“Aquellos que ven”: la asignación del siglo a los educadores de religión

Scott C. Esplin and Brent R. Esplin

Scott C. Esplin y Brent R. Esplin, "“Aquellos que ven”: la asignación del siglo a los educadores de religión," en Buscad Diligentemente​, ed. Richard Neitzel Holzapfel y Kent P. Jackson, trad. Nefi Treviño y Fernando Dealba (Provo, UT: Religious Studies Center, 2010), 197–224.

Scott C. Esplin es un profesor asistente de la historia y doctrina de la Iglesia en BYU.

Brent R. Esplin es el director del Instituto de Religión de Cedar City en la Universidad del Sur de Utah.

Hace algunos años que enseñé a “ese grupo”: treinta y cinco alumnos de primer año, y veintisiete de ellos eran hombres. [1]

Estoy seguro que cada maestro ha tenido o algún día tendrá un grupo como ese. Puede ser que todos necesiten uno. Como es de suponer (parece que siempre sucede así) era a la quinta hora, justo después del almuerzo. Para el inicio del segundo semestre ya había disminuido el idealismo que habíamos sentido para el nuevo año desde el simposio del Sistema Educativo de la Iglesia (SEI), y me sentía frustrado. Sobre todo me inquietaba una declaración hecha por el presidente J. Reuben Clark hijo, en “El curso trazado por la Iglesia en la educación” ya que les prometió a los maestros: “Los jóvenes de la Iglesia tienen hambre de las cosas del Espíritu; están ansiosos por aprender el evangelio, y lo quieren en su forma más pura y clara. Quieren saber [...] Estos alumnos ansían la fe [...] Están preparados para comprender la verdad.” [2]

Mis estudiantes tenían hambre, estoy de acuerdo, pero no de lo que yo les ofrecía. Era obvio que él no había visto mi grupo.

Ese año, yo tenía colgada en la pared una cita tomada de un discurso dado a los educadores de religión por el presidente Boyd K. Packer, en el cual citó al presidente Joseph F. Smith, quien dijo: “La mano del Señor puede que no sea visible para todos. Puede ser que haya muchos que no distinguen las obras de la voluntad del Señor en el progreso y el desarrollo de esta gran obra de los últimos días, pero hay aquellos que ven a cada hora y a cada momento de existencia de la Iglesia, desde su inicio hasta ahora, la mano todopoderosa y directora de Aquel que envió a su Hijo Unigénito. [3]

En esa ocasión, durante el invierno de aquel año, me encontraba muy lejos de ver la mano del Señor “a cada hora y a cada momento” de mi clase. Comencé a preguntarme si Él pasaría “cada hora” o “cada momento” en mi clase y si yo podría manejar otros grupos como ese durante los siguientes cuarenta años.

Pero el presidente Smith testificó. “Pero hay aquellos que ven”. ¿Quiénes son? Y ¿qué es lo que ven? ¿Cuál es la visión profética acerca de la educación religiosa? El presidente Packer, hablando de los empleados del SEI, comentó: “Me gustaría decir una o dos cosas acerca de mis asignaciones como Autoridad General [...] He aprendido de primera mano la manera en que las Autoridades Generales consideran a este grupo. Ahora conozco la importancia de este grupo de hombres, y no es como esperaba que fuera. Es mucho mejor de lo que esperaba que fuera. Ahora sé, de primera mano, cuán tremendamente importante es este grupo con referencia al destino de la Iglesia.” [4]

En otra ocasión, nuevamente el presidente Packer comentó: “No hay mejor ilustración, en la historia de la Iglesia, de la preparación profética de este pueblo que en los inicios del programa de seminarios e institutos. Estos programas se iniciaron cuando era bueno que existieran, pero no eran tan necesarios. Se les concedió una temporada para que crecieran y florecieran y se convirtieran en un baluarte para la Iglesia. Ahora han llegado a ser un don del cielo para la salvación del moderno Israel en una hora muy desafiante. Ahora nos hallamos rodeados. Nuestros jóvenes se encuentran en un peligro desesperante. Éstos son los últimos días, previstos por los profetas de la antigüedad.” [5]

Los profetas no usan a la ligera frases como “tremendamente importante”, “preparación profética”, y “don del cielo”. ¿Qué es lo que ven al ser bendecidos con comprensión espiritual de la juventud y la educación?, ¿Cómo se sienten los profetas acerca de la educación religiosa? ¿Por qué les importa tanto?

Estas preguntas iniciaron nuestra búsqueda de los discursos de las Autoridades Generales relacionados con la educación. Desde 1938, cerca de 150 discursos de Autoridades Generales han sido dirigidos a audiencias del SEI. Esos discursos incluyen mensajes dados en las convenciones de verano de BYU, los simposios del SEI, las reuniones anuales “Una tarde con una Autoridad General”, y las transmisiones de capacitación por satélite del SEI. Estos discursos, que abarcan 70 años, representan lo que el presidente Packer llamó la “preparación profética” [6] del SEI así como la visión profética de más de cuarenta de los ungidos del Señor para la educación.

La ley de la enseñanza

Los discursos del siglo revelan un modelo que se adhiere a las directivas que el Señor ha dado para la educación. En 1987, el presidente Ezra Taft Benson preguntó: “¿Estamos usando los mensajes y el método de enseñanza que se encuentran en el Libro de Mormón y otras escrituras de la Restauración para enseñar el gran plan del Dios Eterno?” [7]

¿Qué quiso decir él con el “método de enseñanza que se encuentra en [las escrituras]? ¿Existe un método que el Señor nos haya dado y que espera que usemos al enseñar Su evangelio? Si es así, ¿donde se encuentra? Si existe un método, ¿lo enseñan y lo utilizan las Autoridades Generales cuando capacitan?

El Señor delineó los elementos de un modelo de enseñanza en la sección a la que José Smith se refirió como “la ley de la Iglesia”. Doctrina y Convenios describe una “ley de enseñanza” con las siguientes palabras: “Y además, los élderes, presbíteros y maestros de esta iglesia enseñarán los principios de mi evangelio, que se encuentran en la Biblia y en el Libro de Mormón, en el cual se halla la plenitud del evangelio. Y observarán los convenios y reglamentos de la iglesia para cumplirlos, y esto es lo que enseñarán, conforme el Espíritu los dirija” (DyC 42:12–13).

La ley de enseñanza del Señor incluye cuatro elementos: enseñar los principios y doctrinas, observar los convenios, obedecer los reglamentos de la Iglesia y ser dirigidos por el Espíritu. Los discursos dados a los educadores religiosos comentan y demuestran cada uno de estos cuatro elementos.

“El curso trazado”: Un punto de partida para encontrar el método del Señor

El primer discurso publicado, “El curso trazado por la Iglesia en la educación” tuvo un papel especial en el establecimiento de los principios que guían la educación religiosa. Desde que lo pronunció, los profetas se han referido a él continuamente, estableciéndolo como modelo. Refiriéndose al discurso hito del presidente Clark, el presidente Henry B. Eyring dijo: “El lugar en el que siempre empezaría, para asegurarme de saber cuáles son los principios, sería leer el discurso del presidente J. Reuben Clark, hijo, ‘El curso trazado por la Iglesia en la educación’ [...] Él vio nuestra época y más allá, con visión profética. Los principios que enseñó, acerca de la forma en que debemos ver a nuestros estudiantes y por lo tanto como debemos enseñarles, siempre serán aplicables en los salones de clase [...] El gran cambio en nuestras aulas, a medida que el reino vaya a cada nación, tribu lengua y pueblo, verificará la visión profética del presidente Clark [...] Los principios descritos hace tantos años serán una guía segura en los años futuros.” [8]

El presidente Packer escribió del mismo discurso: “El presidente Clark era profeta, vidente y revelador. No existe la menor duda de que una inspiración excepcional ayudó en la preparación de su mensaje. Hay tal poder y claridad en sus palabras, excepcional aún para él [...] Léanlo y medítenlo cuidadosamente, porque al aplicar la definición que el Señor mismo dio, confortablemente se puede considerar como escritura esta instrucción.” [9]

Los profetas tienen un sentimiento tan fuerte acerca de los principios que se delinearon en “El curso trazado por la Iglesia en la educación” que lo citan continuamente. El presidente Marion G. Romney, en su discurso a los educadores de religión en 1980, desechó un discurso que había preparado previamente (según lo indicó el presidente Eyring) [10] y en vez de eso dijo: “Debido a que esta asignación de hablarles a ustedes, maestros profesionales en las instituciones de la Iglesia, acerca de cómo enseñar el evangelio de Jesucristo requiere de un don natural que no poseo, diré lo que pienso que se tiene que decir usando las palabras del presidente J. Reuben Clark hijo.” [11] Entonces, procedió a citar palabra por palabra de “El curso trazado por la Iglesia en la educación”.

Poco después, el presidente Eyring habló de lo que aconteció esa noche después del discurso, mientras iba en el automóvil con el presidente Romney. Le preguntó: “Presidente Romney, ¿no cree usted que la juventud y que el mundo han cambiado casi por completo desde que el presidente Clark dio ese discurso en 1938? [...] ¿Cree usted que lo que dijo el presidente Clark todavía describe la forma en que debemos acercarnos a nuestros estudiantes hoy en día?” El presidente Romney sonrió, guardó silencio durante un momento, y luego dijo: ‘Oh, yo creo que el presidente Clark pudo ver nuestra época y más allá.’” [12]

La visión del presidente Clark de “nuestra época y más allá” incluye, al igual que Doctrina y Convenios 42:12–13, un examen de la doctrina, los convenios, los artículos (consejos para los maestros) y la enseñanza dirigida por el Espíritu. Es interesante notar que no incluye ninguna mención de las condiciones de la época, aunque el discurso fue dado al final de la Gran Depresión y cuando empezaba en Europa la Segunda Guerra Mundial. Sus palabras no son sensibles al tiempo; no contienen frases tales como “en nuestros tiempos difíciles”, “en vista de lo que está sucediendo”, o “por lo que se ve en el horizonte”. Al igual que las escrituras, sus palabras trascienden el tiempo y las circunstancias al declarar los hechos como si fueran aplicables en cualquier tiempo o lugar en la historia. Y como lo declaró el presidente Romney, otro miembro de la Primera Presidencia, el presidente Clark recibió un “dotación” especial para la situación. [13]

En lo que resta de este artículo, analizaremos los cuatro elementos del método de enseñanza del Señor delineado en Doctrina y Convenios 42:12–13. Las secciones incluirán las palabras del presidente Clark acerca del tema, apoyadas por comentarios proféticos de otras Autoridades Generales en sus consejos a los empleados del SEI. Al final, incluirá un resumen del sentir de las Autoridades Generales respecto a los estudiantes, los maestros y el papel de la educación de religión en el destino de la Iglesia.

La doctrina

La palabra doctrina, según se usa en Doctrina y Convenios 42:12, se refiere a “los principios [del] evangelio, que se encuentran en la Biblia y en el Libro de Mormón”. Desde la época del presidente Clark hasta ahora, la doctrina ha recibido un énfasis muy fuerte en los discursos de las Autoridades Generales para el SEI, con más de sesenta discursos que tratan ese tema. El élder Mark E. Petersen declaró: “Nuestras autoridades son las escrituras, los cuatro libros canónicos. José Smith y los otros presidentes y líderes también son nuestras autoridades. Ellos son los líderes de fila que nos guían. Debemos enseñar como ellos lo hacen. Debemos evitar las doctrinas que ellos evitan, debemos evadir las prácticas que ellos evaden. [14]

Asimismo, el presidente Clark declaró:

No hay razón ni excusa para el establecimiento de nuestras instalaciones e instituciones para la enseñanza y la capacitación religiosas a menos que a los jóvenes se les enseñe y se les capacite en los principios del Evangelio, abarcando en ello los dos grandes conceptos: que Jesús es el Cristo y que José fue el Profeta de Dios. Enseñar un sistema de ética a los alumnos no es razón suficiente para operar nuestros seminarios e institutos [...] Existen grandes principios que tienen que ver con la vida eterna, el sacerdocio, la resurrección y muchas otras cosas semejantes que van más allá de los preceptos del buen vivir. También se deben enseñar a los jóvenes estos grandiosos principios fundamentales; son las cosas que los jóvenes quieren conocer primero. [15]

Y continuó:

Es cierto que ustedes tienen interés en asuntos puramente culturales y en asuntos de conocimiento puramente secular; pero repito otra vez, a fin de dar énfasis, que el interés principal de ustedes y casi su único deber es enseñar el Evangelio del Señor Jesucristo tal como ha sido revelado en estos últimos días. Deben enseñar este Evangelio, usando como recurso y autoridad los libros canónicos de la Iglesia y las palabras de aquellos a quienes Dios ha llamado para dirigir a su pueblo en estos últimos días. Ustedes no deben, no importa la posición que ocupen, mezclar en su trabajo la propia filosofía particular de ustedes, no importa cuál sea su origen ni cuán agradable o racional les parezca [...] Ustedes no deben, no importa el puesto que ocupen, cambiar las doctrinas de la Iglesia ni modificarlas. [16]

El poder de la doctrina

Los profetas han hecho promesas en cuanto al poder de la doctrina al enseñar. El élder Bruce R. McConkie testificó: “Ustedes no cambian la vida de nadie enseñándole matemáticas [...] Pero ustedes si cambian la vida de las personas cuando les enseñan las doctrinas de salvación.” [17]

El élder Jeffrey R. Holland declaró: “La Iglesia tiene una gran obra que realizar, y la queremos hacer precisamente en el centro del camino estrecho y angosto. Enseñen el evangelio. Enseñen la doctrina. Tiene todo el poder y atracción que necesitarán para retener a sus alumnos.” [18]

Qué doctrinas enseñar

Con la fe de que el enseñar la doctrina tiene poder, ¿qué constituye la “doctrina” en el salón de clases del SEI? Al hablar de las Autoridades Generales, el élder Petersen comentó: “Debemos evitar las doctrinas que ellos evitan.” [19]

¿Cuáles son las doctrinas que enseñan las Autoridades Generales? ¿Cuáles son las que evitan? ¿Han demostrado al SEI el modelo a seguir? El presidente Harold B. Lee les aconsejó a los maestros: “Ahora, no estamos enviándoles como maestros a enseñar doctrinas nuevas. Deben enseñar las doctrinas antiguas, no don una claridad que permite simplemente entenderlas, sino con una claridad tal que nadie pueda malentenderlas. [20]

Una parte de la enseñanza clara incluye el enseñar a la audiencia correcta. El que una cosa sea verdad no significa que deba enseñarse en el salón de clases. El presidente Packer advirtió: “Para el escritor o el maestro existe la tentación [...] de querer decir todo, ya sea bueno o que promueva la fe o no. Algunas cosas verdaderas no son tan útiles [...] El escritor o el maestro que tiene una lealtad exagerada a la teoría de que todo debe decirse, está poniendo los cimientos para su propio juicio [...] Importa muchísimo no solamente lo qué se nos dice sino cuándo se nos dice. Sean cuidadosos para que edifiquen la fe en vez de destruirla.” [21]

Debido a esta advertencia, las Autoridades Generales nos han dado ayudas poderosas para apoyar al maestro a determinar lo apropiado de la doctrina. Una de esas ayudas es el documento “Basic Doctrine” (La Doctrina Básica) que se publicó en la tercera edición de Charge to Religious Educators. Este documento de dos páginas enlista y explica las doctrinas básicas y los objetivos generales [...] que han sido aprobados por el Consejo de Educación de la Iglesia.” [22]

Otra ayuda son los discursos de las Autoridades Generales. De nuevo, como lo dijo el élder Petersen: “Debemos evitar las doctrinas que ellos evitan.” [23]

Los maestros pueden ver a los profetas como el modelo a seguir en la enseñanza doctrinal, ya que casi la mitad de los discursos tienen que ver con la doctrina. La mayoría son de una época de gran comentario doctrinal, las décadas de 1950 y 1960, en las que autoridades como Joseph Fielding Smith y Harold B. Lee establecieron la doctrina y pusieron el ejemplo de cómo enseñarla.

Una tercera (y probablemente la más grande) ayuda en la enseñanza de la doctrina verdadera ha sido dada por el Señor mismo. El élder McConkie enseñó: “Las escrituras mismas presentan el evangelio en la manera en que el Señor quiere que se nos presente en nuestra era [...] Debemos enseñar en la forma en que las cosas están registradas en los libros canónicos que tenemos. Y si quieren saber que énfasis se debe dar a los principios del evangelio, simplemente enseñen todos los libros canónicos y, automáticamente, en el proceso, se les dará el énfasis del Señor para cada doctrina y cada principio.” [24]

Advertencias acerca de enseñar lo sensacional

A los maestros se les ha advertido que eviten lo sensacional cuando enseñen la doctrina. El presidente Spencer W. Kimball amonestó:

Puede que haya la tendencia, quizá haya la tentación, para algunos maestros de seminarios e institutos de querer profundizar en las cosas de las que no nos preocupamos [que no son de principal importancia] en la vida eterna de la juventud. Quizá lo hagan para obtener algo que sería espectacular; algo desconocido; algo un poco extraño; un poco diferente; o algo que no había sido descubierto [...] El maestro que fomenta la curiosidad o incita a comentar las cosas que no son parte de la vida o de las experiencias de sus estudiantes les hace mal [...] Los maestros deben sujetarse a las fases prácticas de la vida diaria y no exponer novedades extrañas, espectaculares y emocionantes. [25]

El presidente James E. Faust comentó: “Me he preguntado si unos cuantos de los eruditos del evangelio, incluyendo a los educadores de la Iglesia, se aburren con la vida diaria, con lo básico, y con los primeros principios y lo fundamental del evangelio. Algunos encuentran que lo esotérico es intrigante. Estos milagros y misterios tienen algo de fascinación. Todos haríamos bien en enseñar los principios y los convenios que edifican la fe más que enseñar historia o geografía.” [26]

El élder Holland resumió el desafío con esta advertencia:

Hermanos y hermanas, por el bien de la Iglesia y de sus estudiantes y del evangelio que amamos y enseñamos, esfuércense por mantenerse equilibrados y centrados, no dados a extremismos o rumores, al sensacionalismo o a caprichos pasajeros de distintas formas que con frecuencia barren la tierra (y que algunas veces vienen entre los miembros de la Iglesia). En este respecto, ustedes pueden ser para nosotros, y esperamos que con nosotros, parte de la solución y nunca parte del problema.

Conozco el desafío de tratar de mantener la atención de la clase. Cada maestro quiere ser, en el mejor sentido, como el flautista de Hammelin, atrayente para los alumnos por las razones correctas y cautivándolos por nuestro dominio de las verdades del evangelio. En esta audiencia, ustedes y yo sabemos lo difícil que es eso hora tras hora, día a día, semana tras semana. El enseñar con eficacia, el enseñar con poder, el enseñar con entusiasmo, con una preparación sólida y con materiales de apoyo que sean atractivos, ésa es una tarea muy ardua; está entre las cosas más difíciles que conozco y con seguridad entre las cosas más difíciles que jamás haya hecho. Pero, por favor, resistan la tentación de irse hacia lo sensacional o a los extremos de cualquier doctrina que enseñen o cualquier consejo que puedan dar.” [27]

Por lo tanto, debemos enseñar las doctrinas básicas de la Iglesia tal como se encuentran en los libros canónicos y en las palabras de los profetas. Después de todo, según lo dijo el presidente Clark, estas son “las cosas que los jóvenes quieren conocer primero”. Ya para terminar su discurso el resumió: “El diezmo representa demasiado esfuerzo, demasiada abnegación, demasiado sacrificio, demasiada fe, como para que se use en la insípida instrucción de los jóvenes de la Iglesia en éticas elementales [...] Al decir esto, hablo en representación de la Primera Presidencia.” [28]

Los convenios

Los profetas han hecho hincapié en que la enseñanza es algo más que solamente declarar la doctrina verdadera. El presidente Eyring agregó un segundo aspecto cuando declaró: “Si hacemos la doctrina simple y clara, y si enseñamos de nuestro propio corazón cambiado, llegará el cambio para ellos [los estudiantes].” [29]

Asimismo, el élder Neal A. Maxwell recordó su propia experiencia en el seminario: “Mis propios recuerdos de mis maestros en el Seminario de Granite High [...] Básicamente se han destilado en lo que eran en términos de su carácter. Se han olvidado los menús específicos de las lecciones, ¡pero me acuerdo de los chefs! Y posiblemente sea lo mismo con ustedes. Serán recordados no solamente por lo que enseñaron, sino más por cómo fueron.” [30]

El presidente Romney enfatizó el poder del ejemplo de un maestro: “Preferiría que él [el maestro] errara un poco en cuanto a si las puertas del cielo abren hacia adentro o hacia afuera a que no estuviera viviendo de forma tal que las pueda cruzar.” [31]

En otro discurso él comentó: “Nunca pongo atención a la interpretación del evangelio que haga una persona si sé que no está guardando los mandamientos.” [32]

La ley de enseñanza del Señor en la sección 42 sigue así: “Y observarán los convenios”. Observar los convenios, desde la perspectiva del maestro, incluye los compromisos tanto de rectitud personal en la vida diaria como las obligaciones de ser empleados de la Iglesia. Esto tiene que ver con ser dignos del Espíritu, leales a las asignaciones de enseñanza y obedientes a las directrices dadas por las escrituras, nuestros líderes de fila y los siervos del Señor.

¿Qué es lo que el presidente Clark estableció en “El curso trazado” como la norma para todos los maestros? “El primer requisito que un maestro debe tener para enseñar estos principios es un testimonio personal de la veracidad de ellos [...] Ningún maestro que no posea un verdadero testimonio de la veracidad del evangelio [...] debe tener cabida alguna en el Sistema Educativo de la Iglesia. Si hubiese alguien así [...] debe renunciar de inmediato.” [33]

El presidente Clark enfatizó no solamente la importancia de tener un testimonio sino también de tener el valor moral e intelectual de declararlo.

¿Qué es lo que las Autoridades Generales han enseñado respecto del cumplimiento de los convenios en el método de enseñanza del Señor? Parece ser que el mayor énfasis en guardar los convenios fue en la década de 1970 cuando fueron atacados la dignidad personal y el guardar los convenios. Enfocándonos en ese período de tiempo, ¿qué es lo que los ungidos del Señor les dijeron a los maestros con respecto a la dignidad prometida en los convenios?

El presidente Packer aconsejó a los maestros, “asegúrense de estar comprometidos, de no ser neutrales, de ser parciales, de tener un solo lado y de estar del lado del Señor.” [34]

Él continuó: “En alguna parte de la tierra en nuestra época, nuestra juventud debe—absolutamente debe—poder unirse a alguien que no está confuso y que está seguro de su fe [...] Alguien debe ponerse de pie, enfrentar la tormenta, declarar la verdad y dejar que soplen los vientos y estar tranquilo y sereno y firme al hacerlo. Esa es su responsabilidad y su obligación como maestros.” [35]

Durante ese mismo período el presidente Kimball declaró:

Espero que ustedes sean una roca tan sólida que ellos puedan recibir de ustedes la fuerza que pueda ser un disuasivo a los problemas [...] Los estudiantes no merecen sufrir a causa de los problemas de ustedes [...] Sus estudiantes tienen derecho a esperar años de espiritualidad por medio de su enseñanza eficaz [...] En gran medida, una gran medida, los jóvenes van al templo para casarse debido a ustedes [...] Ellos van al templo porque ustedes fueron al templo, porque ustedes les han hablado del templo. Ustedes les han estado hablando acerca del gozo de una vida del templo, y a causa, en gran parte, de su influencia, ellos irán al templo después de haber cumplido sus misiones. [36]

El presidente Benson les recordó a los maestros: “Su primera responsabilidad como maestros del evangelio es prepararse espiritualmente. Todos ustedes fueron entrevistados por una Autoridad General cuando solicitaron empleo en el Sistema Educativo de la Iglesia. Me imagino que a todos ustedes les preguntaron si tienen un testimonio [...] Su responsabilidad es vivir de acuerdo con lo que enseñan. En su vida, sean consistentes con el mensaje que les declaran a sus estudiantes.” [37]

Al leer los discursos que se han dado a lo largo de los años, nos parece ser que las Autoridades Generales se han preocupado por que guardemos nuestros convenios, particularmente en relación con lo siguiente:

  1. Que tengamos testimonios firmes del Salvador y del Profeta José Smith y el valor para testificar de ellos.

  2. Que seamos verídicos a las preguntas hechas por las Autoridades Generales durante la entrevista para el empleo y a las que se establecieron en nuestras cartas de asignación.

  3. Que nuestras vidas estén en armonía con los convenios que hemos hecho personalmente.

  4. Que lo que enseñamos y la forma en que vivimos estén en armonía.

  5. Que seamos defensores de las Autoridades Generales y que “enseñemos lo que enseñan los profetas”.

  6. Que no haya duda de nuestra lealtad a la doctrina y a las Autoridades Generales.

El Señor y las Autoridades Generales recalcan que los maestros guarden los convenios debido a que el hacerlo es una forma poderosa para enseñar. El élder Maxwell resumió:

Todos ustedes comprenden, desde hace mucho, que enseñan lo que son. Esa es la lección que, en los recuerdos de sus estudiantes, sobrevivirá a todas las demás lecciones que les enseñen. Ustedes, como personas, pueden pesar mucho en la memoria de sus estudiantes. Sus técnicas de enseñanza serán algo secundario comparado con lo que son como individuos. Se recordarán más sus rasgos de carácter, de manera compuesta, que una verdad específica en una lección particular. Esta es la forma en que debe de ser, porque si nuestro discipulado es serio, se notará, y será recordado [...] Ni ustedes ni yo podemos ser maestros de éxito en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días si las cosas no están bien en nuestros llamamientos eternos. [38]

Los reglamentos de la Iglesia

Como maestros, no es suficiente enseñar la doctrina pura y guardar nuestros propios convenios, aunque éstos son muy poderosos en la ley de enseñanza. En Doctrina y Convenios 42, el Señor requiere algo más al declarar, “Y observarán los convenios y reglamentos de la iglesia para cumplirlos”. ¿Cuáles son los “reglamentos de la iglesia’? En la época en que se escribió Doctrina y Convenios, lo que ahora conocemos como las secciones 20 y 22 se llamaba “Los Reglamentos y Convenios de la Iglesia” Hablando de estos convenios, José Smith declaró: “De esta manera, el Señor continuó dándonos instrucciones de vez en cuando, con respecto a los deberes que nos han sido delegados.” [39]

El diccionario de Noah Webster de 1828 [en inglés solamente] nos da lo siguiente como parte de la definición del término artículo [traducido en DyC como reglamento]: “Una cláusula individual en un contrato, cuenta, sistema de reglas, tratado u otro escrito; un asunto o asignación particular y distinto, en una cuenta, un término, una condición o estipulación en un contrato.” [40]

“Los reglamentos de la Iglesia”, para nuestros fines, son las instrucciones, los deberes, las reglas, las asignaciones y las estipulaciones que constituyen, más allá del mero cumplimiento de los convenios, el ser un maestro. Son las instrucciones concernientes a la enseñanza. No es suficiente vivir como lo indican los reglamentos de la Iglesia y enseñar la doctrina pura. Según lo indicó el élder Petersen, debemos “enseñar como lo hacen los profetas.” [41]

Por tanto, ¿qué es lo que los profetas han dicho específicamente acerca de la enseñanza? ¿Cómo pueden los maestros mejorar la enseñanza? El élder Holland indicó que hay algo, además de guardar los convenios, que es parte de una enseñanza valiosa:

Para un grupo de maestros profesionales no hay necesidad de recordarles incesantemente de que, después de purificarnos a fin de tener la compañía del espíritu del Señor, se nos requiere que desarrollemos un verdadero dominio de nuestra profesión, usando las mejores técnicas educativas que podamos emplear y afinándolas durante tanto tiempo como tengamos el privilegio de entrar al salón de clases. Debemos dedicar la misma clase de esfuerzo a mejorar nuestras habilidades educativas que cualquier hombre o mujer ejerza en alguna otra profesión, ya sean médicos, o abogados, o expertos en computación, o microbiólogos. En el Sistema Educativo de la Iglesia es esencial, pero no suficiente, que seamos buenos hombres o mujeres; también debemos ser buenos en lo que hacemos. Debemos ser muy buenos. Nuestra materia y las vidas de nuestros estudiantes exigen que pongamos nuestro mejor esfuerzo en la enseñanza. [42]

El élder Maxwell también comentó la importancia de la enseñanza eficaz:

Claro que hay personas que observan sus convenios pero a quienes les falta carisma al enseñar. Por supuesto que hay algunos cuyas vidas están en orden pero que no son emotivos como maestros. Sin embargo, el Espíritu bendice los esfuerzos de todos los que viven dignamente. Avala lo que dicen o hacen. Hay una autenticidad testimonial que procede de quien guarda los mandamientos que habla por sí misma. Por lo tanto, prefiero la exactitud doctrinal y la certeza espiritual (aunque sea con un poco de aburrimiento) al carisma de la inteligencia no anclada.

Sin embargo, parte de lo que puede faltar, a veces, en los maestros decentes es una refrescante emoción personal acerca del evangelio que pueda ser muy contagiosa. Ya que solamente podemos expresar la más mínima parte de lo que sentimos, no debemos permitir que esa “más mínima parte” se haga de menor tamaño. [43]

El presidente Clark fijó la norma para mejorar las técnicas educativas y para aumentar la “más mínima parte”: “Pero antes de llevar a la práctica las ideas más innovadoras en cualquier campo del saber, de la educación, de la actividad o de lo que sea, los expertos deberían detenerse un momento y considerar que a pesar de lo atrasados que piensen que estamos y lo atrasados que en verdad podamos estar en algunas cosas, en otras les llevamos la delantera y por eso esos métodos nuevos tal vez sean viejos, si es que ya no son del todo obsoletos para nosotros.” [44]

Él continuó hablando de los métodos de enseñanza: “Ustedes no tienen que ubicarse detrás de ese joven que tiene experiencia espiritual a fin de susurrarle la religión al oído; pueden ubicarse delante de él, cara a cara, y hablar con él [...] No hay necesidad de encaramientos graduales, ni cuentos, ni mimos, ni apadrinamientos u otro recurso infantil usado en los esfuerzos para hacerse entender por aquellos que no tienen experiencia espiritual y que están espiritualmente muertos.” [45]

Por lo tanto, enseñar en el SEI es diferente a enseñar en cualquier otro ambiente público o privado. Las técnicas que funcionen en otras partes puede que “sean viejos, si es que ya no son del todo obsoletos para nosotros”. La enseñanza es diferente porque el tema y los estudiantes son diferentes.

El enseñar trucos, juegos y lo pasajero

El élder McConkie indicó la diferencia entre la enseñanza en el Sistema Educativo de la Iglesia y otra enseñanza. Después de citar la declaración del presidente Clark con respecto a los cuentos, los mimos, los apadrinamientos y otros recursos infantiles, el élder McConkie declaró:

“Me supongo que [la declaración] tiene que ver con los juegos y las fiestas y las diversiones y los trucos los cuales, en realidad, hermanos, son substitutos muy pobres a la enseñanza de las doctrinas de salvación a los estudiantes que tienen.” [46]

En el mismo sentido, el élder Richard G. Scott comentó: “No hay lugar en su enseñanza para los trucos, las modas pasajeras o los sobornos por medio de favores o regalos. Tales actividades no producen la motivación duradera para el desarrollo personal, ni resultado benéfico y duradero alguno. Dicho simplemente, las verdades que se presentan en un ambiente de amor y confianza verdaderos son las que reciben el testimonio del Espíritu que las confirma.” [47]

El presidente Benson advirtió: “Ustedes no fueron contratados para entretener a los estudiantes o para dramatizar indebidamente su mensaje.” [48]

Así que ¿cómo encontramos el equilibrio entre la “refrescante emoción personal” del élder Maxwell y la declaración del presidente Benson de que “no fueron contratados para entretener [...] o dramatizar indebidamente”, especialmente en las frías mañanas del invierno cuando el maestro puede estar más cansado que los estudiantes?

El presidente Eyring dio una clave para la enseñanza eficaz en el SEI al declarar:

Nuestra meta consiste tanto en que los estudiantes decidan volver a nuestra aula todos los días como en que perseveren con fe hasta el fin de la vida. Lograr que regresen parece requerir cierta clase de entretenimiento, y para el largo plazo parecería que se necesita una medicina más severa. Estas dos metas parecen ser incompatibles, o al menos muy difíciles de lograr en el mismo salón de clases. Pero para mí está claro que lo que los estudiantes —aún los más jovencitos— quieren a corto plazo es también la preparación necesaria para el largo camino que les espera, no obstante lo angosto o lo neblinoso que pueda ser en algunos lugares. Lo que todo estudiante quiere ahora es la felicidad. Y lo que el estudiante querrá para el resto de la vida y la eternidad es la felicidad. [49]

¿Cómo le enseñamos la felicidad a un joven de catorce años de primer año de la preparatoria? Casi veinte años antes, el presidente Eyring dio otra clave. En un discurso a los administradores del SEI, declaró:

Hay una fe tremenda en la manera en que están modificando el programa de estudio. Esa fe consiste en creer que es posible guiar a los jóvenes hacia las escrituras y que lleguen a amarlas [...] Siento que debe haber una manera [...] para lograr que ellos usen más las escrituras y menos las otras cosas, y algo en mi corazón me dice que eso es lo correcto [...] Tengo una corazonada, si ustedes quieren mi predicción, que de aquí a cuatro o cinco años verán en nuestras clases a más jóvenes SUD meditando las escrituras, comentándolas unos con otros, enseñándose mutuamente acerca de ellas, amándolas, creyendo que allí están las respuestas a las preguntas que tienen en el corazón [...] Para que los jóvenes hagan eso, se requerirá un milagro. [50]

Más recientemente, el élder Holland ha verificado este enfoque en las escrituras: “No es de sorprender que a medida que los tiempos se hacen más difíciles y el camino está más lleno de piedras, los hermanos hayan enfocado nuestro programa de estudios en las escrituras a todos los niveles, tanto en la Iglesia como en el SEI. Por favor, sumérjanse ustedes mismos en ellas y sumerjan en ellas a sus estudiantes. No se vayan por caminos prohibidos para que no se pierdan en los vapores de obscuridad. ¡Ustedes saben lo que les pasó a esas personas! Permanezcan con la barra de hierro, la cual es la palabra de Dios. Usen cualquier técnica de enseñanza que necesiten para ayudarles con sus lecciones, pero mantengan al mínimo las historias de guerra y las doctrinas extrañas y las experiencias cercanas a la muerte. Quédense en el corazón de la veta en donde está el oro.” [51]

El presidente Eyring mismo resumió recientemente el cambio: “Donde hubo una vez una abundancia de material preparado para retener la vaga atención de los jóvenes y aún para divertirlos, ahora las palabras de las escrituras están haciendo la retención.” [52]

Las Autoridades Generales nos han aconsejado cómo enseñar las escrituras para que se realice este milagro. Se le ha asignado al SEI que enseñe las escrituras secuencialmente, usando los cursos de estudio aprobados por la Iglesia. El presidente Benson manifestó su fe en estos materiales: “Recuerden siempre que no hay un substituto satisfactorio para las escrituras y para las palabras de los profetas vivientes. Éstas deben ser sus recursos originales. Lean y mediten más lo que el Señor ha dicho, y menos lo que otros han escrito respecto a lo que ha dicho el Señor [...] Si se limitan a las doctrinas fundamentales y los principios del evangelio, adhiriéndose a los libros canónicos, a las palabras de las Autoridades Generales y a los cursos de estudio delineados por el Sistema Educativo de la Iglesia, buscando la guía del Espíritu, no tendrán problemas para seguir este consejo.” [53]

En el mismo sentido el presidente Eyring prometió: “Podemos abrir el poder del curso de estudio, simplemente actuando con nuestra fe de que es inspirado de Dios [...] Adherirnos al curso de estudio tanto como a su secuencia no sofocará nuestros dones de enseñanza, sino que los potenciará.” [54]

¿Qué pasa si las escrituras, los profetas y los cursos de estudio no dicen nada en cuanto a alguna pregunta que los jóvenes nos puedan hacer? El presidente Eyring aconsejó:

Al hacerles preguntas a nuestros estudiantes, con seguridad despertaremos preguntas en sus mentes. Algunas veces nos preguntarán cosas que son nuevas para nosotros o para las cuales no conocemos las respuestas que han dado los profetas. En esos momentos haremos bien en recordar cuál es nuestro propósito, que es permitir que nuestros alumnos sean alimentados al oír la verdad que pueda ser confirmada por el Espíritu Santo. Donde tengamos duda de poder contestar con una verdad fundamental y bien establecida en el evangelio de Jesucristo, les hacemos más bien a nuestros estudiantes si simplemente decimos: “no lo sé” [...] Podemos mostrarles a los estudiantes nuestra fe de que Dios contesta todas las preguntas para las que necesitamos una respuesta y nuestra paciencia para seguir adelante sin respuestas para todas las demás. [55]

El presidente Lee dio un consejo similar: “Hermanos, es más sabio que digan, ‘no lo sé’ cuando los jóvenes hagan preguntas sobre las cuales el Señor no ha hablado. Nunca se atrevan a opinar de un asunto sobre el cual el Señor ha revelado muy poco.” [56]

¿Cómo puede un maestro[a] tener el valor de contestarle “no lo sé” a un estudiante a quien ama cuando sabe que está luchando con una duda particular? El presidente Howard W. Hunter advirtió:

Permítanme darles una palabra precautoria. Estoy seguro que reconocen el peligro potencial de ser tan persuasivo y tan influyente que sus estudiantes desarrollen una lealtad hacia ustedes y no hacia el evangelio. Ese es un magnífico problema al cual enfrentarse, y quisiéramos que todos ustedes sean ese tipo de maestro carismático. Pero existe aquí un peligro genuino. Ése es el por qué deben invitar a sus alumnos a que se sumerjan ellos mismos en las escrituras y que no solamente les presenten su interpretación de ellas. Ese es el por qué deben invitar a sus estudiantes a que sientan el Espíritu del Señor y no darles solamente su interpretación de lo que es eso. Ese es el por qué, finalmente, deben invitar a sus estudiantes directamente a Cristo y no solamente a uno que enseñe Sus doctrinas, aunque lo haga muy hábilmente. Ustedes no siempre estarán disponibles para estos estudiantes. No pueden llevarlos de la mano después de que hayan terminado la preparatoria o la universidad. Además, ustedes no necesitan discípulos personales.

Nuestra gran tarea consiste en darles a estos estudiantes una sólida base lo que puede ir con ellos por toda la vida, dirigiéndolos hacia El que los ama y los puede guiar por donde ninguno de nosotros les podrá acompañar. Por favor, asegúrense de que la lealtad de estos estudiantes sea hacia las escrituras, hacia el Señor y las doctrinas del la Iglesia restaurada. Por favor, diríjanlos hacia Dios el Padre y Su Hijo Unigénito, Jesucristo, y hacia los líderes de la Iglesia verdadera. Por favor, asegúrense que cuando el glamour y el carisma de su personalidad y de sus clases y el ambiente de sus aulas se acaben no salgan a enfrentar el mundo con las manos vacías. Denles los dones que los sostendrán cuando tengan que estar solos. Al hacer ustedes esto, toda la Iglesia será bendecida por generaciones venideras. [57]

El consejo del presidente Hunter está apoyado por declaraciones semejantes hechas por el presidente Kimball y el presidente Monson concernientes a no asumir en las vidas de los estudiantes el papel de padre o del obispo. [58]

¿Qué es lo que los profetas han dicho acerca de las apropiadas relaciones entre maestro y alumno? ¿Deben hacer algo? Mientras que los profetas les recuerdan constantemente a los maestros del SEI acerca de su lugar correcto, también hablan constantemente acerca de tender la mano a los estudiantes. Éste ha sido un tema constante a lo largo del siglo.

En el año 1958, el élder A. Theodore Tuttle declaró: “Ustedes, hermanos deben poner el ejemplo de de compasión y honor. Los demás pueden olvidarse de estos estudiantes, pero ustedes nunca deben olvidarse de ellos [...] ¿Cómo podrían dormir si no estuvieran al tanto de todos sus estudiantes? Yo sé que es difícil llegar a todos. Pero podemos mejorar mucho. Eso es lo que les estoy pidiendo hoy.” [59]

El presidente Kimball pidió: “Espero que si alguno de los hijos de Dios están afuera en la obscuridad espiritual, ustedes se acerquen a ellos con una linterna e iluminen su camino; que si están afuera en el frío de la desolación espiritual con su frigidez penetrándoles los huesos, ustedes vengan con su abrigo y también con su capa; y que cuando ellos necesiten que ustedes caminen a su lado llevándoles de la mano por un corto trecho, ustedes caminen con ellos kilómetros y kilómetros, levantándolos, fortaleciéndolos, animándolos e inspirándolos.” [60]

“El Rescate” no fue solamente un bonito tema pionero para el sesquicentenario.

Son numerosos los ejemplos de consejo y directrices para la enseñanza. Es el tema mencionado con más frecuencia en los discursos dados al SEI; pues se ha tratado en el 60 por ciento de los discursos. El élder Tuttle tuvo mucha razón cuando dijo: “Yo creo que, después de todo, los profetas son los mejores maestros en la Iglesia.” [61]

El Espíritu

Aunque el programa de estudio dirigido por la Iglesia es importante en la ley de enseñanza, el Señor mismo incluye una cuarta y última fase, la del Espíritu. El élder Holland, citando Doctrina y Convenios 42:14, declaró: “‘Y se os dará el Espíritu por la oración de fe, y si no recibís el Espíritu no enseñaréis.’ [...] No es solamente que no van a enseñar o que no puedan enseñar o que será una enseñanza de baja calidad. No, es mucho más fuerte que eso ya que es la forma imperativa del verbo. ‘No enseñaréis’. Cambien la frase a no enseñarás y tienen el lenguaje del Monte Sinaí. Es un mandamiento. Éstos son los estudiantes del Señor, no los de ustedes.” [62]

El élder Maxwell observó lo siguiente:

Espero que encuentren nuevas formas de involucrar a la juventud en la lectura personal de las escrituras. La mejor analogía que viene a la mente es que son como un cancionero. Hay muchas melodías que necesitan escucharse y cantarse, y mis favoritas y sus favoritas no son necesariamente las que atraerán o serán de importancia para los jóvenes. Solamente por medio del contacto personal con las escrituras pueden ellos encontrar la canción que las escrituras les cantarán hoy en día a fin de satisfacer sus necesidades. No pueden contar con que el curso de estudio —cualquier curso de estudio— satisfaga las necesidades personales tan exacta y diestramente. Ellos tienen que abrir el cancionero y oír la música. Está allí. Les hablará; les cantará, pero algunas veces tendrá que ser en la privacidad de su propio estudio. No hay forma de que ustedes y yo podamos prever con precisión todas esas necesidades. [63]

Los consejos dados por las Autoridades Generales a lo largo de los años con respecto a enseñar por el Espíritu incluye tanto el aprender como el prepararse por medio del Espíritu. En al menos doce discursos que tratan este tema, las Autoridades Generales han enfatizado que toda la enseñanza la hace el Espíritu: “Por tanto, yo, el Señor, os hago esta pregunta: ¿A qué se os ordenó? A predicar mi evangelio por el Espíritu, sí, el Consolador que fue enviado para enseñar la verdad” (DyC 50:13–14; énfasis agregado). El Salvador declaró la misma verdad en la Última Cena: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo [...] él os enseñará todas las cosas” (Juan 14:26).

Este aspecto de la enseñanza ha recibido un énfasis aumentado desde 1980. A fines de los años 1970 y principios de los 1980, parece que ha habido un cambio en la Iglesia y en el SEI, con un mayor énfasis en ser dirigidos por el Espíritu. La enseñanza cambió al estudio secuencial de las escrituras, se redujeron los manuales y las ayudas, las lecciones para la reunión del Sacerdocio y la Sociedad de Socorro se volvieron a escribir y se puso mayor énfasis en la enseñanza de los padres en el hogar. En otras palabras, a los miembros, a los líderes y a los maestros se les animó a que aprendieran a seguir en sus vidas los susurros del Espíritu más en vez de depender de las directivas escritas, los manuales y las directrices de las oficinas de la Iglesia.

El presidente Eyring ilustró el cambio así: “Van a ver una reducción y aún la eliminación de las cosas no esenciales y mayor impaciencia con la ineficiencia [...] La manera en que se está revisando el programa de estudios demuestra una gran fe. La fe es de que los jóvenes pueden ser guiados hacia las escrituras y llegar a amarlas.” [64]

Este cambio ya se efectuó, y ha traído con él un mayor énfasis en las escrituras y en enseñar por medio del Espíritu y menor énfasis en los materiales. La predicción del presidente Eyring de que habría más jóvenes meditando, hablando, enseñando y creyendo en las escrituras ya se ha verificado. [65]

¿Qué es lo que las Autoridades Generales han compartido con nosotros respecto de enseñar con menos ayudas y con más Espíritu? El élder McConkie declaró: “No me preocupa tanto de qué hablar. Lo que sí me preocupa es poder sintonizarme con el Espíritu y expresar, de la mejor manera y en el mejor lenguaje que pueda, los pensamientos que son implantados por el poder del Espíritu. El Señor sabe lo que necesita oír una congregación, y Él ha preparado el medio para dar esa revelación a cada predicador y a cada maestro.” [66]

El élder L. Tom Perry aconsejó: “Lo primero y más importante, por supuesto, es enseñar con el Espíritu. Enseñar con inspiración significa reconocer y aprovechar cada momento adecuado para la enseñanza que se presente o que se pueda crear a propósito. Enseñar con el Espíritu permitirá que sus estudiantes sepan del amor que ustedes les tienen y especialmente del amor y la preocupación de Dios hacia ellos [...] Sería imposible ponerse enfrente de un grupo ‘encendidos’ con el Espíritu del Señor y no lograr que las vibraciones de su alma resuenen en los corazones de sus estudiantes.” [67]

El élder Richard G. Scott declaró:

El mayor impacto de todos es lo que ellos sientan en su presencia en el salón de clases y en todas partes [...] Es el compromiso de llevar una vida en la que cada hora se viva de acuerdo con las enseñanzas del Salvador y de sus siervos. Es el compromiso de esforzarse continuamente por ser más espiritual, más dedicado, más digno de ser el conducto por medio del cual el Espíritu del Señor pueda tocar el corazón de aquellos que les han sido confiados para que obtengan un mayor entendimiento de Sus enseñanzas [...] Las impresiones más duraderas, las mayores enseñanzas y los efectos más duraderos para bien, serán el resultado de su capacidad para invitar al Espíritu del Señor a que toque el corazón y la mente de aquellos a quienes enseñen. [68]

El élder Maxwell dio instrucciones detalladas, inclusive las cosas que se deben y que no se deben hacer, con respecto a enseñar con el Espíritu. Declaró:

El enseñar no le quita la responsabilidad al maestro de prepararse con oración y meditación. Enseñar por medio del Espíritu no equivale a “piloto automático” [...] Buscar al Espíritu tiene mejores resultados cuando le pedimos al Señor que tome las riendas de una mente ya bien informada, en la cual las cosas se han estudiado. Además, si nos preocupamos profundamente por aquellos a quienes se enseñará, es mucho más fácil para el Señor inspirarnos para dar el énfasis y consejo adecuados para aquellos a quienes enseñamos. Por lo tanto no podemos separarnos clínicamente cuando enseñamos por el Espíritu. [69]

El presidente Eyring compartió los resultados de la enseñanza por medio del Espíritu en el Simposio del SEI de 1999:

Yo invitaría con mucho cuidado al Espíritu Santo para que sea mi compañero. Los estudiantes no verían mucho de lo que haga, puesto que la mayoría sería hecha en privado. Pero sí notarían el cambio en mí, a medida que el Espíritu suavice mi carácter. Lo notarían porque ven que soy un poco más paciente, un poco más interesado en ellos, un poco menos dado a discutir y a menospreciar, un poco más propenso a sonreír. Notarían que no solamente yo parezco más feliz sino que ellos también son más felices en nuestro salón de clases [...] Y si deciden emular lo que vieron que me trajo felicidad, pueden escoger lo bueno porque eso trae la felicidad y paz de la compaña del Espíritu Santo. Y entonces el Espíritu Santo les enseñará todo cuanto deban hacer para complacer a Dios y así llevar consigo la felicidad muchos años después de que hayan salido del salón de clases. [70]

La visión profética del SEI

Los profetas en verdad tienen una visión de lo que el sistema educativo puede hacer con la juventud de la Iglesia. Un último tema común de los setenta años de historia de los discursos al SEI es la visión profética para la juventud de los últimos días y para sus maestros. Casi todos los discursos, desde la época del presidente Clark hasta el día de hoy, incluyen algún tipo de consejo y bendición para ambos grupos. Con relación a la juventud el élder Maxwell dijo: “La generación en crecimiento, ese semillero de Santos sentados frente a ustedes —por ordinarios que se vean en un día aburrido— han sido preparados especialmente para un gran servicio en los últimos días de esta dispensación. De forma muy significativa, a ustedes se les ha confiado el moldear su educación religiosa; lo cual es un gran elogio para ustedes y una bendición para ellos.” [71]

Con respecto a esos jóvenes “ordinarios” y su futuro, el presidente Eyring profetizó: “No puedo prometerles que dentro de cincuenta años, a causa de ustedes, uno de esos jovencitos de sus grupos irá enviado por el Señor a alguna parte a la que sea difícil ir. Pero esto sí les puedo prometer: en ese día futuro, más de uno de ellos amará lo que ustedes aman y serán leales a lo que ustedes son leales. Y eso puede ser el resultado de una sola clase en un solo día, aún un día de febrero. Ustedes están haciendo más bien de lo que saben. [72]

Las Autoridades Generales han enfatizado constantemente las bendiciones que disfrutan los maestros del evangelio. El presidente Hunter recalcó: “Con frecuencia he pensado cuán privilegiados son ustedes, y lo afortunados que se deben sentir, por estar en una profesión que no solamente les permite sino que literalmente les obliga a estar inmersos todos los días en las santas escrituras. Hay muchos miembros de la Iglesia que les envidian ese raro privilegio, y en ciertos días mis hermanos [de las Autoridades Generales] y yo también les envidiamos.” [73]

El presidente Eyring expresó así su agradecimiento a los maestros:

Al viajar por la Iglesia, y cuando alguno de ustedes me es presentado como “nuestro maestro de seminario matutino” o como “el maestro de seminario en tal o cual secundaria”, escucho un tono de gratitud y de admiración que espero que ustedes puedan oír y recordar. Espero que lo sientan en las obscuras mañanas cuando bajan de la cama o al fin de un largo día cuando algunos de esos estudiantes de secundaria quieren quedarse para hacer preguntas acerca de algo nuevo para ellos o de algo que les preocupa, pero que ustedes han oído más veces de las que pueden recordar. Me imagino que lo que a ustedes los mantiene en acción, más que la gratitud y la admiración, es el vislumbrar la diferencia que puede marcar el que ustedes hagan bien lo que hacen. [74]

El élder Scott expresó su amor así: “Ustedes han dejado de lado el encanto de lo que buscan tantas personas en el mundo —el éxito material— y se han concentrado en la buena parte aunque sea la más difícil: el éxito eterno mediante la aplicación de las verdades eternas. ¡Oh, cuánto les amamos por eso! Me pregunto si ustedes tendrán siquiera la más remota idea de cuán importantes son en la edificación de la fe y el testimonio y en apoyarlos a medida que la Iglesia se expande por todo el mundo.” [75]

La buena enseñanza del evangelio es verdaderamente importante. El programa del SEI ha sido y es guiado por una visión profética. El presidente Packer, un testigo y participante en la historia profética del SEI, resumió:

He mencionado las muchas cosas que han mejorado al correr de los años [...] Existen algunas cosas que no han cambiado. Aun tenemos al recién casado que junto con su esposa está luchando por terminar sus estudios y salir a buscar su fortuna. Ese hombre decide que será un maestro —un maestro del evangelio— y que dedicará su vida a ello. Junto con esa decisión viene de inmediato el hecho de que todas las otras cosas que pudo haber escogido, por lo tanto, han sido dejadas de lado, y que debe aceptar las realidades de la vida que ha escogido. Vive de un ingreso modesto, como la mitad de la clase media económica. Batalla, tiene hijos —por lo general, demasiado hijos de acuerdo a las normas del mundo— y enfrenta las realidades de un programa mundial en que es asignado aquí y allá y por todas partes [...] Bueno, a pesar de todas esas realidades y desafíos y los presupuestos modestos y los problemas —todas las dificultades que existen— ustedes están asociados y unidos a la cosa más grandiosa en esta tierra, la cosa más importante que jamás ha existido sobre la faz de la tierra.

Ustedes cuentan con la confianza total de las Autoridades Generales. Otra vez les digo que no hay mayor evidencia de la preparación profética de este pueblo que el inicio del programa de educación religiosa, porque cuando se instaló era bueno pero no muy necesario. Ha tenido tiempo de florecer y ahora ayuda a proteger a nuestra juventud de todo lo que enfrentamos [...] Sean pacientes con todas las realidades que enfrentan, todas las dificultades y los desafíos. Hermanos, sean comprensivos, ayuden a sus queridas esposas y compañeras, las madres de sus hijos. Hermanas, sean pacientes con estos hermanos. Ellos han escogido la buena parte. Anímenlos y apóyenlos. Ellos son parte de la cosa más importante que sucede en el mundo hoy en día. [76]

Notas

[1] Este relato fue compartido por Scott C. Esplin

[2] J. Reuben Clark hijo, “El curso trazado por la Iglesia en la educación,” páginas 3, 4. Publicado en Charge to Religious Educators, 3ª edición (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1994), página 4.

[3] Boyd K. Packer, “The Mantle is Far, Far Greater Than the Intellect” [El manto es mucho más importante que el intelecto], en Charge to Religious Educators, 3ª edición, página 64; énfasis agregado.

[4] Boyd K. Packer, “The Ideal Teacher” [El maestro ideal], en Charge to Religious Educators, 3ª edición, página 18.

[5] Boyd K. Packer, “Teach the Scriptures” [Enseñad las escrituras], en Charge to Religious Educators, 3ª edición, página 88.

[6] Boyd K. Packer, “Teach the Scriptures”, página 88.

[7] Ezra Taft Benson, en Conference Report, abril de 1987, página 106.

[8] Henry B. Eyring, “The Lord Will Multiply the Harvest”, discurso al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1998), pp. 1-2. Todas las referencias que se citen como “discurso al SEI” tuvieron distribuición limitada a los maestros y líderes del SEI.

[9] Boyd K. Packer, “Seek Learning Even by Study and Also by Faith”, publicado en That All May Be Edified (Salt Lake City: Bookcraft, 1982), página 44.

[10] Henry B. Eyring, “‘And Thus We See’: Helping a Student in a Moment of Doubt” [Y así vemos: Ayudar al estudiante en un momento de duda] en Charge to Religious Educators, 3ª edición, página 107.

[11] Marion G. Romney, “The Chartered Course Reaffirmed” [Se reafirma el curso trazado], discurso al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1980), página 1.

[12] Henry B. Eyring, “And Thus We See”, pág. 107.

[13] Marion G. Romney, “The Chartered Course Reaffirmed”, página 1.

[14] Mark E. Petersen, “Avoiding Sectarianism” [Evitar el sectarismo], en Charge to Religious Educators, 2ª edición (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1982), página 118; énfasis agregado.

[15] J. Reuben Clark, “El curso trazado”, páginas 6, 7; énfasis agregado.

[16] J. Reuben Clark, “El curso trazado”, página 11; énfasis agregado.

[17] Bruce R. McConkie, “The Foolishness of Teaching” [La Locura de la Enseñanza], discurso al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1981), página 13.

[18] Jeffrey R. Holland, “Our Consuming Mission” [Nuestra misión acuciante], discurso al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1999), página 6.

[19] Mark E. Petersen “Avoiding Sectarianism”, página 118.

[20] Harold B. Lee, “Loyalty” [La lealtad], en Charge to Religious Educators, 2ª edición, pagina 64.

[21] Boyd K. Packer, “The Mantle is Far, Far Greater Than the Intellect”, página 65.

[22] “Basic Doctrine”, en Charge to Religious Educators, 3ª edición, página 85.

[23] Mark E. Petersen, “Avoiding Sectarianism”, página 118.

[24] Bruce R. McConkie, “The Foolishness of Teaching”, página 6.

[25] Spencer W. Kimball, “The Ordinances of the Gospel” [Las ordenanzas del evangelio], discurso al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1962), página 24.

[26] James E. Faust, “A Legacy of the New Testament” [Un legado del Nuevo Testamento], discurso al SEI. (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1988), página 2.

[27] Jeffrey R. Holland, “Our Consuming Mission”, página 3.

[28] J. Reuben Clark, “El curso trazado”, página 12.

[29] Henry B. Eyring, “We Must Raise our Sights” [Debemos elevar nuestra mira], Conferencia del SEI, del 14 de agosto de 2001, página 3.

[30] Neal A. Maxwell, “Glorify Christ” [Glorifiquen a Cristo], discurso dado al SEI en “Una tarde con una Autoridad General” el 2 de febrero de 2001, página 1.

[31] Marion G. Romney, discurso sin título dado en la convención de coordinadores del SEI el 13 de abril de 1973, página 8.

[32] Marion G. Romney, “The Value of a Well-Informed Faith” [El valor de una fe bien informada], discurso al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1975), página 10.

[33] J. Reuben Clark, “El curso trazado”, página 7.

[34] Boyd K. Packer, “To Those Who Teach in Troubled Times” [Para aquellos que enseñan en tiempos peligrosos], en Charge to Religious Educators, 3ª edición, páginas 100-101.

[35] Boyd K. Packer, “To Those Who Teach”, páginas 101-102.

[36] Spencer W. Kimball, “Man of Example” [Un hombre ejemplar], en Charge to Religious Educators, 3ª. edición, páginas 25-27.

[37] Ezra Taft Benson, “The Gospel Teacher and His Message”, [El maestro del evangelio y su mensaje], en Charge to Religious Educators, 3ª. edición, páginas 11, 15.

[38] Neal A. Maxwell, “But A Few Days” [No más que unos cuantos días], discurso dado al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1983), página 2.

[39] José Smith, History of the Church of Jesus Crhist of Latter-day Saints, [La Historia de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días], editada por B.H. Roberts (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1932-1951), pág. 64; énfasis agregado.

[40] Noah Webster, An American Dictionary of the English Language (New York: S. Converse, 1828). S.v. “article”; énfasis agregado.

[41] Mark E. Petersen, “Avoiding Sectarianism”, página 118.

[42] Jeffrrey R. Holland, “Teaching Skills” [Las habilidades de enseñanza], discurso dado al SEI (The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1992), páginas 1-2; énfasis agregado.

[43] Neal A Maxwell, “Teaching by the Spirit—The Language of Inspiration” [Enseñar por el Espíritu—El lenguaje de la inspiración], en Charge to Religious Educators, 3ª edición, página 61.

[44] J. Reuben Clark, “El curso trazado”, página 9.

[45] J. Reuben Clark, “El curso trazado”, página 10.

[46] Bruce R, McConkie, “The Foolishness of Teaching”, página 10.

[47] Richard G. Scott, “Helping Others to Be Spiritually Led” [Ayudar a los demás a ser guiados espiritualmente], discurso al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1998), página 3.

[48] Ezra Taft Benson, “The Gospel Teacher and His Message”, página 14.

[49] Henry B. Eyring, “Teaching the Old Testament” [Enseñar el Antiguo Testamento], discurso al SEI, (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1999), página 1.

[50] Henry B. Eyring, “A Miracle Required” [Se requiere un milagro], discurso a los administradores del SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1981), páginas 12-13.

[51] Jeffrey R. Holland, “Therefore, What?” [Por tanto, ¿qué?], Conferencia del SEI, 8 de agosto de 2000, página 2.

[52] Henry B. Eyring, “We Must Raise our Sights”, página 1.

[53] Ezra Taft Benson, “The Gospel Teacher and His Message”, página 13.

[54] Henry B. Eyring, “The Lord Will Multiply the Harvest”, página 4.

[55] Henry B. Eyring, “The Lord Will Multiply the Harvest”, página 6.

[56] Harold B. Lee, “The Mission of Church Schools” [La misión de las escuelas de la Iglesia], discurso al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1953), página 5.

[57] Howard W. Hunter, “Eternal Investments” [Inversiones eternas], discurso al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1989), página 2.

[58] Véase Spencer W. Kimball, “The Ordinances of the Gospel”, página 6; Thomas S. Monson, “True Shepherds after the Way of the Lord” [Pastores verdaderos a la manera del Señor], en Charge to Religious Educators, 2ª edición, página 78.

[59] A. Theodore Tuttle, “Men with a Message” [Hombres con un mensaje], discurso dado al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1958), páginas 83-84; énfasis agregado.

[60] Spencer W. Kimball, “What I Hope You Will Teach My Grandchildren” [Lo que espero que ustedes les enseñen a mis nietos], discurso dado al SEI (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1966), página 11.

[61] A. Theodore Tuttle, “Teaching the Word to the Rising Generation” [Enseñar la palabra a la generación en crecimiento], en Charge to Religious Educators, 2ª edición, página 130.

[62] Jeffrey R. Holland, “Therefore, What?”, página 7.

[63] Neal A. Maxwell, “The Gospel Gives Answers to Life’s Problems”, [El evangelio da respuestas a los problemas de la vida], en Charge to Religious Educators, 2ª edición, página 93.

[64] Henry B. Eyring, “A Miracle Required”, páginas 7, 12.

[65] Henry B. Eyring, “A Miracle Required”, página 13.

[66] Bruce R. McConkie, “The Foolishness of Teaching”, página 8.

[67] L. Tom Perry, “If Ye Receive Not the Spirit Ye Shall Not Teach”, [Y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis], en Book of Mormon Symposium Speeches (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1986), página 34.

[68] Richard G. Scott, “Four Fundamentals for Those Who Teach and Inspire Youth” [Cuatro cosas esenciales para aquellos que enseñan e inspiran a la juventud], en Old Testamemt Symposium Speeches (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1987), páginas 1, 2.

[69] Neal A. Maxwell, “Teaching by the Spirit—The Language of Inspiration”, páginas 58. 59.

[70] Henry B. Eyring, “Teaching the Old Testament”, página 6.

[71] Neal A. Maxwell, “Those Seedling Saints Who Sit Before You” [El semillero de Santos sentados frente a ustedes], en Charge to Religious Educators, 3ª. edición, página 31.

[72] Henry B. Eyring, “Love and Loyalty” [Amor y lealtad], introducción al discurso de Jeffrey R. Holland, “Our Consuming Mission” (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1999).

[73] Howard W. Hunter, “Eternal Investments”, página 1; énfasis en el original.

[74] Henry B. Eyring, “And Thus We See”, página 104.

[75] Richard G. Scott, transcripción de un discurso sin título mostrado en video al SEI el 4 de febrero de 1994.

[76] Boyd K. Packer, “Teach the Scriptures”, páginas 91–92; énfasis agregado.