Los Hispanoamericanos SUD y la Identidad Lamanita

Tyler Balli

Tyler Balli (tylerballi@gmail.com) es estudiante de historia a nivel maestría en el Tecnológico de Virginia.

una mujerEl término "lamanita" tiene varias connotaciones, y varía mucho el grado en que los hispanos se identifican con él, desde la aceptación entusiasta hasta la falta de identificación total.

La revista Ensign publicó en septiembre de 1972 un artículo titulado “What is a Lamanite?” [¿Qué es un lamanita?]. Usando una “conversación imaginaria” entre varias personas de ascendencia latino-americana y un líder de la iglesia, dicho artículo fue al centro de la compleja identificación lamanita dentro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.[1] Para cuando dicho artículo fue publicado en los años 1970—y desde mucho antes—algunos líderes de la Iglesia habían alentado a los hispanos a identificarse como lamanitas, un nombre que se refiere a un pueblo que se encuentra en El Libro de Mormón, que es parte de las escrituras fundamentales de la Iglesia. Sin embargo, aún con el apoyo de la Iglesia, no todos los hispanos se apresuraron a identificarse como lamanitas. El artículo “What is a Lamanite?” es uno de los pocos documentos, durante la época del Presidente Kimball, que exploró la diversidad de opiniones sobre el término entre los hispanos; fue un “recordatorio importante, si no es que pasado por alto, de que no todos los Santos a quienes los líderes de la Iglesia como Kimball identificaron como lamanitas se veían a sí mismos en esos mismos términos.” [2]

Este artículo intenta recuperar algo de la diversidad y complejidad expuestas en aquel artículo y agregar profundidad, contexto y perspectivas adicionales. Para la década de 1990 los hispanos, dependiendo de los factores que los influenciaron, tenían una variedad de ideas con respecto a la identidad lamanita. Por lo tanto, este artículo presentará un retrato de los sentimientos hispanos hacia la identidad lamanita a principios de los años 1990;[3] su análisis es histórico, por lo que no es una encuesta de las actitudes en el año 2018. Para los años 1990 la influencia de los líderes de la Iglesia y de otros miembros prominentes, la reducción de la identificación lamanita en los discursos oficiales de la Iglesia, el movimiento Chicano, y el proceso de americanización contribuyeron a dar forma, entre los hispanoamericanos SUD, a los siguientes niveles de la identificación lamanita: identificación positiva o negativa, la no identificación, y la identificación principal como hijo de Dios.

Aparte de unas pocas obras por Jessie Embry, John-Charles Duffy, Orlando Rivera, Armand Mauss, Thomas W. Murphy y las memorias recientes de Ignacio García, pocas obras tratan la historia de los hispanos SUD en los Estados Unidos o la identificación lamanita entre los hispanos en general. La obra de estos autores es muy importante, pero ninguno, aparte de Duffy y Mauss, le ha dado mucha atención a la identidad lamanita.[4] Este artículo expande y agrega a las obras anteriores al investigar la forma en que los hispanos mismos se acomodan en la identificación lamanita. Las principales fuentes de este artículo son las entrevistas que se encuentran en: ‘L. Tom Perry Special Collections’ en la biblioteca de la Universidad Brigham Young. Hablando en términos generales, el discurso acerca de lo que significa la identificación lamanita ha sido dominado por las fuentes oficiales de la Iglesia, y los hispanos mismos han tenido pocas oportunidades y menos medios para dar a conocer sus experiencias. Pero estas entrevistas de la historia verbal son un gran paso al dar una voz a los hispanoamericanos SUD normales, al permitir que sus propias palabras expliquen la forma en que entendieron la palabra lamanita.

Estas entrevistas se efectuaron en los años 1991-1992 como parte del proyecto ‘LDS Hispanic American Oral History Project’ [el Proyecto de Historia Oral de los Hispanoamericanos SUD] dirigido por Jessie L. Embry. Tres latinos que hablan español (estudiantes universitarios originarios de o con raíces en Perú, Argentina y México) efectuaron casi todas las noventa y cuatro entrevistas. Aunque estas entrevistas son una fuente invaluable, presentan ciertas limitaciones. No representan de manera estadística las opiniones y las experiencias de todos los hispanos. De hecho, Embry describe la imposibilidad de una muestra perfecta de los hispanoamericanos SUD: “Los registros de la Iglesia SUD no anotan las nacionalidades, por lo que es imposible determinar cuántos mormones de habla hispana viven en los Estados Unidos.”[5]

Más de la mitad de las entrevistas (cincuenta y dos) se hicieron en Utah, y treinta y cuatro de los entrevistados eran estudiantes en BYU. la mayor representación de estudiantes de BYU inclina los resultados, ya que no tipificaron a la comunidad latina mormona en general. Los estudiantes inter actuaban a diario con fuerzas—como una mayoría de estudiantes blancos—eso podría hacerlos más o menos propensos a identificarse como lamanitas. Pero muchas de estas personas habían vivido en distintas partes del país antes de radicar en Utah, por lo que sus experiencias no tan solo representan la vida en Utah o en BYU.[6] Las personas fueron entrevistadas en BYU o en sus hogares en donde quiera que estuvieran sus casas. Sin embargo, pensé en analizar las palabras de los entrevistados de muchos países, o grupos, o antecedentes diferentes. Aunque es imposible reunir una muestra histórica verdaderamente representativa, estas entrevistas de la historia verbal esparcen una gran luz sobre la forma en que algunos hispanoamericanos SUD consideraban la identidad lamanita en los años noventa, agregando una variedad de perspectivas diferentes expresadas desde un punto de vista personal.[7]

La Historia del Término Lamanitas

La historia completa del término lamanita es demasiado extensa para presentarla aquí en su totalidad, así que he seleccionado los cambios que son más importantes para entender la forma en que los hispanoamericanos SUD llegaron a identificarse con el término. La palabra lamanita se deriva del Libro de Mormón. El libro, considerado como escritura sagrada, menciona el relato de dos grupos de personas en las antiguas Américas: los nefitas y los lamanitas. Algunos creen que el libro literalmente describe a los nefitas como de piel blanca y a los lamanitas como de piel obscura, en tanto que otros piensan que estas descripciones son simbólicas de las condiciones espirituales internas.[8] Ambos, los nefitas y los lamanitas pasan por períodos de rectitud y de apostasía, pero en el período temprano del libro, los lamanitas, por su desobediencia, fueron maldecidos por Dios y “se convirtieron en un pueblo ocioso, lleno de maldad y astucia, y cazaban animales salvajes en el desierto” (2 Nefi 5:24).También se menciona que “eran un pueblo salvaje, feroz y sanguinario” (Mosíah 10:12). Pero el Libro de Mormón también profetizó un glorioso futuro para los lamanitas porque se les han extendido “las promesas del Señor” y que “serán traídos otra vez al conocimiento verdadero” y que “serán contados” otra vez entre el pueblo del Señor (Ver Helamán 15:12-13).

En el año 1830, cuando se fundó la Iglesia, los hispanos no fueron, de inmediato, vinculados con los lamanitas. Los líderes de la Iglesia usaron el término lamanita para describir a las tribus nativas americanas de la parte oeste de lo que hoy son los Estados Unidos.[9] Pero no pasaron muchos años antes de que los Líderes de la Iglesia vincularan a los hispanos con los pueblos del Libro de Mormón. Por ejemplo, en el año 1845, el Quórum de los Doce Apóstoles dijo que los pueblos nativos de América del Norte y de América del Sur eran “un remanente del las tribus de Israel”, o, en otras palabras: lamanitas. En el año 1851, Parley P. Pratt hizo una proclamación apostólica que decía: “Hombres rojos del bosque; peruanos, mexicanos, guatemaltecos, descendientes de toda tribu y lengua de esta misteriosa raza, su historia, su evangelio, su destino se ha revelado.”[10] Los líderes de la Iglesia al igual que Pratt creían que por medio del Libro de Mormón, los hispanos y otros grupos étnicos descubrirían conocimiento antes ignorado acerca de su historia y cultura, por lo tanto, les ayudaría a entender su propia identidad. Esa identidad estaba envuelta en un destino, un destino en el cual, como pueblo, tendrían un papel importante en los eventos que condujeran a la Segunda Venido de Jesucristo.

Durante la primera mitad del siglo veinte, los líderes de la Iglesia y los misioneros, repetidamente hicieron referencia a la herencia lamanita de los latinoamericanos.[11] Por ejemplo, algunos líderes de la Iglesia como Rey L. Pratt y Anthony Ivins creían firmemente en la herencia israelita de los pueblos de América Latina.[12]

Los líderes de la Iglesia alentaron a los miembros para que exploraran y articularan su identidad lamanita. Uno de los latinos mas prominentes en el desarrollo del término fue Margarito Bautista, de México. En las palabras de un historiador, Bautista fue: “Un hombre extraordinariamente dotado y un orador talentoso”.[13] En su popular y controversial libro La Evolución de México publicado en el año 1935, expuso sus ideas de lo que creía acerca de la identidad lamanita y del lugar de México en la Restauración. Su obra escrita fue una de las primeras expresiones de la auto-identificación lamanita en América Latina.[14] Bautista creía que los lamanitas fueron los progenitores de los chichimecas y de los aztecas, en tanto que los nefitas estaban conectados con los mayas y los toltecas.[15]

El libro fue muy bien recibido por los mexicanos, “muchos de los cuales se enorgullecían de sus poderosos antepasados lamanitas.”[16] Los escritos de Bautista les dieron a los mexicanos un pasado honorable y un futuro lleno de esperanzas.[17] Aunque reconoció la iniquidad de los lamanitas en ciertas épocas del Libro de Mormón, también dijo que “cuando las tribus lamanitas se convirtieron a la verdadera cristiandad, los encontramos viviendo una vida superlativamente incomparable.”[18] Su civilización tenía mucho que admirar. Con respecto al futuro brillante de los lamanitas, escribió lo siguiente: “En lo que respecta a todo lo perdido, material y espiritualmente, etc., encontramos una maravillosa esperanza que será una realidad para todos nosotros, los descendientes de aquellos pueblos del pasado.”[19] También usó varias escrituras del Libro de Mormón para predecir que el tiempo de los gentiles, o sea el predominio de los asuntos de la Iglesia por parte de los miembros anglosajones—de cuya autoridad Bautista se burló y quienes no recibieron bien el libro de Bautista [20]—terminaría y que se restauraría la soberanía de los lamanitas en toda su plenitud. También dijo que la Nueva Jerusalén sería construida por los pueblos nativos.[21] Como se mencionó más arriba, el libro de Bautista fue una de las primeras publicaciones que aceptó la auto-identificación lamanita, y sus palabras inspiraron a muchos contemporáneos mexicanos a estar orgulloso de un pasado lamanita y a tener esperanza de un futuro más brillante.

Por tanto, mientras los líderes de la Iglesia y los hispanos habían, de tiempo atrás, identificado a los pueblos de México, de América Central y de América del Sur como lamanitas, “la identificación lamanita hemisférica [es decir, identificar a todos los pueblos con raíces nativas en las Américas y el Pacífico como lamanitas] disfrutó su apogeo durante los cuarenta años de Spencer W. Kimball [1943-1985] como apóstol SUD y luego como presidente de la Iglesia.”[22] Spencer W. Kimball, como Apóstol y como Presidente de la Iglesia, fue extremadamente apasionado con respecto al deber de la Iglesia para con los lamanitas. Creía fervientemente que “el día de los lamanitas seguramente ya está aquí” y que la Iglesia y sus miembros eran “instrumentos para ayudar a llevar a cabo las profecías de renovada vitalidad, aceptación del evangelio y reasunción a un lugar privilegiado como parte del pueblo escogido de Dios.”[23]

Kimball creía que los lamanitas eran personas “buenas,” “honestas,” “de buen corazón” y “amorosas,” que tenían una “fe natural” y estaban “cerca del Señor.” Esperaba comunicar a los lamanitas que “pertenecían a una gran raza” y eran de “sangre real.”[24] Kimball les prometió a algunas personas lamanitas que si leían el Libro de Mormón “con el deseo sincero de conocer la verdad” recibirían una confirmación espiritual de que los pueblos del libro eran sus antepasados y que el libro era su historia y de que ellos también eran lamanitas.[25] Esperando que la identificación lamanita “contrarrestara el prejuicio,” Kimball animó [a los pueblos nativos de las Américas y del Pacífico] a aceptar la identidad lamanita como su “herencia verdadera” y su “verdadera identidad.”[26]

Los años 1980 fueron la década en que los líderes de la Iglesia y los eruditos comenzaron a asociar mas al Libro de Mormon con Mesoamérica. Mauss da tres razones para ello: (1) la falta de éxito, en las décadas anteriores, de los programas para los Nativos Americanos en los Estados Unidos, (2) el éxito de la obra misional en América Latina y (3) el trabajo de varios eruditos SUD y de las instituciones académicas como John Sorenson y la Foundation for Ancient Research and Mormon Studies (Farms), al encontrar paralelismos entre el Libro de Mormón y Mesoamérica.[27] Duffy escribe que ese fue un “cambio crucial en el discurso SUD:” pues fue un cambio de la identificación lamanita hemisférica a la identificación lamanita limitada o a la no identificación lamanita.”[28] De acuerdo con este punto de vista de la identificación lamanita limitada, los lamanitas habrían habitado en un área relativamente pequeña en Mesoamérica, y que el continente americano ya había sido habitado por muchos pueblos antes de que Lehi y su familia llegaran. Esto contrastaba con la identificación hemisférica que creía que los lamanitas fueron los progenitores de casi todos los pueblos nativos de las Américas.[29]

Durante esta década de transición, Agrícol Lozano Herrera, el primer “lamanita mexicano” que llegó a ser presidente de estaca, continuó formando el concepto mexicano de la identidad lamanita. En el año 1983 escribió su propio libro, Historia del Mormonismo en México. En él se identificó y al pueblo mexicano como lamanitas. De acuerdo con un historiador, él tenía una asociación negativa con el término.[30] Es cierto que Lozano creía que los lamanitas eran propensos a la rebeldía, a la crítica y la oposición a los líderes de la Iglesia, y que los hijos de Lamán eran de “dura cerviz”, pero sus palabras no indican que el término lamanita fuera peyorativo.[31] Aunque creía que los lamanitas habían caído como pueblo, todavía tenían una herencia de orgullo y un futuro promisorio. De hecho, empieza su libro sobre la historia del mormonismo en México describiendo la forma en que la Restauración puso en marcha las promesas del Libro de Mormón de que los lamanitas serían redimidos.[32] La Restauración y quienes trajeron su mensaje a los hijos de Lehi, le enseñaron a los pueblos indios “que nuevamente podía[n] volver a caminar la senda que sus padres habían andado” y que “su miseria, su pobreza, su apostasía, su obscuridad, no correspondía a su herencia, a su destino, a sus posibilidades, a su honor,. . . a su simiente de hijo[s] de dioses.”[33] En breve, creía que los lamanitas una vez habían sido de hecho justos pero que habían apostatado. Y que aunque sus descendientes todavía tenían algunas características negativas, al fin, tenían “posibilidades” y un “destino” que eran emocionantes.

A pesar de que el telón de fondo histórico del Libro de Mormón estaba más asociado con Mesoamérica, después de la muerte de Kimball en el año 1985, hubo “una aguda e inmediata declinación de la identificación lamanita por parte de los principales líderes de la Iglesia.”[34] Los líderes de la Iglesia se preocuparon más por promover la unidad dentro de la Iglesia que por elevar a un grupo étnico sobre otros. La muerte del Presidente Kimball no fue el único factor. Mauss agrega también que el éxito misional en muchas partes del mundo llevó a la declinación en “las referencias a los distintos linajes y sus bendiciones o maldiciones especiales. . ., lo cual se volvió insostenible a la luz de la conversión y fidelidad de gente de tantos linajes que no tienen una identificación ‘racial’ obvia.”[35] También vieron la necesidad de retirar las afirmaciones anteriores de que todos los nativos de América del Norte y del Sur y los del Pacífico eran descendientes de los lamanitas. Esta vuelta atrás fue la reacción a la comunidad científica, que aceptaba otras teorías con respecto a cómo fueron pobladas las Américas.[36]

Las entrevistas de historia oral hechas a los hispanoamericanos SUD que son las fuentes fundamentales de este artículo se efectuaron el año 1991, una época cuando la identificación lamanita estaba disminuyendo entre los líderes de la Iglesia pero también la época en que Mesoamérica estaba cada vez más vinculada como el escenario para el Libro de Mormón. Por lo tanto, todos los entrevistados crecieron durante la época de Kimball, en que se alentaba la identificación lamanita, aunque algunos de los entrevistados más jóvenes llegaron a la mayoría de edad durante la baja en la identificación lamanita oficial. Es evidente la influencia—esa influencia se abordará en las páginas siguientes—de muchos de estos factores en las respuestas de algunos de los entrevistados con respecto a la palabra lamanita. El término "lamanita" tiene varias connotaciones, y varía mucho el grado en que los hispanos se identifican con él, desde la aceptación entusiasta hasta la falta de identificación total.

La Identificación Positiva

La Herencia pre-colombina

Quienes aceptaron la identidad lamanita lo hicieron por varias razones. Una razón fue que ser lamanitas los conectaba con sus ancestros pre-colombinos. Para algunos, parte del atractivo de conectarse con sus raíces ancestrales tuvo que ver con el movimiento chicano. Quienes se identificaron con ese movimiento típicamente se relacionaron más positivamente con el término lamanita. El movimiento chicano fue el movimiento pro derechos civiles de los mexico-americanos durante los años 1960 y 1970. Ignacio M. García, un miembro SUD y uno de los más versados en el movimiento chicano, lo describió como: “Una corriente cultural nacionalista radical.” Fue una combinación extraña del tradicionalismo rural, las ideas izquierdistas, y las pretensiones liberales. Por no ser una ideología definida, este corriente política atrajo a los jóvenes que buscaban de una identidad, a los viejos que buscaban re-afirmar los valores tradicionales, y a personas de la clase media cuya exigencia era “¡Ya Basta![37]

El movimiento chicano promovió orgullosamente a los pueblos y las civilizaciones indígenas de las Américas y proporcionó un lente que hizo que la identificación lamanita fuera algo natural. No fue sino hasta que Ignacio García empezara a estudiar, mientras asistía a la universidad, las obras de los intelectuales chicanos que empezó a adjuntarle una identidad histórica a los mexicanos, una que dio el Libro de Mormón y que agregó profundidad a:

Tomar el trabajo de [Octavio]Romano [un erudito chicano] y vincularlo al Libro de Mormón me permitió ver a los mexicanos y, finalmente, a los latinos como un pueblo histórico con una historia rica—y algunas veces trágica—con héroes, filosofía e incluso profetas. . . . Fue mi manera de tratar de desarrollar no solo una identidad chicana sino también mormona que fuera diferente a la de mis hermanos blancos, y muy necesaria, así lo creí, para liberarnos a los “mormones”de la idea de que siempre seríamos un pueblo que debe ser cuidado y dirigido por otros fuera de nuestro rebaño.[38]

Esta identidad proporcionó un paradigma, formando la visión de García del pasado, su presente y el futuro de los hispanos en la Iglesia.

Otra persona que fue influenciada por el movimiento chicano fue Orlando Rivera, que fue obispo del barrio en español Lucero en Salt Lake City y profesor en la Universidad de Utah. Escribió: “En la Iglesia, las personas se refieren a nosotros como lamanitas. Algunos han pensado que esto es ofensivo. Pero para la mayoría de nosotros no lo es, especialmente para aquellos que nos identificamos como estadounidenses de ascendencia mexicana. Nos llamamos chicanos, y todos los chicanos piensan que tienen antecedentes indo-hispanos, o sea que tienen raíces ancestrales nativas de América y Europa. Por lo tanto, que ustedes nos consideren lamanitas no es de ninguna manera ofensiva, sino más bien aceptable para nuestra gente.”[39] Rivera vinculó explícitamente la ideología chicana con la identificación lamanita. Algunas de estas civilizaciones pre-colombinas fueron reconocidas por sus logros y su gloria. Algunas de sus ciudades (como la Tenochtitlán de los aztecas) estaban densamente pobladas, aún más que las mayores ciudades europeas. Algunas tuvieron idiomas escritos y sobresalieron en la astronomía. En breve, fueron civilizaciones poderosas por las cuales uno puede sentirse orgulloso. Forman un vínculo entre esas civilizaciones y la identidad lamanita imbuida en la historia lamanita—que el Libro de Mormón describe como justa y a la vez rebelde—con grandes logros seculares.

Rivera tampoco quiso que su identidad cultural fuera totalmente absorbida por una identidad SUD. No estaba de acuerdo con los miembros blancos que creían que “SUD es una cultura suficiente y completa independiente de cualquier otra cosa, y que nosotros [los hispanos SUD] deberíamos dejar atrás cualquier tradición o característica de nuestro estilo de vida que pudiéramos tener.” Creía que podía “adoptar las normas y valores centrales asociados con las ordenanzas y las doctrinas” sin dejar de lado su herencia, lo que llevó a que hubiera conflictos con los miembros de la Iglesia americanos que creían que la cultura mormona de EE UU era equivalente a la cultura del Evangelio. “Esta suposición no crítica” dice, “prescribe que nosotros los “extranjeros” debemos cambiar culturalmente, pero que no se impone tal requisito a los de la ‘cultura mormona central’” [40] La identidad lamanita y chicana dieron la oportunidad de que los hispanos, como lo describió Mauss al hablar de los conversos SUD en América Latina, “reclamaran una distinción especial o divina en contraste con. . . sus correligionarios mormones anglosajones.”[41] Eso permitió que los hispanos participaran como parte de la Iglesia sin tener que renunciar a su identidad y fundirse con una membresía de la Iglesia mayoritariamente blanca.

Herencia Espiritual

Sin embargo, algunos latinos no conocieron o no se unieron al movimiento chicano, en vez de eso, se conectaron más con la historia espiritual de sus ancestros que con cualquier otro vínculo que pudieran haber hecho entre los lamanitas y las grandes civilizaciones de las Américas, como los aztecas, los mayas o los incas. Lorenza Zamarrón, de ascendencia mexicana, y que se convirtió a la Iglesia cuando tenía once años, dijo: “Cuando se trata de los antepasados, realmente me dio mucho orgullo que mis antepasados alguna vez tuvieran la luz que tengo. Aunque perdieron ese conocimiento, estoy consciente de que lo tuvieron antes. Vengo de ellos, y es una bendición que yo tenga ese conocimiento.”[42] Zamarrón se identificó con un legado que se remonta a los pueblos del Libro de Mormón, un legado del cual se enorgullecía, ya que significaba que sus ancestros tuvieron las mismas creencias cristianas que ella tenía actualmente.

Otros ejemplos de esta creencia vienen del Ensign. Jennie Durán, “una conversa de ascendencia española e india” dijo: “Tengo una sensación extraña y maravillosa cuando me doy cuenta de que mis venas son ricas con la sangre de Efraín de la casa de José. [El Libro de Mormón establece que los lamanitas son descendientes de la casa de Israel.] Tengo dos herencias preciosas.” Y agregó: ‘“La Iglesia del Señor enseña que una persona debe tener auto-estima, un orgullo justo en su familia, y orgullo de su ascendencia,’ dice Jennie. ‘Estoy agradecida por pertenecer a una Iglesia en donde las diferentes culturas pueden gozar de hermandad en la casa del Señor, no más “extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos” (Efesios 2:19) en la casa de Dios.’”[43] Duran le dio el crédito a la Iglesia por traerle conocimiento de sus “preciosas herencias,” que establecieron su “auto-estima” y “orgullo justo” en su ascendencia. Parece ser que estas creencias le permitieron inter actuar con más confianza con otros miembros de la Iglesia de diferentes culturas. Quizás eso fue parte del atractivo de la identidad lamanita para los hispanoamericanos SUD. Los dotó con una identidad distintiva dentro de la Iglesia, que no los igualó con los miembros de la Iglesia blancos sino que, debido a su “sangre real” (como lo dijo el Presidente Kimball), los elevó más allá del prejuicio de los miembros blancos, haciéndolos conciudadanos en la Iglesia.

Un Futuro Lleno de Esperanza

Los hispanos no tan solo se relacionaron con orgullo sino que también se identificaron ansiosamente con la esperanza de un futuro brillante que las escrituras SUD prometen a los descendientes de los lamanitas. La Doctrina y Convenios, una de esas escrituras, dice: “Pero antes que venga el gran día del Señor, . . . los lamanitas florecerán como la rosa” (D y C 49:24). Reaccionando a esta escritura, Zamarrón declaró: “Al ir creciendo, siempre oía que los lamanitas progresarían. Que florecerían como la rosa. Esperaba ese día. Yo creo que se está acercando más y más. Creo que esa profecía se cumplirá.”[44] Expresando un sentimiento similar, Kenneth González—un converso reciente de California de ascendencia mexicana—contestó a la pregunta acerca de la forma en que las doctrinas SUD habían formado el panorama del futuro de los hispano parlantes al decir: “Especialmente en relación a las culturas lamanitas, yo diría que los hispanos tienen un lugar definido en la Iglesia SUD.” Continuó describiendo que los hispano parlantes, en particular contribuirán, como líderes de la Iglesia SUD.[45]

Muchos consideraron este futuro brillante como espiritual y secular a la vez. Ignacio García escribió: “Las promesas del ‘florecimiento de la rosa’ parecían implicar que tanto los nativos americanos como sus primos los mestizos surgirían algún día de las cenizas de la explotación, la pobreza, la segregación y la inferioridad para tomar el mando de sus vidas y, eventualmente, deshacerse de los grilletes y del mando de los 'gentiles' que para nosotros era simplemente el gringo.”[46] La esperanza de esta profecía, sin duda, tuvo eco en muchos hispanoamericanos que a diario luchaban contra “la explotación, la pobreza, la segregación y la inferioridad.” Y debido a que el liderazgo de la Iglesia global, regional y, alguna veces hasta el local, era mayormente blanco, uno puede ver la manera en que el florecimiento de los lamanitas daría esperanza a algunos como Kenneth González de que los líderes hispanos se podrían levantar y dirigir los rebaños de la Iglesia.

González también se identificó positivamente con el término lamanita por otras razones. Había sido católico devoto antes de ir a BYU, en donde encontró una población anglosajona a la que llamó “sobre abundante.” La falta de otros grupos étnicos en el campo universitario aumentó su oposición a ser bautizado en la Iglesia SUD. Se preguntó: “¿Cómo puede decir esta Iglesia que es la verdadera cuando su membresía es tan extrema en la población anglosajona?”[47] Sin embargo, empezó a bajar sus barreras contra el bautismo cuando se unió a la ‘Generación Lamanita,’ un grupo al que el periódico Deseret News llamó: “La principal compañía de música y danza étnica de la Universidad Brigham Young.”[48] El grupo ensayó y presentó números musicales y de danza que representaban a las culturas, polinesia, nativo-americana e hispana. Comenzó en el año 1971, fue creado por un estudiante de BYU que era blanco y su esposa era maorí. Originalmente fue diseñado para “que fuera un vehículo para cultivar el orgullo en la identidad indígena/lamanita entre los artistas nativos” pero eventualmente empezó a incluir a otros grupos aparte de los nativo americanos “expandiendo la definición pública de lamanita para incluir a otros grupos étnicos y darle atención mundial a la función desempeñada por todos esos grupos en la obra de la Iglesia.”[49] En el pináculo de su producción, año 1977, la Generación Lamanita ofreció cuarenta y cinco funciones en un año.[50]

La experiencia de González con este grupo muestra que identidad lamanita no era solamente para informar la identidad étnica de alguien sino también para inspirar la propia identidad religiosa. Antes de unirse al grupo, González dijo que no lo conocía bien, excepto “que se trataba de un grupo que mostraba y compartía las diferentes culturas lamanitas,” por lo que pensó que “era muy interesante.”[51] Poco después asistió a una reunión de la Generación Lamanita; dijo que esa fue “la primera vez que vio a esta gente morena levantarse y dar su testimonio. Eso tuvo un efecto directo y total en mí.”

González no tan solo admiró a estos “lamanitas” sino que también sintió que eran diferentes y hasta más espirituales que la población SUD blanca. Consciente de su posible parcialidad, González explica: “Quizás este sea un punto de vista parcial, pero sigo creyendo que los lamanitas tienen un espíritu especial que el Padre Celestial les dio, y es muy, muy fuerte. Es un poco diferente de lo que creo que los anglos tienen en su espíritu. Todo proviene del Espíritu Santo, pero hay algo extra.” Luego agregó: “puedes sentir el espíritu todo el tiempo, pero nunca es tan fuerte, poderoso y único como cuando estás con la Generación Lamanita.” Este punto de vista demuestra la creencia en la naturaleza escogida de los lamanitas, que son intrínsicamente diferentes de los miembros de la Iglesia blancos. Su espíritu era más fuerte, quizás, debido a su conexión a su herencia del Libro de Mormón. Pero esta forma de pensar hizo posible que la identificación lamanita fuera emocionante y edificante.

Al preguntarsele cómo se sentía acerca de buscar esposa, González contestó que preferiría casarse con “una hermosa joven lamanita.” Su respuesta a esta pregunta demuestra el orgullo y amor por el pueblo lamanita. Los cónyuges influyen en sus parejas y en sus hijos de muchas maneras tales como el idioma que se hable en el hogar, las costumbres que se observen y la identidad familiar. Por ejemplo, Myriam López Furrows, de Puerto Rico, se casó con un americano y citó a su matrimonio como la posible razón de por qué en los últimos diez años ha ido perdiendo más y más sus antecedentes culturales, “al adaptarse más a la cultura americana blanca.”[52] La preferencia de González por casarse con una “hermosa joven lamanita” demuestra el deseo de perpetuar su identidad mediante su vida y la vida de sus futuros hijos. “Quiero que mis hijos sepan quiénes son y cuál es su propósito aquí,” dijo. “Quiero que tengan un fuerte sentido de quiénes son, un fuerte sentido de su identidad. . . Quiero que sientan la importancia de la cultura, la importancia de sus amigos, la importancia de la familia y la importancia de la religión.”[53]

La Identificación Negativa

Aunque algunos hispanos se identificaron positivamente con la palabra lamanita, no todos lo hicieron, y algunos de los sentimientos negativos que rodearon esa identificación algunas veces surgieron de los miembros de la Iglesia blancos. Aunque el Presidente Kimball y otros líderes de la Iglesia creyeron que la identificación lamanita acabaría con los “vestigios del paternalismo y del prejuicio entre los no-lamanitas en la Iglesia,” algunas veces ocurrió lo opuesto.[54]

Mario Valencia, que nació en Texas y cuyos padres eran mexicanos, relató algo que le sucedió a su hermana. Un día, al estar esperando fuera de un templo SUD, su hermana se encontró con una amiga y empezaron a conversar en español. Al oír el español “una muchacha anglosajona le preguntó a mi hermana, ‘¿eres hispana?’ Mi hermana dijo, ‘Sí, soy de una familia mexicana.’ La americana dijo: ‘supongo que está bien. De todas formas, se ha quitado la maldición del pueblo lamanita.’ Le pregunté a mi hermana, ‘¿estaba bromeando?’ Me contestó, ‘No, hablaba muy en serio.’” Valencia continuó: “Yo creo que muchas veces la persona SUD blanca que ha nacido en la Iglesia cree, por alguna razón, que es más espiritual y más digna que tu porque naciste en una familia lamanita con piel más obscura y quizás una familia que fue católica, metodista, o de cualquier otra religión antes de ser mormones. . . Hay muchos que tienen esa opinión.”[55]

Algunas veces, los miembros de la Iglesia blancos podrían ver la palabra lamanita como peyorativa. Representó una historia de maldiciones y rebelión hacia ellos y dio una jerarquía espiritual en la cual se podrían colocar por encima de los hispanoamericanos. Naturalmente, al usarse de esta manera, la identidad lamanita podría llegar a ser negativa y perjudicial.

Este punto de vista también se expresó en el artículo del Ensign ¿Qué es un Lamanita? cuando el autor representó a un chileno, sin duda refiriéndose a la misma maldición que mencionó la mujer anglosajona en la historia anterior, “No nos consideramos personas inferiores.[o un pueblo despreciable]”[56] La referencia a un “pueblo despreciable” describe lo que le pasó a los lamanitas en el Libro de Mormón, que fueron maldecidos por su rebelión (véase Alma 3:6). A causa de esta maldición, “se convirtieron en un pueblo ocioso, lleno de maldad y astucia” (2 Nefi 5:24). Aunque hay otros pasajes que son más favorables hacia los lamanitas, estos pasajes, para los hispanos, serían muy difícil de pasarlos por alto ya que los líderes de la Iglesia les enseñaron que eran lamanitas, lo cual facilitó el rechazar por completo la identificación lamanita.

Una entrevista muestra la complejidad de los sentimientos no tan solo dentro de los hispanoamericanos SUD sino también los sentimientos complejos sobre la identificación lamanita dentro de una persona. Al preguntársele sobre la forma en que los valores y doctrinas SUD influyeron en su percepción sobre el futuro de los hispanos, Francisco Guajardo contesto: “De las dos formas, positiva y negativamente. Me gusta el hecho de que se nos dice que somos un pueblo escogido. Ser lamanita es una gran bendición, y lo creo.” Pero de inmediato, describió el impacto negativo que tuvo en su vida la identificación lamanita:

También lucho con el hecho de que a veces el tema de la raza, el tema de si eres lamanita, o si eres esto o aquello, es un tema demasiado importante en la Iglesia. A veces te olvidas del individuo. Pasamos por la vida y se han colocado muchas etiquetas sobre nosotros. Es difícil vivir con todas esas etiquetas. Eres alguien de los Estados Unidos, no solo eres un lamanita, también eres una minoría, un hispano, eres muchas cosas, algunas veces siento que dentro de la Iglesia, eso puede ser una causa de división.

Por ejemplo, cuando eras niño, la gente nunca te dejaba olvidar que ser un lamanita era una maldición y que el color de tu piel era un castigo. Esa mentalidad, esa idea, fue puesta en la cabeza. Creó algunos problemas para mi auto-estima. No estabas orgulloso de tener una piel más oscura. No era que debías estar orgulloso, pero estabas muy consciente de ello.

Luego sus ideas giraron 180 grados. “Aún así, también estoy orgulloso de ello,” dijo: “Para alguien que ha sido avergonzado toda la vida por eso, el leer en las escrituras las bendiciones y las grandes cosas que en realidad fueron los lamanitas, y las grandes bendiciones que les fueron prometidas, es una gran ayuda. Nos ayuda a identificarnos mas fuerte como pueblo; nos ayuda con nuestra auto-estima, nos da mucho mas orgullo.”[57]

Esos son sentimientos complejos. Parece ser que el orgullo de Guajardo creció cuando pudo leer las escrituras y descubrir lo que ser lamanita significaba para él. Pudo descubrir los aspectos positivos de la historia de los lamanitas y las bendiciones futuras que les fueron prometidas. Sin embargo, cuando otros miembros de la Iglesia usaron el palabra lamanita para degradarlo racialmente o para distinguirlo de otros miembros, la identificación lamanita también pudo ser perjudicial al dañar su auto-estima. Como esta identidad podría ser una espada de dos filos, la fuente e intención de la identificación lamanita podría cambiar drásticamente la forma en que una persona se sintiera al ser designada como lamanita.

Quizás haya otra razón para los comentarios ambivalentes de Guajardo: la posibilidad de que esa entrevista haya sido hecha en BYU. El entrevistador dijo que la entrevista se hizo en Provo, Utah, pero no especifica si fue en BYU o en la casa de Guajardo. Pudo haber sido en cualquiera de esos lugares ya que los entrevistadores realizaron las sesiones tanto en los hogares de los entrevistados como en las instalaciones de BYU. Si se hizo en BYU, pudo haber influido en sus respuestas. Muchos de sus comentarios iniciales fueron altamente negativos con respecto a la “etiqueta” lamanita que sintió que le habían impuesto. Pero luego equilibró sus críticas con algunos comentarios positivos con respecto a la identificación lamanita. Quizás por el hecho de ser entrevistado en una institución mayormente blanca, sintió que debía ser menos crítico de la etiqueta que algunos miembros blancos lo habían alentado a adoptar. Esto podría explicar, en parte, el porqué los hispanoamericanos en BYU hayan expresado actitudes conflictivas.

La Falta de Identificación

Algunos hispanoamericanos declararon que nunca se identificaron como lamanitas. Una razón para esta falta de identificación lamanita es el que muchos hispanos, particularmente los del Cono Sur de América del Sur, no tienen raíces indígenas. Como se dice en el artículo del Ensign ya mencionado, “los miembros argentinos y los paraguayos. . . descienden de las naciones gentiles de Europa.” El artículo también le recuerda a los lectores que “de ninguna manera, son lamanitas todos los miembros de la Iglesia que hablan español.”[58] Obviamente, el trazar la ascendencia hacia Europa en lugar de los pueblos indígenas de las Américas, elimina cualquier vínculo ancestral a los lamanitas.

Otra razón para esta falta de identificación parece ser el proceso de americanización que moldeó a algunos hispanoamericanos de la primera, segunda, o tercera generación. A pesar de la herencia étnica de los hispanos, se pudieron haber identificado más ampliamente con el país que se convirtió en su nuevo hogar. Ivan Sánchez nació en Guatemala pero se mudó a los Estados Unidos cuando tenía diez años. Declaró rotundamente: “Me considero más ‘gringo’ que latino porque he estado aquí más tiempo.”[59] Tina T. Serrano Ruiz creció en Chicago y es nieta de inmigrantes mexicanos. La entrevistadora le preguntó si alguna vez se había sentido como lamanita. La pregunta ‘pescó’ a Serrano un poco fuera de lugar, como si fuera algo en lo que nunca había pensado antes. Tras varias preguntas de seguimiento y una larga pausa, Serrano contesto: “Nunca pensé de mi misma como lamanita porque, supongo, siempre sentí que era americana. Quizás eso se deba a la forma en que fui educada. Tuve influencia hispana en el hogar, pero principalmente, era americana.”[60] Esta cita resalta la forma en que los hispanoamericanos SUD vincularon las identidades hispana y lamanita. Los hispanos que, típicamente, estaban orgullosos de la herencia de sus ancestros se conectaron fuertemente también a la identidad lamanita, pero el proceso de americanización pudo haber debilitado esa asociación.

Stella Moris Abraham es otro ejemplo de cómo el integrarse a la sociedad americana pudo, algunas veces, llevar a la falta de identificación lamanita. Ella nació en Argentina en donde creció como católica devota. Describe que tuvo “pocas oportunidades de hablar con una persona hispana” y que siempre “estuve mezclándome con la cultura principal.” Estar aislada de los hispanos hizo que se redujera su capacidad de hablar el español. “Por lo tanto, cuando entré a la Iglesia,” dijo, “no me vi como lamanita,” aunque una de mis abuelas era indígena pura de América del Sur. Ella es la única abuela que no es una mezcla de europeo y argentino o es puramente europeo o del Oriente Medio.”[61] A pesar de no identificarse como lamanita, parece que ella se involucró más a la comunidad hispana, ya que dijo que la semana anterior a la entrevista asistió a una conferencia lamanita. Sus recuerdos de la conferencia muestran el doble significado que puede tener la identidad lamanita. Al estar en la conferencia se preguntaba la forma en que los hispanos se “consideraban a sí mismos dentro de la Iglesia.” Luego el presidente de la estaca, un hispano parlante, comenzó a hablar. El mensaje que ella pudo obtener de los comentarios del presidente fue que “desde el principio, los lamanitas fueron considerados una especie de pueblo inferior, personas con muchas faltas, mucha vergüenza y mucha culpa. El destino futuro, según el evangelio, es que emergerán como pueblo muy fuerte. El presidente de la estaca estaba mencionando muchas "debilidades" entre los lamanitas.”[62] Luego, ella comenzó a lamentar los desafíos que la comunidad hispana enfrenta en todo Estados Unidos. Quizás ella decidió no identificarse como lamanita, porque no quiso adherirse a ninguna de las supuestas características negativas de la identidad lamanita.

Duffy, en su artículo acerca del uso del término lamanita, indica que el cambiar los puntos de vista de raza, sangre y linaje pudo haber contribuido a que los hispanos no se identifiquen como lamanitas: “A medida que la opinión general que enfatizaba al linaje se volvió menos importante para muchos Santos, lo mismo le sucedió a la identidad lamanita.”[63] Serrano y Abraham lo describieron también en sus entrevistas ya que las herencias sanguíneas o étnicas no fueron tan importantes en determinar su identidad como lo fueron sus propias experiencias en la vida y su entorno cultural.

Otra parte de la evidencia con la que muchos hispanoamericanos SUD no se identificaron con los lamanitas es que no comentaron el término para nada en las entrevistas. De las treinta y dos entrevistas que analicé, menos de una tercera parte comentaron directamente la posible herencia lamanita. Como ya se dijo anteriormente muchos hispanos de la región del Cono Sur no identifican a sus ancestros en América. Así que, por supuesto, no tocaron el tema de la herencia lamanita en sus entrevistas. Parte de la razón por la que otros hispanos no sacaron el tema puede ser que los entrevistadores pocas veces preguntaron directamente sobre el tema lamanita. Sin embargo, hicieron muchas preguntas que pudieron haber hecho que los entrevistados comentaran la identidad lamanita si lo deseaban o si hubiera sido algo que siempre fuera parte de su auto-imagen. Preguntas sobre “¿Cómo ha sido aceptado por los SUD blancos?” o “¿Los miembros se refieren a su color de piel o a sus antecedentes étnicos o a usted como persona?” invitaban a los hispanoamericanos SUD a hablar del tema de la identidad lamanita y la forma en que ha afectado su relación con otros miembros de la Iglesia sin que, explícitamente, les preguntaran sobre sus sentimientos acerca de su herencia. Algunos entrevistados mencionaron una herencia lamanita, y otros no, renunciando a la ventana intuitiva de cómo los hispanoamericanos SUD realmente consideraban su lugar en una Iglesia mayoritariamente americana sin recibir indicaciones verbales explícitas sobre la palabra lamanita.

La Identificación como Hijos de Dios

Una de las doctrinas fundamentales en la Iglesia SUD es que todos los seres humanos son hijos espirituales de Dios. Los miembros cantan himnos como “Soy un Hijo de Dios”desde su niñez. El lema para los programas de las mujeres jóvenes empieza con la frase: “Somos hijas de nuestro Padre Celestial, que nos ama y nosotros lo amamos a Él,” y uno de sus valores resalta “la naturaleza divina” de las mujeres jóvenes.[64] Esta doctrina constantemente se enfatiza también entre los adultos. Sin duda, este énfasis influyó a los hispanos SUD y su identidad. Esta identidad se fundamenta en una doctrina de igualdad completa.

Pero los hispanos mormones con frecuencia tienen que lidiar con los mormones americanos blancos que actúan de manera pre-juiciosa, a pesar de la creencia compartida de que todos los humanos son hijos de Dios. Ignacio García describió su propia experiencia cuando vivió en el sur de Texas. “En Kingsville, la gente era buena, pero no muchos habían llegado a ese punto de refinamiento espiritual que podría ayudarlos a trascender la clase, la etnicidad y la ideología política. Era una congregación de personas decentes, pero, sin embargo, estaba atrapada en la realidad del sur de Texas dividido racialmente.”[65] Sentía que algunos miembros blancos, influenciados por la política y las creencias raciales de la cultura estadounidense, batallaban para aplicar los altos ideales de la doctrina cristiana en sus barrios y estacas.

Los padres de Pilar Herrera eran de España, aunque ella nació en Venezuela. Se identificaba como blanca y española pero se refería a la cultura mexicana y suramericana como parte de “nuestra cultura,” identificándose hasta cierto grado con América latina. Dijo: “Algunas personas aceptan el hecho de que yo soy española. Pero con otras personas, observo que hay mucho racismo y discriminación aquí en Utah. . . Eso me enoja.” La comprensión de Herrera de la doctrina mormona la llevó a comentar: 'Dios no dice: eres blanco; te voy a amar más; O eres más oscuro, así que lo siento, no'. Él hizo esa diferencia, no sé cuál fue la razón, pero creo que Él nos hizo a todos y nos ama a todos.” Cuando se le pidió que expresara algún pensamiento final, agregó: “Debemos comenzar a acercarnos a las personas sin el hecho de que tu eres hispano, que eres ruso o que eres de Sudáfrica. Creo que no deberíamos preocuparnos por esas cosas. Si Dios nos hizo diferentes, fue con un propósito. Él nos ama a todos por igual.”[66] Al enfatizar su identidad con los americanos blancos como hijos de Dios, Herrera luchó contre el prejuicio que encontró en los Estados Unidos. Enfáticamente declaró que eso estaba mal, y que definitivamente no debería existir en la Iglesia, porque una relación divina debe triunfar sobre la cultura, el color y el idioma.

Con frecuencia, en lugar de identificarse primordialmente como hispanos o lamanitas, los hispanoamericanos SUD se identificaron como hijos de Dios, algo que compartían con cada persona del planeta, sin importar el color de la piel o la herencia. Un ejemplo perfecto de esta visión incluyente lo es Esmeralda Meraz. Esmeralda nació en California pero se mudó a Mexicali en México (de donde eran sus padres) cuando ella tenía cuatro años. Como cinco años después regresó a los Estados Unidos. Al comentar los beneficios de la educación para los hispanos, Meraz rechazó la idea que los hispanos educados necesitaban ser un “pilar de fuerza” para otros hispanos, para quienes pertenecen a la raza [67] un término que a ella no le gusta. “Para mí no es así en absoluto, dijo ella “Siempre que pienso en ayudar a alguien o en ser un pilar de fuerza, no es solo para mi pueblo. Nunca pienso que mi pueblo sea el “pueblo mexicano.” Siempre pienso en ser un pilar de fuerza para todos. No me importa de que color sean.” Luego explicó en detalle quién creía que era su pueblo: “Mi pueblo está dentro de la Iglesia y aquellas personas de fuera de la Iglesia que buscan encontrar un camino mejor.”[68] Rechazó el definir exclusivamente como su pueblo a quienes son de la raza. No se enfocó en ayudar únicamente a quienes comparten una herencia común sino en buscar ayudar a todos, sin considerar quienes fueran.

Mario Valencia, a pesar de ser un orgulloso estadounidense que también estaba orgulloso de su herencia mexicana, describió cómo se consideraba a sí mismo: “Sé que soy hispano, pero no me despierto todas las mañanas, ni ando pensando que soy mexicano. . . Solamente me considero humano. Sé que soy un hijo de Dios.”[69] Sin embargo, las palabras de Valencia muestran que los hispanoamericanos SUD no desechan su orgullo en ser mexicanos, argentinos o guatemaltecos; en cambio, sentían que su identidad como ser humano o como hijo de Dios reemplazaba a las otras identidades todavía importantes.

Otro ejemplo es Teresa Andrade. En el año 1962 vino, sin documentos, a los Estados Unidos a los dieciocho años de edad. Al referirse a su experiencia en la Iglesia dijo: “Hay muchos de ellos [blancos] que probablemente piensen que no estamos en el lugar correcto. Pero una cosa me dice que son hijos e hijas de Dios tanto como yo. Resulta que nací en este lado, y nací de este color.” Pero Andrade también creía que aunque toda la humanidad pertenece a la familia de Dios, existían diferencias entre las distintas personas que debían vencerse. “A veces hay una pregunta: '¿quién quiso nacer negro, marrón o amarillo? ¿Quién quiso nacer de esta manera o de esta otra manera?’ Sé que fue mi elección.” Más tarde ella agregó: “Vivimos aquí, y tenemos que tratar de vivir juntos.”[70]

Un último ejemplo es Imelda Lom, quien creció en las Colonias Mormonas en México. Dijo que sufrió discriminación de los americanos blancos en las Colonias y en menor grado en los Estados Unidos. Al preguntarle como debían resolverse esos problemas, respondió: “Debemos tratar de ver a la gente igual como nosotros. Somos lo mismo. Solo tenemos un Padre Celestial, y somos lo mismo. Deberíamos ser iguales.” Aunque reconoció sentir un vínculo por su "gente," los miembros de habla hispana, también sintió que “todos deberíamos estar unidos porque compartimos el mismo evangelio y compartimos el mismo Padre Celestial y a Jesucristo.”[71]

¿Cuales fueron algunas de las razones por las que estas personas le dieron tanto valor a su identidad como hijos de Dios? Una posible explicación es que, desafortunadamente, algunos de los miembros blancos de la Iglesia SUD tuvieron, y aún tienen, opiniones pre-juiciosas hacia los hispanos. Aunque muchos de los hispanos entrevistados reportaron ser aceptados muy bien por los blancos, no fue ese el caso para todos. Algunos en realidad, enfrentaron malentendidos culturales y prejuicio absoluto. Identificarse como hijo de Dios, y como miembro igual en una familia cósmica, dio un contra-argumento a cualquier creencia racial o política que los miembros de la Iglesia pudieran haber tenido. Cuando los hispanos enfrentaron discriminación, la doctrina que enseña que todos por igual son hijos de Dios, les permitió a los hispanos desafiar la discriminación con frases como las de Andrade: “Son hijos e hijas de Dios como yo lo soy.” La identidad como hijo de Dios, les dio a los hispanos la habilidad de denunciar las actitudes de los miembros blancos con frases que los miembros podrían identificar fácilmente como parte de la doctrina de la Iglesia.

Otra razón por la que estos hispanos se identificaron más como hijos de Dios que como lamanitas puede ser por la falta de discursos oficiales que alienten a los hispanos a identificarse como lamanitas, una baja que fue resultado de varios factores. Como se mencionó anteriormente, Armand Mauss y John-Charles Duffy identificaron varios de esos factores que incluyeron “un énfasis intensificado en los aspectos universales, centrados en Cristo, de la enseñanza SUD; la disminución de la atracción hacia las doctrinas del linaje como resultado del crecimiento internacional de la Iglesia y el cambio de actitudes sociales sobre la raza; y las exigencias retóricas ocasionadas por el deseo de los líderes de la Iglesia de desmantelar los programas especiales para los indios.”[72] Estos factores contribuyeron a la visión de los hispanos SUD acerca de sí mismos en un mundo cambiante y en una Iglesia en crecimiento.

Conclusión

El término lamanita es una palabra compleja cuya historia tiene vestigios de superioridad racial, rebelión y maldiciones por un lado, y la rectitud y las bendiciones gloriosas prometidas, por el otro. Por lo tanto, no es de sorprender que a principios de los años 1990 los hispanoamericanos SUD expresaran una gran cantidad de respuestas a su supuesta o no identidad lamanita. Como este artículo lo demuestra, hay un número de factores que contribuyeron a la formación de sus opiniones con respecto al tema. Los hispanoamericanos SUD no fueron, ni son, un bloque monolítico. Aunque muchos de ellos comparten muchas características similares, como el idioma y la religión, constituyen un grupo con opiniones y creencias diversas. Este artículo trató de explorar y comentar las diversas ideas acerca de la identidad lamanita entre las personas mismas. Aunque no ha sido posible recoger una muestra representativa, uno no puede argumentar en contra de la importancia de las ideas y experiencias que comparten estas personas. Aún se necesita mayor investigación para continuar analizando las complejidades de cómo se sintieron los hispanoamericanos en el pasado al igual de cómo se sienten ahora con respecto a la identidad lamanita. Esperamos que este artículo y la futura investigación refuercen y fortalezcan nuestra decisión de abstenernos de hacer declaraciones y suposiciones dirigidas a un grupo de personas, y en lugar de eso, nos aliente a ser humildes, preguntar y profundizar en nuestra búsqueda del entendimiento.

Notas

[1] Harold Brown, “What is a Lamanite?, ” Ensign, septiembre de 1972, páginas 62-63.

[2] John Charles Duffy, “The Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” Journal of Mormon History 34 núm. 1 (invierno de 2008): página 151.

[3] A principios de los años 1990 se efectuó un proyecto de historia oral que es una de las principales fuentes de este documento.

[4] El artículo de Duffy “The Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” investiga el uso del término lamanita en el discurso oficial de la Iglesia. Aunque no menciona las distintas reacciones de los hispanos a ese término, el artículo se enfoca más en los discursos de los líderes de la Iglesia. El libro de Armand L. Mauss All Abraham’s Children: Changing Mormon Conceptions of Race and Language (Urbana: University of Illinois, 2003) es un estudio fascinante acerca de la evolución de los conceptos de raza e idioma en el pensamiento mormón. Véanse principalmente los capítulos 3 al 5 para sus comentarios acerca de los pueblos que han sido etiquetados como lamanitas. El articulo de Thomas W. Murphy comenta dos historias prominentes acerca de la historia de la Iglesia en México. Ver de ese autor “Other Mormon Histories: Lamanite Subjetivity in Mexico,” en Journal of Mormon History 16, núm 2 (otoño de 2000): páginas 179-214. Para otras perspectivas acerca de las experiencias de los hispanoamericanos ver de Jessie L. Embry, “In His Own Language”:Mormon Spanish Speaking Congregations in the United States (Provo, UT: Charles Redd Center for Women Studies, 1997), en el que comenta la eficacia de las Ramas y Barrios en donde se habla español; de Ignacio M. García Chicano While Mormon: Activism, War, and Keeping the Faith (Madison: Fairleigh Dickinson University Press, 2015), que son las memorias de la propia experiencia de García como hispanoamericano SUD, que incluye sus pensamientos acerca de la identidad lamanita; de Orlando Rivera, “Mormonism and the Chicano,” en Mormonism: a Faith for All Cultures editado por F. Lamond Tullis (Provo, UT: Brigham Young University Press, 1978), páginas 115-126; un capítulo que comenta el porqué los hipanos tienen problemas con su identidad no solo en Estados Unidos y también en la Iglesia. También comenta como muchos hispanos se identifican orgullosamente como lamanitas.

[5] Embry, “In His Own Language,” página 9.

[6] Embry, “In His Own Language,” página 10.

[7] De las noventa y cuatro entrevistas que hay en la colección, examiné treinta y dos.

[8] Mauss, All Abraham’s Children, página 127.

[9] Duffy, “Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” página 122.

[10] Duffy, “Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” página 126; P. P. Pratt, Proclamation! To the People of the Coasts, and Islands of the Pacific; of Every Nation, Kindred and Tongue by an Apostle of Jesus Christ (C. W. Wandell, 1851), página 9; https://archive.org/details/proclamationtopeooprat.

[11] Duffy, “Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” páginas 131-132.

[12] Mauss, All Abraham’s Children, página 33.

[13] F. Lamond Tullis, Mormons in Mexico: The Dynamics of Faith and Culture (Logan: Utah State University Press, 1987), página 122.

[14] Thomas W. Murphy, “Other Mormon Histories: Lamanite Subjetivity in Mexico, Journal of Mormon History 16 nú.2 (otoño 2000): página 196; véase también de Suart Parker, “Queso y Gusanos: The Cosmos of Indigenous Mormon Intellectual Margarito Bautista,” en Just South of Zion: The Mormons in Mexico and Its Borderlands, editado por Jason H. Dormady y Jack M, Tamez (Albuquerque: Univesrsity of New Mexico Press, 2015), páginas 115-116.

[15] M. Bautista, La Evolución de México: Sus Verdaderos Progenitores y su Origen, el Destino de América y Europa (Ciudad de México: Apolonio B. Arzate, 1935), páginas 25, 510, 513; a menos que se indique de otra forma, todas las traducciones de las fuentes en español fueron hechas por el autor.

[16] Tullis, Mormons in Mexico, páginas 122, 123.

[17] Tullis, Mormons in Mexico, página 125.

[18] Bautista, La Evolución de México, página 130.

[19] Bautista, La Evolución de México, página 98.

[20] Mauss, All Abraham’s Children, página 147.

[21] Bautista, La Evolución de México, página 41; véase también, Murphy, “Other Mormon Histories” página 196. Para mayor información sobre Margarito Bautista y su historia y lo que creía, ver: Murphy, “Other Mormon Histories” y Tullis, Mormons in Mexico.

[22] Duffy, “Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” página 122.

[23] Elder Spencer W. Kimball, “Church Growth and Lamanite Involvement” (discurso dado en la Universidad Brigham Young el 7 de noviembre de 1971), https://speeches.byu.edu/talks/kimball-spencer-w_church-growth-lamanite-involvement/.

[24] Presidente Spencer W, Kimball, “Of Royal Blood,” Ensign, julio de 1971, página 10.

[25] Kimball, “Of Royal Blood,” páginas 6-10.

[26] Duffy, “Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” páginas 139, 143.

[27] Mauss, All Abraham’s Children, páginas 136, 145, 153.

[28] Duffy, “Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” página 15, 115.

[29] Duffy, “Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” página 121.

[30] Murphy, “Other Mormon Histories”, página 209.

[31] Agrícol Lozano Herrera, Historia del Mormonismo en México (Ciudad de México: Editorial Zarahemla, 1983), páginas 98-99.

[32] Lozano Herrera, Historia del Mormonismo, página 1.

[33] Lozano Herrera, Historia del Mormonismo, páginas 2-3; agradezco a Moroni Martínez que ayudó con esta traducción particularmente difícil.

[34] Duffy, “Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” página 151; véase también Mauss, All Abraham’s Children, páginas 17, 37, 276.

[35] Mauss, All Abraham’s Children, página 276.

[36] Duffy, “Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” páginas 156-157.

[37] Ignacio M. García, Chicano While Mormon: Activism, War, and Keeping the Faith (Madison: Fairleigh Dickinson University Press,2015), página 171.

[38] García, Chicano While Mormon, página 173.

[39] Orlando Rivera,”Mormonism and the Chicano,” en Mormonism: A Faith for all Cultures, editado por F. LaMond Tullis (Provo, UT: Brigham Young University Press, 1978), página 116.

[40] Rivera,”Mormonism and the Chicano,” páginas 121-123.

[41] Mauss, All Abraham’s Children, página 149.

[42] Lorenza Zamarrón, en entrevista efectuada por Katuska Serrano, en Provo, Utah, el 9 de septiembre de 1991, MSS OH 1655, L. Tom Perry Special Collections, de la Biblioteca Harold B. Lee de la Universidad Brigham Young en Provo, Utah (en adelante usaré: Perry Special Collections).

[43] “Portraits in Miniature,” Ensign, noviembre de 1973, páginas 62-63.

[44] Lorenza Zamarrón, en entrevista efectuada por Katuska Serrano.

[45] Kenneth González, entrevistado por Esmeralda Meraz, en Provo, Utah, el 20 de marzo de 1991, MSS OH 1279, Perry Special Collections.

[46] García, Chicano While Mormon, página 172.

[47] Kenneth González, entrevistado por Esmeralda Meraz

[48] “Lamanite Generation to perform ‘ Living Legends’” Deseret News, 6 de enero de 1991; http://www.deseretnews.com/article/140855/LAMANITE-GENERATION-TO-PERFORM-LIVING-LEGENDS..html?pg=all.

[49] Mauss, All Abraham’s Children, página 92.

[50] Mauss, All Abraham’s Children, página 92. La historia de la Generación Lamanita es más compleja que el breve resumen presentado aquí, pero esa historia está fuera del alcance de este artículo.

[51] Kenneth González, entrevista por Esmeralda Meraz.

[52] Myriam López Furrows, entrevista por Katsuka Serrano en Provo, Utah, el 3 de julio de 1991, MSS OH 1259, Perry Special Collections.

[53] Kenneth González, entrevista por Esmeralda Meraz.

[54] M. Dallas Burnett, “Lamanites in the Church,” Ensign, julio de 1971, página 13.

[55] Mario Valencia, entrevista por Esmeralda Meraz en Provo, Utah, el 17 de abril de 1991, MSS OH 1240, Perry Special Collections.

[56] Brown, “What Is a Lamanite,” página 62.

[57] Francisco Guajardo, entrdvista efectuada por Andrea Van Wagnen en Provo, Utah, el 17 de abril de 1991, MSS OH 1877, Perry Special Collections.

[58] Brown, “What Is a Lamanite,” página 63.

[59] Ivan Sánchez, entrevistado por Katuska Serrano en Provo, Utah, el 1 de octubre de 1991, MSS OH 1873, Perry Special Collections.

[60] Tina T. Serrano Ruiz, entrevistada por Katuska Serrano en Provo, Utah, el 18 de septiembre de 1991, MSS OH 1245, Perry Special Collections.

[61] Stella Maris Abraham, entrevistada por Andrea Van Wagnen, en Los Angeles, Ca., el 12 de septiembre de 1991, MSS OH 1245, Perry Special Collections.

[62] Stella Maris Abraham, entrevista por Andrea Van Wagnen.

[63] Duffy, “Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” página 155.

[64] Nahomi Ward Randall, “Soy un Hijo de Dios,” Himnos, nú. 196; “Young Women Theme,” https://www.lds.org/young-women-/personal-progress/young-women-theme?lang=eng

[65] García, Chicano While Mormon, página 163.

[66] Pilar Herrera, entrevistada por Jessie L. Embry en Provo, Utah, el 23 de noviembre de 1991, MSS OH 1502, Perry Special Collections.

[67] La raza, es un término nacionalista que usan los chicanos que identifica a los mexicanos como pertenecientes a la misma herencia étnica.

[68] Esmeralda Meraz, entrevistada por Jessi L. Embry en Provo, Utah, el 7 de marzo de 1991, MSS OH 1277, Perry Special Collections.

[69] Mario Valencia, entrevista por Silvia Meraz.

[70] Teresa Andrade, entrevistada por Katuska Serrano en Pacoima, Calif., el 21 de agosto de 1991, MSS OH 1246, Perry Special Collections.

[71] Imelda Lom, entrevistada por Andre Van Wagnen en Provo, Utah el 3 de febrero de 1991, MSS OH 1625, Perry Special Collections.

[72] Duffy, “Use of ‘Lamanite’ in Official LDS Discourse,” páginas 151-152; ver también Mauss, All Abraham’s Children, página 176.