Jesucristo: El Maestro de Maestros

Craig James Ostler

Este artículo se publicó en Religious Educator 4, núm. 1 (2003) páginas 89-96.

Cuando se publicó este artículo, Craig J. Ostler era profesor asociado de la historia y la doctrina de la Iglesia en BYU.

El Salvador es el Maestro de maestros, y usa métodos y propósitos divinos para enseñar el plan definitivo. En Sus instrucciones, en particular en las revelaciones de la Doctrina y Convenios, el Señor mostró como ejemplos los varios enfoques que debemos considerar en nuestras responsabilidades de enseñanza: preparar mensajes significativos; testificar; aplicar el mensaje al oyente; expresar amor, perdón y aprecio; enseñar la verdad de corazón; aumentar la curiosidad; enseñar los misterios del reino; disciplinar y reprender; que las personas se responsabilicen; guiar a los estudiantes en sus asignaciones; y mostrar el camino.

Preparar Mensajes Significativos

El Señor no usó palabras ociosas al enseñar. Conocía las doctrinas que necesitaba enseñar y fue muy específico en los mandamientos o las asignaciones que dio relacionadas con la instrucción del evangelio. Les requirió a sus siervos que hicieran lo mismo. Por ejemplo, a Hyrum Smith le aconsejó: “No intentes declarar mi palabra, sino primero procura obtenerla, y entonces será desatada tu lengua; luego, si lo deseas, tendrás mi Espíritu y mi palabra, sí, el poder de Dios para convencer a los hombres” (D y C 11:21; énfasis agregado).

Más adelante, Él les dijo a los Santos: “Y os mando que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino” y “enseñaos diligentemente. . . . a fin de que estéis preparados en todas las cosas. . . . a magnificar el llamamiento al cual os he nombrado” (D y C 88:77-78, 80; énfasis agregado).

El Señor enfocó su responsabilidad de enseñar con una seriedad que estaba acorde con el mensaje de salvación. Las revelaciones enfatizaron el tiempo de calidad—o sea que el Señor tenía una obra que realizar—, y ayudó a los Santos al darles asignaciones significativas y que les hicieran permanecer en la tarea. El espíritu de las revelaciones indica que el tiempo es corto y que, similarmente, los maestros del evangelio deben estar en los asuntos del Padre. El tiempo en el salón de clases es precioso, y si los esfuerzos de los instructores y de los alumnos son dignos de la compañía del Espíritu, la enseñanza será dirigida, asistida y confirmada por el poder del Espíritu Santo (véase D y C 50:21-22). Ese Espíritu dará vida a las lecciones preparadas significativamente.

Testificar

Otro simple pero importante aspecto de la enseñanza del Salvador fue el dar testimonio de la veracidad de las revelaciones. En Su prefacio para el Libro de Mandamientos testificó: “Estos mandamientos son míos” (D y C 1:24), y continuó: “Escudriñad estos mandamientos porque son verdaderos y fidedignos, y las profecías y promesas que contienen se cumplirán todas” (Dy C 1:37).

Jesucristo comenzó muchas de las revelaciones con el espíritu de testimonio, preparando el corazón de los Santos para recibir las verdades que iba a revelar. Con frecuencia, Su testimonio fue breve y directo: “Una obra grande y maravillosa está a punto de aparecer entre los hijos de los hombres. He aquí, yo soy Dios; escuchad mi palabra” (D y C 6:1-2; 11:1-2; 14:1-2).

Enseñar como lo hizo el Señor sugiere que los educadores de religión sigan ese ejemplo. Los maestros del evangelio pueden aumentar su efectividad como maestros-siervos del Maestro al empezar sus lecciones con un testimonio breve y directo con respecto a los principios de que hablarán.

Aplicar el Mensaje al Oyente

El Salvador frecuentemente selló la veracidad de las revelaciones con el mandato de que Sus siervos salieran y aplicaran las enseñanzas que habían recibido. El Señor concluyó varias revelaciones con aliento y testimonio de que Él habló la verdad y de que los santos serían bendecidos por su obediencia. Por ejemplo, en la revelación en la que llamó a Stephen Burnett a predicar el evangelio, le instruyó: “Por consiguiente, declarad las cosas que habéis oído, y que ciertamente creéis y sabéis que son verdaderas. He aquí, ésta es la voluntad del que os ha llamado, vuestro Redentor, sí, Jesucristo. Amén” (D y C 80:4-5). De igual manera, los maestros bendicen a sus estudiantes si sellan las enseñanzas con la amonestación de vivir las verdades que se les han enseñado.

Expresar Amor, Perdón y Aprecio

En las revelaciones de la Restauración, el Señor expresó frecuentemente compasión y amor hacia Sus discípulos. El viejo adagio de que ‘a los estudiantes no les importa cuánto sabe un maestro sino hasta que saben cuánto le importan al maestro,’ transmite este aspecto de la enseñanza.

El Salvador impartió misericordia al perdonar los pecados y fortaleció a los Santos al expresar Su confianza en ellos. “He aquí, tus pecados te son perdonados” le declaró a Emma Smith, “y eres una dama elegida a quien he llamado” (D y C 25:3). En una revelación dirigida a Thomas B. Marsh, el Señor declaró: “Thomas, hijo mío, bendito eres por motivo de tu fe en mi obra” (D y C 31:1).

En un ejemplo adicional, al ser inspirado por el Espíritu de Dios, el Profeta José Smith expresó sus sentimientos y los del Señor: “Querido y muy amado hermano Brigham Young, de cierto, así te dice el Señor: Brigham, mi siervo, ya no te es requerido separarte de tu familia como en lo pasado, pues tu ofrenda me es aceptable” (D y C 126:1). Además, el Salvador a menudo se dirigía a Sus siervos como Sus amigos (ver D y C 84:77; 93:45; 94:1; 100:1; 104:1) Los alumnos son guiados a vivir los mandamientos al saber que son conocidos y amados.

Enseñar la Verdad de Corazón

Las verdades del evangelio se enseñan mejor desde el corazón. O sea, que el instructor enseña el evangelio desde su alma, no solamente de un bosquejo de enseñanza. El seguir los pasos de la enseñanza no comunicará los principios del evangelio del corazón del maestro al corazón del estudiante. Las palabras del Salvador fueron sinceras, aún hasta partir el alma misma. En las revelaciones se describen Sus palabras como: “viva y poderosa, más cortante que una espada de dos filos, que penetra hasta partir las coyunturas y los tuétanos, el alma y el espíritu” (D y C 33:1).

En esta dispensación , el Señor a bendecido a los maestros fieles: “y se abrirá tu corazón para predicar la verdad” (D y C 23:2; énfasis agregado, ver también el versículo 3). Además el Señor les mandó al Profeta José Smith y a Sidney Rigdon: “expresad los pensamientos que pondré en vuestro corazón, . . . cualquier cosa que declaréis en mi nombre se declare con solemnidad de corazón, con el espíritu de mansedumbre, en todas las cosas. Y os prometo que si hacéis esto, se derramará el Espíritu Santo para testificar de todas las cosas que habléis” (D y C 100:5, 7-8).

Aumentar la Curiosidad

Parte de la enseñanza más eficaz ocurre cuando las preguntas de los alumnos provocan la instrucción. El Señor frecuentemente enseñó contestando las preguntas del Profeta José Smith o a las peticiones hechas por otros. Un breve análisis de los encabezados históricos de la Doctrina y Convenios demuestra este principio. En muchos casos de las revelaciones, se contestaron preguntas doctrinales específicas. Las preguntas trataban de temas tales como: cómo obtener el perdón de los pecados; cómo reconocer si la revelación viene de Dios; qué eventos acompañarán a la Segunda Venida del Salvador; y que condiciones prevalecerán durante el Milenio. Los alumnos modernos, frecuentemente hacen preguntas sobre temas similares. Muchos de los mejores días en la enseñanza suceden cuando los alumnos se involucran activamente al hacer preguntas.

Sin embargo, esto no significa que el Profeta José Smith o algunos de los primeros Santos determinaran los temas que se tratan en las revelaciones de la Restauración. El Señor dirigió la Restauración y colocó al Profeta en las circunstancias que, presumiblemente, provocarían preguntas sobre ciertos temas. De igual manera, un maestro cuidadoso puede arreglar el salón de clases y las experiencias educativas de formas que fomenten la curiosidad de los alumnos en direcciones predeterminadas. En el caso de la Restauración del evangelio, el Señor designó el curso mediante las asignaciones que le dio al Profeta José Smith. Por ejemplo, el Señor le pidió a José que tradujera el Libro de Mormón, que organizara la Iglesia de Cristo, y que trabajara en la traducción inspirada de la Biblia. Estas asignaciones, en realidad, dieron la oportunidad para que se formularan preguntas en áreas que el Señor, en su sabiduría, sabía que se le harían (ver José Smith—Historia 1:68; D y C 18; 77; 113).

De igual modo, si los maestros dirigen a los alumnos a las escrituras para obtener respuestas a las preguntas, con frecuencia los estudiantes, después de leer los pasajes de las escrituras, querrán mayores aclaraciones y harán sus propias preguntas. Por tanto, a medida que los instructores estudien las escrituras con los alumnos, los alumnos serán motivados a hacer preguntas, lo que permitirá que el maestro, o el Espíritu, enseñe las doctrinas y los principios más valiosos que sean adecuados y aplicables en sus vidas.

Enseñar los Misterios del Reino

En toda ocasión después de revelar un nuevo pensamiento de la eternidad, el Señor esperó hasta que José Smith y los Santos estuvieran listos antes de revelarles luz y verdad adicionales. El Salvador repetidamente volvió a comentar temas previos, cuando supo que los Santos estaban preparados para aprender más sobre ese tema. Por ejemplo, la información vino línea por línea con respecto a la Segunda Venida y el Milenio (ver D y C 29; 43; 45; 88; 101; 130; 133); la ley de consagración (ver D y C 38; 42; 51; 70; 78; 82; 83); y la ley de la gloria celestial (D y C 76; 131; 132; 137). Este enfoque instructivo enfatiza la enseñanza de las escrituras en secuencia en vez de hacerlo por tópicos, especialmente para los alumnos jóvenes, y por tanto permite que las doctrines se desplieguen línea por línea.

El Señor reveló al Profeta José Smith ciertos asuntos que él no debía enseñar al mundo o a los Santos en ese momento particular (ver Moisés 1:42, 4:32). El Salvador instruyó: “Recordad que lo que viene de arriba es sagrado, y debe expresarse con cuidado y por constreñimiento del Espíritu” (D y C 63:64). Además, en referencia a las visiones de la eternidad y los grados de gloria, el Profeta José Smith enseñó: “Yo podría declararr cien veces más de lo que he explicado respecto de las glorias de los reinos que se me han manifestado en visión, si me fuese permitido, y si la gente estuviera preparada para recibirlas.” [1]

De una manera reconfortante, el Señor le aseguró a los Santos que aunque no estuvieran preparados para las respuestas a sus preguntas, éstas estaban disponibles y se les darían cuando estuvieran mejor preparados para recibirlas (ver D y C 101:32-34; 121:26-28). De manera similar, los alumnos deberían saber que existen las respuestas apropiadas para sus preguntas, hasta para las más difíciles. Sin embargo, deben confiar en el buen juicio de sus maestros si les dicen que las respuestas que buscan vendrán a su debido tiempo y lugar.

Disciplinar y Reprender

El Señor fue muy enérgico al disciplinar y reprender. En varias ocasiones, la reprensión fue en privado; y en otras, el Señor corrigió públicamente a quienes estaban equivocados. Por ejemplo, a Oliver Cowdery se le dijo : “irás a tu hermano, Hiram Page, entre tú y él a solas, y le dirás que las cosas que él ha escrito mediante esa piedra no son mías, y que Satanás lo engaña” (D y C 28:11). Por el contrario, posteriormente el Señor instruyó a los miembros de la Iglesia: “Y si tu hermano o tu hermana ofende a muchos, él o ella serán reprendidos ante muchos. Y si alguien ofende públicamente, él o ella serán reprendidos públicamente, . . . Si alguien ofende en secreto, él o ella serán reprendidos en secreto, para que tengan la oportunidad de confesar en secreto ante aquel o aquella que hayan ofendido, y ante Dios, para que la Iglesia no hable con reproche de él o de ella” (D y C 42:90-92).

Por tanto, leemos que el Señor reprendió a los Santos por no construir el templo en Kirtland, Ohio (ver D y C 95:1-12) y por no estar unidos y desobedecer la ley celestial requerida para edificar a Sión (ver D y C 101:1-9; 105:1-6). Además, el reproche y advertencia del Señor al Profeta José Smith por la pérdida de las 116 páginas del manuscrito del Libro de Mormón es especialmente conmovedor: “Y he aquí, con cuanta frecuencia has transgredido los mandamientos y las leyes de Dios, y has seguido las persuasiones de los hombres. Pues he aquí, no debiste haber temido al hombre más que a Dios. Aunque los hombres desdeñan los consejos de Dios y desprecian sus palabras, sin embargo, tú debiste haber sido fiel” (D y C 3:6-8). De igual forma, un maestro confiable puede disciplinar y reprender a sus alumnos con una “tierna pero firme voz” (Introducción de la Doctrina y Convenios).

Un principio adicional importante en la disciplina es que el Señor preparó una forma de liberación antes de la reprensión. Por ejemplo, para compensar la debilidad del Profeta cuando José fue convencido por Martin Harris de darle las 116 páginas del manuscrito, Cristo tenía la situación bajo control. El Señor no solamente tenía preparadas las planchas menores de Nefi para reemplazar el contenido del manuscrito perdido, también estaba preparando a Oliver Cowdery para ser escribiente y testigo, junto con José, de la Restauración. Es importante que los maestros reprendan fielmente a los alumnos con respecto a su comportamiento indebido, pero es igualmente importante que los maestros tengan un plan para corregir los errores de los alumnos.

De manera semejante a la que pudieran estar los maestros, el Señor corrigió la conducta inmadura. Los errores de la juventud no fueron raros al principio de la Iglesia. Cuando los élderes jóvenes enseñaban el evangelio saltando desde el piso y golpeando su cabeza en una viga del techo o comportándose como un simio, Él les requirió que actuaran con dignidad (ver D y C 50:1-4, 13-18). Específicamente les pidió que evaluaran su conducta con la norma de la predicación del evangelio. Cuando se portaban mal, ¿le era posible al Consolador enseñar la verdad? ¿Eran edificados el maestro y el alumno? (Ver D y C 50:13-14, 21-22). Si la conducta no era aceptable al Espíritu Santo, no era de Dios y por lo tanto no era aceptable para el Maestro de Maestros.

Nótese, sin embargo, que el Señor no dio un reproche por los errores más condenador de lo que fuera justificado. En el verano de 1836, durante un período de grandes dificultades financieras para la Iglesia, el Profeta José Smith viajó varios cientos de millas en busca de un tesoro secreto a fin de pagar las deudas en que había incurrido (ver D y C 111). Aunque esta actividad no era un pecado, tampoco era favorable para la Iglesia. Sabiamente, el Señor trató la decisión de José, de buscar el tesoro, mostró falta de juicio, pero no como iniquidad: “Yo, el Señor vuestro Dios, no estoy disgustado con vuestro viaje hasta acá, no obstante vuestras imprudencias” (D y C 111:1; énfasis agregado). Hasta nos podemos imaginar al Señor con una sonrisa en Su cara al revelar estas palabras de leve reproche. El Señor no ignoró la necesidad de corregir la mala decisión del Profeta; sin embargo, el Señor fue templado en su reprensión. Dirigió al grupo del Profeta hacia actividades más importantes y adecuadas. O sea, debían buscar otro tesoro en la ciudad de Salem, Massachussets—el conocimiento concerniente a los habitantes y los fundadores del área—que incluían a algunos de los primeros Smith que vinieron a Estados Unidos (ver D y C 111:9-10).

Que las Personas se Responsabilicen

El Salvador hizo responsables a Sus siervos, especialmente al Profeta José Smith, de las instrucciones y asignaciones que les dio. Estaba preocupado sinceramente por la forma en que entendieran el evangelio, por su progreso y su obediencia. Por ejemplo, está claro en las revelaciones de la Doctrina y Convenios que el Señor colocó la responsabilidad de traducir el Libro de Mormón y la Biblia directamente en los hombros de José Smith (José Smith—Historia 1:59-60; D y C 3:5). Al revelar información adicional concerniente a las señales de la Segunda Venida, el Señor le informó al Profeta José Smith y a los Santos: “Y ahora bien, he aquí, os digo que no os será permitido saber más concerniente a este capítulo, sino hasta que sea traducido el Nuevo Testamento, y en él se darán a conocer todas estas cosas; por tanto, ahora os concedo traducirlo, a fin de que estéis preparados para las cosas que vendrán” (D y C 45:60-61). Jesucristo esperaba que sus siervos se familiarizaran con las revelaciones y escritos anteriores. Aún más, inequívocamente, el Señor enseñó que a menos que sus siervos, en lo personal, entendieran las escrituras anteriores y estuvieran preparados para aprender, Él no les enseñaría los mayores misterios del reino (ver D y C 30:1; 50:28;-30; 76:114-118; 84:23-25, 57-58).

Guiar a los Estudiantes en sus Asignaciones

Siempre que el Señor dio llamamientos o asignaciones a los Santos, también les prometió guiarlos y fortalecerlos al cumplir esas asignaciones. O sea que, primero, el Señor aconsejó y mandó a los Santos, y luego les aseguró que estaría con ellos para ayudarles a cumplir el mandato o que Él proveería los medios para que cumplieran las cosas que les había mandado.

Por ejemplo, el Señor guió e inspiró al Profeta José Smith en la traducción del Libro de Mormón. Esta misma atención es evidente en los mandatos de construir el templo en Kirtland (ver D y C 88:119; 95:11-17); para la redención de Sión (ver D y C 103:15-20; 105:14-15); y para bendecir a José y otros líderes de la Iglesia para pagar las deudas en que habían incurrido al financiar las necesidades del reino (ver D y C 104). De hecho, en la revelación que pedía la organización de la Orden Unida, que supervisó los esfuerzos comerciales de la Iglesia, el Señor amorosamente aseguró: “y no podéis sobrellevar ahora todas las cosas; no obstante, sed de buen ánimo, porque yo os guiaré” (D y C 78:18).

Mostrar el Camino

Jesucristo, el Maestro de Maestros, nos mostró el camino para instruir por precepto y por ejemplo, particularmente en las revelaciones de la Restauración. Al prepararnos para presentar la doctrina verdadera por el poder de Su Espíritu y en la manera que Él nos mostró, tenemos su promesa de que “el que la [enseña] y el que la recibe se comprenden el uno al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntamente” (D y C 50:22).

Notas

[1] José Smith, Enseñanzas del Profeta José Smith, compiladas por Joseph Fielding Smith (Salt Lake City, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días,1954), páginas 271-272; véase también D y C 76:114-115.