Siempre aprendiendo, siempre enseñando: Lecciones de Joseph F. Smith
David M. Whitchurch
David M. Whitchurch, "Las Islas SandwichSiempre aprendiendo, siempre enseñando: Lecciones de Joseph F. Smith," en Buscad Diligentemente, ed. Richard Neitzel Holzapfel y Kent P. Jackson, trad. Nefi Treviño y Fernando Dealba (Provo, UT: Religious Studies Center, 2010), 165–95.
David M. Whitchurch es profesor adjunto de escrituras antiguas en BYU.
Cuando Carole Call King perdió a su madre (en 1986) y a su padre (en 1993), [1] no tenía idea del legado escrito que le habían dejado. Debido a que estaba involucrada muy activamente en la historia familiar, se le entregaron los registros genealógicos de la familia, pero tendrían que pasar tres años para que descubriera la importancia de todo lo que había heredado. De alguna forma, el contenido de una caja había sido pasado por alto. Al revisarlo más detenidamente, encontró cientos de cartas que se le habían enviado a su bisabuela Martha Ann Smith Harris, la hija de Hyrum y Mary Fielding Smith. Entre las cartas había cerca de cien que le fueron enviadas a Martha Ann por su hermano, Joseph F. Smith, incluyendo una carta de 1854 escrita en las Islas Sandwich y que contenía un rizo del cabello de él.
Este nuevo tesoro recién descubierto compuesto por las cartas nos brinda una mirada fresca y personal en la vida de uno de los primeros líderes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y la de su hermana durante una época única en la Historia de la Iglesia. Después de la muerte de Mary Fielding Smith, los lazos entre sus hijos se solidificaron y fueron aliviados, en un pequeño grado, por medio del papel y la pluma. Siete décadas de correspondencia demuestran la gran devoción entre sus hijos cuando comparten sus sentimientos íntimos, el gozo, los sufrimientos, la determinación y los acontecimientos familiares. Su correspondencia imparte un cúmulo de conocimiento de la naturaleza protectora y personal de Joseph F. Smith y del amor que compartían él y su hermana.
Las cartas datan de 1854 (cuando Joseph F. Smith era un joven misionero de 15 años de edad en Hawái) hasta 1916, solo dos años antes de su muerte. Se han podido reunir más cartas de Joseph F. y Martha Ann que se han agregado a la colección de Carole King. A la fecha, se han encontrado 164 escritas por Joseph F. Smith y 48 por Martha Ann Smith Harris, y todas éstas han sido transcritas. La siguiente gráfica muestra el origen y el número de cartas enviadas.
Autor | Localidad | Éscritas en | Cantidad |
Joseph F. Smith | Las Islas Sándwich (Havaí) | 1854–58 | 12 |
La Legión de Nauvoo, Área de Salt Lake City | 1858 | 1 | |
Misión Europea/ | 1860–63 | 5 | |
Las Islas Sándwich | 1864 | 1 | |
Salt Lake City | 1865–74 | 30 | |
La Misión Europea/ | 1874–75 | 9 | |
Salt Lake City | 1876 | 2 | |
La Misión Europea/ | 1877 | 1 | |
Salt Lake City | 1877–84 | 19 | |
Exiliado/ | 1884–85 | 3 | |
Exiliado—Posiblemente en el área de Washington, DC | 1887–89 | 2 | |
Exiliado—Posiblemente en el área de Utah | 1889–91 | 0 | |
Salt Lake City | 1891–1918 | 79 | |
TOTAL | 164 | ||
Martha Ann Harris | Salt Lake City | 1854–67 | 26 |
Provo | 1867–1916 | 22 | |
TOTAL | 48 |
Una colección de cartas semejante a esta les proporciona a los historiadores e investigadores interesados múltiples oportunidades de entender mejor la naturaleza personal de Joseph F. Smith en el marco cultural y sociológico de los inicios de la Iglesia de Jesucristo. La colección de cartas completa así como su contexto histórico está por salir en un libro que he escrito junto con Richard Neitzel Holzapfel.
Este artículo revisará algunas de los métodos pedagógicos de Joseph F. Smith según se ven en las cartas escritas a Martha Ann. Las categorías y los métodos de enseñanza son amplios, pero a la vez algo limitados, en parte por las cartas faltantes (especialmente las de Martha Ann Smith Harris) y también por lo difícil que es interpretar, por medio de la correspondencia escrita, los cambios en el comportamiento. No obstante, el conocimiento obtenido con respecto a la personalidad de Joseph F. Smith y su talento como maestro nos brinda oportunidades para reflexión personal y perspectivas acerca de sus habilidades para la enseñanza. Primero, se proporcionará un breve historial de Joseph F. Smith y de su hermana Martha Ann, seguido de un comentario general sobre pedagogía. Al final se usará una pequeña muestra de las cartas mismas para demostrar los métodos de enseñanza de Joseph F. Smith.
Antecedentes históricos de Joseph Fielding (Joseph F.) Smith
En la primavera y verano de 1836, Parley P. Pratt viajó por la vecindad de Toronto, Ontario, Canadá, para predicar el evangelio de Jesucristo según le fue revelado al Profeta José Smith, hijo. [2] El élder Pratt pudo organizar una reunión en una granja local en la cual se habían reunido un grupo de vecinos para escuchar su mensaje. Entre los asistentes estaban un señor de nombre Joseph Fielding y “sus dos amables e inteligentes hermanas”, Mary y Mercy. [3]
El mensaje de la Restauración presentado por el élder Pratt rindió frutos que resultaron en varios bautismos entre los que se incluyeron los Fielding. Poco después de su conversión a la Iglesia, Mary Fielding se mudó a Kirtland, Ohio, en donde conoció al viudo Hyrum Smith y pronto se casó con él. La esposa de Hyrum, Jerusha Barden, había fallecido recientemente, dejándolo para que cuidara a sus cinco hijos. [4]
La vida de Mary Fielding Smith estuvo llena de privaciones y pruebas. En el otoño de 1838, la persecución contra la Iglesia y sus miembros obligaron a Hyrum y su familia a mudarse de Kirtland, Ohio hacia Far West, Missouri. El primero de noviembre, sólo dos días después de la masacre de Haun’s Mill, Hyrum Smith, José Smith, hijo, y otros fueron arrestados y encarcelados. Su encarcelamiento duró casi seis meses, lo que dejó sola a Mary Fielding para dar a luz a su primer hijo y cuidar a los cinco hijos de Hyrum. Joseph F. nació el 13 de noviembre de 1838. [5]
Mary pasó gran parte de los siguientes cuatro meses débil y confinada en cama. En enero de 1839, viajó a Liberty, Missouri, en la parte trasera de una carreta a fin de que ella y Joseph F. pudieran visitar a Hyrum.
El acoso continuo hizo que Mary se mudara a Quincy, Illinois, durante el invierno. Después de que Hyrum fuera liberado inesperadamente de la cárcel de Liberty, dejaron Quincy y se mudaron para Commerce (Nauvoo), Illinois, en donde tuvieron una leve tregua durante los siguientes cinco años. Fue durante esta pausa que Mary dio a luz a su segundo hijo, Martha Ann. Nació el 14 de mayo de 1841, en Nauvoo, Condado de Hancock, Illinois.
En la primavera y verano de 1844, la persecución contra la Iglesia se intensificó otra vez. El 27 de junio, Hyrum Smith y José Smith, hijo, fueron martirizados mientras se encontraban encarcelados en Carthage, Illinois. Durante los siguientes dos años, una serie de eventos llevó a otro éxodo de los Santos. Para el otoño de 1846, Mary y su familia dejaron Nauvoo y se fueron a Winter Quarters (Florence), Nebraska, donde permanecieron hasta la primavera de 1848. Cuando la familia partió para el oeste con otros Santos emigrantes, las circunstancias eran tales que Joseph F., de nueve años de edad, condujo una de las carretas de la familia hacia el Gran Valle de Salt Lake. [6] Cuatro años después de su llegada, Mary Fielding Smith murió como consecuencia del agotamiento y de la falta de nutrición adecuada.
Un año y medio después de que muriera Mary Fielding Smith, la vida de Joseph F. tuvo un giro dramático. Durante la conferencia general de abril de 1854, el Presidente Brigham Young, hablando desde el púlpito, leyó los nombres de quienes habían sido llamados a servir misiones para la Iglesia. Sin haberlo pensado y sin ningún aviso previo, Joseph F. oyó que su nombre había sido llamado como misionero para ir a las “Islas del Pacífico”. [7]
El periódico Deseret News del 13 de abril de 1854 publicó los nombres de los misioneros llamados a Inglaterra, a los Estados Unidos, a las Islas del Pacífico, a Irlanda y a Norteamérica Británica (o sea, Canadá). El Deseret News reportó: “Las siguientes personas fueron presentadas y recibieron voto de aprobación por unanimidad para salir a misiones:… Para las Islas del Pacífico: Orson Whitney, John Young (hijo de Lorenzo), Washington B. Rodgers, Simpson M. Molen, George Spiers, Joseph Smith (hijo de Hyrum), Silas S. Smith (hijo de Silas), Silas Smith (hijo de Asahel), Sextus Johnson, John T. Caine.” [8]
Las dificultades y los desafíos en la misión de Joseph F. fueron un entrenamiento magnífico para su servicio de toda su vida a la Iglesia. Como se mencionó previamente, su tiempo en el Pacífico fue también el comienzo del intercambio de cartas entre él y su hermana. Después de casi cuatro años en las Islas Sandwich, regresó a casa en 1858 y se unió a la Legión de Nauvoo en el esfuerzo de la Iglesia por evitar que el ejército de Johnston entrara en el valle de Salt Lake. [9]
Después de una negociación pacífica entre Brigham Young y el gobierno de los Estados Unidos, Joseph F. Smith volcó su atención a otros asuntos, incluyendo el matrimonio. El 5 de abril de 1859, se casó con Levira Smith hija de Samuel H Smith. Siguieron otras esposas, incluyendo a Julina Lambson (1866), Sarah Ellen Richards (1868) Edna Lambson (1871), Alice Ann Kimball (1883) y Mary Taylor Schwartz (1884). De estos matrimonios resultó un total de cuarenta y ocho hijos. [10]
Después de servir dos misiones más, una a las Islas Británicas y otra a las Islas Sandwich, Joseph F. fue llamado como Apóstol por Brigham Young, a la edad de veintisiete años, y fue llamado a ser segundo consejero en la Primera Presidencia. [11] Un poco más de un año después, Joseph F. fue apartado como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles. El servicio de Joseph F. como consejero en la Primera Presidencia continuó bajo los Presidentes John Taylor y Lorenzo Snow. La aprobación de la legislación en contra de la poligamia y el alto perfil de Joseph F. Smith lo obligaron a exiliarse y permanecer oculto desde agosto de 1884 hasta el otoño de 1891, que es cuando el Presidente Benjamin Harrison le concedió la amnistía. [12]
El 17 de octubre de 1901, Joseph F. Smith fue sostenido como Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en donde sirvió hasta su muerte a los 80 años de edad el 19 de noviembre de 1918, en Salt Lake City. [13]
Breve historia de Martha Ann
Martha Ann Smith nació el 14 de mayo de 1841, en Nauvoo, Illinois. Aunque tenemos menos historia registrada de ella que la que tenemos de su bien conocido hermano, ella debió haber sufrido las mismas pruebas que tuvo el resto de su familia al vivir en Winter Quarters y al cruzar las praderas. Después de la muerte de su madre, Martha Ann y Joseph F. se fueron a vivir a la casa de una amiga cercana de la familia., Hannah Grinnells, en donde permanecieron hasta que Hannah murió un poco más de un año después. Martha Ann se mudó a la casa de la hermana de su madre, Mercy Fielding Thompson. [14] Poco tiempo después, Joseph F. recibió su llamamiento a la misión en las Islas Sandwich. Por las cartas de Joseph F. y Martha Ann, parece que Martha Ann vivió con John, el hijo de Hyrum Smith y de Jerusha Barden, antes de que ella se casara.
El 21 de abril de 1857, Heber C. Kimball casó a Martha Ann, de 15 años de edad, con William Jasper Harris. Dos días después, William partió a una misión en las Islas Británicas. Martha Ann se fue a vivir con su suegra, Emily Harris Smoot, esposa plural del Obispo Abraham O. Smoot. [15] William regresó temprano de su misión en 1858 cuando los misioneros fueron retirados del campo misional por la preocupación causada por el ejército de Johnston.
A principios del verano de 1859, la tragedia cayó sobre la familia Harris. William fue alcanzado por un rayo mientras araba un campo en Salt Lake City. Además de estar bastante quemado, quedó inconsciente, fue atrapado entre las riendas y arrastrado por los caballos que huyeron espantados. Martha Ann lo cuidó lo mejor que pudo, pero William nunca se recuperó totalmente, y permaneció débil por el resto de su vida.
Ocho años después de este incidente, Martha Ann y William, con sus cinco hijos, se mudaron a Provo. Mientras vivían en Provo, agregaron seis hijos más a su familia. Los Harris tuvieron dificultades económicas durante la mayor parte de su vida. William desempeñó diversos trabajos. Sirvió como guardaespaldas de Brigham Young, trabajó en fletes de carga, sirvió como policía y participó en actividades de minería. [16] Martha Ann con frecuencia suplementó el ingreso familiar haciendo guantes de piel de venado, así como ropa para el templo. [17] William Jasper Harris murió el 24 de abril de 1909, al ser golpeado por una yunta de caballos. Su esposa, Martha Ann, murió el 19 de octubre de 1923, a los ochenta y tres años.
El proceso de la transcripción
Los objetivos principales que dirigieron la transcripción de la colección de cartas de Joseph F. Smith y Martha Ann Smith Harris fueron la legibilidad y la exactitud. La transcripción de cada carta conserva, hasta donde es posible, la ortografía, la puntuación, los sobrescritos, las palabras subrayadas y las tachaduras originales. Los transcriptores han hecho las menos correcciones posibles aunque, para mayor claridad, agregaron unos cuantos signos de puntuación. Para distraer lo menos posible al lector, hemos puesto en minúsculas muchas letras que se escribieron en mayúsculas. Por ejemplo, Martha Ann Smith Harris, sin ser consistente, usó las letras D, E, J, L, M y S con mayúsculas, mientras que las inconsistencias de Joseph F. se muestran en las letras A, J, L, M y S. Para facilitar la lectura, se usó la discreción del editor para estandarizar estas letras.
Se han usado corchetes vacíos [ ] para indicar que hay una parte faltante en la carta debido a un hoyo, una rasgadura o alguna otra causa. Las palabras separadas que empiezan en un renglón y terminan en el otro, o palabras que terminan un renglón con una parte de la palabra escrita arriba o abajo del renglón se han unido para que se lean como una sola palabra. Los corchetes angulares < > se usan para indicar los insertos del autor original. Se han sangrado nuevos párrafos sin tomar en cuenta la alineación en la carta original. Se ha usado el símbolo [—] para indicar letras ilegibles en una palabra; [o] para una letra ilegible en una palabra; y “\” para una palabra sola o varias palabras que no pudieron ser descifradas.
La pedagogía de Joseph F. Smith
Después de la muerte de Mary Fielding Smith, las circunstancias hicieron que Joseph F. fungiera, en algunos aspectos, como padre y como hermano para su hermana menor. No es de sorprender que Martha Ann haya aceptado el papel de hija así como el de hermana. Ella escuchó voluntariamente los consejos de Joseph F. e hizo todo lo posible por hacer lo que él le pidió. Por ejemplo, en un trozo de una carta escrita por Joseph F. (de 17 años) a su hermana Martha Ann (de 14 años) y que fue fechada el 18 de febrero de 1856, él escribió:
Ahora quisiera darte un pequeño consejo con respecto a cómo comportarte. Bueno el primero es que no trates de exaltarte por encima de tus compañeros ni debes tratar de actuar muy refinadamente cuando no sabes nada de urbanidad, sino actúa con firmeza, moderación y sé mansa y humilde de corazón, y ora continuamente por que el espíritu de dios esté contigo, porque te digo Martha Ann, el espíritu de dios te Enseñará las reglas perfectas de la modestia, porque no tiene hipocresía, ni designios superfluos ni cosas de ese tipo, pero la humildad, la oración, la perseverancia en hacer lo recto, la diligencia, y la longanimidad combinadas nos perfeccionarán, y nada más nos preparará para obtener la gloria y las bendiciones preparadas para los fieles en el reino de Dios.
Aunque actualmente no tenemos la carta que conteste la que se halla arriba, en numerosas ocasiones Martha Ann respondió a su consejo de una manera positiva. En una carta fechada durante la primavera de 1856 (posiblemente en abril) —poco después de la carta citada arriba— ella escribió:
Recibí tu carta y me dio gusto saber de ti y escuchar palabras tan amables y afectuosas me hizo bien leerla y siempre me hace bien el leer una carta tuya porque siempre aprendo algo nuevo que me hace bien [...] Ya sé que es lo que deseas y me esforzaré por hacer lo mejor que pueda y sepa hacerlo. No me siento mal por escuchar tu consejo porque quiero que me aconsejes en qué hacer porque eres mayor que yo y has sido probado más de lo que yo he sido. Tomo en cuenta de dónde viene tu buen consejo y considero que viene de un hermano que desea lo bueno para mí y de quien preferiría recibir consejo que de alguien más en el mundo.
Por la correspondencia de Joseph F. con su hermana se hace más evidente que Martha Ann lo veía como un confidente, un consejero y un mentor. Cada una de estas palabras denota la enseñanza. La palabra teacher [maestro] viene del Inglés antiguo y significa “mostrar el camino (como a una persona); dirigir, conducir o guiar.” [18]
Se encuentra conocimiento adicional acerca del papel del maestro si examinamos el equivalente griego pedagogue, del cual se deriva la palabra pedagogía. En las partes que componen la palabra pedagogue, pais denota “niño” y agogue significa “guiar o llevar”. Al combinar estos términos el resultado sugiere que la pedagogía originalmente tenía que ver con la capacitación de niños. Un erudito resumió el concepto de la pedagogía como “un proceso temporalmente definido de desarrollo intelectual y social.” [19]
Cuando dichas definiciones se aplican a Joseph F. Smith, el resultado es su ejemplificación de un maestro ideal. Aunque recibió poca educación formal y solamente era dos años y medio mayor que Martha Ann, la muerte de sus padres, sus experiencias misionales y su capacidad de comunicación parece que lo colocaron en el papel de maestro de Martha Ann. Las técnicas y los principios que se pueden descubrir por medio de sus cartas para ella son muy parecidas a las que los educadores modernos usan. Las normas de la enseñanza eficaz no se gastan con el tiempo.
Se han hecho numerosos estudios para examinar la enseñanza de calidad. En diversas ocasiones, se han efectuado encuestas dirigidas a grupos tales como administradores de escuelas, maestros y estudiantes para examinar los rasgos y características del maestro ideal. Los educadores James Banner y Harold Cannon reportaron: “Las cualidades que forman la educación ideal no son misteriosas ni las poseen solamente un grupo de instructores excepcionales. Son inherentes en todos nosotros. Uno no necesita estudiar tanto esas cualidades sino darse cuenta de ellas y usarlas [...] Lo que hacen los maestros no puede separarse de quiénes son.” [20]
Lo mismo podría aplicarse a cualquier buena persona, sin importar su educación o la carrera que haya escogido. Un examen minucioso de los apóstoles y profetas de nuestra dispensación, desde José Smith hijo hasta Gordon B. Hinckley, nos revela a personas que tienen la habilidad —como se indicó antes— de “dirigir, conducir o guiar”; en otras palabras, de enseñar. Se revisaron varios estudios para ayudar a identificar qué es lo que hace a un buen maestro. [21] Las listas que se generaron de esas diferentes encuestas a menudo fueron muy largas o no se prestaban para los propósitos de este documento. [22] Otros temas que se incluyeron en dichos estudios fueron las calificaciones justas, el fomentar la discusión en la clase, el crear un ambiente apropiado en el salón de clases y la administración del salón de clases. Fueron eliminados los que no se consideraron adecuados para las circunstancias de Joseph F. Smith y Martha Ann Harris. Se preparó una lista más corta y se seleccionaron los rasgos de enseñanza que con frecuencia se reportaron como importantes en la mayoría de los estudios que se examinaron.
Se seleccionaron las siguientes cinco características generales del maestro para guiar el resto de este artículo: (1) Preocupación genuina o amor por las personas a quienes se enseña; (2) la habilidad para motivar; (3) la habilidad de comunicarse eficazmente; (4) el tratar a los demás con respeto; y (5) conocimiento del tema.
Preocupación genuina o amor por las personas a quienes se enseña
En la autobiografía de Helen Keller, ella describe el siguiente incidente:
El día más importante que recuerdo en mi vida es aquel en que mi maestra, Ann Mansfield Sullivan, vino a mí. Me asombro en gran manera al considerar el contraste inconmensurable entre las dos vidas que conecta. Era el 3 de marzo de 1887, tres meses antes de que tuviera siete años de edad [...]
Sentí pasos que se acercaban. Extendí mi mano a quien supuse que era mi madre. Alguien la tomó, y fui atrapada y sujeta en los brazos de aquella que había venido a revelarme todas las cosas, y, más que todas las otras cosas, a amarme. [23]
El élder Dallin H. Oaks en un discurso en la conferencia general de 1999 confirmó el importante ingrediente del cariño. Dijo él: “Un autor de renombre nacional escribió un libro acerca de su mejor maestro. Al centro del impacto de este maestro de universidad sobre su estudiante estaba la convicción del estudiante de que dicho maestro en realidad se preocupaba por él, quería que aprendiera y haría todo lo que pudiera para ayudarle a encontrar la felicidad.” [24] Martha Ann encontró a tal maestro en su hermano. En la siguiente carta que Joseph F. le escribió a su hermana, el 22 de junio de 1864, afectuosamente le mencionó a Hyrum, el hijo de ella, de 10 meses de edad, y le compartió el gran amor que él le tenía a ella y a su familia. La carta fue escrita de las Islas Sandwich. Joseph F. Recientemente había regresado a Hawái para ayudar al élder Lorenzo Snow y a otros líderes de la Iglesia para contestarle al apóstata Walter Gibson:
Mi querida hermana Martha Ann; [...]
Espero sinceramente que el pequeño Hyrum esté mejor. Casi no puedo aguantar el deseo de verlo otra vez cambiado en varias maneras respecto de la pequeña fotografía que tengo de él en mi mente. Siempre puedo verlo, derecho y corpulento, estirado a todo lo que da, lleno de ánimo y de vida —y con un tono fuerte dando órdenes que no se pueden tomar a la ligera— ¡o desechadas impunemente, por el más majestuoso de su pequeño pero creciente imperio! Según aparece —en la fotografía, en la tablilla de mi mente— él es “el monarca de todo lo que explora”, no conoce el miedo, no tiene igual, él manda y se le debe obedecer; o ¡nos viene la aflicción!! Bueno, ¡él es mi ideal de la perfección en un bebé varón! de la genuina nobleza y la magnanimidad infantiles.
Tu bien sabes que me gustan mucho los bebés, todos me parecen interesantes desde que tienen dos meses de edad o más. Me pregunto si Willie y Joseph me olvidarán, me imagino que no, dales un beso a todos ellos de mi parte, y diles que pienso en ellos y oro por ellos con frecuencia. Para que puedan crecer dignos de las grandes misericordias de Él cuya Imagen portan tan noblemente. Creo que tienes un gran motivo para estar orgullosa de tus niños. Si no llegan a ser buenos hombres, no será por su culpa. El terreno es de tu propiedad, asegúrate de que no le falte cultivo.
En otra carta escrita el 23 de diciembre de 1869, en Salt Lake City, Joseph F. expresó ánimo y el deseo de ver a Martha Ann. En esta carta, él mencionó a su segunda esposa, Sarah, con quien había estado casado por más o menos un año. Solamente se cita el último párrafo:
Martha Ann
Mi querida hermana…
Sarah está preparando el desayuno. He fechado la presente con la fecha de mañana. Sarah prepara las cosas durante la noche, y en la mañana tiene el desayuno listo en 3/
4 de hora. Me gustaría que pudieras venir y vernos, y que sepa cómo te está yendo. Me he sentido algo ansioso por ti, pero no he sabido cómo evitarlo, o en otras palabras, como cambiar el destino. Algunas veces me siento incómodo al ver la condición confortable de mi familia y saber que mi propia hermana no goza de tantas cosas. Me gustaría que fuera de otra forma, pero ¿quién la puede cambiar? Ánimo mi querida hermana, algo me susurra que no siempre te pasará eso y quizás a mí tampoco. Siempre hay una esperanza gloriosa para lo bueno, y una promesa segura de galardón. Que Dios te bendiga a ti y a los tuyos. En la primera oportunidad, te mandaré papel y plumas.
Aunque solamente se han proporcionado dos ejemplos del amor de Joseph F. hacia Martha Ann y su familia, la colección de cartas nos ofrece bastante evidencia de la devoción, durante toda la vida, de él hacia ella, tanto en palabra como en hechos. Las palabras del Rey Benjamín encuentran en Joseph F. un excelente ejemplo en su papel como padre substituto para Martha Ann, ya que escuchó el consejo de que los padres deben cuidar a los hijos y “enseñar[les] a amarse mutuamente y a servirse el uno al otro” (Mosíah 4:14–15). Además de expresar elogios, ánimo y amor, la colección de cartas indica que Joseph F. frecuentemente le proporcionó ayuda monetaria a su hermana. Su disposición de servir se hace más extraordinaria si consideramos los desafíos económicos que él enfrentaba para satisfacer las necesidades de su propia familia.
La habilidad de motivar y de comunicarse eficazmente
La división entre motivación y comunicación puede ser difícil de definir, especialmente porque la comunicación es una parte integral de la pedagogía. Las cartas de Joseph F. Smith y su habilidad para comunicarse se sostienen por su propio mérito. Su éxito y su habilidad para motivar a otros están apoyados en técnicas de comunicación eficaces.
La motivación se manifiesta en muchas maneras. Ya sea el dinero, el prestigio o la necesidad de pertenecer, la motivación se tipifica en el cambio. Dicho cambio puede efectuarse por factores tan simples como tener sed en un caluroso día de verano. ¿Cuánto vale un vaso de agua helada? Frecuentemente eso depende de qué tan sediento esté el cliente. Otro motivador poderoso del cambio es el amor. Las escrituras lo declaran simplemente: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). Un autor lo explicó de esta forma: “Trabajamos mucho y caminamos la milla extra por aquellos a quienes amamos.” [25] Los estudios han demostrado que los estudiantes a quienes les agradan sus maestros están más dispuestos a trabajar duro y tener mejores resultados que aquellos a los que no les agradan.
Al responder a la pregunta “¿Qué incluye la buena enseñanza?” Robert Leamnson, autor del Thinking about Teaching and Learning, declaró: “veo que los mayores elementos son el exponer y el inspirar.” [26] Joseph F. Smith trató con habilidad las áreas en las que él sintió que Martha Ann necesitaba mejorar. Hay muy poca duda acerca del amor y la dedicación de Martha Ann hacia su hermano mayor. Es imposible medir cuánta influencia tuvieron sus consejos en ella; pero aún así, a causa de su amor por él podemos solamente asumir que Martha Ann fue cuidadosa al escuchar a su hermano y contestó lo mejor que pudo. Por ejemplo, cuando Joseph F. tenía 16 años, escribió desde la isla de Maui la siguiente carta (fechada el 28 de enero de 1855) a su hermana de 13 años de edad, en la que la animaba a vivir una vida digna de las bendiciones de Dios. Aún mostrando su juventud y su falta de instrucción formal, él escribió:
Mi querida y afectuosa <hermana> Martha:
Acabo de terminar de escribir una carta para Jerusha. Pensé que debería intentar y escribir una para ti con la idea de que unas cuantas líneas de mi parte serían aceptables para ti. Estoy bien y robusto, y he crecido considerablemente desde la última vez que me viste y no tengo razones para dudar que tú estás mucho más grande de lo que estabas la última vez que te vi. Si así ha sido has de ser toda una mujer y supongo que ya puedes ver por sobre las cabezas de tus hermanas. Y ahora me gustaría darte un pequeño consejo, si es que deseas aceptarlo y es este. Sé humilde y ora siempre y sé buena con tus familia y tendrás el Espíritu del Señor contigo a todo tiempo y el señor te bendecirá y seguirás los pasos de tu Madre y serás bendecida con todo tal como lo fue tu Madre., y nunc [ ] te faltarán las comodidades de la vida si tan solo sigues los paso[ ] de nuestra Madre que se nos ha adelantado, solamente sé amable con tus Hermanas y atiende a lo que te digan y nunca pienses que eres más que ellas porque ellas son tus hermanas mayores y a ellas les toca, así como a nuestros hermanos mayores, el aconsejarnos. Solamente sé amable con ellas y haz lo que hacen y no te enojes, estudia tus libros y quédate en la casa todo cuanto sea posible y no pienses que porque no tienes los privilegios que otros tienes que te han cortado, sino que ora constantemente y se sensata, y crecerás en los pasos de nuestra Madre y yo preferiría seguir los pasos de mi Madre que poseer todas las riquezas de este mundo y ser loco y tosco, y no orar; pero si sigues los pasos de tu Madre nunca te faltarán las cosas buenas de la vida. Ahora te hago un pregunta, supiste de algún día en que no se nos haya proveído por la mano de nuestra Madre [Pág. 2] y contesto, nunca sucedió eso y pregúntale a los que saben. Te podría dar muchos consejos Moty, que serían de beneficio para ti mientras vivas en esta tierra. Solo recuerda lo que te he dicho y fíjate si no será bueno para ti en el porvenir. Ahora debo terminar la carta, pidiéndole al Señor que te bendiga y te prospere todos los días y quiero que me escribas tan seguido como puedas y dime como la estás pasando.
Otra cosa más, no te sientas abatida ni triste sino sé feliz <en tu corazón> y ten gozo y ten una mano que ore siempre y una mente atenta y el Señor te bendecirá.
Esta carta en particular demuestra el amor tremendo y la estima que Joseph F. le tenía a su madre así como el agradecimiento personal que él sentía por los muchos sacrificios que ella hizo para el bien de su familia. Las referencias a su madre debieron ser convincentes para la pequeña Martha Ann al luchar con los desafíos de sus hermanos mayores (los hijos de Hyrum y Jerusha) y la inseguridad que llegó naturalmente debido a la pérdida de sus padres y por estar separada de su hermano.
Otra forma de motivación viene por medio de compartir las experiencias personales. Las historias ayudan a suscitar los sentimientos de ternura y cariño, los cuales, a su vez, motivan el cambio. Los publicistas con frecuencia usan las historias para crear sentimientos de aceptación o de necesidad. Durante años, la Iglesia ha usado una serie de programas cortos de radio y televisión que presentan situaciones familiares que incitan sentimientos de reflexión acerca de la importancia de la familia. Esos programas usualmente terminan con la muletilla: “La Familia: ¿no es hora de darle su tiempo?”
En muchas ocasiones, las escrituras usan historias para enseñar y motivar. En una ocasión, mientras viajaba por Samaria, Jesús se detuvo en un pozo en Sicar y habló con una mujer que había venido a sacar agua (véase Juan 4). En su conversación con ella, Él dijo: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva” (4:10). Su conversación le llevó a Él a testificar de Su divinidad. Muchas de las enseñanzas de Jesús fueron motivadas por las circunstancias o por los acontecimientos; por ejemplo, al maldecir a la higuera (véase Mateo 21:19–22); cuando Sus discípulos arrancaron espigas y las comieron en el día de reposo (véase Marcos 2:23–28); y al sanar a la mujer que tuvo una enfermedad durante 18 años (véase Lucas 13:11–17.
Joseph F. Smith también usó los acontecimientos actuales y sus experiencias personales para enseñar acerca de la providencia de Dios en su vida. Es probable que tales ejemplos le hayan ayudado a Martha Ann a vivir una vida digna de dichas bendiciones. Dos de esos ejemplos se dan a continuación. El primero viene de una carta escrita el 17 de abril de 1857 en Lahaina, Islas Sandwich. Un Joseph F. de 18 años de edad le comunica elocuentemente dos experiencias personales a su hermana de 15 años de edad:
Mi querida hermana Martha Ann
Es con sentimientos no ordinarios que me siento a escribir esta mañana a fin de contestar tu carta del 17 de diciembre de 1856, y que me llegó el pasado 28, y que hasta ahora he tenido la oportunidad de contestar, a causa de mis viajes a conferencias, etc., que se efectuaron el 7, el 8 y el 9 de este mes. Disfrutamos mucho el estar reunidos, y ahora estoy bien y robusto aunque esta mañana me siento muy adolorido y cansado debido al trabajo y por no dormir durante los últimos tres días y sus noches.
Ocho de nosotros partimos de la isla de Lanai el miércoles, y debido a los fuertes vientos contrarios fuimos obligados a volver a puerto, aquí dormimos a la intemperie con una estera delgada que sirviera de colchón y otra que nos cubriera, con nuestras bolsas sirviendo de almohadas; al salir la luna (1 de la mañana) nos embarcamos en nuestro Botecito y partimos hacia esta isla. Martha te asombrarías si pudieras vernos siendo arrastrados y arrojados por las olas del poderoso Pacífico, cuando cada ola parecía que nos tragaría en un momento en su horrible impulso, si pudieras vernos en un bote abierto, ante un trozo de océano de unas 15 millas, y solamente unos tablones de pino de un cuarto de pulgada entre nosotros y la tumba abierta llena de miles de seres cansados que no fueron tan afortunados como nosotros. Cuando te encuentras a un cuarto de pulgada de la muerte misma ¿quién puede salvarte? Martha, el brazo en que hemos confiado es de aquel que nos ha librado, que siempre está dispuesto a librarnos, y librará a todo aquel que se apoye en el y confíe en el, por lo tanto seamos fieles. [pág. 2] Bueno, llegamos a este lugar a las diez de la mañana del día siguiente al que salimos, y esta mañana algunos de nuestros hermanos salieron para Wailuku dejando a tres de nosotros en este lugar. Se me ha asignado para presidir la conferencia en Molokai, que está a 15 millas de este lugar, en otra isla, así que puedes ver que tengo que cruzar otra franja de océano para llegar a mi campo asignado. Cuando llegamos a este lugar supimos que 33.50$ que se habían recibido por la venta de Libros de Mormón a los Santos nativos, habían sido robados, no nos interesa mucho saber o averiguar quién fue el que perpetró esto; o sea que estamos en apuros por esto, que alguna persona que conoce nuestra situación, sea capaz de robarnos dinero es ¡peor que un asesino! tal parece que el Diablo ejerce todo su poder para detener todo lo que intentamos hacer para la prosperidad y el mejoramiento de este pueblo. Solamente el Señor sabe lo que vendrá después, a tratar de impedir su obra santísima, ¿quién podría soportar lo que nos ha tocado, sino los Élderes mormones? No creo que el hombre que viva fuera del reino de Dios siquiera empiece a sufrir las pruebas casi insoportables y las privaciones por las que tenemos que pasar cada día en estas tierras desoladas, pero aún así, todo sea para bien. Siento que debo regocijarme, Martha, durante todo el día me siento a flote y esperanzado, y que debo seguir adelante, sin importar las adversidades que tenga que encontrar, porque se lo que estoy haciendo, y para quien lo estoy haciendo, no es como si quisiera obtener ganancia, o que me esfuerce secularmente en tener las cosas vanas de este mundo, si fuera así, nadie escaparía del desaliento si tal fuera su última <esperanza> [pág. 3] para mejorar.
Las perspectivas que se obtienen por medio de compartir las pruebas y las experiencias personales aumentan, por lo general, la capacidad de la persona para enfrentar las dificultades de la vida. Consideren la inspiración y la perspectiva que la historia de Job en el Antiguo Testamento ha tenido para sus lectores. Por no tener la forma de medir el impacto en Martha Ann de las cartas de Joseph F. Smith, quizás nunca podamos comprender que tanto influyeron en la vida de ella; pero aún así, las lecciones y las historias compartidas en sus cartas no deben ser pasadas por alto. La enseñanza de calidad exige el compromiso de uno mismo: compartir de corazón. La fuerza y la efectividad de las cartas de Joseph F. es el resultado, en parte, de transmitir sus circunstancias extraordinarias. La mayoría de los maestros esperan que al compartir las experiencias personales estas experiencias influyan en sus estudiantes para que se esfuercen para alcanzar un bien mayor. Ojala, que la perspectiva que Martha Ann adquirió por las cartas de su hermano le hayan influenciado de igual manera.
Otra carta de Joseph F. nos permite ver la forma en que el clima y el que su primera hija cumpliera dos meses de fallecida, le recordaron los eventos de su propia niñez. Joseph F. tenía 31 años de edad en la época en que recordaba a Mercy Josephine, su hija habida con Julina Lambson Smith. Mary Josephine tenía menos de diez meses de edad al morir.
Ciudad, 6 de agosto de 1870
Martha Ann
Mi querida hermana;…
El clima está muy opresivo, y la atmósfera bochornosa, sofocante, y lúgubre. Muy parecido a como estuvo en los días memorables —el 27 de junio de 1844 y el 21 y 22 de septiembre de 1852— la muerte de papá y la muerte y el entierro de Mamá. Los recuerdo muy claramente. Hoy son dos meses de que mi propia y dulce niñita se uniera a sus abuelos en el mundo de los espíritus, dejando en mi corazón un vacío y un espacio roto que ni la tierra ni el tiempo podrán llenar. Lamento la pérdida terrenal del más puro, más brillante y más querido tesoro que Dios me haya dado, el que más apreciaba y quería, dentro del gran círculo del máximo de todos los dones de Dios: “La vida eterna”, [pág. 2] el cual es incomparable, siendo el “ Todo en Todo”, pero aún así, como para compensar en cierto grado mi aflicción, una dulzura fresca y la belleza, una inteligencia creciente y amor, brotan a diario en mi precioso y apreciado y alegre “pimpollo”, que me dejaron para que brote y florezca “solo” en mi casa. Oh, en medio de mi tristeza, puedo decir, le agradezco a Dios por mis tres perfectos dones “uno en la tierra y dos en el cielo, que son el centro de mi amor, mi propia y dulce “Jode”. La fuente de mis lágrimas nunca se ha cerrado cuando les he permitido brotar, pero me quejo solamente de mi propia debilidad e ignorancia.
La naturaleza compasiva de Martha Ann debió haber sido alterada al leer la carta de su hermano. Posiblemente, ella le contestó a Joseph F. acerca de sus propias preocupaciones por sus hijos (desafortunadamente esa carta no se incluye en nuestra colección). Sea lo que sea que Martha Ann le escribió, él contestó su carta con su propia carta fechada el 18 de agosto de 1870:
El Señor dice que él tendrá un “pueblo probado” para que todo [pág. 2] lo que es escoria se consuma tarde o temprano, porque solo el “oro” quedará. Espero por el bien de la paternidad, nuestro propio bien y el bien de nuestros hijos, que probemos que somos metal puro. Debo decir que el Mormonismo, o el Evangelio en todas sus partes, brilla más y más en mí, & todo esto seguirá siendo así por más que lo froten, y el Diablo y sus diablillos intenten pulir <lo>. Hay un consuelo, esto es, que los inicuos no pueden hacer nada en contra, sino a favor de la causa de la verdad. Mi familia está bien. [ ] ha tenido [ ] s de diarrea pero nada serio. Julina es muy cuidadosa, “el niño quemado le teme a la lumbre”, Nos da miedo la enfermedad o el asomo de enfermedad en el bebé. Oh que Dios la ampare para mi bien.
Joseph F. Smith sacó fuerzas y tenacidad de su conocimiento de los principios del evangelio. Su fe muestra su entendimiento. Es muy difícil medir la motivación, especialmente por medio de la correspondencia personal escrita hace tanto tiempo. Aún así, la pasión y los rasgos fervorosos de Joseph F. que se transmiten en esta carta descubren sus sentimientos compasivos y el entendimiento del por qué ocurren la mala fortuna y los pesares. Aunque tal vez nunca podamos saber la forma en que sus cartas hayan motivado o ayudado a Martha Ann a enfrentarse con las adversidades de la vida en el lejano oeste, su capacidad para consolarla y darle nuevas perspectivas para encarar esos desafíos es muy visible en sus escritos.
El tratar a los demás con respeto
Otro elemento de la enseñanza eficaz es la capacidad del maestro para respetar a aquellos a quienes enseña. Los maestros necesitan comprender que con frecuencia ellos aprenden de sus estudiantes tanto como les enseñan, que la enseñanza es una calle de doble sentido. Los maestros eficaces demuestran respeto para sus estudiantes cuando escuchan e interactúan con ellos. En un artículo titulado “El corazón de un maestro: La identidad y la integridad en la enseñanza”, Parker Palmer declaró:
La enseñanza, al igual que cualquier otra actividad verdaderamente humana, brota del propio interior, ya sea para bien o para mal. Cuando enseño, les proyecto la condición de mi alma a mis estudiantes, al tema y a nuestra relación. Con frecuencia, la confusión que sufro en el aula no es ni más ni menos que el embrollo de mi vida interna. Desde este punto de vista, la enseñanza es un espejo para el alma. Si estoy dispuesto a ver ese espejo y no huir de lo que vea, tengo la oportunidad de ganar autoconocimiento, y el conocerme a mí mismo es tan importante para la buena enseñanza como el conocer a mis estudiantes y el tema.” [27]
El Salvador demostró este principio cuando viajaba por el área de Tiro y Sidón (véase Marcos 7:24–30). Mientras estaba allí, una mujer no israelita le rogaba que sanara a su hija que estaba poseída por un espíritu. Jesús le respondió diciendo: “Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos” (7:27). En esencia, Él le estaba diciendo a ella que Su misión no era entre los gentiles y que no sanaría a su hija. Insatisfecha, la mujer le recordó al Salvador que aún las mascotas del hogar reciben pan de la mesa de sus amos. Después de escucharla, Jesús le respondió sanando a su hija. Para que la enseñanza sea genuina, los estudiantes necesitan saber que los maestros escuchan y responden de la misma manera. Joseph F. Smith demuestra su propia disposición para escuchar a Martha Ann en la carta siguiente:
Islas Sandwich
14 de junio de 1857…
Mi muy querida hermana, ¡una oración corta en tu carta me llegó como el impulso del océano tempestuoso! ¿Cuál fue? —Siento que soy un ser débil y frágil; & por qué Dios no te ha de bendecir a ti que eres mucho más digno de lo que yo soy, y él me ha bendecido a mí”— Martha, no me tientes, ese lenguaje, aunque simple, habla más fuerte que los rayos del cielo, diciendo que me amas, y que deseas ser humilde y piadosa. ¡Oh humildad! ¡Cuán hermosas son tus influencias, cuan profundas tu serenidad y gloria! este tema, me domina; me derrite; Martha lo que dijiste me amonestó, aunque de forma bastante indirecta, y ciertamente acepto su influencia castigadora. Cuando la leí parecía que algo me susurraba suavemente en mi mente: “Joseph, ¿entiendes lo que lees?” “El que lea, entienda”, vinieron a mi mente estos pensamientos de amonestación con las palabras “¡dedícate más completamente a tu deber!” Puedo mirar al pasado y ver en donde pude haber hecho mejor, en donde pude haber sido más diligente al cumplir mi deber, pero entonces dichos pensamientos se diluyen y dispersan por el refrán verídico “el tiempo pasado nunca regresará, el momento perdido, ¡esta perdido para siempre!” por lo tanto, no hay por qué lamentarse por lo que no podemos corregir, o en las palabras de nuestra querida prima Josephine, “¿por qué suspirar por los placeres pasados, o por el gozo que el tiempo no nos puede restaurar?” no tiene caso, estoy decidido a tomar las cosas como vengan, y como pasan fugazmente con [ ] el paso del tiempo que no cambia, siento que debo decir adiós, a ti tiempo que te apresuras. a ti tiempo trabajador que no espera al haragán, ni el hombre puede detener tu rápido avance, pero cumple con tu deber con presteza en el período en que toda la creación llegará al fin para el cual fue creado.
El leve regaño de Martha Ann se convirtió en oportunidad para Joseph F. de examinar su corazón y hacer algunos cambios en su propia vida. El Oxford English Dictionary define la palabra respeto como sigue: “tratar o considerar con deferencia, estima u honor.” [28] Los maestros eficaces demuestran deferencia por sus estudiantes al escucharles y hacer los cambios apropiados. Los maestros que no respetan a sus estudiantes puede que lo hagan por alguna de las siguientes razones:
Primero, los maestros pueden creer equivocadamente que el escuchar a sus alumnos de alguna manera hace que los maestros sean más vulnerables a las críticas adicionales (esto es, si funcionó una vez, puede que funcione otra vez).
Segundo, los maestros pueden tener miedo de exponer sus debilidades personales a los estudiantes porque al hacerlo demuestran que los maestros cometen errores y que en realidad no tienen todas las respuestas. Sin embargo, en la realidad, los contras de tal proceder exceden por mucho a los beneficios. Los estudiantes que ven el lado humano de sus maestros están más dispuestos a ser recíprocos en sus respuestas a las demandas y expectativas de los maestros. Parker Palmer brinda más comprensión acerca de los maestros que se abren ante los estudiantes:
Cuando los buenos maestros tejen la tela que los une con sus estudiantes y los temas, el corazón es el telar al que se atan todos los hilos: se mantiene la tensión, las lanzaderas vuelan y la tela se extiende bien. No es de sorprender que la enseñanza tire del corazón, que lo abra, y aún que lo rompa; y cuanto más te guste enseñar, más descorazonador puede ser.
Nos convertimos en maestros por motivos del corazón, animados por la pasión por algún tema y para ayudar a que la gente aprenda [...] El valor de enseñar es el valor de mantener el propio corazón abierto en aquellos momentos cuando se le pide al corazón que aguante más de lo que es capaz, de manera que el maestro y los estudiantes y los temas puedan ser entretejidos para convertirse en la tela de comunidad que requieren el aprendizaje y el vivir. [29]
El respeto que Joseph F. le tenía a su hermana también se puede ver en un intercambio de cartas acerca del matrimonio. El 3 de mayo de 1857, Martha Ann le escribió para decirle que ya estaba casada. Le faltaban dos semanas para cumplir 16 años y escribió con cierta preocupación con respecto a cómo reaccionaría Joseph F.:
Querido h<ermano> tengo que escribirte acerca de una noticia y mi mano tiembla cuando me pongo a escribirla porque mi conciencia es culpable delante de mi hermano porque temo que piense que lo he desairado pero perdóname mi querido hermano si digo que lo he hecho \ pero me temo que eso apague tus sentimientos pero ya no puedo remediarlo y debo decirlo de todos modos me casé con William Harris. Supongo que te sorprenderá al saber <lo> \ casi me sorprendo yo también cuando pienso en ello y me pongo a pensar que así es ahora, y debo contarte los detalles y espero que no me culpes tanto, él me había estado acompañando porque John [30] le había dado permiso para hacerlo y yo no tuve objeción y entonces empecé a sentir algo por él y él empezó a sentir algo por mí. Para hablar del asunto \ mis pensamientos han estado así ya por algún tiempo, al menos por dos años, y mi mente no ha estado estudiando como puedes verlo claramente, mi corazón era joven y tierno y no lo controlé y John lo notó aunque yo no se lo dije a nadie ni siquiera a ti que eras mi más cercano y querido amigo, tr<a>té de ocultarlo lo más que pude \ pero John lo supo a pesar de mis esfuerzos por ocultarlo [pág. 3] porque se dio cuenta de que yo no estaba aprendiendo mucho y tenía que saber el por qué y se lo tuve que decir \ y John fue al hermano Kimbol [31] a tratar el asunto y él dijo que sería mejor que nos casáramos antes de que él saliera y John pensó que eso sería \ lo mejor y que así mi mente se calmaría y podría aprender algo porque de otra forma no lo haría. Y William fue a recibir su bendición de salida y yo no estaba segura si debía casarme con él antes de que partiera, y el hermano Kimible lo mandó a que fuera por mí y le dijo a John \ que acabara con ese asunto ese mismo día, así que vino y fui con él y fui sellada en el altar y él salió arrastrando un carro de mano para cruzar la llanura rumbo a Inglaterra a cumplir una misión. Nos casamos el martes y él partió el jueves, así que no estuve mucho tiempo con él y me alegra que haya sucedido así porque si no se hubiera ido nada ni el dinero me hubiera persuadido a casarme con él sino hasta que tu regresaras porque por mucho tiempo he deseado con un corazón anhelante tu regreso y que siga siendo la misma que era cuando partiste, pero qué lástima las cosas no puedan ser como el corazón humano las quisiera. Todavía soy la misma que era pero ahora estoy casada. Todavía estaré libre por tres años y mi querido hermano te ruego que me sigas tratando como siempre lo has hecho, de otra forma me romperás el corazón. Dame consejos y trataré de seguirlos, todavía no soy perfecta y te agradeceré los consejos y no me siento ofendida contigo, si lo estuviera sería una tonta \ y debería ser castigada por eso. Estoy agradecida [pag. 4] a mi padre por darme un hermano que se preocupa por mi bienestar porque sé que te preocupas por mi bienestar más de lo que ningún otro sobre esta tierra lo podría hacer. Oh Joseph quiera Dios que pueda expresar mis sentimientos tal como son \ y te expreso mi agradecimiento por tu bondad para conmigo. Nunca me olvido de ti, ni siquiera por una hora, nunca te he olvidado desde que me dejaste tan lejos de tu casa. Sin importar lo que pasara he pensado en ti en todos los lugares en que he estado.
El 14 de junio de 1857, Joseph F. le escribió a Martha Ann antes de haber recibido la carta recién mencionada. Es interesante que Joseph F., sin saber que Martha Ann se había casado con William Harris, le escribió una carta que abordaba el tema del matrimonio. Un trozo breve de dicha carta lo indicaría:
… bien, ¿estoy unido a alguien? No, no lo estoy. ¿Está alguien unida a mí por sus votos sagrados de por vida? No, no hay nadie. Y ¿cuál es la razón? —revelaré el secreto. No tengo la vida asegurada, solo en mi propia bondad, y en mis propios méritos, por lo tanto Dios la asegurará, o la ha asegurado para que disfrute de muchas grandes bendiciones. Por lo tanto, si soy preservado para unir mi vida con una en quien haya una chispa del fuego divino, que irradie y brille en la hora obscura de la adversidad y que esté dispuesta a compartir la humilde suerte de Uno de quien Dios conoce su corazón humilde y honesto, entonces diré que la gloria sea para Dios. ¿Qué hora es mía? ¿Qué momento me pertenece? ¿En qué momento mi Dios dirá: Joseph, se requiere que entregues tu alma—? ¿Puedo decir que no? No puedo, entonces le agradezco a Dios que ninguna alma está unida a mí a causa de la veracidad, la hora o la virtud, no, soy libre como el viento, y de la misma forma todas <están> libres de mí, no deseo unirme a nadie en tanto que no pueda proveer para ella, y cuidarla, y mientras tanto, Oíd vosotras— Oh doncellas, estáis libres de mí– Donde no se han hecho votos no hay corazones rotos. Al final lo que quiero decir es: no quiero que des tus votos, a nadie, si es que lo puedes evitar…
Solamente nos podemos imaginar la forma en que Joseph F. respondió inicialmente a las noticias que le dio Martha Ann, sabiendo que él no quería que se casara todavía. La carta que le escribió es útil para demostrar su capacidad para respetar a Martha Ann. La siguiente carta fue escrita el 25 de julio de 1857:
Querida Hermana Martha Ann: —recibí tu larga carta escrita el 3 de mayo— hace como una semana, y me alegró mucho saber de ti; aunque me sorprendí mucho al enterarme de tu matrimonio, pero como no estuve allí para participar en el acontecimiento, solamente me queda desearte mucho gozo; —y que seas feliz. Has dado el paso más importante de tu vida —o existencia— bajo los Convenios del Evangelio. del paso que acabas de dar penden todos los gozos sociales— y la felicidad de tu existencia actual— y las Bendiciones de un hogar feliz y contento, así como de una posteridad obediente y semejante a Dios,— o las tristezas y las escenas desgarradoras: de descontento—de discordia y amarga infelicidad;— y casi tiemblo hasta el centro cuando pienso en este tema tan absorbente— y cuando veo a mi alrededor y reflexiono sobre las circunstancias horrendas que suceden día a día, — entre los grandes y los Entendidos, los Pequeños y los Ignorantes, al igual que entre los Ricos y los Pobres;— de “mujeres angustiadas”, esposos distraídos, “Los celos” en todas sus formas horribles— la sospecha con todo el rencor venenoso que arrastra, con su daga desenvainada y su venganza incontrolada, ¡lista para derramar la Sangre del corazón de las “Esposas”, “los esposos” y “los hijos”! me dan miedo los horrores de esa escena:— Me parece curioso al extremo el por qué las personas se van de cabeza al asunto que tan grandemente tiene que ver con su prosperidad y felicidad futuras que por otra parte puede traer sobre ellos tantas tristezas, y todo un mundo de problemas, —del cual no podrán salir— y sin duda un mal Nombre —sin embargo, con todas estas consideraciones— delante de nosotros —no nada más nos pasa a nosotros, sino que pasa en todo el Mundo— tenemos la luz del Evangelio —la influencia del Espíritu Santo— las enseñanzas de los profetas y los siervos de Dios, para “Llevarnos a toda la verdad” y enseñarnos nuestro deber —Si te has apegado al consejo— todo está bien— y saldrás vencedora. Ciertamente deberás dejar ahora las niñerías. Espero que recuer[pág. 2]des de tu posición y que tus acciones y tu conducta en todas las cosas y a todo tiempo sea tal que te produzca Respeto, Estima y Amistad en el corazón de todas las personas buenas y honestas; ahora, ¿quieres que te diga la forma de obtener esta deseable posición? —la oración— con fe y esperanza en Jesús y en su Evangelio, tan solo eso lo hará; una persona de tu posición en el Verdadero Reino de Dios no necesita temer nunca al rostro de la “Arcilla”.
En lugar de corregir o condenar a Martha Ann por haberse casado, Joseph F. demuestra su madurez al desearle gozo y felicidad seguidos por un consejo gentil y amable. Su respeto por su hermana es más extraordinario cuando consideramos que tenía 18 años de edad en la fecha en que escribió esta carta. Los maestros eficaces reconocen en donde están sus estudiantes en la vida y, en vez de juzgarlos duramente por las decisiones que toman, convierten las circunstancias de la vida en oportunidades para enseñar. El conocimiento doctrinal que Joseph F. compartió en la última parte de la carta demuestra cuánto conocimiento del evangelio había adquirido para esa corta edad. Durante toda su vida, usó este conocimiento para bendecir a los demás.
Conocimiento del tema
La dedicación al conocimiento durante toda la vida de Joseph F. Smith y su talento práctico para compartirlo sobresale en sus cartas a Martha Ann. Salomón declaró: “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría” (Proverbios 4:7). La segunda parte de este proverbio sugiere que la sabiduría requiere conocimiento. El diccionario corrobora esta aseveración, ya que su definición contiene palabras como “conocimiento práctico” o “entendimiento”. [32]
Muy pocos argumentarían que la enseñanza no requiere cuando menos una cantidad limitada de conocimiento, pero la mayoría comprende y reconoce que la enseñanza eficaz —del tipo que realmente hace cambiar— exige sabiduría. El Presidente Boyd K. Packer dijo: “Siempre he creído que el estudio de las doctrinas del evangelio mejorará la conducta más rápidamente que el mero hablar de la conducta.” [33]
Desde la época en que salió para su misión, Joseph F. Smith demostró tener conocimiento de las verdades de la Restauración; con dicho conocimiento, buscó bendecir a otros al ayudarles a efectuar un cambio positivo en sus vidas. Aunque su vida estuvo llena de mucha adversidad y angustia, debió haber sentido un gran gozo al testificar de Jesucristo y de las verdades del evangelio restaurado. Cuando solamente tenía 16 años de edad, en Maui, Islas Sandwich, le escribió la siguiente carta a Martha Ann el 9 de junio de 1855:
Mi querida y afectuosa
Hermana, Martha Ann…
… si eres una Mormona hasta la médula, serás bendecida, me he dado cuenta que no hay nada que pruebe más a una persona que el decirle al mundo que es un mormón, pero me siento de primera. Estoy gordo y vigoroso, me siento como que podría cortar todo el heno que hay en los valles (aunque no sé cómo me terminaría si lo intentara)
Estoy predicando (Marty) como los buenos (deberías estar aquí para que me oyeras) o (o mi voz (me imagino que podrías si estuvieras en alguna parte cerca en las islas) esta mañana tuvimos una buena reunión, y me llamaron a Predicar, y obedientemente, hice el intento.
Mientras que el entusiasmo y la capacidad de Joseph F. para enseñar el evangelio maduraban, él también aprendió a tomar consuelo personal en su conocimiento y su convicción del Plan de Salvación. En una carta fechada en Salt Lake City el 26 de agosto de 1883, después de la muerte de su hijo, Albert Jesse Smith, [34] escribió:
Mi querida hermana Martha Ann:
Una vez más, y ahora por sexta ocasión, por la voluntad inexorable de una providencia inescrutable hemos sido llamados para despedir a uno de nuestros más queridos y preciados tesoros.
Esta vez, ese monstruo inmisericorde, la muerte, ha escogido para su “blanco brillante” a nuestro pequeño, hermoso, inteligente, brillante y amoroso Albert Jesse. Su fallecimiento ocurrió ayer a las 11:35 a.m. después de una enfermedad de 13 días, la mayoría de los cuales estuve ausente, viajando por los pueblos del norte con el Presidente Taylor. Me buscaron y habiendo sido relevado honorablemente por el Presidente, llegué a casa el jueves en la mañana. Tuve el [pag. 2] triste privilegio de cuidar y velar a mi querido niño durante 52 horas, con no pocas oraciones que salieron del corazón y con lágrimas ardientes, pero los cielos arriba de nuestras cabezas fueron como bronce, nuestros llantos y nuestras lágrimas cayeron por tierra y fueron sepultados hoy en la tumba, junto con el hermoso cuerpo sin vida ¡del tesoro de nuestro corazón! Pero no todos fueron sepultados, porque todavía nuestro clamor ascenderá, ¿por qué sucede así? Oh Dios ¿por qué tuvo que pasar? Y nuestras lágrimas todavía buscan la tierra para aliviar, si no para sepultar, nuestra angustia en su seno sin sentimientos.
Si por la tristeza de separarnos en este mundo de nuestros seres queridos inocentes, vamos a ser galardonados con gozo en el futuro cercano o lejano, ¿no puedo esperar un rico galardón en el mas allá! ¿No he hecho tesoros en el cielo? Sara Ella, Mercy Josephine, Heber John, Alfred Jason, Rhoda Ann, y ahora Albert Jesse, todos extendiendo sus brazos desde el otro lado para “Papá”. ¡ Qué reunión tan feliz me aguarda! Y confío que entre las [pág. 3] multitudes rescatadas no habrá manos ni corazones que me recibirán mas cálidamente que las de nuestro padre Hyrum y nuestra Madre Mary (a quienes casi no conocimos) y Sara, [35] y Lovina, [36] y las huestes de seres Queridos fallecidos, que estando “muertos aún viven”, habiendo probado las aguas vivas de Cristo murieron en él. Por mucho, la mayor cantidad está más allá del velo, los lazos que nos unen con ellos, rápidamente se están haciendo más fuertes que los que nos atan aquí. Sin embargo, veo a mi pequeño rebaño dependiendo de mí para su alimento diario, y no hay en la alacena, pero confiando en la providencia, y dependiendo de mí vida mortal para <su> ayuda y sostén, expreso la ferviente oración: ¡Oh! permíteme permanecer en el mundo un poco más para luchar con los males y los altibajos de la vida para el beneficio de mis seres queridos. Si no fuera por esto, ahora que mi alma esté siendo limpiada por el amargo pesar, preferiría irme que quedarme aquí, pero siento que no soy lo suficientemente bueno para irme o quedarme. Parece que no[pág. 4] siempre es una tarea fácil el reconocer la mano de Dios en Todas las cosas, pero aún así lo haré. Y mi corazón dice: “aunque él me matare, en él esperaré” [37] porque “Jehová dio, y Jehová quitó, sea el nombre de Jehová bendito.” [38] Preferiría pasar una y otra vez por los acontecimientos de estos últimos días, pese a lo angustiosos que han sido para el corazón y para el alma, a nunca haber tenido a mi hermoso niño. Nuestra meta no puede ser más alta o más noble que aspirar a ser dignos de una unión eterna y tener la posesión de las puras, inocentes, confiadas, y amorosas almas tales como con las que Dios me ha bendecido por tan felices pero cortos períodos de tiempo. Que Dios nos ayude a ser dignos de ellos.
Joseph
Naturalmente cualquier padre siente la pérdida y el dolor que acompañan al fallecimiento de un hijo. Por medio de esa pérdida, el conocimiento de Joseph F. Smith le brindó la esperanza y la determinación de vivir dignamente para poder ser reunido con su familia en la vida venidera. Pocas dimensiones del evangelio tienen mayor importancia. No sabemos la forma en que Martha Ann reaccionó al dolor de su hermano, pero podemos suponer que también ella sintió la tristeza y la resolución esperanzadora de vivir una vida digna de una reunión eterna.
Conclusión
El talento pedagógico de Joseph F. Smith nos brinda un ejemplo de lo que pueden y deben ser los maestros. Como se indicó anteriormente, las normas de la enseñanza eficaz no se agotan con el tiempo. Aunque solamente un limitado número de rasgos y características de la enseñanza se han explorado en este documento, las cartas de Joseph F. Smith confirman su capacidad de enseñar mientras ayudó a dirigir, a conducir, a guiar a Martha Ann en su progreso intelectual, social y espiritual. Sus cartas muestran claramente que la profundidad de su conocimiento del evangelio, junto con su gran capacidad para amar, respetar, motivar y comunicarse eficazmente, fueron una parte integral del desarrollo de Martha Ann.
La mejor explicación del éxito en la enseñanza que tuvo Joseph F. Smith puede ser simplemente que fue una persona de éxito que amó a Dios e hizo todo lo que estaba a su alcance para bendecir las vidas de quienes lo rodeaban. No debe esperarse menos de cualquier discípulo de Jesucristo. El encargo que dio el élder Jeffrey R. Holland referente a los maestros ayuda a recordarnos todo nuestro deber para ser maestros eficaces:
En una época en la que el Profeta está solicitando mas fe por medio del oír la palabra de Dios, debemos dar ímpetu a la buena enseñanza y darle un lugar prominente en la Iglesia, en el hogar, desde el púlpito, en nuestras reuniones administrativas y sin duda en el salón de clases. La enseñanza inspirada jamás debe llegar a ser un arte perdido en la Iglesia, y debemos asegurarnos de que nuestra búsqueda de la misma no se convierta en una tradición perdida…
Cuando surjan crisis en nuestra vida —y lo harán— las filosofías de los hombres, mezcladas con algunas escrituras y poemas, simplemente no serán suficientes. ¿Estamos en verdad enseñando a nuestros jóvenes y a nuestros miembros de tal modo que eso les sirva de sostén cuando lleguen los reveses de la vida? ¿O les estamos dando una golosina teológica, o calorías espiritualmente vacías? En una ocasión el Presidente John Taylor llamó a esa clase de enseñanza “espuma frita” lo que uno podría comer todo el día y terminar sintiéndose totalmente insatisfecho…
Ya sea que impartamos enseñanza a nuestros hijos en el hogar o lo hagamos frente a una congregación en la Iglesia, nunca permitamos que la fe sea algo difícil de advertir. Recuerden que debemos ser maestros “venido[s] de Dios” […] presenten sermones basados en las escrituras; enseñen la doctrina revelada; expresen un testimonio sincero. [39]
Notas
[1] Su madre, Verna Passey Call, murió el 8 de octubre de 1986, y su padre, Anson Bowen Call hijo, murió el 1 de junio de 1993.
[2] Parley P. Pratt, Autobiography of Parley P. Pratt (Salt Lake City: Deseret Book, 1985), página 110.
[3] Parley P. Pratt, Autobiography, página 128.
[4] Francis M. Gibbons, Joseph F. Smith: Patriarch and Preacher, Prophet of God (Salt Lake City: Deseret Book, 1984), páginas 1–2.
[5] En Daniel H. Ludlow, Encyclopedia of Mormonism (Nueva York: Macmillan, 1992), 3: 1350.
[6] Daniel H. Ludlow, Encyclopedia of Mormonism 3: 1350.
[7] Francis M. Gibbons, Joseph F. Smith, página 27.
[8] Deseret News, 13 de abril de 1854.
[9] Francis M. Gibbons, Joseph F. Smith, páginas 45–46.
[10] Daniel H. Ludlow, Encyclopedia of Mormonism 3: 1352.
[11] Francis M. Gibbons, Joseph F. Smith, página 87.
[12] Francis M. Gibbons, Joseph F. Smith, páginas 130–132, y 181–182.
[13] Daniel H. Ludlow, Encyclopedia of Mormonism 3: 1352.
[14] Sara Harris Passey, History of Martha Ann Smith Harris, manuscrito no publicado, página 4; Sara Harris Passey es una hija.
[15] Carole Call King, History of William Jasper Harris, 1836–1909, manuscrito no publicado, página 2. Carole Call King es una bisnieta.
[16] Carole Call King, History of William Jasper Harris, páginas 5–6.
[17] Sara Harris Passey, History of Martha Ann Smith Harris, páginas 5–6.
[18] Diccionario en Inglés Oxford 2ª edición versión 2.0, s.v. “teach” (Oxford: Oxford University Press, 1999).
[19] Yun Lee Too, The Pedagogical Contract (Ann Arbor, MI: University of Michigan Press, 2000), página 123.
[20] James M. Banner, hijo, y Harold C. Cannon, “The Personal Qualities of Teaching”, en Change 29, núm. 6 (noviembre/
[21] Como ejemplos véanse Teaching Matters: Skills and Strategies for International Teaching Assistants, por Teresa Pica, Gregory A. Barnes y Alexis Gerald Finger (Nueva York: Harper Collins, 1990), páginas 166–167; de Banner y Cannon “The Personal Qualities of Teaching”, página 40; de Gary London, “Teacher Talent and Urban Schools”, Phi Delta Kappan, 81, núm. 4 (diciembre de 1999), pág. 4; de Peter G. Bedler, “What Makes a Good Teacher”, en Inspired Teaching, editado por John K. Roth (Boston: Anker, 1997).
[22] Banner y Cannon, “The Personal Qualities of Teaching” página 43.
[23] Helen Keller, The Story of my Life (Norwalk, CT: Easton Press, 1988), páginas 21–22; énfasis agregado.
[24] Dallin H. Oaks, “Gospel Teaching”, Ensign, noviembre de 1977, pág. 78.
[25] Robert Leamnson, Thinking About Teaching and Learning (Stirling, VA: Stylus, 1999), pág. 8.
[26] Robert Leamnson, Thinking About Teaching and Learning, página 54.
[27] Parker J. Palmer, “The Heart of a Teacher: Identity and Integrity in Teaching”, en Change 29 num. 6 (noviembre/
[28] Oxford English Dictionary s.v. “Respect”.
[29] Parker J. Palmer, “The Heart of a Teacher: Identity and Integrity in Teaching”, pág. 18.
[30] El tercer hijo (el mayor de los varones) de Hyrum Smith y Jerusha Barden. Nació el 22 de septiembre de 1832, por lo que tenía veinticuatro años de edad.
[31] Heber C. Kimball (primer consejero en la Primera Presidencia).
[32] Oxford English Dictionary, s.v. “Wisdom”.
[33] Boyd K. Packer, en Conference Report, abril de 1997, pág. 8. Véase también Liahona julio de 1997 página 9.
[34] Albert Jesse Smith nació el 16 de septiembre de 1881 y, como lo dice en la carta, murió el 25 de agosto de 1883.
[35] Sexta hija de Hyrum Smith y Jerusha Barden; nació el 2 de octubre de 1837 y murió el 6 de noviembre de 1876.
[36] La hija mayor de Hyrum Smith y Jersuha Barden; nació el 16 de septiembre de 1827 y murió el 8 de octubre de 1876.
[37] Job 13:15.
[38] Job 1:21.
[39] Jeffrey R. Holland, en Conference Report, abril de 1998, páginas 31–34; véase también Liahona julio de 1998 páginas 26–28.