría en sus manos. Por un lado, Nefi creyó y obtuvo las planchas de bronce de Labán, mientras que por el otro, Lamán y Lemuel no creyeron ni cambiaron su actitud como resultado de la visita del ángel. Como Nefi les recordó: “¿Cómo es que os habéis olvidado de haber visto a un ángel del Señor?”[3]

Aunque Alma comparte la experiencia extraordinaria y única que lo llevó al arrepentimiento y al renacimiento espiritual, el consejo a sus tres hijos no tan sólo ofrece ideas prácticas sobre los aspectos que son más comunes en la conversión, sino que también demuestra la forma en que un padre puede guiar a los jóvenes que se encuentran a distintos niveles en su espiritualidad personal.

Como soy una persona un tanto privada, con frecuencia me sentí un poco incómodo porque Mormón incluyó en el Libro de Mormón los mensajes muy personales de Alma a sus tres hijos, Helamán, Shiblón y Coriantón. ¿Por qué tal comunicación privada “de padre a hijo” se incluyó en las escrituras? Ciertamente, las escrituras no siempre son las revelaciones transcritas que vienen de Dios por medio de los profetas vivientes. Hay cartas, historias, sermones, relatos y otros textos que han llegado a ser sagrados mediante la canonización. Recuerdo que pensaba: “si yo fuera Mormón, probablemente no hubiera insertado esas comunicaciones familiares tan personales en un libro que eventualmente iría a todo el mundo.” Me he preguntado el porqué las incluyó Mormón en su registro. Es claro que estos capítulos en Alma son importantes para la narrativa y que contienen valiosa información doctrinal. Sin embargo, es probable que haya otra razón del por qué se incluyeron esos capítulos en el Libro de Mormón.

En retrospectiva, sabemos que al final de su vida cada uno de estos hombres era creyente y fiel. En el capítulo 49 de Alma se menciona que sus tres hijos “habían sido ordenados según el santo orden de Dios. . . y enviados a predicar al pueblo” (Alma 49:30). Helamán guardó los registros sagrados, llegó a estar a la cabeza de la Iglesia y ser un profeta influyente. Después de la muerte de Helamán, “Shiblón se hizo cargo de los sagrados objetos que Alma había entregado a Helamán. Y Shiblón era un hombre justo; y anduvo rectamente ante Dios, y procuró hacer el bien continuamente, y guardar los mandamientos del Señor su Dios; y su hermano también lo hizo.” (Alma 63:1-2). Siendo que ya había muerto Helamán, la persona mencionada como “su hermano [de Shiblón]” que hizo bien continuamente y guardó los mandamientos de Dios, muy probablemente fue Coriantón. La última mención de Coriantón en el Libro de Mormón es que “había partido para la tierra del norte en un barco, para llevar provisiones a la gente que había ido a aquella tierra” (Alma 63:10).

Debido al conocimiento que tenemos de que los hijos de Alma eran fieles al final de sus vidas, se nos puede olvidar que en la época en que Alma se comunicó con sus hijos, estos tres jóvenes pudieron presentar diferentes condiciones de su desarrollo espiritual en el camino a la conversión: valientes, rebeldes, y quizá en algún punto intermedio. Es evidente que Alma amaba a sus tres hijos sin importar su nivel de espiritualidad u obediencia. Deseaba lo mejor para ellos, y era un padre inspirado. Examinar la sabiduría que les impartió a sus hijos nos puede ayudar a ser sensibles a la mejor manera de acercarnos y aconsejar a quienes están viviendo en cualquier lugar en el sendero de la espiritualidad, desde los que viven rectamente hasta quienes estén luchando con transgresiones serias.

Para poner en perspectiva los mensajes de Alma a sus tres hijos, el Libro de Mormón nos informa que Alma y sus dos hijos menores, Shiblón y Coriantón “regresaron a la tierra de Zarahemla, después de haber sido instrumentos en las manos de Dios para llevar a muchos de los zoramitas al arrepentimiento’ (Alma 35:14). Después del regreso de esa misión, Alma “estaba afligido por la iniquidad de su pueblo. . . viendo que el corazón del pueblo empezaba a endurecerse y a sentirse ofendidos a causa de lo estricto de la palabra” (Alma 35:15). Parece ser que la tristeza de Alma por la iniquidad del pueblo y la preocupación por sus hijos lo inspiraron a tener una conversación paternal privada con cada uno de los tres jóvenes. Después de declarar que el corazón de Alma se “angustió en extremo”, el siguiente versículo dice: “Por tanto, hizo que sus hijos se reunieran para dar a cada uno de ellos su encargo, separadamente, respecto de las cosas concernientes a la rectitud” (Alma 35:16; énfasis agregado). Alma escribió lo que les dijo a sus hijos porque “tenemos una relación de sus mandamientos que les dio, según su propia historia” (Alma 35:16).

Helamán

Helamán era el hijo mayor de Alma (ver alma 31:7). Las amonestaciones dadas por su padre a Helamán se encuentran en los capítulos 36-37 de Alma. Se incluye el mandato de que Helamán se hiciera cargo de los registros sagrados y “que lleves una historia de este pueblo. . . sobre las planchas de Nefi; y que conserves sagradas todas estas cosas” (Alma 37:2) Alma le contó a Helamán un relato detallado de su propia experiencia al convertirse, incluyendo la visita de un ángel, los dolores que sufrió a causa de sus pecados, y el gozo que experimentó al pedirle misericordia a Jesús y haber nacido de Dios (ver Alma 36:8-21).

Las instrucciones que Alma le dio a Helamán pueden considerarse como el nombramiento del hijo mayor como el heredero de Alma para hacerse cargo de los anales sagrados y finalmente reemplazar a Alma a la cabeza de la Iglesia. Es posible que el relato de la conversión de Alma se le haya dado a Helamán debido a que él habría de predicarles a muchas personas que tendrían la necesidad de un serio arrepentimiento. No se nos dice la razón por la que Helamán no acompañó a su padre y a sus hermanos en la misión a los zoramitas. Quizás se quedó en casa por motivo de sus responsabilidades hacia la familia y la Iglesia.

Debido a que Helamán fue fuerte y leal al reino, llegó a ser profeta de Dios, podemos considerar el consejo de Alma a Helamán como la instrucción y capacitación que necesitaría como futuro líder de la Iglesia. Sin embargo, es posible que sea necesario considerar otra razón para los consejos de Alma a Helamán.

Antes de hacerle el llamamiento para que guardara los registros sagrados, Alma le amonestó así: “¡oh mi hijo Helamán!, he aquí, estás en tu juventud, y te suplico, por tanto, que escuches mis palabras y aprendas de mí; porque sé que quienes pongan su confianza en Dios serán sostenidos en sus tribulaciones, y sus dificultades y aflicciones, y serán enaltecidos en el postrer día” (Alma 36:3). Las instrucciones de Alma a Helamán incluyeron su testimonio y su experiencia personal. Alma contó, con más detalles que cuando se hace el relato en el Libro de Mormón, su terrible experiencia infernal que finalmente lo llevó a la fe en Jesucristo.

Alma compartió con Helamán el hecho de que, en su juventud, él “andaba con los hijos de Mosíah, tratando de destruir a la iglesia de Dios” (Alma 36:6). Le contó cómo se les apareció un santo ángel y les habló “como con voz de trueno, y toda la tierra tembló bajo nuestros pies; y todos caímos al suelo porque el temor del Señor nos sobrevino” (versículo 7). Alma continuó su narración diciendo cómo se sintió al acordarse de todos sus pecados e iniquidades. Describió que sentía que lo “martirizaba un tormento eterno” (versículo 12) y cómo es que era “atormentado con las penas del infierno” (versículo 13). Le explicó a Helamán que en esa condición “el sólo pensar en volver a la presencia de mi Dios atormentaba mi alma con indecible horror” (versículo 14). Su tormento era tan terrible que deseó no existir (ver versículo 15).

Hablarle a Helamán tan detalladamente pudo haber sido la forma en que Alma diría: “Esto fue una experiencia terrible para mí; algo por lo que no tendrás que pasar si tienes fe en Cristo y eres obedientes a los mandamientos de Dios.” Alma continuó compartiendo la experiencia de su conversión y el gozo que vino a su alma al clamar con fe en Jesucristo y al sentir profundamente el milagro de ser perdonado de sus pecados mediante el sacrificio expiatorio del Salvador. Declaró cómo fue que ya no pudo acordarse de sus dolores y dejó de atormentarlo el recuerdo de sus pecados: “Y ¡oh que gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo como lo había sido mi dolor” (versículo 20).

Después de compartir la experiencia de haber nacido de nuevo, Alma mencionó su deseo de que Helamán guardara los registros sagrados, que incluían las planchas de Nefi y las planchas de bronce. En ese punto, Alma le dijo: “Ahora bien, tal vez pienses que esto es locura de mi parte; más he aquí, te digo que por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas” (Alma 37:6).

Alma le estaba recordando a Helamán que aunque algunas cosas parezcan no tener importancia pueden tener resultados significativos. El Presidente Russell M. Ballard escribió: “Debemos recordar que los propósitos en nuestra vida personal generalmente se realizan por medio de las cosas pequeñas y simples, y no las trascendentales y espectaculares.”[4] El Presidente Howard W. Hunter declaró: “A menudo son las tareas comunes que llevamos a cabo las que tienen el efecto positivo más grande en la vida de los demás, si las comparamos con aquellas que el mundo comúnmente relaciona con la grandeza.”[5]

Aunque las conclusiones positivas pueden ser el resultado de hacer cosas pequeñas y simples, lo mismo puede ser verdad con respecto a las consecuencias negativas. El Presidente Ballard escribió: “Estaba sorprendido por cómo las cosas pequeñas y simples pueden ser negativas y destructivas para la salvación de una persona. Una serie de decisiones aparentemente pequeñas pero incorrectas pueden convertirse en esas pequeñas termitas destructoras de almas que se comen los cimientos de nuestro testimonio hasta que, antes de que nos demos cuenta, estemos cerca de la destrucción espiritual y moral.”[6] El Presidente Dallin H. Oaks relató su experiencia al ver, en una caminata matinal, grietas en las banquetas de concreto. Esas grietas no resultaron de un empuje largo y poderoso. “No, la acera se resquebraja debido al crecimiento lento e imperceptible de una raíz del árbol adyacente que se está extendiendo.” Y repitió: “La magnitud de la fuerza que resquebrajó estas aceras de hormigón pesado era tan pequeña que no se podía medir ni diaria ni mensualmente; sin embargo, tuvo un efecto increíblemente potente con el correr del tiempo.”[7]

Alma le indicó a Helamán el valor incalculable que ya habían tenido los registros sagrados para los descendientes de Lehi: ”Y hasta aquí ha sido según la sabiduría de Dios que estas cosas sean preservadas; pues he aquí, han ensanchado la memoria de este pueblo, sí, y han convencido a muchos del error de sus caminos, y los han traído al conocimiento de su Dios para la salvación de sus almas” (Alma 37:8).

Alma explicó que no siempre podemos conocer todos los detalles de lo que se nos ha llamado a hacer, pero que ciertamente hay un propósito, “el cual es conocido por Dios” (Alma 37:12). Recordemos la respuesta de Adán al ángel que le preguntó porqué había ofrecido sacrificios al Señor por tantos días, Adán contestó: “No sé, sino que el Señor me lo mandó” (Moisés 5:6). Entonces el ángel le explicó a Adán el propósito y el significado de los sacrificios que se le habían mandado efectuar. El élder Neal A. Maxwell nos recordó que: “Lo que ya sabemos sobre Dios nos enseña a confiar en él por lo que no sabemos completamente.”[8]

Alma le estaba pidiendo a Helamán que fuera obediente aún sin conocer el panorama completo, que ejerciera la fe y confiara. Algunas veces olvidamos que un aspecto necesario para la fe es la falta del conocimiento completo. El Presidente Boyd K. Packer enseñó: “La fe, para ser fe, debe centrarse en algo que ya se conoce. La fe, para ser fe, debe ir más allá de aquello para lo cual hay evidencia confirmada. La fe, para ser fe, debe ir a lo desconocido. La fe, para ser fe, debe caminar hasta el borde de la luz, y dar unos pocos pasos hacia la oscuridad. Si tiene que saberse todo, si todo tiene que explicarse, si todo tiene que certificarse, no hay necesidad de tener fe. De hecho, no hay lugar para ella.”[9]

Alma hizo una promesa y una advertencia: “¡Oh, recuerda, recuerda, hijo mío, Helamán, cuán estrictos son los mandamientos de Dios!” Y citó la promesa de Dios: “Si guardáis mis mandamientos, prosperaréis en la tierra; pero si no guardáis sus mandamientos, seréis desechados de su presencia” (Alma 37:13).

El consejo final de Alma a Helamán incluyó esto: “¡Oh recuerda, hijo mío, y aprende sabiduría en tu juventud; sí, aprende en tu juventud a guardar los mandamientos de Dios!” (Alma 37:35; énfasis agregado). Luego, cuando Alma instruyó a Shiblón, habló de la rectitud de Shiblón. En la amonestación de Alma a Coriantón le advirtió de sus pecados y la necesidad de arrepentirse. Alma no mencionó la rectitud ni los pecados de Helamán. Claramente, él vio el potencial de Helamán como el futuro profeta de los nefitas. Sin embargo, ¿es posible que durante su juventud Helamán fue como Enós en el sentido de que tenía que estar totalmente convertido a la obra del Señor? Esto no es para insinuar que Helamán haya sido rebelde o que haya cometido pecados serios. Mas bien, como muchos de nuestros jóvenes en la Iglesia, él pudo haber sido obediente a los mandamientos debido al ambiente en su hogar y a la influencia de sus padres. Podría considerarse como una posibilidad que el joven Helamán haya estado viviendo con luz prestada. Quizás su padre estaba tratando de ayudarle a recibir la luz del Espíritu para él y que la tuviera dentro de sí mismo. Los comentarios de Alma sugieren que Helamán necesitaba el estímulo para aprender a guardar los mandamientos de Dios mientras fuera joven.

Sabemos que Helamán recibió su luz personal y que aceptó el consejo de su padre pues podemos seguir su vida en las páginas del Libro de Mormón. También tenemos registrada una entrevista entre Alma y Helamán posterior a la que fue registrada en Alma 36-37.[10] Esta entrevista entre padre e hijo se encuentra en Alma 45:2-8:

¿Crees las palabras que te hablé concernientes a estos anales que se han llevado?

Y Helamán le dijo: Sí; yo creo.

Y agregó Alma: ¿Crees en Jesucristo, que ha de venir?

Y él dijo: Sí, creo todas las palabras que tú has hablado.

Y Alma añadió enseguida: ¿Guardarás mis mandamientos?

Y él dijo: Sí, guardare tus mandamientos con todo mi corazón.

Entonces le dijo Alma: Bendito eres; y el Señor te hará prosperar en esta tierra.[11]

Helamán dio testimonio aquí de su propia convicción y de su deseo de seguir al Señor y guardar sus mandamientos, lo cual es la evidencia de su conversión. El hecho de que aún quienes han sido totalmente activos en la Iglesia necesitan estar convertidos por completo debería ser evidente en las palabras de Jesús a Pedro, el apóstol principal, antes de entrar al Getsemaní: “yo he rogado por tí, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, [convertido] fortalece a tus hermanos” (Lucas 22:32; énfasis agregado). En un discurso en la conferencia general, el élder Richard G. Scott citó al Presidente Marion G. Romney que dijo:

“Conversión significa volverse de una creencia o de una acción a otra. La conversión es un cambio tanto espiritual como moral. La conversión implica no solamente la aceptación intelectual de Jesús y Sus enseñanzas, sino también una fe motivadora en Él y en Su Evangelio; una fe que efectúa una transformación; un cambio real en cuanto a la comprensión que la persona tiene del significado de la vida y de la fidelidad a Dios, interés, pensamiento y conducta. Para uno que está realmente convertido, el deseo de hacer cosas contrarias al Evangelio de Jesucristo muere, y en su lugar nace el amar a Dios con la firme e imperante determinación de guardar Sus mandamientos. . . El ser miembro de la Iglesia y el estar convertido no son necesariamente sinónimos; el estar convertidos y el tener un testimonio tampoco es precisamente la misma cosa. Un testimonio se recibe cuando el Espíritu Santo testifica de la verdad a aquel que la busca fervientemente. Un verdadero testimonio vitaliza la fe, o sea, induce al arrepentimiento y a la obediencia a los mandamientos. La conversión es el fruto o la recompensa del arrepentimiento y de la obediencia.[12]

No está completamente claro si Helamán fue fiel, firme y constante desde su primeros días o si necesitó ser amonestado por su padre a fin de llegar a convertirse totalmente. Lo que sí está claro es que muchos de nosotros que hemos crecido en la Iglesia hemos tenido la experiencia de estar participando en la Iglesia desde nuestra niñez. Sin embargo, muy posiblemente eso fue principalmente por nuestra familia y amigos. Luego llegó la hora en que la fe de nuestros padres o hermanos no fue suficiente cuando nos enfrentamos las cuestiones y los desafíos de la vida. Entonces, fue necesario que muchos de nosotros hayamos buscado al Señor, y recibimos la fuerza, el entendimiento, la convicción y la luz que ya no era prestada.

Shiblón

El segundo hijo de Alma, Shiblón, fue un modelo de rectitud. Los lectores del Libro de Mormón han notado que las instrucciones de Alma a Shiblón se encuentran en un breve capítulo. Este hecho ha llevado a ciertos estudiantes a comentar; “Mientras seas mejor, menos te tienen que decir tus padres.” Esto parece ser cierto en cuanto al castigo y la corrección.

Cuando piensa aconsejar a un hijo(a) que vive y siempre ha vivido en el sendero de la rectitud, ¿qué es lo que dice un padre? Alma estaba complacido con Shiblón y expresó el gozo que sentía a causa de Shiblón y la confianza que tenía acerca de su futuro.

Y ahora bien, hijo mío, confío en que tendré gozo en ti, por tu firmeza y tu fidelidad para con Dios; porque así como has empezado en tu juventud a confiar en el Señor tu Dios, así espero que continúes obedeciendo sus mandamientos; porque bendito es el que persevera hasta el fin.

Te digo, hijo mío, que ya he tenido gran gozo en ti por razón de tu fidelidad y tu diligencia, tu paciencia y tu longanimidad entre los zoramitas. (Alma 38:2-3)

A pesar de la rectitud anterior de Shiblón, Alma comprendía que el que una persona haya vivido de manera agradable a Dios, no es garantía de que siempre permanecerá fiel. La mortalidad puede ser increíblemente difícil, y nuestra fe puede ser desafiada de muchas maneras.

Una cosa que un padre necesita aclararle a un hijo(a), que al igual que Shiblón, ha sido fiel y diligente, es que el vivir rectamente no lo protege contra las vicisitudes de la vida. Indudablemente, uno puede evitar las pruebas que la gente trae sobre sí misma debido a la desobediencia. Sin embargo, la rectitud no nos protege contra todas las pruebas, dolores, tristezas, aflicciones, fracasos y otros problemas terrenales. Estos no se pueden evitar porque una parte importante de la mortalidad consiste en aprender a vencer los desafíos y las pruebas, a la vez que seguimos fieles. Shiblón había mostrado paciencia y longanimidad en las dificultades que había enfrentado. Hay miembros de la Iglesia que se han amargado debido a las cosas difíciles que han sufrido. He oído a algunas personas decir: “No lo entiendo. Hice todo lo correcto, Guardé los mandamientos y seguí al pie de la letra los consejos de los líderes de la Iglesia, y ¡miren a donde me ha llevado eso!”

El élder Scott nos recordó que enfrentaremos la adversidad porque es por las pruebas que “un Padre Celestial sabio determina qué es necesario incluso cuando se vive una vida digna y justa y se obedecen sus mandamientos. Esas pruebas. . . son evidencia de que el Señor siente que estás preparado para crecer más. Por lo tanto, te brinda experiencias que estimulan el crecimiento, la comprensión y la compasión que te pulen para tu beneficio eterno.”[13]

Algunas veces es difícil explicarle a otros, o hasta a uno mismo, el porqué no todas las cosas marchan de la forma que quieren que sean porque han sido fieles, obedientes y por haber confiado en Dios. Decir simplemente, “todo es parte del plan” puede tener sentido cognitivamente, pero las emociones de sufrir lo que parece ser una injusticia eclipsan nuestra comprensión del plan de Dios. Se encuentran algunas ideas valiosas en las palabras que Carlfred Broderick informó haberles dicho (siendo presidente de estaca) a un grupo de mujeres jóvenes de la Iglesia:

No quiero que crean ni por un minuto que si guardan todos los mandamientos y viven cerca del Señor tanto como puedan, que harán todo bien y luchar contra todo el quórum de presbíteros uno por uno y esperar castamente a que su misionero regrese y paguen el diezmo y asistan a sus reuniones, acepten los llamamientos del obispo y tengan un matrimonio en el templo, no quiero que crean que no les sucederán cosas malas. Y cuando eso suceda, no quiero que digan que Dios no es verdadero. O que digan: "Me prometieron en la Primaria, me prometieron cuando era Damita, me prometieron desde el púlpito que si era muy, muy buena, sería bendecida. Pero el chico que quiero ni sabe que existo, o el misionero que he esperado y por el que me he mantenido casta para que ambos pudiéramos ir al templo resultó una nulidad", o cosas peores que lo anterior. Cosas tristes—niños que están enfermos o con incapacidad mental, esposos que no son fieles, enfermedades que pueden incapacitar o la violencia, traiciones, heridas, pérdidas— cuando esas cosas sucedan, no digan que Dios no está cumpliendo lo que me prometió. El evangelio de Jesucristo no es un seguro contra el dolor. Es un recurso en caso de dolor, y cuando ese dolor llegue (y vendrá porque vinimos aquí a la tierra, entre otras cosas para tener dolor), cuando llegue, regocíjense de que tienen recursos para lidiar con su dolor.[14]

El evangelio de Jesucristo es nuestro recurso cuando estamos en medio de las pruebas dolorosas de la mortalidad. Debemos desarrollar la confianza en Dios recordando que nuestro Padre Celestial y nuestro Salvador nos tienen perfecto amor. Como lo dijo el élder Scott: “No requerirán que sufras ni un momento más de dificultad que lo que sea absolutamente necesario para tu beneficio personal o para el de tus seres queridos.”[15]

Por lo que Shiblón había sufrido personalmente, ya conocía muchas de las dificultades y las pruebas por las que una persona puede pasar. Alma reconoció lo que Shiblón había sufrido: “Porque sé que estuviste atado; sí, y también sé que fuiste apedreado por motivo de la palabra; y sobrellevaste con paciencia todas estas cosas, porque el Señor estaba contigo; y ahora sabes que el Señor te libró” (Alma 38:4).

Alma le recordó a Shiblón que el Señor fue quien lo había librado de esas situaciones difíciles, y este profeta y padre le dijo a su hijo: “quisiera que recordaras que en proporción a tu confianza en Dios, serás librado de tus tribulaciones, y tus dificultades, y tus aflicciones, y serás enaltecido en el postrer día” (versículo 5). Alma le confirmó a Shiblón sobre su propia dependencia del Señor al decirle que el Espíritu de Dios se las había manifestado, “porque si no hubiera nacido de Dios, no las habría sabido” (versículo 6).

Entonces Alma relató su propio encuentro personal con el ángel y del “amargo dolor y angustia de alma” que había sufrido durante “tres días y tres noches” (versículo 8). Aunque en su versión a Shiblón no habló con tanto detalle como lo había hecho con Helamán, uno se puede preguntar el porqué le compartió esta experiencia. Shiblón era un hijo obediente, fiel y dedicado; a diferencia de como estaba Alma cuando le fue enviado el ángel. Alma ya le había aconsejado a Shiblón que la persona que persevera hasta el fin será bendecida. No obstante, él conocía la naturaleza del hombre caído y los esfuerzos interminables del adversario. Alma sabía que existía la posibilidad de que su hijo justo pudiera dejar el camino si perdía de vista el plan de Dios para todos sus hijos.

La preocupación por los hijos fieles y obedientes que Alma reconoció, es la posibilidad de volverse orgullosos de sus fortalezas. Siendo que el orgullo “es el pecado universal"[16] esta situación es muy común. Alma le advirtió a Shiblón “procura no ensalzarte en el orgullo; si, procura no jactarte de tu propia sabiduría, ni de tu mucha fuerza” (versículo 11). Sí, Shiblón había sido un joven recto y había sufrido algunas tribulaciones con paciencia y había sido diligente al hacer la voluntad de Dios. Sin embargo, Alma deseaba que Shiblón entendiera y recordara “que el hombre [no] pued[e] ser salvo, sino en Cristo y por medio de él” (versículo 9). Alma le estaba enseñando a Shiblón algo como esto: Es de vital importancia el guardar los mandamientos, servir fielmente, y hacer las obras de rectitud, pero recuerda que tu propia rectitud personal no es suficiente para salvarte. Tú y yo somos salvos por las obras, la rectitud y la misericordia de Jesucristo.

El Presidente Oaks declaró: “Aquellos que se felicitan por una supuesta fortaleza han perdido la protección de la humildad y son vulnerables a que Satanás use esa fortaleza para producir su caída”.[17] Nuestras fortalezas son dones de un Padre Celestial que nos preserva día a día dándonos aliento (ver Mosíah 2:21). Este sincero reconocimiento de nuestra necesidad constante de la ayuda de Dios es la humildad. El élder Joseph B. Wirthling definió a la humildad como “el reconocimiento y la actitud de que debemos apoyarnos en la ayuda del Señor para salir triunfantes en esta vida. No podemos perseverar hasta el fin con nuestras propias fuerzas; sin Él, no somos nada.”[18] Nefi, ciertamente entendió este principio ya que oró: “¡Oh Señor, en ti he puesto mi confianza, y en ti confiaré para siempre! No pondré mi confianza en el brazo de la carne; porque sé que maldito es aquel que confía en el brazo de la carne” (2 Nefi 4:34). Como lo señaló Robert L. Millet, ex-decano de la Educación de Religión en BYU.: “Nuestra esperanza y confianza no pueden estar en nosotros mismos, no importa cuán impresionantes sean nuestras credenciales o cuán impresionantes sean nuestros logros. Somos mortales, y son demasiado obvias nuestras imperfecciones y limitaciones.[19]

Alma también le dio este mensaje profundo a su joven hijo misionero: “Usa valentía, más no altivez; y procura también refrenar todas tus pasiones para que estés lleno de amor; procura evitar la ociosidad” (Alma 38:12). Alma añadió otra advertencia acerca del peligro del orgullo. Le dijo a Shiblón que es necesario hacer las cosas correctas por los motivos correctos. No orar de forma que la gente te alabe por tu sabiduría. No considerar ser mejor que las personas a quienes se está enseñando. Recordar que todos somos pecadores y todos necesitamos el arrepentimiento y el perdón. Acércarse con amor y misericordia a las personas a quienes se enseña porque todos necesitamos el amor y la misericordia de Cristo.

Coriantón

La amonestación de Alma a Helamán se encuentra en setenta y siete versículos. Shiblón recibió quince versículos de instrucciones. Coriantón recibe de su padre noventa y un versículos de corrección y enseñanzas. Alma estaba muy preocupado por lo que hizo Coriantón mientras servía como misionero entre los zoramitas y expresó su disgusto. “Y esto es lo que tengo en contra de ti: Tu seguiste jactándote de tu fuerza y tu sabiduria” (Alma 39:2). Parece que Coriantón se jactaba de lo fuerte y sabio que era, aunque probablemente carecía de fuerza y sabiduría. George Reynolds, miembro del Primer Quórum de los Setenta y secretario de la Primera Presidencia durante mucho tiempo, escribió: “En este período de su vida, Coriantón parece haber estado afectado por faltas comunes de la juventud; una estimación desmedida de su propia fuerza y sabiduría, y la inclinación al escepticismo, si no es que a la infidelidad.”[20]

A la acusación de Alma por el orgullo de Corianton le sigue la preocupación: “Y esto no es todo, hijo mío. Tú hiciste lo que para mí fue penoso; porque abandonaste el ministerio y te fuiste a la tierra de Sirón, en las fronteras de los lamanitas, tras la ramera Isabel” (versículo 3).[21] Tratando de hacerle ver a Coriantón la seriedad de sus pecados, Alma le preguntó: “¿No sabes tú, hijo mío, que estas cosas son una abominación a los ojos del Señor; sí, más abominables que todos los pecados, salvo el derramar sangre inocente o el negar al Espíritu Santo?” (Versículo 5).

Alma sin duda entendía cómo se sentía el ser castigado por transgresiones serias. Le dijo a Coriantón: “quisiera Dios que no hubieses sido culpable de tan gran delito” (versículo 7). Entonces expresó la razón para su severa reprensión: “No persistiría en hablar de tus delitos, para atormentar tu alma, si no fuera para tu bien (versículo 7; énfasis agregado). Alma estaba hablando por experiencia propia al referirse al tormento del alma de Coriantón, porque hubo una época en que Alma sufrió y dijo: “mi alma estaba atribulada en sumo grado” (Alma 36:12).

No es cosa fácil el ser reprendido, pero también puede ser muy difícil el reprender a alguien a quien se ama, aunque sea inducido por el Espíritu. El Señor nos ha mandado reprender “en el momento oportuno con severidad, cuando lo induzca el Espíritu Santo; y entonces demostrando mayor amor hacia el que has reprendido, no sea que te considere su enemigo” (Doctrina y Convenios 121:43; énfasis agregado). Ya sea que nosotros seamos los reprendidos o la persona inducida por el Espíritu para corregir a alguien, necesitamos recordar que el factor motivador es el amor. “De cierto, así dice el Señor a vosotros a quienes amo, y a los que amo también disciplino para que les sean perdonados sus pecados, porque con el castigo preparo un medio para librarlos de la tentación en todas las cosas, y yo os he amado” (Doctrina y Convenios 95:1; énfasis agregado).

A menos que haya sido inspirado a hacerlo así, hay un aspecto de la reprensión de Alma a Coriantón que pudo haber sido imprudente. Le preguntó a Coriantón: “¿no has observado la constancia de tu hermano, su fidelidad y su diligencia al guardar los mandamientos de Dios? He aquí, ¿no te ha dado un buen ejemplo?” (Alma 39:1) Aunque tengo poco conocimiento en el campo de la psicología familiar, sí sé cómo se siente el ser comparado a un hermano “más recto” y que te pregunten “¿porqué no puedes ser como . . . . ?” Quizás Alma fue inspirado a decir las palabras exactas que Coriantón necesitaba oír.

Se entiende el hecho de que Alma no haya comentado su propia experiencia personal y el dolor que sufrió antes de recibir la remisión de sus pecados. Compartió estas cosas con Helamán y Shiblón a fin de que ayudaran a quienes necesitaban arrepentirse y porque quería que vivieran en forma tal que evitaran pasar por experiencias penosas. Alma le recalcó a Coriantón que tenía que arrepentirse, pero no le describió la angustia de alma que él y los hijos de Mosíah sufrieron a causa de sus iniquidades, probablemente porque sabía que Coriantón tendría que pasar por ese proceso. Alma no quería que su hijo sufriera, pero sabía que, para el verdadero arrepentimiento, es necesario sentir profundo pesar.

Algo que Alma le dijo a Coriantón es muy inquietante para cualquiera de nosotros que ha hecho cosas que públicamente le conviertan en un mal ejemplo de ser Santo de los Últimos Días. Dijo: “He aquí, oh hijo mío, cuán gran iniquidad has traído sobre los zoramitas; porque al observar ellos tu conducta, no quisieron creer en mis palabras” (Alma 39:11). ¿Que tan serio es el pecado de que nuestros actos lastimen el testimonio de otros o resulten en que la gente no crea en el evangelio de Jesucristo? El Presidente Joseph F. Smith sugirió: “¡cuán grande será nuestro pesar. . . . si mediante nuestros actos llegamos a desviar de la verdad a un alma!”[22]`

Se hace evidente la paternidad inspirada de Alma al continuar su amonestación a Coriantón. Vean su discernimiento en los siguientes versículos: “Y ahora bien, hijo mío, he aquí algo más que quisiera decirte, porque veo que tu mente está preocupada con respecto a la resurrección de los muertos” (Alma 40:1; énfasis agregado). “tengo algo que decirte sobre la restauración de que se ha hablado; porque he aquí, algunos han tergiversado las escrituras y se han desviado lejos a causa de esto. Y veo que tu mente también ha estado preocupada en cuanto a este asunto” (Alma 41:1; énfasis agregado). “percibo que hay algo que inquieta tu mente, algo que no puedes comprender, y es concerniente a la justicia de Dios en el castigo del pecador; porque tratas de suponer que es una injusticia que el pecador sea consignado a un estado de miseria” (Alma 42:1; énfasis agregado).

Alguien que ha criado o está criando un hijo sabe que, tener la inspiración, es una gran bendición para saber cómo responder las preguntas o reaccionar por los actos de un hijo(a). Sin la ayuda del Espíritu, un padre o una madre puede cometer errores de juicio y a menudo perjudicar en vez de ayudar. Me estremezco al recordar cómo manejé algunas situaciones con mis hijos, de ahí la importancia de tener siempre el Espíritu, especialmente cuando se trata de enseñar a —los hijos espirituales del Padre Celestial—nuestros hijos.

Coriantón tenía algunas preocupaciones y quizás malentendidos doctrinales. Aunque es poco probable que alguien llegue al campo misional totalmente listo para servir al Señor en todos sentidos, parece ser que a Coriantón le faltaba tener una comprensión doctrinal básica. O quizás entendía tan bien la doctrina que, después de cometer transgresiones serias, temía las consecuencias de sus actos al no tener la fe suficiente para aplicar las doctrinas de salvación a su propia situación.

Las respuestas de Alma a las dudas de Coriantón aclararon la doctrina, reforzaron lo equivocado de sus actos y le recordaron las posibles consecuencias que podría enfrentar si no se arrepentía. La falta de entendimiento de Coriantón en algunos conceptos doctrinales dio por resultado que nuestra comprensión se mejorara, porque las explicaciones de Alma contestan muchas de nuestras propias preguntas y dudas.

Mediante las enseñanzas de Alma, aprendemos acerca del “intervalo entre el tiempo de la muerte y el de la resurrección” (Alma 40:9) que se conoce como el mundo de los espíritus—“un estado de felicidad o un estado de miseria”— (versículo 15). Aprendemos acerca de la Resurrección y cómo “el alma será restaurada al cuerpo, y el cuerpo al alma; sí, y todo miembro y coyuntura serán restablecidos a su cuerpo; sí, ni un cabello de la cabeza se perderá, sino que todo será restablecido a su propia y perfecta forma” (versículo 23).

Aprendemos que la restauración no es solamente por la resurrección del espíritu y el cuerpo sino que, dependiendo de nuestras obras y los deseos de nuestro corazón, lo bueno o lo malo también se nos restaurará, “uno levantado a la dicha, de acuerdo con sus deseos de felicidad, o a lo bueno, según sus deseos del bien; y el otro al mal, según sus deseos de maldad” (Alma 41:5). Finalmente, y contrario a las seducciones del adversario, Alma declaró enfáticamente: “la maldad nunca fue felicidad” (versículo 10).

Alma le explicó a Coriantón que el significado de la palabra restauración no es tomar algo en su estado natural y ponerlo en un estado opuesto a su naturaleza. “El significado de la palabra restauración es volver de nuevo mal por mal, o carnal por carnal, o diabólico por diabólico; bueno por lo que es bueno, recto por lo que es recto, justo por lo que es justo, y misericordioso por lo que es misericordioso” (versículo 13).

Alma percibió la comprensible preocupación de Corianton por el juicio y el castigo. Porque era culpable de pecados serios y posiblemente sin entender por completo el poder de la Expiación de Cristo, Coriantón estaba ponderando la posibilidad de que Dios fuera injusto cuando “el pecador sea consignado a un estado de miseria” (Alma 42:1) Alma aclaró el principio del albedrío al explicar la condición de Adán y Eva en el Jardín de Edén. Ilustró la Caída de Adán y Eva y la condición resultante: “nuestros primeros padres fueron separados de la presencia del Señor, tanto temporal como espiritualmente; y así vemos que llegaron a ser personas libres de seguir su propia voluntad” (versículo 7).

Con la libertad de escoger, pero viviendo en una condición caída, todos los que llegan a la edad de responsabilidad durante su estado probatorio toman decisiones equivocadas. Todos estamos sujetos a ser carnales, sensuales y diabólicos; que es la condición del hombre natural. No sería justo que no hubiera consecuencias por nuestras acciones equivocadas. Nuestro Dios es un Dios justo. No hay injusticia en Su naturaleza. Sin embargo, Dios también es misericordioso, aunque “no se podría realizar el plan de la misericordia salvo que se efectuase una expiación(versículo 15). Un amoroso Padre Celestial, mediante el sacrificio expiatorio de Su Hijo Unigénito, pone esta misericordia al alcance de todos sus hijos que entran a la mortalidad. Sin embargo, Alma le recordó a Coriantón que esto no significa que todos sean salvos automáticamente. La misericordia no puede robar a la justicia. No obstante, la misericordia puede superar a la justicia si se ejerce el albedrío y se decide seguir a Cristo. La Expiación de Cristo se ha puesto para salvarnos de nuestros pecados, pero no podemos usar la existencia de ese sacrificio expiatorio como excusa para no hacer el esfuerzo de arrepentirnos y guardar los mandamientos de Dios.

Alma sabía la importancia, no solo de indicar la necesidad de que Coriantón se arrepintiera, sino también que entendiera claramente las doctrinas del reino de Cristo. Indudablemente habría estado de acuerdo con la declaración del Presidente Boyd K. Packer de que “La verdadera doctrina, bien entendida, cambia las actitudes y el comportamiento. El estudio de las doctrinas del evangelio mejorará el comportamiento más rápido de lo que lo haría un estudio del comportamiento. La preocupación por el comportamiento indigno puede conducir a una conducta indigna. Por eso enfatizamos con tanta fuerza el estudio de las doctrinas del evangelio.”[23]

Entender las doctrinas del evangelio no siempre conduce a un buen comportamiento. Tenemos el albedrío. Somos libres de elegir el sendero que seguiremos. Un comienzo justo no siempre lleva a una terminación honorable de la mortalidad. Debemos perseverar hasta el fin, y no todos lo hacen. Tener un padre amoroso que explique la importancia de guardar los convenios y hacer el esfuerzo de llegar a ser como Cristo, aunque comparta su experiencia personal de aprenderlo del modo difícil, no siempre resulta en que un hijo decida aprender sabiduría y quiera convertirse en un seguidor de Cristo. Pero, en el estudio del caso de Alma y sus tres hijos, hay un final feliz.

Helamán fue valiente en el reino, profeta, guerrero y el comandante de un ejército de mas de dos mil jóvenes lamanitas justos. Shiblón permaneció fiel toda su vida. Aprendemos en Alma 63 que a Shiblón se le dio la responsabilidad de llevar los registros sagrados, después de Helamán. Se ha escrito que Shiblón: “era un hombre justo; y anduvo rectamente ante Dios, y procuró hacer el bien continuamente, y guardar los mandamientos del Señor su Dios” (Alma 63:2). Coriantón se arrepintió de sus transgresiones serias y otra vez fue llamado a servir al Señor. Leemos que “hubo una. . . sumamente grande prosperidad en la iglesia a causa de su atención y diligencia que daban a la palabra de Dios, la cual les era declarada por Helamán, Shiblón, Coriantón, y Ammón y sus hermanos, sí, y por todos los que habían sido ordenados según el santo orden de Dios” (Alma 49:30; énfasis agregado).

Como padre, Alma fue consistente al enseñar la palabra de Dios a sus hijos. Su enfoque al enseñar fue distinto de acuerdo a las necesidades y la situación de cada hijo. Usualmente, los padres reconocen rápidamente lo distintos que son sus hijos, aunque tienen el mismo padre y la misma madre y son criados en la misma familia. No existe una manera de criar a los hijos que funcione para todos. Al igual que Alma, necesitamos personalizar nuestras instrucciones, elogios y correcciones para cada hijo, pidiéndole ayuda y sabiduría a nuestro Padre Celestial. Aunque el albedrío descarta cualquier garantía de resultados, el tener el Espíritu y atender cada situación como lo indique el Espíritu asegura la mejor oportunidad para el bienestar espiritual de nuestros hijos.

Notas

[1] Bruce R. McConckie, Doctrinal New Testament Commentary (Salt Lake City: Bookcraft, 1973), 3:401.

[2] Bruce R. McConkie, “Jesus Christ and Him Crucified,” en 1976 BYU Devotional Speeches of the Year (Provo, Ut: BYU Press, 1977), páginas 399-401.

[3] James E. Faust, “Real Sacerdocio,” Liahona, mayo de 2006.

[4] M. Russell Ballard, “Small and Simple Things,” Ensign, mayo de 1990, página 6.

[5] Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Howard W. Hunter, ( Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 2015) páginas 169-170.

[6] Ballard, “Small and Simple Things,” página 7.

[7] Dallin H. Oaks, “Cosas Pequeñas y Sencillas,” Liahona, mayo de 2018.

[8] Cory H. Maxwell, editor de The Neal A. Maxwell Quote Book (Salt Lake CityL Bookcraft, 1997) página 350.

[9] Boyd K. Packer, Mine Errand from the Lord: Selections from the Sermons and Writings of Boyd. K. Packer, (Salt Lake City: Deseret Book, 2008), página 61.

[10] Las preguntas que Alma le hizo a Helamán fueron en el año 19 del gobierno de los jueces (ver Alma 45:2). Los consejos de Alma que se hallan en los capítulos 36 y 37 de Alma parece ser que fueron durante el año 17 o 18 de los jueces. De acuerdo a los encabezados de los capítulos en el Libro de Mormón, la entrevista de Alma con Helamán sucedió como un año después.

[11] Uno puede preguntarse por qué Alma haría esas preguntas si Helamán había sido firme desde el principio. Al hacerle el llamamiento para guardar los registros sagrados, el comentario de Alma “tal vez pienses que es locura de mi parte” (Alma 37:6) no suena inusual si Alma no estuviera preocupado por el compromiso de Helamán con la obra del Señor.

[12] Marion G. Romney, según lo citó Richard G. Scott, en “Una conversión plena brinda felicidad,” Liahona, julio de 2002.

[13] Richard G. Scott, “Trust in the Lord,” Ensign, noviembre de 1995, página 16.

[14] Carlfred Broderick, :”The Uses of Adversity,” en My Parents Married on a Dare (Salt Lake City: Deseret Book, 1996), páginas 122-123; énfasis agregado.

[15] Richard G. Scott, “Trust in the Lord,” Ensign, noviembre de 1995, página 17.

[16] Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Ezra Taft Benson (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 2014), página 260.

[17] Dallin H. Oaks, “Our Strenghts Can Become Our Downfall,” Ensign, octubre de 1994, página 19.

[18] Joseph B. Wirthlin, “Sigamos Adelante,” Liahona, noviembre de 2004.

[19] Robert L. Millet, Grace, Works (Salt Lake City: Deseret Book, 2003), página 47.

[20] George Reynolds, A Dictionary of the Book of Mormon (Salt Lake City: Joseph Hyrum Parry, 1891), página 98.

[21] Aunque en el registro no se especifica lo que hizo Coriantón, la mayoría de los lectores y de los líderes de la Iglesia, llegan a la conclusión que Coriantón era culpable de inmoralidad sexual.

[22] Joseph F. Smith, Doctrinas de Salvación, compilación de Bruce R. McConkie, 3 tomos (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1978), 1:298.

[23] Boyd K. Packer, “Little Children,” Ensign, noviembre de 1986, página 17.