La Educación de Religión y el Contexto Profético Histórico de BYU

Bruce C. Hafen

El élder Bruce C. Hafen es Autoridad General emérito. Anteriormente sirvió como Presidente de BYU-Idaho y como Rector en BYU.

Discurso dado el 28 de agosto de 2019 a los maestros y al personal de Educación de Religión en BYU.

foto de élder Bruce C. Hafenélder Bruce C. Hafen

El decano Daniel Judd me ha pedido que presente una perspectiva histórica acerca de la Educación de Religión dentro del mayor contexto histórico de BYU. Al hacerlo, hablo más por experiencia que con autoridad, ya que fui bendecido con algunas oportunidades para aprender, muy de cerca, durante varias décadas.

Empiezo con una pregunta sobre la perspectiva de BYU. Para los estudiantes Santos de los Últimos Días [SUD], ¿es la educación en los tres campus de BYU cualitativamente diferente a la educación en una escuela estatal con un instituto Santo de los Últimos Días cercano? Muchas variables claves son difíciles de medir—la educación de calidad, las oportunidades sociales (en especial el matrimonio en el templo), y la posibilidad de un crecimiento religioso real—para entender la doctrina de la Iglesia y al aprender a vivirla. Es más, ¿cómo puede uno cuantificar los efectos múltiples y especiales de simplemente vivir durante unos años en una aldea semejante Sión (como Laie, Rexburg o Provo)— experimentando diariamente el espíritu “del recogimiento”—como lo conocieron los santos en Nauvoo o en los primeros pueblos pioneros? Es obvio que algunos estudiantes se beneficiarán más que otros en tal lugar, dependiendo de lo que un estudiante traiga al campus. Aún así, muchos miles de estudiantes SUD y sus familias creen apasionadamente que estas diferencias cualitativas—“la experiencia en BYU,” cualquiera que sea o como se mida—bien valen muchos años de preparación y sacrificio.

¿Como han considerado estas diferencias los fundadores más influyentes de estos tres campus modernos de BYU? Al aumentar sustancialmente estos tres grupos estudiantiles en las últimas siete décadas, ¿qué estaban tratando de crear? y ¿porqué? No invirtieron muchos recursos de los diezmos en las universidades de la Iglesia solamente porque las escuelas estatales no tenían cupo. Por el contrario, en años recientes, el acceso a la educación superior en los Estados Unidos está disponible casi universalmente. Para entender lo que pudo haber motivado a los principales fundadores, examinemos algo del contexto histórico.

El compromiso de la Iglesia para educar a la juventud SUD vino como un mandamiento doctrinal de la Restauración. Por ejemplo, “os digo que yo, el Señor, estoy bien complacido con que exista una escuela en Sión” (D y C 97:3). Las aplicaciones de esta premisa se muestran más ampliamente en la impresionante exhibición histórica Educating the Soul: Our Zion Tradition of Learning and Faith en el edificio Joseph F. Smith en el campus de Provo. Sobre este fundamento hay una larga historia de los esfuerzos de la Iglesia para encontrar el equilibrio exacto, entre lo religioso y lo secular, en su enfoque de la educación superior.

Debido principalmente a la educación pública inadecuada en Utah, al influjo de colonizadores de otras religiones, y a la creación de nuevas colonias pioneras fuera de la Gran Cuenca, para el año 1900 la Iglesia había creado más de treinta academias de educación media, en estacas que se localizaban desde Canadá hasta México. Y aunque el territorio de Utah empezó a establecer escuelas públicas en el año 1890, la mayoría de las academias continuaron como escuelas y colegios privados de la Iglesia hasta bien entrado el siglo XX.[1] BYU en Provo fue la única escuela designada como universidad, una decisión hecha en el año 1903 por el Consejo de Educación de la Iglesia (en adelante se usará Consejo).

Para el año 1920 el Comisionado de Educación de la Iglesia era un Apóstol joven llamado David O. McKay. Antes de su llamamiento al Quórum de los Doce en el año 1906, fue maestro y luego el director de la Weber Stake LDS Academy. Le recomendó al Consejo que se deshiciera de casi todas sus escuelas de educación media superior ya que, simplemente, la Iglesia no podía proporcionar educación media superior a todos sus miembros.

Luego en el año 1926, citando también los costos, el élder Adam S. Bennion (el comisionado) fue más allá. Recomendó que la Iglesia “se retirara por completo del campo académico (en la educación superior) y se centrara en la educación religiosa” y creara nuevos institutos en ciertas universidades estatales. El primer instituto comenzó ese mismo año en la Universidad de Idaho en la ciudad de Moscow. El élder Bennion le dijo al Consejo que él creía que las personas que enseñaban en las universidades estaban “primordialmente. . . . buscando la verdad.” Sin embargo, el élder McKay contestó que la Iglesia no había establecido las escuelas “simplemente porque el estado no lo hizo; En vez de eso, dijo, que la Iglesia estableció estas escuelas para “formar Santos de los Últimos Días”. Por lo tanto, continuó, “deberíamos considerar estas Escuelas de la Iglesia desde el punto de vista de su valor para la Iglesia más que desde el punto de vista de duplicar el trabajo de las escuelas públicas”.[2]

Posteriormente, el élder McKay dijo que por lo tanto, “él votó. . . en contra de entregar las universidades de la Iglesia a los estados de Utah, Arizona y Idaho”.[3] Sin embargo, en el año 1930 la Primera Presidencia decidió que la Iglesia debería (1) deshacerse de todas sus universidades excepto BYU y el LDS College en Salt Lake City (ahora es el LDS Business College) y (2) expandir los institutos de religión a otros campus seleccionados. Por ejemplo, la Iglesia transfirió los colegios [escuelas técnicas] de Snow, Dixie y Weber al estado de Utah. A principios del año 1931 la Iglesia también le ofreció el Colegio Ricks (ahora BYU-Idaho) al estado de Idaho pero el congreso estatal lo rechazó repetidamente, aunque la Iglesia ofreció donar todos las propiedades de la escuela si Idaho aceptaba operar la escuela. En el año 1937, con el estímulo del Presidente McKay como nuevo miembro de la Primera Presidencia, la Iglesia finalmente decidió conservar el Colegio Ricks.[4]

Los institutos de religión crecieron durante los años 1930 y 1940. Luego en 1951, David O. McKay llegó a ser el Presidente de la Iglesia. Ernest L. Wilkinson fue designado como presidente de BYU y el Comisionado (en ese entonces el “Canciller”) de Educación. Durante los siguientes 20 años, el Presidente McKay estableció activamente una nueva visión de la educación superior en la Iglesia. Tanto BYU como el Colegio Ricks crecieron rápidamente, y el Colegio de la Iglesia en Hawaii (ahora BYU-Hawaii), se fundó en el año 1955.

El año 1957 la Iglesia anunció planes para crear ocho colegios como posibles escuelas alimentadoras para BYU. Luego por razones financieras, la Primera Presidencia abandonó ese plan y reafirmó su compromiso con los institutos de religión.[5]

No obstante, continuó fuerte el apoyo de la Iglesia para BYU, Ricks y Hawaii. Durante la presidencia McKay, la inscripción en BYU aumentó de 5,500 en el año 1950 a 25,000 en 1971 (ahora es como de 32,000). En el año 2001, el Colegio Ricks se convirtió en BYU-Idaho (ahora es una universidad de 4 años con una inscripción cercana a 19,000). BYU-Hawaii inscribe como a 2.900.[6]

Así las tres universidades BYU son excepciones significativas a la política general de no dar educación superior en un campus de la Iglesia. Actuando en su función como profeta, el Presidente McKay fue el arquitecto espiritual que aumentó la ventana de excepciones. Estas tres universidades son monumentos vivientes a su visión e inspiración educativa. Y ¿cuál fue su visión? El Presidente McKay contestó esa pregunta con sus enseñanzas y labores durante toda su vida. Como se lo dijo a una audiencia en BYU en el año 1937:

La Universidad Brigham Young es principalmente una institución de Religión. Fue establecida con el único propósito de asociar las verdades del evangelio de Jesucristo con los hechos de la ciencia, las artes, la literatura y la filosofía. . . .

Al hacer que la religión sea su objetivo supremo la universidad llega al corazón de todo el verdadero progreso. . . .

Hago énfasis en la religión porque la universidad de la Iglesia ofrece más que la instrucción teológica. La teología es la ciencia que “trata de la existencia, el carácter y los atributos de Dios,” en tanto que la capacitación teológica consiste simplemente en el estudio intelectual. La religión es subjetiva e indica las influencias y los motivos de la conducta y el deber humanos que se hallan en el carácter y la voluntad de Dios. Uno puede estudiar la teología sin ser religioso.[7]

Esa es una versión amplia de lo que el Presidente McKay le había dicho al Consejo en 1926: “Establecimos las escuelas para formar Santos de los Últimos Días”. También y repetidamente enseñó su convicción de que “el carácter es el objetivo de la verdadera educación”, y creía también que la “educación moderna” daba un énfasis inadecuado al ayudar a los alumnos a desarrollar un “verdadero carácter”.[8] Ya en 1926 le inquietaba “la creciente tendencia en todo el mundo a burlarse de la religión” en la educación estatal secular.[9]

Percibo en las actitudes del Presidente McKay la creencia implícita de que el dar instrucción de religión en un instituto anexo a una universidad secular no ayudará mucho a “formar Santos de los Últimos Días” como lo haría el estar en un campus de BYU. Su concepto era crear una integración conciente de los buenos departamentos académicos, los programas extra curriculares y las enseñanzas de la vida religiosa—todo en el mismo campus, buscando una visión unificada acerca de llegar a ser seguidores de Jesucristo instruidos—bendiciendo a la Iglesia al bendecir a la juventud de Sión. Así que cuando dijo “deberíamos considerar estas Escuelas de la Iglesia desde el punto de vista de su valor para la Iglesia,” estaba describiendo una misión religiosa, no solamente una misión educativa; sino una misión religiosa en la cual la educación superior tiene una función central.

Inspirados por esta visión, otros líderes de la Iglesia han animado a los maestros de BYU a que integren las perspectivas religiosas a su enseñanza. Por ejemplo, cuando se fundó la Facultad de Leyes J. Reuben Clark en BYU en el año 1973, el Presidente Marion G. Romney dijo que el propósito de la escuela era el estudiar las leyes del hombre a la luz de las leyes de Dios. Y que el primero de los “Objetivos de una Educación en BYU (“Objetivos”),” una parte formal del propósito oficial de la universidad desde el principio de los años 1990, declara que “el encargo fundador de BYU es enseñar cada materia con el Espíritu”. En boca del Presidente Spencer W. Kimball, esto no significa “que todos los profesores deben estar enseñando categórica y constantemente la religión en sus clases”, pero se espera “que cada maestro mantenga su materia bañada en la luz y el color del evangelio restaurado”.[10]

“Objetivos” continúa diciendo que una educación de BYU debería ser “amplia intelectualmente” con respecto a la profundidad y la amplitud de las habilidades intelectuales. Sin embargo, al describir la amplitud deseada de una educación intelectual, “Objetivos” afirma: “El evangelio proporciona la fuente principal de tal amplitud porque comprende la explicación más completa de la vida y el cosmos, proporcionando la perspectiva desde la cual se comprende y se mide mejor todo el demás conocimiento”.

Este enfoque no tan solo equilibra lo sagrado con lo secular, o la fe con la razón, como si ambas fueran de igual importancia. Más bien, la visión del Presidente McKay conscientemente evita el permitir que las disciplinas académicas juzguen o se mantengan superiores al evangelio de la Iglesia. Como lo comentó un erudito SUD: “Existe el peligro de que el uso de las herramientas académicas— que requieren el privilegiar esas herramientas—genere hábitos mentales que privilegien reflexivamente la erudición secular sobre el evangelio”.[11] Existe este riesgo en algunos enfoques a los estudios mormones, en los que se contempla el evangelio principalmente mediante la lente de las disciplinas académicas.

A causa de este riesgo, el élder Neal A. Maxwell siempre se sentía consternado por los académicos y profesionales SUD que permitían que las premisas y las perspectivas de sus disciplinas tomaran prioridad sobre su comprensión del Evangelio. Y se decepcionaba con los maestros que, según él lo expresó, “acarician sus dudas” en presencia de los estudiantes SUD que están buscando guía espiritual”. Por tanto, el élder Maxwell, al igual que el élder Romney o el Presidente McKay, “veían todo el conocimiento a través de la lente del evangelio”. Sabían que “podían integrar un mapa secular de la realidad en el mapa sagrado más amplio, pero el mapa secular más pequeño, con su estructura y herramientas más limitadas, no era lo suficientemente grande como para incluir ideas religiosas. Así, la perspectiva más amplia del evangelio influyó en sus puntos de vista de las disciplinas científicas más de lo que estas disciplinas influyeron en su punto de vista del evangelio”.[12]

De igual manera, el élder Boyd K. Packer instruyó a los maestros del Sistema Educativo de la Iglesia (SEI) a que evitaran el juzgar “a la Iglesia, su doctrina, su organización, y su liderazgo (actual y anterior) por los principios de su propia profesión”. Más bien, deberíamos “juzgar a las profesiones del hombre con la palabra revelada del Señor”.[13]

Todos los maestros de BYU tienen la libertad académica de enseñar y ser ejemplos de esta visón amplia de la educación. En la mayoría de las universidades, las comprensibles convenciones académicas no le permiten a los maestros mezclar libremente sus puntos de vista religiosos personales con su enseñanza y trabajo académico. De hecho, en la actualidad, en la mayoría de los campus se espera que los maestros “encierren su religión” a fin de evitar tal mezcla. La libertad académica institucional permitida por la misión religiosa explícita y escrita de BYU elimina conscientemente esos límites, es como quitar la sordina de una trompeta. Eso permite a las talentosas trompetas de los maestros de BYU dar un sonido especialmente seguro mientras integran su religión con su enseñanza académica, una cualidad afortunada tanto para los estudiantes de BYU como para los SUD en general.

Un ejemplo histórico de este paradigma académico integrado fue el élder B. H. Roberts, que en el año 1930 escribió los seis tomos de la Comprehensive History of the Church. Algunos historiadores SUD actuales consideran que su obra “es un punto culminante en la publicación de la historia de la Iglesia en ese momento. La mayoría de las obras anteriores fueron ataques o defensas de la Iglesia. Aunque el estudio de Roberts fue una especie de defensa, estableció un tono más uniforme, un grado de objetividad poco común”.[14] Roberts escribió con objetividad poco común; pero su religión no estuvo encerrada. En la biografía de Roberts, Truman Madsen escribió: “Algunos de los críticos de Roberts han tratado de desacreditar el enfoque de la historia que la hacen una parte apasionada del propio ser— porque lo vivió—, y en su lugar lo hacen refugio de especialistas, un juego profesional para el que solo los independientes están calificados. Esos críticos construyen su reputación hurgando en las cenizas. En su mejor momento, B. H. Roberts tomó de los altares del pasado el fuego, no las cenizas. Y ese fuego aún arde en las páginas de sus mejores escritos”.[15]

Sé que no es fácil igualar ese ejemplo, aunque es deseable hacerlo. En mis propias investigaciones y escritos sobre la ley constitucional y ley familiar, me he encontrado buscando instintivamente en el evangelio las premisas básicas para mi razonamiento—pero también supe que tenía que hablar el idioma y aceptar los límites de mi disciplina académica—si es que quería que los mejores editores académicos publicaran mi obra.

El mejor modo de que un estudiante SUD reconcilie los valores opuestos de la fe y el intelecto, es el ser guiado por maestros cuyas actitudes, vida diaria, y enseñanza demuestren auténticamente cuán profunda y mutuamente se refuerzan la fe religiosa y el exigente rigor intelectual.

Obviamente, las disciplinas académicas y las circunstancias individuales varían, pero muchos de los maestros de BYU de hoy tratan de ver sus disciplinas, el mundo, y a sus estudiantes mediante los lentes del evangelio. Ese es el porqué desde el principio de los años 1990, en los devocionales de BYU regularmente se incluye como oradores a los maestros y no nada más a las Autoridades Generales, como había sido el modelo anterior. Esa es también la razón por la cual, algunas veces, los profesores de BYU capacitados en otras disciplinas académicas han sido reclutados para impartir clases de religión.

Además, los maestros cuyas vidas reflejan la integridad de corazón, alma y mente pueden cumplir gran parte de la visión del presidente McKay por la forma en que orientan a sus alumnos, en la forma en que se comparten tanto en clase como en las interacciones personales. Encuestas recientes entre estudiantes de BYU nos dicen que gran parte del “fortalecimiento espiritual” y de la “ampliación intelectual” de la enseñanza en el campus proviene de los ejemplos y tutorías personales de los profesores en todas las disciplinas.

Cuando los maestros se sientan responsables del desarrollo personal así como de la educación cognitiva de sus alumnos, encontraran las formas de que sus alumnos vean cómo es que los talentosos maestros y académicos SUD integran su competencia profesional a su fe religiosa—o sea el modelo general de “persona completa”—que es mucho menos probable que esos estudiantes encuentren en otro lugar. A medida que la estatura académica de BYU siga creciendo, sus maestros sentirán mayor presión para preocuparse más por los estudios publicados y la reputación nacional que por sus estudiantes. Sin embargo, al mismo tiempo, a medida que se reconozcan las nuevas pautas del SEI,[16] el momento actual parece plantear mayores desafíos a la fe religiosa de los estudiantes, lo que aumenta la necesidad personal del estudiante de una tutoría bien informada y llena de fe.

Alan Wilkins, ex vice presidente académico en BYU, describió hace poco las serias implicaciones de estas presiones competitivas: “Algunos argumentarán que tenemos que ser más académicos en el contexto actual para tener mucha influencia en la comunidad académica en general. El cómo y si eso se puede lograr y aún fortalecer espiritualmente a nuestros estudiantes en formas que edifiquen la fe y el carácter. . . . es la pregunta más importante que actualmente tenemos ante nosotros en BYU”.[17]

Expectativas de los Maestros de Educación Religiosa en BYU

Anoche, el presidente Kevin J. Worthen les entregó las nuevas “Pautas Para Fortalecer la Educación de Religión” en la educación superior auspiciada por la Iglesia que aprobó el Consejo de Educación de la Iglesia el 12 de junio de 2019. Estas pautas declaran que el propósito de la educación de religión es “enseñar el Evangelio restaurado de Jesucristo a partir de las Escrituras y los profetas modernos de una manera que ayude a cada alumno a desarrollar la fe” en el Padre, el Hijo, en Su Expiación y el evangelio restaurado; para ayudar a los estudiantes a que “lleguen a ser discípulos de Jesucristo para toda la vida”; y “fortalecer su capacidad para encontrar respuestas, resolver dudas, responder con fe”, Luego, esa declaración describe las condiciones que rigen la contratación, el trabajo, y la promoción de los maestros de religión; e indican por ejemplo, que los maestros “deben ser firmes doctrinalmente”.[18]

Este documento confirma los principios que el Consejo (que siempre incluye a la Primera Presidencia) ha necesitado enfatizar casi en cada generación desde que se fundó BYU en el año 1875, principalmente debido a la tendencia de algunos maestros de BYU de enseñar y escribir acerca del evangelio desde una perspectiva secular.

Uno de los primeros ejemplos de esta tendencia se desarrolló a principios de los años 1900. En el año 1903 el Consejo declaró que la Academia Brigham Young sería una universidad. Luego, empezando el año 1907, el presidente George Brimhall contrató a dos pares de hermanos, Ralph y William Chamberlin y Henry y Joseph Peterson, que tenían las certificaciones académicas para ayudar a “transformar a. . . . la academia en una universidad completa comparable a las universidades reconocidas del país”.[19] Tres de los cuatro hombres tenían títulos en biología, filosofía, educación y psicología por la Universidad de Chicago, de la de Harvard y la de Cornell; el otro había estudiado en Harvard, Chicago, y en la Universidad de California.

Los nuevos maestros habían reconciliado por completo las ideas modernas con las que se encontraron en las universidades con su fe religiosa; de hecho, estaban convencidos de que sus mayores perspectivas intelectuales enriquecerían el “ideal de educación que siempre había sido apreciada por la Iglesia” al armonizar todo el conocimiento “dentro de una institución principalmente dedicada a la educación de religión”.[20] Por tanto, se embarcaron en una campaña bien intencionada para “mejorar académicamente a los estudiantes [de BYU] mediante la introducción de los últimos avances”en las principales disciplinas.[21] Sin embargo, Al final resultó que sus puntos de vista esencialmente “descartaron la realidad histórica de cualquier escritura”.[22]

Por ejemplo, en un artículo en el periódico estudiantil de BYU en el año 1909, Ralph Chamberlin “hizo una clara distinción entre historia y leyenda”, porque “la historia solo respalda los informes que son [empíricamente] verificables”.[23] Por tanto, las primeras historias hebreas como la Torre de Babel, el Diluvio y Jonás se entienden mejor como leyendas y mitos poéticos, dijo, porque "la poesía es un medio superior para la verdad religiosa".[24]

Las primeras reacciones estudiantiles a estas ideas fueron positivas, en parte porque los nuevos profesores eran “dinámicos, elocuentes y muy populares.” Luego, una estudiante dijo que se sintió confundida al oír que “la historia de Adán y Eva y el Jardín de Edén podría no ser literalmente verdadera” pero ella, al igual que la mayor parte de los estudiantes, había tratado de ser abierta a los puntos de vista modernos e iluminados. De hecho, cuando el presidente Brimhall amenazó con relevar a tres de los nuevos maestros, se hizo una petición, firmada por más del 80% del estudiantado, en apoyo de los profesores.[25]

Para el año 1911 los informes de los preocupados padres y líderes locales de la Iglesia hicieron que Horace H. Cummings, el superintendente de Educación de la Iglesia investigara el asunto. Después de hallar que la mayoría de los alumnos y los maestros estaban aceptando las nuevas teorías, Cummings reportó al Consejo que los nuevos profesores estaban enseñando a los maestros de BYU a aplicar las teorías seculares a las enseñanzas de la Iglesia, “de tal manera que altera, si no es que destruye, la fe de los alumnos”.[26] Noel B. Reynolds resumió acertadamente el reporte de Cummings:

La inspiración para los puntos de vista "modernistas" provino directamente de una crítica más alta de la Biblia como se expresa en los escritos de Lyman Abbott, quien consideró a la Biblia como una colección de mitos y leyendas. La tentación de Cristo fue considerada como una alegoría, Juan el Revelador no fue traducido literalmente. El pecado fue redefinido como ignorancia. . . Las visiones y revelaciones fueron inducidas mentalmente; Se cuestionó la realidad literal de las visiones de José Smith. La aplicación de la teoría de la evolución requirió nuevas descripciones de la caída y la expiación de Cristo. . . Los proponentes argumentaron que, en lugar de degradar las escrituras, esta comprensión iluminada las hacía “más amadas y más hermosas. . . . siendo más amplias en sus aplicaciones”. Estos profesores de vanguardia también disfrutaban del claro apoyo de muchos intelectuales SUD.[27]

El presidente Brimhall, que sentía simpatía por los nuevos maestros, se preocupó mucho cuando supo que algunos estudiantes dijeron que habían dejado de orar. Luego tuvo un sueño que lo convenció de que Cummings tenía razón. En el sueño vio a un grupo de profesores de BYU que lanzaban algún tipo de carnada, como si estuvieran pescando, al cielo en donde un grupo de aves blancas como la nieve volaban en círculos alegremente. Cuando las aves atraparon la carnada, cayeron a tierra y resultó que eran estudiantes de BYU que le dijeron al presidente Brimhall “‘Ay de nosotros, nunca podremos volar de nuevo’. Su filosofía griega los había atado a la tierra. Solo podrían creer lo que pudieran demostrar en el laboratorio. Sus oraciones no podían ir más allá del techo. No podían ver el cielo ni el más allá”.[28]

Un comité especial que incluyó a varios miembros del Quórum de los Doce verificó los hallazgos del reporte de Cummings. El Consejo aceptó estas conclusiones y determinó “que los maestros asignados a las escuelas de la Iglesia deben estar de acuerdo con la doctrina de la Iglesia. A los tres profesores se les dió la oportunidad de escoger entre ajustarse a la doctrina o renunciar”.[29] Los tres profesores salieron de BYU junto con otros profesores.[30] Algunos de los que no estuvieron de acuerdo con este resultado estaban angustiados, y creían que el enfoque del Consejo significaría que en BYU nunca se podrían enseñar las materias académicas con el rigor y la profundidad requeridos de una universidad legítima, ya no se diga de una superior, y que a los estudiantes no se les permitiría explorar las ambigüedades que a veces se encuentran en la doctrina y la historia bíblica y la de la Iglesia. Sin embargo, desde ese entonces y en ambos casos, la experiencia demuestra lo contrario.

Luego, en los años posteriores a cuando se fundó el primer instituto de religión en 1926 en la Universidad de Idaho, una buena cantidad de maestros de religión en BYU salieron de Utah para buscar posgrados en religión en las universidades famosas con la idea de “fijar un standard académico en teología”.[31] Algunos de ellos, como Sidney B. Sperry, regresaron con un excelente entrenamiento de posgrado que guiado por su sólida fe le permitió dar una contribución, durante toda la vida, de enseñanza y erudición a la misión de BYU en la educación religiosa.

De hecho, la experiencia de Sperry en la University of Chicago Divinity School tuvo tanto éxito que el Apóstol (y luego Comisionado de Educación de la Iglesia) Joseph F. Merrill invitó a varios profesores de esa escuela a que enseñaran en la escuela de verano de BYU en los años 1930[32]; repitiendo un modelo de los años 1920, cuando otros prominentes eruditos bíblicos (no niembros de la Iglesia) fueron invitados a dar conferencias en la escuela de verano de BYU sobre la educación de religión y cómo enseñar la Biblia.[33]

Continuando con esta “conexión Chicago,” la Iglesia animó a varios estudiantes de posgrado SUD a que consiguieran capacitación en escuelas de teología allí y en otros lugares, ya que el élder Merrill y las Autoridades querían reforzar las filas de maestros de religión calificados para BYU y para los nuevos institutos de religión.

Cierta cantidad de estos maestros regresaron con las actitudes y capacitación como las de Sperry. Sin embargo, otros fueron influenciados excesivamente por sus profesores de religión en la escuela de posgrado y, al igual que esos tres profesores de BYU en 1910, reflejaron el creciente laicismo académico de su tiempo. Posteriormente, el élder Boyd K. Packer, que fue un maestro de religión antes de su llamamiento como Autoridad General lo describió así: “Algunos de ellos asistieron a programas de posgrado en religión en las décadas de 1920 y 1930. Algunos de los que fueron nunca regresaron. Algunos de los que regresaron nunca volvieron”. Algunos de ellos abandonaron la Iglesia, y “tras cada uno de ellos se fueron algunos de sus alumnos; Un precio terrible por pagar”.[34] El élder John A. Widtsoe estuvo de acuerdo: “El cielo no permita que enviemos otra vez a nuestros hombres a las escuelas de teología para recibir capacitación. El experimento, aunque bien intencionado, no funcionó”.[35]

Estos desafortunados intentos se convierten en el catalizador de lo que puede ser el discurso más influyente sobre la educación de la Iglesia en el siglo pasado: “El Curso Trazado por la Iglesia en la Educación,” dado por el presidente J. Reuben Clark, Jr., a los maestros de religión en Aspen Grove, en el año 1938. (Por ejemplo, supe que al principio de los años 1970, el presidente Marion G. Romney hizo a un lado sus propias notas, y como su mensaje a los maestros de BYU citó todo el discurso [del presidente Clark]). El presidente Clark rindió homenaje a la lealtad, sacrificio, fe y deseos justos de los maestros. Le pidió a Dios que los bendiga con poder para “entrar a los corazones de aquellos a quienes enseñan y luego hacerles saber, al entrar allí, que están en lugares santos”. Alabó a los jóvenes de la Iglesia, diciendo que : “quieren obtener testimonios de la verdad del evangelio”, agregando con seriedad que ellos “no son infieles sino. . . . buscadores de la verdad, y no debe plantarse la duda en sus corazones. Grande es la carga y la condena de cualquier maestro que siembre dudas en un alma confiada. Estos estudiantes perciben plenamente la falsedad de las enseñanzas que harían del plan del evangelio un mero sistema de ética”.

Una generación después, cuando el élder Boyd K. Packer era el supervisor de los Seminarios e Institutos, supo que algunos líderes locales reportaron que varios miembros de sus estacas habían “perdido su testimonio estudiando religión en las escuelas de la Iglesia”; porque algunos de los maestros estaban enseñando “las cosas inusuales que habían descubierto en sus andanzas académicas.” Como había sucedido en 1911 y en 1938, estas preocupaciones causaron que en el año 1954 la Primera Presidencia enviara al élder Harold B. Lee, con la ayuda de otras Autoridades Generales, a que instruyeran y corrigieran a todos los maestros de religión de la Iglesia durante las cinco semanas de la escuela de verano en BYU.

En el año 1959 los maestros de la División de Religión en BYU solicitaron al Consejo que se les nombrara “Colegio de Instrucción de Religión: y que se les autorizara a otorgar títulos de posgrado en religión como parte de su esfuerzo de “elevar la religión. . . . a un nivel más alto de respetabilidad académica”.[36]

Sin embargo, en 1972 durante el primer año como presidente de BYU, Dallin H. Oaks sintió que era necesario hacer una revisión amplia de temas en la educación de religión. Me pidió (en ese entonces yo era su asistente) que le ayudara a investigar y evaluar esos temas. Además de hacer una investigación histórica y realizar selectas entrevistas a fondo, les pedimos a todos los maestros que hicieran sus comentarios por escrito.

Después que el Consejo analizó los hallazgos y las recomendaciones del presidente Oaks, se hicieron cambios importantes que enviaron mensajes reafirmando los principios históricos conocidos. Por ejemplo, se eliminaron los títulos de posgrado en religión. Posteriormente el élder Packer lo explicó: Las Autoridades esperaban que los maestros de BYU que no enseñaban religión serían líderes en sus disciplinas. Pero en el campo de la religión “no es una universidad a la que el mundo debe recurrir para obtener la máxima autoridad”. Mejor dicho, la Primera Presidencia y los Doce son quienes tienen la máxima autoridad religiosa en la Iglesia.

Además el título “Colegio de Instrucción de Religión” fue reemplazado por “Educación de Religión”. Uno de los mensajes aquí era que la educación de religión no debería estar limitada a una escuela; sino más bien, todas las facultades académicas en BYU deberían contribuir a la educación de religión y nutrirse de ella. Alineándose con esa directiva, el presidente Oaks inició el proceso de seleccionar cuidadosamente a un número de maestros de las otras facultades y les pidió que dieran una clase del Libro de Mormón de forma continua. Para enfatizar este compromiso, él mismo se asignó a enseñar una de esas clases. Además el Consejo quería indicar que los maestros de todas las disciplinas deberían ser responsables del “desarrollo espiritual de sus estudiantes”. Otro mensaje implícito, que mencionó posteriormente el élder Packer, fue que los supuestos típicos como “publicar o morir” no deberían aplicarse de la misma manera a los maestros de religión como se haría en otras escuelas académicas.

En una reunión efectuada dos años después de que se anunciaran estos cambios, el élder Packer dio un discurso clave sobre la historia de la educación religiosa de la Iglesia, hoy he citado algunos de sus párrafos. La razón de esa reunión fue la jubilación del decano Roy W. Dorsey y la presentación de Jeffrey R. Holland, que entonces tenía 33 años de edad, como el nuevo decano de la Educación de Religión en BYU. Fue una ocasión muy apropiada para reflexionar y ajustar. Les recomiendo que lean frecuentemente el discurso del élder Packer.

Después, mis asignaciones en BYU-Idaho y luego en BYU en Provo requirieron que asistiera, dos veces cada mes, a reuniones con el Consejo de Educación de la Iglesia y sus comités ejecutivos. Escuchar a las Autoridades en esos grupos pequeños durante catorce años me enseñaron mucho acerca de cómo la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce han considerado consistentemente la educación de religión y los asuntos de los maestros de BYU. Las prioridades que escuché en esas reuniones son consistentes con las pautas que se nos dieron anoche y con las que se han dado y repetido desde el año 1910.

Durante las décadas de 1970 y 1980, BYU dio un formidable paso adelante en la calidad de su enseñanza, aprendizaje y erudición. La comunidad de la educación superior empezó a ver a la universidad con una creciente luz favorable. Una encuesta del U.S. News a mediados de los años 1990 enlistó a BYU entre las 25 mejores universidades del país.

Estas décadas van en paralelo con una revolución cultural en las universidades por las protestas de los estudiantes a favor de la libre expresión iniciada en Berkeley en el año 1964—un movimiento con causas vagas pero múltiples—que se difundieron y eventualmente sacudieron las cimientos mismos de la educación norteamericana, desafiando, en todas formas, las tradiciones y la autoridad institucional. El ímpetu del movimiento estudiantil se aceleró por las supuestas coincidencias con causas publicas más amplias como la campaña por la igualdad racial y la oposición a la guerra en Vietnam. También alimentó a la creciente secularización y fue impulsada por el énfasis apasionado en los derechos personales.

En este ambiente, la mejor calidad académica de BYU atrajo a muchos nuevos maestros capaces cuya instrucción en posgrados con frecuencia reflejaba las presunciones individualistas y anti-institucionales. Aún así, la mayoría de estos nuevos maestros se sintieron francamente liberados por la atmósfera religiosa de BYU, debido a que casi todos ellos eran SUD devotos que aceptaron la libertad —no permitida en otras partes—para incluir su fe religiosa en la enseñanza. Al crecer la cantidad de nuevos maestros, también creció el estudiantado talentoso. Su presencia y su curiosidad enriquecieron la calidad intelectual y espiritual de las conversaciones por toda la universidad. Los maestros querían saber como articular y ejemplificar la visión educativa de BYU de forma que avivara su base espiritual y a la vez ayudar a que la universidad contribuyera seriamente a una sociedad dividida por la confusión intelectual y la creciente decadencia moral.

Sin embargo, como había sucedido en generaciones anteriores, varios de los maestros atraídos por la estatura académica de BYU sintieron más lealtad hacia los valores seculares y a veces politizados de sus disciplinas de posgrado que hacia los valores religiosos tradicionales de la universidad. Por ser el rector de BYU del año 1989 hasta el de 1996, repetidas veces vi lo que sucede cuando los valores de estos maestros chocaban con las expectativas del Consejo, de otros maestros, de los estudiantes, y de toda la comunidad de BYU. Esas ocasiones se sintieron como secuelas de la época de Brimhall del año 1910. Pero la versión de los años 1990 fue más sutil y compleja debido a que las actitudes de los maestros y estudiantes abarcaban un amplio espectro de valores y actitudes en su mayoría deseables, en lugar de encajar en comparaciones claras en blanco y negro que pedían una elección simple entre los valores intelectuales y espirituales.

Estas circunstancias obligaron a que el Consejo y BYU aclarara—otra vez—algunos conceptos clave y las relaciones entre los maestros, alumnos, la administración y el Consejo acerca del propósito de BYU. Necesitábamos una unión de las mentes; necesitábamos llegar a ser de un corazón. Y nuestra resolución necesitaba la completa participación de los maestros, del Consejo, con un grupo de conceptos escritos que nos bendijeran, y a quienes vinieran después de nosotros, con la claridad, la armonía y un propósito compartido.

Con una historia demasiado larga para contarse aquí, la administración nombró un comité para la libertad académica dirigido por John S. Tanner del Departamento de Inglés con la ayuda de James D. Gordon de la Escuela de Leyes. En el transcurso de meses muy difíciles y exigentes, el comité redactó y formuló una declaración de política de veinticinco páginas que definió e integró los roles de la libertad académica de los profesores en lo individual, y la libertad académica institucional de la universidad por ser una universidad patrocinada por la Iglesia.

Eventualmente, al ser aprobado por el profesorado y el Consejo, esta declaración—que sigue siendo la política oficial de BYU—representa un consenso informado que combina la libertad académica individual e institucional en una reafirmación armoniosa del carácter y la misión de BYU, en las conocidas palabras del Presidente McKay, una “institución religiosa. . . . establecida con el único propósito de asociar los hechos de la ciencia, el arte, la literatura y la filosofía con las verdades del evangelio de Jesucristo”.

Una parte importante de la política se basa en las pautas anteriores del Consejo, aplicándolas en términos más específicos:

El ejercicio de la libertad académica individual e institucional debe ser una cuestión de limitación razonable [en la libertad individual]. En general, en BYU, una limitación es razonable cuando el comportamiento o la expresión del profesorado afecte SERIA Y ADVERSAMENTE la misión de la Universidad o de la Iglesia. . . . Los ejemplos incluirían expresiones en público o con los estudiantes que:

  • Contradice o se opone, en lugar de analizar o comentar, la doctrina o la política fundamental de la Iglesia;
  • Ataca o ridiculiza deliberadamente a la Iglesia o a sus líderes generales o
  • viola el Código de Honor porque la expresión es deshonesta, ilegal, imprudente, profana o excesivamente irrespetuosa hacia los demás.

Los límites razonables se basan en una cuidadosa consideración de lo que está al centro de los intereses de la Iglesia y la misión de la universidad.[37]

Las décadas desde los primeros años 1990 hasta hoy han marcado el comienzo de la era digital, que ha introducido desafíos (y oportunidades) totalmente imprevistos y masivos para la educación religiosa en todas partes. Como el presidente M. Russell Ballard les dijo a todos los educadores de religión del SEI en 2016:

Hace solo una generación, el acceso de nuestros jóvenes a la información sobre nuestra historia, doctrina y prácticas se limitaba básicamente a los materiales impresos por la Iglesia. Pocos estudiantes entraron en contacto con interpretaciones alternas. En su mayoría, nuestros jóvenes vivieron una vida protegida.

Nuestro plan de estudios en ese momento, aunque bien intencionado, no preparó a los estudiantes para hoy, un día en que los estudiantes tienen acceso instantáneo a prácticamente todo acerca de la Iglesia y desde todos los puntos de vista posibles. Hoy en día, lo que ven en sus dispositivos móviles puede ser tanto un desafío para la fe como para promoverla. Muchos de nuestros jóvenes están más familiarizados con Google que con el evangelio, más en sintonía con Internet que con la inspiración, y más involucrados con Facebook que con la religión.

Por lo tanto,

Atrás quedaron los días en que un estudiante hacía una pregunta honesta y un maestro respondía: “¡No se preocupe por eso!” Atrás quedaron los días en que un estudiante expresaba una preocupación sincera y un maestro, como respuesta, daba su testimonio para evitar el asunto. Atrás quedaron los días en que los estudiantes estaban protegidos de las personas que atacaban a la Iglesia. . . .

Pueden ayudar a los estudiantes enseñándoles lo que significa combinar el estudio y la fe a medida que aprenden. Enséñenles siendo ejemplos de esta habilidad y enfoque en sus clases. [38]

Como parte de la respuesta a esta necesidad, en el año 2015 la Iglesia publicó en el sitio web: churchofjesuschrist.org, once ensayos bien investigados y documentados sobre ‘Temas del Evangelio’ como el Matrimonio Plural, la raza y el sacerdocio, el género, la Masacre en Mountain Meadows, la Madre Celestial y la traducción de Joseph Smith del Libro de Mormón y el libro de Abraham, que han atraído el mayor interés y visibilidad en los sitios web, podcasts y blogs contra la Iglesia.

Todos estos y otros temas igualmente controversiales se han descrito en detalle durante años por los eruditos SUD; por ejemplo los que se encuentran en los cuatro tomos de la impresionante Encyclopedia of Mormonism publicada conjuntamente por la Macmillan Company y BYU en el año 1992. Pero hasta la llegada de la internet, las enciclopedias, al igual que la típica literatura contra la Iglesia, habían estado sepultadas en bibliotecas accesibles pero poco usadas.

Sin embargo, en el año 2016, el élder Ballard aconsejó a los maestros de religión de la Iglesia, a que “conozcan el contenido de estos ensayos [Temas del Evangelio] como conocen el dorso de su mano. Si tienen preguntas sobre ellos, pregúntenle a alguien que los haya estudiado y los entiende. . . . También deben familiarizarse con el sitio web de Joseph Smith Papers [Los Documentos de José Smith] y la sección de historia de la Iglesia en LDS.org y otros recursos de los eruditos SUD fieles”.[39]

Este contexto general ayuda a explicar el porqué las “Pautas para Fortalecer la Educación de Religión” del año 2019 incluye entre los propósitos de la educación religiosa, “fortalecer la capacidad [del estudiante] para encontrar respuestas, resolver dudas, responder con fe y dar razones para la esperanza dentro de ellos en cualquier desafío que puedan enfrentar”. También puede ayudar a explicar por qué Santos, la nueva historia oficial de la Iglesia, no está escrita como un tratado académico, sino en un lenguaje narrativo y con historias personales que son accesibles para los lectores más jóvenes, a la vez que proporciona el contexto histórico natural para temas menos entendidos anteriormente.

Otro adelanto que se ha acelerado por la era digital es el surgimiento de programas académicos de estudios mormones en varias universidades líderes, encabezadas por eruditos SUD u otros académicos. Los estudios mormones son “el estudio académico interdisciplinario de las creencias, prácticas, historia y cultura de aquellos conocidos por el término Mormón”.[40]

El movimiento de los estudios mormones es, de varias maneras, beneficioso para la Iglesia, habiendo aumentado considerablemente el conocimiento de las doctrinas, la historia y la cultura de la Iglesia entre muchos estudiantes y maestros universitarios seculares, es tanto una causa como un efecto de que la Iglesia, cada vez más, haya “sali[do] de la oscuridad” (D y C 1:30) en las últimas décadas.

Al mismo tiempo, el escribir y enseñar desde la perspectiva de los estudios mormones implica desafíos para los maestros SUD, en especial para los maestros en las universidades patrocinadas por la Iglesia, porque las convenciones generales del estudio académico normalmente esperan que los participantes "encierren su fe" y razonen desde las premisas seculares, no religiosas. En otras palabras, se espera que los estudiosos de los mormones estudien la doctrina y la historia de la Iglesia a través de la lente de sus disciplinas académicas, en lugar de ver sus disciplinas a través de la lente del evangelio, tal como se detalla en la visión del presidente McKay para BYU.

En el año 2018, el élder Jeffrey R. Holland habló de estos riesgos en un significativo discurso a los maestros y empleados de BYU en el Instituto Neal A. Maxwell para la Erudición en Religión. Hablando a nombre del Consejo de Administración de BYU, el élder Holland dijo que, por una parte, el término estudios mormones ya no era apropiado para usarse en el Instituto Maxwell, dado el reciente consejo del presidente Nelson sobre el uso del término mormón por los miembros de la iglesia.[41]

Con respecto a las premisas seculares, el élder Holland reconoció que, en todas partes, los programas de estudios mormones normalmente están “orientados hacia audiencias que no son de nuestra religión y no tienen el propósito de edificar la fe”,[42] Y si bien esos programas pueden proporcionar “una reflexión cuidadosa de la cultura y las convicciones distintivas de la Restauración”,[43] tales premisas seculares en los escritos de autores SUD dirigidos al público de la Iglesia o para enseñar en el campus de BYU serían “ciertamente. . . preocupantes” para los administradores de BYU”.[44]

En cuanto a los maestros de BYU que “encierran su fe” a fin de satisfacer las expectativas de los estudios mormones, el élder Holland dijo que “cualquier esfuerzo académico en BYU. . . . nunca se debe caracterizar principalmente por guardar su fe en un casillero mientras tenemos un gran intercambio con aquellos que no son de nuestra religión”.[45] Citó el comentario del élder Maxwell: “algunos se detienen para no parecer demasiado comprometidos con el Reino, para no incurrir en la desaprobación de. . . . compañeros que puedan ver con desdén tal consagración”.[46] El élder Holland agregó que alguien que “busque cuidadosamente la neutralidad estricta al ‘encerrar su fe’ perderá la oportunidad de un diálogo genuino, incluso profundo, sobre asuntos de interés común; un enfoque que ha costado credibilidad a los académicos entre los lectores porque. . . . nadie conoce” la postura de los autores.[47]

Por lo tanto, para cerrar el círculo sobre el tema de lo que espera el Consejo de los maestros de religión de BYU, la historia de BYU es bastante clara en cuanto a que las pautas que el Presidente Worthen nos dio anoche son, de hecho, una reafirmación de los principios y valores que el Consejo ha mantenido desde 1910; aplicando consistentemente esos principios, según sea necesario, a las circunstancias cambiantes de los tiempos.

Notas

[1] Harold L. Laycock, “Academies,” en Encyclopedia of Mormonism, editada por Daniel H. Ludlow (Nueva York: Macmillan, 1992), I:11-13.

[2] Las palabras citadas vienen de un reporte no publicado de un comité asignado por el Consejo de Educación de la Iglesia en el año 1964; énfasis agregado. Véase “To Labor in the Most Honorable Cause,” discurso no publicado dado a los maestros de Educación de Religión en BYU en el año 1990, por Bruce C. Hafen, que en ese entonces era rector de BYU.

[3] Gregory A. Prince y Wm Robert Wright David O. McKay and the Rise of Modern Mormonism (Salt Lake City: University of Utah Press, 2005), página 196.

[4] Las negociaciones entre la legislatura de Idaho, los líderes del colegio y la Iglesia continuaron durante los años de la difícil Gran Depresión de 1931-1937. En 1934, David O. McKay fue llamado a la Primera Presidencia y se convirtió en el “dominante asesor de educación en la iglesia. Su influencia fue evidente” cuando la universidad finalmente recibió “la noticia de que Ricks se mantendría como escuela de la iglesia”. David L. Crowder, The Spirit of Ricks: A History of Ricks College (Rexburg, ID: Ricks College, 1997), página 142. Para el relato completo ver las páginas 109 a 151).

[5] Ver el reporte citado en la nota 2. Ver también el diario del Presidente McKay en la obra de Prince y Wright, David O. McKay, páginas 196-197.

[6] Las estimaciones de inscripciones actuales vienen de los sitios Web de las tres universidades.

[7] David O. McKay, “The Church University,” (Provo, UT) Messenger, comentarios hechos en BYU en octubre de 1937, https://brightspotedn.byu.edu/3e/2a/7e333e2f49aba476da6a9041fdtb/the-church-university-david-o-mckay.pdf; énfasis agregado.

[8] David O. McKay, “True Education,” citado por Prince y Wright, David O. McKay, páginas 160-161.

[9] Minutas del Consejo de Educación de la Iglesia, citadas en Brigham Young University: The First One Hundred Years, editado por Ernest L. Wilkinson en 4 tomos, (Provo, UT: Brigham Young University Press, 1975), 2:75.

[10] Spencer W. Kimball, “Education for Eternity,” discurso dado a los maestros y al personal de BYU en Provo, UT, el 12 de septiembre de 1967; en Educating Zion, editado por John W. Welch y Don E. Norton, (Provo, UT: BYU Studies, 1996), página 54.

[11] Nathan Oman, “‘Oiut of Zion Shall Go Forth the Law’ (Isaías 2:3),” FARMS Review of Books 12, núm. 1 (2000), página 132.

[12] Bruce C. Hafen, A Disciple’s Life: The Biography of Neal A. Maxwell (Salt Lake City: Deseret Book, 2002), páginas 166-167.

[13] Boyd K, Packer, “The Mantle Is Far, Far Greater than the Intellect,” BYU Studies 21, núm. 3 (1981), página 1.

[14] Douglas D. Alder, “Comprehensive History of the Church,” en Encyclopedia of Mormonis por Ludlow, página 303.

[15] Truman G. Madsen, Defender of the Faith: The B. H. Roberts Story (Salt Lake City: Bookcraft, 1980), página 366.

[16] SEI, “Guidelines for Strengthening Religious Education in Institutions of High Education” (documento no publicado, 12 de junio de 2019).

[17] E-mail de Alan L. Wilkins a Bruce C. Hafen, el 23 de diciembre de 2016; énfasis agregado.

[18] SEI, “Guidelines for Strengthening Religious Education,” páginas 1-2.

[19] Wilkinson, Brigham Young University, 2:409

[20] Ralph Chamberlin, Life and Philosphy of W. H. Chamberlin (Salt Lake City: Deseret News Press, 1925), página 137.

[21] Richard Sherlock, “Campus in Crisis: BYU Earliest Conflict between Secular Knowledge and Religious Belief,” en Sunstone, mayo de 1985.

[22] Noel B. Reynolds, “The Coming Forth of the Book of Mormon in the Twentieth Century,” BYU Studies, 38 núm. 2 (1999), página 20.

[23] Sherlock, “Campus in Crisis,” página 31; énfasis agregado. El tema fundamental aquí no es la conclusión a la que llega Chamberlin. . . . sino su insistencia de que el estudio de la Biblia debe ser gobernado por los mismos cánones de la prueba y evidencia histórica que son básicas por lo general en la investigación histórica. Sherlock, “Campus in Crisis,” página 34 nota 7.

[24] Sherlock, “Campus in Crisis,” página 31.

[25] Sherlock, “Campus in Crisis,” página 33.

[26] Boyd K. Packer, “The Snow-White Birds,” (Discurso en la Conferencia de BYU, el 29 de agosto de 1995), https://speeches.byu.edu/talks/boyd-k-packer/snow-shite-birds/.

[27] Reynolds, “Coming Forth,” página 21.

[28] Como se le dijo a Horace M. Cummings, registrado en su autobiografía. Ver de Wilkinson, Brigham Young University, 2:421-422.

[29] Sherlock, “Campus in Crisis,” página 32.

[30] Reynolds, “Coming Forth,” página 22.

[31] Boyd K. Packer, “Seek Learning Even by Study and also by Faith,” en ”That All May Be Edified: Talks, Sermons & Commentary by Boyd K. Packer (Salt Lake City: Bookcraft, 1982), página 43.

[32] Packer, “Seek Learning,” página 44.

[33] Packer, “Seek Learning,” página 43.

[34] Packer, “Seek Learning,” páginas 43-44.

[35] John A. Widtsoe, citado así por Wilkinson en Brigham Young University, 2:455.

[36] Packer, “Seek Learning,” páginas 47.

[37] “Academic Freedom Policy,” Brigham Young University: https://policy.byu.edu/view/index,php?p=9.

[38] M. Russell Ballard, “The Opportunities and Responsabilities of CES Teachers in the 21st Century” (discurso dado a los educadores de religión del SEI el 26 de febrero de 2016). https://churchofjesuschrist.org/broadcasts/article/evening-sith-a-general-authority/2016/02/the-opportunities-and-responsabilities-of-ces-teachers-in-the-21st-century.

[39] Ballard, “Opportunites and Responsibilities,”

[40] “Mormon Studies,” Wikipedia, https://en.wikipedia.org/wiki/Mormon_studies.

[41] Jeffrey R. Holland, “The Maxwell Legacy in the 21st Century,” 2018 Annual Report (Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship), página 14.

[42] Holland “Maxwell Legacy,” página 15.

[43] Terryl Givens, David Holland y Reid Neilson, External Review of the Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, diciembre de 2014, página 6, tal como lo citó el élder Holland en el 2018 Annual Report, página 15.

[44] Holland “Maxwell Legacy,” página 15.

[45] Holland “Maxwell Legacy,” página 16.

[46] Neal A. Maxwell, “Discipleshis and Scholarship,” BYU Studies 32, núm 3 (1992), página 8.

[47] Holland “Maxwell Legacy,” página 16.