Cómo hacer preguntas que inviten la revelación
Alan R. Maynes
Alan R. Maynes, "Cómo hacer preguntas que inviten la revelación," en Buscad Diligentemente, ed. Richard Neitzel Holzapfel y Kent P. Jackson, trad. Nefi Treviño y Fernando Dealba (Provo, UT: Religious Studies Center, 2010), 225–36.
Alan R. Maynes es director del sistema educativo de la Iglesia en el Área Utah Este en Price, Utah.
“Cómo hacer preguntas y contestar esas preguntas es el centro de todo el aprendizaje y de toda la enseñanza.” [1] Cuando los maestros del evangelio crean en las mentes y en los corazones de sus alumnos el deseo de aprender, la revelación viene más fácilmente. Esto es verdad especialmente cuando los alumnos inquisitivos son guiados a descubrir por sí mismos los principios del evangelio que tengan el poder de cambiar sus vidas.
Jesús, el Gran Maestro
Como el modelo supremo de la enseñanza magistral, Jesús hizo grandes preguntas que estimularon las almas de los hombres. Sus preguntas causaron que pensaran quienes escuchaban y crearon en ellos el deseo de aprender la verdad. Los cuatro Evangelios contienen más de 125 preguntas diferentes que Jesús usó para enseñar, elevar e inspirar. Sus preguntas hicieron que las verdades del evangelio penetraran hasta el corazón y la mente de quienes lo escuchaban. Al leer los siguientes ejemplos, medite en lo grandioso, pero simple a la vez, de cada pregunta. Fíjese en la forma en que invitan a la revelación de parte de quienes aprenden.
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal perdiere su sabor, ¿con qué será salada? “ (Mateo 5:13).
“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?” (Mateo 5:46).
“¿Qué te parece, Simón?” (Mateo 17:25).
“¿Crees tú en el Hijo de Dios?” (Juan 9:35).
“¿Me amas más que éstos?” (Juan 21:15).
Las preguntas de Jesús no están limitadas a Su ministerio mortal, sino que comprenden Sus enseñanzas durante su vida premortal y mortal así como después de Su muerte. Al ver las preguntas que Jesús presenta, nos hace pensar: “¿Por qué hace preguntas el Señor si Él conoce todos nuestros pensamientos?” La respuesta es porque éste es uno de los métodos más eficaces de ayudar a la gente a que piense, medite y crea. El élder Henry B. Eyring dijo, “Algunas preguntas invitan a la inspiración. Los buenos maestros las hacen.” [2]
Este artículo explorará el valor de hacer preguntas que inviten a la revelación, presentará algunas ideas para desarrollar el talento de hacer tal tipo de preguntas y finalmente sugerirá algunos métodos para su implementación en el salón de clases.
El valor de hacer preguntas
Aumentan el deseo de aprender de los estudiantes. Las preguntas pueden lograr muchas cosas diferentes en los estudiantes. En primer lugar, pueden aumentar en los estudiantes el deseo de aprender. Cuando el estudiante desea aprender, la mayoría de los problemas de conducta desaparecerán. Aunque muchos estudiantes vienen con el deseo de aprender, otros necesitan que se les ayude a aumentar ese deseo. Con frecuencia, pasan por la rutina del aprendizaje, pero su mente está en otra parte. Las preguntas pueden hacer que los estudiantes se involucren en el proceso del aprendizaje porque los animan a pensar. Y, según enseñó el élder Robert D. Hales, “Debemos hacer que nuestros estudiantes piensen.” [3] Cuando un estudiante medita en la doctrina, suceden cosas emocionantes. Esta emoción es contagiosa y afecta todo lo que sucede en el salón de clases.
Aumentan la participación de los estudiantes. “El hacer buenas preguntas y dirigir los comentarios con eficacia son maneras primarias de promover… la participación.” [4] Al aumentar el nivel de interés y explorarse las respuestas, los estudiantes se dan cuenta de que no solo están aprendiendo sino también disfrutando. Esta participación se logra cuando el maestro se enfoca en los estudiantes. [5] Para que el evangelio se profundice en los corazones y en las mentes de los estudiantes, éstos deben estar muy interesados en descubrir las verdades eternas. Las preguntas que los hacen reflexionar ayudan a lograr ese nivel más profundo de participación.
Miden el entendimiento de los estudiantes. Hacer buenas preguntas le permite al maestro medir el entendimiento de los estudiantes. Cuando los estudiantes responden, el maestro puede evaluar lo que el grupo entiende y lo que no. “Usted obtiene esta medida de sus estudiantes al escuchar las respuestas que dan a sus preguntas.” [6] Un maestro puede enseñar por arriba o por abajo del nivel del conocimiento de los estudiantes, lo cual, en cualquier caso, causa el aburrimiento. La respuesta de los alumnos le permite al maestro hacer un uso óptimo del tiempo asignado al cubrir claramente los puntos que no han sido entendidos. Esto también hace que los estudiantes entiendan los principios que se están enseñando. Cuando los estudiantes se validan unos a otros las verdades del evangelio que se están tratando, se aplica la ley de los testigos.
Invitan la inspiración a la vida de los estudiantes. El élder Gene R. Cook enseñó: “La cosa más importante que un maestro hace es crear un ambiente en el cual la gente pueda tener una experiencia espiritual.” [7] Las preguntas son esenciales para crear el ambiente necesario en el salón de clases ya que preparan los corazones y las mentes de los estudiantes. Al participar, los estudiantes autorizan, y por lo tanto hacen posible, que el Espíritu Santo les enseñe personalmente. [8] Esto sucede porque los estudiantes ejercen el libre albedrío, y al buscar conocimiento por la fe, se pueden descubrir e interiorizar las verdades eternas.
Las preguntas pueden ayudar a crear el ambiente para que el Espíritu venga y testifique de la verdad. Cuando se invita al Espíritu Santo de esta manera, les enseña a los estudiantes de forma personal e individual. Por eso, no es de sorprender que el Gran Maestro, Jesucristo, usara las preguntas tan extensamente para instruir y salvar las almas de los hombres.
Desarrollar el talento para hacer buenas preguntas
El arte de enseñar. Algunos de los talentos para la enseñanza vienen como un don, y algunas técnicas se adquieren mediante la instrucción y la práctica. El uso apropiado de preguntas es el centro de la enseñanza eficaz. Para un maestro del evangelio, vale la pena todo el esfuerzo hecho para desarrollar dicha técnica y pulirla hasta la perfección. Para desarrollar esa técnica es necesario hacer las preguntas correctas no sólo durante la presentación de la lección, sino también durante la preparación de ella.
Las preguntas de la preparación del maestro. Este proceso comienza con las preguntas que el maestro se hace durante la preparación de la lección, tales como “¿Cuál fue la intención del autor?” “¿Cuáles son las doctrinas o principios más esenciales?” “¿Qué es lo que quiero que mis estudiantes aprendan de este bloque de escritura?” “¿Cuáles son los principios que convierten, que redimen o que cambian la vida?” El hacer las preguntas adecuadas durante la preparación invita la revelación por varias razones. Primero, los maestros serán guiados por el Espíritu Santo al buscar humildemente las respuestas. Segundo, según lo enseñó el élder Eyring: “Si enseñan principios doctrinales, vendrá el Espíritu Santo.” [9]
Durante años las Autoridades Generales nos han dicho que enseñemos la doctrina de la Iglesia, que enseñemos las cosas que enseñan los profetas y los apóstoles. [10] Nos han dicho que seamos “cautos y moderados y totalmente ortodoxos en todos los asuntos de doctrina de la Iglesia”, [11] que enseñemos “verdad[es] de importancia eterna” [12] y que evitemos “la espuma frita” [13] o la minucia y las cosas insignificantes.” [14] El Presidente Boyd K. Packer enseñó: “La doctrina verdadera, cuando se entiende, cambia la actitud y la conducta.” [15] Si los maestros buscan lo que no es esencial, los hechos insignificantes, o los “Twinkies teológicos”, [16] eso es lo que encontrarán. Sin embargo, cuando los maestros les ofrecen a “los estudiantes el beneficio de un panorama más amplio” [17]—buscar la intención del escritor inspirado, los principios aplicables a los estudiantes que cambian la vida y que convierten— el Espíritu Santo los acompañará en su estudio. Por lo tanto, los maestros del evangelio deben “quedarse en el centro de la mina donde está el oro verdadero.” [18] Entonces el poder del Espíritu prometido a los maestros del evangelio puede destilar sobre ellos como un don del cielo. Esta dote del Espíritu llega porque “la labor del Espíritu Santo es testificar de las verdades de importancia eterna.” [19]
El ser guiado por el Espíritu al decidir qué enseñar es el punto de partida para que el maestro empiece a desarrollar la habilidad de hacer buenas preguntas. Buscar lo importante, las doctrinas y los principios esenciales, acercará al maestro a Dios. Durante su ministerio terrenal, Jesús enfocó Sus enseñanzas en los principios básicos del evangelio, y las Autoridades Generales siguen ese ejemplo. Los maestros del evangelio deben hacer lo mismo. Cuando el maestro se enfoca en los principios y las doctrinas esenciales, con los estudiantes en mente, se invita al Espíritu Santo al proceso de preparación.
Preguntas de búsqueda. El Señor ha dado el mandamiento de escudriñar las escrituras (véase DyC 1:37; Juan 5:39; 3 Nefi 23:1; Josué 1:8). Aquellos que son guiados por el Espíritu a descubrir las verdades en las escrituras se emocionan al hacerlo. Si un maestro puede crear en el salón de clases esa misma experiencia para sus estudiantes, entonces el aprendizaje se multiplica muchas veces. Lo que los estudiantes descubren por ellos mismos cambia sus vidas y les es más útil de lo que les digan otras personas. Una de las maneras más fáciles de dar dicha experiencia a los estudiantes es lograr que ellos busquen respuestas en las escrituras.
Hay muchas maneras de hacer que los estudiantes investiguen. Invíteles a que busquen palabras, frases, listas, significados, información adicional, entendimiento, principios y doctrinas. Evite las respuestas de sí o no, así como las respuestas obvias. El aprender qué deben buscar los estudiantes y cómo invitarlos a que busquen son técnicas que merecen especial atención. Buscar lo trivial o la información que no requiere pensar no estimulará la mente. Habrá ocasiones en las que el maestro les pida a los estudiantes que busquen hechos sencillos, pero hacer que busquen los principios de verdad, tanto para entenderlos como para aplicarlos, es mucho más estimulante. La invitación a la búsqueda funciona mejor si se da primero, antes de que se lean las escrituras. [20] Los estudiantes sacarán más de la lectura porque buscan algo y tienen preguntas en la mente: ¿Dónde está? ¿Qué es? ¿Qué significa? Algunas palabras que funcionan bien son: “busquen”, “investiguen”, “encuentren”, “subrayen”, “marquen”, e “identifiquen”.
Mientras más clara sea la invitación a buscar, más eficaz es la actividad de búsqueda. Si hay varios temas que buscar, es útil que se anoten en la pizarra. Consideren los siguientes ejemplos: “Busquen lo que no es usual acerca del sistema monetario en Alma 10–12" o “Identifiquen cómo es que Amulek pudo discernir los pensamientos de Zeezrom en Alma 12:7”. Es bueno conocer esta información pero no cambia las vidas. Un enfoque para fomentar participación más significativa sería: “Alumnos, busquen en Alma 10:31 para ver quién fue el primero en acusar a Amulek. Después, busquen en Alma 15:12 y vean quién se bautizó. Ahora veamos lo que Alma y Amulek enseñaron y que cambió a Zeezrom. Usando los siguientes versículos, Alma 12:25, 26, 30, 32, y 33, busquen lo que se le enseñó a Zeezrom y que cambió su vida”. Una vez que los estudiantes encuentren la frase “el plan de redención”, hágales que busquen lo que podemos aprender acerca del plan de redención en las enseñanzas de Alma y Amulek. Este segundo ejemplo es más atractivo porque se enfoca en aquello que cambia las vidas y que convierte. Al buscar de esta forma, los estudiantes pueden explorar y descubrir los principios de importancia eterna que pueden aplicar a sus propias vidas.
Preguntas analíticas. Jesús conoce los pensamientos y las intenciones de nuestros corazones, pero los maestros muy raramente pueden discernir los pensamientos de sus estudiantes. Cuando un alumno responde a una pregunta, el maestro puede ver un poco mejor qué creen, entienden y sienten los estudiantes. Los padres, los maestros y los líderes dicen con frecuencia que la juventud sabe las cosas, pues se le ha enseñado. Me he sorprendido cuando al correr de los años me doy cuenta que mis propios hijos no entendieron algo tan completa y profundamente como yo lo hubiera esperado. La comunicación bidireccional es una de las mejores maneras de medir la comprensión de los estudiantes. Esto se logra en el salón de clases haciendo preguntas sencillas que animen a los estudiantes y les permitan participar. Las siguientes frases pueden ayudar al maestro al escribir las preguntas analíticas:
¿Qué encontraron…? ¿Qué significa…?
¿Por qué es que…? ¿Por qué creen ustedes que…?
¿Cuál es su opinión de…? ¿Qué evidencia…?
¿Qué piensan de…? ¿Cuáles son algunas formas…?
¿Cómo es que…? ¿Qué diferencias…?
Estas preguntas son necesarias para lograr que todos entiendan. Veamos otra vez Alma 11 y 12. Después de que los estudiantes hayan buscado algunos versículos acerca de las enseñanzas de Alma y Amulek referentes al plan de redención, un maestro podría preguntar: ¿Qué es lo que encontraron? ¿Qué creen que significa eso? Si las ideas de los estudiantes se escriben en la pizarra, el maestro puede preguntar: ¿Cuál de las verdades eternas que están escritas en la pizarra creen ustedes que más le afectó a Zeezrom? ¿Por qué? Otras preguntas podrían ser: ¿Por qué creen ustedes que Alma usó la palabra redención para describir el plan? ¿Cómo es que entender el plan de redención hace que uno cambie? Estas preguntas le permiten al maestro ver el nivel de entendimiento de los estudiantes. Les ayudan a los estudiantes a meditar en la importancia de lo que están estudiando. Los estudiantes pueden interiorizar las ideas si estas se analizan y comentan ampliamente. Las preguntas también les dan a los estudiantes la oportunidad de compartir y enseñar. [21] El hacer este tipo de preguntas requiere que el maestro esté dispuesto a usar el tiempo necesario para que todos entiendan.
Preguntas de aplicación. Este tipo de preguntas o invitaciones se hacen para ayudar a los estudiantes a que apliquen en sus propias vidas los principios y las doctrinas. En muchas clases, esta invitación no es necesaria debido a que los estudiantes están tan interesados y su entendimiento es tan completo que la aplicación es espontánea. Si por alguna razón eso no acontece, una simple pregunta sería suficiente. Las preguntas que empiecen con las siguientes frases abrirán las compuertas:
¿Qué han aprendido…? ¿Qué diferencia haría si…?
¿Cuándo sintieron ustedes que…? ¿Qué creen/
Compartan una experiencia...¿Qué es lo que Dios espera o desea…?
Las preguntas de aplicación les dan a los estudiantes la oportunidad de explicar lo que ellos han aprendido y lo que sienten que Dios desea que hagan. Les ayudan a tender un puente sobre el abismo entre el relato de las escrituras y sus vidas hoy en día. Estas preguntas ayudan a los estudiantes a encontrar en las escrituras las respuestas a sus problemas. También les permiten compartir sus sentimientos sinceros, lo que impacta grandemente a sus compañeros.
Consideren Alma 11–12 otra vez. Pregunten a sus estudiantes, “¿Qué han aprendido hoy que les ayudaría a acercarse más al Salvador?” Esta pregunta personaliza la lección. Hace que los estudiantes piensen y hagan un pequeño inventario de su posición personal delante de Dios. Otras preguntas podrían ser: “¿Cuándo sintieron ustedes que el plan de redención efectuó un cambio en su propia vida?” ¿Qué piensa que Dios quiere que usted haga para aprovechar al máximo el plan de redención?” Pídales a los estudiantes que mediten la pregunta o incluso que escriban su respuesta antes de contestar. Podría invitar a algunos a que la compartan. El proceso de hacer una pregunta que haga que ellos apliquen el principio hace que las verdades eternas penetren profundamente en el corazón y en la mente de cada estudiante.
El sendero del estudiante hacia el descubrimiento. Cuando los estudiantes aceptan la invitación de pensar y aprender, descubren y abren la bóveda del conocimiento divino. Se invita la revelación para que venga al corazón y a la mente. Esto le puede suceder al maestro durante la preparación, y a los estudiantes y al maestro durante el transcurso de la lección. Este tipo de enseñanza es muy gozosa y emocionante para el maestro. Los estudiantes tienen una experiencia edificante porque los mantiene ocupados y dirigidos por el Espíritu. Suena muy simple y sencillo, y en varias maneras lo es. Pero también puede resultar difícil y desafiante. ¡Requiere trabajo, esfuerzo y mucha práctica! El aspecto más importante al usar las preguntas para enseñar, es que los estudiantes aprendan a descubrir por sí mismos las verdades del evangelio. A fin de enseñar de esta forma, el maestro necesita ser guiado por el Espíritu. El Espíritu dirige el qué: los principios y los versículos que se deben buscar. El Espíritu también dirige el cómo: las preguntas por hacer, cuándo hacerlas, a quiénes hacerlas, y cómo se debe pedir a los estudiantes que contesten.
Por lo tanto, se usan cuatro tipos de preguntas: (1) Preguntas de preparación, (2) preguntas de búsqueda que inviten a los estudiantes a buscar información, (3) preguntas analíticas que hagan que los estudiantes piensen y evalúen, y (4) preguntas de aplicación que permitan que los estudiantes apliquen las escrituras a sí mismos. Estos cuatro tipos de preguntas tienen una secuencia lógica que lleva al descubrimiento.
Algunos temen que esta lógica y orden en la enseñanza sea limitante y le falte variedad. Muchos maestros me han reportado que es incómodo al principio. Pero, después de algo de práctica, esos mismos maestros reportan que es liberador e inspirador. Ya no se hacen la pregunta “¿Qué es lo que voy a hacer mañana?” En vez de eso, el maestro busca las lecturas asignadas, y con oración selecciona lo que piensa que será de mayor beneficio para los estudiantes. El maestro prepara las preguntas que harán que los estudiantes busquen la información, la analicen y que la apliquen. Hay muchas cosas más que el maestro del evangelio hará y usará en el salón de clases, tales como, ayudas visuales, relatos, representar a personajes, disertaciones, y cosas así. Sin embargo, estas preguntas fundamentales proporcionan un buen marco para una lección atractiva.
He visitado cientos de salones de clases, y el efecto de las preguntas poderosas es increíble. Es casi indescriptible lo que es sentarse en un salón de clases en el que los estudiantes están deseosos, entusiasmados, atraídos y en el cual están participando, descubriendo, compartiendo, enseñando y aún testificando. Los pensamientos que vienen a mi mente son: “¡Ojalá mis hijos pudieran estar en esta clase!” “Quisiera que todos los jóvenes pudieran tener esta experiencia”. “Todas las clases de seminario o instituto deberían ser como ésta”. El talento para hacer preguntas vale todo el esfuerzo para desarrollarlo a fin de que se invite a la revelación a que venga al salón de clases y a la mente y al corazón de cada maestro y estudiante.
Implementación
Debido a que como maestros enseñamos muy a menudo, puede parecer que cuando estamos al frente de una clase nos ponemos en piloto automático. Los maestros practican varias veces al día, todos los días. Se hacen muy evidentes las habilidades, las fortalezas y los talentos que han desarrollado a lo largo de los años, pero sus debilidades también se pueden observar muy fácilmente. Por lo tanto, requiere mucho esfuerzo, junto con un plan de acción, el cambiar y mejorar. Estos cambios deben mantenerse durante un período de tiempo lo suficientemente largo para que los hábitos y las prácticas anteriores sean reemplazados. Con frecuencia es incómodo el poner a prueba una nueva idea. Muchos se dan por vencidos, diciendo, “Esto no va con mi personalidad” o “eso no funcionó conmigo”. El entender y apreciar el poder que los hábitos tienen en nuestra vida le puede dar al maestro la fortaleza para decidirse a mejorar, crecer y desarrollarse mediante la adquisición de nuevas técnicas para enseñar.
Cómo mejorar. Mientras más camine una persona por un sendero, más firme se hace el sendero. Una clave para cambiar nuestro estilo para enseñar es el preparar un plan de la lección que tenga preguntas eficaces. Si un maestro no puede escribir una buena pregunta en la quietud de su oficina, hay muy poca posibilidad de que surja una buena pregunta cuando esté frente a la clase. El proceso de pensar y escribir facilita el mejoramiento y el cambio. Tres preguntas bien escritas para cada lección pueden hacer maravillas. De hecho, el proceso de escribir buenas preguntas puede afectar la lógica y el pensamiento del maestro de forma tan profunda que empezarán a mejorar todas las preguntas que haga.
Cómo enseñar con preguntas. El maestro no se pone de pie y empieza a hacer una pregunta tras otra; ésta es una experiencia de buscar, comentar, descubrir, compartir y enseñar. Es muy edificante. El maestro necesita decidir cosas como: ¿Comentamos esto como clase, en grupos, por parejas o solos? ¿Les digo el relato o el antecedente, o hago que los estudiantes lo digan o lo descubrimos juntos?
Todos sabemos que los amigos y compañeros tienen un efecto poderoso en las vidas de los estudiantes. Debido a este alto nivel de influencia de los compañeros, cuando los estudiantes comparten las respuestas a las preguntas y se enseñan el uno al otro, es especialmente eficaz. Una de las mejores maneras de hacer que los estudiantes compartan y se enseñen el uno al otro es hacer preguntas y lograr que los estudiantes las contesten para toda la clase, a un grupo o a un compañero. Por ejemplo, las respuestas a las preguntas “¿Qué parte del plan piensan ustedes que afectó más a Zeezrom? y ¿Por qué?” podrían comentarse y compartirse con toda la clase, en grupos o por parejas. La pregunta también podría hacerse de esta manera: “¿Qué parte del plan piensan ustedes que la juventud de la Iglesia necesita entender hoy?” Al compartir las respuestas, los estudiantes se están influenciando el uno al otro; se están enseñando unos a otros. El Presidente Packer enseñó que: “un testimonio se debe encontrar al expresarlo.” [22] Debido a la participación de los estudiantes, el Espíritu puede testificarle a la persona que lo que él o ella está diciendo es verdad. También le puede testificar a su compañero, a su grupo o a toda la clase. Esto causa que los estudiantes sientan más profundamente lo que han aprendido y lleguen a creerlo. Ellos saben que saben y sienten que saben. Por lo tanto, llegan a comprender que tienen un testimonio y que su testimonio es bueno.
Conclusión
El aumentar la participación de los estudiantes tiene unos cuantos desafíos. La manera en que se reciban los comentarios de los estudiantes afecta el éxito de cada pregunta que se haga. Un maestro necesita tener gran respeto por los estudiantes. Los estudiantes necesitan sentir que sus comentarios son bien recibidos y apreciados. De igual forma, el maestro no puede aceptar todas las opiniones como verdad, sino que debe guiar a la clase a las conclusiones apropiadas. Se necesita algo de práctica y especialmente amor por los estudiantes para recibir cortésmente sus respuestas y mantener la pureza doctrinal. Cuando el Espíritu está presente y se exploran buenas preguntas, creará y fomentará la expresión de los pensamientos, las ideas y las preguntas adicionales de los estudiantes. El maestro no debe ser demasiado rígido, sino que debe estar abierto a la guía del Espíritu a fin de que Éste dirija la enseñanza y el aprendizaje.
Consideren lo que dijo el élder Cecil O. Samuelson: “Me asombro cada vez que pienso en la forma tan maravillosa en la que el Profeta José Smith usó las preguntas apropiadas no solamente para aumentar su conocimiento sino también para aumentar su fe... La pregunta no es si debemos hacer preguntas, sino más bien, ¿Cuáles son las preguntas que debemos hacer? Mi experiencia en la ciencia y en la medicina me lleva a creer que el verdadero progreso casi siempre es el resultado de hacer las preguntas correctas.” [23] Mi propia experiencia también me lleva a creer que si vamos a tener verdadero progreso al llevar el evangelio más profundamente a las mentes y los corazones de los estudiantes, debemos estar haciendo las “preguntas correctas”, o sea las preguntas que inviten a la revelación. Si vamos a cumplir el encargo de “elevar nuestras miras” y lograr que nuestros estudiantes “se conviertan verdaderamente al evangelio restaurado de Jesucristo mientras estén con nosotros”, [24] debemos crear un ambiente en el cual el Espíritu Santo pueda venir y enseñar con gran poder y cambiar nuestros corazones. Las grandes preguntas son vitales para hacer que esto suceda. Sé que esta técnica se puede adquirir con el tiempo, mediante el esfuerzo y la práctica diligentes. Así como un maravilloso torrente de luz vino cuando el Profeta José Smith hizo grandes preguntas, esa luz tan necesaria también puede fluir hacia los corazones y las mentes de los maestros y los estudiantes del evangelio en todas partes mientras buscamos la ayuda del Señor para mejorar nuestra capacidad de hacer preguntas que inviten la revelación.
Notas
[1] Henry B. Eyring, “The Lord Will Multiply the Harvest” [El Señor multiplicará la cosecha], discurso dado ante los educadores religiosos, el 6 de febrero de 1998. (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-Day Saints, 1998), 5.
[2] Henry B. Eyring, “The Lord Will Multiply the Harvest”, 5.
[3] Robert D. Hales, “Teaching by Faith” [Enseñar por la fe], discurso dado ante los educadores de religión, el 1 de febrero de 2002 (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 2002), 3.
[4] Teaching the Gospel: A Handbook for CES Teachers and Leaders [La enseñanza del evangelio: un manual para los maestros y líderes del SEI] (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1994), 37.
[5] Véase Teaching the Gospel, 13.
[6] Robert D. Hales, “Teaching by Faith”, 6.
[7] Gene R. Cook, Teaching by the Spirit [Enseñar por el Espíritu] (Salt Lake City: Deseret Book, 2000) 192.
[8] Richard G. Scott, “Helping Others to Be Spiritually Led” [Ayudar a otros a ser guiados espiritualmente], discurso dado en el Simposio del Sistema Educativo de la Iglesia, el 11 de agosto de 1998 (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1998), págs. 2–3.
[9] Henry B. Eyring, Transmisión por satélite de la sesión de capacitación del SEI el 10 de agosto de 2003.
[10] J. Reuben Clark, Jr., “The Charted Course of the Church in Education”, [El curso trazado por la Iglesia en la educación] en Charge to Religious Educators 3ª edición (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1994), 7.
[11] Jeffrey R. Holland, “We Are Teachers of the Gospel”, [Somos maestros del evangelio] introducción a “Una tarde con Gordon B. Hinckley”, 15 de septiembre de 1978.
[12] Henry B. Eyring, Transmisión por satélite de la sesión de capacitación del SEI el 10 de agosto de 2003.
[13] Jeffrey R. Holland, en Conference Report [Reporte de la Conferencia] de abril de 1998, 32; véase también Liahona de julio de 1998, 28.
[14] Bruce R. McConkie, “Finding Answers to Gospel Questions” [Hallar respuestas a preguntas del evangelio], en Charge to Religious Educators, 79.
[15] Boyd K. Packer, en Conference Report, octubre de 1986, 20.
[16] Jeffrey R. Holland, en Conference Report [Reporte de la Conferencia] de abril de 1998, 32; véase también Liahona de julio de 1998, 28. [Nota del editor: Twinkies son golosinas populares con muy poco valor nutritivo.]
[17] Jeffrey R. Holland, “Therefore, What” [Por lo tanto, ¿qué?], discurso pronunciado en la 24ª Conferencia Anual de los Educadores del Sistema Educativo de la Iglesia, el 8 de agosto de 2000 (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 2000), 2
[18] Holland, “Therefore, What”, 2.
[19] Henry B. Eyring, Transmisión por satélite de la sesión de capacitación del SEI el 10 de agosto de 2003.
[20] Robert Jones, “Asking Questions First” [Primero hacer preguntas] Ensign enero de 2002, 24.
[21] A Current Teaching Emphasis for the Church Educational System [Un énfasis actual para el sistema educativo de la Iglesia], carta con fecha 4 de abril de 2003.
[22] Boyd K. Packer, “The Candle of the Lord” [La vela del Señor] Ensign, enero de 1983, páginas 51–56.
[23] Cecil O. Samuelson Jr., “The Importance of Asking Questions” [La importancia de hacer preguntas], publicado en Brigham Young University 2001–2002 Speeches [Los discursos en la Universidad de Brigham Young 2001–2002] (Provo, UT.: Brigham Young University Press, 2002), páginas 149–157.
[24] Henry B. Eyring, “We Must Raise Our Sights” [Debemos elevar nuestra mira], discurso pronunciado en la Conferencia del Sistema Educativo de la Iglesia el 14 de agosto de 2001. (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 2001), 2.