Cómo desarrollar el conocimiento de las escrituras

lo que saben y hacen los buenos lectores de las escrituras

Eric D. Rackley

Eric D. Rackley (eric.rackley@byuh.edu) es profesor asistente de educación en Brigham Young University—Hawaii.

Este artículo describe diez prácticas [1] que pueden aumentar la habilidad de los jóvenes para obtener el significado de las escrituras en formas que los lleven dentro de las palabras hacia los principios y las doctrinas que tanto necesitan pero que pueden tener dificultad para entender. [2] Estas diez prácticas para la lectura de las escrituras se basan en la investigación sobre la lectura, y en los trabajos empíricos que revisan las prácticas de lectura, y lo que motiva a la juventud Santo de los Últimos Días. [3] También incluyo, en donde es apropiado, ejemplos tomados de un estudio etnográfico que duró dos años sobre las experiencias de la juventud Santo de los Últimos Días al leer las escrituras. [4]

El estar familiarizado con lo que saben y hacen los buenos lectores de las escrituras, puede darles a los maestros y a los padres un entendimiento más claro de las habilidades que los jóvenes deben desarrollar para poder entender las verdades de las escrituras. Cuando ocurre esta familiaridad, estamos en mejor posición para elaborar prácticas instructivas que puedan apoyar el uso estratégico, que hagan los jóvenes, de las herramientas para entender el significado y que mejoren su conocimiento de las escrituras. Los jóvenes también se pueden beneficiar de una mayor claridad sobre el cómo leer las escrituras ya que este conocimiento puede desmitificar lo que debe suceder cuando abren sus Biblias o cuando usen sus aplicaciones electrónicas. Además, conocer con mayor claridad lo que saben y hacen los buenos lectores de las escrituras puede traer la tan necesaria atención hacia los procesos que usa la juventud para entender el significado de las escrituras, lo que puede aumentar considerablemente el énfasis que hemos puesto tradicionalmente en el contenido de las escrituras.

En las páginas siguientes, presento el concepto de la alfabetización como el trabajo que hacemos para construir el significado; y el conocimiento de las escrituras como un tipo especial de instrucción para entender su significado que acompaña al conocimiento y al desarrollo de la fe asociados con los textos sagrados. Luego identifico diez prácticas de los buenos lectores de las escrituras y elaboro un caso sobre la importancia de las prácticas en el desarrollo del conocimiento de las escrituras.

Alfabetización

Escuchamos mucho acerca de la alfabetización: alfabetización mecánica, alfabetización matemática, alfabetización de computadora y alfabetización histórica. Pero, ¿qué significan esas frases en realidad? La manera en que se usan puede sugerir que la alfabetización es saber algo acerca de temas de estudio, como la historia o las matemáticas, o saber acerca de las cosas como las computadoras o los autos. Aunque es útil el ser conocedor de un cierto tema, la alfabetización es más que eso. La alfabetización trata sobre el cómo aprendemos. Básicamente, se puede entender literalmente la alfabetización como el proceso de construir y producir el conocimiento. En este artículo conceptualizo la alfabetización como el trabajo mental, emocional y espiritual requerido para entender el significado de los textos. Esto puede incluir el leer, pensar, hablar y hasta sentir. Todo eso viene agrupado para ampliar y profundizar los puntos de vista tradicionales de la alfabetización de que simplemente es: saber mucho de algo.

Si consideramos a la alfabetización como la forma de construir el significado, la alfabetización usa una variedad de enfoques que aprendemos a usar con habilidad por medio de la socialización o el uso de costumbres culturales. Debido a que hay múltiples culturas, existen muchas maneras de entender el significado, aún dentro del mismo texto. Por tanto, hay muchas maneras de aprender. Por lo tanto, podemos considerar ventajosamente a la alfabetización como una familia de prácticas que obtienen el significado, en lugar de verla como una habilidad monolítica a la que llamamos lectura. Puede ser engañoso hablar sobre la “mejor” manera de leer un texto y más honesto hablar de la variedad de maneras con las que podemos obtener conocimiento de los textos. Más claramente, la alfabetización es una herramienta importante para el aprendizaje basado en los textos. Si los jóvenes deben aprender de los textos—incluyendo las escrituras—entonces deben saber cómo usarlos. Es más, si ellos batallan para construir el significado de las escrituras, entonces están limitados en lo que pueden entender de ellas, lo cual reduce indebidamente la forma en que las apliquen a su vida. El vivir las verdades de las escrituras empieza con aprenderlas, y eso significa desarrollar la alfabetización.

El Conocimiento de las Escrituras

Está claro que las escrituras son importantes. Nos pueden llevar a “regocijar[nos] en Jesucristo” (Alma 37: 9), a convencernos del error de nuestros caminos, a ensanchar nuestra memoria, y traer “la salvación de [nuestras] almas” (Alma 37: 8). Dada la importancia de las escrituras, si no las estudiamos seriamente podemos llegar a ser como los lamanitas de la antigüedad que padecieron “en la ignorancia. . . . no conociendo los misterios de Dios” (Mosíah 1: 3) y degeneraron en la incredulidad hasta no saber “nada de estas cosas” (Mosíah 1:5). El élder D. Todd Christofferson habló de una degeneración moderna cuando nos advirtió que “el analfabetismo sobre las escrituras va en aumento” dando por resultado que muchos de nosotros olvidemos las verdades acerca de Dios y de Cristo que conocieron las generaciones anteriores. [5] Una manera de resolver el actual analfabetismo sobre las escrituras consiste no sólo en volver a las escrituras sino volver a ellas más fielmente, con propósito y con destreza. Y como dijo el élder Christofferson: “La necesidad de que recurramos constantemente a las escrituras es más grande que en cualquier época anterior.” [6] El élder Richard G. Scott dijo: “Deleitarse en la palabra de Dios cada día es más importante que dormir, que los estudios, el trabajo, la televisión, los videojuegos y las redes sociales.” [7]

Son muy importantes las palabras que usan los élderes Christofferson y Scott al hablar de leer las escrituras. “Recurramos” y “deleitarse” son palabras de acción que insinúan el cómo deberíamos leer las escrituras y no simplemente el que deberíamos leerlas. Específicamente, deberíamos regresar, aún corriendo, a las escrituras constantemente (recurramos) y complacernos en el estudio de las escrituras todos los días (deleitarse). Ambas palabras sugieren algo más que simplemente decir las palabras y esperar que se queden en nuestra mente. Para desarrollar el conocimiento de las escrituras, podemos pensar en comprometernos en la difícil pero gratificante tarea necesaria para trasladar las ideas de las páginas de las escrituras a algo significativo, potente y hermoso en nuestras vidas.

El conocimiento de las escrituras es un tipo especial de alfabetización enfocado en las formas en que entendemos el significado de los textos sagrados para desarrollar nuestro entendimiento de los principios religiosos y para profundizar nuestra fe. Esto variará de un contexto a otro, basado en las ideologías, las tradiciones, y las prácticas valoradas en esos contextos, sea que se crucen entre religiones, dentro de una religión, o dentro de una simple congregación. Por ejemplo, en una congregación, las hermanas de la Sociedad de Socorro pueden valorar exactamente lo que dice la escritura, así que practican la memorización, palabra por palabra, de los versículos importantes. En esa misma congregación, los hombres jóvenes podrían valorar la capacidad de volver a contar las narraciones de las escritura de forma que las hagan accesibles para otros jóvenes, así que pueden usar su tiempo aprendiendo los relatos y practicando el contarlos. En la Escuela Dominical, podría ser de importancia para la juventud el hacer preguntas personales importantes acerca de las escrituras, para que los maestros les instruyan en cuanto a los tipos de preguntas que podrían hacer, el valor de preguntar, y darles el tiempo para analizar sus preguntas en la clase. Y para las mujeres jóvenes en esa misma congregación, el construir el significado de las escrituras podría girar en torno a hacer conexiones personales importantes en sus vidas, así que pueden leer las escrituras buscando conexiones, puntos de vista y su aplicación.

Cada uno de estos representa una manera específica de construir el significado de la escritura de acuerdo a los diversos compromisos y expectativas dentro de una simple congregación. Al igual que en la alfabetización en general, en el conocimiento de las escrituras tampoco hay un modo “mejor” para que todos lean las escrituras. Más bien, existe una cantidad de maneras para ser instruido en las escrituras, y cada una de ellas puede ser adecuada si se adhiere a las ideologías religiosas y culturales que la dirigen. En los ejemplos anteriores, el propósito, el valor y la manera de sacar el significado de las escrituras difirieron de un escenario a otro. Por tanto, cada grupo leyó las escrituras de manera diferente basados en los valores de ese grupo. Cuando conceptualizamos el conocimiento de las escrituras en términos de tener sentido, o como un proceso para construir el significado en los textos sagrados, podemos empezar a comprender que el conocimiento de las escrituras incluye una diversidad de prácticas que ayudan a los jóvenes a aprender de las escrituras.

El Desarrollo del Conocimiento de las Escrituras

Las siguientes diez prácticas de los buenos lectores de las escrituras, de ninguna manera incluyen todas las cosas que los lectores eficaces de las escrituras deberían saber y hacer. No hay una importancia particular en el orden en que se presentan. Sin embargo, constituyen un punto de partida importante para comenzar una conversación respecto a lo que significa el desarrollo del conocimiento de las escrituras en la Iglesia. Es más, las siguientes diez prácticas les pueden ofrecer a los maestros y a los padres puntos de vista para aclarar y explicar a los jóvenes el proceso de la lectura de las escrituras.

Práctica 1: Entender la Lectura de las Escrituras como un Proceso para Resolver Problemas

Quienes no entienden las escrituras asumen que si leen todas las palabras entenderán el pasaje. Sin embargo, los buenos lectores de las escrituras saben que leer es más que solo decir las palabras. Es llegar a los principios, el conocimiento, los puntos de vista que puedan representar las palabras al estar juntas. Sin embargo, el llegar a las ideas que están dentro de las palabras involucra mucho trabajo que, con frecuencia, gira alrededor de los problemas que enfrentan los lectores cuando tratan de entender el significado. Frecuentemente, los buenos lectores comprenden que el leer las escrituras tiene que ver con solucionar problemas. Los buenos lectores no asumen que leerán un capítulo entero sin problemas. Al leer, esperan encontrar palabras poco conocidas, frases con estructuras complicadas, conceptos abstractos, sintaxis complejas, relaciones matizadas de los personajes, y muchos otros problemas. De hecho, los buenos lectores esperan que las escrituras les causen problemas porque comprenden que las escrituras son complicadas y que al leerlas deben resolver constantemente una variedad de problemas si desean entender todo lo que puedan de cada capítulo y cada versículo. Prever problemas al leer prepara a los buenos lectores para manejarlos cuando se presenten. Los buenos lectores de las escrituras no se desvían del sendero ni se dan por vencidos cuando llegan los problemas. Los problemas siempre llegarán; pero los buenos lectores de las escrituras se ocupan de los problemas con habilidad y entusiasmo—porque se han preparado para ellos—quizás con el mismo espíritu con el cual David se preparó y “se dio prisa y corrió” para enfrentar a Goliat (1 Samuel 17:48).

Práctica 2: Observar los Pensamientos y los Sentimientos

Los buenos lectores comprenden que sus mentes y emociones deben estar activas durante el proceso de lectura y que el corazón y la mente son los que impulsan su comprensión de las escrituras. Los buenos lectores reconocen que están pensando y sintiendo cosas cuando leen. Por ejemplo, los buenos lectores de las escrituras pueden leer 3 Nefi 11 y se preguntan cómo puede ser el ver al Salvador descender del cielo, o como se puede sentir el escuchar Su voz, o podrían estar contemplando los rostros de la gente y tratar de imaginarse los sentimientos en los corazones de esas personas. Además de reconocer que al leer están pensando y sintiendo, los buenos lectores de las escrituras también pueden controlar esos pensamientos y sentimientos para mantenerse enfocados en entender el significado. Para controlar sus pensamientos y sentimientos los buenos lectores de las escrituras deben decidir cuales pensamientos apartar para regresar a ellos posteriormente; en cuales enfocarse para mantener su corazón y mente en el capítulo, y cuales ignorar porque los distraen y no entienden lo que leen.

Cuando los alumnos no pueden controlar su corazón y mente, sus palabras, ideas y hasta sus sentimientos se pueden mezclar en una masa irreconocible. Un estudiante puede leer todas las palabras en 3 Nefi 11, sólo para encontrar que cuando llega al fin del capítulo, no puede recordar lo que acaba de leer y quizás tenga una ligera idea de que trata de Jesús. Este es un problema común para quienes no prestan atención a sus experiencias mentales y emocionales al leer las escrituras. Afortunadamente, esto se puede corregir ayudándoles a desarrollar la habilidad de reconocer y manejar sus pensamientos y sentimientos mientras leen.

Práctica 3: Reconocer y Tolerar la Confusión

Debido a que los buenos lectores controlan sus pensamientos y sentimientos, se dan cuenta de cuando se confunden porque comprenden cuando un pasaje deja de tener sentido. Cuando se les pregunta, los buenos lectores de las escrituras señalan exactamente en donde empezaron a confundirse. Mientras escuchaba a una joven Santo de los Últimos Días que leía Alma 32, se detuvo y dijo: “Bien, estoy confundida.” Enseguida explicó detalladamente su confusión con respecto a la diferencia entre ser humilde y el ser compelido para ser humilde. Terminó su explicación al confesar: “No entiendo lo que está diciendo.” Fue interesante ver que ésta joven no aceptó soluciones injustificadas para su problema solamente porque estaban disponibles o porque las necesitaba para cerrar su incertidumbre con una conclusión buena, pero no satisfactoria.

Aparte de reconocer la confusión, los buenos lectores también la toleran. Esto significa que no se dan por vencidos cuando las cosas se hacen difíciles. Los buenos lectores pueden estar en la ambigüedad sin perder la esperanza porque han aprendido a controlar la confusión en su mente hasta que se aclaren las cosas. Como cinco minutos después de que la joven expresara su confusión con la frase “ser humilde”, esta misma joven exclamó: “¡Ah! Dice aquí que esto no quiere decir que todos fueron compelidos a humillarse, pero que él cree que hay personas. . . . que se habrían humillado sin importar las circunstancias.” Porque reconoció y toleró su confusión, esta joven pudo pasar por una parte difícil de las escrituras, y demostró que los buenos lectores entienden que la confusión es simplemente una parte de la experiencia de leer textos difíciles.

Práctica 4: Releer

Muchos lectores jóvenes creen que releer es una forma de hacer trampa, o al menos, que es una pérdida de tiempo. Tienden a creer que deberían leer un texto una vez, entenderlo, y pasar al siguiente. En algunas ocasiones caigo en esta trampa, al creer que puedo entender nuevas ideas complejas con una simple lectura debido a mis conocimientos anteriores, a mi experiencia con la lectura, y a mi conocimiento del proceso de la lectura. La mayoría de las veces estoy equivocado, y tengo que regresar y releer. A causa de lo complejo de las escrituras, una simple lectura sirve de muy poco para desarrollar el conocimiento del evangelio y del testimonio. ¿Se pueden imaginar tratando de entender las escrituras leyendo cada pasaje solamente una vez? De todas las cosas que hacen los buenos lectores de las escrituras, releer es probablemente la menos apreciada; pero potencialmente, es la más poderosa.

El releer ayuda a los lectores a obtener la coherencia narrativa y conceptual al darles el tiempo y la oportunidad de reexaminar los grandes principios o ideas en el pasaje que tratan de entender. El releer también los hace pensar y sentir. Por ejemplo, en una demostración sobre la lectura, para un grupo de maestros en la Iglesia, releí los primeros renglones de 3 Nefi 11 cuando menos cinco veces de diferentes maneras y a diferentes velocidades, atendiendo a las diferentes palabras para orientarme en el capítulo y encontrar mi camino en él. Sentí que necesitaba ese tiempo para procesar las líneas y darme una idea de hacia donde se dirigía el capítulo.

Cuando los lectores jóvenes releen las palabras, las frases, los versículos, o pasajes más grandes, pueden re visitar los lugares, los relatos y las doctrinas en trozos del tamaño adecuado para ellos. El releer es como poner una lupa en partes específicas de las escrituras que no son claras. Y, al igual que con una lupa, el releer puede enfocar lo que los jóvenes necesitan ver al ayudarles a visualizar con mayor claridad las partes confusas. Al leer textos complejos, los lectores más experimentados releen constantemente, a veces inconscientemente, y con propósitos distintos. Ciertamente, el releer requiere un poco más de tiempo, pero los buenos lectores de las escrituras están dispuestos a poner el tiempo porque saben que es necesario si esperan entender y aplicar lo que leen. Y como sugiere John Hilton, si queremos pasar de leer las escrituras a deleitarnos en las escrituras, entonces debemos seguir Las Tres Ls [eles]: “Lea el capítulo una vez. Lea el mismo capítulo una segunda vez. ¡Léalo otra vez!” [8]

Práctica 5: Entender las Estructuras del Texto

Los buenos lectores entienden que los pasajes de las escrituras a menudo tienen una estructura principal y varias estructuras secundarias. Las posibles estructuras incluyen: el comparar y contrastar, la resolución de problemas, descripción, lista y resumen. Cuando los estudiantes comprenden la estructura de un texto están mejor equipados para no solamente entender cada parte del texto sino también la forma en que se acomodan las partes para formar un todo más grande. Con frecuencia doy a conocer la importancia de la estructura mostrándoles a los estudiantes una serie de notas musicales puestas al azar y les pido que identifiquen la canción. No pueden hacerlo porque la secuencia de las notas no tiene un orden reconocible. Entonces les muestro las mismas notas organizadas en la primera línea de “Soy un Hijo de Dios.” Les explico que el poder ver las estructuras en las escrituras es la diferencia entre ver una serie de notas individuales—o sea: pasó esto, luego pasó aquello, y luego se acabó la canción—y el saber la forma en que las notas trabajan juntas para producir la música.

Un ejemplo simple de la estructura de un texto podría ser 1 Nefi 16. Una estructura en este capítulo es la solución de problemas: Nefi enfrenta la necesidad de obtener comida para su familia pero no tiene su arco ni los de sus hermanos; así que trata de solucionar el problema haciendo un nuevo arco y flechas y preguntándole a su padre en donde puede hallar alimento. Simplemente el reconocer la solución de problemas como la estructura une las partes del problema y la solución dentro del mismo capítulo, ya que es necesario para entender la narración mayor y las implicaciones espirituales de lo que hizo Nefi. Finalmente, el saber como se agrupan “las notas” ayuda a los estudiantes a saber en donde encontrar la información que necesitan, a determinar qué es lo importante en el pasaje, y a desarrollar un alto nivel de consciencia de la forma en que están organizados los pasajes específicos de la escritura, y todo eso puede mejorar el entendimiento de los estudiantes y su aprecio de lo que leen.

Práctica 6: Dividir el Texto

Los buenos lectores de las escrituras no leen simplemente desde la primera hasta la última palabra. Con frecuencia, dividen física y mentalmente el texto en partes más pequeñas para una investigación más profunda de la escritura en bloques de tamaño adecuado. Por ejemplo, para entender la estructura total de Mosíah 9 al 22, los buenos lectores pueden dividirlo capítulo por capítulo para explorar qué es lo que está sucediendo y ver la forma en que cada capítulo es parte de un todo más grande geográfica y cronológicamente. Dividir el texto puede ayudar a aclarar los capítulos y la relación entre ellos, lo cual puede mejorar lo que entiendan los jóvenes de esta sección del Libro de Mormón. En una escala menor, los buenos lectores también dividen el texto oración por oración, o frase por frase, para aclarar su entendimiento de cada porción y la forma en que se complementan. Esta micro división puede ser apropiada para entender cómo es que Cristo es el Padre y el Hijo en Mosíah 15: 1-5. El saber que pueden dividir el texto y ver cada parte específica que les causa problemas puede ser liberador para los jóvenes. Los puede liberar de la suposición de que deben leer y entender pasajes enteros de un sola vez, lo cual no solamente es irrazonable, también es injusto. Simplemente, ésta no es la forma en que los buenos lectores enfrentan los textos difíciles. Y tampoco es como los jóvenes lectores de las escrituras deben hacerlo.

Práctica 7: Conocer y Utilizar las Estrategias de Arreglo

Cuando se dan cuenta de que están confundidos, los buenos lectores de las escrituras tienen un repertorio de estrategias de arreglo que pueden usar para reparar su entendimiento. Éstas incluyen las siguientes:

  • Tomar un descanso
  • Usar los recursos en las escrituras
  • Pedir la ayuda de alguien
  • Continuar leyendo
  • Releer el pasaje
  • Usar el conocimiento anterior
  • Reflexionar por escrito
  • Usar claves de contexto
  • Recontar lo que acaba de leer
  • Ajustar la velocidad de lectura
  • Tomar tiempo para reflexionar

Otra joven estudiante con la que trabajé estaba leyendo en 3 Nefi 12: 13 acerca de “la sal de la tierra,” y dijo: “Creo que éste es un versículo confuso para mí. Se que me lo explicaron antes, pero se me olvidó qué es lo que significa.” Habiendo identificado su confusión, trató de corregirla. Primero, usó su conocimiento anterior de la frase “la sal de la tierra.” Eso no funcionó, así que usó una segunda estrategia de arreglo: releer. Después de que releyó el versículo dijo: “Me imagino que está diciendo que nosotros somos los fieles. . . . [risas] pero no lo se.” Le pregunté que creía que era lo que debía hacer a continuación. Respondió con una tercera estrategia de arreglo al decir: “Probablemente debo ver las referencias para ver si hay algo que me pueda ayudar.” Revisó las referencias y decidió que no quería usar ninguno de los pasajes sugeridos. Mientras revisaba las referencias, se le dirigió a una cuarta estrategia: buscar sal en el índice. Eso tampoco le funcionó. Le pregunté qué estaba pensando y confesó “no lo sé.”

Al trabajar arduamente para reparar su confusión, ésta joven identificó y usó, con diversos grados de habilidad y minuciosidad, varias estrategias de arreglo. Aunque al final no logró entender el versículo, sus esfuerzos mostraron el deseo de arreglar su confusión, y que no se conformó con una sola estrategia de arreglo, sino que usó varias estrategias porque así lo requerían el pasaje y su propósito de lectura. Algunos de nosotros quizás estemos preocupados de que no haya podido arreglar su confusión al no entender lo que significa “la sal de la tierra”, pero es importante tener en cuanta que saber el significado de este frase no era una gran prioridad para ella. Estuvo claro que fue muy interesante para ella en vista del tiempo y el esfuerzo que puso en tratar de arreglar su confusión, pero también que otras cosas eran más urgentes para ella, como el terminar el capítulo, o finalizar la entrevista, o no querer ser vista como una lectora confusa. Al final, el trabajo que hizo ésta joven para arreglar su confusión al leer demuestra la forma en que los buenos lectores enfrentan la confusión basada en las escrituras.

Práctica 8: Leer con Propósito

Leer sin un propósito es como conducir un auto sin saber a donde vamos. Podemos estar en el auto, pero si no conocemos nuestro destino, entonces no importa a donde vayamos, ni que rumbo tomemos o cuando debemos detenernos. Lo mismo se aplica a la lectura. Podemos estar pensando en todas las palabras, pero si no conocemos el propósito por el cual leemos, es difícil saber que tan lento o rápido debemos leer, en qué partes enfocarnos, cuando hacerlo superficialmente o cuando hemos aprendido lo que necesitábamos saber. Una de las características de los buenos lectores de las escrituras es que tienen propósitos. El saber porqué están leyendo les da la determinación, la dirección y el enfoque. También les ayuda a saber en qué pensar al leer. Debemos por lo tanto, tener claro el por qué les pedimos a nuestros alumnos que lean ciertos pasajes. Aunque no se les asigne un propósito para leer, los buenos lectores de las escrituras desarrollan su propios propósitos auténticos para guiar su lectura. Los buenos lectores también saben que el propósito importa mucho con respecto a lo que esperan obtener de un texto. Tomen las palabras de Moroni acerca de la fe en Eter 12. Un alumno podría leer ese pasaje por una variedad de propósitos:

  • Para compararlo con otros pasajes sobre la fe
  • Para ver los ejemplos de fe que usa Moroni
  • Para obtener ideas que le ayuden a un amigo que tenga dudas
  • Para vencer sus dudas personales acerca de si debe ir a la misión, hablar con el obispo, o cambiarse de escuela
  • Para aprender qué es la fe
  • Para sentir el Espíritu

Debido a que cada uno de estos propósitos para leer es diferente, es posible que cada uno produzca experiencias distintas con Eter 12. Esto significa que los estudiantes pueden aprender diferentes cosas en ese capítulo. No creo que sea mucho decir que el propósito es uno de los impulsores claves para el conocimiento de las escrituras. Prueben este experimento para ver la forma en que el propósito influye en la lectura:

  • Lean Eter 12 :6-9 para definir la fe
  • Lean otras vez esos versículos con esta pregunta en mente: “¿Cómo puedo fortalecer mi fe?”
  • Lean esos versículos por tercera vez para examinar lo que pueda significar “el don celestial” (Eter 12: 8-9) y como se relaciona con la fe.

Este breve experimento puede demostrar que los propósitos para leer tienen una gran importancia. Influyen en el qué y cómo aprendemos de las escrituras; específicamente, que el porqué leemos (los propósitos para leer) influyen en el cómo leemos (la forma de leer) y lo que tomamos de nuestra lectura (el aprendizaje por la lectura). Eso mismo se aplica a los jóvenes.

Práctica 9: Activar el Conocimiento Anterior

Los buenos lectores no se acercan a las escrituras como pizarras en blanco sin nada que ofrecer para ayudar con el material; o sea, reconocen que pueden utilizar sus conocimientos, actitudes, opiniones y experiencias para entender las escrituras. Cuando Nefi y Lehi se encuentran en la prisión rodeados por una nube de obscuridad (ver Helamán 5), un buen lector puede activar su conocimiento anterior acerca de la duda, el temor, el pecado, y la historia de los lamanitas para entender que es lo que está pasando. Puede pensar acerca de su propias épocas obscuras cuando tuvo temor e incertidumbre y puede reflexionar en la forma en que se sobrepuso para predecir lo que pueda suceder en el capítulo con esta nube de obscuridad particular. Los buenos lectores no leen en un vacío. Comprenden que el conocimiento y las experiencias de su vida influyen en la manera en que leen y lo que aprenden de las escrituras. Vean en el ejemplo que el lector ha puesto en acción su conocimiento y experiencias anteriores para poder entender el pasaje. Si hubiera activado un conocimiento anterior irrelevante o se hubiera fijado en experiencias que no se relacionaran con el pasaje, su entendimiento de ese pasaje probablemente no hubiera mejorado y sí disminuido.

Es importante recordar que todo lo que nuestros jóvenes aprenden, de inmediato se convierte en conocimiento anterior una vez que lo han aprendido, lo que quiere decir que pueden recurrir a él inmediatamente para mejorar su conocimiento de las escrituras. Eso puede ayudarnos a pensar sobre el crear conocimiento anterior en nuestros estudiantes antes de pasar a otro capítulo. Por ejemplo, si nuestros alumnos no están familiarizados en lo general con el esparcimiento y el recogimiento de Israel, el ayudarles a tener ese conocimiento les puede dar el antecedente correcto para entender el capítulo 5 de Jacob, al hacer conexiones importantes y al aprender lecciones importantes, mientras avanzan, acerca de la relación del Padre Celestial con Israel. Sin este conocimiento anterior, Jacob 5 solamente es una serie de pláticas de un amo y sus siervos acerca de árboles, injertos y fertilizantes.

El crear el conocimiento que necesitan los jóvenes para comprometerse más cuidadosa y profundamente con las escrituras, es una manera importante de pensar acerca del papel del conocimiento anterior en el estudio de las escrituras. Al final, el uso que hagan los estudiantes del conocimiento anterior puede mejorar su entendimiento de las escrituras, su habilidad para inferir el significado y producir puntos de vista sofisticados, así como su habilidad para sacar lecciones de ciertos pasajes específicos. Vale la pena el que pensemos claramente sobre la creación y activación del conocimiento anterior de los jóvenes y la forma en que se relaciona con pasajes específicos de las escrituras.

Práctica 10: Esperar que las Escrituras Tengan Sentido

Muchos jóvenes no saben que las escrituras deben tener sentido. Al enseñar a los jóvenes y a los adultos jóvenes a leer las escrituras y otros tipos de textos, les pregunto con frecuencia: “¿Qué es leer?” y “¿Cómo saben que han leído algo?” La mayoría hablan de la lectura como el conocer todas las palabras; el terminar una sección del texto; o decir todas las palabras sin errores. Una gran parte de los estudiantes nunca hablan de la lectura en términos de que lo que han leído les parezca que tiene sentido. Algunos me han dicho: “Leer, es ver todas las palabras;” “sé que he leido algo porque ya le di vuelta a la página;” y “se que lo he leído, porque toqué la página” (énfasis agregado). Estos jóvenes no han logrado todas las conexiones entre decir o leer en silencio las palabras, y entender lo que han leído. El significado no está en las palabras, está en la relación que existe entre las palabras.

Para muchos jóvenes, el entender lo que están leyendo les parece magia—algo que sucede misteriosamente, hasta mágicamente—mientras mueven sus ojos a través y hacia abajo de la página. Algunas veces sucede, otras no. Sin embargo, los buenos lectores comprenden que las escrituras tienen intención y propósito, y no solamente una colección de palabras puestas al azar. Comprenden que las palabras de la escritura obran en conjunto, versículo por versículo, página por página, para decir algo importante y para transmitir ideas que son mayores que las palabras por si mismas. Los buenos lectores esperan que las escrituras tengan sentido, y lo buscan activamente al leer, aunque tengan que hacer esfuerzo mental o espiritual y les requiera el hacerse preguntas, releer, y hacer un poco de investigación más profunda. Cuando los jóvenes entienden que se supone que las escrituras tengan sentido, ya no están a la deriva en un mar de palabras. Tienen algo para anclarlos en el texto: la búsqueda del significado espiritual importante.

Pensamientos Finales

Aunque no son todas, estas diez prácticas identifican algunas de las cosas más importantes que deben saber y hacer los lectores de las escrituras para ser versados en ellas. La buena noticia es que todas estas prácticas se pueden enseñar. Puede ser que algunos jóvenes ya hayan desarrollado estas prácticas antes de llegar a nuestras aulas, pero la mayoría de los buenos lectores de las escrituras no nacen, ni entran a nuestra aula ya formados plenamente. Más bien, se forman día a día, versículo por versículo, mediante su propio trabajo arduo y la instrucción cuidados y bien informada de sus padres y maestros.

Al pensar cómo podemos utilizar estas prácticas en nuestra enseñanza acerca del desarrollo del conocimiento de las escrituras, es importante recordar que no son una lista de comprobación. No podemos simplemente explicarselas a los estudiantes y esperar que las apliquen por sí mismos; más bien, los estudiantes deben practicar estas habilidades con naturalidad, regularidad y con varios pasajes para ayudarles a lograr sus propios propósitos para leerlas . Al presentar nuevas formas para desarrollar el conocimiento de las escrituras, como las prácticas de éste artículo, podríamos considerar lo siguiente

  • Demostrar claramente lo que es la práctica y explicar su valor.
  • Hacer explícita la práctica al hablar de ella mientras la presentamos.
  • Demostrar la misma práctica a través de varios pasajes de las escrituras.
  • Demostrar cómo usar varias prácticas juntas.
  • Brindarle a los estudiantes las oportunidades de usar flexible y estratégicamente esa práctica para que construyan su conocimiento del evangelio y profundicen su fe.

También es importante recordar que estas prácticas son herramientas. Se prepararon para aumentar en los jóvenes el entendimiento de las escrituras, o para desarrollar su conocimiento de las escrituras, al ayudarles a entrar a las ideas, los principios y la doctrina de las escrituras. Para desarrollar estas herramientas, los jóvenes se benefician con las explicaciones claras sobre lo que son dichas herramientas, con los ejemplos de los maestros acerca de la forma en que funcionan, y con flexibilidad en su implementación.

Notas

[1] - “Los conocimientos y las prácticas” transmiten con mayor precisión el tema central del artículo porque identifican algunas de las cosas que los buenos lectores de las escrituras saben (los conocimientos) y hacen (las prácticas) cuando leen las escrituras. Sin embargo, “los conocimientos y las prácticas” pueden ser difíciles de manejar, así que en este artículo utilizo “prácticas” como forma abreviada.

[2] - Ver de Dennis A. Wright, “Realities of Scripture Literacy” (Foro de los Maestros, McKay School of Education, Brigham Young University, Provo, UT: febrero de 1997).

[3] - Ver de Eric D. Rackley, los siguientes artículos: ”How Young Latter-day Saints Read the Scriptures: Five Profiles,” en The Religious Educator 16, núm. 2 (2015): páginas 129-147; “Latter-day Saint Youths’ Construction of Sacred Texts,” en Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 19 (2016): páginas 39-65; “Motivation for Religious Literacy Practices of Religious Youth: Examining the Practices of Latter-day Saint and Methodist Youth in One Community” (Disertación doctoral, University of Michigan, 2010); Religious Youths’Motivations for Reading Complex Religious Texts,” en Teachers College Record 119, núm 3 (por imprimirse); “Scripture Based Discourses of Latter-day Saint and Methodist Youths,” en Reading Research Quarterly 49, núm 4 (2014): páginas 417-435.

[4] - Ver de Rackley, “Motivations for Religious Literacy Practices of Religious Youth.”

[5] - D. Todd Christofferson, “Las Bendiciones de las Escrituras,” Liahona, mayo de 2010.

[6] - Christofferson, “Las Bendiciones de las Escrituras,” Liahona mayo de 2010.

[7] - Richard G. Scott, “Haz del Ejercicio de tu Fe tu Mayor Prioridad,” Liahona, noviembre de 2014.

[8] - John Hilton, Please Pass the Scriptures: From Reading to Feasting (Salt Lake City: Deseret Book, 2007), página 124.