“Pensemos con claridad”

M. Russell Ballard

El élder M. Russell Ballard es miembro del Quórum de los Doce Apóstoles.

Tomado de un discurso pronunciado el 20 de agosto de 2013, durante la Semana de Educación de BYU.

Foto de Elder M. Russell BallardElder M. Russell Ballard © Intellectual Reserve, Inc.

La Semana de Educación en BYU es una buena oportunidad para aprender más sobre el plan de felicidad que nos ha dado nuestro Padre Celestial. Existe tanta información, que con frecuencia siento que debemos ser cautelosos y sabios, a fin de siempre tener en mente lo mas importante o sea el evangelio y la simple doctrina de Cristo. Dicho claramente, esto es: la fe en el Señor Jesucristo, el arrepentimiento del pecado, el bautismo por inmersión para la remisión de pecados, recibir el Espíritu Santo, y perseverar hasta el fin.

Hace unos días mi esposa y yo regresamos de Inglaterra, en donde tuvimos el privilegio de presenciar, junto con varios de los Hermanos y sus esposas, la primera presentación del Espectáculo Británico. Unos doscientos artistas junto con cientos de voluntarios narraron, por medio de canciones, danzas y discursos, la historia de la llegada de los élderes Heber C. Kimball, Orson Hyde, Willard Richards, Joseph Fielding, y otros más, que llegaron a Inglaterra a establecer la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Mientras observaba el desarrollo de la historia, vinieron grandes recuerdos a mi mente acerca de mi propia experiencia de hace sesenta y cinco años cuando llegué a Inglaterra para servir una misión de tiempo completo. A medida que avanzaba la historia, me conmoví profundamente con la gran contribución que los conversos de las Islas Británicas, y por supuesto, algunos de Escandinavia, hicieron para establecer y fortalecer la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días desde 1837 hasta el día de hoy. Esos intrépidos misioneros portadores del sacerdocio y el mensaje de la Restauración, llegaron a cientos, y posteriormente a miles de vidas por medio de sus testimonios, las bendiciones del sacerdocio, y su amor por la gente de Gran Bretaña. Tuvieron una buena cosecha de conversos maravillosos.

Al observar el espectáculo, pensé: “¿Cómo lo hicieron?” Los primeros miembros no tenían ningún programa de proselitismo. Tampoco tenían Predicad Mi Evangelio. Tampoco existía un Centro de Capacitación Misional. No contaban con medios de transporte accesible. Pero lo que sí tenían era un testimonio profundo de que José Smith se arrodilló en la presencia del Padre y del Hijo cuando se le aparecieron en 1820 y abrieron el camino para la Restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo. Que el Padre y el Hijo le dieron los principios de la doctrina de Cristo que mencioné previamente.

Mientras meditaba en el milagro de la misión a Gran Bretaña, me pareció que las verdades sencillas del evangelio, (según las explicaron aquellos grandes apóstoles de ayer) simplemente llegaron al corazón de las personas. Tuve la fuerte impresión—de hecho, tan fuerte—que cambié lo que había pensado compartir hoy con ustedes debido a las impresiones que vinieron a mi mente acerca del poder y la importancia de la fe y el testimonio de las queridas hermanas, e incluso los niños, que se unieron a la Iglesia durante esa etapa formativa. El observar y recordar eso fue algo abrumador para mí. Soportaron los desafíos del viaje a Sión debido a su fe, a su propio estudio y conocimiento del Libro de Mormón, y su aceptación inquebrantable de José Smith como el profeta de esta dispensación. Las mujeres de las Islas Británicas que llegaron hasta aquí—muchas de ellas sin sus esposos y algunos de sus hijos por haberlos sepultado en el camino—fueron de distintas formas el corazón de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en esa primera época.

Y eso es verdad ahora. De muchas formas, las mujeres son el corazón de la Iglesia. Así que hoy, con la ayuda del Señor, me gustaría rendir tributo a las fieles mujeres, adultas y jóvenes, de la Iglesia. Ustedes queridas hermanas, en cualquier parte del mundo donde vivan, por favor sepan del gran afecto y la confianza que la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce tienen en ustedes

Cuando llegué a Inglaterra en 1948, era después de la Segunda Guerra Mundial, y muchas de las pequeñas ramas que llegaron a convertirse en barrios y estacas, se mantuvieron unidas debido a la fe—la fe simple y pura y la confianza en nuestro Padre Celestial y en Su plan—de las hermanas que se quedaron atrás mientras sus esposos e hijos salieron a pelear en la Segunda Guerra Mundial. De no haber sido por las hermanas, su fe y fortaleza durante esos días difíciles, hubiéramos tenido que iniciar la obra desde cero en varias de las ramas en las cuales serví.

Pensar con claridad acerca del Plan de Felicidad

Hermanos y hermanas, ruego que el Señor me bendiga para seguir el consejo impreso en una placa que está en mi oficina que dice: “Sobre todo lo demás, hermanos, pensemos con claridad.” Estas fueron las últimas palabras dichas en la mortalidad por mi abuelo, el élder Melvin J. Ballard, que en 1939 estaba hospitalizado padeciendo leucemia terminal.

Mi padre, que estaba sentado al lado de la cama del Abuelo, me dijo que el Abuelo se enderezó en la cama, pasó la vista por todo el cuarto del hospital como si se estuviera dirigiendo a una congregación o a un grupo, y dijo claramente: “Y sobre todo lo demás, hermanos, pensemos con claridad.” Cuando voy a mi oficina cualquier día de la semana veo esas palabras.

“Pensar con claridad” ha sido importante para todos nosotros, pero nunca más que ahora.

Desde el principio del tiempo, ha habido hombres y mujeres poco comunes que han tenido el poder de la persuasión. Quienes tienen el don de la comunicación siempre han ejercido una gran influencia, pero la influencia de los comunicadores eficaces nunca ha sido mayor que hoy en día. Debido a la Internet, y particularmente a la popularidad y la proliferación de las redes sociales—Facebook, Twitter, Instagram, y solo el cielo sabe que otras cosas se han popularizado y de las cuales no estoy enterado—todos pueden charlar con todos acerca de todo. Hoy, alguien que sea ingenioso y que tenga facilidad de palabra puede encontrar quien le escuche y le siga. Desafortunadamente, no todos los que han desarrollado la capacidad de comunicarse bien usan su poder de expresión para difundir la verdad. No todos tienen la ayuda del Espíritu Santo para pensar con claridad.

En esto que escribo, por favor tengan en mente que pienso con claridad con respecto a las doctrinas básicas de Cristo que incluyen el amor que nuestro Padre Celestial tiene para Sus hijas que son preciosas e importantes para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Hermanos, y también ustedes hermanas, les insto a que escuchen con atención porque creo que hay algunas verdades que necesitan entender tanto los hombres como las mujeres acerca del rol fundamental que tienen las mujeres para fortalecer y establecer el reino de Dios en la tierra.

Somos amados hijos e hijas de nuestro Padre Celestial. Vivimos con Él en el reino pre-mortal. A fin de poder cumplir la misión de “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39), el Padre Celestial creó un plan designado para ayudar a Sus hijos a lograr su potencial. El plan de nuestro Padre incluía que el hombre cayera y que estuviera separado de Él por un tiempo cuando naciera en la mortalidad, que obtuviera un cuerpo, y que entrara a un período de probación. Su plan proveyó un Salvador que redimiera a la humanidad de la Caída. La expiación de nuestro Señor Jesucristo nos proporciona el camino, mediante las ordenanzas del evangelio y los convenios sagrados, para regresar a la presencia de Dios. Debido a que viviríamos en un entorno mortal lleno de peligros y distracciones, el Padre Celestial y Su Hijo sabían que necesitaríamos tener acceso a un poder mayor que el nuestro. Sabían que necesitaríamos acceso a Su poder. El evangelio y la doctrina de Cristo le dan a todos los que lo acepten el poder de lograr la vida eterna y la capacidad para encontrar gozo en el camino.

Hay quienes cuestionan el lugar de la mujer en el plan de Dios y en la Iglesia. He sido entrevistado por los medios nacionales e internacionales lo suficiente para poder decirles que la mayoría de los periodistas con quienes he tratado han tenido ideas preconcebidas al respecto. A través de los años muchos han hecho preguntas que implican que las mujeres en la Iglesia son ciudadanos de segunda clase. Hermanos y hermanas, nada podría estar más alejado de la verdad.

Permítanme sugerir cinco puntos clave para este tema importante a fin de que los mediten y puedan pensar con claridad.

El Género es Eterno

Repito: Nuestro Padre Celestial creó a las mujeres y a los hombres, y son Sus hijas e hijos espirituales. Esto significa que el género es eterno. Él tiene un plan, diseñado para ayudar a todos lo que decidan seguirlo a Él y a Su Hijo Jesucristo, para que logren su destino como herederos de la vida eterna.

El Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo son perfectos, Son omniscientes y comprenden todas las cosas. Además Sus esperanzas en nosotros son perfectas. Su obra y Su gloria es ver que Sus hijos sean exaltados; o sea llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de la humanidad.

Es seguro que si nuestra eventual exaltación es Su principal propósito y meta, y si Ellos son omniscientes y perfectos, tal como sabemos que lo son, entonces saben como prepararnos, enseñarnos y guiarnos a fin de que tengamos la mayor oportunidad de calificar para la exaltación. Hubo un antiguo programa de televisión que se llamaba Papá Sabe Más, en el cual se describe a un padre de la familia que tenía respuesta para todo. Bueno, sabemos que ningún padre en la tierra es infalible. Pero hay un padre, nuestro Padre Celestial, que lo sabe todo, que prevé todo y que comprende todo. Su comprensión, Su sabiduría, y Su amor hacia nosotros son perfectos. Es seguro que estamos de acuerdo en que nuestro Padre Celestial y su Hijo Jesucristo saben mejor qué oportunidades necesitan los hijos de Dios para preparar mejor a la familia humana para la eternidad.

Casi todos tenemos familiares o amigos que han sido atrapados en alguno de los actuales problemas sociales. Por lo general, el discutir esos temas no trae consigo ninguna solución y, de hecho, pueden crear contención. Hay algunas preguntas acerca de la posición de la Iglesia en cuanto a temas delicados que son difíciles de contestar para satisfacer a todos. Sin embargo, cuando nos acercamos al Señor en oración sobre cómo sentir y qué hacer en esas situaciones, viene esta impresión: “¿Crees en Jesucristo y lo sigues a Él y al Padre?” Estoy seguro que casi todos en la Iglesia se preguntarán, tarde o temprano, si pueden hacer todo lo que se les ha pedido que hagan. Pero si en verdad creemos en el Señor, viene la confirmación: “Creo en Jesucristo, y estoy dispuesto a hacer todo lo que Él necesite que haga.” Así que seguimos adelante. Cuán poderosas son las palabras “¡Le creo a Jesucristo!”

Cuando todo se haya dicho y hecho, todos nosotros tenemos el privilegio de escoger si vamos a creer o no que Dios es nuestro Padre, que Jesús es el Cristo, y que Ellos tienen un plan diseñado para ayudarnos a regresar a Ellos. Por supuesto, esto requiere fe, y es por eso que la fe es el primer principio del evangelio. Nuestro testimonio, nuestra paz mental y todo nuestro bienestar, empiezan con la voluntad de creer que nuestro Padre Celestial en verdad sabe más.

El Sacerdocio Emana de Dios

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la Iglesia del Señor y Su Iglesia se gobierna por y mediante la autoridad del sacerdocio y las llaves del sacerdocio. “Las llaves del sacerdocio son la autoridad que Dios ha dado a los líderes del sacerdocio para dirigir, controlar y gobernar el uso de Su sacerdocio en la tierra. El ejercicio de la autoridad del sacerdocio lo gobiernan aquellos que poseen sus llaves (véase D. y C. 65:2; 81:2; 124:123). Los que poseen llaves del sacerdocio tienen derecho a presidir y dirigir la Iglesia en una jurisdicción.” [1]

Quienes poseen llaves del sacerdocio—ya sea un diácono que tiene las llaves para su quórum, o un obispo que tiene las llaves para su barrio o un presidente de estaca que tiene las llaves para su estaca o el Presidente de la Iglesia que posee todas las llaves del sacerdocio—hacen posible, literalmente, que todos los que sirven o trabajan fielmente bajo su dirección ejerzan la autoridad del sacerdocio y tengan acceso al poder del sacerdocio.

Todos, hombres y mujeres, sirven bajo la dirección de quienes tienen las llaves. Esta es la manera en que el Señor gobierna Su Iglesia. El Profeta José Smith enseñó: “El Sacerdocio es un principio eterno, que existió con Dios desde la eternidad y existirá por la eternidad, sin principio de días o fin de años.” [2]

El Presidente David O. McKay explicó además: “El sacerdocio es parte inherente de la Trinidad. Es autoridad y poder, y su fuente de procedencia son únicamente el Eterno Padre y Su Hijo Jesucristo. . . Al buscar el origen del sacerdocio. . . no podemos concebir nada más allá de Dios mismo; se centra en Él y debe emanar de Él. Siendo, pues, algo inherente al Padre, se saca en conclusión que sólo Él puede conferirlo a otra persona.” [3]

Permítanme repetir algo que declaré en la conferencia general de abril de 2013: “En el grandioso plan de nuestro Padre Celestial, que incluye el sacerdocio, los hombres tienen la singular responsabilidad de administrarlo; pero ellos no son el sacerdocio. Los hombres y las mujeres desempeñan funciones diferentes pero igualmente valiosas. Así como una mujer no puede concebir un hijo sin el hombre, tampoco el hombre puede ejercer plenamente el poder del sacerdocio para establecer una familia eterna sin la mujer. En otras palabras, en la perspectiva eterna, el hombre y la mujer comparten el poder procreativo y el poder del sacerdocio.” [4]

¿Por qué los hombres son ordenados a oficios en el sacerdocio y las mujeres no? El Presidente Gordon B. Hinckley explico que: “Fue el Señor quien determinó que los hombres de la Iglesia fueran poseedores del sacerdocio. Y fue también El quien les dio a las mujeres la capacidad de complementar esta maravillosa organización, que es la Iglesia y el Reino de Dios.” [5] Después de todo lo dicho y hecho, el Señor no ha revelado el por qué Él ha organizado Su Iglesia como lo ha hecho.

Cuando pensamos en las cosas que no entendemos por completo, me acuerdo de las palabras de mi difunto amigo y Apóstol el élder Neal A. Maxwell que dijo: “Lo que ya sabemos acerca de Dios, nos enseña a confiar en Él en lo que no entendemos por completo.” [6]

El élder Jeffrey R. Holland declaró en la conferencia general de abril de 2013: “En esta Iglesia lo que sabemos siempre prevalecerá sobre lo que no sabemos.” [7]

Hermanos y hermanas, este asunto, al igual que muchos otros, se reduce a nuestra fe. ¿Creemos que esta es la Iglesia del Señor? ¿Creemos que Él la ha organizado de acuerdo a Sus propósitos y Su sabiduría? ¿Creemos que Su sabiduría excede por mucho a la nuestra? ¿Creemos que Él ha organizado Su Iglesia de forma tal que sea la mayor bendición posible para todos Sus hijos, tanto Sus hijos como Sus hijas?

Se que estas cosas son verdaderas y les testifico que son verdaderas. Testifico que esta es la Iglesia del Señor. Las mujeres son fundamentales para la forma de gobierno y la obra de la Iglesia por medio de su servicio como líderes y maestras en la Sociedad de Socorro, las Mujeres Jóvenes y la Primaria; por su servicio como misioneras de tiempo completo, obreras en el templo; y en el hogar que es donde ocurre la enseñanza más importante de la Iglesia.

No nos olvidemos que cerca de la mitad de toda la enseñanza que se hace en la Iglesia la realizan las hermanas. Mucho del liderazgo que se brinda viene de nuestras hermanas. Muchas de las actividades y las oportunidades de servicio son planificadas y dirigidas por mujeres. Las ideas y otras participaciones de las mujeres en los consejos de barrio y de estaca y en los consejos generales en las oficinas de la Iglesia brindan sabiduría y equilibrio con criterios bien pensados.

El élder Quentin L. Cook comentó acerca de la actuación, de esas que cambian vidas, de una presidenta de la Sociedad de Socorro en Tonga. En una conferencia de estaca efectuada mientras el élder Cook estuvo allí, se presentaron los nombres de sesenta y tres futuros élderes que fueron sostenidos para que recibieran el Sacerdocio de Melquisedec. El élder Cook preguntó en qué forma se había efectuado ese “milagro” y el presidente de estaca le dijo que en una reunión de consejo de estaca, la Presidenta de la Sociedad de Socorro habló de los muchos hombres de cerca de treinta años de edad que no habían sido misioneros y que no estaban totalmente activos. Sugirió que el consejo se enfocara en ordenarlos al sacerdocio y que fueran al templo junto con sus esposas; ya que algunas estaban inactivas o ni siquiera eran miembros de la Iglesia.

El élder Cook comentó que: “mientras ella hablaba, el espíritu le confirmó al presidente de estaca que lo que ella sugería era cierto.” “Después de tratar el asunto a fondo en el consejo de estaca, se decidió que los hermanos del sacerdocio y las hermanas de la Sociedad de Socorro se ocuparían de rescatar a aquellos hombres y a sus respectivas esposas. . . . Los que participaron en ese rescate se ocuparon principalmente de prepararlos para el sacerdocio, el matrimonio eterno y las ordenanzas salvadoras del templo. Durante los dos años siguientes casi todos los sesenta y tres hombres que se habían sostenido para recibir el Sacerdocio de Melquisedec en la conferencia a la que asistí recibieron su investidura en el templo y se sellaron a su cónyuge. Esta historia es sólo un ejemplo de lo fundamentales que son nuestras hermanas en la obra de salvación.” [8]

Durante más de veinte años he estado enseñando acerca de la importancia de los consejos, incluso la importancia de las hermanas líderes, y en los Manuales de la Iglesia actuales se enfatiza el trabajo de los consejos. Sin embargo, al escribir estas cosas, reconozco que existen algunos hombres, incluso algunos líderes del sacerdocio, que aún no han visto la luz y que todavía no incluyen a las hermanas líderes en plena sociedad en los consejos de barrio y estaca. Reconozco también que hay algunos hombres que oprimen a las mujeres y, en algunos casos raros, son culpables de abusar de ellas. Esto es aborrecible a los ojos del Señor. Estoy seguro que los hombres que de alguna forma rebajen a las mujeres tendrán que responder, ante Dios, por sus acciones. Y permítanme añadir que cualquier líder que no involucre a las hermanas líderes con todo respeto e inclusión, no está honrando ni magnificando las llaves que se le han conferido. Su poder y su influencia serán reducidos hasta que aprenda las maneras del Señor.

Ahora, hermanas, al hablarles tan francamente a los hombres, permítanme ser franco con ustedes. Aunque sus contribuciones son importantes y bienvenidas en los consejos eficaces, necesitan ser muy cuidadosas a fin de no asumir un rol que no sea el suyo. Los consejos de barrio y estaca que tienen más éxito son aquellos en los que los líderes del sacerdocio confían en las hermanas líderes y las animan a participar con sus comentarios, a la vez que las hermanas respetan y sostienen las decisiones del consejo que se efectúan bajo la dirección de los líderes del sacerdocio que tienen las llaves. Se ayuda a las familias y se activa a las personas, mediante las reuniones de consejo en las cuales existe esta sociedad y se enfocan en la gente. Las unidades de la Iglesia se fortalecen con los miembros que se aman y desean ayudarse mutuamente al servir al Señor.

La proclamación sobre la familia enseña verdades fundamentales acerca de los distintos roles de los hombres y mujeres, particularmente en lo que se refiere a su lugar como esposos y esposas: “Por designio divino, el padre debe presidir sobre la familia con amor y rectitud y tiene la responsabilidad de protegerla y de proveerle las cosas necesarias de la vida. La responsabilidad primordial de la madre es criar a los hijos. En estas responsabilidades sagradas, el padre y la madre, como iguales, están obligados a ayudarse mutuamente.” [9]

Para crear una nueva vida se necesitan a un hombre y una mujer. Para recibir las bendiciones completas del cielo, en cualquier actividad en la Iglesia, se requieren hombres que respeten a las mujeres y los dones espirituales que ellas poseen, y de mujeres que respeten las llaves del sacerdocio que poseen los hombres.

Igual No Significa que Sea lo Mismo

Los hombres y mujeres son iguales ante los ojos de Dios y ante la Iglesia, pero, hermanos y hermanas, igual no significa que sean lo mismo. Las responsabilidades y los dones divinos de los hombres y de las mujeres son diferentes en su naturaleza pero no en su importancia o influencia. La doctrina de nuestra Iglesia coloca a las mujeres igual, pero a la vez diferentes, que a los hombres. Dios no considera a un género mejor o más importante que al otro. El Presidente Gordon B. Hinckley les dijo a ustedes mujeres que: “Él, nuestro Padre Eterno, les ha bendecido con poderes milagrosos tanto mentales como físicos. Su intención fue siempre que ustedes fueran la corona gloriosa de Sus creaciones.” [10]

Menciono esto simplemente porque hay algunos que a veces se confunden y no piensan con claridad cuando comparan las asignaciones de los hombres con las de las mujeres y las asignaciones de las mujeres con las de los hombres.

He estado rodeado de mujeres toda mi vida. Tengo tres hermanas. Yo fui el único hombre. Tengo cinco hijas, veinticuatro nietas, y diecinueve bisnietas. Y, por supuesto, he sido bendecido a lo largo de sesenta y dos años de matrimonio con mi esposa Bárbara. Desde hace mucho aprendí a escucharla. Aprendí que, cuando decía que había estado pensando algo o que tenía sentimientos en cuanto a asuntos familiares, yo debía prestar atención, porque en la mayoría de los casos estaba inspirada. Aprendí de primera mano, la forma en que se sienten algunas adultas jóvenes y las jóvenes madres que en ocasiones dudan de su valor personal y de su capacidad para contribuir. Pero soy testigo de que cuando los pensamientos de alguien se vuelven al Salvador, serán bendecidos con la fuerza y la convicción de que el Padre y el Señor les comprenden.

Las mujeres vienen a la tierra con inclinaciones y dones espirituales únicos. Esto es cierto particularmente en lo que se refiere a los hijos y las familias y también al bienestar y educación de otros en la Iglesia o en la familia.

Los hombres y las mujeres tienen dones diferentes, capacidades diferentes y puntos de vista e inclinaciones diferentes. Esa es una de las razones fundamentales por las cuales nos necesitamos el uno al otro. Se necesitan un hombre y una mujer para crear una familia, y se necesitan hombres y mujeres para llevar adelante la obra del Señor en la Iglesia. Un hombre y su esposa que trabajan juntos en rectitud, se complementan el uno al otro. Seamos cuidadosos para que no tratemos de manipular el plan de nuestro Padre Celestial y Sus propósitos en nuestra vida.

Las Bendiciones del Sacerdocio están Disponibles para Todos

Cuando los hombres y las mujeres van al templo, son investidos con el mismo poder, que por definición es el poder del sacerdocio. Aunque la autoridad del sacerdocio se dirige mediante las llaves del sacerdocio, y las llaves las poseen los hombres dignos, el acceso al poder y a las bendiciones están disponibles para todos los hijos de Dios.

El Presidente José Fielding Smith explicó: “Las bendiciones del sacerdocio no están confinadas a los hombres solamente. Estas bendiciones también son derramadas sobre . . . todas las mujeres fieles de la Iglesia. . . El Señor le ofrece a Sus hijas todo don espiritual y bendición que pueden obtener Sus hijos.” [11]

Quienes han entrado a las aguas del bautismo y que posteriormente recibieron su investidura en la casa del Señor, son elegibles para recibir bendiciones ricas y maravillosas. La investidura es literalmente un don de poder. Todos los que entran a la casa del Señor participan en las ordenanzas del sacerdocio. Esto se aplica por igual a hombres y mujeres.

Nuestro Padre Celestial es generoso con Su poder. Todos los hombres y todas las mujeres tienen acceso a este poder para que les ayude en sus vidas. Todos los que han hecho convenios sagrados con el Señor, y que honran dichos convenios, tienen derecho a recibir revelación personal, a ser bendecidos por la ministración de ángeles, a comunicarse con Dios, a recibir la plenitud del evangelio y, finalmente, a ser herederos junto con Jesucristo de todo lo que el Padre tiene.

El élder John A. Widtsoe explicó que: “El Sacerdocio es para el beneficio de todos los miembros de la Iglesia. Los hombres no tienen mayor derecho que las mujeres a las bendiciones que vienen del Sacerdocio y que acompañan a quienes lo poseen. La mujer no posee el Sacerdocio pero participa de las bendiciones del Sacerdocio.” [12]

El élder James A. Talmage enseñó:

No se le concede a la mujer ejercer la autoridad del Sacerdocio de manera independiente; no obstante. . . la mujer comparte con el hombre las bendiciones del Sacerdocio. . . En el estado glorificado de los benditos en el más allá, el esposo y la esposa administrarán en sus respectivos puestos, viendo y entendiendo por igual, y cooperando por completo en al gobierno de su reino familiar. . . Entonces, por derecho Divino, la mujer será reina en el resplandeciente reino de su estado glorificado, así como el hombre exaltado será rey y sacerdote del Más Alto Dios. El ojo mortal no puede ver ni la mente comprender la belleza, gloria y majestad de una mujer justa hecha perfecta en el reino celestial de Dios. [13]

Debemos Permanecer Unidos

Necesitamos que ustedes mujeres de la Iglesia conozcan la doctrina de Cristo y den testimonio de la Restauración en todas las formas que puedan. Nunca ha habido una época más compleja en la historia de la tierra. Satanás y sus seguidores han estado perfeccionando las armas de su arsenal durante milenios, y tienen mucha experiencia en destruir la fe y la confianza de la familia humana en Dios y en el Señor Jesucristo.

Todos nosotros—hombres, mujeres, adultos jóvenes, los jóvenes, los niños y niñas—tenemos al Señor y a Su Iglesia para defenderlos, protegerlos y predicarlos por toda la tierra. Necesitamos más de las distintivas e influyentes voces y fe de las mujeres. Necesitamos que aprendan la doctrina y que comprendan lo que creemos a fin de que puedan dar sus testimonios acerca de la verdad de todas las cosas—ya sea que esos testimonios se den alrededor de una fogata en un campamento de mujeres jóvenes, en una reunión de testimonios, en un blog, o en Facebook. Solamente ustedes le pueden mostrar al mundo cómo son, se ven y en qué creen las mujeres de Dios que han hecho convenios.

Ninguno de nosotros se puede permitir observar que los propósitos de Dios sean hechos a un lado o se rebajen en alguna forma. Invito a todos, en toda la Iglesia, a buscar la guía del cielo para saber qué pueden hacer para que se escuche su voz de fe y testimonio. Los Hermanos de la Autoridades Generales y las hermanas que son oficiales generales no lo pueden hacer solos. Los misioneros de tiempo completo tampoco lo pueden hacer solos. Los líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares no lo pueden hacer solos. Todos debemos defender a nuestro Padre Celestial y Su plan. Todos debemos defender al Salvador y testificar que Él es el Cristo, que Su Iglesia ha sido restaurada a la tierra, y que existen tales cosas como el bien y el mal.

Si vamos a tener el valor de hablar y defender a la Iglesia, primero debemos prepararnos por medio del estudio de las verdades del evangelio. Necesitamos solidificar nuestro propio testimonio mediante el diligente estudio diario de las escrituras y al invocar la promesa de Moroni, que es que podemos “conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5) si lo hacemos mediante la humilde oración y el estudio. No pierdan tiempo tratando de mejorar o ajustar el plan de Dios; no tenemos tiempo para eso. Tratar de definir cómo organizar de manera diferente la Iglesia del Señor, es un ejercicio inútil. El Señor está a la cabeza de esta Iglesia y todos seguimos Sus instrucciones. Hombres y mujeres necesitan una fe y testimonio aumentados sobre la vida y la Expiación de nuestro Señor Jesucristo y un conocimiento mayor acerca de Sus enseñanzas y doctrina. Necesitamos mentes claras para que el Espíritu Santo nos pueda enseñar qué hacer y qué decir. Necesitamos pensar con claridad en este mundo de confusión y desprecio por las cosas de Dios.

Hermanas, su esfera de influencia es única—una que no pueden duplicar los hombres ya que nadie puede defender a nuestro Salvador con mayor persuasión o poder que ustedes, las hijas de Dios— pues tienen una convicción y fuerza interior. El poder de la voz de una mujer convertida es inconmensurable, y la Iglesia necesita sus voces ahora más que nunca.

“Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis ni tengáis miedo. . . porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará” (Deuteronomio 31: 6). Saquen consuelo de este consejo de Moisés a Josué al hacer que sus voces se oigan, pues como dijo el Presidente Hinckley: “Simplemente no pueden dar por hecho esta causa, que es la causa de Cristo. No pueden simplemente estar parados fuera del campo de batalla y observar la lucha entre las fuerzas del bien y el mal. . . Ustedes pueden ser líderes. Como miembros de esta Iglesia, ustedes deben ser líderes en las causas que defiende esta Iglesia.” [14]

No olvidemos nunca que somos hijos e hijas de Dios, iguales ante Su vista con diferentes responsabilidades y capacidades asignadas por Él y que se nos da acceso al poder de Su sacerdocio cuando hacemos y guardamos convenios sagrados y nos aconsejamos juntos. Tengan cuidado de que continuamente traten de vivir y sostener el gran plan de felicidad, que es el plan de nuestro Padre, que ha sido revelado para la salvación de Sus hijos y Sus hijas. Seguramente podremos pensar con claridad si nos concentramos en la doctrina y el plan eterno de Dios y utilizamos nuestra fuerza al ir y ayudar a otros para que hagan lo mismo al compartir nuestro testimonio y nuestro conocimiento del mensaje puro de la Restauración y de la plenitud del evangelio de Jesucristo. La restauración del poder del sacerdocio de Dios es la autoridad para hacer Su obra al ayudar a llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de Sus hijos. Hermanos y hermanas, sigamos juntos, unidos por nuestros testimonios, y hagamos nuestra obra tal como lo hicieron los Santos de Nauvoo, Winter Quarters, y Preston, Inglaterra en los años de 1830 y 1840.

Les dejo mi testimonio de que estamos en una época y hora en la que debemos permanecer en unidad. Debemos permanecer unidos; hombres y mujeres, los hombres y las mujeres jóvenes, los niños y las niñas. Debemos defender el plan de nuestro Padre Celestial. Debemos defenderlo. Él está siendo dejado de lado. Como miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no podemos permanecer ociosos y dejar que eso siga sucediendo sin tener el suficiente valor para hacer que se oigan nuestras voces.

Qué Dios les bendiga para tener el valor de estudiar y aprender las simples verdades del evangelio y entonces compartirlas en las diversas oportunidades que tengan.

Les dejo mi testimonio de que Jesús es el Cristo. Él es el Hijo de Dios. Él vive. Esta es Su Iglesia de la cual hemos estado hablando, y les he estado testificando de Su gran plan de felicidad que Él nos ha dado.

® 2013 por Intellectual Reserve, Inc.

Notas

[1] . “Las Llaves del Sacerdocio,” Manual 2: Administración de la Iglesia (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 2010) página 8

[2] José Smith, citado en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 2007)

[3] David O. McKay, citado en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: David O. McKay (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 2003) .

[4] M. Russell Ballard, “Esta es mi Obra y Gloria,” Liahona, mayo de 2013, página 19.

[5] Gordon B. Hinckley, “Las Mujeres de la Iglesia,” Liahona, noviembre de 1996.

[6] Neal A. Maxwell, Deposition of a Disciple (Salt Lake City: Deseret Book, 1976) página 56.

[7] Jeffrey R. Holland, “Creo,” Liahona, mayo de 2013.

[8] Quentin L. Cook, “¡Las mujeres SUD son asombrosas!” Liahona, mayo de 2011.

[9] “La Familia: Una Proclamación para el Mundo,” Liahona, noviembre de 1995.

[10] Gordon B. Hinckley, “Permanezcan Firmes Frente A Las Asechanzas Del Mundo,” Liahona, noviembre de 1995.

[11] Joseph Fielding Smith, “Magnifying Our Callings in the Priesthood,: Improvement Era, junio de 1970, página 66.

[12] John A. Widtsoe, Priesthood and Church Government (Salt Lake City: Deseret Book, 1939) página 83.

[13] James A. Talmage, “The Eternity of Sex,” Young Women’s Journal, octubre de 1914, páginas 602-603.

[14] Gordon B. Hinckley, “Stand Up for Truth,” Discurso en un devocional de BYU el 17 de septiembre de 1996.