1839-1840 José Smith va a Washington
Ronald O. Barney
Ronald O. Barney es historiador en el Departamento de Historia de la Iglesia, es el editor de una serie y un volumen de Los Documentos de José Smith, y es el productor ejecutivo de la serie de televisión Los Documentos de José Smith
Este capítulo se centra en los eventos de un invierno en la vida de José Smith, uso como prefacio una declaración: Esta información es provisional, y aún tentativa, y es parte de mi trabajo al editar y anotar el quinto volumen de la serie de documentos que componen Los Documentos de José Smith. Mis propósitos como editor documental son: primero, preparar una transcripción exacta de los documentos, y segundo, preparar las notas que brinden el contexto por el cual se puedan entender mejor los registros asociados a la vida del Profeta. Esto se podrá realizar por los esfuerzos del equipo de eruditos que trabajan en los Documentos de José Smith; mediante los volúmenes que se publiquen, se han planificado treinta; y en el sitio de Internet: josephsmithpapers.org, en donde se publicará el material difícil de incluir en los libros ya de por sí muy grandes. Aunque ya se ha dado una gran publicidad con respecto al trabajo de Los Documentos de José Smith, lo presentaré brevemente para dar un antecedente del viaje de José Smith a Washington, DC.
Según está planeado actualmente, habrá seis series en la publicación de los Documentos del Profeta José Smith, con varios volúmenes que se producirán en cada serie. Por ejemplo, el primer volumen, que se publicó en el otoño de 2008, es de la Serie de los Diarios, que consistirá de tres volúmenes. Múltiples volúmenes formarán cada una de las series: Revelación y Traducción, Historia, Legal, y Administrativa. El volumen en el cual estoy trabajando como editor, es el quinto de los trece libros previstos en la Serie de Documentos, la más grande de todas las series de los Documentos.
Esta última serie incluirá una variedad de registros contemporáneos que muestran la vida de José Smith, su ministerio y su papel como Presidente de la Iglesia. La Serie de Documentos incluirá su correspondencia, tanto la que enviaba como la que recibía; sus discursos de acuerdo a los reportes hechos por sus escribientes (porque es todo lo que existe de sus discursos), sus epístolas escritas, sus revelaciones en contexto, las minutas de las reuniones —incluyendo las conferencias— en las cuales habló, y los ensayos y artículos que escribió, dictó o que comisionó para que se escribieran bajo su nombre, junto con diversa documentación efímera.
Cada uno de los volúmenes dentro de Los Documentos de José Smith, contará con la colaboración de varios co-editores. El volumen en el cual estoy trabajando cubre dos años de la vida del Profeta, 1839 y 1840, e incluye todos los registros existentes para el período que he mencionado arriba. Este ensayo está basado en varios de esos documentos.
La Expulsión de Missouri y la Re-agrupación en Illinois
La historia comienza en el año 1838. Fue una época muy complicada para el gobierno nacional. Los problemas no previstos que el presidente Van Buren heredó de su antecesor, Andrew Jackson, habían llevado al retroceso económico conocido como el Pánico de 1837, el cual pesaba sobre los americanos. Mas temprano en el año había comenzado a operar clandestinamente el movimiento que animaba a los esclavos negros a huir hacia la liberación en los estados libres del norte. Algunos problemas regionales se intensificaron cuando el primer abolicionalista fue elegido a la Casa de Representantes. Y al mismo tiempo de la expulsión de los Santos de Missouri, durante el invierno de 1838-1839, el gobierno federal desterró de Georgia a una cantidad algo similar de indios Cherokees hacia tierras designadas en lo que ahora es Oklahoma. Los graves asuntos que ocupaban a la ciudadanía norteamericana en 1838 relegaron la catástrofe que se estaba consumando sobre los Santos de los Últimos Días en el estado más occidental de Estados Unidos: Missouri.
Con los seguidores del Profeta sumidos en el pánico después de que el estado de Missouri los presionara para que se rindieran y huyeran, José Smith estuvo encarcelado varias veces las que empezaron en la primera semana de noviembre de 1838 —primero en Independence, luego en Richmond, y después en Liberty en el Condado Clay, en Missouri, a donde llegó el 1 de diciembre de 1838. Cuatro meses y medio después, habiendo sobrevivido un crudo invierno en el calabozo de piedra de la cárcel, José “se escapó” junto con cuatro compañeros con la colaboración de sus guardias simpatizadores. Una semana después, el 22 de abril de 1839, se reunió con su esposa e hijos en la ciudad de Quincy, Illinois en la rivera del Río Mississippi.
Muy pronto, el Profeta junto con varios miles de sus seguidores empobrecidos, hicieron planes para reubicarse algunas cuarenta y tantas millas río arriba en la villas de Commerce, Illinois y Montrose, Iowa. El 10 de mayo de 1839, José y Emma con sus cuatro hijos se mudaron a una casa de troncos cerca de la ribera del enorme río, en lo que posteriormente sería llamada Nauvoo. La creciente ciudad, tenía antecedentes que se remontaban hasta el principio del siglo; tan temprano como en 1805, Zebulon Pike, un explorador del gobierno, pasó por ese lugar. Los primeros colonizadores blancos se instalaron en esa curva del Río Mississippi en 1823. Otros los siguieron. Seis años después, el mismo año en que se organizó el Condado Hancock, los pocos habitantes del futuro lugar mormón establecieron una villa pequeña con el exótico nombre de Venus. Cinco años después esa pequeña villa fronteriza se convirtió en Commerce, y una colonia hermana, Commerce City, se fundó tres años después. La belleza de la península localizada en el condado más occidental de Illinois, atrajo a los Santos hacia la región. Aquí la visión de José con respecto a una metrópoli próspera se materializó rápidamente.
El éxito inicial de la ciudad ocultó las dificultades que enfrentaron los nuevos colonizadores a fines de la primavera y durante el verano de 1839. En realidad, no fue nada fácil preparar el lugar para que fuera ocupado por un pueblo golpeado por la pobreza. El trabajo de José Smith como director de las operaciones, constructor de la ciudad, y como estratega institucional complementó el esfuerzo significativo de los Santos para construir la nueva ciudad. Durante el primer verano de la villa, José sufrió de malaria junto con muchos de los Santos. Fue durante este período descorazonador y difícil —aunque optimista— que el Señor le inspiró al Profeta a llamar al recién formado Quórum de los Doce Apóstoles al servicio misional en la Gran Bretaña. En unas pocas semanas la mayoría de los Doce se embarcaron hacia sus misiones. Aunque no se unió a ellos en su misión apostólica, José no se quedó solamente para disfrutar los frutos de sus trabajos en la nueva ciudad. Una empresa muy significativa que auguraba un gran avance para la Iglesia, se estaba gestando.
La Misión a Washington
Aunque apenas se habían descongelado sus cuerpos de la terrible experiencia del invierno, los Santos se reunieron en una conferencia de la Iglesia en mayo de 1839 en Quincy, Illinois, en donde muchos se estaban rehabilitando. En la secuela de su horrible expulsión de sus tierras y de sus derechos en Missouri, tenían algo en sus mentes. Después de todo, los oficiales de Missouri habían expulsado a ciudadanos americanos cuyos antepasados tenían cicatrices que evidenciaban su sacrificio patriótico para tener instituciones libres. Debido a que la Iglesia no tenía ninguna representación en la capital de la nación, la conferencia asignó a Sidney Rigdon, consejero en la Primera Presidencia, de cuarenta y seis años de edad, para que fuera el primer agente de la Iglesia que presentara la situación de los Santos de Missouri ante el gobierno federal. Sin embargo, para la fecha de la conferencia de octubre ese otoño había surgido una nueva estrategia revisada. El presidente Rigdon debía ser acompañado por Elias Higbee, de cuarenta y cuatro años de edad, que había sido un juez muy capaz en el Condado Caldwell, Missouri; también se les uniría el Profeta José Smith, que tenía treinta y tres años de edad.
En una ventana muy interesante al interior del gobierno de la Iglesia en esa época, la misión a Washington fue aprobada dos semanas después de la conferencia, pero no por la Primera Presidencia o el Quórum de los Doce, pues la mayoría de ellos habían salido de Nauvoo rumbo a Gran Bretaña unos meses antes, sino por el sumo concejo de la Estaca de Nauvoo. A la semana siguiente el concejo fijó su aprobación final en el documento que ratificaba la propuesta del Profeta con respecto al viaje. Al día siguiente, 29 de octubre de 1839, José Smith y su grupo pequeño, que incluía a Orrin Porter Rockwell de veinticinco años de edad, salieron de Nauvoo rumbo a Washington. Aunque Sidney Rigdon, que tenía malaria, no estaba en condiciones de viajar, salió con el grupo. Después de viajar unas cien millas y llegar a Springfield, la recién nombrada capital del estado de Illinois, empeoró la condición de Sidney lo que los forzó a tomar una decisión: Él necesitaba recibir ayuda o tendría que quedarse. Allí en Springfield, el 8 de noviembre, encontraron a un joven doctor de veintiocho años de edad, de nombre Robert D. Foster, que aparentemente acababa de unirse a la Iglesia, y lo convencieron de que fuera con ellos y que atendiera a Sidney Rigdon.
A causa de la debilidad del Presidente Rigdon, entregó todas las cartas de presentación que le habían sido preparadas para él y las endosó a favor de José Smith, junto con su propia aseveración de José, este último documento fue fechado el 9 de noviembre de 1839. Con el séquito aumentado, el grupo continuó su viaje rumbo al este, y probablemente viajaron por el Camino Nacional una vez que llegaron al estado de Indiana. El 18 de noviembre, el grupo hizo una pausa cerca de Columbus, Ohio, para darle un descanso a Sidney. José Smith no pudo soportar la demora y decidió continuar en compañía de Elias Higbee, y así permitir que Sidney tuviera tiempo para recuperarse.
La información que se ha comentado hasta este punto, viene de documentos contemporáneos muy dispares que dan información acerca de la misión a Washington, a los cuales me referiré. De aquí en adelante contamos con documentos que tienen que ver con la misión misma. Pero hay una consideración que debemos incluir aquí que se basa en otros eventos que se refieren al ministerio del Profeta; en particular nos ayuda a entender la vida del Profeta en esa época. A menudo, los detalles de los eventos que se reconstruyen de memoria tiempo después —especialmente cuando no hay registros contemporáneos— han adquirido vida propia y han permanecido en las discusiones públicas del pasado. En algunos casos, aunque de seguro no en todos ellos, la memoria no refleja la realidad de los incidentes. Un ejemplo tiene que ver con el relato que nos ocupa.
Empezaremos con el viaje mismo, en el cual después de cerca de mes de estar en camino, ocurrió un evento notable que sigue siendo un indicador del carácter de José Smith. El doctor Foster, el joven médico que se unió al séquito del Profeta rumbo a Washington, posteriormente escribió en 1874:
Al llegar a Dayton, Ohio, dejamos nuestros caballos a cargo de un hermano de la iglesia, y algunos de nosotros, seguimos adelante en una diligencia; y en la misma diligencia que nos llevó sobre las Montañas Allegheny iban como pasajeros, el Senador Aaron de Missouri y un señor Ingersol, un miembro del congreso, que era de Nueva Jersey o de Pennsylvania, no recuerdo bien; y en la cumbre de la montaña llamado Cumberland Ridge, el conductor dejó la diligencia y a sus cuatro caballos bebiendo en una parada del camino, en tanto que él se fue a la taberna para tomarse un vaso de vino, algo muy usual entre los conductores de diligencias. Mientras estaba ausente, los caballos se espantaron y corrieron con el coche y los pasajeros. En el coche iba también una mujer con un niño que estaba terriblemente asustado. Algunos pasajeros habían saltado del coche, y ninguno escapó sin heridas ya que los caballos corrían a una velocidad atemorizante y al lado de una montaña empinada. La mujer estaba a punto de arrojar al niño fuera del coche, y dijo que ella misma iba a saltar, ya que estaba segura que los que se quedaran se despedazarían porque había una curva muy cerrada en el camino, y por un lado la montaña se alzaba varios cientos de pies arriba de los caballos y por el otro había un abismo o barranco y el camino era un corte muy angosto al lado de la montaña a mitad del camino entre la parte más alta y la más baja. Al momento en que la mujer iba a arrojar a su hijo, José Smith. . . . detuvo a la mujer y de manera imperiosa le dijo que se sentara, y que ni un cabello de su cabeza o de ninguno de los que iban en el coche sería lastimado. Lo dijo en una manera tan confiada que todos los que iban a bordo se quedaron fascinados y después de amonestar y animar a los pasajeros, abrió una de las puertas, con una mano se sujetó del riel que rodeaba el asiento del conductor y de un brinco se subió al asiento. Las riendas estaban atadas al riel superior, para evitar que se cayeran mientras el conductor no estaba; las desamarró, las tomó en sus manos, y aunque los caballos iban corriendo a su máxima velocidad, él, usando una fuerza más que hercúlea, los hizo calmarse a un galope moderado, luego al trote, a caminar al paso y finalmente a detenerse al pie del Cumberland Ridge, sin que hubiera ningún accidente o daño a los pasajeros, a los caballos o a la diligencia, y después de eso, los caballos se veían tan calmados y tranquilos como si nunca se hubieran escapado. [1]
Por supuesto, esta es una gran historia. Y algunas partes de ellas son demostrablemente ciertas con base en otros documentos. Pero como uno puede determinar de esta narrativa, el escritor se presentó como testigo ocular del evento. La dificultad con esta ingerencia es que el narrador, el doctor Foster, muy probablemente no iba a bordo de la diligencia porque se había quedado en Ohio con Sidney Rigdon para ayudarle a recuperarse. Él creó la historia, incluyendo los nombres de los oficiales del gobierno, de una fuente o fuentes distintas a su propia experiencia por razones que no conocemos. Sin embargo, hay un reporte de un testigo ocular que fue escrito el 5 de diciembre de 1839 por Elias Higbee, compañero de José Smith, dentro de dos semanas del acontecimiento, que permite que los lectores modernos estar más cerca del incidente. Dice lo siguiente:
íbamos de Wheeling hasta este lugar, con uno de los miembros del Congreso de Missouri, quien estaba borracho la mayor parte del tiempo, con excepción de una vez en la cual pudo navegar pero estaba tan indispuesto que no pudo comer — los caballos corrieron libremente con la diligencia, corrieron como tres millas, algunos pasajeros saltaron y resultaron heridos. El hermano José se salió de la diligencia tomó las riendas y detuvo a los caballos, y salvó la vida de una mujer y un niño. Fue felicitado muy ampliamente por todo el grupo por su gran esfuerzo y por su presencia de ánimo durante todo el incidente. E[lias] Higbee, que fue quien reportó este acontecimiento, dijo que había saltado de la diligencia en un momento favorable, justo antes de detenerse, con la intención de ayudar a detenerlos y que resultó herido levemente. La compañía de diligencias no lo supo sino hasta después de nuestra llegada. [2]
Elias Higbee, hoy es casi desconocido en los círculos históricos debido a su muerte prematura en 1843 y a la falta de documentos personales existentes, había sido llamado a jugar un papel importante en la vida del Profeta en esa época. Los Doce, por supuesto, no estaban disponibles para aumentar la delegación a Washington. Indudablemente Sidney Rigdon habría desempeñado una parte mucho más visible e influyente de esta aventura si su salud no se lo hubiera impedido, y su ausencia llevó a Elias Higbee a la elevada posición de ser el primer emisario de la Iglesia, aunque tan extraoficialmente como fue, ante Washington, DC. Después del encuentro de José Smith con Martin Van Buren, el cual se comentará más adelante, el Profeta se quedó en Washington y sus alrededores por tres semanas más, tratando de reunir apoyo para los Santos principalmente cabildeando con la delegación del estado de Illinois en Washington. Pero después de determinar que ya no podría hacer más en Washington, con confianza dejó solo a Elias Higbee en la capital de la nación para presentar el mensaje de los Santos a todo aquel que lo escuchara. José efectuó una gira ministerial entre grupos de Santos de los Últimos Días en Pennsylvania y Nueva Jersey. Sabemos que entonces el Profeta regresó a Washinton, DC para continuar sus tratos con el Congreso, así como algunos otros menesteres.
Mientras estuvo con José Smith en diciembre de 1839, Elias Higbee escribió dos cartas para los Santos en Nauvoo, y escribió otras seis cartas subsiguientes para José durante febrero y marzo de 1840, después de la salida del Profeta de Washington. Estas, junto con las comunicaciones que Higbee recibió de los miembros del congreso, sirven como las principales fuentes de información acerca de los esfuerzos de José y de la Iglesia ante el Presidente de los Estados Unidos y el Congreso con respecto a las peticiones de los Santos para ser recompensados y que se les restauraran sus derechos en 1839-1840.
Llegada a Washington
Lo que sabemos acerca de la llegada de los solicitantes a Washington, DC se puede ver mejor en la carta de Elias Higbee del 5 de diciembre de 1839, dirigida a Hyrum Smith en Nauvoo. Higbee reportó: “Llegamos a esta ciudad durante la mañana del 28 de noviembre, y pasamos la mayor parte del día buscando alguna casa de asistencias y tuvimos éxito en encontrarla. Obtuvimos alojamiento de lo más barato que se puede tener en esta ciudad.” [3] En el año 1839, Washington, DC no era el orgullo de las ciudades americanas. De hecho, muchos, si no es que la mayoría de los americanos, la consideraban decepcionante, al igual que casi todos los europeos que estaban acostumbrados al brillo y la elegancia de las florecientes capitales de Europa. Francis Grund, un caballero nacido en Viena, visitó Washington más o menos al mismo tiempo que José Smith y al llegar a la capital de la nación escribió lo siguiente:
La llegada a la metrópoli no es nada menos que impactante. . .
Washington es, de hecho, una ciudad tan sui generis, de la que ningún europeo que no la haya visto se puede formar una idea adecuada. [Esto no era un cumplido.] El señor Serullier, antiguo ministro de Francia, acostumbraba llamarla “una ciudad de grandes distancias;” pero aunque esto sea verdad, yo más bien la llamaría “una ciudad sin calles.” El Capitolio, es un palacio magnífico situado en una elevación llamada Capitol-Hill, y la Casa Blanca, la residencia del Presidente, son las únicas muestras de arquitectura en todo el pueblo; ya que el resto son casuchas, y aún los edificios públicos tales como la Tesorería, los Departamento de Guerra y Marina, y la Oficina General de Correos, son ligeramente superiores a las casas habitación ordinarias en Europa. Todo el pueblo, de hecho, no es más que un apéndice de esos dos edificios, una especie de ante-cámara ya sea para el Capitolio o para la residencia del Magistrado Supremo. Si tal pueblo estuviera situado en Europa, uno se imaginaría que esos edificios serían las residencias de los príncipes, y las demás las humildes moradas de sus sirvientes.
La única cosa que parece una calle en Washington es la Avenida Pennsylvania, con una sola hilera de casas y en tramos una doble hilera de casas que conduce del Capitolio a la Casa Blanca. En esta calle se encuentran los principales hoteles de la ciudad, y un considerable número de casas de asistencias. Los primeros son dos barracas en que se pueden alojar de ciento cincuenta a doscientas personas, y las últimas son, en su mayoría, guaridas de poca monta, en las cuales un hombre encuentra el peor de los alojamientos a precios muy exorbitantes, y con frecuencia se alegra por poder ser alojado. [4]
Aunque no podemos indicar que la experiencia de José Smith y de Elias Higbee fue idéntica a la de Grund, las generalidades descritas aquí se asemejan a otras opiniones similares sobre la ciudad y sus residentes. Grund continúa:
La primera cosa que me impactó en Washington fue el gran número de personas deambulando por las calles sin ninguna ocupación aparente, lo que en otras ciudades de Estados Unidos casi no se ve. Si hay personas pobres y ociosas caminando por las calles de Nueva York, Boston o Baltimore, por lo general se debe, y me da pena decirlo, a los recién llegados de Europa, a los pasajeros de tercera clase que aún no han conseguido empleo. Sin embargo, Washington es una ciudad de holgazanes americanos, —un grupo de caballeros de méritos tan particulares que merecen un comentario público—. Viven en lo que llaman un “estilo elegante,” se levantan a las ocho o nueve de la mañana, desayunan en sus propias habitaciones, se fuman cino o seis puros hasta que den las doce, y a esa hora se visten para ir al Senado. . . .
El Senado de los Estados Unidos es, en realidad, la mejor sala en Washington; porque es allí a donde las jóvenes que siguen las modas acuden para exhibir sus atractivos. El Capitolio es, en términos de la moda, el teatro de la ópera en la ciudad; y la Cámara de Representantes el lugar de reuniones. A falta de un buen teatro, el Capitolio proporciona un lugar tolerable para los enlaces, y a causa de eso es visitado durante toda la temporada, —desde diciembre hasta abril o mayo— por todos los holgazanes del lugar y por todas las bellas que quieren convertirse en la moda.
Al terminar los discursos y las discusiones en el Senado, los perezosos salen a comer, lo cual no es nada agradable para quienes se ven obligados a sentarse en una mesa ordinaria. Por esa razón se juntan en grupos de cuatro o seis, para comer en sus habitaciones; ya que las comidas individuales son muy caras, y las personas que tienen los medios para atender a otras en Washington no son suficientes para acomodar a todos en la mesa privada de algún caballero. [5]
Probablemente es seguro decir que, al igual que Grund, José Smith se sintió abrumado por Washington y sus adornos.
El Presidente Smith y su acompañante encontraron alojamiento a un costo modesto justo al oeste del edificio del Capitolio estadounidense en la esquina de las calles Missouri y Tercera, un lugar que hoy estaría dentro de la Plaza Comercial Nacional en Washington. El reporte de Elias Higbee a sus hermanos en Nauvoo, continuó así: “El viernes por la mañana del día 29 de noviembre, fuimos a la casa del Presidente. Hallamos un palacio grande y espléndido rodeado por un jardín decorado con todos los primores y elegancias de este mundo. Llamamos a la puerta y pedimos ver al Presidente.” [6]
La Audiencia con el Presidente
Llegamos ahora al centro del relato tradicional de la audiencia de José Smith con Martin Van Buren, el Presidente de los Estados Unidos. Este relato se ha repetido con frecuencia por los Santos de los Últimos Días y por otras personas, aunque los esfuerzos de José Smith y Elias Higbee, en diciembre de 1839, con la delegación del estado de Illinois en el Congreso y los esfuerzos posteriores de Higbee a favor de los Santos con el Comité Judicial del Senado, fueron más importantes y prometedores que el breve encuentro con el presidente del país.
Un relato publicado en un periódico fechado el 21 de diciembre de 1839, reportó acerca de la delegación mormona (que para entonces incluía a Sidney Rigdon) y que ya había estado en Washinton por tres semanas:
Algunos de los líderes mormones se encuentran actualmente en la ciudad. Su objetivo es obtener compensación por los pérdidas sufridas por ellos como consecuencia de los ultrajes cometidos contra ellos en Missouri. La declaración que han dirigido al Presidente y al Congreso, presenta detalles de los robos y la carnicería, que afligen el corazón. Hogares incendiados, hombres asesinados a sangre fría, las mujeres arrojadas a los bosques para que dieran a luz a sus hijos en las cuevas de lobos, son cuadros demasiado horribles para contemplarlos. Parece que son pacíficos e inofensivos, y si el fanatismo los ha llevado al error; la razón, no la violencia, se debe usar para rescatarlos.
José Smith, el líder y profeta de la secta, que profesa haber recibido las planchas de oro en las cuales estaba escrito el credo mormón, y que ha figurado en la lucha de manera notoria, es un hombre alto y musculoso, con un semblante que no denota ignorancia. Por el contrario, muestra tener un carácter inteligente. Su estatura alcanza los seis pies, y su apariencia general es la de un campesino, más preparado para labrar la tierra, que para la divulgación de la profecía. Sin tener la ventaja de la educación, se ha aplicado, con mucha diligencia, a adquirir conocimiento; y aunque su dicción no es exacta, y su selección de palabras no siempre demuestra buen gusto, conversa con fluidez en los temas cercanos a su corazón, y sin importar lo que se piense sobre la corrección de sus opiniones, nadie que platique con él pone en duda que sus convicciones de su verdad son sinceras y firmes. Sus ojos demuestran que tiene un espíritu resuelto y que sin duda enfrentaría el peligro para testificar de su firmeza y devoción, con tan poca vacilación como lo hicieron los líderes de los tiempos antiguos. No es probable que obtengan algún remedio de parte de las personas del Gobierno Federal. Su remedio yace contra el estado de Missouri. Pero debe entenderse, que en base a lo profundo de sus sentimientos heridos que llevan en el corazón, y la convicción que muestran de querer emparejarse, que si no son protegidos por la ley, y regresan a Missouri y comienzan una línea de acción de retribución, y con base en el número de sus miembros, eso producirá males mayores que los que ya han ocurrido. Entiendo que los seguidores de este nuevo credo, en todo Estados Unidos, ya exceden los 200,000, y todavía siguen creciendo. La persecución aumenta sus filas. [7]
A pesar de los puntos de vista de este periodista acerca de los objetivos de los Santos de los Últimos Días de esa época, en su mayor parte, solamente los mormones y quienes los observaban, se interesaron en la visita de José Smith a Martin Van Buren. Los biógrafos de señor Van Buren no mencionan a José Smith ni su visita al Presidente; la propia autobiografía de Van Buren (de casi ochocientas páginas) no menciona a José Smith ni a los mormones (aunque tampoco menciona a su propia esposa ni su matrimonio). En los propios documentos de Van Buren, que ahora forman parte de la Biblioteca del Congreso, en la división de manuscritos, no se describe tal visita. Los varios reportes periódisticos que posteriormente dieron cuenta de la presencia de José Smith y su pequeño grupo en Washington, no mencionan que se haya reunido con Van Buren. Y aparte de las dos cartas de presentación (una de Sidney Rigdon y la otra de James Adams, un amigo de José Smith de Springfield, Illinois) que José Smith le entregó al Presidente (ahora son parte de los documentos del presidente), no existe, que yo sepa, ninguna otra documentación, con excepción de la siguiente. [8]
Dieciséis años después del acontecimiento, John Reynolds, el antiguo gobernador de Illinois que llegó a ser congresista de los Estados Unidos representando a Illinois en 1834, escribió una memoria que se publicó en 1855. En ella describió su papel en ese encuentro histórico:
En diciembre de 1839, el profeta José Smith, se presentó en la ciudad de Washington y le presentó al Congreso sus solicitudes para compensación por las pérdidas que él y los mormones sufrieron en Missouri en la ciudad de Far West.
Cuando el profeta llegó a la ciudad de Washinton, quiso ser presentado al Presidente Van Buren.
Yo había recibido cartas, así como los demás demócratas miembros del congreso, de que Smith era un personaje muy importante en Illinois, y que le ofreciera las debidas atenciones y cortesías que merecía. Hasta donde pudimos saber en Washington, en esa fecha se mantuvo justo y honorable, con excepción de su fanatismo religioso. La simpatía del pueblo estaba a su favor.
Me tocó presentarlo ante el Presidente, y una mañana, el profeta Smith y yo fuimos a la Casa Blanca para ver al Primer Magistrado. Cuando estabamos a punto de entrar al departamento del señor Van Buren, el profeta me pidió que lo presentara como un “Santo de los Últimos Días.” Fue algo tan inesperado y tan extraño para mí. . . . que no podía creer que pidiera que le mencionara al Presidente tal tontería. Pero me lo volvió a pedir, cuando le pregunté si le había entendido bien. Lo presenté como un “Santo de los Últimos Días,” lo que hizo sonreír al Presidente. [9]
Lamentablemente, el Congresista Reynolds no incluyó un reporte de lo que se trató en la reunión, haciendo que el reporte de Higbee sea la principal fuente de información con respecto a la audiencia del Profeta con el presidente.
Debe recordarse que Van Buren era de la generación del padre de José Smith, ya que había nacido en 1782. Cuando José lo conoció, el presidente tenía cincuenta siete años de edad; José, como ya se mencionó, tenía treinta y tres. Acerca de la llegada a la Casa Blanca, la mansión del presidente, Elias Higbee escribió: “fuimos conducidos inmediatamente a un departamento superior, donde nos encontramos con el presidente y fuimos introducidos a su sala, en donde le entregamos nuestras cartas de presentación; —tan pronto como leyó una de ellas, nos vio con una especie de ceño medio fruncido y dijo ¿qué puedo hacer? No puedo hacer nada por ustedes— si lo hago me enfrentaré con todo el estado de Missouri.” [10]
Esta declaración ha servido durante generaciones como el ícono que representa el mal trato que recibieron los Santos de parte del gobierno federal. En alguna ocasión traté de investigar esa expresión en la literatura de la Iglesia y en los discursos desde los púlpitos. Muy pronto resultó evidente que el relato se había repetido tan extensamente que tratar de calcular sus alcances era de muy poco valor. Ya está grabado en el cuerpo de nuestra identidad.
Antes de que empecemos a investigar más ampliamente el significado de este encuentro, consideremos las otras cosas que Elias Higbee mencionó en su carta a los hermanos en Nauvoo. Aunque el presidente había desechado su petición, Higbee escribió: “no nos ibamos a intimidar, y demandamos una audiencia y nuestros derechos constitucionales — antes de que salieramos, prometió que reconsideraría lo que había dicho, y comentó que simpatizaba con nosotros debido a nuestro sufrimiento.— Ahora expresaremos nuestros sentimientos y nuestros puntos de vista con respecto al Presidente, ya que “con nuestros propios ojos hemos visto su majestad.” [11] Aunque Higbee se burló del aire de realeza del presidente en lenguaje bíblico — “con nuestros propios ojos hemos visto su majestad.” (2 Pedro 1: 16)— también sugirió que Van Buren pudo haber estado dispuesto a reconsiderar la petición.
Existe algo de disputa con respecto a que si la disposición de Van Buren a reconsiderar la petición de los Santos dio como resultado una segunda visita a la Casa Blanca por parte de la delegación mormona. Tradicionalmente solamente se habla de una reunión de José Smith y Martin Van Buren. Sin embargo, al leer la History of the Church para el fin de enero y la primera parte de febrero de 1840, se puede concluír que en efecto hubo un encuentro posterior. (José Smith ya había regresado a Washington para esas fechas, después de su visita a Pennsylvania y Nueva Jersey.) Habiéndose incluído en la History of the Church la carta de Elias Higbee del 5 de diciembre de 1839 en que se hace la crónica de la primera visita de la delegación el 29 de noviembre de 1839, en una entrada en la History que cubre el período de fines de enero y principios de febrero de 1840, el cual por supuesto no es un documento contemporáneo sino que se compiló algunos años después del evento, se lee: “Durante mi estadía me entrevisté con Martin Van Buren, el presidente, quien me trató muy insolentemente y fue con gran renuencia que escuchó nuestro mensaje, y al oirlo dijo: ‘Caballeros su causa es justa, pero no puedo hacer nada por ustedes,’ y ‘si hago algo por ustedes perderé los votos de Missouri.’” Aunque las palabras que describen la reunión o reuniones son algo similares, las consecuencias de las reuniones, si en en verdad fueron dos, son manifiestamente diferentes. Los relatos de los discursos dados por José Smith a su regreso a Illinois después de su viaje a Washington, según se indica mas abajo, sugieren que la hostilidad que sintió José Smith hacia Martin Van Buren fue resultado de una segunda visita, ya que la primera visita les causó decepción más que indignación y disgusto. Para poder estar seguros, como se reportará más abajo, hay detalles contradictorios en la documentación existente relativa al encuentro Smith/
El Reporte de John Reynolds
Antes de continuar, deseo regresar a algunas otras de las cosas que John Reynolds dijo acerca de José Smith y los mormones. Dadas las declaraciones directas que hizo en sus memorias, y a la luz de lo que puede parecer una crítica despectiva, es consecuente hacer un reconocimiento particular. Reynolds escribió en 1855:
En todos los grandes eventos y revoluciones en las diversas naciones de la tierra nada supera a la historia extraordinaria de los mormones. Los hechos relativos a este pueblo singular son tan extraños, tan opuestos al sentido común, y tan grandes e importantes, que no recibirían nuestra credibilidad si no hubiéramos visto con nuestros ojos cuando sucedieron dichos eventos. Ningún argumento o forma de pensar podría inducir a alguien a creer que en el siglo diecinueve, en los Estados Unidos, y ante el fulgor de la ciencia, la literatura y la civilización, se pudiera levantar una secta religiosa por medio de la imposición y el engaño. Pero esos son los hechos, y nos vemos forzados a creerlos. Esta secta, entre los peligros de todas clases y la persecución, ha alcanzado en los últimos veinticinco o treinta años. casi medio millón de almas, diseminados en varios países.[12]
Mientras José y Elias le suplicaban a la delegación del Congreso de Illinois que atendíeran las peticiones de los mormones de Missouri, John Reynolds sacó sus propias conclusiones con respecto al líder mormón: “Smith, el profeta, permaneció en Washington una gran parte del invierno y predicó con frecuencia en la ciudad, llegué a estar bien relacionado con él. Era una persona de una estatura un poco más grande de lo normal, bien proporcionado, y creo que pesaba algunas ciento ochenta libras. Era algo corpulento pero su apariencia era amable y benevolente. No parecía tener rudeza o barbaridad en su carácter, así como tampoco aparentaba tener el gran talento y mente sin límites que le ayudaría a lograr las maravillas que realizó.” [13]
Aunque Reynolds se hallaba perplejo por el contraste entre la circunstancia y el comportamiento humilde de José en yuxtaposición con sus logros notables, llegó a esta deducción notable: “Nadie puede predecir el destino de esta secta, y sería una blasfemia, en este época, el comparar a su fundador con el Salvador, pero sin embargo, podría llegar a ser una historia verdadera dentro de mil años, que la posición y la personalidad de José Smith, como profeta, sea catalogada como igual a cualquiera de los profetas que le precedieron.” [14]
Hay algo más que anotar acerca de John Reynolds, antes de que lo dejemos, y aunque suena como trivia, es una coincidencia mucho mayor que eso. El hermano de John era Thomas Reynolds, el gobernador de Missouri en ese entonces. En la época en que Juan se relacionó con José Smith, Thomas Reynolds empezó sus esfuerzos para extraditar a José Smith a Missouri por supuestos crímenes que Thomas, como juez en Missouri, había rechazado antes de su ascención al poder.
Opiniones acerca de Van Buren
Como se mencionó anteriormente, lamentablemente no existen registros del Presidente Van Buren que describan a José Smith, la reunión que sostuvieron, o su opinión acerca de los mormones. Sin embargo, tenemos un punto de vista acerca de ese evento y de su resultado; y otra vez, se resalta la importancia del registro de Elias Higbee. En su descripción del octavo presidente, el 5 de diciembre de 1839, dijo:
Es un hombre pequeño, de complexión clara, y rasgos ordinarios; de ceja fruncida y un cuerpo considerable pero no bien proporcionado en razón de sus brazos y piernas —y usando sus propias palabras, es bastante gordo— En suma, creemos que no tiene cuerpo o partes, ya que ninguna de sus partes parece ser proporcional a otra —por lo tanto, en vez de decir cuerpo y partes, decimos cuerpo y parte, y para ir directo al punto, es un tunante o un tonto (porque juzgó nuestra causa antes de conocerla,) no pudimos encontrar el modo de hacer que le entrara la verdad.— No les decimos a los Santos que no voten por él, pero sí decimos claramente, (aunque no debe publicarse en las calles de Nauvoo, y tampoco entre las hijas de los gentiles) que nuestra intención es que él no reciba nuestros votos.” [15]
Aunque esta declaración y otras posteriores hechas por José Smith acusan a Martin Van Buren en lo personal y en principio, la historia es mucho mayor que éste solo encuentro. Aunque algunos de los contemporáneos de Van Buren le tenían inmensa antipatía, una condición que se aplica a muchos de quienes tienen rivales políticos, existe un consenso justo y uniforme entre los eruditos modernos de que Van Buren fue un hombre honorable y, de alguna forma, un político extraordinario. De hecho, es reconocido por muchos por ser el padre fundador de los partidos políticos modernos. ¿Cómo podemos explicar la incongruencia de que Van Buren era un hombre honorable pero a la vez fue indiferente a la petición de los Santos? A mi juicio, hubo tres factores primordiales, que ayudan a explicar este dilema. Los identificaré en lo general y de manera breve. El primer factor fue la preocupación de Van Buren en ser reelegido. A fines del año 1839, el regreso de Van Buren a la Casa Blanca como un presidente demócrata, al igual que Andrew Jackson su predecesor en dos períodos, de ninguna manera estaba garantizada. El segundo factor fue la situación del país. Toda la administración de Van Buren se caracterizó por ser una lucha; muchos consideraban que el país era un desastre. No solamente se filtraban la mayoría de los asuntos nacionales por las contenciones del regionalismo, el menor de los cuales no era la esclavitud (algo que Van Buren defendía abiertamente), sino que los efectos residuales del Pánico de 1837 también empujaron las barreras económicas del país, en los primeros dos meses de haber asumido el cargo, dañando cualquier avance económico que él esperara hacer. Además había problemas internacionales con la Gran Bretaña y algunos pensaban que podrían estallar en guerra. El tercero y, probablemente el factor más importante, era que los mormones no eran importantes en el panorama político, en especial por lo que le solicitaron al presidente.
Interceder por los Santos en contra del estado de Missouri habría requerido que Van Buren violara el fundamento de su personalidad política, la premisa sobre la cual él creía que había hecho su carrera y que logró su ascención a la presidencia — la protección de los derechos de los estados.— Muchos han discutido la aparente incapacidad de Van Buren de iniciar la intervención federal a fin de proteger a los ciudadanos americanos y ejecutar su demandas por compensación por daños causados por un estado ofensor. Es verdad que las enmiendas a la constitución, posteriores a la Guerra Civil, y que presumiblemente permitían tal intervención no estaban en vigor en esa fecha. Pero aún si hubieran existido tales estatutos en los libros que permitieran la acción federal, es mi opinión que Van Buren estaba tan preocupado por tener bajo control las animosidades regionales que no habría actuado a favor de los Santos, aunque hubiera tenido las leyes y los medios para hacerlo. Los mormones no importaban. No estaban en el “radar” de nadie, si me permiten usar términos modernos. Especialmente, no eran de importancia cuando se trató de echar por los suelos toda la carrera del presidente contra algo que podría haber acelerado lo impensable en esa época — la división de la república.—
Este punto de vista político acerca de la supremacía de los derechos de los estados era tan fundamental para Van Buren y su postura era tan ampliamente conocida por los americanos, que no es plausible para mí el pensar que José Smith haya ido a Washington ignorando lo que encontraría allí. Es difícil pensar que los mormones fueran tan ingenuos con respecto a los instintos y la disposición del presidente de su nación referente al asunto de los derechos de los estados. Si hubiera una palabra que describiera lo que todos sabían acerca de Van Buren, y se ha usado repetidamente aún en tiempos modernos, esa sería la palabra cauteloso. Un defensor cauteloso de los derechos de los estados, nunca hubiera tomado en cuenta lo que propusieron los Santos.
Y, francamente, el presidente tenía otros asuntos en su mente. El mensaje anual del Presidente para el Congreso, que se dió el 2 de diciembre de 1839, solamente tres días después del encuentro con José Smith, estuvo lleno de su agenda nacional, incluyendo el mal manejo de las dificultades con los Indios Nativos Americanos, y que él llamó una “vergüenza.” Pero su mensaje se centró en el énfasis continuo con respecto a la primordial ambición de su presidencia, el establecimiento de una tesorería nacional independiente. Esta meta era de tanta importancia para el presidente, y la empujó tan fuertemente para poder establecerla, que hasta 1840 dominó las discusiones del Vigésimo sexto Congreso. [16]
Insistiendo a los Pies del Presidente
Así que, ¿cómo se justifica la aventura de José Smith a Washington? Puede tener su origen en una revelación recibida por José Smith en diciembre de 1833 referente a la eventual redención de Sión —la cual, por supuesto, fue lo que motivó las peticiones de compensación—. Mis puntos de vista sobre el efecto que tuvo esta revelación en la forma de pensar y la conducta posterior de José Smith, se derivan de la obra de mi colega Mark Ashurst McGee. En su recién terminada disertación doctoral, argumenta que el consejo divino de la sección 101 de la Doctrina y Convenios referente a las peticiones de los Santos para que el gobierno interviniera en el período posterior a su expulsión del Condado de Jackson, dio las directrices que motivaron mucha de su estrategia futura. Sin embargo, lo que estoy comentando ahora, es mi propia interpretación de lo que impulsó a José Smith para ir a Washington. La logística divina al solicitar compensación por los daños causados a los Santos incluyó esta provisión: “Insistan a los pies del juez; y si este no les hace caso, insisten a los pies del gobernador; y si el gobernador no les hace caso, insistan a los pies del presidente; y si el presidente no les hace caso, entonces el Señor se levantará y saldrá de su morada oculta, y en su furor afligirá a la nación (Doctrina y Convenios 101: 86-89).
Parece ser que no hubo nada que recibiera José Smith con posterioridad que silenciara esta estrategia. Esta instrucción revelada no fue necesariamente una fórmula que adelantara el rechazo del presidente a actuar a favor de los Santos. Aparentemente José Smith fue a Washington conociendo la forma de ser del presidente y sus políticas, pero con la esperanza de que Van Buren de alguna manera, mediante la inspiración divina, intuiría la necesidad de ayudar a los Santos. Los Santos, primordialmente, eran demócratas. Tenían razones para creer que no solamente serían escuchados, sino que serían justificados. La decepción de José Smith vino cuando fue aparente que las políticas de Van Buren no solamente ignoraron las libertades concedidas divinamente en la Constitución, sino que también endurecieron su corazón a las revelaciones e inspiración de Dios. La comparación al encuentro de Moisés con el faraón de Egipto es muy vívida. Me parece que José fue a Washington pensando que Martin Van Buren consentiría a aceptar las peticiones de un “pueblo muy injuriado.” John Reynolds explicó el cambio en las opiniones de José Smith en vista de lo que hicieron el Presidente y el Congreso: “Su solicitud para compensar los daños causados a los mormones en Missouri, fue sometida al Senado y ambos senadores de Missouri, los señores Benton y Linn, atacaron su petición con tanta fuerza y violencia que ni siquiera pudo obtener un entierro decente. Smith regresó al estado de Illinois como “liberal entusiasta.” [17]
La Frustración Posterior a la Visita
José Smith regresó a Nauvoo a principios de marzo de 1840. Su llegada a casa coincidió con el ataque del Partido Liberal a Martin Van Buren, que estaban determinados a que no fuera electo en la elección del otoño. Tres informes periodísticos en la primavera de 1840 tomaron las opiniones de José Smith a su regreso a Nauvoo después de su educación en Washington. Esos informes ilustran, con cualquier licencia periodística que le concedamos a los periodistas o a sus corresponsales, la forma de pensar del Profeta. El domingo 22 de marzo, un escritor del periódico New York Journal of Commerce reportó un discurso de José Smith dado a los Santos en Illinois en la que explicó su experiencia en Washington:
Después de una oración al Altísimo, y la lectura de un capítulo de escritura sagrada, él [José Smith] comenzó su discurso. Les dijo a su pueblo que él era siervo de ellos; y que tenían el derecho de conocer los detalles de su viaje; y por lo tanto, les daría un relato minucioso. Que no le gustaba predicar de política en el Día de Reposo, pero debía liberar su mente, y debía contar la historia completa.
El motivo de su visita a Washington, como bien lo saben, fue para hacer solicitudes al Congreso para que les auxiliaran, diciéndoles las molestias en Missouri. Pero sin resultado. Dijo que a su llegada a Washington, él, junto con dos de los élderes, (Rigdon y Higbee) buscaron al señor Van Buren en la “Casa Blanca” con una carta de presentación, y que después de hacerle saber el motivo de su visita y pedirle que les ayudara, el señor Van Buren replicó “¡Ayudarles! ¿Cómo podría ayudarles? ¡ Todo Missouri se volvería contra mi.” Pero le exigieron al señor Van Buren una audiencia, y él después de escuchar por unos momentos su relato de su inocencia injuriada, salió del cuarto abruptamente. Después de esperar por un buen rato a que regresara, se vieron en la necesidad de salir, desilusionados y disgustados. [18]
Aparentemente una de las razones por las que José Smith estaba tan indignado por la respuesta de Van Buren fue porque estuvo sujeto a insulto personal, aunque la reputación general del presidente era de ser muy respetuoso. Al no tener la versión de Van Buren de la historia, no sabemos si el presidente estaba ocupado o irritado por alguna otra cosa que lo hubiera influenciado en su trato hacia la pequeña delegación. El reporte periodístico continuó: “Él pensó que el señor Van Buren los trató con negligencia y una gran falta de respeto, y durante la conversación, entre otras cosas, José le dijo al presidente que él (el presidente) estaba engordando. El presidente le contestó que estaba al tanto de eso; que tenía que ir con frecuencia al sastre para que le ampliara la ropa, o para comprar un saco nuevo. El ‘profeta’ agregó, a toda voz, —‘que experaba que continuara engordando, y que se hinchara, y,¡que explotara antes de la próxima elección!’” [19]
Aunque las palabras fuertes pudieran haber sido una hipérbole retórica para crear entre la congregación antipatía hacia la forma en que el presidente de la nación había rechazado las peticiones de los Santos, las palabras concuerdan con otras expresiones de José Smith referentes a la afrenta personal que sintió a manos del presidente, una afrenta que el Profeta volvió a repetir en cada oportunidad que tuvo después de su regreso de Washington. En la conferencia general del 7 de abril, el recuento de José sobre lo que había sucedido en Washington fue reportado en un periódico de Peoria, Illinois:
El primer día [de la conferencia] el señor Smith, tomó la oportunidad de dar a la multitud congregada, la que consistía de unas tres mil personas, un relato detallado de su misión, el cual fue dicho con gran claridad, y fue escuchado con profundo interés. Dijo que tan pronto como llegaron a Washington, fue a ver al señor Van Buren, y le pidió permiso para dejarle el documento que se le había confiado, a la vez que le declaró brevemente lo que contenía. Los modales del señor Van Buren fueron muy repulsivos, y fue solamente después de la urgente petición de Smith, que consintió en recibir el documento y daría una respuesta al día siguiente. Al siguiente día Smith nuevamente llamó [y aquí está una de esas fuentes contradictorias que debemos considerar], y fue cuando el señor Van Buren acortó la entrevista al decir, “no puedo hacer nada por ustedes, caballeros. Si lo hiciera, me pondría contra todo el estado de Missouri, y ese estado se pondría contra mí en la próxima elección.” El señor Smith dijo que se quedó como si le hubiera caído un rayo ante esa confesión. Siempre había creído que el señor Van Buren era un estadista de mente abierta y que siempre le había apoyado como tal, pero que que ahora veía que solamente era un político ambulante, que sacrificaría todo con tal de promover su reelección. Se salió abruptamente, y se regocijó, ya fuera del palacio, al poder respirar una vez más el aire de un hombre libre. [20]
En abril de 1840, otro periodista viajante, éste del Alexandria Gazette, [de Virginia] dio el siguiente reporte acerca de la descripción de José Smith de su visita a Washington, mediante una conversación personal:
Era una hermosa mañana cerca del fin de abril pasado [1840], cuando el escritor de este bosquejo, en compañía de un amigo cruzó el Río Mississippi, desde Montrose [Iowa], para visitar al profeta. . . . Bajamos de su oficina, y la conversación cambió hacia su reciente visita a Washington, y la plática con el Presidente de los Estados Unidos. Nos dio a entender muy claramente que sus opiniones políticas habían sufrido un cambio completo; y la descripción de la recepción que le dieron en la mansión ejecutiva no fue para nada halagadora hacia el distinguido individuo que preside sobre sus hospitalidades
Antes de que hubiera escuchado la historia de nuestros agravios, dijo el indignado Profeta, el señor Van Buren, nos hizo entender que no podía hacer nada para aliviar nuestras quejas sin que eso interfiriera en sus posibilidades políticas en Missouri. Dijo, no es tan adecuado para ser jefe de estado, como mi perro; porque mi perro se esforzaría por proteger a su amo insultado y abusado, en tanto que el actual magistrado en jefe no haría tanto como levantar su dedo para aliviar a una oprimida y perseguida comunidad formada por hombres libres, cuya gloria ha sido la de ser ciudadanos de los Estados Unidos. [21]
El efecto final de la delegación mormona a Washington en 1839-1840 fue una descepción frustrada, sus súplicas fueron rechazadas por el presidente y por el Congreso. Previamente dí a entender que José Smith cambió su forma de pensar sobre la política y los personajes políticos americanos, como consecuencia de su experiencia en Washington, como se ilustran por los informes periodísticos citados arriba. Pero no se había rendido en cuanto a la premisa fundamental de que las instituciones americanas tenían obligaciones con la gente. En lo que quizás fue el primer discurso que dio después de regresar de su aventura en Washington, les recordó a los Santos, de acuerdo con el reporte de su tío John Smith, que “los asuntos que ya están ante el Congreso [referentes a los Santos] actualmente era la única cosa que debía interesar a los Santos. . . . Pidió que se hiciera todo esfuerzo posible para mandar a Washington declaraciones juradas, y también cartas a los miembros del Congreso.” [22]
En un tema para otra ocasión, lo que hizo José Smith con posterioridad a su encuentro con el presidente y el Congreso inició lo que se ha descrito como su papel como estadista-profeta. Ciertamente el punto de vista de José Smith de su ministerio profético se había expandido mediante su defensa de sus conciudadanos Santos ante los magistrados supremos de esa época, y lo volvería a solicitar en otro día.
Notas
[1] Robert D. Foster, “A Testimony of the Past: Loda, Illinois, 14 de febrero de 1874,” The True Latter Day Saints’ Herald (15 de abril de 1875); páginas 225-226.
[2] Carta de José Smith y Elias Higbee para Hyrum Smith, 5 de diciembre de 1839, en la ciudad de Washington, , “Corner Missouri and 3d Street,” Colección de José Smith, Libro de Cartas 2: 85-88, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City.
[3] De José Smith y Elias Higbee para Hyrum Smith, “En la Esquina de las Calles Missouri y Tercera.,” Letterbook 2: 85-88.
[4] Francis J. Grund, Aristocracy in America: From the Sketch Book of a German Nobleman (Nueva York: Harper & Brothers, 1959), páginas 229-230.
[5] Francis J. Grund, Aristocracy in America, página 231.
[6] De José Smith y Elias Higbee para Hyrum Smith, “En la Esquina de las Calles Missouri y Tercera.,” Letterbook 2: 85-88.
[7] Periódico Adams Sentinel (Gettysburg, Pennsylvania), 30 de diciembre de 1839.
[8] 9 de noviembre de 1839: Rigdon, Sidney. Springfield, Ill. para Martin Van Buren y los Jefes de Departamentos, en Washington. Presentando a José Smith hijo, y Elias Higbee, mormones. A.L.S. 1 p.; y 9 de noviembre de 1839: Adams, J. Springfield, Illinois, para M[artin]Van Buren, Washington. Presentando a dos mormones, José Smith hijo, y [Eliaes] Higbee. A.L.S. 1p. Library of Congress: Calendar of the Papers of Martin Van Buren (Washington: Government Printing Office, 1910), página 382.
[9] John Reynolds, My Own Times: Embracing Also the History of my Life ([Belleville,] Illinois: B. H. Perryman y H. L. Davidson, impresores], 1855), página 367.
[10] De José Smith y Elias Higbee para Hyrum Smith, “En la Esquina de las Calles Missouri y Tercera.,” Letterbook 2: 85-88.
[11] De José Smith y Elias Higbee para Hyrum Smith, “En la Esquina de las Calles Missouri y Tercera.,” Letterbook 2: 85-88.
[12] John Reynolds, My Own Times, página 359.
[13] John Reynolds, My Own Times, página 367.
[14] John Reynolds, My Own Times, página 359.
[15] De José Smith y Elias Higbee para Hyrum Smith, “En la Esquina de las Calles Missouri y Tercera.,” Letterbook 2: 85-88.
[16] The Congressional Globe: Containing Sketches of the Debates and Proceedings of the Twenty-Sixth Congress, First Sesion, Volume VIII (Washington: Globe, 1840).
[17] John Reynolds, My Own Times, página 368.
[18] Reimpreso en “The Mormons for Harrison,” Peoria Register ad North-Western Gazetteer, 17 de abril de 1840.
[19] “The Mormons for Harrison,”
[20] “The Mormons for Harrison,”
[21] The Sun [Nueva York] 28 de julio de 1840. Este artículo, que recibió una amplia circulación, apareció inicialmente en el periódico Alexandria Gazette, [en Virginia]. También apareció en el Courant de Hartford, Connecticut el 29 de agosto de 1840; y en el Quincy Whig [en Illinois] el 17 de octubre de 1840.
[22] Registros de la Estada de Iowa, 1839-1841, 6 de marzo de 1840. Biblioteca de Historia de la Iglesia.