Llenos de Gozo
Grant C. Anderson
Grant C. Anderson (andersongc@ldschurch.org) es administrador adjunto de los Seminarios e Institutos de Religión
Las circunstancias en las que a veces nos encontramos pueden ser desgarradoras y casi insoportables. Pero doy mi testimonio de que incluso en esas circunstancias, puede haber perspectiva y espíritu enviados del cielo que pueden hacer que la vida sea gozosa.
Presentación hecha en la transmisión anual de capacitación de Seminarios e Institutos de Religión el 13 de junio de 2017.
Hace dos años nuestro comisionado, el élder Kim B. Clark, nos enseñó citando de 3 Nefi acerca de los ángeles y de los niños que fueron envueltos por el fuego. Nos dijo que, como maestros de religión, también deberíamos ser envueltos por el fuego santo. [1] Como ustedes ya saben, hay otro relato en el Libro de Mormón en el que los individuos fueron rodeados por llamas celestiales. Lehi y Nefi habían sido arrojados en la prisión, y el relato nos dice: “se hallaban como si estuvieran en medio de llamas de fuego. . . Y he aquí, el Santo Espíritu de Dios descendió del cielo. . . . y fueron llenos como de fuego” (Helamán 5:44-45). El relato también dice: “Y fueron llenos de ese gozo que es inefable y lleno de gloria” Helamán 5:44).
Mi mensaje de hoy es este: Como maestros de religión, no tan solo debemos estar rodeados con fuego; también debemos estar llenos de gozo. Los alumnos deben aprender en nuestros salones de clase acerca del “plan de felicidad,” pero también deben ver en nosotros la evidencia de que el plan funciona; que vivir el evangelio trae gozo. En el sueño del árbol de la vida, Lehi llamó a su familia para que participaran del fruto “que era deseable para hacer a uno feliz” (1 Nefi 8:10). Su invitación tuvo poder y autenticidad porque habló por experiencia. Había participado y sentido ese gozo por sí mismo.
El Presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Es muy importante ser felices en esta obra. Tenemos muchas personas tristes en la Iglesia porque, supongo, no entienden que este es el evangelio de la felicidad.” [2] Podemos tener la felicidad de que habló el Presidente Hinckley al recibir el Espíritu en nuestra vida y luego, como dice la escritura, vivir “de una manera feliz” (2 Nefi 5:27).
Pongo a su consideración algunos principios que, como maestro de religión, me han ayudado a vivir “de una manera feliz.” No son ideas nuevas ni profundas, y las menciono con la esperanza de ayudar a alguien a vivir y enseñar con más gozo. Me dirijo no solamente a quienes profesionalmente son maestros de religión sino a quienes, por una temporada, son “llamados” a ser maestros de religión en los seminarios e institutos.
Hace muchos años encontré una cita del Presidente Spencer W. Kimball que me perturbó. Él dijo: “Seamos felices hoy; y sepan esto, si no son felices hoy, puede que nunca sean felices.” [3]
Eso no es correcto, pensé. ¿Y qué del arrepentimiento? Si no soy feliz ahora, ¿no puedo hacer algo para cambiar?” Lo pensé más, y creo que la intención del mensaje del Presidente Kimball era esta: Si no son felices y creen que podrían ser felices si las circunstancias fueran distintas, probablemente nunca serán felices ya que la felicidad no está atada a las circunstancias. Un autor lo expresó de esta manera: “Tendemos a creer que si estuviéramos en otro lugar: de vacaciones, con otro compañero, en una carrera diferente, en un hogar diferente, en circunstancias diferentes, de alguna forma seríamos más felices y estaríamos más contentos. ¡No lo haríamos! La verdad es que si tienes hábitos mentales destructivos. . . o si constantemente deseas que las cosas sean diferentes, éstas mismas tendencias te seguirán a dondequiera que vayas.” [4]
Lamán y Lemuel creían que su felicidad estaba sujeta a las circunstancias; especialmente a las circunstancias que los mantendrían cómodos. Hablando de su viaje por el desierto, dijeron: “nuestras mujeres. . . han dado a luz hijos en el desierto, y han padecido todo menos la muerte; y habría sido mejor que ellas hubieran muerto antes de salir de Jerusalén, que haber pasado por estas aflicciones. He aquí, hemos padecido en el desierto estos muchos años; y durante este tiempo hubiéramos podido disfrutar de nuestras posesiones y de la tierra de nuestra herencia; sí, hubiéramos podido ser dichosos” (1 Nefi 17:20-21).
He aprendido que mi felicidad no está sujeta al lugar donde vivo, ni a la asignación que tenga, ni con quien trabaje, a los alumnos que tengo, ni a las oportunidades que no han llegado. No estoy sugiriendo que el tener “una buena actitud” hará que desaparezcan sus problemas y que su vida estará llena de luz. Las circunstancias en las que a veces nos encontramos pueden ser desgarradoras y casi insoportables. Pero doy mi testimonio de que incluso en esas circunstancias, puede haber perspectiva y espíritu enviados del cielo que pueden hacer que la vida sea gozosa.
Un versículo en el libro de Alma dice: “Y éste es el relato de Ammón y sus hermanos, sus jornadas en la tierra de Nefi, sus padecimientos en la tierra, sus congojas y sus aflicciones, su incomprensible gozo” (Alma 28:8; énfasis agregado). La tristeza y el gozo no son mutuamente excluyentes. Como maestro llamado, es posible que desee tener otro llamamiento. Como maestro empleado, es probable que desee tener otra asignación. Es bueno que lo deseen, pero recuerden que su felicidad no está vinculada a que su deseo se haga realidad. La felicidad es una forma de viajar, no un destino. Si pasan su vida pensando que es un destino, nunca serán felices.
¿Cómo es que alguien encuentra la felicidad en cualesquiera circunstancias? No conozco todas las respuestas, pero les ofrezco una muy importante. La gratitud tiene mucho que ver con vivir “de una manera feliz” El Presidente Dieter F. Uchtdorf dijo:
En otras palabras, lo que quiero decir es que en vez de estar “agradecidos por cosas”, nos concentremos en estar “agradecidos en nuestras circunstancias”, cualesquiera que sean. . .
Este tipo de gratitud trasciende cualquier cosa que suceda a nuestro alrededor; . . . florece con la misma hermosura en el helado panorama del invierno, así como en el agradable calor del verano. . . .
El ser agradecidos en nuestras circunstancias es un acto de fe en Dios. . . .
La gratitud verdadera es una expresión de esperanza y testimonio. [5]
Permítanme ofrecer otro principio que me ha ayudado a vivir y enseñar con mayor gozo. Pocos años después de iniciar mi carrera, tomé la decisión de salir de los seminarios e instituos. Llegué a esa decisión porque no pensaba que era tan bueno como los otros maestros a mi alrededor. Ví a maestros que eran simpáticos, académicos, divertidos y confiados, y veía poco de eso en mí. Al final, no salí de seminarios e institutos, pero continué luchando en mi interior preguntándome si mi personalidad podría enseñar y ayudar eficazmente a los jóvenes.
Al hablar de nuestras personalidades únicas, la hermana Patricia Holland, la esposa del élder Jeffrey R. Holland, dijo lo siguiente:
Nuestro Padre celestial nos necesita tal como somos, a medida que crecemos para desarrollarnos. Intencionalmente Él nos ha hecho diferentes unos de otros para que, incluso con nuestras imperfecciones, podamos cumplir Sus propósitos. Mi mayor miseria viene al sentir que tengo que ajustarme a lo que hacen los demás, o lo que creo que los demás esperan de mí. Soy más feliz al sentirme cómoda siendo yo misma y tratando de lograr lo que mi Padre celestial y yo esperamos de mí.
Durante muchos años, traté de medir a la Pat Holland usualmente tranquila, pensativa y reflexiva contra el robusto, chispeante, comunicativo y dinámico Jeff Holland y otros con cualidades similares. He aprendido, a través de varios fracasos agotadores, que no puedes gozar por ser chispeante si no eres una persona así. Es una contradicción en los términos. He dejado de considerarme como una persona defectuosa. . . Renunciar a eso me ha liberado para aceptar y regocijarme con mi personalidad y mi propia forma de ser.
En algún lugar, de alguna manera, el Señor "puso el mensaje en mi pantalla" de que mi personalidad fue creada para encajar precisamente en la misión y los talentos que me dio. . . Descubrí que tengo innumerables fuentes de energía para ser yo misma. Pero en el momento en que empiezo a imitar a mi prójimo, me siento frustrada y fatigada y siento que siempre estoy nadando contra la corriente. Cuando frustramos el plan de Dios para nosotros, privamos a este mundo y al reino de Dios de nuestras contribuciones únicas. [6]
Permítanme ofrecerles dos precauciones acerca de ser uno mismo. Primero, no estoy sugiriendo que tomemos la actitud de “Así es como soy.” El Presidente Russell M. Nelson ha dicho: “¡El evangelio de Jesucristo es un Evangelio de cambio!.” [7] Debería buscar con entusiasmo los comentarios de mis líderes sobre cómo puedo cambiar y alinear mejor mi personalidad y mis esfuerzos a fin de lograr mi objetivo. Y, todavía más importante, tengo el mandato dado por Cristo mismo que debo llegar a ser aún como Él es. Pero no necesito ser como el maestro en el otro lado del pasillo. Mi personalidad, mejorada por los dones del Espíritu, puede hacer una contribución única a la obra de los seminarios e institutos.
La segunda precaución: Cuando vine la primera vez a la Oficinas Generales para recibir una nueva asignación, nuestro administrador en esa época, el élder Paul V. Johnson, me invitó a su oficina para darme instrucciones y consejos. Entre otras cosas, dijo “No se defina a sí mismo.” Entendí que eso significaba que si alguna vez yo definía, en lugar del Señor, la mejor manera de utilizarme para realizar Su obra, podría limitar mis oportunidades de crecimiento y servicio.
Desafortunadamente caí preso de la misma cosa contra la que me advirtió. Traté de hacer mi mejor esfuerzo en la tarea administrativa que me pidió que ocupara, pero murmuré en mi corazón. “No soy administrador”, me dije. “Yo soy maestro. Debo estar en el salón de clases, no sentado en reuniones.” Fue un largo y doloroso proceso antes de que aprendiera que mi deseo expreso de estar enseñando era solamente una capa para cubrir mi deseo de satisfacer mis propias necesidades. Pasar el tiempo con los alumnos y las escrituras es gratificante. Pasar el día en reuniones comentando las políticas no lo es tanto. Pero eso no viene al caso, ¿Hago este trabajo para obtener recompensa y satisfacción personal, o lo hago con la mira glorificar a Dios y sus propósitos?
Espero que ustedes sean más sabios que yo y no se definan a sí mismos en cómo deben ser usados. Existe una singular felicidad que viene al someterse a la voluntad del Padre, tal como el Salvador lo enseñó y demostró repetidamente.
Existe una singular felicidad que viene al someterse a la voluntad del Padre, tal como el Salvador lo enseñó y demostró repetidamente.
Este asunto de someterse me lleva a otra sugerencia que puede ayudarnos a vivir “de una manera feliz” como maestros de religión. Confío en que la mayoría de nosotros queremos genuinamente someternos a la voluntad de nuestro Padre Celestial. Pero se hace más desafiante cuando se nos pide que nos sometamos a los seres mortales aquí en la tierra a quienes el Señor usa para dirigir Su obra, ya sea en un barrio, una estaca, o en los seminarios e institutos. En mi carrera he conocido a maestros muy capaces que se han ofendido por las acciones de un líder o por una política con la que no estaban de acuerdo. Ya sea que las injusticias fueran reales o percibidas, estos maestros tuvieron dudas y las alimentaron en su corazón, todo a costa de su propia felicidad. Su dolor a menudo se convirtió en amargura, que luego llevó a la contención con otros, especialmente con quienes los supervisaban.
El élder Neal A. Maxwell escribió: “La vida en la Iglesia [y yo agregaría, en los seminarios e institutos] significa experimentar una variedad de líderes, no todos los cuales son siempre sabios, maduros y hábiles. De hecho, algunos de nosotros estamos tan parchados y desiguales como un saco de viejas perillas de puertas. Parte del pulido que experimentamos es en realidad el resultado de chocar uno contra el otro. ¡Cuán vitales son la paciencia y el amor lubricantes en tales circunstancias!” [8]
No puedo enfatizar lo suficiente la importancia de “la paciencia y el amor lubricantes” para los maestros de religión. Son esenciales para encontrar la felicidad y para enseñar con el Espíritu.
El Presidente Boyd K. Packer dijo: “Un hombre que dice que sostendrá al Presidente de la Iglesia o a las Autoridades Generales, pero que no puede sostener a su propio obispo, se está engañando a sí mismo. El hombre que no sostiene al obispo de su barrio y al presidente de su estaca no sostendrá al presidente de la Iglesia.” [9]
El tiempo no me permite hacer mayores comentarios, pero en esa declaración existe un principio que creo que se aplica a los maestros de religión en su relación con quienes han sido designados para dirigirlos. Si alguno de ustedes tiene malos sentimientos hacia la administración, o hacia un líder o una política en particular, o porque no lo tomaron en cuenta para algo o porque lo supervisaron demasiado, les suplico, que para su propio bien, lo dejen pasar. La felicidad eludirá para siempre al individuo que no perdona, que difunde su descontento a los demás o que fomenta la contención.
Ahora, mi última sugerencia. Horas antes de la muerte del Salvador, les lavó los pies a los Apóstoles y luego dijo: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis” (Juan 13:14,17).
Mucha de la felicidad que podamos experimentar en la vida vendrá a medida que nos olvidemos de nosotros mismos y concentremos en los demás nuestros pensamientos y servicio. Hay una gran felicidad que podemos encontrar los maestros de religión al centrar nuestros pensamientos, deseos y esfuerzos en bendecir a nuestros alumnos. Al hablar a los maestros de religión, el Presidente Spencer W. Kimball dijo que el “crecimiento y desarrollo” de nuestros jóvenes debería ser nuestra “gran y sublime obsesión.” [10] Si nuestro enfoque se aleja de nuestros estudiantes y comienza a centrarse en nuestras propias necesidades, comodidades, satisfacción o reconocimiento, habrá una pérdida significativa en nuestro poder para enseñar con eficacia, sin mencionar la pérdida de gran parte de nuestra propia felicidad.
Henry Emerson Fosdick, un pastor protestante del siglo pasado, escribió:
Algunos cristianos llevan la religión en sus espaldas. Es un paquete de creencias y prácticas que deben soportar. A veces, se vuelve pesado y lo dejarían de buena gana, pero eso significaría una ruptura con las viejas tradiciones, por lo que lo vuelven a cargar. Pero los verdaderos cristianos no llevan su religión, su religión los lleva. No es peso; es alas. Los levanta, los ve sobre lugares difíciles, hace que el universo parezca amigable, que la vida tenga un propósito, que la esperanza sea real, que valga la pena el sacrificio, los libera del miedo, de la inutilidad, del desaliento y del pecado; el gran esclavizante de las almas de los hombres. Por su optimismo, puedes conocer a un verdadero cristiano cuando lo ves. [11]
Es mi oración y mi esperanza para cada uno de ustedes que el evangelio sea, de hecho, alas y no peso, que ustedes estén rodeados por el fuego y que estén llenos de gozo, y que su propia felicidad invite a otros a buscar y seguir la fuente de su felicidad, la cual es el Señor Jesucristo. Testifico que Él fue la persona más feliz que haya vivido sobre la tierra, y que nos invita a que lo sigamos a vivir “de una manera feliz.” En el nombre de Jesucristo, amén.
Notas
[1]- Kim B. Clark, “Encircled About with Fire,” (Transmisión por satélite de los Seminarios e Institutos de Religión el 4 de agosto de 1915), htpps://
[2]- Gordon B. Hinckley, Teachings of Gordon B. Hinckley (Salt Lake City: Deseret Book, 1997), página 256.
[3]- Spencer W. Kimball, The Teachings of Spencer W. Kimball, editado por Edward L. Kimball (Salt Lake City: Bookcraft, 1982) página 173.
[4]- Richard Carlson, Don’t Sweat the Small Stuff. . . and It’s All Small Stuff, (Nueva York: Hyperion, 1997), página 133.
[5]- Dieter F. Uchtdorf, “Agradecidos en Cualquier Circunstancia,” Liahona, mayo de 2014.
[6]- Patricia T. Holland, “Portraits of Eve: God’s Promises of Personal Identity,” en LDS Women’s Treasury: Insights and Inspirations for Today’s Woman (Salt Lake City: Deseret Book, 1997), páginas 97-98.
[7]- Russell M. Nelson, “Decisiones para la Eternidad,” Liahona, noviembre de 2013.
[8]- Neal A. Maxwell, If Thou Endure it Well (Salt Lake City: Bookcraft, 1996), página 99.
[9]- Boyd K. Packer, “Follow the Brethren,” (Reunión devocional en la Universidad Brigham Young el 13 de marzo de 1965), https://
[10]- Spencer W. Kimball, “Men of Example” (discurso dado a los maestros de religión del Sistema Educativo de la Iglesia el 11 de septiembre de 1975; página 7 del folleto); también en Teaching Seminary: Preservice Readings (Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 2004), página 16.
[11]- Harry Emerson Fosdick, Twelve Tests of Character (Nueva York: Association Press, 1923), páginas 87-88; citado por L. Tom Perry, “A Year of Jubilee,” en Ensign, noviembre de 1999, página 77.