La crucifixión de Cristo: la recuperación de la cruz

Gaye Strathearn

Gaye Strathearn es profesor adjunto de escritura antigua en la Universidad Brigham Young.

Hace veintitrés años que llegué como estudiante a BYU. Ese fue un evento significativo que cambió mi vida. Mi madre y mi abuela se habían unido a la Iglesia en 1958 en Australia, y pasé la mayor parte de mi niñez creciendo en una rama muy pequeña de la Iglesia, pequeña hasta para los stándares de Australia. Quizás puedan imaginarse mi emoción al pensar que iba a venir a vivir al corazón de la Iglesia. Era una idea novelesca el que podría asistir a la iglesia con mis compañeros de escuela. Todavía me acuerdo de mis sentimientos de emoción y asombro al caminar rumbo al Marriott Center, junto con miles de personas de mi edad, para asistir a mi primera reunión espiritual al compás del carrillón que tocaba “¡Oh Está, todo Bien!” En contraste con ese telón de fondo asombroso, cuando llegó la Semana Santa sufrí un choque cultural tremendo al comprender que el Viernes Santo no era significativo en BYU. Sinceramente, me sorprendí mucho al darme cuenta que era un día como cualquier otro y tuvimos clases el día que yo consideraba que era uno de los días más santos en el calendario cristiano.

Aunque se que eso no es verdad, una parte de mi ser puede entender el porqué alguien extraño puede llegar a la conclusión equivocada publicada en la revista Newsweek: “Los Mormones. . . no le dan mucha importancia a la Semana Santa. ”[1]

Se me ha pedido que hable sobre “La Crucifixión de Cristo: La Recuperación de la Cruz.” Antes de entrar en el tema, me gustaría hacer dos advertencias: Primero, quiero decir que la naturaleza del tema significa que no hablaré mucho sobre el Getsemaní. Aún así, quiero aclarar que reconozco que los acontecimientos que se efectuaron en el Jardín de Getsemaní son esenciales para entender la Expiación. Segundo, quiero aclarar que en este documento, no abogo porque la Iglesia empiece a poner cruces en las capillas o templos. Ciertamente esa no es mi posición. Sin embargo, lo que quiero argumentar es que si no apreciamos o si reducimos la importancia de la cruz y su significado, ignoramos una parte muy importante de los textos de la escritura; tanto en la Biblia como en el Libro de Mormón y la Doctrina y Convenios, las escrituras de la Restauración.

Así que, teniendo eso en mente, empezaré por revisar algunos de los detalles históricos de la crucifixión en la antigüedad, incluyendo lo que los paganos pensaban acerca del hecho de que los cristianos adoraran a un dios que había sido crucificado y la manera en que el Apóstol Pablo refutó dichos argumentos. Luego mencionaré cuatro razones por las cuales creo que hoy, la cruz, debe tener un lugar importante en nuestro estudio y en nuestros discursos públicos.

La Crucifixión: "Una Muerte Muy Deprimente"

Aunque cada uno de los evangelios enfatiza aspectos únicos, los cuatro evangelios dan testimonio de que Jesús fue sacrificado en una cruz. Mateo, Marcos y Juan llaman al sitio de la Crucifixión como Gólgota (veáse Mateo 27: 33; Marcos 13: 22; Juan 19: 17). Lucas usa el término en latín Calvario (véase Lucas 23:33).

Josefo, el historiador judío, describió la crucifixión como “la más lastimosa de las muertes.” [2] La crucifixión era una manera muy espantosa de morir, ese era su propósito. Aunque generalmente se reconoce que los persas inventaron la crucifixión, [3] la realidad es que muchos grupos antiguos la practicaban[4] y que se efectuaba de distintas maneras.[5] Algunas veces, las víctimas eran ensartadas;[6] algunas veces eran atadas a una cruz o un árbol, [7] pero usualmente las clavaban.[8] Arqueológicamente, solamente se han encontrado los restos de una persona que fue crucificada en Palestina antes del año 70 dC. Sabemos que fue crucificada porque el clavo todavía estaba en el hueso del tobillo derecho. Esos restos sugieren que en ese caso, los pies de la persona fueron clavados a los lados del poste vertical.[9] Con frecuencia las víctimas eras crucificadas estando vivas, pero a veces lo fueron después de morir.[10] Algunas veces las víctimas eran crucificadas al revés.[11] Algunas veces se les quebraban las piernas como parte de la crucifixión.[12] En la época de los romanos, antes de la crucifixión, las víctimas eran azotadas,[13] y “con frecuencia llevaban la viga al lugar de la ejecución, y eran clavados con los brazos extendidos y sentados en una pequeña estaca de madera.[14] A veces se dejaban los cuerpos para que fueran devorados por las aves y los animales salvajes,[ [15] pero en la época de los romanos era posible que una vez que se verificara la muerte, los familiares pidieran el cuerpo de la víctima, para sepultarlo.[16] La crucifixión fue escogida como una forma de ejecución, especialmente para los asesinos, los ladrones, los traidores y los esclavos, porque era pública y humillante y porque la tortura se prolongaba durante largos períodos de tiempo.[17] Un escritor romano del primer siglo de nombre Quintiliano escribió: “Cuando crucificamos a los criminales, escogemos los caminos mas frecuentados, en los que una mayor cantidad de gente pueda presenciarla y ser intimidados. Porque cada castigo tiene menos que ver con la ofensa que con el ejemplo.”[18]

foto de los clavosMatt Reier, © Intellectual Reserve, Inc.

Los relatos de la Crucifixión de Jesús en los cuatro evangelios son los más detallados que tenemos acerca de una crucifixión antigua. Muchos, pero no todos, de los puntos escritos en el evangelio son detalles conocidos de fuentes antiguas de las cuales hablamos más arriba. Antes de la crucifixión, Jesús fue azotado (véase Marcos 15: 15) y obligado a llevar su cruz, aunque Simón el cireneo lo hizo por él (Véase Mateo 27: 32). Los soldados también le dieron a Jesús vinagre mezclado con hiel para que lo bebiera (ver el verso 34). En los relatos de la Crucifixión en los evangelios, no se hace mención específica de que Jesús haya sido clavado a la cruz, aunque, como ya lo hemos dicho, esa era la práctica usual, y, en el caso de Jesús, así se indica en la exclamación de Tomás: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto mi dedo en el lugar de los clavos y meto mi mano en su costado, no creeré.” (Juan 20: 25). Se escribió “El Rey de los Judíos” en un letrero en la cruz (Véase Marcos 15: 26; Mateo 27:37; Lucas 23: 38; Juan 19:19). Los soldados le hubieran quebrado las piernas para acelerar su muerte antes de que empezara el Sábado, pero ya estaba muerto (véase Juan 19: 32-33),[19] y José de Arimatea le pidió a Pilato que le permitiera sepultar el cuerpo de Jesús (véase Lucas 23: 50-53).

Pero aunque los Evangelios describen la Crucifixión en cuanto a lo que sucedió, y el libro de Hechos muestra que la Crucifixión fue el tema central de las enseñanzas de Pedro y Juan (véase Hechos 2: 23,36; 4: 10), es en los escritos de Pablo que se habla del por qué de la Crucifixión de Cristo. Al menos algunos de los primeros cristianos tuvieron problemas con la idea de que el Hijo de Dios hubiera sido ejecutado de una manera tan vergonzosa como lo era la crucifixión. Pablo reconoció ante los gálatas que bajo la ley de Moisés, “Maldito es todo el que es colgado en un madero” (Gálatas 3: 13; comparar con Deuteronomio 21: 22-23).[20]

Sabemos también que los paganos se burlaban de los cristianos por adorar a un Dios que fue crucificado. Un ejemplo es el filósofo Cínico Luciano, que alguna vez vivió entre cristianos en Palestina. Más tarde él escribió una sátira en que se burlaba de los cristianos que “habían pecado al negar a los dioses griegos, y al adorar a ese sofista que fue crucificado y por vivir de acuerdo con sus leyes.” Además, un hombre “al que aún adoran, el hombre que fue crucificado en Palestina por introducir este nuevo culto en el mundo.”[21] También en la literatura vemos que cristianos y paganos discutían con respecto al valor de la Crucifixión. En el segundo siglo, Justino Mártir, un defensor cristiano, identificó esos cargos y los contestó: “Es por esto que nos acusan de locura diciendo que colocamos en segundo lugar, después del Dios invariable y viviente y creador de todas las cosas, a un hombre que fue crucificado.”[22] En el segundo o tercer siglo, en la obra Octavius de Minucius Félix, leemos una burla contra los cristianos: “Decir que un malhechor ejecutado por sus crímenes y que la madera de la mortal cruz, son objetos de su veneración equivale a asignar altares a los desdichados abandonados y la clase de adoración que merecen” (9:4). Una representación gráfica del desdén que los paganos mostraban hacia los cristianos por la adoración de un dios crucificado, se puede ver en un grafiti grabado en estuco en una pared cercana a la Colina Palestina en Roma y que probablemente fue fechada en el segundo o tercer siglo.[23] Representa a un niño al pie de un hombre crucificado que tiene la cabeza de un burro. La cruel inscripción dice: “Alexamenos, adora a[tu] Dios.”[24]

Es a este tipo de crítica contra la cristiandad, “el escándalo de la cruz” (Gálatas 5: 11), al que probablemente está respondiendo Pablo al enfatizar la importancia de la cruz. Reconoce este tipo de burla al declarar: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, es decir, a nosotros, es poder de Dios . . . Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura” (1 Corintios 1: 18, 22-23). El Cristo crucificado no es locura para Pablo; de hecho es el poder de Dios.

Por lo tanto, Pablo afirma la importancia del mensaje de sus actividades misionales: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Corintios 2: 2). Poco después, en respuesta a los cristianos en Corinto que estaban rechazando la importancia y la realidad de la Resurrección, les hace una declaración que en nuestra versión de la Biblia pierde algo de su impacto: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las escrituras” (1 Corintios 15: 3-4). La frase en griego que ha sido traducida como “primeramente” es en prôtois, la cual puede ser traducida más exactamente como “lo más importante.”[25] En otras palabras, Pablo enseñó que las cosas más importantes que les había entregado eran (1) que Cristo murió por nuestros pecados [la Crucifixión] y (2) la Resurrección. En su mente, la Crucifixión, más bien que ser algo vergonzoso, era el centro de su mensaje misional.

En el segundo siglo, Justino Mártir decía que la Crucifixión, un punto ridículo para los paganos, era de hecho lo que distinguía al cristianismo de las otras religiones. (Apology 1.13.4; 55.1).

¿Por qué debe ser Significativa la Cruz para los Santos de los Últimos Días?

Al pensar en la Crucifixión de Cristo y el lugar central que el Viernes Santo ha tenido teológica e históricamente en el cristianismo, me gustaría comentar cuatro razones por las que creo que la cruz debería tener un lugar importante en nuestros discursos privados y públicos, ya sea entre nosotros así como junto con nuestros amigos cristianos.[26]

1. Los Acontecimientos en la cruz son parte integral de la Expiación. La razón más importante por la que deberíamos tomar en cuenta a la cruz es porque en lo funcional y en lo doctrinal es parte de la Expiación de Cristo. Creo que es justo decir que, tradicionalmente, los Santos de los Últimos Días han enfatizado que la Expiación se efectuó en el Getsemaní. Por ejemplo, el elder Bruce R. McConkie escribió:

¿En donde y bajo que circunstancias se efectuó el sacrificio expiatorio del Hijo de Dios? ¿Fue en la Cruz del Calvario o en el Jardín de Getsemaní? La mayoría de los cristianos ven hacia la Cruz de Cristo cuando piensan en el expiación infinita y eterna. Y ciertamente el sacrificio de nuestro Señor se completó cuando fue levantado por los hombres; además, esa parte de su vida y sufrimientos es más dramática, y quizás la que más conmueve. Pero en realidad, el dolor y el sufrimiento, la grandeza y el triunfo de la expiación ocurrieron principalmente en Getsemaní . . . Muchos han sido crucificados y el dolor y el tormento son extremos. Pero solamente uno, y ese es el Hombre que tenía como su Padre a Dios, quien se ha inclinado a causa del dolor y la tristeza que descansaban sobre él esa noche horrorosa, esa noche en la cual descendió por debajo de todas las cosas mientras se preparaba para levantarse sobre todas ellas.[27]

Como ya lo hemos indicado, es cierto que muchas personas habían sido crucificadas en la antigüedad. Sin embargo, en otra ocasión, el elder McConkie también enseñó: “Toda la angustia, toda la tristeza, toda el sufrimiento de Getsemaní volvieron a suceder durante las tres horas finales en la cruz, las horas en las que las tinieblas cubrieron la tierra. En verdad, no hubo tristeza como su tristeza, ni angustia como su angustia ni dolor tan intenso como el que llevó.”[28] Esta realidad sugiere que la Crucifixión de Cristo no fue igual a ninguna de las experiencias de alguien más. El elder Neal A. Maxwell nos recuerda “el eje de agonía que fueron Getsemaní y el Calvario.”[29] Así les enseñó Pablo a los romanos: “fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo. . . por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Romanos 5: 10-11).

Me sorprende el número de veces en que las enseñanzas sobre la Expiación y la redención, tanto en el Libro de Mormón como en la Doctrina y Convenios, incluyen específicamente la muerte de Cristo.

En el Libro de Mormón, la cruz no es una nota aclaratoria de la Expiación. Más bien, la frase “los padecimientos y la muerte” es la parte central de algunos sermones importantes. Por ejemplo, cuando Alma padre, estaba predicando secretamente las palabras de Abinadí, enseñó: “Sí, concerniente a lo que había de venir, y también acerca de la resurrección de los muertos y la redención del pueblo, que iba a realizarse por medio del poder, y los padecimientos, y la muerte de Cristo y su resurrección y ascensión al cielo” (Mosíah 18: 2; énfasis agregado). Aarón, el hijo de Mosíah, le predicó a los amalekitas en la ciudad de Jerusalén: “Y Aarón empezó a explicarles las Escrituras concernientes a la venida de Cristo y también la resurrección de los muertos; y que no habría redención para la humanidad, salvo que fuese por la muerte y padecimientos de Cristo, y la expiación de su sangre. (Alma 21:9; énfasis agregado). De igual manera, cuando le predicó al padre del Rey Lamoni, Aarón declaró: “Y en vista de que el hombre había caído, éste no podía merecer nada de sí mismo; mas los padecimientos y muerte de Cristo expían sus pecados” (Alma 22: 14; énfasis agregado). Finalmente, cuando Mormón le escribió a su hijo Moroni le pidió que “Cristo te anime, y sus padecimientos y muerte. . . reposen en tu mente para siempre” (Moroni 9: 25).

En la Doctrina y Convenios, en la sección 19, encontramos versículos poderosos acerca de la Expiación en el Getsemaní, pero también hay versículos poderosos en los cuales la redención está identificada específicamente con la cruz. En las secciones 53 y 54, Jesús mismo les declara a Sidney Gilbert y a Newel Knight que él fue “crucificado por los pecados del mundo” (DyC 53: 2; 54: 1), y en la revelación dada al Presidente Joseph F. Smith sobre la redención de los muertos leemos: “De modo que se dio a conocer entre los muertos, pequeños así como grandes, tanto a los inicuos como a los fieles, que se había efectuado la redención por medio del sacrificio del Hijo de Dios sobre la cruz” (DyC 138: 35).

Todos estos pasajes de las escrituras de la Restauración apoyan el mensaje bíblico de Pablo de que la Crucifixión de nuestro Señor fue una parte esencial de la Expiación, y por lo tanto es parte esencial de nuestra redención individual y colectiva. El elder Holland describió al Viernes de Pascua como “el viernes expiatorio con su cruz.”[30] Me gusta esa descripción porque me recuerda el por qué el Viernes de Pascua (Viernes Santo) debe ser una parte importante de la temporada de la Pascua de Resurrección.

2. La metáfora de las escrituras de que podemos “ser levantados” porque Cristo fue levantado en la cruz es símbolo del gran amor de Dios hacia nosotros. En el segundo día de la visita del Salvador a los americanos, respondió a la petición de sus discípulos: “deseamos que nos digas el nombre por el cual hemos de llamar esta iglesia” (3 Nefi 27: 3) Jesús respondió dando dos características para la Iglesia: debe llevar su nombre, y debe “estar fundada sobre [Su] evangelio” (versículos 5-10). Entonces procedió a hacer algo de lo cual no tenemos registro que haya hecho en los tiempos bíblicos; en los siguientes versículos da una definición de su evangelio:

He aquí, os he dado mi evangelio, y éste es el evangelio que os he dado: que vine al mundo a cumplir la voluntad de mi Padre, porque mi Padre me envió.

Y mi padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz; y que después de ser levantado sobre la cruz, pudiese atraer a mí mismo a todos los hombres, para que así como he sido levantado por los hombres, así también los hombres sean levantados por el Padre, para comparecer ante mí, para ser juzgados por sus obras, ya fueren buenas o malas;

y por esta razón he sido levantado; por consiguiente, de acuerdo con el poder del Padre, atraeré a mí mismo a todos los hombres, para que sean juzgados según sus obras. (vv 13-15).

Lo que es importante para nuestro tema es que cuando el Salvador mismo describe su evangelio y la Expiación, lo describe en términos de la cruz: “Y mi padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz” (verso 14). Noten el propósito de que Cristo fuese levantado sobre la cruz: para que pueda atraer a todos los hombre hacia él para que sean juzgados.[31] Después en el resto de la definición del evangelio indica lo que debemos hacer para asegurar que el día del juicio sea un día de regocijo: debemos arrepentirnos, ser bautizados en su nombre, perseverar hasta el fin y ser santificados por el Espíritu Santo “para que [podamos] en el postrer día ser presentados ante [Él] sin mancha” (verso 20).

Aunque en este pasaje el “ser levantados” se asocia con el juicio, en otros lugares se asocia con el gran amor de Dios por su pueblo. Por ejemplo, cuando Jesús habló con Nicodemo, se refirió a Moisés cuando levantó una serpiente de bronce para sanar a los israelitas que estaban sufriendo una plaga de serpientes. Específicamente, Jesús identificó el hecho de levantar una vara con una serpiente como un símbolo de su Crucifixión: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3: 14-15). Entonces vean los famosos versículos que siguen a continuación: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (vv. 16-17). El contexto de este pasaje indica que la muestra del gran amor de Dios por el mundo es que su Hijo fue levantado en la cruz para que todos puedan tener la vida eterna.

Este mismo principio se encuentra también en la visión de Nefi del árbol de la vida. Nefi aprendió que el árbol representa “el amor de Dios que se derrama ampliamente en el corazón de los hijos de los hombres; por lo tanto, es más deseable que todas las cosas” (1 Nefi 11: 22). Entonces, los cielos se abren ante Nefi, y ve en visión las manifestaciones de ese amor: ve el ministerio mortal del Hijo de Dios, a Juan el Bautista y el bautismo de Jesús, a los Doce Apóstoles, a ángeles que ministran al pueblo y a Jesús sanando a los enfermos. Y enseguida leemos: “Y aconteció que me habló otra vez el ángel, diciendo: ¡Mira! Y miré, y vi al Cordero de Dios, y que el pueblo lo apresó; sí, vi que el Hijo del eterno Dios fue juzgado por el mundo; y yo vi, y doy testimonio. Y yo ,Nefi, vi que fue levantado sobre la cruz e inmolado por los pecados del mundo” (vv. 32-33). Otra vez, el contexto de este capítulo refuerza la enseñanza de Jesús a Nicodemo: Que Jesús fuera levantado sobre la cruz fue una manifestación del amor de Dios.

Por tanto, la frase “enaltecidos” se convierte en las escrituras en una manera frecuente de describir la salvación. Nefi les enseña a sus hermanos: “y a los justos he justificado, y testificado que ellos habrían de ser enaltecidos en el postrer día” (1 Nefi 16: 2) En la Doctrina y Convenios vemos que frecuentemente se usa dicha figura. El Señor le dice a Martin Harris: “Y si eres fiel en guardar mis mandamientos, serás enaltecido en el postrer día” (DyC 5: 35). A Oliver Cowdery se le mandó: “Consérvate firme en la obra a la cual te he llamado, y ni un cabello de tu cabeza se perderá, y en el postrer día serás enaltecido” (DyC 9: 14). De igual manera a los Tres Testigos, Oliver Cowdery, David Whitmer y Martín Harris se les prometió: “y si cumplís estos últimos mandamientos míos que os he dado, las puertas del infierno no prevalecerán en contra de vosotros; porque mi gracia os es suficiente y seréis enaltecidos en el postrer día” (DyC 17: 8).

3. En el Nuevo Testamento la invitación de tomar la cruz era el símbolo del discipulado. En los evangelios sinópticos, justo después de que Jesús le prometió a Pedro que le daría las llaves para sellar, Jesús empezó a hablar abiertamente acerca de su destino de ir a Jerusalén, en donde tenía que “padecer mucho a manos de los ancianos, y de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Mateo 16: 21; véase Marcos 8: 31 y Lucas 9: 22). De inmediato, Pedro trató de asegurarle a su Maestro que eso no sucedería, a lo cual Jesús le respondió diciendo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no entiendes lo que es de Dios, sino lo que es de los hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame” (Mateo 16: 23-24). Lucas, que usa una forma un poco diferente del verbo (arneomai), agrega: “niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9: 23; énfasis agregado). ¿Qué significa para nosotros que “tomemos nuestra cruz”? El contexto de estos pasajes significa que debemos negarnos a nosotros mismos. Tanto Mateo como Marcos usan la palabra griega aparneomai. Esta sugiere que el discipulado conlleva el romper con todo vínculo que ate a una persona aún a sí misma. Se trata de ser capaces, como el Salvador, de someter nuestra voluntad a la del Padre. Como el élder Maxwell enseñó: “Esa es la cosa verdaderamente única que tenemos que ofrecer.” Así como hubo un costo para el Salvador en el Calvario, también hay un costo para poder ser un discípulo. En otras ocasiones, Jesús también enseñó: “Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí” (Mateo 10: 38; énfasis agregado), y más directamente: “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí no puede ser mi discípulo” (Lucas 14: 27; énfasis agregado).

Pablo comprendió algo acerca del costo de ser discípulo. A los filipenses les dijo: “Pero todas las cosas que eran para mí ganancia, las he considerado pérdida por amor de Cristo. . . a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser como él en su muerte [del griego summorphizo]” (Filipenses 3: 7, 10). Más específicamente a los gálatas les dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado” Para él, la crucifixión no era símbolo de muerte sino de vida, una nueva vida en Cristo. “y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo” (Gálatas 6: 14).

De modo que, la cruz no es un símbolo post-bíblico adoptado por los cristianos; más bien es un símbolo que se identifica con el Salvador mismo, y que fue enfatizado por Pablo. El símbolo de la cruz es importante debido a que en el Nuevo Testamento es el símbolo de nuestro discipulado y compromiso de dejar atrás los atractivos del mundo y dedicarnos al Señor y su reino.

4. Las marcas de la Crucifixión fueron de tanta importancia para Cristo que las conservó aún después de que recibió un cuerpo resucitado glorificado. Cuando Cristo vino por primera vez al templo en la tierra de Abundancia, la gente no estaba segura de quién se les había aparecido. Y aunque después de la tercera vez entendieron por fin las palabras del Padre: “He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd” cuando vieron a Jesús que descendió del cielo y se puso en medio de ellos, “suponían que era un ángel que se les había aparecido” (3 Nefi 11: 7-8). Así que Jesús les dijo:

He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo.

Y he aquí, soy la luz y la vida del mundo; y he bebido de la amarga copa que el Padre me había dado, y he glorificado al Padre, tomando sobre mí los pecados del mundo, con lo cual me he sometido a la voluntad del Padre en todas las cosas desde el principio. . .

Levantaos y venid a mí, para que metáis vuestras manos en mi costado, y para que también palpéis las marcas de los clavos en mis manos y en mis pies, a fin de que sepáis que soy el Dios de Israel, y el Dios de toda la tierra, y que he sido muerto por los pecados del mundo (3 Nefi 10: 10-11, 14)

Aquí estaba el Hijo de Dios en un cuerpo resucitado y glorificado, un cuerpo que era perfecto en todos sentidos a excepción del hecho de que, como lo profetizó Zacarías (véase Zacarías 13:6), decidió conservar las marcas de su Crucifixión. Para el pueblo de 3 Nefi, esa fue una de las pruebas tangibles de que este ser no era un ángel sino que de hecho era el Salvador del mundo. Y después de que se adelantaron uno por uno y “metieron las manos en su costado, y palparon las marcas de los clavos en sus manos y sus pies. . . exclamaron a una voz diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito sea el nombre del Más Alto Dios! Y cayeron a los pies de Jesús y lo adoraron” (3 Nefi 11: 15-17).

Me pregunto cuántos de los que estuvieron presentes en esa ocasión celestial habrán recordado lo que Jehová le había dicho al profeta Isaías, y que estaba registrado en los anales nefitas: “¿Acaso se olvidará la mujer de su niño de pecho y dejará de compadecerse del hijo de su vientre? Pues, aunque se olviden ellas, yo no me olvidaré de ti. He aquí en las palmas de mis manos te tengo grabada” (Isaías 49: 15-16; 1 Nefi 21: 15-16). En este caso, las marcas de la Crucifixión ¡no causaron llanto sino que fueron una razón para regocijarse!

Finalmente, el élder Holland nos da otra razón para regocijarnos en las marcas de la Crucifixión que Cristo retuvo en su cuerpo resucitado:

Cuando nos tambaleamos o tropezamos, Él está allí para sostenernos y fortalecernos. En fin, Él está para salvarnos, y por todo eso es que Él dio su vida. No importa cuan obscuros parezcan nuestros días, fueron mucho más obscuros para el Salvador del mundo. Como un recordatorio de esos días, Jesús decidió conservar, para beneficio de sus discípulos, en un cuerpo resucitado, perfecto en cualquier otro sentido, las heridas en Sus manos y en Sus pies y en Su costado, señales, si les parece, de que aún al puro y al perfecto le acontecen cosas dolorosas; señales, de que el dolor en este mundo no es evidencia de que Dios no les ama; señales, de que los dolores pasan y que la felicidad puede ser nuestra. . . El Cristo herido es el Capitán de nuestras almas, Él, que aún lleva las cicatrices de que hayamos sido perdonados, las lesiones de Su amor y humildad, la carne rota de la obediencia y sacrificio. Estas heridas son la manera principal en que lo reconoceremos cuando venga.[32]

Conclusión

La mayoría del mundo cristiano se refiere al Viernes de Pascua, [Good Fridady en inglés] como Viernes Santo. Esto puede ser raro en un día que conmemora la muerte, aún la horrorosa y cruel muerte del Hijo de Dios. Se le llama Good Friday porque la palabra good en el idioma inglés puede significar “piadoso o santo”. En ese sentido el Viernes de Pascua es uno de los días mas santos. Pero a pesar de los sórdidos detalles de la forma en que Jesús fue crucificado, espero que durante la Pascua de Resurrección hallaremos razones para regocijarnos y recordar su muerte así como su Resurrección. A causa de su muerte en la cruz, podemos celebrar la gracia de su Expiación; podemos regocijarnos en el gran amor de Dios por nosotros que dio a Su Hijo Unigénito; podemos celebrar la oportunidad de responder a la invitación que Jesús nos hace a todos: que vengamos , lo sigamos y seamos sus discípulos; y que en los momentos más obscuros que tengamos podamos encontrar solaz y razón para regocijarnos con el recuerdo de que ¡nos tiene grabados en las palmas de sus manos! Le agradezco a Dios por toda la temporada de Pascua.

Notas

[1] Kenneth L. Woodward, “What Mormons Believe,” Newsweek, 1 sep. 1980, pág. 70

[2] Josefo, The Jewish War (1928; reimpreso por Cambridge, Ma: Harvard University Press, 1968) 7. 203

[3] J. Schneider, en Theological Dictionary of the New Testament, Gerhard Friedrich, editor (Grand Rapids, MI, Eerdmans, 1971), 7: 573

[4] Martin Hengel, Cruxifixion in the Ancient World and the Folly of the Message of the Cross (Philadelpia: Fortress, 1977), pp. 22-23

[5] “Los soldados motivados por el enojo y el odio se divertían clavando a sus prisioneros en posiciones diferentes; y era tan grande su número, que no había lugar para las cruces ni cruces para los cuerpos,” Josefo Jewish War 5: 451. “A lo lejos veo instrumentos de tortura (cruces en latín) y no solamente de un tipo sino de diferentes formas hechas por pueblos distintos; algunos cuelgan a sus víctimas con la cabeza hacia el piso, otros los ensartaban de sus partes privadas, otros les extendían los brazos en una horquilla en forma de tenedor.” Séneca Dialogue: De Consolatione ad Marciam (1932, reimpreso, Cambridge, MA: Harvard University Press, 1965),20.3

[6] Herodoto, History, (1921, reimpreso, Cambridge, MA: Harvard University Press, 1971), 3.125.3; Polibius, Histories(1923; reimpreso, Cambridge,Ma: Harvard University Press, 2011) 8:21.

[7] Gálatas 3: 13. El libro apócrifo Acts of Andrew describe la crucifixión de Andrés: “Le. . . ataron de los pies y las axilas, pero no lo clavaron.” Wilhelm Schnnemelcher, editor, New Testament Apocrypha traducido al ingés por R. Mel Wilson (Louisville: Westminster/John Knox, 1992), 2: 148.

[8] Kent P. Jackson, “The Crucifixion,” en From the Last Supper through the Resurrection: The Savior's Final Hours, editado por Richard Neitzel Holzapfel y Thomas A. Wayment (Salt Lake City: Deseret Book, 2003), 320 n7. Véase también Jewish War de Josefo 2: 308; 5: 451.

[9] Joe Zias y James H. Charlesworth, “Crucifixion: Archaeology, Jesus, and the Dead Sea Scrolls,” en Jesus and the Dead Sea Scrolls, editado por James H, Charlesworth (New York: Doubleday, 1992), 99. 279-280. Véase también History de Herodoto 9:120; y Jewish War de Josefo 5: 451

[10] Eran azotados y sujetos a todo tipo de tortura, antes de matarlos, y entonces los crucificaban de cara a los muros.” Jewish War de Josefo 5: 449.

[11] Séneca, Dialogue: De Consolation ad Marciam 20.3; véase el texto de la nota 5.

[12] Cicerón, Philippics (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2009), 13.27.

[13] Véase de Josefo, Antiquities of the Jews, (1943; reimpreso, Cambridge, MA: Harvard University Press, 1966) 12.255-256; de Josefo, Jewish War, 2.307; de Filo, Flaccus 10.84. La traducción al inglés de The Works of Philo: Complete and Unabridged, New Updated Version por C. D. Yonge (Peabody, MA: Hendrickson, 1992).

[14] Hengel, Crucifixion in the Ancient World, 25. Para un ejemplo de tener que llevar la cruz, véase de Plutarco “On the Delays of Divine Vengeance,” en Moralia (1959; reimpreso, Cambridge, MA: Harvard University Press, 1968) 7: 554 A. B.

[15] Juvenal, Satire (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2004), 14.77-78; Acts of Andrew, en New Testament Apocrypha, 148 de Schneemelcher.

[16] “Los cuerpos de quienes sufrían la pena capital, no se debían negar a sus familiares, y el deificado Augusto escribe en el décimo libro de su De Vita Sua que él observó esta costumbre. Sin embargo, hoy los cuerpos de los ejecutados son sepultados como si los hubieran pedido y fueran concedidos. Pero algunas veces, eso no se permitía, en particular [con los cuerpos] de quienes eran condenados por traición. . . Los cuerpos de los ejecutados se deben conceder a quien los solicite con el fin de sepultarlos.” Corpous Iuris Civilis, Pandectae 48.24. 1-3; traducción al inglés en The Digest of Justinian, editado por Theodor Mommsen y Paul Grueger traducido por Alan Watson (Philadelphia: University of Pennsylvania Press), 4.863. En el Temple Scroll de los Rollos del Mar Muerto, estaba prohibido que los cadáveres quedaran en el árbol durante la noche (11Q1964.11-13) “He sabido de casos anteriores de hombres que habían sido crucificados cerca de este festival y día de fiesta (por ejemplo el cumpleaños del Emperador) y que fueron bajados y entregados a sus familiares para que recibieran los honores de la sepultura, y para que mostraran el respeto que se les debe a los muertos.” Filo, Flaccus 10.83.

[17] Para un excelente tratado SUD sobre la crucifixión, véase de Jackson, “The Crucifixion,”pp. 318-337; de Donald W. Parry y Jay A. Parry, “The Cruel Cross: The Crucifixion,” en Symbols and Shadows: Unlocking a Deeper Understanding of the Atonement (Salt Lake City: Deseret Book, 2009), pp. 222-253.

[18] Quintiliano, Declamations 274.13 Traducción al inglés en Quintilian: The Lesser Declamations, editado y traducido por D. R. Shackleton Bailey (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2006), 1: 259.

[19] Erkki Koshkenniemi, Kirsi Nisula y Jorma Toppari, “Wine Mixed with Myrrh” (Marcos 15: 23) y Crurifragium (Juan 19: 31-31): Two Details of the Passion Narratives,” Journal of the Study of the New Testament 27, núm. 4 (2005), pp. 279-291.

[20] Tertuliano responde a esta queja judía en An Answer to the Jews traducido por S. Thelwall (New York: Kessinger, 2004), 9ág. 164.

[21] Luciano, The Death of Peregrinus, 13, 11 en Lucian: Selected Dialogues, traducido por Desmond Costa (Oxford: Oxford University Press, 2005), pág. 77.

[22] Justino Mártir, First Apology of Justin 1.13.4, en Early Christian Fathers, traducido y editado por Cyril C. Richardson (New York: Collier Books, Macmillan, 1970), pág. 249.

[23] George M. Hanfmann, “The Crucified Donkey Man: Archaios and Jesus,” en Studies in Classical Art and Archaeology : A Tribute to Peter Heinrich von Blanckenhagen, editado por Günter Kopcke y Mary B. Moore (Locust Valley, NY: J. J. Augustin, 1979), pp. 205-207, pl, 1.2; Peter Lampe, From Paul to Valentinus: Christians at Rome in The First Two Centuries, traducción al inglés de Michael Setinhauser, editado por Marshall D. Johnson (Minneapolis: Fortress Press, 2003), pág. 338; G. H. R. Horsley, New Documents Illustrating Early Chistianity: A Review of the Greek Inscriptions and Papyri Published in 1979 (North Ryde, NSW: Ancient History Documentary Research Centre, Macquarie University, 1987), pág. 137.

[24] La acusación de que los cristianos adoraban a un dios con cabeza de burro, es algo con que los primeros escritores cristianos tuviern que luchar. Por ejemplo, véase To the Nations de Tertuliano (Peabody, MA: Hendrickson, 1994), pp.11.14; y de Minucius Félix Octavius (1931) reimpreso, Cambridge, Ma Harvard University Press, 1984), 9.3. Los judíos también tuvieron que luchar con este tipo de acusación. Josefo cuenta que Apion dijo que un hombre de nombre Zabidus entró en su templo y “arrebató la cabeza de oro del burro de carga” Josefo demostró su desdén por esa historia al inscribir el comentario “como lo llama chistosamente.” Josefo Against Apion (Cambridge, MA: Harvard University Press) 2.114.

[25] En A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature, editado por William F. Arndt y F. Wilbur Gingrich, 2a edición (Chicago: University of Chicago Press, 1958), pág. 276.

[26] Para otros comentarios sobre las enseñanzas SUD con respecto a la cruz, ver What Happened to the Cross? Distinctive LDS Teachings por Robert L. Millet (Salt Lake City: Deseret Book, 2007), pp. 96-114.

[27] Bruce R. McConkie, Doctrinal New Testament Commentary (Salt Lake City: Bookcraft, 1979), 1: 774-775.

[28] Bruce R. McConkie, The Mortal Messiah (Salt Lake City: Deseret Book, 1981), 4: 232 nota 22.

[29] Neal A. Maxwell, “Apply the Atoning Blood of Christ,” Ensign, noviembre 1997, pág. 23 énfasis agregado.

[30] Jeffrey R. Holland, :Nadie Estuvo con Él” Liahona, mayo 2009.

[31] Comparar con Juan 12: 32-33, donde Jesús dice: “Y yo, si soy levantado de la tierra, a todos atraeré a mi mismo. Y esto decía dando a entender de que muerte iba a morir.”

[32] Jeffrey R. Holland, “Teaching, Preaching, Healing,” Ensign enero de 2003, pág. 42.