El manejo eficaz del tiempo en el salón de clases

Scott H. Knecht

Scott H. Knecht, "El manejo eficaz del tiempo en el salón de clases," en Buscad Diligentemente​, ed. Richard Neitzel Holzapfel y Kent P. Jackson, trad. Nefi Treviño y Fernando Dealba (Provo, UT: Religious Studies Center, 2010), 237–40.

Scott H. Knecht es asistente del director de área de seminarios e institutos de religión en el sur de California.

De todos los papeles del maestro, uno de los menos comentados es el de cronometrador. Junto a todo lo demás, hasta parece absurdo que un maestro tenga que asumir este papel adicional. Pero si el maestro no lo hace nadie más lo hará. Todos los períodos de clases están sujetos a un horario para empezar y para terminar, y dentro de ese período el maestro necesita presentar una idea, animar a los estudiantes y permitir que la aprendan de distintas formas y resumir todo en forma tal que aliente a los estudiantes a querer cambiar para bien. Puesto que estamos sujetos por el tiempo, debemos hacer que el tiempo sea nuestro amigo en vez de nuestro enemigo.

En la reunión mundial de capacitación de líderes de febrero de 2007, el élder Jeffrey R, Holland dijo: “Si desea que el Espíritu del Señor esté presente en su clase, es absolutamente necesario que haya un ambiente sin prisas. Por favor, nunca olviden eso. La mayoría de nosotros nos apresuramos y rebasamos al Espíritu del Señor tratando de ganarle al reloj en una carrera totalmente innecesaria”­ [1].Los maestros deben crear y mantener un ambiente sin prisas a la vez que guían a sus alumnos al aprendizaje.

¿Cuál de las siguientes situaciones le parece familiar?

  • Comienza la clase y el maestro empieza diciendo: “Hoy, tenemos que cubrir mucho material, y no sé si tendremos el tiempo suficiente, así que haremos lo mejor que podamos”.
  • La clase avanza bien hasta unos 10 ó 15 minutos antes de terminar, cuando el maestro ve el reloj y dice, “No vamos a poder presentar todo esto”, y se acelera hasta el fin de la clase.
  • Ha llegado la hora de terminar la clase, pero el maestro sigue hablando. Ya pasó el tiempo y los estudiantes empiezan a empacar sus cosas y a salir uno por uno. El maestro les pide que se queden para tratar “sólo un punto más”.

Todas estas situaciones son el resultado de una mala administración del tiempo. Cuando los maestros no pueden manejar su tiempo, el Espíritu no se siente bienvenido; se reduce el aprendizaje de los alumnos.

Un amigo mío, un excelente maestro en las escuelas públicas, dijo: “El tiempo no le pertenece solamente al maestro. Durante los momentos que enseñamos, la propiedad del tiempo se comparte entre nosotros y los alumnos. Creer que nos pertenece solo a nosotros es una suposición muy errada”. Los maestros tienen la obligación de mantenerse dentro de los parámetros de tiempo definidos tanto para su bien como para el de los estudiantes. Es obvio que no se podrá tratar, enseñar ni aprender todo el material, pero parte del deber del maestro es ejercer una “omisión selectiva” al decidir qué partes se atenderán y cuáles no. Tampoco es tan importante cubrir el material como ayudar a que los estudiantes lo descubran personalmente. Por lo general, una carrera contra el reloj cubre más material, pero para los estudiantes es una mala manera de aprender. Algunas veces, menos es más. Considere estos puntos:

  • En la enseñanza del evangelio, probablemente ésta no es la única vez en que el alumno estudiará el libro de escrituras que usted está enseñando en el curso. Durante toda la vida estudiaremos muchas veces, en ciclos, los cuatro libros canónicos. Cada vez que se haga se resaltarán principios y doctrinas distintos, ya sea en una clase o en el estudio personal. Sería imprudente pensar que la responsabilidad de presentar todo lo que se encuentra en un bloque de escrituras recae sobre un solo maestro en una sola clase.
  • Existe un contrato no escrito entre el maestro y el estudiante. Por lo general, al maestro le gusta empezar a tiempo y quiere que todos estén presentes para empezar juntos. El otro lado de la obligación es que los estudiantes esperan que el maestro termine la clase a tiempo. Los estudiantes tienen otros deberes —otras clases, trabajo, estudio, tareas, actividades sociales, etc.— y cuando nosotros, como maestros, no respetamos nuestra parte del acuerdo, hacemos que los estudiantes se sientan frustrados, y un elevado nivel de frustración no mejora el ambiente.
  • ¿Qué es lo que causa que un maestro tome más tiempo? Con frecuencia los maestros dicen que perdieron la noción del tiempo, lo que es fácil de entender que suceda. La solución simple consiste en recordar que para controlar la clase se debe controlar el ritmo de ella, así que nos corresponde incorporar esa parte en lo que hacemos como maestros. Otras razones que los maestros dan al rebasar el tiempo de la clase son que la clase iba muy bien o que los estudiantes estaban tan interesados que era difícil terminar. En casi todos esos casos, he podido observar que no eran tanto los estudiantes sino el maestro quien estaba decidido a relatar una historia o a compartir con la clase algunas de sus ideas y sus sentimientos. Cuando los maestros detienen por más tiempo a los alumnos, la enseñanza, por lo general, desciende a una manera muy ineficaz de que los alumnos aprendan; porque el tiempo apenas alcanza para que el maestro diga lo que quiere decir, los estudiantes no hacen más que escuchar pasivamente.

A continuación se encuentran cinco ideas para hacer que el tiempo sea su aliado y no su enemigo:

  1. Al preparar su lección, piense en los asuntos del tiempo. Hágase algunas de las siguientes preguntas: ¿Cuánto tiempo tomará esta discusión? ¿Qué otras preguntas seguirán a la pregunta principal? ¿Cuáles son algunos de los puntos que espero que salgan en esta actividad? ¿Cuánto tiempo necesitaremos al final de la clase para asegurar una buena aplicación? Y quizás la pregunta más importante sea ésta: ¿Qué es lo que queremos lograr en la clase hoy? ¿Quiero cubrir una gran cantidad de material o ayudar a los estudiantes a realmente aprender algunos principios y doctrinas importantes?
  2. Esté al tanto del tiempo durante la clase. Aprenda a ver el reloj con frecuencia. Haga unas marcas visibles en el bosquejo de la lección de la hora aproximada en que espera tratar esos puntos. Manténgase al tanto de en dónde está y en dónde le gustaría estar.
  3. Mantenga el control de la discusión durante la clase. A algunos estudiantes les gusta divagar y dominar el tiempo. Aprenda a ayudarles de manera gentil a que resuman y concluyan sus ideas. No tenga miedo de decir cosas como “escuchemos un comentario más sobre este tema, y sigamos adelante”. En cada grupo hay estudiantes que quieren continuar con el mismo tema y otros que ya se cansaron. Le corresponde al maestro lograr que la mayoría del grupo esté interesado para que hagan preguntas y aprendan. Esto puede requerir que se mantenga en movimiento. Es difícil continuar avanzando cuando los estudiantes quieren seguir hablando. Siempre queremos más opiniones de los alumnos y pedimos sus comentarios. Siempre se siente uno bien cuando los estudiantes empiezan a participar, y parece contraintuitivo el dejar de recibir comentarios a fin de poder avanzar. Pero si el Espíritu está en la clase y los estudiantes están participando, tenga la confianza de que cuando usted siga adelante para continuar el proceso de aprendizaje ellos seguirán atentos y empezarán a ver vínculos y conexiones entre su propia vida y una variedad de principios, doctrinas y pasajes de las escrituras.
  4. No haga comentarios negativos con respecto a la hora. Muy rara vez, si acaso, los estudiantes están al tanto de lo que sus maestros quieren lograr en la hora de la clase. Convertimos al tiempo en nuestro enemigo cuando nos hacemos esclavos del reloj y luego le comentamos a la clase (“Vean la hora. ¡Nunca hay suficiente tiempo!”). Esté consciente del punto en que está a fin de que los estudiantes tengan tiempo suficiente para digerir lo que está pasando, y usted tendrá suficiente tiempo para desafiarlos a hacer los cambios positivos, todo ello dentro del período de la clase. Anunciar su propia frustración por la falta de tiempo solamente sirve para pasar dicha frustración a los estudiantes. Ellos no la necesitan, y no ayuda en nada.
  5. Siempre sea susceptible a los susurros del Espíritu. Nuestros mejores esfuerzos en la planificación y en el ritmo de la clase quizás necesiten modificarse cuando toquemos un punto de mucho poder y testimonio. El Espíritu nos dirá cuando eso suceda, y debemos aprender a responder a ello. Pero también habrá veces en que el Espíritu sugerirá que avancemos a fin de poder llegar a uno de esos puntos de poder y testimonio. El maestro tiene que reunir el valor de dirigir a la clase hacia ese punto, aunque eso signifique recortar otro tema.

La situación ideal es que seamos capaces de crear en la clase un ambiente en el cual los estudiantes puedan preguntar, contestar, crear, testificar y cambiar, y todo dentro del período de tiempo asignado para la clase. Algunas clases son de cincuenta minutos, otras de noventa y otras de dos horas o más. El maestro que aprende a lograr todo eso dentro del tiempo asignado no solamente crea ese “ambiente sin prisas” del que habla el élder Holland, sino que también respeta el albedrío y el tiempo de los estudiantes, y por lo tanto está edificándolos. Mientras más edificados se sientan, es más fácil ayudarles a aprender.

Notas

[1] Jeffrey R. Holland, “Teaching and Learning in the Church” [La enseñanza y el aprendizaje en la Iglesia], Ensign junio de 2007, página 91.